
I Secretos
Narrador omnisciente
Sirius Black, de cabellos oscuros y ojos chispeantes, irrumpió con impaciencia. Sus manos se movían rápidamente entre los objetos esparcidos por la cómoda, buscando desesperadamente su corbata.
Grata fue la sorpresa de los demás al ver al de ojos grises despierto tan temprano, considerando que era viernes. Aunque no preguntarían, posiblemente sea porque la curiosidad del Black mayor había ganado desde la noche anterior, cuando vio a su amigo cruzar la puerta con una sonrisa que significaba "Peligro", pero solo, posiblemente.
—Moony, ¿has visto mi corbata? —inquirió Sirius, su voz cargada de urgencia. El cajón, lleno de pergaminos, plumas y objetos olvidados, se convirtió en el epicentro de su búsqueda febril. Determinado, desplazó cada elemento con la esperanza de que la prenda perdida emergiera entre las sombras del desorden.
—Seguro está en el baño, recuerda que ayer la dejaste ahí cuando Worm comenzó a bromear contigo —le recordó al tiempo que tomaba un libro de su estante sin prestarle verdadera atención a su alocado amigo.
—Prongs, ¿ya nos vas a decir qué ocultas? —preguntó el más pequeño de todos con una sonrisa divertida. Él también sabía leer a sus amigos, y tampoco es que había que ser un genio para saber que el heredero Potter tenía algo entre manos.
—Se los diré en la casa de los gritos, lo que les voy a mostrar a Worm es muy confidencial —la mirada de Potter era muy fácil de descubrir, una mirada juguetona que podían jurar soltaba chispas de resplandecientes emociones. James tenía algo entre manos. O más bien, tenía algo en las manos.
—Entonces apura a desenmarañar el nido de pájaros que llamas cabello, para irnos ya —exclamó animado el mayor de los Black, pero aún con ese sentir sofocado por la intriga que le surgía. Decir que estaba emocionado era poco; la palabra le quedaba corta.
—No tenías que insultarme de esa manera, Black —respondió con un tono de tristeza, aunque todos en esa habitación sabían lo cual actuado era, porque así era James, un dramático empedernido que le gusta tener la razón en todo.
—¡Apura, James! —apuró Peter estando igual de impaciente que aquel pelinegro que se terminaba de poner su capa.
—Ya, ya, ya estoy, ¿felices? —pasó sus dedos levemente por sus cabellos volviéndolos a enredar, pero no importaba en todo caso, no tenía arreglo.
—Vamos todos, que apuntar a Prongs no significa que las clases pasarán más rápido —habló el castaño claro con cicatrices, al mismo tiempo que tomaba sus cosas y salía de la habitación, seguido por sus impacientes amigos.
—Oye Padfoot, ¿no tenías una broma pensada? —cuestionó el de pequeñas pecas en su rostro conforme caminaban hacia la salida de la sala común.
—Sí, pero últimamente Snivellus no se despega de sus nuevos amiguitos —respondió el pelinegro con un claro deje de enojo. Su hermanito era parte de ese séquito de serpientes que nunca se separaban.
—Y bien, podríamos hacerle las bromas a los 4, será más emocionante —se unió el heredero de los Potter con una sonrisa maliciosa.
—Mmmm, podría ingeniar algo —respondió.
—Tenemos historia de la magia a primera hora, tienes tiempo —las risas de los cuatro resonaron por toda la sala común; ese era un día normal en su vida diaria, y claro que las bromas no pueden faltar, harán más llevadero el tiempo para que la impaciencia por descubrir lo que Potter tenía que decirles no fuera demasiada.
—Dejen de jugar, parecen niños, tienen 15 años, compórtense —regañó el más alto, aunque en su rostro estaba una sonrisa tranquila. Le divertían sus amigos, por más inmaduros que sean.
