Misterios

Harry Potter - J. K. Rowling
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Misterios
Summary
Los Merodeadores, liderados por James Potter, Sirius Black, Remus Lupin y Peter Pettigrew, se embarcan en una intrépida aventura al descubrir un antiguo pergamino que revela secretos ocultos de Hogwarts. A medida que desentrañan enigmas mágicos y pasadizos secretos, se topan con misteriosos eventos del pasado de la escuela, desencadenando el desafío de proteger a Hogwarts de fuerzas oscuras que amenazan con resurgir.Pero también juntando sus destinos con los príncipes de Slytherin, lo que ocasiona descontentos pero también surge el amor.
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VII Hermanos

Narrador omnisciente

Los chicos se dedicaron una mirada tranquila. Ninguno de los dos lleva a mencionar nada de lo que había visto, porque no había necesidad de ello. Los dos habían que habían pasado por cosas horribles con tan sólo ver el brillo en sus ojos.

—Wormtail, estamos juntos —susurro separándose de aquel abrazo y sonriendo hacia su amigo, el cual se veía más calmado que cuando salió corriendo de aquella puerta.

—Lo sé, vamos, la pluma se fue por aquí, tenemos que atraparla o todo eso fue en vano —dijo al tiempo que salía corriendo como si su vida dependiera de ello, y estando seguro de que Sirius le seguía de cerca.

Mientras corrían por aquel estrecho pasillo, el eco de sus pisadas resonaba como un recordatorio de la fortaleza que encontraron en su amistad. La búsqueda de aquella misteriosa pluma se convirtió en una aventura conjunta, una oportunidad para dejar atrás las sombras que habían plagado sus mentes.

—Oye, Worm, ¿alguna vez imaginaste que nuestras vidas tomarían un giro tan extraño? —preguntó el de cabellos negros como el cielo nocturno, siguiendo el destello de la pluma con determinación sin disminuir su velocidad.

—Nunca lo hubiera creído, Pads. Pero aquí estamos, enfrentando lo inesperado juntos. — respondió el de pecas con un atisbo de asombro en su voz.

A medida que se acercaban a la pluma, la luz que emanaba se intensificaba, como si también estuviera ansiosa por reunirse con ellos. La dualidad de luces y sombras que experimentaron les hizo ver lo que les atormenta a cada uno, pero siempre logran encontrar un soporte en sus amigos. Por eso mismo, no se guardaron nada de esta noche, pero sí se darían el lujo de omitir detalles.

Cuando estaban cerca de aquel majestuoso objeto, Sirius no dudó en tomarla entre sus manos, logrando así que aquel pasillo desapareciera cual ilusión, dejándolos en una de las secciones más alejadas de la biblioteca, como si nunca hubieran salido de ella. Incluso la capa se encontraba a sus pies, doblada perfectamente.

El rubio la tomó rápidamente y se la colocó con prisa sobre la cabeza de ambos. No querían ser descubiertos, y menos ahora que tenían en su poder el objeto que el pergamino les había mencionado. Y el cual les costó lágrimas conseguir, literalmente.

Con el sigilo al que estaban acostumbrados, se escabulleron entre los pasillos, evitando a los prefectos que hacían sus rondines, ya que no era tan tarde como ellos creían. Pasaron sin problema y con cierta complicidad frente al retrato de la dama gorda y subieron corriendo a su habitación, donde se encontraron con un curioso James y Remus, quienes los esperaban sentados en sus camas. El primero estaba seguro de que miraba el reloj para asegurarse de que sus amigos no tardaran tanto, y el segundo ocultaba su curiosidad leyendo un libro muggle llamado "La canción de Aquiles".

Cuando se aseguraron de cerrar la puerta, la capa tocó el suelo con la emoción del más pequeño, quien comenzó a dar brincos por su primera aventura. Aunque si le preguntan a él, preferiría no participar nuevamente si iba a tener ese tipo de desafíos, pero lo había superado, ¿cierto?

Por otro lado, el ex heredero Black agitaba la pluma en su mano, señalando que ahora la tenían en su custodia, y sin cuidado alguno se la lanzó a Potter, quien rápidamente la tomó en sus manos, tirando una mala mirada al despreocupado de su amigo.

