
Aflicción
El sonido de la lluvia golpeando el cristal de los ventanales funciona como un pequeño murmullo, los pasillos están iluminados por antorchas de fuego falso, meros adornos para dar un ambiente más cálido, misterioso e intimidante. Las escucha crepitar a sus espaldas mientras ve por la ventana. Hacia el bosque que los rodea, hacia la nada. Desea y extraña, actúa como si pudiera ver a la persona de su deseo desde donde está, pese a ser una vil mentira. Los jardines de la mansión se benefician de la lluvia constante, las coloridas flores se abren para beber la mayor cantidad, mientras que el bosque con el que se conecta se torna más oscuro y misterioso, con una neblina tan densa que es imposible ver más allá de un metro entre los troncos.
Lo ha planeado por mucho tiempo, demasiado y mucho más del que es saludable, al inicio como una mera fantasía para calmar sus deseos, pero en el reciente giro de eventos, esa bonita imaginación se volvió un plan concretado. No tenía dudas de que no fallaría, la parte más difícil ya estaba hecha después de todo.
Naackú cumplió su parte con excelencia, como siempre, y con solo una discreta conversación, supo que era su turno para actuar, de una vez por todas. Era el último día, la última oportunidad, no podría arriesgarse a arruinarlo, y esa presión lo tiene rogando a las estrellas y a Merlín porque las cosas de hecho le salgan bien.
Leal a su plan, al reloj y la rutina, el rítmico sonido de pasos se une a esa gotica sinfonía de susurros. Sonríe de adelantado para esconder sus nervios, los pasos se detienen a sus espaldas.
—No ha dejado de llover en días, no podrás volar esta semana.
La voz de su madre se alza con una firme suavidad por entre la canción de susurros.
Siempre tan seria, firme y compuesta, podría estar el mundo cayéndose a pedazos y ella hablaría con la misma propiedad que si estuviera comprando túnicas. Chistes, siempre es firme, pero nunca es cruel, siempre es compuesta, pero nunca indiferente. O al menos Klaus nunca lo ha sentido así. Una mano gentil cae sobre su hombro y el voltea.
Un rostro tan serio como su voz, pero las comisuras de sus labios se alzan y su mirada se suaviza mientras observa a su hijo. Klaus sonrió de regreso.
Siempre ha sido así, una firmeza y solidez que actúa como una piedra contra el mundo pero como un soporte para su hijo.
Ambos pares de ojos dorados se encuentran entre sí, tanto él como su madre comparten ese peculiar color tan brillante, y es porque son los mismos, que es fácil notar un cambio, por minúsculo que sea.
—Tus ojos brillan, algo quieres.
—¿Sería codicioso de mi parte querer tu tiempo, iya? —pregunta mientras se voltea apenas lo suficiente para estar de lado, viéndola fijamente. —Mañana regresaré a la escuela y… quiero pasar tiempo contigo antes de no verte por otros cinco meses.
Su madre alza las cejas apenas un milímetro, ella puede aparentar dureza e indiferencia, pero no hay tal falta de interés en pasar tiempo con su hijo, menos cuando este viene a ella directamente a pedirlo, no hay lugar en el que ella lo rechace, por lo que asiente y su vista regresó al frente.
—Tu padre está ocupado con las importaciones de pinturas recientes. —Informa algo que Klaus ya sabía y sigue caminando, una muda orden a que lo siga, Klaus obedece y camina detrás de su madre.
Mira su espalda, la hermosa túnica de un profundo y vibrante rojo, con líneas y patrones naranjas realza la belleza de su madre, ve como el oro entre sus trenzas resplandece ante la luz del fuego falso y como toda ella se mueve con el porte de una reina. ¿Cómo no lo haría? Prácticamente es una reina, una emperatriz, nada se pasa en esa mansión sin que ella lo sepa.
Folami Mulciber es la dueña del corazón de Titilayo Mulciber, y con eso, es emperatriz de todo lo que toque el sol.
Y por eso, ella es la perfecta guardiana para el secreto que podría darle lo que más Klaus más quiere en ese mundo. Ella se mantiene en precarias sombras, con un ojo atento a él y con preguntas casuales, pero sin pistas de la verdad tras las respuestas, sería una verdad riesgosa si sale antes de que Klaus pueda completar su plan. No sabe si ella sospecha algo, pero si tiene suerte, sospecha lo equivocado.
Naackú es el elfo personal de Klaus, y si bien, no está por encima de decirle un par de cosas a sus padres, pequeñas cosas que considera importante que sus amos sepan sobre su travieso vástago, su lealtad no va a menguar y no tiene problemas en desviar la atención de sus amos mayores lejos para proteger el interés de su joven amo, después de todo, es él su mejor aliado en todo ese plan.
Las puertas del estudio de su madre se abren para dejarlos pasar, se relaja ante la conocida imagen de la oficina de su madre.
Estrambótico por decir lo menos, con una fuerte división que demuestra los dos mayores intereses de Folami Mulciber: por un lado, elegantes sillones de piel, grandes y cómodos, una alfombra peluda a reventar de cojines con distintos patrones y una fogata al frente, atrás varios libreros llenos. Cálido, familiar y cuidadosamente arreglado para noches de juegos entre los tres, muchos recuerdos con sus padres llevan esa sala y esa fogata como escenario principal, porque la familia es importante para ella. Por el otro, diferentes plantas cuelgan del techo, con tallos y colores brillantes, muchas se mueven en sus macetas, muchas otras necesitan estrictos permisos para ser criadas. Los tanques con extraños peces brillan y cambian de color y un gran escritorio frente a uno más grande trinchador de puertas de cristal que oculta mil y un secretos de la familia. Porque mantener el estatus y poder de la familia es importante para ella.
Lo único que reina de ambos lados por igual son las decoraciones; los colores y símbolos del hogar natal de su madre. Y como siempre, no pierde oportunidad de acercarse al lado derecho, donde parece un invernadero interno y aprovecharse de su altura para alcanzar con sus dedos una maceta llena de flores y picar con sus uñas algunas. Se ríe cuando el tallo se enrolla para escapar y las otras flores se giran a él, ofendidas y siseando como un montón de micro serpientes, intenta hacer lo mismo con las otras, pero su madre hace que baje su mano.
—Deja, ya no eres un niño.
—No, pero sigue siendo divertido.
Ella no dice nada y se gira, toma asiento en uno de los sillones frente a la chimenea, al instante en que se sienta, un fuego se prende frente a ella y, en la mesita cercana, un par de tazas de chocolate caliente humean, puestas a un lado de un par de buñuelos. Gracias, Naackú.
Klaus suspira y se acerca a ella, pero en vez de tomar asiento a su lado, se sienta en los cojines del suelo, dejando su cabeza caer en su regazo. Ella lo acepta con facilidad y lleva una mano a sus rizos. Masajea su cabeza en ese cómodo silencio.
—Naackú dijo que querías probar trenzas.
—Me gusta cómo se ven en ti. Pero pienso en cornrows para mí.
—Podemos hacer eso, y más.
—¿Tal vez más allá de mis hombros? Me gusta cuando son largas.
—Fácil. Rolara— llama su madre. Una elfina aparece a un lado de ellos, al igual que Naackú, viste con extravagantes colores, sus orejas están cortadas para parecer más filosas y con un arete en la base que las hace circulares, la gran diferencia es que ella va con los mismos colores que Folami. Ella hace una reverencia marcada. —Tráeme el kit para cabello que preparamos, aceites, peines y adornos, el cabello de mi hijo será manejado hoy.
La elfina chasquea sus dedos y las cosas aparecen, una mesa incluida, a un lado de Folami, al perfecto alcance de su mano para que no tenga que levantarse de su puesto. Y con una seña, se retira en un “pop”.
Klaus la mira desaparecer, sonríe y ve el fuego frente a él. Los nervios suben por su espalda, la misma anticipación que tiene antes de un partido, nervios, sí, con más emoción y determinación que lo ayudan a centrarse en su decisión y plan.
—Esperabas este día.
—Desde que cumpliste 10 y dejaste de quedarte quieto.
—Supongo que es bueno que no tenga cabeza sensible.
—¿Cabeza sensible con lo terco que eres?
Klaus deja a su madre manejar su cabeza como quiera, la siente usar los peines y comenzar a seccionar su cabello, los caros y aromáticos aceites se sienten fríos y cómodos sobre la piel de su cuero cabelludo. Se siente bien, lo suficiente para dejar ir las repentinas molestias, pequeños tirones o nudos, sus dedos trabajando sobre sus rizos mientras va alargando cada mechón, cubriéndolo de gel y trenzando con el siguiente, es una suerte que su cabello tenga la longitud suficiente para cumplir lo que quiere. El trenzado es un proceso lento y algo tedioso, la razón principal por la que decidió el estilo afro para su día a día. Hasta que se quedó harto de verlo en el espejo.
—Has estado de un humor particular, ọmọ mi. Asumo, ¿Deseas hablarme al respecto?
Sonríe para sí mientras el fuego crepita con más fuerza.
Es verdad, ha estado más irritable que de costumbre, compartir habitación con su Verus por diez meses lo mal acostumbró a tenerlo cerca, y a recibir su cariño y atención siempre, por lo que pasar a estar solo, sin poder tocarlo o alcanzarlo con su mente, ni siquiera un rastro de él, lo tiene molesto e irritable, extraña abrazarlo, extraña ser abrazado por él. Extraña los besos fugaces y las siestas compartidas, o cuando él duerme y Verus lee a un lado suyo, o lo deja usarlo de peluche mientras lee. Extraña como un carajo esa cercanía. Ahora no puede recibir ni una carta, por la situación de Verus.
Ve sus manos, sus dedos y las uñas negras en la punta, se vuelven garras y Klaus las mira a contra el fuego. Con la luz cálida y titilante, sus garras se ven aún más peligrosas, el reflejo rojo sobre la superficie negra, el brillo morado en la profundidad se ve como el humo del fuego. Tan peligroso. Recuerda cómo se ven esas garras sosteniendo una mano igual, como dos garras se juntan en una tétrica y afilada sintonía. Hechas a la medida para sostenerse y no soltarse. Porque él no tiene ninguna intención de dejar ir.
Y de eso va el plan, con perfecto calculo, con paciencia, como cualquier proceso de caza, para asegurar un futuro juntos que la sociedad no pueda desgarrar por mucho que lo intente. No puede solo decir las cosas, así como van, no puede solo decirle la verdad, poder ser que Folami Mulciber no tenga sentimientos tan radicales a la separación de las sangres, pero poner en evidencia la realidad que los rodea a él y a Verus sería ponerlo en peligro.
Después de todo, ella sabe que significa cuando un Mulciber se impronta en alguien. Y claro que sabe la ola de caos que eso trae consigo, el desasosiego y el estrés, incluso tendencias suicidas y homicidas que son provocadas por un mal manejo o una situación desafortunada. Para buena, o muy mala, fortuna de Folami, su hijo no es ningún tarado que no sepa como conseguir lo que quiere.
—Estoy… desesperado, madre— le dice mientras la punta de sus garras juguetea con la taza en sus manos, escucha el fuego crepitar con su deseo— … ¿Puedes hablarme de como fue tu unión con padre?
A sus espaldas, su madre se congela por completo, sus habilidosos dedos se paran en su noción y el lugar cae en silencio. No uno pesado ni desagradable, meramente sorprendida, porque ese tema es uno que le trae tanta alegría a Folami, y uno en el que Klaus se había mostrado casi distante desde su tercer año en Hogwarts, irritado inclusive, solo queriendo escuchar de ello cuando se sentía solo.
La noción de eso convence a Folami de hablar y a Klaus sonreír porque tuvo el efecto y entendimiento deseado.
—¿Quieres escuchar sobre el vinculo o sobre como hicimos el vínculo? —pregunta ella con suavidad.
—Todo— responde casi demasiado rápido. Las flamas del fuego se agitan.
No tiene vergüenza de eso. Esta desesperado, hambriento, porque el objetivo de su deseo, amor y cariño este cuidadosamente protegido a su lado, y la respuesta esta escondida en algún lado de esa oficina y el primer paso es tener toda la información que pueda obtener de parte de su madre, de alguien externo que vivió la unión. Folami suspira y vuelve pasa el peine para separar otra sección de su cabello.
—Fue aterrador— comienza ella, sin una mínima gota de vergüenza, — demasiado. Cuando acepté casarme con tu padre, estaba tan contenta, pero no me hizo ciega a los comportamientos de mis suegros y de él mismo. Muchas explicaciones a medias, secretos por donde sea, nadie de su familia hablaba claro y él no me daba respuestas. No fue hasta que lo amenace con rechazar el acuerdo matrimonial e irme a casar con Greengrass que me dijo la verdad. —Y Klaus no puede evitar reírse un poco al respecto, sí, esa historia es de sus favoritas, imaginar a su madre gritando con una pluma fuente como arma y a su padre tan aterrado siempre puede sacarle una risa y una extraña sensación cálida a cuando Verus amenaza con expulsarlo de su cama para las siestas de la tarde si no se comporta con Regulus. El fuego se mantiene quieto y tranquilo, concentrado en consumir la corteza del tronco.
—Tuviste que amenazarlo para que te dijera lo que quería— aprecia ese detalle.
—En su defensa, no hay forma fácil de pedirle a alguien que fundan su almas y existencia sin sonar como un loco obsesivo. —Y Klaus se vuelve a reír, porque es como pedir agua sin agua.
—¿Y lo logró?
—No— sin rodeos, entonces su madre sonríe, enternecida con el recuerdo. —Fue un desastre. Sabes, el ritual de unión no se había hecho en generaciones, guardado únicamente para los sangre puras y aquellos acuerdos que trajeran beneficios a la familia. Pasó mucho tiempo desde la última vez que un Mulciber pudo reclamar a su Miiran Idaji con el ritual.
El fuego retumba y crepita, una profunda grieta se hace en el tronco, logró romper la corteza y se acerca al centro.
