
Chapter 5
James estaba nervioso. No sabía qué ponerse, ni tampoco qué iba a hacer. En unas horas saldría por primera vez con un chico. La idea que tenía de su cita era simple, hasta que recordó cómo terminaban las citas entre hombres. No estaba listo para perder su virginidad como le habían planteado en las películas donde dos hombres salían por primera vez. De tan solo imaginarlo su rostro cambiaba a un color carmesí.
—James, cariño, ¿estás bien?
—Claro madre, solo estoy disfrutando este delicioso desayuno. -Mintió al picar un trozo de jamón con el tenedor.
—Me alegra que te guste. -Su padre le sonrió con amabilidad. —El hotel MetroPort tiene los mejores desayunos.
Y el más jodido, supongo. Pensó.
Las palabras de itspadfoot se habían grabado en su mente, la forma en la que se expresó el usuario no fue de su agrado, pero tenía razón. El hotel en el que se hospedaban no se comparaba con los hoteles de la zona, en especial el que estaba al lado de ellos “Le Fairmont”, si hubieran ahorrado un poco más tal vez se habrían quedado tres días en aquel lujoso lugar.
Durante el resto del desayuno pensó en la excusa que le diría a sus padres, no podrías decirles que tenía una cita y en especial con un chico. Si sus padres se llegarán a enterar, no quería ni imaginarse lo que sucedería después. Sin embargo, al darle una última mordida a su desayuno miró a los chicos del curso de surf. Tenía una idea.
—¡Qué rico desayuno! -Exclamó su padre dándole un beso a la mano de su mujer. —¿Te gustó, Effie?
—Por supuesto. -Su madre sonrió con ternura.
Fleamont se dirigió a su hijo con una sonrisa. —¿Te gustó, hijo?
—Sí papá. -Respondió antes de carraspear.
—Bien, ¿no quieren un postre? -Su padre alzó la tarjeta con la que había pagado el desayuno.
James suspiró antes de hablar. —No gracias papá…Quisiera decirles algo.
—Dinos querido. -Su madre agrandó sus ojos.
Su corazón palpitaba con fuerza. No era un experto para mentir, pero su seguridad ocultaba sus nervios. —El club de surf me invitó a salir esta noche. Algunos de ellos conocen bien la ciudad y se ofrecieron a mostrarnos los mejores lugares de Mónaco. Sé que es un viaje familiar, pero me gustaría divertirme un poco con los chicos.
Ambos adultos sonrieron ante las palabras de su hijo. —¡Claro que sí! -Respondieron.
—¿En serio?
—Si hijo. Ve y diviértete con jóvenes de tu edad. -Su padre estaba muy entusiasmado.
—¿No les molesta?
—Claro que no. James, diviértete con ellos y conoce el lugar, ya después nos lo muestras a nosotros. -Euphemia recargó su cabeza en el hombro de su esposo. —Sirve que tu padre y yo pasamos tiempo a solas, hace años que no lo hacemos.
—Tienes razón querida, no nos vendría mal un tiempo juntos. -Fleamont le dio un tierno beso en la cabeza a su mujer antes de apretar su mano contra la suya.
James sonrió moviendo ambos pies debajo de la mesa. —Gracias.
Sus padres asintieron, James sentía un poco de culpa al mentirles de esa manera pero no estaba listo para revelar su orientación.
—¿Y a dónde irán? -Su padre alzó una ceja.
—No lo sé. Pero nos iremos a las ocho. -Tenía intriga en donde a donde lo llevaría itspadfoot.
—Bien. -Su padre sacó su billetera del pantalón para darle una tarjeta. —Ten esta tarjeta, úsala para pagar lo tuyo. Por favor no gastes todo el dinero, ¿entendido?
James abrió los ojos con sorpresa, era como si le prestaran las llaves de un automóvil. Con admiración asintió y agarró la tarjeta.
—No gastaré mucho, lo prometo. -Observaba la tarjeta con grandes ojos.
—Bien, el pin de acceso es el cumpleaños de tu madre.
—Entendido. -James contempló la tarjeta unos segundos antes de alzar la vista y observar al grupo de surf, aunque los despreciaba, se alegró de verlos. —¿Puedo retirarme?, el grupo de surf acaba de pasar.
—Por supuesto, querido. -Euphemia acarició la mejilla de su hijo con ternura.