—Más cuidado, Sirius, es un objeto importante —puso los ojos en blanco al ver que su amigo restaba importancia a su regaño y se acostaba en su cama.

—¿Cuáles fueron sus desafíos? —preguntó el licántropo, dejando su libro de lado y mirando cómo el rubio sacaba unos ratones de gomita que tenía guardados para situaciones de emergencia.

—La mía fue horrible, fue como una alucinación que claramente no quiero repetir, pero la pluma me dejó una misión y creo que debo cumplirla —aquello sorprendió a sus dos amigos, quienes lo miraban con asombro para después dirigir su vista hacia su otro amigo.

—Lo mismo. Claramente no creo que haya sido la misma alucinación, pero a mí, más que una misión, me dejó un recordatorio —contestó mientras se terminaba uno de sus dulces.

—Wow, seguro fue mucho que procesar —comentó el de anteojos, mirando aquella pluma con curiosidad.

—Prueba, Prongs, se nota que quieres —dijo el de cicatrices, observando cómo su amigo casi saltaba de emoción. Con cuidado, se acercó a la superficie de su baúl y escribió sobre él. Algo que ninguno de los otros tres logró ver hasta que un pequeño brillo se vio en la pequeña mesa de noche de Sirius, llamando la atención de este, aunque ninguno presenció aquel brillo, excepto Sirius.

"Mini Black escuchó sobre el pergamino, me confrontó, tengo una promesa con él, pero no sé si sea correcto decirle la verdad."

Sirius lo miró fijamente, asombrado por aquella declaración, captando así las miradas curiosas de los demás merodeadores.

—Bien, funciona —dijo el de ojos grises, desviando la atención. Tenía que arreglarse con su hermano sin poner en riesgo el secreto del pergamino.

—¿Qué te escribió? —preguntó con inocencia el de ojos azules, esperando recibir una respuesta.

—Que debería hablar con Regulus —mintió ligeramente, aunque utilizó aquella "mentira" para responderle indirectamente a su amigo.

—Hazle caso. Dile también que estás buscando un lugar donde quedarte permanentemente y que cuando lo consigas, lo traerás contigo —contestó Lupin, volviendo a leer el libro que había dejado.

—No tienes por qué buscar otra casa, a mis padres no les molestaría que Mini Black viva con nosotros —añadió James.

—Pero a Regulus sí le molestaría, Prongs —contestó Sirius, mirando su uniforme, el cual estaba algo desordenado. Con un leve movimiento de su varita, sacó su pijama de su baúl.

—Mañana hablamos mejor de eso; de igual manera, no tendremos otra misión hasta que el pergamino lo decida —contestó el licántropo, cerrando las cortinas de su cama para tener más privacidad.

La oscuridad de la noche envolvía la habitación mientras Sirius yacía despierto en su cama. Sus amigos, envueltos en los brazos del sueño, desconocían la tormenta que rugía en la mente del ojigris. La pluma Quilluminar, con su brillo suave, reposaba cerca, pero Sirius no podía apartar su mente de las revelaciones y desafíos que le deparaba el futuro.

El recuerdo de la alucinación seguía fresco en su mente, pero lo que más lo inquietaba era la revelación sobre su hermano, Regulus. Aquella carga emocional, mezcla de sorpresa y anhelo de reconciliación, pesaba sobre sus hombros. La posibilidad de que Regulus no lo odiara le abría una puerta a la esperanza, pero también le planteaba el desafío de enfrentar las consecuencias de sus acciones.

El suspiro de Sirius se perdió en la quietud de la habitación. La pluma Quilluminar parecía vibrar con energía, como si también compartiera la intensidad de sus pensamientos. Sin embargo, no podía dejar de lado otro asunto que lo preocupaba profundamente: el problema en el que James se había enredado.

La responsabilidad de tener que solucionar, al menos parcialmente, la situación que involucraba a su amigo lo angustiaba. La lealtad entre los merodeadores siempre había sido su fuerza, pero también significaba cargar con las consecuencias de las decisiones de cada uno. El problema de uno era problema de todos. Se preguntaba cuánto tendría que revelar, cuánto tendría que arreglar y cómo afectaría eso a la unidad de su grupo.