Ah, el Miiran Idaji, “Otra mitad” en yoruba. La gran tradición que arrastra la familia Mulciber, desde tiempos inmemoriales, oculta para todos, a veces entre ellos mismo. Una maldición para los ingleses, pero un regalo para ellos. Cada Mulciber está destinado a enamorarse, enamorarse con la fuerza de mil soles y la pasión de millones de estrellas, están destinados a dar su corazón y alma a esa otra mitad, a aferrarse y pegarse a ellos para sentirse completos, sin importar si el tiempo pasa o si es conveniente. Su enamoramiento no se fija en sangre, raza o estatus, pero, sobre todo, no se fija en sexo. Siglos atrás, mucho más tiempo del que se puede rastrear, nació un ritual, un profundo conjuro que fundiría las dos almas y las hilaría en un poderoso lazo que ni el tiempo ni la distancia podría romper ni fracturar, un hilo hace que ambas almas existan al mismo tiempo, una conexión más allá de la física, más allá de lo emocional. Como si siempre estuvieran parados uno junto al otro, sin importar la distancia.
Una vez hecho, no se puede revertir.
El problema está en que una línea de sangre puras no puede sobrevivir en base a caprichos del corazón. La impronta de los Mulciber es poderosa, pero el ritual es irreversible, por lo que muchos, demasiados Mulciber quedarón atrapados en un matrimonio arreglado, forzados a lidiar con la frustración e ira de no tener a la persona de su deseo a su alrededor, hay un largo historial de matrimonios llenos de hostilidad y veneno por el mismo despecho y resentimiento, con solo un alto al fuego: un heredero.
Los Mulciber odian con la misma pasión con la que aman, pero si hay algo que un Mulciber jamás podría odiar, sin importar el contexto y las circunstancias, es a un hijo. Indiferentes a hijos o hijas, en la familia es común tener esposos que se odian con cada fibra del cuerpo e hijos a los que aman con cada parte de su alma, un detalle extraño en la mayoría de las familias que los rodean.
Es eso mismo lo que llevó a que el uso de su ritual quedara olvidado y bajo una fuerte llave. Un ritual que tenía que ser autorizado y supervisado por los mayores, intimo y sagrado, tratado como una reliquia, oculto y sin usar.
Hasta hace un par de años, y si Klaus tiene éxito, en un par de meses. Mira de reojo hacia la oficina de su madre, mientras escucha el resto de su historia.
—Tus abuelos estaban furiosos, se negaban a aceptarlo, a dar su permiso y darnos el pergamino, es especifico tu abuelo— comenta mientras asegura otra trenza. —Llámalo rencor o envidia, pero estaba tan reacio, que tu padre estaba a punto de revocarle la palabra.
—¿Te asustaste de que el problema fueras tu? —pregunta sin pena ni gloria, y su madre le responde del mismo modo.
—No, sabía que el problema no era quien había elegido tu padre, el problema estaba en que tu padre tendría lo que tu abuelo habría matado gente por tener: a su Miiran Idaji.
—¿Cómo lo hicieron aceptar? Por lo que me consta, no debió ser fácil.
—No lo fue. Pelearon hasta que se cansaron y destrozaron tanto, que tu abuelo decidió que no valía la pena perder a su hijo como lo hizo con su otro trozo de alma.
Es una pena que su abuelo no pudiera unirse, así como toda la línea hasta que su padre tuvo la fortuna de enamorarse de una mujer sangre pura como Folami y traer a la vida otra vez esa parte del legado Mulciber que fue enterrado hace mucho tiempo.
—¿Fue… doloroso? —casi cauteloso, suelta un siseo cuando su madre da un pequeño tirón a su cabeza.
—No, al menos no como imaginas. —ella da un pequeño masaje con su dedo al lugar del que acaba de tirar, una muda disculpa, antes de seguir con su labor— Es extraño sentir una alteración a tu magia, menos una tan intensa, es aterrador y lo sientes jalar las venas de tu cuerpo como si fuera un hilo que se entreteje. Hace frío, pero sientes la piel tan caliente, los ruidos alrededor se vuelven sordos, pero el ruido de tus propios pensamientos es ensordecedor, todo se vuelve confuso, intenso y de repente… todo se detiene. Es tan mágico, no podría describirlo correctamente así use todas las palabras y letras del idioma.
—Mencionaste antes que el abuelo fue el testigo, ¿De verdad tuvo que esquivar una piedra cuando intentó ayudarte a levantarte? —la mofa es obvia, y su madre sonríe sutil, divertida ante el recuerdo. —¿Por qué era tan necesario el testigo si había intento de asesinato de por medio?
—El testigo está para ayudar en caso de que la magia sea demasiada para el circulo y que alguna de las partes necesite ayuda, el ritual puede ser mortal si se hace mal, y tu abuelo estaba decidido a no perder a un hijo. No puedes culparlo por arriesgarse solo porque tu padre es un poco… cuidadoso.
—Se dice celoso, y un dragón es más compartido. —Se ríe por sí solo antes de formular su siguiente pregunta—¿Cómo fueron los primeros días?
—Terribles— vuelve a decir sin cuidado alguno— la sensación de tener a alguien más en tu mente, la presencia mágica siempre contigo. Tarde bastante en acostumbrarme a que tu padre sintiera mis emociones, viera mis pensamientos y adivinara mis palabras, es tan extraño. Cálido, pero bizarro en otro punto. Es estraño tener a alguien más dentro de su cabeza, no te imaginas.
Oh, pero Klaus ya lo sabe.
Puede sentirlo cada vez que juntan sus mentes, cada vez que sus magias se juntan, lo siente cuando lo llama por su nombre, cuando ni siquiera se molesta en voltear y solo alcanza su hombro, como disfruta su compañía. Es tan fácil para Severus, y mejor, se comunica mejor cuando no usa palabras. No hay día en que no lo sienta en su cabeza, que no sienta su presencia y escuche su voz. Incluso pudo sentir lo que él quiso mostrarle al no poder decirlo. Sonríe para si al recordarlo. Sí, fueron pensamientos y sensaciones horribles y tan frías que le calaron los huesos, no fueron las mejores emociones las que Verus le quiso mostrar, pero el hecho de que lo haya jalado más adentro, hacia el núcleo de su vulnerabilidad, pone una sonrisa en el rostro de Klaus, porque su terco Verus es capaz de desangrarse y aun sí no querer mostrar la herida, pero fue capaz de dejar entrar a Klaus. Así que esa etapa puede ser la más sencilla.
—No me imagino el vértigo de cambiar de lugar todo el tiempo.
—Fuimos un desastre, cambiábamos de lugar a diestra y siniestra sin darnos cuenta, le gente pensó que estábamos muy afectados y eso ayudo a que no pensaran que estábamos locos, pero es en realidad es como una vara, que cuando giras, cambias de lugar. No es tan difícil, y después de un tiempo se volvió muy fácil.
Fácil, fácil de lidiar con, riesgoso, sí, pero ese factor lo hace encantador.
—¿Por qué lo preguntas? —ahora es el turno de Folami de preguntar, a lo que Klaus mira a otro lado, deja su taza en la mesa. No puede mentirle a su madre, nadie puede, pero si puede omitir partes de la verdad.
—Curiosidad, es solo que hay alguien, una persona llamó mi atención en la escuela y, bueno, sabes que la intensidad corre en la familia— bromea, recibe otro tirón como reprimenda y Klaus sisea.
—Esto no es algo que hagas con cualquier enamoramiento, Klaus. No es para hacerlo con cualquiera —Advierte con dureza.
Resopla, ligeramente ofendido por la implicación. Las voces dudosas regresan a él, las mismas voces que escucho dentro de la mente de Verus, una más cruel que la otra, más fuerte que el mismo Verus, la frustración y confusión, pero el deseo palpable, lo recuerda vívidamente y recuerda la quemante sensación que quedó en su pecho. Como su pecho ardió al escucharlas, al sentirlas, como dolió, pero encendió esa vena en su ser que exigía acallarlas, que borrara cualquier duda. Porque al cerrar los ojos e imaginar estar con alguien más que Verus le causó dolor físico. Desde ese día Klaus sabía, sabía que su precioso Verus no era solo un capricho estacional, sabía que estaba perdido por él, por su magia, por su mente, por su rostro, voz, alma, todo. Como Verus era el único en todo el mundo que podía ver sus ojos dorados, centelleantes de ira en la oscuridad, y tener como primera reacción tranquilidad absoluta. Relajarse porque significa seguridad, nadie podría sostener sus manos con garras y sentirse a salvo.
Lo tendría a su lado.
—Lo sé— responde, cortante y con la ofensa anterior, eso es suficiente para que el ambiente entre él y su madre se calme apenas un poco y tome otro giro.
—No se debe jugar con algo así, Klaus.
—No me atrevería.
En sus ojos dorados destellos de tristeza y casi pena mientras ve a su hijo a sus pies.
Klaus no tiene que voltear para saberlo, después de todo, las expectativas que están sobre su espalda son pesadas, estacas sobre sus hombros que lo obligan a jalar gigantes eslabones que son el legado entero de los Mulciber, y solo porque sus padres pudieron salir del círculo de miseria que era un matrimonio sin amor y un consorte que añora el calor de alguien más, no significa que esa posibilidad haya sido abierta ante él. Bajo el conocimiento de su madre y padre, Klaus tendrá que aprender a vivir con eso.
Excepto que Klaus tiene planes MUY diferentes.
De repente el fuego frente a ellos se alza en un flashazo de luz y procede a apagarse, sobresaltando a Klaus y congelando a su madre en su lugar, ambos se quedan tan quietos como una piedra en lo que la ultima llama del fuego se apaga y los deja en penumbra.
Su madre carraspea y suelta su cabello, sacada de su shock inicial.
—Espera aquí, iré por un tronco con sándalo— le dice mientras se levanta con especial cuidado, Klaus la deja irse, pasando su mirada de la chimenea a su madre.
—Pero ¿Por qué no se lo pides a Rolara que lo traiga? —pregunta inocente, a lo que su madre niega lentamente mientras se dirige a la puerta de la oficina, se gira sobre su hombro para verlo.
—También debo encargarme de que tu padre no haga una estupidez. —y le dedico una suave sonrisa, casi mezquina, una que Klaus regresó al instante, consciente de lo que iba a hacer su madre. La vio cerrar la puerta a sus espaldas.
Se quedó en el mismo lugar, escuchando los pasos de su madre lentamente perderse en el pasillo, de camino a su reserva personal de troncos aromatizados, un poco más lejos de su oficina. Esperó, como las manecillas de un reloj, dejó de escuchar los pasos, esperó y cuando solo el sonido de sus pensamientos lo acompañó, actuó.
Klaus se levanta de un salto, y sin perder ni un segundo, fue directamente hacia el trinchador tras el escritorio principal. El tronco había tomado más tiempo en consumirse del que pensó, eso ayudaría a que su madre tomara más tiempo en distraer a su padre, y, por ende, darle la espalda a él por unos preciosos minutos más. De su manga saca un pequeño vial, de un brillante azul, eléctrico. Había estudiado cada parte del trinchador, por meses. Regresar bajo cualquier excusa y probar los límites de la protección, las reacciones y reduciendo las opciones a qué tipo de variante es hasta encontrar que era, analizado qué tipo de hechizo protector lo mantenía sellado y bajo completa llave, antes de arriesgarse a ir tras la espalda de su padre y comprar una pequeña poción de neutralización temporal, tenía que funcionar.
—Si no funcionas, quemaré esa jodida tiendita— amenaza hacia nadie en particular antes de acercar el vial y dejar caer un par de gotas en la madera.
Como un lago perturbado, todo el escudo mágico alrededor del trinchador vibra y se hace obvio, como una cortina que lo cubre. Esas gotas son rápidas en esparcirse, y, ante ojos de Klaus, ir desactivando centímetro por centímetro del mueble, hasta que todo brillo mágico se va. Sin tiempo de dudar, acerca su mano, y sabe que funcionó porque de hecho puede tocar la madera.
La elegante madera negra desprende esa aura de misterio y cuidado como una advertencia no dicha, una que Klaus ignora en su totalidad mientras pasa con prisa sus dedos sobre los bellos grabados, buscando y cuidadoso de no presionar ninguna de las joyas engravadas. No es hasta que está cerca de la puerta que una de las flores engravadas cede a la presión de sus dedos, un botón oculto. Apenas lo presiona, se escucha un delicado “Click” que Klaus no habría escuchado si no fuera porque lo está buscando.
Al instante aleja las manos y se endereza, extendiendo sus brazos para alcanzar sobre el trinchador. Miles de maldiciones pasan por sus dientes en un tiempo récord mientras tantea toda la madera a su alcance, él es un chico alto, pero apenas logra poner la mitad de su mano sobre el tope de trinchador. No dejaba de mirar atrás, asegurándose de que nadie viniera. Entonces sus uñas rozan algo, pesado y de madera, al instante se estira lo más que puede, con sus garras intentando hacer presión y jalarlo más.
El corazón late en su pecho a todo lo que da, ansiedad y adrenalina, seguro, pero tiene que hacer las cosas bien. Tras los segundos más estresantes de su vida, logra jalar la caja y levantarla entre sus dos manos.
—¡Sí! —celebra para sí mismo.
La caja no es más grande que una caja de zapatos, pero está hecha de pesada madera agar, sin un candado ni una llave necesaria, ese trabajo está hecho por la gran cantidad de runas protectoras grabadas alrededor. Si pudo levantarla, es porque la sangre que tiene en las venas es la correcta. Las runas evitarían que pudiera abrir la caja y haría que sus padres fueran notificados sobre el intento, y ahí sí está jodido. Tampoco puede usar su varita porque también alertará a medio jodido mundo, así que menos, por lo que solo la magia sin seguimiento que es la de su elfo doméstico.
Al instante de ponerla sobre el escritorio, busca entre sus bolsillos hasta que encuentra la hoja de papel.
—¡Naackú! —grita/susurra.
Un pop mucho más discreto se escucha a sus espaldas. El elfo mira alrededor antes de acercarse más a Klaus, reiterando una vez más, que el mejor aliado de Klaus era su elfo doméstico. Klaus mira a la puerta antes de agacharse a la altura de Naacku. Ambos frente a la caja.
—Joven Amo Klaus, ¿Lo tiene? —pregunta en otro susurro. A lo que Klaus se apresura a pasarle la hoja. El elfo la toma entre sus dedos y mira las contra runas dibujadas— Oh, el joven amo Snape tiene una gran precisión para escribir runas — halaga, ¿Como lo sabe? Merlín sabrá, ¿importa? ni un carajo, al instante acercando su dedo a la madera, pero se detiene a un milímetro y Klaus podría jurar que le va a dar diabetes ahí mismo.