—Con cuidado. -Su padre asintió.
James se levantó de la mesa dirigiéndose hacia donde iban los turistas; sin embargo, al estar fuera de la vista de sus padres, entró a la recepción para salir del “jodido” hotel, como lo llamó itspadfoot, donde se hospedaba. Entendía porque el apodo del hotel le sentaba de maravilla, pero él y su familia habían trabajado muy duro para hospedarse en aquel lugar. Y al mentir que se hospedaba al lujoso hotel de al lado tenía que comprar ropa nueva. No podía ir con la ropa de su maleta. Al salir de la recepción decidió cruzar la calle para dirigirse a las tiendas de ropa más cercanas, tenía pensado comprar pocas cosas para su salida.
—No creo perder tanto tiempo para comprarme algo decente. -Se dijo asimismo antes de entrar a la primera tienda.
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Sirius bostezó antes de subir la fotografía a su cuenta pública de Instagram. —¿Eso dijo?
—Debiste verlo, fue patético. -Le respondió Mulciber desde la pantalla de su celular.
Black se encontraba solo en casa, debido a que aún seguía castigado.
—Más tarde te cuelgo, no quisiera perderme la puesta de sol.
—¿Te refieres a la cita que tienes esta noche?
Sirius alzó una ceja, no le había contado a nadie que aún seguía usando aquella app de citas. —No sé de qué me hablas. -Mintió.
—Es broma Black. -Se rió el rubio. —Sé que tienes tanta estima como para caer de nuevo en las mentiras de las apps de ese tipo. ¿Recuerdas la última vez?, ¡por Merlín!, no sé qué le viste a ese chico.
—¿Cuál?
—De tu ex, Shacklebolt.
Rodó los ojos con fastidio. —Nunca he tenido una relación, Mulciber. Además, lo de “ese” chico fue solo para pasar el tiempo.
—Tus audios no dicen lo mismo.
—Cierra la boca.
—Yo era fan de su relación.
—Así decía Hestia Jones y se metió con él.
Kingsley Shacklebolt había sido un chico que conoció en una app de citas. No negaba que había tenido una relación con él; sin embargo, no le gustaba recordar aquel momento de su vida. Pues experimentó con él lo que era estar con un chico por primera vez.
—Como sea, ya va a comenzar la puesta de sol y no quiero perderla. -Sirius se despidió de su amigo antes de colgar.
Suspiró antes de recargarse en la pared de la alberca con la vista hacia el mar, en una hora pasaría por su cita. No pudo evitar sonreír al imaginar al usuario.
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James suspiró con desesperación, no podía peinar su cabello como había visto en un tutorial de Tik Tok, ni siquiera los productos para cabello de su padre podían aplacarlo. Y no quería usar gel. Quería causar una buena impresión, además era su primera cita oficial con un chico. No quería contarle a sus amigos de su cita, al menos no aún. Sería una anécdota que contaría cuando le preguntaran sobre sus vacaciones, sus amigos siempre lo hacían y él la mayoría de las veces se los contaba en el momento, perdiendo el misterio y el asombro de su público.
—¡Por Merlín, James!, ya pareces tu mamá, sal del baño. -Su padre tocó la puerta con fuerza.
—-¡Ya voy! -Le respondió echándose agua en el cabello para acomodarlo aunque sea un poco.
Se miró en el espejo, su apariencia había cambiado tanto que casi no se reconocía. La camisa, pantalones y zapatos eran de Valentino, que casualmente estaban en descuento. Le daría un infarto a su padre al saber cuál era el precio de la ropa. Sonrió para revisar su perfectos dientes blancos al igual que su rostro. Sacó de la bolsa de ropa pequeñas muestras de loción, eligió la de Calvin Klein, la mojó un poco y la deslizó alrededor de su cuello y muñecas. Tiró la muestra de loción a la basura y se colocó el reloj de su padre.
—Listo.
—¡James Potter!
—¡Ya voy papá!
James agarró la ropa mojada junto con la bolsa de compras y salió del baño dirigiéndose al sofá cama donde dormía. Ahí dejó la bolsa de compras y se dirigió al pequeño tendedero de madera para colocar la ropa mojada. Miró el reloj y mordió levemente sus labios con emoción.