Al entrar con pasos divertidos al gran comedor, vieron cómo varias miradas se posaron en ellos. Era más que claro que eran un grupo muy reconocido. Con galantes pasos, se dirigieron a la mesa de Gryffindor dispuestos a comer mientras conversaban, y en la mente de Sirius se cocinaba una maravillosa broma.
...
—Es curioso no toparnos con una broma apenas entrar —habló el menor de los Black mirando a sus amigos con curiosidad.
—Reg, la madurez los perseguía, pero ellos eran más rápidos —contestó un castaño claro con mirada juguetona, mientras se llevaba un pequeño pedazo de desayuno a la boca.
—Barty, tu postura —regañó aquel joven de cabellos tan negros como la noche a su amigo. Y si era raro, él había conseguido amigos hace no mucho tiempo, cuando después de una broma del grupo de idiotas, ellos lo habían ayudado.
—Bueno, no hay que quejarnos, es mejor así —se unió el heredero Malfoy a la conversación con su típico porte elegante que nunca deja de mostrar.
—Seguramente les dimos miedo, ya no es un 1 contra 4 —habló Barty con la boca llena de comida y, por consecuente, recibió un golpe patrocinado por el joven Snape.
—Modales, Barty. A veces pienso que eres más Gryffindor que Slytherin —regañó con el ceño levemente fruncido.
—¿Yo, Gryffindor? —preguntó simulando arcadas con un gesto de asco. —Jamás, ni pensarlo —respondió sentándose completamente recto y cambiando su mirada a una apagada. Era fácil para ellos cambiar a una actitud más fría. No eran así todo el tiempo; era simplemente lo que debían mostrar al mundo.
—A veces da miedo cómo Barty y Lucius pueden cambiar sus rostros drásticamente —el de ojos grises jugaba con su comida al mismo tiempo que esas palabras salían de su boca.
—Se llama práctica, Reg —contestó el rubio dedicándole una sonrisa sarcástica. Si bien no eran los más amables y cálidos entre ellos, se notaban los pequeños gestos y la comodidad que tenían de estar juntos. Al fin y al cabo, eran lo único que tenían; eran una familia.
—¿Qué mierda le están haciendo a mi hermano? —preguntó haciendo que los otros fijaran su vista en la mesa de Gryffindor de forma muy disimulada.
En este lugar se encontraban Sirius y James conversando animadamente, aunque la vista de todos fue a como Peter se encontraba trenzando el cabello del Black mayor, riendo por la plática de sus amigos.
—No puedo creer que te relajas cuando te peinan —habló Remus enfocado en cómo el menor del grupo peinaba al ojo gris con destreza.
—Te diría que lo probaras, Remus. Pete sabe peinar muy bien —contestó tranquilo y sereno el pelinegro con un toque de diversión.
—Podría intentar peinarte, Moony, solo necesito planear bien cómo peinar cabello corto —sonrió tomando con su otra mano una pequeña liga para atar las dos trenzas que había hecho. Si bien el cabello de Remus ni el de James eran tan cortos, le era más difícil peinar ese estilo de cabello.
—Divino como siempre, Worm —habló el de gafas mirando cómo su amigo tenía dos pequeñas trenzas a los lados y se juntaban en la parte de atrás. Tenía dos pequeños mechones enfrente que ya eran algo característico en él, pero con las trenzas, su cara se veía más despejada.
—Gracias, aunque he pensado en hacerle algo más elaborado, pero para las clases está bien —comentó el de pecas con una sonrisa calmada.
—¿Qué dices? ¿Cómo que "está bien"? —el ojo gris se volvió con una mueca de enfado hacia su amigo —Está genial, siempre haces resaltar mis facciones, Pete —regañó como un hermano mayor al de ojos azules al tiempo que hacía un gesto dramático con su mano y sus ojos se abrían y cerraban de forma rápida, causando una risa grupal que resonó por todo el gran comedor.
—Dramático —dijeron Peter y Remus al mismo tiempo, parando de reír, viendo cómo los otros dos reían con ganas.
...