—¡¿Qué?! ¿Qué pasa ? —las preguntas se disparan una tras la otra, pero Naackú se mantiene impasible.
—Naackú no duda del valor del joven amo Snape ni de los sentimientos del joven amo Klaus por él, pero tengo la duda de si está seguro de que esto es lo que quiere.
—¿Qué otra cosa voy a querer Naackú? —la respuesta sarcástica no es suficiente para el elfo, por lo que Klaus suspira, tomando control de sus propias emociones y poder responder— De acuerdo, sé que es peligroso y que voy a darle impulsos homicidas a mis padres, pero esto —señala la caja— es mi mejor oportunidad para asegurar mi futuro con él, el futuro de ambos. Por favor— su voz pierde firmeza en la última parte, volviéndose más suave para pedir a Naackú, a quien ha estado ahí desde que es un niño, por su ayuda.
Y el dedo de Naackú comienza a dibujar sobre las runas. Su dedo dibuja en el aire, dejando tras de sí una línea de sutil azul dibuja con excelencia y cuidado cada runa puesta en el papel mientras Klaus observa como un halcón. Al igual que su plan con el trinchador, no va a desactivar las runas por completo, no, eso haría un patrón que sus padres no tardarían en notar y fracasaría todo el plan, no, esas contra runas apenas harán un débil escudo, una debilidad, como si las originales se durmieran un momento.
—Su turno— le indica Naackú, retirando su dedo. Una de sus garras se afila a todo su esplendor y apuñala la yema de su dedo índice, sisea por el ardor, pero las gotas de sangre no tardan en salir. Presiona el carmín de su herida en la separación de la caja.
La caja se abre en ese instante. La magia que desprende vibra en la piel de Klaus y alerta a Naackú. En el interior, pintado un círculo con un pergamino negro en el centro, cerrado con un costoso listón de oro. Ahí está, la respuesta, su objetivo y la mejor forma de obtener lo que más quiere en este mundo, con eso, Verus estaría unido a él sin que nadie pudiera intervenir, le encantaría hacerlo de la forma tradicional, una pena, no lo detiene de hacerlo y tampoco le importa lo suficiente. Toma el papel entre sus dos manos, el mínimo peso trae a él una alegría indescriptible, lo maneja y mueve apenas un poco para ver el oro relucir con las luces a su alrededor. El ritual de unión, el que unirá las dos almas, en sus manos. Con eso, Verus será de Klaus y Klaus será de Verus por siempre, sin poder recibir más daño, una cadena estable en toda la tempestad, una promesa real, podrán estar juntos sin que el jodido problema de la sangre se interponga entre ambos. Sí, sus padres estarán enojados, furiosos, coléricos, pero si hay que un Mulciber no puede hacer, es odiar a un hijo, y mucho menos, lastimarlo. Si lograron que el abuelo cediera, no se preocupara demasiado.
Sabía bien que se escuchaba como un maníaco, un enamorado o un maníaco enamorado, pero no podía evitarlo, esa flama en su pecho se aviva cada vez que piensa en Verus y crepita cuando habla de él, es todo lo que quiere. Klaus es fuego y Verus es humo, ambos letales en diferentes formas, pero siempre juntos.
—Escóndelo en mi baúl— ordena con rapidez, dándole el pergamino a Naackú, quien, al igual que Klaus, lo sostiene entre dos manos. —Ahora, antes de que se den cuenta.
El elfo alcanza su dedo herido, y con una mirada que puede significar mil y un cosas, sus palmas brillan, el corte se va. Klaus no tiene oportunidad de agradecerle, Naackú no pierde el tiempo y desaparece en otro pop, y no es hasta que desaparece que Klaus se permite respirar. El temblor en sus manos se va por completo, reemplazado con una suavidad y confianza, cierra la caja otra vez y vuelve a colocarla en su lugar, con cuidado especial de ponerla al mismo nivel que antes, una vez esta seguro de que lo dejo exactamente donde lo encontró, presiona el botón secreto una vez más y exhala cuando el click fue tan suave como la primera vez.
A ese click le sigue el sonido de zapatos, acercándose más rápido de lo que anticipo. Klaus se aleja de la oficina y corre para llegar a donde antes estaba, claro que cuando escuchó la puerta abrirse, se dejó llevar solo un poquito. Y cuando Folami entra de regreso a su oficina, lo que ve es a su hijo tirado sobre los cojines del suelo.
—Klaus, vas a enredar el resto de tu cabello— regaña y va de regreso a la sala, no antes de pasar por la chimenea y aventar dentro el tronco con bellos decorados, el fuego se vuelve a prender y el aroma de sandalo llena poco a poco el lugar.
—Lo siento, me dio un poco de sueño con el chocolate— miente con todos los dientes mientras se sienta sobre los cojines y da permiso a que su madre se siente a sus espaldas otra vez.
Retoman la posición de hace unos momentos, con Klaus dejando su cabeza en poder y control de las manos de su madre, y su madre concentrada en la tarea frente a ella. De nuevo, su madre comienza a trabajar en desenredar de nueva cuenta su cabello y separarlo en las secciones deseadas.
—¿Estas emocionado de ver a Rosier y Avery? —pregunta ella para reanimar la charla, con cuidado de no guiarla al agridulce tema de antes. Un cambio bienvenido por ambos, pues Klaus sonríe.
—Sí, ningún juego es tan divertido sin el disléxico ahí— se burla de Evan.
—Las próximas vacaciones podríamos idear una pijamada, para que puedan entretenerse— ofrece su madre, seguro preocupada porque tan solitario se siente su hijo como para preguntar lo de antes.
—Divertido, aunque Avery va a quejarse al infinito sobre que Verus no está para hablar sobre su proyecto de maldiciones y que Rosier y yo no entendemos nada de maldiciones.
Su madre mueve la cabeza, alertada por el nuevo nombre y Klaus tiene que evitar la sonrisa ante ese gesto.
—Este chico, ¿es el mismo que tanto querías que te hablara?
—El mismo, ahora somos inseparables— dice con orgullo.
—Parece que se ganó también el afecto de tus dos mejores amigos.
—Rosier lo va a negar hasta que se muera, pero a Avery le agrada mucho— comenta casual.
—¿Oh? ¿Puedo saber porque? Hasta donde sé, Avery es difícil de impresionar con conocimiento y a Rosier solo parece agradarle su hermana gemela.
—Bueno, esa parte es sencilla. Él es casi fluido en Legeremancia y Oclumancia, me enseñó a mí, a Rosier y a Avery. Es tan fácil para él, y ni me hagas mencionar pociones, es un prodigio en todo sentido de la palabra, te juro, podría hacer Felix Felicius con los ojos cerrados— hablar sobre Verus siempre viene a él tan fácil como respirar, pero se muerde la lengua antes de continuar, consciente que puede pasar horas hablando de él y lo bello que es, y no es algo que su madre deba saber aún.
—Si es así, tal vez podríamos arreglar que también viniera. ¿Y qué es, exactamente? ¿Con qué “dulce” familia voy a tener el placer de soportar en las fiestas?
Y Klaus toma aire antes de responder. Ahí va la primera parte del resto del plan, mejor ahora que nunca, supone.
—No es un sangre pura, madre.
—¿Oh?
—Él es…es un mestizo.
—Pensé que los nacidos de Muggles y los mestizos eran ignorantes, ciegos a la realidad e insulsos huéspedes para la magia—comenta tan casual mientras ladea la cabeza de Klaus para comenzar a ajustar las ultimas cuentas.
Y Klaus siente esas palabras golpear el fondo de su cabeza como una bludger, porque de hecho dijo todo eso, lo decía cuando un sangre sucia hacia una mueca de que Klaus se sentara en la misma mesa, cuando los muggles trataban mejor a un perro que a su padre, cuando recibió el primer comentario sobre el grosor de sus labios o la densidad de su cabello. A cuantos hechizo, maldijo y golpeó por eso, cuanto se alejó de ellos por ser asquerosos cabrones, primitivos y salvajes, sin capacidad de entendimiento, necesitaban recordar su lugar. Necesitaban recordar que en ese mundo mágico, la blancura de su piel no los pondría sobre la sangre y poder de Klaus. Que sus simples quejas no eran nada cuando Klaus podía convertir sus vidas en un infierno, que ahí no son nada más que la basura bajo su zapato, no al revés. Verus tuvo su recordatorio de otro lado por una falta que no cometió y busco en Klaus algo que nadie había hecho antes: protección. Verus era un mestizo sin una venda en los ojos ni un sentido de moral, para él solo importaba que tanto conocimiento mágico puede obtener y cuanto renombre puede hacer para sí mismo. Tan ambicioso, tan centrado y sin prejuicios que lo muevan de eso, por eso amó Klaus.
Amó la oscuridad de Klaus, ambas; la de su piel y la de su magia.
—Lo son. —Mantuvo firme su postura anterior. —Pero él no es así.
—¿Y que lo hace tan diferente al resto?
—Es un Prince. Su madre es Eileen Prince, la última descendiente que aún queda en Inglaterra, la magia que corre en esa sangre tan pura lo protege de ser tan brutal como los otros. Él es no igual a los otros mestizos, es—
—No me hables de sangres ahora —lo interrumpe, tan cortante como una flecha. Molesta. —No me vengas con el cuento de que él es diferente, es un mestizo, como todos los demás, no me importa si su padre fue Merlín mismo, eso no quita la sucia sangre muggles de su cuerpo. Odio las excusas, Klaus, odio las posturas vacías. Y lo sabes. No quieras hacer excusas porque ese es el primer paso a una postura vacía. Eres mi hijo, habla con la firmeza que eso conlleva. ¿Puedes soportarlo?
Ja, puede hacer MUCHO más que soportarlo.
—Sí, puedo soportarlo.
—¿Puedes mirarlo a los ojos y verlo como un igual?
—Sí, lo veo como un igual.
Un igual a la luna por la fría belleza que destila y refresca, pero no va a decirlo en voz alta.
—¿Perdonas su sangre?
—Lo hago.
—Entonces dilo así. —Y con eso, la tensión en los hombros y manos de su madre se desvaneció por completo— ¿Y que hizo para caerte tan bien, que incluso puede olvidar que tiene sangre de muggles en sus venas?
—Iya, él me cuidó cuando caí durante un partido, no se movió de mi lado e incluso —se interrumpe a sí mismo con una risa que raya lo cruel— se vengo por mi. Certero y sutil, quería causar el dolor que me causaron a mí, sin forma de ligarse entre sí, ¿Puedes creerlo, iya? Puedo levantarlo con un brazo y aun así es protector conmigo.
—Cualquiera podría cuidarte si piensan que eso podría ayudarlos a subir en la escalera social, Klaus, lo sabes bien.
—Por supuesto que lo sé. —Se tiene que forzar a no demostrar tanto enojo por una simple sugerencia, o la insunuación a que Verus no tenía merito propio. — Es inteligente, es astuto, un genio, es ambicioso y eso trabaja en su favor. —y sin quererlo, una sonrisa vuelve a sus labios mientras habla de Verus— Es un genio, de verdad lo es, inventa sus propios hechizos, y sus pociones, no hay quien se le compare en pociones, supera al mismo Slughorn. Ese viejo no puede enseñar tan rápido como él aprende. Ganó el favor de los Malfoy, ganó el favor de Carrow y otros. Él es fuerte y resiliente, sin importar los comentarios a su aspecto, a su carácter o forma, él no se quiebra, regresa con más fuerza. Le pone frente a Potter y Black.
—¿Black? ¿Cual de todos, Klaus? Hay muchos.
—Eso es divertido, de hecho. Logró el favor de dos de las hermanas Black, el de Regulus Black y Crouch, pero es capaz de hacerle frente a Sirius Black.
—¿Sirius Black? ¿El desheredado, vergüenza de los Black? ¿No es él quien te tiro de tu escoba?
—Lo es y sí, lo hizo, pero en ambas cosas, fue vencido.
—Este chico, ¿Cómo se llama? Dudo que el apodo por el que lo llamas sea su nombre real.
—Severus Snape.
—¿Severus? Peculiar.
—Verus, para abreviar.
—Bien, ahora quieto, debo terminar esto.
Pasa el resto de la tarde con su madre.
Seguro, podrían haber contratado a alguien, podría haber pasado esa tarde entera en una estética de lujo, relajándose y siendo atendido, pero el cuidado de su cabello era demasiado íntimo, era un momento de vinculación que abandonó, no podía recordar con exactitud la última vez que su madre se encargó de su cabello, quería aprovechar esa ocasión lo más posible, así que se quedó quieto, sentado, comiendo buñuelo y platicando con su madre de todo y nada al mismo tiempo. El estilo no era muy complicado y su madre era rápida.
Cuando la última trenza estuvo asegurada y decorada con una cuenta de oro, pasaron a platicar un rato, sin nada más que hacer que comer sus panes y beber los chocolates calientes. Se quedaron un momento en silencio.
—Precioso cuadro. —escucha a su madre susurrar. Entonces voltea sobre su hombro y la ve a los ojos, solo para sonreír bajo.
—Hola, baba.
Los ojos dorados de Folami Mulciber habían sido reemplazados por los ojos grises de Titilayo Mulciber.
Su padre terminó su trato y deseaba saber dónde estaba su esposa. Los ojos grises se fijan en Klaus, quien sonríe aún más, casi burlón, porque esta vez, él ganó. Él obtuvo horas de tiempo de calidad con su madre y su padre no.
Sus padres están unidos, enlazados en cuerpo y alma, el ritual les otorgó esa unión. La competencia que tiene con su padre por la atención de su madre es casi una sátira al gran bucle de parejas hostiles que les precede, es decir, los padres se odian entre sí, pero aman al hijo, y ahora hay dos padres que se aman y aman al hijo. Y la competencia con su padre es mucho peor, porque Klaus, por primera vez en generaciones, es un hijo de una unión. No de un matrimonio arreglado sin amor ni mínimo interés en el otro, como se acostumbra a hacer, sino que él fue el resultado del vínculo. Su madre es su iya real, y por ende, Klaus tiene un lugar en su corazón aún más grande del que tendría si fuera un hijo político.