—¡Effie, amor, cariño, mi vida!, ¿dónde está…?
—En el armario, amor.
Al escuchar a sus padres, se dirigió a la cocina donde su madre había dejado su bolsa, pues ellos iban a salir a la playa. Agarró su celular junto con la cartera que colocó en el bolsillo trasero de su pantalón. Los nervios lo invadían junto con la emoción.
—¡Ya me voy! -Anunció al acercarse a la puerta.
—¡Espera! -Su madre se acercó a él tomándolo por ambas mejillas. —-Si te sientes incómodo nos hablas para ir por ti, no tienes que hacer todo lo que ellos hacen ¿de acuerdo?, si te pierdes quédate en ese lugar y nos hablas, si no quedate con un policía.
—Si madre, está bien. -Sonrió.
—¿Tu celular tiene pila?
—SI,
—¿Traes dinero?, ¿necesitas más?
—Con lo que tiene en la tarjeta está bien. -Se acercó su padre a ellos, sin antes mirarlo detenidamente. —¿Y esa ropa?
—Me la regalaron en Navidad. -Mintió. —Decidí estrenarla hoy.
—Te ves guapísimo. -Lo halagó su madre al alejarse de él. —Tomate fotos.
—Sí madre. -Carraspeó antes de agarrar la perilla.
—¿A dónde van a ir? -Lo interrogó su padre con una ceja alzada.
—Aún no lo sé, pero supongo que será divertido. -Sonrió con fuerza, los interrogatorios de su padre lo ponían nervioso.
—Si te ofrecen alcohol diles que no, así como las drogas. No quiero que regreses bajo esas sustancias, ¿quedó claro?
—Sí papá. -James abrió los ojos.
—Hazle caso a tu padre, James. Por cierto, ¿tienes condones?
James se ruborizó. —¡Mamá!
—Buena pregunta mi vida. -Fleamont rodeó la cintura de su esposa. —¿James?
—¡No, no voy a hacer eso! -James sintió sus mejillas calientes. —Yo solamente voy a divertirme.
—Por eso mismo. -Respondieron sus padres al mismo tiempo.
—No me refiero a ese tipo de diversión. Yo solo voy a salir con…-Se mordió la lengua. — los chicos del club de surf. Sólo eso.
—Me alegra que sea así. -Su madre sonrió. —De todos modos puse uno en tu cartera, nunca está de más tener uno.
—¡Mamá!, ¡Por Merlín!, ya me voy. -Abrió la puerta con vergüenza y caminó a paso veloz por el pasillo.
—¡Con cuidado hijo!, ¡diviértete! -Se despidieron sus padres de él.
Al llegar a la recepción, abrió su cartera y al ver el preservativo lo guardó en un pequeño departamento de ella. No tenía planeado usarlo, pero al pensar en lo que sucedía en las primeras citas, le agradeció a su madre. Guardó nuevamente la cartera en su pantalón y salió del hotel en el que se hospedaba, dirigiéndose al hotel de lujo de al lado. La estructura era enorme, demasiado elegante para su gusto, sin mencionar las plantas y árboles que lo adornaban. Las luces alrededor de la recepción y del hotel resaltaban en la oscuridad del cielo. Los automóviles estacionados eran de una marca muy cara, y las personas que entraban y salían irradiaban vanidad y mucho dinero. James pensó que tal vez lo correrían de la salida; sin embargo, el recepcionista lo invitó a pasar.
—Listo, solo falta esperar. -Se dijo para sí mismo.
Se recargó en la pared mientras esperaba a su cita, observando los turistas que entraban y salían. Se fijaba en su forma de hablar, sus gestos y su forma de caminar, preguntandose cómo sería ser uno de ellos. Sin embargo, sus pensamientos fueron interrumpidos cuando un Mercedes AMG G63 se estacionó frente a él. Imaginó que pertenecía a uno de los turistas, hasta que el vidrio del automóvil bajó lentamente. James se paralizó al ver al chico más atractivo que había visto en toda su vida.
—¿Prongs.com, cierto? -El chico sonrió de lado.
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Sirius se fijaba por unos segundos en la pantalla del auto, llevaría su cita a cenar. Tenía que admitir que se sorprendió al ver al chico. Su porte arrogante, su ropa de marca lo hacían ver muy atractivo, aunque parecía ser muy tímido. Casi no habían intercambiado palabras durante el camino.