La pluma Quilluminar, como si entendiera sus inquietudes, parecía ofrecer una luz de guía en la penumbra. Sirius se sentó en la cama y contempló el objeto con determinación. Sabía que debía abordar ambos problemas y que la pluma podría ser clave en ese proceso. Con un suspiro profundo, tomó la pluma entre sus dedos, cerrando las cortinas de su cama no sin antes tomar un pergamino y comenzó a escribir, buscando encontrar respuestas.

James se metio en problemas.

"Yo no lo considero así"

Cuando aquella pluma salió de sus dedos para escribir aquello lo dejo helado, más por qué sinceramente y dentro de él no esperaba que aquella idea loca funcionará.

Es alguien testarudo y orgulloso, si le prometió algo a mi hermano lo va a querer cumplir.

"Es necesario que sepan."

¿A qué te refieres?

"Nada alrededor de aquel pergamino es coincidencia, siempre pasa por algo."

¿Entonces no es coincidencia que Regulus quiera interesarse en el pergamino?

"No, la palabra coincidencia es inexistente si es que el pergamino está en tus manos, al igual que no es coincidencia que aquellos ojos verdes haya aparecido frente a los familiares ojos azules."

Aquello lo dejo pensando, a quien se refería con "ojos verdes" o con "ojos azules" necesitaba más detalles pero aquello no era el punto.

No creo que debamos decirle, pero si necesito hablar con él.

"Usame, se sabio, piensa antes de trazar letras de las cuales te puedas arrepentir, todos ustedes tienen que ser conscientes de que aquel secreto que tanto ocultan tiene que salir a la luz en algún momento."

Bien, gracias, supongo.

La conversación dio por terminada, y en ese instante, Sirius invocó un pequeño hechizo que convirtió aquel pergamino en cenizas, desvaneciéndolo en diminutas partículas que flotaron por el aire antes de ser arrastradas hacia la basura. Con un suspiro, tomó con cuidado la pluma Quilluminar nuevamente, sintiendo su textura en los dedos, como si fuese una conexión tangible con sus pensamientos.

Un nuevo pergamino se desplegó ante él, y Sirius dejó que su mano corriera por aquel papel en blanco. Las palabras comenzaron a fluir, esta vez con un tono más esperanzador y reflexivo. Era como si la pluma y él estuvieran tejiendo una narrativa conjunta, una que buscaba explorar el camino hacia la reconciliación y la comprensión mutua. Cada trazo era una expresión sincera de sus sentimientos, un intento de construir puentes sobre las grietas que se habían formado en su relación con Regulus. Grietas que lamentablemente tenían su nombre y su decisión marcados.

 

...

 

—Regulus— saludaron todos sus amigos justo cuando entró por aquella puerta con una sonrisa que incluso a lo lejos podía parecer tierna y sin malicia, pero los otros tres sabían que algo había pasado para alegrar tanto al menor de los Black.

—Habla ya— exclamó el castaño, tomando un par de panqueques y poniéndolos en su propio plato, esperando que el menor hablara.

—Digamos que no será tan difícil saber de qué pergamino están hablando— aquello tomó por sorpresa a los demás, no solo por lo que había dicho el de ojos grises, sino también por la tranquilidad con la que había pronunciado esas palabras.

—Desarrolla— pidió el rubio, esperando que el menor volviera a hablar.

Severus se mantenía algo distante, leyendo un libro aunque su completa atención estaba en lo que iba a decir el de rizos.

—Potter hizo una promesa, de que haría lo que fuera si yo hacía algo que él pedía. Acepté y, como dijo que haría lo que fuera, le dije que me contara sobre el pergamino del que los escuchamos hablar— respondió, restándole importancia. —No creo que el pergamino sea algo tan importante, pero su cara de no saber qué hacer no tiene precio— volvió a hablar con un seño mas calmado.

Al decir aquello, recibió sonidos de afirmación y unas cuantas risas, y continuaron con su desayuno de forma normal, aunque por la mente de los más pequeños del grupo repasaba los sueños que habían tenido, que a su vez fueron extraños pero de alguna manera tenían esa sensación de realidad efímera que no sabían explicar pero que tampoco iban a cuestionar.

—Lía, ¿qué traes ahí?— dijo Regulus al ver a aquella lechuza tan familiar, pero al mismo tiempo tan extraña de ver dirigida hacia él.