Su padre fue afortunado al enamorarse y unirse a una sangre pura que lo amo con la misma pasión y le ofreció un generoso dote a la familia.
Quiere eso, quiere eso para él y Verus, quiere ser capaz de ver el mundo a través de sus ojos y viceversa, intercambiar ojos y saber exactamente qué está pasando al otro lado del lazo. Quiere poder intervenir, cambiar de lugar uno con el otro en caso de necesitarlo, de poder auxiliar y acompañar sin importar la distancia física que tengan.
Sabe que será difícil con las responsabilidades y expectativas, pero, como bien dijo antes, los Mulciber si saben negociar entre deseo y deber. Las reglas de ser un sangre pura son duras, y muchas veces le otorgan el poder de ser lo que quiere, cuando quiere, no le molesta seguir etiqueta básica para tenerlo, pero tampoco le pesa mandar al diablo esas reglas en son de tener lo que quiere. Su moral no está atada como la de los demás herederos y pocos se dan cuenta de cuanto poder sostiene esa postura.
No le importa jugar bajo reglas en las que no cree un rato si significa tener lo que quiere.
Folami parpadea un par de veces y recupera sus ojos, ve a su hijo, alza una ceja y le da un pequeño golpe en la frente con dos de sus dedos.
—Deja de enfadar a tu padre.
—¡Es que es muy fácil! —se defiende mientras soba su frente.
—Par de tercos— se lamenta ella.
No son más de cinco minutos cuando las puertas se abren y Titilayo Mulciber entra muy apurado. Un hombre alto, muy alto, una copia de Klaus en adulto, con barba angulosa y bien mantenida, largas rastas sujetadas tras su cabeza y ojos grises.
—¡Lami! ¡Prometiste re hacer mis rastas primero! —se queja mientras avanza a donde ellos. Klaus saca la lengua en dirección de su padre mientras su madre suspira.
—Dije que lo haría, pero Klaus vino primero.
—Y tú— se gira a su hijo, que está muy cómodo con su cabeza en el regazo de su madre. —¿No regresas mañana a Hogwarts? ¿Ya terminaste de empacar?
—Naackú empaco por mí, quería llegar a mi sexto año con un nuevo aspecto. ¿Te gusta? Iya lo hizo— y más insolente, se aferró a las piernas de su madre, una de sus manos bajo para acariciar su rostro. Titilayo ve la acción, ve a su esposa, después a su hijo y suspira.
—Te ves muy bien, Klaus. ¿Sabes cómo mantenerlas? Puedo enviar a Lena mensualmente para que les de mantenimiento y no interrumpa tus estudios— le ofrece su padre, dando paso al amor paternal que comparten. Sí, hay competencia por el amor de Folami, pero no hay odio entre ellos.
—Gracias, baba.
—¿Esos son buñuelos?
A como toda respuesta, Klaus le pasó el plato con pan a su padre, él hombre felizmente tomó algunos. Una tercera taza de chocolate caliente apareció en la mesa.
Su padre tomó mejor las noticias, le advirtió que no confundiera un crush con impronta y cuando escucho el nombre Eileen Prince se rio.
—Walburga Black va a enloquecer.
—¿Más?
Sobra decir que Folami Mulciber no guarda mucho cariño por Walburga Black.
Después de esa tarde, Klaus estaba tranquilo, mucho más, emocionado por mañana.
Acostado en su cama viendo el techo. La emoción que corre por sus venas es demasiada, como si en vez de piel tuviera pólvora, cada parte de si saltaba con ganas y chispas. El pergamino escondido en su mochila, con las indicaciones necesarias, con las etapas y formas de de vinculación, con la información que su madre le proporcionó esa tarde, con la oportunidad de que todo caiga en su lugar sin interrupciones, pero, encima de todo, esta extasiado e impaciente.
Extrañaba terriblemente a Verus, incapaces de comunicarse entre sí por las circunstancias de vivienda de Verus, solo le quedaba el recuerdo de su despedida en el tren para consolar su añoro. La emoción de verlo al día siguiente, en la noche o cuando sea, con las noticias de que va a solucionar el problema que los tiene atado a ambos y tendrán la libertad de estar juntos lo mantiene riendo contra su almohada, incapaz de conciliar el sueño.
“Espero estés bien, Verus”
No se mueve.
No se ha movido, no se mueve y no se moverá, no por voluntad propia al menos.
Como si el suelo fuera un imán y su cuerpo estuviera hecho de metal, hay una fuerza que lo tiene pegado en su puesto.Todo su cuerpo está acalambrado y adolorido, maltratado por el descuido de los últimos días, el aire frío empuja el rocío contra él, sacude sus huesos y lo hace temblar.
Pero a él no le importa.
Nada le importa.
Todo a su alrededor es un fondo gris sin forma, una mancha donde está parado y perdido, solo. Tan solo. Como un cascarón vacío, se limita a existir donde ya fue puesto.
Piensa en nada porque está pensando en todo.
No siente nada porque ya lo sintió todo.
Está tan cansado.
Su cabello gotea, todo el gotea, empapado por la lluvia. Sus extremidades duelen por el frió, no puede separar sus dedos y su piel arde.
El verde pasto a su alrededor está tan empapado como él. La lluvia no fue suficiente para alejarlo, porque la incomodidad y la frialdad de la lluvia es tan…mínima, una molestia menor en el fondo de su mente. Desconectado del exterior porque está pasando demasiado en su interior, que simplemente no puede importarle que pase.
La sangre que sale de su espalda mancha las vendas, las heridas cosquillean dolorosamente y la pérdida de sangre hace que su temperatura baje aún más, pero él no hace caso. Ese dolor mundano es una misera gotera comparado con el brutal tsunami que azota su corazón. Sus mejillas frías y sus ojos rojos de tanto llorar, su garganta herida por gritar y suplicar, suplicar a un dios o a Merlín porque esto no sea real. Pero no hay opción, paso y nada lo cambiara.
Porque no importa cuánto frío tenga, no estará tan frío como su madre en esa cama.
No estará sobre una mesa de metal, cubierto por una sábana y todo el color extinto de su cuerpo. No estará en un sueño eterno, incluso si cede y cierra los ojos.
Nada importa, porque frente a él, la lápida es más fría.
Porque el hueco que quedó en su corazón cuando el de su madre dejó de latir es más doloroso.
Su cabeza está hecha un desastre, entre memorias confusas, borrones de tiempo e imágenes inamovibles, sonidos lejanos. Nada tiene sentido.
Recuerda…el dinero, los billetes en el suelo, recuerda los gritos, recuerda los trastes romperse, la pelea que se volvió física, la sangre de su madre, el golpe contra el patio después de ser arrojado por la ventana. Gritos de algunas vecinas, ser arrastrado y separado del suelo, más gritos, hombres peleando y más sangre.
Recuerda apenas tener fuerza para estar de pie, llegar desesperado al hospital, recuerda gritar algo y después…
Llegado a ese punto, ya no sabe si las náuseas son por el tiempo de ayuno, la pérdida de sangre o su marchito estado de ánimo.
Tirada en una cama de hospital, decrépita y respirando por un tubo. Como una foto, recuerda a su madre dormida y respirando por una máquina y el sonido del monitor de fondo.
Y tras unos segundos, la cama se vuelve una mesa de metal. El tubo es retirado, ella ya no respira. Al verla tendida ahí, su mente se expande, su magia la busca, pero no hay nada. No hay luz y no hay presencia, todo ido.
Eileen Prince estaba muerta, un sangrado interno, demasiado débil como para soportarlo. Asesinada por la golpiza de su esposo.Dicho hombre se desvaneció en el aire, nadie sabía dónde estaba y nadie de la calle de la Hilandera podría interesarle su paradero. Un funeral genérico, apenas él con vida y en bancarrota, con el dinero que debió durar para él y para su madre por el verano fue usado para la lápida. Podría haber pensado más y ponerle el diseño más banesco para tener un poco para comer, pero con lo cansado, dolido y enojado, mandó todo al carajo. Los pocos ahorros fueron usados para darle la última gota de dignidad.
La estatua del ángel llorando será la única pista de que Eileen Prince alguna vez fue una mujer respetable.
Recuerda todo lo demás sin noción de tiempo o hambre, solo personas pasando a su alrededor, como un pez en un río. No tenía idea de cuánto tiempo llevaba ahí, solo que no sabía a dónde más ir. Esa casa estaba acumulando polvo, gotera y moscas, carente de vida, no quería regresar ahí, jamás de ser posible. Sin nada que lo ate a esa casa, sin nadie en ningún lado que le pueda prestar apoyo, el único lugar con el que tiene una atadura es donde ahora está parado.
Mira la cara del ángel, compasivo y gentil, en duelo pero agraciado, como una penuria en sí pero que lleva con la mayor suavidad; por eso lo eligió, porque su madre era igual. La gran diferencia era que la piedra del ángel jamás se rompería, mientras que el espíritu de su madre se quebró hace mucho tiempo. Mira la caligrafía de las letras, mira la curva y observa sin leer las letras. Duele hacerlo.
—La única razón por la que regreso aquí, es por ti —susurra al viento, a la nada.
Porque nadie está para escucharlo.
Hoy tendría que irse de regreso a Hogwarts, un escape que acepta con gratitud.
Lo que no pensó es que tan difícil sería irse. Cuanto trabajo le cuesta forzar su cuerpo a moverse, como su corazón y estómago se retuerce mientras toma el baúl, ahora del tamaño de un libro mediano, y lo guarda en su mochila.
Perdido y dolido, no se molesta en cambiarse, no se molesta en hacer nada por sí mismo mientras hace el recorrido. Movido por fuerza de hábito, demasiado ido, encerrado en su propia mente.
Lo divertido de sentir tanto dolor es que llega el punto en donde simplemente…todo se detiene. El dolor es tanto que deja de arder, simplemente existes sin razón, te mueves porque sí, la única razón por la que continuas es porque tu cuerpo puede hacerlo.
Cada pensamiento que viene a su cabeza se siente como una gelatina; inestable y maleable, sin firmeza ni solidez, una mera intención. Su cabeza nunca antes había estado tan quieta.
No piensa en nada, no en cómo las personas se mueven fuera de su camino, como algunos regresan la mirada ante su aspecto derrotado, no tiene que verse en un espejo para saber que parece un cadáver andante, con la piel tan pálida, mejillas sumidas, ojeras y el cabello empapado. Todo el grita pena y suciedad, abandono. Todo él es un alma en pena.
Simplemente se abre camino entre las sombras, su magia reacciona y lo hace imperceptible, sus pasos silenciados y su presencia rebajada para no ser notada. Así logra llegar al último vagón del tren, al único lugar.
Cree que cayó desmayado en algún punto, porque el camino que normalmente toma horas, para él se sintieron minutos, o se perdió otra vez en la laguna de su mente, congelado.
Espera hasta que el tren esté casi vacío para salir. Hasta que solo queda él y otros pocos alumnos. Los olvidados.Suben a la lancha, y cuando es hora de subir a las carretas que los llevan al castillo se detiene otra vez.
Siempre asumió que las carretas eran movidas por un mecanismo mágico, como un motor con memoria de a donde ir y cuando ir. Que equivocado estaba.
Porque se encontraba frente a frente con un ser tan esqueletico como delgado, alto y aterrador, un caballo con pico, totalmente negro, en su lomo alas como alas de un murcielago. Ese ser se detiene y espera paciente a que todos suban, indiferentes hasta que nota su mirada, sube su orejas y acerca su pico. Como si pudiera oler la miseria y el dolor, el perfume del luto, hospital, abandono y muerte debe estar pegado a su persona, lo atrae aún más mientras Severus lo ve. En los cinco años que había ido a Hogwarts, nunca había visto al dichoso animal, había escuchado de ellos, había leído de ellos y algunos trabajos de pociones mencionan sus herraduras, saliva o a veces sus lenguas u ojos, pero nunca pensó más allá de eso. Mira dentro de los ojos blancos del animal, no hay una pupila pero sabe que está siendo observado de regreso. Ojos vacíos en ambos lados, el paralelismo es cruel.
La realización de lo que está viendo llega a los pocos segundos, y su garganta se cierra.
—¿Joven Snape? —Lo llama su profesor, el jefe de Ravenclaw, o el único con la paciencia y TOC suficiente como para estar parado en la oscuridad con tal de que todos los alumnos lleguen con bien. Lo mira desde el carruaje, los otros chicos lo miran como si estuviera loco. Tal vez ahora por fin lo está. Ignora el resoplido del animal y sube al carruaje. Al llegar, la cena ya comenzó, pero él no tiene oídos para eso, simplemente camina el recorrido que le trae más seguridad, desesperado por un poco de comodidad y consuelo, aunque sea el más mínimo.
Su baúl ya está a pies de su cama. Lo abre y lo encuentra tan desordenado como estaba antes de partir. Claro que lo estaría, ¿Quién iba a ordenarlo si Severus no lo hacía? Mira sus cosas, el frasco de díctamo sobre todo, lo toma entre sus dedos. El peso en sus manos es suficiente para jalar su mente de regreso a su cuerpo y comenzar a entender donde está, como está y que paso. La segunda realización es más dolorosa que la primera. Porque la primera fue en la morgue, desesperado, herido y asustado, cegado por mil y un cosas, pero su madre aún está ahí, con él, solo en cuerpo. Pero ahí, en esa escuela, con el último trozo de su memoria entre sus manos, el peso es tanto que amenaza con romper los delgados hilos de su cordura, su cuerpo de cristal comienza a agrietarse y todo su interior se vuelve arena, arena que escapa entre las rajaduras mientras él intenta desesperado aferrarse a algo de sentido.
Se fuerza a respirar, congelado en su lugar mientras las emociones rajan su alma. Tan quieto como una piedra mientras ve el frasco.
Entonces la puerta se abre, su fría y silenciosa pena es interrumpida. La magia del otro lo busca primero, su calidez casi logra sacar una reacción física de él, porque en menos de un segundo, está rodeado el mundo brilló otra vez. Klaus entra, demasiado emocionado mientras se quita la túnica y la avienta sobre su propia cama al otro lado del cuarto.
—¡Lo sabía! ¿Creías que…? —su emoción y felicidad se paran cuando ve el estado en el que está— ¿Verus?