—¿Te importa si vamos a cenar primero? -Rompió el silencio. —Quisiera comer algo antes de mostrarte la ciudad.
—No, claro que no. -Respondió el chico. —¿A dónde vamos?
—¿A dónde quieres ir? -Lo miró con ojos seductores, cuando se detuvo en el semáforo.
Se percató de que el chico estaba nervioso
—Tranquilo, no muerdo... -Se giró para verlo.— a menos que me lo pidas.
Sirius adoraba jugar de aquella manera con sus citas, le elevaba el ego al percatarse lo que provocaba con una simple mirada.
—Vamos, creí que eras más audaz en persona, prongs.com.
—Si lo soy. -Le respondió con una pequeña sonrisa. —Y yo creí que tú eras un hombre de más de cuarenta años.
Sirius se rió de forma peculiar. —Lamento decepcionarte.
—Para serte sincero, si me decepcionas. Creí que solo eras atractivo en fotos.
Sirius sonrió mordiendo su labio ligeramente. Adoraba los cumplidos, en especial de quienes se interesaba.
—Admito que yo también estoy sorprendido, no creí que fueras modelo de revista.
—¿Es sarcasmo?
Se estacionó frente a un restaurante que frecuentaba. —¿Crees que soy sarcástico?
—¿Lo niegas?
Arqueó ambas cejas al quitar las llaves. Su cita era muy interesante. —No, no lo niego. Pero hablo en serio, pareces modelo de revista.
El chico se ruborizó y soltó una pequeña risa. —¿De qué revista exactamente?
Le dio una mirada coqueta. —¿Te molesta si digo Playboy?
El chico lo miró con grandes ojos. Sirius se acercó a él sin apartar sus ojos de él, extendió su brazo cerca del hombro del otro para abrir la puerta. El olor de la loción de su cita invadió su nariz. Era una de sus lociones preferidas y su debilidad, los hombres que usaban aquel perfume eran atractivos a su perspectiva.
—Llegamos, Prongs. -Alzó ambas cejas. —¿Puedo decirte así o prefieres decirme tu nombre?
—Prongs. -Respondió el chico con grandes ojos.
—No creo que te llames así, pero lo entiendo. Puedes decirme Padfoot o Pads. Como tu quieras, rey. -Su tono seductor jamás lo decepcionaba, todos caían al escuchar su voz.
Se alejó para abrir la puerta y salir del Mercedes, segundos después salió el chico caminando a su dirección.
El restaurante al que habían llegado era famoso por sus deliciosos caracoles, sabía que le gustarían, además era un plato típico. En la entrada un hombre les abrió la puerta dándoles la bienvenida con un perfecto acento francés. El lugar era elegante, los olores de la comida eran deliciosos, las paredes aún conservaba su toque antiguo y las luces de los candelabros eran preciosos. Para Sirius Black era un restaurante común; conocía otros más elegantes pero aquel era más propio para una cita. Una mujer los condujo a una de las mesas del centro, donde sus sillas brillaban por el perfecto material metálico. Una vez que tomaron asiento y les dieron las cartas, se percató que el chico miraba con atención la carta. Se impresionó, al parecer sabía francés.
—¿Qué deseas ordenar?, yo invito, Prongs.
—Yo quisiera pagar lo mío, gracias.
—Yo te invité, yo pago. -Sonrió. —No te hagas el difícil conmigo, ya tienes mi atención.
—Es bueno saberlo. -Prongs sonrió levemente al bajar la carta. —Es un restaurante muy elegante.
—Me alegra que te guste. -Sonrió con victoria. —¿Qué quieres ordenar?
—No lo sé, todo suena delicioso. Me gustaría ordenar lo mismo que tú.
—Bien, me parece buena idea. ¿Y de tomar?, ¿Sancerre?, ¿Pouilly-Fuissé?, ¿Médoc?
—¿Qué me recomiendas?, eres el experto aquí.
—Yo diría que un Pouilly-Fuissé. Es más rico.
—Bien, entonces ordenaré ese.
—Está bien.
Con un movimiento de mano, una mesera se acercó a ellos. Sirius ordenó por los dos en francés y la mujer se alejó con una sonrisa.
—Tienes un acento muy bonito. -Comentó Prongs.