—Pads, ¿ya pensaste en la broma que haremos? —preguntó en voz baja el de anteojos para evitar que aquel fantasma que tenían de profesor oyera. Aunque de igual manera, si eso pasaba, no iban a tener problemas; el profesor Binns era una grabadora que nunca paraba de hablar, sin importar cuántos alumnos estén dormidos o cuántos estén hablando.
—Ya tengo algo, Prongs —la sonrisa con la que respondió el mayor de los cuatro era de temer, puesto que nunca había ideado una broma como esta. Solamente necesitaba calmar un poco la gran intriga que sentía por el secreto de su mejor amigo.
La broma era algo sencilla. Aprovechando que Peter tenía una memoria increíble, hace tiempo se había aprendido los horarios de los Slytherins, de esos cuatro en específico, y sabía que en ese momento estarían en Encantamientos y su siguiente clase era Herbología. Tenían todos de intermedio 10 minutos, los cuales usarían para ejecutar la broma que había estado maquinando en su mente. Justo como lo esperaban, en los 10 minutos, los cuatro se dirigieron al invernadero. Con movimientos audaces de sus varitas, comenzaron a hechizar algunas plantas que se encontraban ahí, haciendo que el más mínimo toque a estas sea el causante de pieles verdes, cabellos de colores, lunares en el cuerpo, manchas moradas, entre otras cosas más. Era un buen hechizo, más porque el creador había sido Potter.
Así era esto. James se encargaba de crear los hechizos, Sirius de crear las pociones, ya que era bueno en ello, aunque muchos no lo crean. Peter se encargaba de que todo saliera de acuerdo al plan y de memorizar lo que hechizaban para así no caer en sus propias bromas, cuando se trataba de animales mágicos Peter era quien lideraba la broma, y Remus controlaba que sus amigos no se pasaran de la raya y que nadie los viera haciendo la hazaña. Aunque estos últimos dos también ayudaban en los encantamientos y pociones, a el licántropo le gustaba mantenerse al margen de todo.
...
Llegada la tarde cuando el sol se iba ocultando, en los pasillos solitarios, o no tanto, se encontraban los Slytherin enojados.
—Creo que hablé muy pronto, ellos siguen siendo más rápidos —mencionó el joven Crouch mirando cómo su cabello había sido pintado de un rojo, casi simulando un cabello Weasley.
—Sí, definitivamente hablamos muy rápido —afirmó el rubio con su piel verde y un rostro de enojo.
—Bueno, por lo menos es un hechizo fácil de deshacer —mencionó el joven Regulus, el cual tenía la nariz con varias manchas moradas de diferentes tamaños.
—Sí... lo bueno —respondió Severus con lunares amarillos en su rostro y manos.
Los Merodeadores, bajo la capa de invisibilidad, se aguantaban la risa. Iban de camino a la Casa de los Gritos, su guarida, pero fue totalmente una sorpresa encontrarse con los de la casa esmeralda renegando por su broma.
Con cautela pasaron al lado de ellos, pasando desapercibidos. Luego se burlarían de su gran hazaña; ahora la curiosidad era más importante. No podían aguantar más, por lo que, saliendo de Hogwarts, corrieron como si sus vidas dependieran de ello en dirección al sauce boxeador, deseando que la capa no se cayera debido a la velocidad.
—Listo, Prongs, suelta la sopa —habló Padfoot en el momento en el que entraron a la Casa de los Gritos, la cual estaba decorada de una manera cómoda y particular en la segunda planta. La primera era un desastre y esto debido a que ahí era donde habitaba Moony; ahí se transformaba, por lo que no le vieron sentido decorar esa parte, pero lo de arriba era otro mundo diferente.