Ojos dorados y colmillos afilados. Excepto que Klaus no sonríe, sino que se acerca a él casi corriendo, se apura a llegar a su lado y extender sus manos hacia él, preocupado, temeroso de tocarlo y que termine de romperse, sus manos se pasean en el aire, sin tocarlo pero sin alejarse. Klaus lo mira de arriba a abajo, preocupado y asustado. Sabe cómo debe verse, al punto de desmayo y un fantasma en la oscuridad del cuarto, no prendió las luces cuando entró.
—¿¡Verus?! ¿Qué paso? ¿Qué-Por qué? —Debe verse demasiado mal si incluso Klaus se traba con sus palabras.
La alegría que siente de verlo se mezcla con esa fea soledad, con esa que se aferraba, que se forzaba a mantenerse completo porque estaba solo, porque si se quiebra en el suelo del panteón, nadie lo recogera, pero ahora no. Con esos ojos dorados en su persona, con esa magia a su alrededor, sabe, carajo, sabe que está a salvo, que alguien tiene interés en evitar que sus restos sean llevados por el viento y en rearmarlo.
Entonces esas manos tibias toman su rostro con tanta cuidado, lo anima a verlo a los ojos.
Ama ver esos ojos, pero no pintados de miedo y ansiedad.
La laguna mental se mueve, todo su ser reacciona ante la cercanía de Klaus. Cuanto extraño, cuán contento estuvo de que se acabaran las vacaciones para regresar a su lado, a sus brazos y seguridad. Como contaba los días por regresar y abrazarlo. Como le contó tan emocionado a su madre que había encontrado a quien amar que lo amara de regreso, la sonrisa brillante en su madre y después la seriedad inanimada de su rostro. Aprieta el tarro entre sus dedos, sus manos tiemblan.
—Lo vi, Klaus… —su voz en un susurro roto, su garganta tan herida como el resto de su cuerpo.
—¿Qué viste, Verus? —susurra de regreso Klaus. Acercándose más, nota lo frío que está y quiere cubrirlo, pero primero quiere saber qué sucede.
Severus sonríe vacío, amargo y triste, ignorante a como aprieta el corazón de Klaus.
—Ví un thestral.
Klaus se confunde unos segundos, hasta que se da cuenta. Sus ojos se abren a igual que su boca, parpadea y boquea un par de veces, sin encontrar qué decir, pero Severus se adelanta.
—Lo ví, ví un thestral, un caballo de la muerte, lo ví. Me miró de regreso, —no es consciente como sus ojos se llenan de lágrimas, como su cuerpo entero tiembla y como su voz se alza cada vez. Solo es consciente como el frío se vuelve doloroso y lo único tibio son esas manos en su rostro —Lo ví, nadie puede verlos, no, pero lo ví, ¡Lo ví! ¡Lo ví! ¡LO VÍ!
No habla del thestral, no habla del animal. Lo vio, vio la vida escapar del cuerpo de su madre, vio su magia morir con ella, vio su pecho exhalar para no volver a inhalar, vio su cuerpo entero caer laxo. Lo vio. Si vio al thestral significa que de verdad vio a su madre morir.
Su voz se rompe, incapaz de seguir, incapaz de decir nada más, un grito rompe la última de sus resistencias y de repente el calor lo rodea. Se aferra a Klaus, cuando este lo jala para abrazarlo, para consolarlo, fuerte y apresurado, él se aferra de regreso, el tarro cae de regreso al baúl y sus manos toman la espalda de su camisa con desesperación, jala la tela y pega aún más sus cuerpos, escondiendo su rostro lloroso. Se desploma contra él, no es exagerado decir que se avienta a él, quiere sentirlo, quiere esa firmeza, quiere su compañía, había estado tan solo y frío. Su corazón sangra, confundido. Alegre de ver al hombre que ama pero demasiado herido para poder sentir otra cosa que su eterna tortura. Había estado tan solo que ahora se conmueve demasiado por no estarlo más. De sentir esos brazos protectores y ese cariño, ese amor, no puede más y solloza contra el hombro de Klaus mientras este carga el peso de ambos.
Lo siente aferrarse de regreso y acariciar su cabeza.
—Vi un thestral…lo vi pasar, mi madre ... .la vi morir. Está muerta, Klaus. —entierra más su rostro con el hueco de su cuello —No tengo nada más.
—Me tienes a mí —susurra de regreso, ladea su cabeza para dejar un beso en su frente. Klaus los mueve hasta quedar ambos en la cama a sus espaldas, con Severus acurrucado contra su pecho y sus brazos protectoramente a su alrededor.
Verus se siente tan frío que le pone la piel de gallina a Klaus. Lo abraza con más fuerza, intenta fusionarlo a su cuerpo, acercarlo, frota su espalda y cubre aún más, lo quiere alejar de ese dolor gélido con su calor corporal, pero no es suficiente.
Su pobre Verus. Verlo le rompe el corazón. Víctima de un dementor que llevaba una guadaña, la muerte misma se divierte con él y se lleva lo que más quiere, se lleva su espíritu. Tan pálido, tan frío y mucho más delgado, ¿Cuándo fue la última vez que comió? ¿Cuándo fue la última vez que durmió en un lugar decente? ¿Cuando tomó agua limpia? ¿Cuando se quedó tan solo? Su corazón pesa entre cada pregunta, a sabiendas de que ninguna respuesta es buena. Acaricia su cabeza en un intento de consolarlo, lo deja llorar todo lo que necesita, sin quejarse, porque está desesperado por mostrar que está ahí, que no se irá a ningún lado. Frustrado de no poder hacer nada más.
Entonces Klaus notó la extraña forma de su ropa, el bulto bajo su camisa.
—Estás herido.
Su dulce y doliente Verus no dice nada, lo deja levantar su camisa y ver la desgastada vande que cubre su torso. Las manchas de sangre recorren todo su costado, desde su cadera hasta su pecho. Cierra los ojos y maldice con mil males distintos al único hombre capaz de hacer eso. Perdido en su propio duelo, Verus se deja cuidar sin pelea, silenciosas lágrimas se resbalaron por sus mejillas durante todo el proceso, deja que Klaus lance algunos hechizos sobre sus heridas, deja que Klaus le de algunas pociones para que el dolor se vaya, al menos hasta que puedan ir a la enfermería en la mañana, cede cuando este lo anima a cambiarse de ropa, cualquier cosa que encuentren en su baúl, y después refrescar un poco su rostro.
La única vez que se vuelve difícil es cuando Naackú llega con un plato de estofado. Verus ladea su cabeza, rechazando la comida ofrecida, pero Klaus insiste, el elfo no dice nada del estado de Verus, pero la mirada que le manda a Klaus dice todo y más. Lo sienta enfrente del escritorio y se coloca a un lado, sin dejarlo escapar, limpia la lagrima reciente y vuelve a acercar el plato a donde el mestizo.
—Verus, por favor, come algo. Solo un poco. No te dejaré hasta que comas al menos la mitad.
Hasta que Klaus tenga la certeza de que no se va a desmayar. Resulta que después de tanto tiempo de comer migajas y pasar largas horas de ayuno causan náuseas ante el pensamiento de comida. Entre arcadas y tragos de agua, el plato quedó limpio después de una hora.
Cuando Naackú se llevó los platos sucios, Klaus se sentó a un lado de Severus. El rostro de Verus había adquirido un tono más saludable, menos grisáceo y pálido, aún faltarían más comidas y agua para regresarlo a su color y peso correcto. El cambio de ropa y lavarse la cara lo ayuda a verse un poco más recuperado y quitarse parte del peso que carga. Pero sus ojos, sus ojos seguían perdidos, nublados por tristeza y enrojecidos por dolor, hinchados de tanto llorar e irritados por la sal. Nunca había visto a Verus tan vulnerable, cuando entró al cuarto, parecía que bastaría con una brisa para terminar de romperlo, vacío y sin fuerza.
Era tan obvio, abierto como un libro, lo que pasó fue demasiado, incluso para alguien tan fuerte como Verus, ni siquiera él está por encima del luto.
Está enojado, muy enojado.
Se supone que esa sangre sucia era la amiga más cercana de Verus, que se las daba de buena porque estaba ahí para apoyarlo. Sí, siempre vio la obvia inutilidad y la burbuja que construye a su alrededor, pero esto, esto debería haber sido como para que ella llegara a ayudarlo, llegará a apoyarlo. No que lo dejara a su suerte, solo y abandonado con una pena en el alma. Tan buena Gryffindor…que es incapaz de hacer algo por su supuesto mejor amigo. La verdad es que está frustrado, frustrado de que no puede hacer nada contra esa situación, que se escapa de sus manos. Le frustra saber que Verus estuvo así por quién sabe cuántos días, desolado y con frío, sin modo de comunicarse con Klaus ni con nadie que pudiera prestar apoyo. Desprotegido, tirado con sus heridas al aire.
No más, no ahora, no que están juntos, no lo permitirá, pero sabe que Verus, perdido y dolido, tiende a esconderse cuando no puede ser fuerte. Alcanza las manos pálidas y las sostiene entre dos de las suyas, las cubre y frota un poco, para calentarla, ya no está hecho un témpano de hielo pero sigue sin ser suficiente. Verus lo permite y se inclina más hacia él, hacia la única fuente de calor.
—Lo siento, Verus. Por tu perdida, por lo que pasaste, de verdad lo siento. Sé que sufres, sé que necesitas espacio y tiempo, te lo daré todo, pero…. por favor— soltó una de sus manos para alcanzar y acunar su rostro. —No te alejes de mí. No importa cuando, la hora o el día, si te sientes demasiado solo…. acercarte a mí. No me empujes lejos, déjame estar para ti.
Verus lo mira, sus ojos negros llenos de mil y un sentimientos, oscuros de tristeza pero brillantes de reconocimiento. Teme más lágrimas pero Verus respira profundo y se abraza a Klaus.
—Te extrañe tanto— confiesa Verus en un susurro roto.
—Te extrañe más.
Se vuelve a acostar con él, lo vuelve a recibir entre sus brazos y contra su pecho, las lágrimas habían parado, pero el dolor seguía ahí, ambos en silencio.
—Me gustan como se te ven las trenzas— susurra, su voz rota y áspera, sus delgados dedos alcanzan la más cercana y ven la cuenta de oro en la punta. Klaus lo aprieta un poco más contra su cuerpo.
—Gracias, Verus. —Podría decir que su madre las hizo para él, pero ni siquiera Klaus es tan descuidado con su lengua. —...estaremos bien, lo prometo.
Esa noche, cuando regresaron Evan y Edmund, después de un festín de bienvenida donde tuvieron a un Regulus nervioso, disociado y serio, buscando con los ojos a Severus, encontraron a Klaus con Severus, y por el aspecto de ambos, sabían que las cosas no estarían tan bien.
El sexto año no comenzó bien para nadie. De verdad que las cosas iban mal.
Al ver a Regulus por primera vez, se sorprendió.
El brillo inocente estaba cubierto por miedo y dolor. Una perfecta máscara de indiferencia mientras relata aburrido sobre sus nuevas responsabilidades como heredero.
Así se enteró de las noticias más recientes de la alta sociedad: Sirius Black fue desheredado. La historia oficial fue que Walburga Black vio el fracaso que fue su primogénito y lo borró del tapiz familiar. Expulsado de la casa, arrancado de su posición en la alta sociedad y… adoptado por la familia Potter. La verdad que Regulus le dijo cuando estaban solos en la sala común es peor. El carga la historia de Walburga con los estribos perdidos, Orion desesperado por calmar la situación y Sirius iracundo con su madre, la explosión de magia, cómo tuvo que ser jalado fuera del fuego cruzado por su padre, como Sirius se fue sin siquiera decir adiós, como Walburga peleó otra vez con su hijo y estalló en cólera una vez se fue, la quema de su tapiz y la forma en la que tomó el rostro de Regulus. Ojos cansados, respiración agitada y voz ronca de tanto gritar, le dijo:
“Ahora eres heredero, dame el orgullo que tu hermano no pudo”
Al final de la historia, Regulus apenas podía contener las lágrimas. Abandonado, triste y traicionado, traicionado de que su hermano se fue y lo dejo, lo fue para irse con Potter, lo dejó solo sin una mísera carta. Apenado con una carga que jamás pidió y amenaza con destrozarlo. Sin saber que hacer, lo mejor que se le ocurrió fue pasar una mano por el rizado cabello y prometerle sin palabras estar cerca. Le gusta pensar que en otras circunstancias podría haber sido de más ayuda, podría haberle dicho tantas cosas, pero ni entonces ni ahora…ahora no podía lidiar ni con su reflejo en el espejo, ¿Cómo podría ayudar a sanar el dolor de Regulus cuando se está ahogando en su propio veneno? ¿Cómo podría consolarlo cuando se queda despierto noches enteras y procede a hacer pociones a la mitad de la noche? ¿Qué bien puede hacer cuando está destruyéndose a si mismo?
El dolor puede hacer cosas extrañas con las personas, no todo se muestra con lágrimas y terror, algunas veces el dolor es tanto, que toma raíces dentro de cada persona, como una hierba mala, un parásito, se aferra a su huésped y crece hacia afuera, retuerce su pensamiento y actitud conforme sus ramas toman fuerza. Es un proceso largo el dejar morir esa hierba mala y ser libre. No importa cuánto lo intente, no puede. Le cuesta demasiado trabajo.
Hay días donde sólo quiere quedarse en cama y no moverse para nada, otros donde el mismo pensamiento de sentarse le causa repulsión, y veces donde puede pasar días sin decir palabra alguna. Su mejor método de escape fue el estudio, sexto año siendo un año complicado por todos los TIMOS y otros exámenes que no se molesta en recordar. Sin ninguna otra preocupación en su mente es fácil tirar todo su tiempo a los libros.
Sus dedos a veces duelen de tanto escribir pero puede ignorar ese mal menor, mientras más largo y pesado sea el ejemplar de pociones, mejor resultados obtiene en las clases.
Los profesores notan el cambio y los rumores vuelan como pólvora por todo Hogwarts.
Un mes y medio, un mes es suficiente para que las lenguas se suelten y las voces susurren.
El libro que sostiene es arrebatado de sus manos, en su lugar, es dejado un plato de comida. Klaus a su lado se encarga de servir jugo de calabaza en ambos vasos.Al parecer su pérdida de peso fue demasiada y Klaus estaba tan atento como un halcón a cuánto come y cada cuando, pelear con él al respecto es un callejón sin salida.