—Gracias, mi ascendencia es francesa.
—¿En serio? -El chico abrió sus ojos con sorpresa.
—Si, aunque no lo parezca. -Bromeó. —¿Qué hay de ti?
—Lamentablemente no tengo ascendencia francesa. Aunque mi madre vivió un tiempo en París.
Sirius se sorprendió por el cariño en el que habló el chico respecto a su madre.
—Interesante.
La mujer llegó a su mesa colocando el vino en el centro junto con las copas, a cada uno les sirvió y se retiró.
—Dime, ¿por qué decidiste pasar tus vacaciones en Mónaco? -Sirius agarró la copa con elegancia antes de darle un sorbo.
—Mis padres querían conocer el país. No tengo idea del porqué quisieron, supongo que el casino de Montecarlo. -Bromeó. —Es una lástima que no podamos entrar.
—¿Por qué no? -Alzó una ceja.
—Digamos que mis padres no pueden soportar estar mucho tiempo de pie. -Prongs agarró la copa con vergüenza.
Sirius entendió, sus padres debían de ser mayores. Le dio otro trago a su copa para cambiar de tema.
—¿Y qué hay de ti?, ¿qué quisieras conocer de Mónaco?
—Todo, en especial…
De pronto llegó la mesera con un gran plato de caracoles rellenos, acompañado con verduras y lechuga. El platillo se veía delicioso. Agradeció a la mesera y cuando esta se fue, agarró un caracol.
—¿En especial…? -Retomó el tema antes de chupar el caracol sin hacer ruido. Su sabor era delicioso, en especial por los pequeños trozos de tomate en su interior.
—¿Qué es eso? -Prongs miraba fijamente los caracoles.
—Caracoles al ajillo. Pruebalos.
El chico agarró un caracol y se lo metió a la boca; sin embargo, Prongs escupió en el plato con asco, llamando la atención. Sirius abrió los ojos soltando una sonora carcajada demasiado impropia. Jamás había visto que alguien comiera así los caracoles.
—Lo siento. -Se disculpó Prongs con las mejillas ruborizadas.
Sirius jamás se había reído tanto en una cita, quiso parar de reír cuando su estómago le dolió.
—Si así comes caracoles, ni puedo imaginarme cómo comes los mariscos. -Soltó otra carcajada, esta vez más larga que la anterior. No le importó que su escandalosa risa fuera llamativa o que se burlaba del chico sin siquiera ocultarlo. Al terminar de reír, se limpió una lágrima con un dedo. Observó al chico que agachaba su cabeza con vergüenza. Black notó las miradas desaprobatorias de las personas. Con picardía se acercó a él alzando una ceja. —¿Quieres ir a otro lugar? conozco otro que creo que pueda gustarte.
—¿También sirven caracoles? -Su cita se ruborizó aún más. —Por Merlín qué vergüenza. Lo siento mucho.
Prongs recargó su mano en la mesa para cubrir una parte de su rostro con la mano. Su gesto le pareció adorable.
—Hey, no te avergüences. Es la reacción más divertida que he visto. La primera vez que los probé estuve a punto de vomitar. -Sonrió. —Vamos a otro lugar, uno con más variedad de comida. ¿Qué te parece?
—Me parece bien. -El chico sonrió un poco.
—Bien, vámonos Prongs. -Se levantó extendiendo la mano para que hiciera lo mismo.
El chico la aceptó y ambos se alejaron de la mesa para dirigirse a la recepción. Ahí, Sirius se alejó de su cita para pagar con su tarjeta. Al salir del restaurante, subieron a su Mercedes para ir a otro restaurante. Prongs no habló durante el todo el trayecto, Black presintió que el chico estaba demasiado avergonzado y tenía que hacer algo al respecto. Cuando llegaron a otro restaurante, estacionó su automóvil en el estacionamiento especial para miembros exclusivos. El lugar era un poco diferente, era un edificio dividido en en cada piso del lugar. La planta baja pertenecía a las familias que tenían niños, la primera a los de edad avanzada, la segunda a las familias poco numerosas, la cuarta a las parejas, la quinta las parejas y la sexta y séptima a los miembros exclusivos. Como su familia era miembro, eligió el último piso y la mesa de la terraza. Le gustaba aquel lugar porque la vista era maravillosa, las luces iluminaban Mónaco como si hubiera un festival, la brisa era más agradable y el sonido de las olas del mar eran relajantes.