Tomó con cuidado la carta que tenía el ave en su pico y le dio un pequeño trozo de pan como recompensa. No era su lechuza, pero no merecía ser tratada igual que el dueño.

"Querido Regulus,

No sé por dónde empezar. Esta noche ha sido más intensa de lo que imaginaba. He enfrentado mis propios miedos y descubierto verdades que, sinceramente, preferiría no haber conocido. Pero lo más importante es que todavía tenemos tiempo.

Me doy cuenta de que he cometido errores, que he actuado impulsivamente sin considerar el impacto en ti. No puedo cambiar el pasado, pero quiero intentar construir un futuro en el que podamos reconciliarnos.

Sé que nuestra relación ha sido complicada, pero estoy dispuesto a trabajar en ello. No pretendo pedir tu perdón de inmediato, pero sí tu paciencia. Necesitamos hablar, entendernos y, con suerte, encontrar una manera de reconstruir lo que teníamos. Claro, solo si tú quieres.

Con afecto,

Sirius"

Al terminar de leer aquella carta, buscó rápidamente a su hermano con la mirada. Lo encontró riendo con sus amigos, pero conociendo a aquel que siempre lo acompañó, sabía que algo perturbaba su mente.

—¿Qué sucede, Reg? —preguntó Severus con tono calmado, intentando sonar más como un amigo preocupado que como alguien que simplemente estaba curioso. Sus otros amigos decidieron mantenerse al margen.

Regulus desvió la mirada unos instantes antes de responder.

—No es nada, solo un asunto familiar que debo atender. ¿Tú has tenido algún problema? —intentó cambiar el foco de la conversación.

Severus notó la evasiva, pero decidió no presionar en ese momento.

—No, nada importante. Pero si necesitas hablar, ya sabes que estoy aquí —dijo, mostrando una pequeña sonrisa de apoyo.

Regulus asintió agradecido, pero Severus no pudo dejar de notar la sombra que persistía en la mirada de su amigo. La intriga lo acompañó mientras continuaba leyendo su libro, esperando que Regulus compartiera lo que le preocupaba cuando se sintiera listo.

 

...

 

Sirius Black caminaba por los pasillos de Hogwarts con una confianza casi palpable. Sus pasos eran firmes y decididos, y su expresión reflejaba una mezcla de desenfado y determinación. La capa negra ondeaba tras él mientras avanzaba, y su mirada, llena de chispa, se deslizaba por los detalles del castillo con una familiaridad innata. Aunque las estrictas reglas de la escuela y la presencia de los profesores imponían cierta formalidad, Sirius parecía desafiarlas con cada paso.

Su presencia no pasaba desapercibida; muchos estudiantes lo reconocían y le dirigían miradas de admiración o, en algunos casos, de cautela. No era solo un merodeador, sino una figura conocida en todo Hogwarts. Se detenía de vez en cuando para saludar a algunos compañeros de casa con un gesto informal o una sonrisa pícara, como si estuviera compartiendo un secreto solo conocido por los valientes.

Las travesuras que había llevado a cabo a lo largo de los años le habían otorgado una reputación que él abrazaba con orgullo. Cada rincón del castillo parecía tener una historia que involucraba a Sirius, ya fuera escapando de los profesores, organizando alguna travesura o simplemente disfrutando de la libertad que Hogwarts ofrecía.

Mientras avanzaba, su risa ocasional resonaba en los pasillos, mezclándose con el eco de sus pasos. Era un rebelde con causa, alguien que desafiaba las convenciones pero que, al mismo tiempo, encarnaba el espíritu indomable de Hogwarts. Sirius Black, el merodeador, continuaba su camino, dejando a su paso una estela de energía y carisma que llenaba los pasillos con la esencia de sus travesuras y la irreverencia de su personalidad.

O eso era lo que aparentaba, por dentro buscaba después de aquel desayuno a su pequeño hermano, quien le había dicho que podrían hablar a las afueras del invernadero , donde claramente nadie podría verlos, y es que le pareció hasta sorprendente la actitud receptiva que había recibido.