En otro momento haría un drama sobre como no es un niño que deba ser cuidado, pero por ahora, no puede importarle menos. Por lo que suspira y deja caer parte de su peso al costado de Klaus, da un ligero apretón en su brazo a modo de “Gracias”, no se mueve hasta que siente la presión de los labios de Klaus en su frente, sutil y cariñoso, un gesto casi invisible, y toma el tenedor para comenzar a comer.
Mueve la comida en su plato para ver que tiene, algo de pollo, puré y unos cuantos vegetales, sazonado con algo más que sal y pimienta, realmente no presto atención al menu de esa mañana, todo lo de su plato es elección de Klaus. Y no tiene interés en discutir con eso. Simplemente come, escucha las conversaciones a su alrededor y se pierde en sus pensamientos, en su tarea y proyectos, en sus encargos de pociones y pergaminos.
Hasta que es interrumpido por el gran paquete que cae frente suya. Levanta la vista y casi quiere rodar los ojos cuando reconoce al ave. Tan orgullosa como ella misma, la lechuza de Narcissa lo ve con sus enormes ojos negros elegante y paciente, toma con gracia el premio que se le es ofrecido y sale por donde entro. Severus toma el paquete en su regazo, ignorando la mirada curiosa de Regulus y Edmund.
Ropa, dentro de la caja hay al menos tres túnicas negras perfectamente dobladas. Tal parece que las noticias de la muerte de su madre llegaron hacia el matrimonio Malfoy. Narcissa, graduada ya, se encargó de mandar regalos como ropa o productos de higiene personal, bajo la excusa de que debe tomar mejor cuidado de sí mismo en momentos difíciles, recordandole que merece tener cosas lindas de vez en cuando. Mientras que Lucius manda más cartas, exigiendo actualizaciones sobre su estado de ánimo, salud y peso, quiere saber que tanto duerme, ese hombre hiperbólico intenta ser sutil, pero después de comunicarse entre sí con una carta a la semana, tener una cuarta casi diario, es un cambio notorio. Leyó la carta de Narcissa, en ella especifica que las túnicas no son muy caras, y que la tela está pensada para pocionistas, por lo que no absorbe olores del exterior. La vuelve a guardar y se gira a Klaus.
—Sabes, creo que exageraste cuando les dijiste el estado de mi ropa— le dice a Klaus, quien se hunde de hombros. Orgulloso de ser quien puso en aviso a los Malfoy de una mala situación, casi grita cuando se enteró de que Severus no planeaba decir nada al respecto.
—No exagere lo suficiente al parecer.
—Es la tercera vez este mes. Sin contar la que traigo puesta.
—Debería ser la quinta. Y se te ve muy bien.
—No soy pareja de todo el mundo Klaus.
—Y no sabes cuánto me alegro de eso.
Deja que Klaus tome su mano y la apriete con cariño, regresa el apretón y deja su ropa a un lado suyo, sabe que Naackú se encargará de llevarlo a su cuarto. No sabe qué demonios hizo, pero incluso el elfo tenía una gran disposición con él, no se enoja cuando Severus le pide algo y a veces tiene atenciones sin que Klaus se lo pida. Tal vez tiene que ver con que Severus le dio un cumplido sobre el bordado de su ropa. Es refrescante ver un elfo doméstico vestido con ropa de verdad y no harapos. Naackú alzó sus orejas, abrió los ojos y tocó su propia ropa, antes de sonreír para sí mismo y agradecer el cumplido. De ese día en más, Severus encontraba varias de sus prendas dobladas en su baúl.
Y cuando terminan de desayunar, todos se levantan y él sigue. No sabe a dónde van y tampoco le importa, la mano en su cintura es suficiente guía para saber para dónde caminar. Ha estado en ese lapso por días. No se compromete con su alrededor, no tiene la energía para hacerlo, prefiere enterrar su cabeza en cosas lógicas como es el trabajo escolar y dejarle la dificultad de la vida social a Klaus.
—¿Qué tienes planeado para hoy?
—Tarea.
—Verus.
—Aurora me invitó a pasar la tarde con ella y con Charity, dice que hay unos postres que quiere que probemos juntos. —comenta la charla que tuvieron, Charity tenía un paladar muy dulce y quería compartir sus tesoros.
—Suena divertido, deberías ir. —Klaus contesta y Severus suspira.
—No lo sé…
—Vamos, despejate un rato y come algo rico, te caerá bien —vuelve a animar, pasando una mano por su espalda.
—No te agrada Charity.
—Ni yo a ella, pero a mí no me invitaron.
—Pero…
—Aunque me encantaría, no soy tu único amigo. Sal con tus amigas.
—¿Y tú?
—Calma, salir a divertirte un rato te va a ayudar, confía mí. Yo puedo mantenerme ocupado con Evan y los otros, y en la noche puedes decirme cual postre te gusto más para que te compre toda una docena para ti— guiña un ojo mientras pica una de sus mejillas.
Mira a los ojos de Klaus, no sabe que busca en ellos, pero encuentra confianza y ánimo, solo hay calor y cariño en su dirección, ninguna mentira, solo preocupación, esa emoción en crudo logra mover su pecho, mover las aguas bajo el hielo. Al final cierra los ojos y recarga su cabeza en el hombro de Klaus, la tensión abandonando su cuerpo.
—No quiero una docena.
—Una veintena entonces.
—Eres imposible.
—También te quiero, Verus.
Si por él fuera, no saldría más que a tomar clase, biblioteca y de regreso a su dormitorio, nada más, pero Klaus ha estado intentando sacarlo más, animarlo a caminar en el bosque, ir a Hogsmeade, tomar el sol cerca del lago, cualquier cosa para hacerlo moverse. Es chistoso como Charity, pese a odiar con toda su alma a Klaus, no deja de darle la razón y hacerle segunda con sus planes para sacarlo de su caparazón.
Ambos están de acuerdo en que los primeros meses siempre son difíciles. Para cuando llega la media mañana, Charity y Aurora ya lo esperan, la rubia carga una canasta que es fácilmente del tamaño de su torso.
Mira atrás y Klaus sonríe, animando a ir, desapegarse de él prueba ser más difícil de lo que está dispuesto a admitir, dejar ir su calor y presencia es como tirar su escudo y refugio. No quiere, no quiere perderlo, el mero pensamiento le causa ansiedad. Todo ese mes se la ha pasado en la sombra de Klaus, estar sin él resulta aterrador. Su cerebro entumecido y corazón dolido lo hacen moverse sin darse cuenta. Klaus lo mira con los ojos abiertos cuando se mueve lo suficiente para dejar un inocente beso en su mejilla, apenas un hilo de razón lo jala de hacer más, de buscar más de Klaus, se aleja unos pasos cuando es consciente, pero deja que Klaus tome su mano y lo vuelva a acercar.
Se acerca como si fuera a besarlo, solo para detenerse a milímetros. Klaus sonríe y deja un beso en su frente mientras acuna su rostro. Su pulgar acaricia su mejilla con cariño.
—Nos veremos más tarde, Verus.
Y con eso, lo deja ir, llega a donde Aurora y Klaus se pierde en los pasillos. Pero no está solo cuando él se va.
Aurora y Charity llenan el vacío del aire, la calma de Aurora y la energía del Charity, las mira y puede ver al día y la noche, juntas y en armonía, ellas derraman un aura de paz que lo mantiene sentado en su lugar. Cuando encuentran un buen lugar para tomar su picnic, Charity abre la enorme canasta que traía cargando, incluso perdido en las nubes como estaba, Severus no pudo evitar abrir los ojos al ver la cantidad de dulces que había dentro. Intercambia miradas incrédulas con Aurora, ella con la boca ligeramente abierta, y es que Charity no para de sacar postres.
—Char, nos va a dar diabetes. —dice Aurora, cuando parece que la canasta ya está vacía y frente a ellos hay suficientes pastelitos, cupcakes y donas como para abrir una panadería.
—¡Y no son suficientes!
—Fue bueno tener dientes. —dice Severus mientras acepta el cupcake que Charity empuja en su dirección.
La charla giró alrededor de Charity y su enemistad con unas chicas de su misma casa, sobre su infantil sentido del humor y como no pueden estar calladas cuando ven a alguien tomarse de la mano. De Aurora y su silenciosa competencia con una chica de Slytherin para sacar mejor calificación en los trabajos que les asignan, ambas compitiendo por sacar mención honorífica. Entre postres y charlas, Severus es llevado por esa suave marea de familiaridad, suave y calmante. Innecesariamente dulce.
—¡Prueba este y ya!
—¡Char, ya comió demasiados!
—¡Le va a gustar!
—¡No lo dudo, pero le va a estallar el estómago!
—Muy Adolfo Federico de tu parte —Comenta Severus mientras observa el postre en manos de Charity, la verdad es que no tiene más apetito, pero tampoco está del todo en contra. Charity de verdad tiene un muy buen tino para que sabor podría gustarle, no ha fracasado ni una sola vez en toda esa tarde.
—¿Quién es ese?
—Un rey sueco al que le explotó la panza por comer tanto.
—Tétrico.
—Pero acertado.
—Una mordida— acepta Severus, Charity sonríe y le pasa el postre.
Un pequeño cupcake de chocolate, a simple vista no tiene nada de especial, hasta que lo muerde. Por dentro, hay trozos de fresas desperdigados por todo el pan, una dulzura nada empalagosa y suave cae por su lengua. Su cara delata su sorpresa y Charity alza un puño triunfador, muy orgullosa de sus capacidades.
Ese día fue bueno, se relajo con ellas, recibió más postres de chocolate y fresas, hablaron un rato más hasta que diferentes cosas los jalaron lejos. Charity fue llamada por su compañera de cuarto, un accidente con un sapo y un gato (no quiere los detalles), se fue entre pasos torpes y promesas gritadas sobre comprar más postres el siguiente mes. Aurora se fue unos minutos después, diciendo que tenía una tarea pendiente. Camino con ella de regreso, en un cómodo silencio hasta que llegaron a la torre de Ravenclaw, uno frente a otro.
—Gracias por invitarme hoy, fue… agradable. —agradece mientras la ve abrir la puerta,
Aurora entonces sonríe en su dirección, una sonrisa dulce y comprensiva.
—Necesitabas algo dulce, eso siempre me hace sonreír.
Suspira relajado ante esa respuesta, ladea su cabeza.
—Tienes razón, lo dulce ayuda.
Y Aurora se va a su sala común.
Fue un día bueno, un día donde pudo disfrutar de sus amistades, donde, por primera vez en meses, el alrededor dejó de funcionar como un papel o una masa y se volvió real, el mundo se volvió real y amable por unos momentos. Como si su cuerpo entero hubiera sido masajeado, puede respirar tranquilo, el sabor de los postres aun en su boca, fresco y como un recordatorio de que en realidad no todo es tan malo.
—Sev.
Voltea y encuentra los ojos verdes de Edmund, este se apresura para alcanzarlo. Se encuentran a la mitad del pasillo.
—Ed. —Lo ve sorprendido, algo confundido de porque Edmund está ahí, de entre todo los lugares para encontrarse, ese era muy raro, no había aulas alrededor y no recordaba que Edmund tuviera un proyecto pendiente. Se guarda las preguntas y se detiene a esperarlo.
—¿Qué haces hasta acá? —Mira alrededor, como si buscara a alguien— ¿Y Klaus?
—Creo que está con Evan. —Responde mientras lo ve de arriba a abajo
—Wow, se siente raro estar con uno sin que el otro ronde cerca— trata de bromear mientras ajusta las mangas de su camisa.
Severus no dice nada y sigue caminando con Edmund, de regreso a la sala común. Ambos en silencio, hasta que Severus ve por los balcones, el cielo y el bosque.
—...¿Y siempre tuviste ese chupetón?
El rostro de Edmund se vuelve tan rojo como un tomate, su mano golpea su cuello para cubrir esa marca roja en su cuello.
—¡No es-!
—¿Rodolphus?
—¡No!
—¿Rabastan?
—¡Tal vez!
—Interesante.
—¡Ay, lo juro! ¡Esos dos son como un par de niños! ¡No puedo prestarle atención a uno sin que el otro haga un drama!
—¿Y te atreves a hacerme burla con Klaus?
—Oye, al menos esos dos tienen mesura, tu novio está a dos de coserte a su cadera.
—Si todo sigue como va, yo daré los dos pasos— farfulla de regreso. El silencio les dura pocos pasos antes de que Edmund tosiera para aclarar la garganta.
—¿Recuerdas que tu y yo somos amigos, verdad?
—No perdí la memoria.
—¿Estarías de acuerdo en volver a intentar los aretes de hielo conmigo mañana? Barty casi se congela la mano cuando intento agarrarlos y mostrarselos a Regulus.
—Te he dicho que el zafiro es la mejor piedra para los hechizos de hielo.
—Pero el punto es que sea inesperado, de un rubí todos esperan fuego.
—Tendremos que volver a trabajar en formular la maldición si quieres que funcione.
—¿Entonces es un sí?
—No se si ofenderme porque piensas que tengo más planes mañana.
—Perdoname, pero hoy no sabía si estarías dispuesto antes de hoy.
—...Lo estoy.
—No te diré ni exigiré nada, pero quiero recordarte que, si bien, no soy Klaus, puedo ayudarte.
Severus lo mira por el borde del ojo, se detiene, congelado en su lugar. Sabe bien que tan reservado ha estado este último tiempo, no solo con los demás, sino consigo mismo, pero no sabe cómo lidiar con eso. Apenas ese día, solo por una tarde, el mundo dejo de ser tan cruel e irrelevante, dejó de ser tan frío sin Klaus a su lado.
Edmund se acerca muy poco, preocupado por el abrupto alto.
—...Gracias. —Susurra, tan bajo que Edmund no lo hubiera oído si no fuera por el silencio y la cercanía que comparten. A lo que sonríe.
—No es nada. Pero deberíamos—
—¡Sev!
Ambos voltean.
Verla de nuevo es como ver un montón de flores sobre un periodico viejo, ella siempre vibra entre todo su alrededor, su magia la realza, su cabello rojo la resalta y sus ojos verdad siempre la coronan. Pero incluso con ella, que es residente eterna de su corazón, no puede evitar tensarse de nuevo. Esos ojos verdes brillaban de preocupación en su dirección, pero se vuelve acusación cuando mira un poco a la derecha.