—¿Qué deseas ordenar? -Le preguntó cuándo le entregaron las cartas. —Nada de aquí tiene caracoles.
Unos minutos después pidieron el platillo del día junto con la bebida del día. Platicaron sobre los lugares que Prongs deseaba visitar. Sirius respondía cada pregunta que el chico le hacía. La timidez del chico empezaba a molestarle, quería conocer al usuario descarado y arrogante del que se había interesado, intuyó que aquella era su verdadera personalidad. Aunque era interesante, no era su tipo. Se decepcionó al pensar en ello; sin embargo, aquel pensamiento se esfumó cuando escucharon el ruido del motor de un automóvil. El sonido fue tan fuerte que ambos miraron al suelo para buscar qué lo había provocado.
—¡Por Merlín!, ¿es el SF90 Spider? -El chico abrió sus ojos llenos de emoción.
—¿Puedes ver desde aquí? -Alzó una ceja.
—Mi vista no falla cuando veo algo que me gusta. -Prongs le sonrió. Su timidez se había esfumado. —No creí que lo sacaran al mercado tan pronto.
—Aún no lo hacen, al menos para el público en general. Lo harán después de la carrera.
—¿Carrera?
—Habrá una en cinco días.
—¿Aquí mismo?
Sirius sonrió. —Si. También escuché que habrá un concurso para ganar un paquete familiar para ver la carrera. Tienes que ir al Casino de Montecarlo y responder unas cuantas preguntas.
—¿Cuándo es el concurso? -Le preguntó el chico con grandes ojos.
—En tres días. Solo los conocedores de Fórmula 1 se inscriben.
—Yo soy un conocedor. Tengo que ganar ese concurso. -Habló con determinación.
Sonrió de lado. —No son preguntas sencillas. Son difíciles. Algunos lloran de coraje y hacen locuras por haber perdido. No me gustaría verte llorar.
—Por favor, nadie sabe más que yo. -Su tono arrogante era más atractivo de lo que esperaba.
Su interés volvía con más intensidad. —¿De verdad?
Prongs alzó una ceja con una sonrisa altanera. —¿Me subestimas, Padfoot?
Sintió un hueco en su estómago. La forma en la que había pronunciado su apodo le provocó un sentimiento extraño que lo emocionó.
—Prueba entonces lo que sabes. -Le propuso.
Prongs se recargó en la silla con el brazo apoyado en el respaldo. Su porte le atrajo de una forma intensa. —Pregunta lo que quieras, te responderé.
Sirius comenzó a preguntarle sobre el tema, incluyendo cosas que él desconocía de aquel deporte. Estaba demasiado impresionado por el chico que hablaba sin parar. Black miraba con atención al chico que tenía enfrente. Era más interesante de lo que había imaginado. Cada palabra que salía de su boca lo hipnotizaba, estaba encantando con él. Sus vacaciones serían más divertidas con el chico a su lado, lo llevaría a todos los lugares que conocía, si le pedía algo con gusto se lo daba, una prenda, un accesorio, un Mercedes...estaba dispuesto incluso a comprarle una viaje de ida y de regreso a la Luna. Tenía que ser suyo.
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James Potter empezaba a creer que había hablado de más. Los nervios le provocaba aquello; sin embargo lo ocultaba con su natural arrogancia. El chico de ojos grisáceos no le apartaba la mirada de encima, tal vez lo había molestado o encontrado fastidioso. Aún se sentía avergonzado por lo sucedido con los caracoles, si tan sólo le hubiera preguntado a su madre algunas palabras francesas para guiarse.
El tiempo en el segundo restaurante pasó rápidamente. Se sintió un poco mal al darse cuenta que solo habían estado hablando de autos durante todo el rato. Sabía que pudo haber hablado más si no hubiera sido por la llamada de su madre. En el camino de regreso al hotel se limitó a quedarse callado para analizar todo lo que había hecho en la cita. Primero había escupido los asquerosos caracoles, después habló en casi toda la cita. Ni siquiera el chico dijo algo al respecto, tal vez lo había aburrido y deseaba enormemente que acabara su cita lo más rápido posible. Se lamentó. Su cita había sido un desastre total.