La planta superior tiene una sensación acogedora con cortinas gruesas que filtran la luz del sol, creando un ambiente íntimo. Cada Merodeador puso su toque en cada esquina. Cuando los veías a cada uno en su "habitación", parecía completamente diferente una de otra, pero cuando se juntaban en el centro, se notaba la armonía del salón. En una esquina, los muebles de madera de nogal destacan, con detalles tallados que reflejan la artesanía de la época. Un tocador vintage con espejo ovalado y adornos de latón agrega encanto al espacio, pero destacaban aquellos muebles que iban de suelo a techo con espacios para diferentes golosinas. Había de todo tipo, de todos colores y sabores, a su vez que había un escritorio con algunos libros sobre animales mágicos, místicos y misteriosos; ese rincón era de Peter.
En otra esquina, plantas de interior como helechos y macetas de cerámica aportan un toque de naturaleza. El suelo de madera está cubierto con una alfombra persa, fusionando estilos retro y étnicos. Un rincón cuenta con una silla colgante de mimbre, perfecta para relajarse con un libro. En aquella pared se encontraba un librero enorme, el cual estaba lleno de libros, todos cortesía de Remus; ese era su espacio.
En otra esquina, lámparas de pie y de mesa tienen bases de cerámica decorativa y pantallas de tela a juego. El aire está impregnado con el suave crujido de vinilos reproducidos en el tocadiscos vintage, creando una banda sonora atemporal. Su pared cubierta por discos y posters de bandas icónicas y muggles, que claramente tenía prohibido escuchar, una guitarra eléctrica colgando como decoración, aunque era tocada de vez en cuando, y como mueble había un pequeño sillón, que se veía viejo pero le daba un toque carismático a aquel rincón de Sirius.
En otra pared se encuentran obras de arte psicodélicas y pósteres de conciertos legendarios. Los detalles como teléfonos antiguos, cámaras Polaroid y otros objetos vintage completan la escena, sumergiendo la habitación en un viaje nostálgico, aunque las Polaroid que se encontraban en forma de decoración eran sobre él y sus amigos, porque para él eso era lo más importante. Le gustaba en su esquina tener un caballete, donde se concentraba en pintar, en ser él mismo y ser libre. Ese era James.
Aunque cada rincón gritara un nombre en específico, hay días donde podrías encontrar a Sirius en el caballete pintando, a Remus comiendo chocolates en la esquina de Peter, a este último leyendo un libro en la mini librería y a James escuchando música en la esquina de Sirius. Así todo era tan tranquilo, incluso cuando llegabas al centro donde estaban pequeños cojines color amarillo claro en el suelo y una mesa pequeña en el centro, creando así su guarida, y de nadie más.
—Vengan —señaló el heredero Potter sentándose en uno de aquellos cojines dejando arriba de aquella mesa lo que parecía ser un pergamino completamente enrollado.
—¿Qué es eso, Prongs? —preguntó el castaño de cicatrices mirando con intriga a su amigo. Ya todos sentados alrededor de aquel objeto, lo miraban con curiosidad.
—Ayer lo encontré, me dio curiosidad y lo abrí —razonó, omitiendo obvios detalles como el entrar a la oficina del director sin permiso de nadie.
—A ver —el de ojos grises tomó aquel pergamino abriéndolo, y viendo cómo poco a poco pequeñas letras se iban escribiendo, en todo el cuerpo de aquel papel. Era claro que la intriga estaba a tope y que aquel brillo de sus ojos sería difícil de apagar.
—Son...—.
—Secretos, Worm, muchos secretos—.
—¿Están listos para divertirse lo que queda del año? —preguntó un animado James esperando las reacciones de sus amigos.
—Claro, Prongs —fue una respuesta al unísono, un ultimátum, este año iba a ser lo mejor.
Queridos lectores curiosos de saber, aquí entre mis hojas secretas veréis. Espero que disfruten de esta osadía, puesto que van a demostrar toda su valía. Entre la tinta escondida en esta hoja malherida, descubrirán misterios. Con su valentía, mis queridos Gryffindors, yo les revelaré profecías no antes dichas, objetos de gran valor, incluso secretos de algún antiguo fundador. Sean curiosos y sigan mis instrucciones; seguramente así, incluso encontrarán algunas emociones.