Ella se detiene frente a ellos, no es ciego a como Edmund endurece su expresión a una irritación, como se tensa y aleja unos centímetros, dejando que Severus se interponga entre él y la Gryffindor. Edmund no tiene estima por Lily, ni un poco, Severus no está seguro si esa enemistad y desprecio se debe únicamente a su sangre o hay una razón más allá de eso. No va a cuestionar a Edmund, al menos no con Lily ahí. Ella ve a Edmund con la misma dureza y para eso no necesita explicación. Edmund es un sangre pura que tiene fama de jugar con objetos malditos, maldecir otros y experimentar el aguante de cada cosa o joya hacia las maldiciones, entre más complicada, enredada y olvidada la maldición, Edmund se divierte más. Un sangre pura que no responde más que a su padre por su extraña afición a ese tema, y que ha tenido muchos accidentes con gente tocando la joya equivocada. Con el poder de callar a media escuela por miedo a perder sus casa o que sus familiares pierdan sus casas. Un gran poderío temprano. Edmund es un pequeño Lord. Y sabe que Lily desprecia su despliegue de poder, su indiferencia y voluptuosidad al respecto. Y odia más que Severus se mantenga cerca de él.
Por lo que fija sus ojos verdes en Severus.
—Sev, ¿Podemos hablar, por favor?
No sabe para donde ira la platica, pero ya se imagina que. Se gira a Edmund, su amigo lo ve inexpresivo, no hacen la conexión mental, no es necesario cuando Severus asiente y Edmund se limita a suspirar, ver a Lily una última vez y asentir de regreso, entonces se va.
—¡Estaré con Evan y los demás! —le avisa una vez está a varios pasos, sin necesidad de más palabras ya sabe que Klaus estará bien enterado. Casi quiere maldecir por lo bajo, pero sella sus labios y se fija en Lily. Trata de verse amable, de ofrecerle una sonrisa, pero ni un músculo de su cuerpo coopera, demasiado cansado y con urgencia de regresar a esconderse.
—¿Qué sucede, Lily? —la anima a hablar, ella suspira y se acerca aún más.
—Nada, solo quería saber como estás— contesta mientras sonríe, gentil y amable, como ella siempre ha sido.
—Vivo— es la única respuesta que puede soltar, porque es cierto, aún sigue perdido y dolido como para estar bien .
Ella ladea su cabeza ante esa respuesta. Su expresión llenándose de ... .pena. Su estómago se retuerce ante esa mirada y no sabe porque, la amargura llega a su lengua y tiene que cerrar los labios con más fuerza para mantener el veneno dentro.
—Sabes que si necesitas hablar, estoy justo aquí —le recuerda, mientras sonríe, y comete un error. El error de alcanzar su brazo y apretar un poco, ese mismo tacto que antes le trajo tanta paz ahora le parece pesado, quemante y casi erróneo. Demasiado, pero no se atreve a alejarse.
—Te lo agradezco, pero estoy…bien —la mentira se desliza entre sus dientes y no convence a ninguno de los dos.
—No tienes que mentirme, obviamente no estás bien. —reniega ella, ahora su voz tomando un tono de duda. —Severus, de verdad estoy preocupada por ti.
No quiere eso, no quiere que Lily se preocupe tanto, sí, se siente bien tener atención y cuidado, pero no de ese tipo, no de ese que viene bañado en pena y lastima a su situación.
—Estaré bien, solo es…un mal trago— intenta calmarla, pero no funciona. La mano que toma su hombro se aprieta un poco más y siente los escalofríos bajar por su espalda.
—Es algo más…¿De verdad estás bien?
Severus ladea la cabeza ante ese tono.
—Sí, lo estoy, ¿Por qué tanta preocupación? —sale mucho más afilado de lo que hubiera querido, pero después de semanas con charlas casuales y pocas palabras al respecto, tanta preocupación repentina es confuso.
Lily se muerde el interior del labio, dudosa de sus siguientes palabras, pero no lo suficiente para no callarlas.
—Hay…rumores, —confiesa con pesadez, viendo a todos lados menos a él—, alrededor de la escuela.
—¿Qué rumores? —pregunta, mientras alza una ceja.
—Sobre tí y…Mulciber.
Cierra los ojos y resopla, claro que hay rumores. Carajo, sabía que los había, y claro que llegaron a oídos de Lily.
—Lily… —Su voz carga todo el cansancio, y eso es suficiente para hacer reaccionar a su amiga.
—Ya lo sé, sé que no te gusta que hable de eso, que no te gusta que te diga nada al respecto, pero esto es demasiado preocupante.
—¿Desde cuándo los rumores se apegan a la realidad? ¡Hace apenas una semana había un rumor de que Banes era un vampiro! No quiero pensar en cuánto pan de ajo recibió.
La verdad fue gracioso, incluso él encontró gracia en ver a Hufflepuff enterado en panes de ajo, pero un rumor chiste de ese modo, ese que no podría hacer más que dificultar su desayuno, no se compara a lo que Lily piensa abordar.
—¡Porque tiene que ver con ellos y contigo! ¡Sev, está mal!
¿Qué, de todo, está mal? ¿Ahora qué cosa hizo mal? ¿Cómo su dolor está mal?
—Te lo he dicho, te lo dije antes.
—Me diste excusas antes. —Corrige ella, su mirada se vuelve más dura, lista para regañarlo— Esto no es un rumor sobre quien es un vampiro, es un rumor sobre que eres de quien— susurra lo último. Severus ladea su cabeza, casi la reta con la mirada a volver a decirlo, a llamarlo de ese modo. Pero Lily no cae, —Hay rumores de que estás con Mulciber .
Oh, eso. Cierto, la mesura se volvió complicada cuando todo su mundo se rompe y Klaus lo mantiene junto con sus meras manos.
—Siempre estoy con Mulciber— quiere huir de esa conversación, su alrededor dejó de ser colorido y la amargura en su lengua pesa. Diría “somos amigos”, pero no lo son, son más , mucho más.
—No, no es así. Ser su sombra no es lo mismo que estar con él así. La boca de todo Hogwarts habla de como no vives sin Mulciber, vas a donde él te lleve, comes lo que él te da, haces lo que él hace, hablas cuando él te habla, y peor, callas cuando él se alza. Ahora te la pasas alrededor de sangre puras, ahora todos te piden tareas y tú las haces, dejas que te usen como fábrica solo porque Mulciber te dice que lo hagas.
Sí, todo es verdad, porque Severus no quiere ir a ningún lado, no tiene apetito para comer, no tiene ganas de hacer nada, no quiere hablar con nadie y se siente tranquilo cuando Klaus puede poner en palabras lo que él no. Los sangre puras no piden más, Severus ofrece más, ofrece más tareas, encargos y favores a cambios de un momento de silencio mental, a cambio de hacer algo que se lleve toda su atención y pueda ignorar el llanto de su alma. Lily no puede saber que Klaus discutió con él por la carga de trabajo, no puede saber que él le pide que se detenga y lo arrastra a dormir cuando se vuelve muy tarde. No, porque Lily solo escucha putos rumores, porque no le ha preguntado, porque nunca le pregunta.
—No es así. —defiende entre dientes, todo su cuerpo tenso. Como el de un gato erizado y maullando en advertencia.
—¡Lo he visto! ¡Lo dejas llevarte y solo te mueves de su lado cuando él te da permiso de hacerlo! —reclama.
—¡No has visto nada!—sisea, dando un paso atrás, por fin es libre del agarre. —¡Nada!
Lily no ha visto nada. No vio al thestral, no vio la muerte, no vio la tumba y no vio su deplorable estado, no vio el abandono, no vio la sangre, no vio la desesperación, no vio el cuidado y amor. No vio nada.
Y claro, Lily no reacciona bien con esa respuesta.
—¡He visto lo suficiente! ¡Te estás volviendo su títere! ¡Ahora más que nunca! Te dije muchas veces que te alejaras, que él solo podía significar problemas para ti y que él nunca sería una buena persona, ¡Y miralo! ¡Miralo ahora! ¡Te tiene como siempre quiso! ¡Como siempre planeó tenerte! ¡A su maldita voluntad!
—¡Está haciendo lo posible por cuidarme porque le importa!
—¡No estás siendo cuidado, Severus! ¡Estás siendo acondicionado! ¡¿Por qué mierda no te das cuenta?! ¡A Mulciber no le importas! ¡Jamás lo harás! ¡Eres solo un mestizo a su lado! ¡Un don nadie a un lado del gran rey! ¡Un juguete que tener y usar! ¡Y lo dejas! ¡Lo permites! ¡Entiendo que es difícil! ¡Que es doloroso! ¡Pero está usando tu duelo para condicionarte a él! ¡Regalos, atenciones y reglas! ¡Mira como te aleja de todos los que se preocupan por ti! ¡Estás peleando conmigo por él! —entonces ella suspira, —Sev, no estás solo, estoy contigo.
Pero ahí estaba el problema, ¿No es así? Que Lily no estuvo ahí.
Ella no estuvo ahí cuando lloró, no lo estuvo cuando despertó llorando a la mitad de la noche, cuando el dolor físico era tan grande que necesitaba dolor físico solo para saber que seguía vivo. No estuvo cuando una señora improvisó vendas para él, cuando se curó gracias a Promfey, no estuvo con él en la sala de espera mientras su madre luchaba por su vida, no estuvo en la morgue, no estuvo en los callejones. Ella ni siquiera había visto la tumba que tantas tareas y pociones vendidas le compraron a su madre.
Y podría perdonar todo eso, de verdad que sí. Lo último que quería era arrastrar a alguien más a su miseria, no la culpaba por alejarse, no la culpaba por todas las dificultades que pasó y ella no vio, de hecho, lo prefería así, prefería mantener ese patético y miserable lado de su vida para nadie más que sus pensamientos nocturnos. Pero el acusarlo de olvidar todo, de dejarse usar por Klaus, cuando Klaus ha movido cielo, mar y tierra para estar con él para conectar con él y acompañarlo. Klaus tiene mil y un más privilegios que Lily, y aun así, tiene más éxito en ser empático, tiene más éxito en demostrar que le importa, que está ahí.
Klaus estaba ahí, Lily no.
—Pero tú no estabas ahí. —la acusa, todo el dolor y frialdad que esa noche le causó regresó con más fuerza, se planta en sus ojos, en su cuerpo y en su magia, todo él acusa a Lily de dejarlo, de abandonarlo. Su postura, su voz, enojada y herida, una parte del duelo que no había afrontado hasta ese momento. Y Lily no está feliz con eso, la culpa la abofetea y siente sus mejillas enrojecer por la obvia y dolorosa verdad.
— ¿Y donde estaba Mulciber? ¿Ah? ¡Por qué no creo que ese cabrón haya cruzado la división por ti! ¡No lo vi manchar sus costosos zapatos para acompañarte en el panteón! ¿No estaba muy ocupado gastando sus galeones en alguna ostentosidad que no necesita? Dime, ¿Dónde estaba tu amado Mulciber, Severus? —Ataca, pero Severus ni parpadea mientras contesta.
—En Nigeria, ¿Cual es tu excusa?
Sí, ¿Cuál es la excusa de Lily? Sus colonias son vecinas y todos saben dónde está el panteón, bastaría con preguntar al cuidador para saber donde estaba la tumba correcta, no más de diez minutos caminando. Klaus estaba en otro continente, con Severus sin posibilidad de mandarle un carta para decirle todo, ¿Pero Lily? Ella vivía a un lado. ¿Por qué no estaba ahí?
Lily abre la boca, lista para refutar, pero no sale su voz, no salen palabras. Sus ojos cristalinos mientras ve a su mejor amigo.
Abandonado y dolido, enojado con ella por irse, por no voltear sobre su hombro. La acusa de dejarlo. Él no puede saber que ella no podría haber hecho nada. No ve como todos los sangre puras juegan con Severus, como se volvió un títere sin voz con ellos. Porque esa pelea con ella simboliza que tiene suficiente fuerza para pelear con lo que no le gusta, pero no pelea contra como es utilizado, no pelea contra quienes quieren usarlo.
—Él es cruel, ruin y malvado, —le dice, sin dejar caer las lágrimas y todo su cuerpo tenso— me amenazó a mí y a Marlene porque traté de advertirte sobre sus intenciones, y ahora, miralo, te tiene todo para él.
—Y que poco tiene para sí— le responde Severus. Ni un rasgo de emoción en su rostro. —crucificar a Klaus no quitará la verdad.
—Amarlo tampoco lo hará.
Severus da un paso atrás, y después otro, herido. Y asustado, porque ahora Lily lo sabe, sabe el amor que siente.
—Pero al menos lo hace mejor. Al menos a él le importa.
—¡A mí me importa! —rebate, pero en vano.
Los ojos de Severus están perdidos, su mundo gris y oscuro otra vez, la emociones que había encapsulado escaparon de su control, toda esa discusión es un claro ejemplo del porqué se ocultó del mundo, del porqué uso a Klaus tanto tiempo; porque cada vez que sale e interactúa con él alrededor, de un modo u otro, sale herido, y en ese estado, simplemente no puede hacerlo. No puede soportarlo. Su pecho tiene un hoyo que se traga toda la felicidad y calma que sintió ese día. Solo quiere regresar a cuarto y hacerse ovillo en un rincón oscuro, abrazar sus rodillas y esperar a que todo pase, a despertar que nada sea real.
—No se siente así.
La primera lágrima corre por la mejilla de Lily y Severus suspiró.
—Hablemos después, no puedo hacerlo ahora.
Y sin darle oportunidad de decir algo más, se va. Camina fuera del pasillo.
Todo su cuerpo entumecido y adolorido por tanta tensión, por enojo, tristeza y duelo, porque con su madre también murió la idea de que a Lily le importa, que ella puede perdonar lo que está mal si le trae consuelo a Severus. Charity puede hacerlo, Charity, que odia a Klaus, cada respiro que exhala, puede perdonar su existencia cuando le trae calma a Severus, Aurora puede perdonar su dependencia cuando Klaus lo anima a separarse. Ambas chicas ponen sus ideas de Klaus a un lado cuando ven el trabajo que hace por poner a Severus sobre sus dos pies de nuevo. Lily no.