"Bien hecho James, primera vez que tienes una cita y lo echas a perder", se dijo asimismo al mirar por la ventana.
El chico estacionó su automóvil en el estacionamiento frente al mar. No tenía pensado dejarlo en la puerta de lo horrible que había sido su cita. Ocultó su tristeza al desabrocharse el cinturón, sin duda sería una triste anécdota que recordaría el resto de su vida.
—Gracias por la cita. Me gustó la comida.
—A mi también. -Respondió el otro aumentando más su tristeza.
James se giró para salir del auto, cuando el chico carraspeó.
—Gracias por salir conmigo. Me divertí mucho contigo.
Potter alzó una ceja al mirarlo. ¿Sentía lástima por él?
—Yo también me divertí. -Forzó una sonrisa.
El silencio entre los dos fue incómodo. James nuevamente se giró para salir.
—¿Quieres salir otra vez?
¿Había escuchado bien?
James lo miró, su corazón palpitó con fuerza.
—Si. -Sonrió. —Claro.
—Te escribiré entonces, hay muchos lugares que tienes que conocer. -El chico sacó su teléfono. —¿Te importaría escribir tu número?
Sintió un montón de emociones en su cuerpo, asintió y agarró el celular para escribir su número. Su cita había sido un éxito.
—Gracias. -El chico agarró el celular y miró la pantalla con una ceja alzada. —¿Prongs?, ¿no quieres que sepa tu nombre?
—Debes ganártelo. -Le respondió en un tono coqueto.
El chico sonrió de lado. Sus ojos grises eran más profundos si los seguía mirando. Sin darse cuenta, se acercó a él. Era como si una fuerza misteriosa lo atrajera, tal vez era el encanto que portaba Padfoot.
De pronto su cartera se cayó al suelo, dejando ver su contenido, James sintió que su alma abandonaba su cuerpo. Padfoot se rió nuevamente de él. Empezaba a creer que era él payaso favorito del chico, nadie se burlaba de él de manera directa…aunque su risa era música para sus oídos.
—Si querías otra cosa pudiste habérmelo dicho. No me tardaría mucho en llevarte a la parte de atrás del auto, ¿sabes?
—No soy un chico fácil. -Se ofendió.
—¿En serio?, ¿por qué no me lo demuestras? -Padfoot se acercó más a él.
—Creí que era una cita para conocer Mónaco, no para conocer nuestros cuerpos. -Alzó una ceja con diversión.
—Mónaco está lleno de sorpresas. Tal vez una cosa pueda llevarnos a otra, no me molestaría para serte sincero. Eres llamativo.
Su teléfono vibró, al ver la pantalla suspiró al ver la foto de su madre en ella. Tendría una larga charla con sus padres respecto a su sobreprotección. Colgó la llamada antes de recoger el sobre del preservativo y dejarlo en el asiento.
—¿Eres hijo de mami?
—Por supuesto que no. Sólo que se preocupa demasiado. Supongo que debo irme.
—¿Te acompaño?
James abrió sus ojos. —No gracias, yo puedo caminar solo.
—No sería muy caballeroso de mi parte.
James entró en pánico al darse cuenta que el muchacho hablaba en serio. Sentía demasiadas cosas en aquel momento, vergüenza, cariño, halago, confusión…Debía de ser un sueño. El chico era perfecto.
—No te molestes. En serio. -Insistió.
El chico lo miró unos largos segundos. —De acuerdo, pero te advierto que para la próxima, te acompañaré.
—Me parece bien.
James se bajó del Mercedes intentando ocultar su sonrisa, al cerrar la puerta se dirigió al lujoso hotel. Mientras caminaba, el Mercedes lo seguía. El chico lo miraba con la ventana abajo. Sentía que vivía una de esas películas románticas que sus amigas, Marlene y Lily, adoraban. Al llegar a la puerta se despidió con un gesto.
—Nos vemos pronto, joli garçon.
Dicho aquello el chico se fue. James sonrió con victoria y se dirigió a su hotel. Estaba lleno de emociones. Su primera cita con un chico había salido de maravilla, mientras recordaba algunos detalles buscó en su teléfono el significado del apodo que le dijo antes de que se fuera. Su sonrisa se amplió al leer la pantalla, incluso sintió que se ruborizó.
—¿Crees que soy un chico lindo?