—Sirius.—

—Regulus.—

—Primero, necesito entender por qué te fuiste de casa. Mamá y papá no dejan de repetir lo decepcionados que están de ti y que esperan que no sea como tú —dijo el menor sin mirar a Sirius. No quería romperse frente a su hermano, y ni siquiera sabía por qué había aceptado, no sabía si fue por la promesa que hizo con Potter o por aquel sueño en el que había visto a su hermano sufriendo, solo sabía que tenía que soltar aquello y que su hermano mayor le debía respuestas.

—Yo me fui porque no podía soportar esa casa, esas reglas, y hay que aceptarlo Reg, los decepcioné incluso desde antes de entrar a Hogwarts —habló sentándose al lado de su hermano pero manteniendo una distancia apropiada, ninguno de los dos se dirigía la mirada.

—Pero dejaste atrás a un hermano pequeño que se sentía solo. ¿No te importaba? —pregunta intentando que su voz no suene rota, como lo hacía su corazón desde que encontró aquella carta en su mesa de noche ese día.

—Claro que me importaba. Me preocupaba por ti, pero también sabía que si me quedaba, iba a terminar como ellos, y no podía permitirlo, no soy como ellos... —aquello último lo soltó como un susurro buscando autoconvencerse de lo que decía, pero las palabras de Walburga se repetían en su cabeza.

—Eso no justifica que me abandonaras. ¿No podías encontrar otra manera? —aquello había sonado completamente como un reclamo, y era 100% intencional.

—Tal vez no la vi en ese momento. Estaba tan atrapado en mi propia rebeldía que no pensé en las consecuencias para ti, fui impulsivo de mierda —las palabras salieron con cuidado de sus labios, asumiendo la culpa que tenía.

—Entiendo que tenías tus propios problemas, pero me dejaste solo con todo eso. Y luego, cuando vuelves, pegas como chicle a Potter, Lupin y Pettigrew y me evitas, ¡como si no existiera! —reclama ahora mirando a su hermano, quien lo evita olímpicamente.

—Eso fue un error. Y me arrepiento de eso. Pero también tienes que entender que los merodeadores son mi familia ahora, son personas que me quieren y yo a ellos —recitó aquellas palabras sin darse cuenta del dolor que había causado eso en Regulus, venía a arreglar las cosas, no a hacer más grande el problema.

—¡Pero, ¿y yo? ¿Dónde quedo yo en todo esto?! —exclamó alzando la voz y haciendo que por primera vez, Sirius lo mirara.

—Quiero intentar arreglar las cosas, Reg. No quiero perder a mi hermano, te quiero y siempre serás mi hermano, nunca pienses lo contrario —expresó mirando suavizando su mirar para darle a entender al menor su intención sin volver a cagarla.

—¿De verdad lo quieres? —la mirada de Regulus expresaba cautela pura.

—Sí, lo quiero. No quiero que nuestra relación se pierda por culpa de la familia o las expectativas —dijo con rotunda sinceridad, demostrando eso con el ligero brillo en sus ojos.

—¿Y qué propones? —aquella pregunta tomó desprevenido al Gryffindor, no había pensado en qué hacer después de hablar con Regulus, pero intentó recordar alguno de los consejos de Peter o de James.

—Comencemos de nuevo. ¿Quieres venir conmigo? —propuso extendiendo su mano con miedo a ser rechazado pero mentalizándose en esa decisión.

—¿Y dejar atrás todo? —al decir aquello, recibió un asentimiento por parte de Sirius. —¿Qué hay de mamá y papá? —aquella duda surgió entre ellos pero rápidamente encontró respuesta.

—Importa más tu felicidad. Si quieres, no tomes la decisión hoy, tómate tu tiempo —dijo bajando su mano con un pequeño brillo de añoranza.

—¿Tienes un lugar fijo? —preguntó en un suspiro.

—Me estoy quedando temporalmente con los Potter, son amables, pero estoy consiguiendo una casa bonita y amplia —sonrió, recibiendo una sonrisa de vuelta, lo cual le hizo casi saltar de alegría.

—Lo pensaré —suspiró—. Sí, Sirius, abrázame, pero que nadie vea —el mayor divertido revisó con la mirada los rincones cerca de ellos y con una sonrisa abrazó a su hermano acariciando su cabello como cuando eran más pequeños. Regulus aceptó ese abrazo, pero él solo le dio pequeñas palmadas a Sirius en la espalda; necesitaba volver a acostumbrarse a ese trato.

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