¿Cómo puede ser que todos están ahí menos ella? ¿No era ella su mejor amiga? ¿Su confidente más cercano? ¿Por qué ella no puede perdonar? ¿Porque, si no lastima a nadie?
Es demasiado y muy doloroso.
Entonces un detalle llama su atención.
¿Klaus amenazó a Lily? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Después de que Severus le pidió no hacer nada? ¿Mantenerse fuera de sus problemas? ¿Por qué no confiaría en él para arreglar su propia situación? ¿Por qué atacaría a alguien que él ama? ¿Por qué Klaus haría algo así? ¿Por qué lo haría a sus espaldas? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Sus pensamientos son como un accidente de trenes, más y más vagones chocan entre sí, todos pierden forma y se vuelven un bola de metal y acero que arde, sin inicio ni final, dirección o lógica, mil y un cosas al mismo tiempo bajo la presión de sentimientos aún más destructivos y poderosos. Cualquier pensamiento decente se pierde en la nada mientras avanza por los pasillos.
No tiene que preguntar dónde está, Klaus tiene un marcado lugar para descansar.
Y lo ve, al final del pasillo, en esa jardinera, sentado en una de las bancas de piedra con Evan, Edmund, Wilkes y Vanity. Tan campal, riéndose de cualquier cosa. Acelera el paso, ansioso de respuestas a porqué, porque ahora, ¿Porque?
No se fija y no le importa cuando alguien se atraviesa en su camino. Sin mayor dificultad, lo empuja fuera con una sola mano y más fuerza de la necesaria.
Y claro, ley de Murphy, todo sale tan mal como puede salir.
—¡Muevete, jodido inutil!
Pettigrew es empujado con fuerza, sus pies se confunden y pierde el equilibrio, sin querer empujando a Lupin y él a Black, una cadena de desastre donde Black evita que Lupin se caiga y solo la rata termina en el suelo. A Severus no le puede importar menos, concentrado en llegar al otro lado del pasillo, a donde están las bancas de piedra.
—¡Oye, puto idiota! ¿¡Ya no ves por donde vas?! —grita Potter, sacando su varita, pero Severus es más veloz y las gafas de Potter terminan a metros de distancia.
—¡El pendejo ciego eres tú!
Black entonces saca su propia varita, ambos enojados.
Los ojos grises relampaguean furiosos y emocionados por una pelea mientras los ojos negros absorben cualquier debilidad, sin brilllos de temor, mera ira y determinación. Severus da unos pasos para atrás, no por miedo si no por estrategia, y sabe que hizo bien cuando una tibia sensación recorre su cuerpo. Black frunce aún más el ceño.
—¡Te ves bien para un muerto, Snivellus! ¡¿Nueva rutina en la morgue?
—¡Gracias! ¡¿Nueva rutina en mierda de troll?!
—¡Las has de conocer muy bien! ¡¿Será porque tu madre era un troll?!
—¡¿Y la tuya una puta arpía?!
Los rumores sobre como muchas cosas cambiaron durante esas vacaciones. Como se fueron de quinto es demasiado diferente a como regresaron a sexto año. Primero con Snape andando como un fantasma por los pasillos, luego como se vuelve la sombra de Mulciber. Y, sobre todo, como esa rivalidad entre Slytherin y Gyrrfindor se volvió más violenta que nunca.
Con Snape más reactivo que antes, sus hechizos más crueles y su lengua más venenosa.
Los rumores dicen que Snape hizo un trato con Mulciber, que consiguió parte de su fuerza y poder. Que hizo un trato con los Malfoy, y consiguió su protección y cuidado. Porque mientras hablan, los sangre puras cercanos tienen un ojo atento a todo.
Frente a frente. Ojos grises y ojos negros.
Ambos están enojados, ambos están heridos, y no saben qué otra cosa hacer más que culpar y castigar al otro por su dolor personal. Porque Sirius Black fue exiliado de su familia, borrado del tapiz familiar, su título como heredero ahora le pertenece a Regulus. Las mismas personas que antes buscaban su aprobación ahora voltean el rostro, negadas a ser vistas con él. Puede fingir que no le importa, que siempre fue su intención, que era lo que él más deseaba, pero no engañaba a quien conocía la desolación.
Ambos perdieron a sus familias este verano. Y odian que encuentren similitud uno con el otro, por eso es mejor destrozarse, porque así nada los acerca. Desde este verano, ya no le importa, no le importa que sean más, no les importa que sean más fuertes, los odia. Odia a los merodeadores con todo su corazón, los odia por todo lo que significan, todo lo malo que le sucede en la vida es por su culpa. No está para escuchar razones, solo puede sentir asco, repulsión y odio al verlos juntos o por separado.
Por eso ya no huye, no silencia sus pasos, no intenta esconderse, camina en los pasillos como el alumno normal que le negaron, con el derecho que todos los demás, sin importarle un carajo. Regresa los insultos, los envenena, los lastima, ellos se volvieron su bolsa de golpear tanto como él mismo Severus la fue.
Puede respetar que Black de hecho lo enfrenta por su cuenta, que, a diferencia de Potter, él busca una pelea uno a uno para calmar su ira, sin tener que dividir su atención en ayudar a su amigo, puede centrarse en lastimar al mestizo.
Así son encontrados por la turba, con Lupin intentando alejar a Black y Severus en espera del inminente fracaso.
—¡Sirius, basta!
—Escucha al perro, Black— sisea Severus.
—¿¡O qué?! ¡¿Llorarás con mamá?! ¡Oh, espera! ¡Está muerta!
Ante eso, incluso Potter deja de buscar sus anteojos y voltea, no hay diversión en su rostro, mera sorpresa. Lupin lo ve horrorizado y hay miles de voces alrededor, pero Severus no puede oír nada.
Como un dong, el mundo se calla y sus oídos zumban, la sangre en sus venas arde con la fuerza de mil fogatas, el enojo anterior se vuelve una ira abismal. Todo lo que vivio regresa a él como una catarata, toda imagen, sensación y pensamiento regresa y lo abofetea en la cara. Porque no solo Lily sabe, no, Black sabe.
El sonido de su nombre se pierde en su ira.
—¿Y tú qué harás? Si ni siquiera tu hermano puede amarte ahora.
Klaus no es lo suficientemente rápido como para detenerlo, ni a él ni a Black. En un momento es tacleado al suelo por Black. Las varitas olvidadas en una pelea casi animal.
Enojo, ira, dolor y tristeza. Cada uno convierte al otro en todo su dolor y busca destruirlo a como dé lugar.
Severus ignora el dolor de los puñetazos, Black ignora el dolor de los arañazos.
Giran en el suelo una vez más, sangre sale de ambos.
El encuentro dura apenas unos segundos, menos de un minuto y medio cuando un hechizo derriba a Black de encima y unos brazos lo sostienen. Pelea por ser soltado, por regresar a golpear a Black, porque golpearlo es correcto, porque ese bastardo es todo lo que odia, lo que nunca será y lo que puede lastimar sin culpa.
La risa amarga sale en vez de lágrimas, un gran disfraz, uno que hace enojar aún más a Black, que forcejea contra Potter y Lupin, mucho más salvaje que él. Los brazos que lo aprisionan lo hacen girar, lo alejan de la vista de Black y colocan contra la fría piedra de una columna cercana. Se sacude para ser soltado.
—¡Severus! ¡Carajo, calmate! —grita una voz que conoce demasiado bien.
La fuerza abandona sus músculos, el aire por fin entra a sus pulmones y sus ojos vuelven a enfocar, la magia alrededor atraviesa las barreras propias y se unta a su cuerpo, un bálsamo para relajar sus músculos, los cuales aún tiemblan y cosquillean por la adrenalina.
Mira abajo, hacia los brazos que lo rodean e inmovilizan; piel oscura y anillos en sus dedos. Gira solo un poco su torso y lo ve.
Klaus está alterado, alarmado y espantado por decir lo menos. Sus ojos dorados se pasean entre Severus y la conmoción. Cuando nota la mirada de Severus, una mirada consciente y presente, exhala pesado y sus brazos se aflojan solo un poco, aun inseguro. Severus lo mira, su rostro serio y asiente, su cuerpo ya más relajado y sin dar pelea. Klaus afloja sus brazos, permite que Severus se de vuelta se aferre a uno de sus brazos, pega su mejilla contra el hombro de Klaus mientras respira agitado, Klaus lo recibe y aprieta más contra él. Está enojado, furioso, pero también está perdido. Desorientado. Demasiadas cosas y lo único que sabe con seguridad es que Klaus está ahí.
Respira un par de veces, escucha el murmullo de Klaus, “Eso es, respira”, “Calma”.
—¡Basta todos! ¿¡Que meirda paso aquí?! —La voz del prefecto de Hufflepuff rompe la pequeña calma que logró obtener, la turba se dispersa ante la presencia de una autoridad mayor. Severus se aferra aún más al brazo de Klaus, un sonido estresado sale de su garganta pero Klaus lo calla gentil con una mano en su nuca. Su otra mano apunta su varita hacia Black y dice el contrahechizo, los rasguños alrededor de Black se van, esconde su varita rápidamente.
El prefecto mira a Black, golpeado y débil por el daño, y después a Severus, sostenido por Klaus. No es difícil sumar dos más dos.
—¡¿Peleas en los pasillos?! ¡¿Otra vez?! ¡¿Qué son ustedes?! ¿¡Putos animales?! ¡¿Quién de los dos comenzó?!
—¡Black comenzó! —acusa Evan, con su dedo señala a Black.
—¡Snape pasó y sin querer empujó a Pettegrew! ¡Fueron ellos quienes lo insultaron!—sigue la historia Vanity.
—¡Fue Black quien lo tackleó y golpeó primero! —acusa Wilkes.
—¡Fue Snape quien atacó primero! —refuta Potter.
—¿Lo hice, Klaus? —pregunta contra su hombro, a lo que Klaus ve al prefecto con una sonrisa peligrosa.
—No lo hiciste, Verus.
El prefecto de Hufflepuff mira alrededor, ligeramente pálido mientras analiza a todos los sangre puras presentes, todos asienten a lo que escuchan y señalan con sus ojos a Black. Sin más opción, el chico se voltea a los merodeadores.
—5 puntos de Slytherin, 30 puntos de Gryffindor. Black, irás con el director bajo mala conducta, tu última advertencia del mes.
Y con eso todo se dispersó. Severus vio sobre el hombro de Klaus la mirada confundida y encolerizada de Black, que miraba a todos los sangre puras con odio, odio de que lo acusaron, de que prefirieron al sucio mestizo sobre él. Hubiera sentido satisfacción si no fuera por la vibración de sus oídos y el latido de su corazón.
Demasiado, demasiado.
Se suelta de Klaus, este lo deja ir, pero la confusión y alarma es clara. Lo ve unos segundos, todo su alrededor da vueltas, todo es demasiado y tan poco al mismo tiempo.
—¡¿Qué carajo fue eso?! —escucha la voz de Evan.
—Amigo, no te ves bien— ese es Edmund.
—¡¿Cómo se va a ver bien?!
—Mira sus ojos.
—Ay, carajo, ¿Se pegó en la cabeza?
Nada tiene sentido, nada tiene forma, todo duele, los golpes arden, su corazón se hunde y su estómago está dando vueltas.
—Verus— la voz de Klaus lo llama, suave y gentil, una soga que lo tira hacia la estabilidad.
De un chasquido, sólo Klaus es visible, sus ojos dorados.
—Atacaste a Lily— susurra, para que solo Klaus escuche.
El rostro de Klaus se endurece, pero intenta acercarse.
—Podemos hablar eso después. —Intenta alcanzarlo pero Severus da un paso para atrás.
—La amenazaste.
—Verus, por favor, ahora no–
—¡Lo hiciste a mis espaldas! —reclama, la ira sin calmar, el dolor sin parar y la herida sin atender, sangra a través de palabras. — ¡Lo prometiste! ¡Dijiste que me dejarías manejarlo!
Y eso parece ser suficiente para Klaus, que aprieta los dientes.
—Te deje lidiar con su estupidez y caprichos, como pediste, pero dejarla insultarte y hacerte sentir de la mierda no estaba en el trato, no prometí nada. —Sisea Klaus, enojado con la sola mención de esa sangre sucia. Pero es la acción equivocada.
— ¡¿Cómo pudiste?! ¡Independientemente de todo, yo la quiero! ¡Y la heriste! ¡Actuaste a mis espaldas para lastimar a quien quiero!
—¡Ella te lastimó primero! —se defiende Klaus. Pero no es suficiente, Severus lleva sus dos manos a su cabello, despeinado y hecho un desastre, siente sus uñas arañar su piel, pero no le importa. Le da la espalda a Klaus y camina como un león encerrado. Evan y Edmund intercambian miradas, alterados en igual medida.
—¡¿Podemos dejar esto para después?! ¡Estás sangrando! —casi ruega Klaus, pero Severus se gira de golpe y lo señala. Klaus se congela ante los ojos llorosos de Severus, sus ojos negros agritados de dolor, confusión y ardor.
—Confié en tí, y me traicionaste. —acusa, y aunque su voz pretende ser fuerte y seria, se rompe al final. —¿Por qué?
—Verus— llama, tan amable, preocupado y herido por la acusación, —puedo aceptar lo que hice mal, puedo disculparme, lo haré, pero ahora eso no importa, estas— No lo deja terminar antes de darse la vuelta y huir de ahí. — ¡SEVERUS!
Klaus quiere alcanzarlo, corre tras de él, pero es Evan quien lo detiene. Se mete en su camino y bloquea desde el pecho.
—¡Suéltame! ¡Me necesita! —pelea contra el agarre de Evan, pero Evan no cede, logra hacerlo retroceder unos buenos pasos con un empujón tan fuerte como para casi tirarlo.
—Vendrá a ti cuando esté listo.
—¡¿Qué?!
Edmund entonces se mete entre ambos.
— Necesita afrontarlo, lo conoces, sabe que se niega a sentir hasta que sus límites se rompen. Necesita soltarlo todo, regresará cuando deje de pelear consigo mismo. Si ahora lo persigues no vas a lograr más que herirse uno al otro.
Klaus mira a Edmund y a Evan, y después por donde se fue Severus, su pecho se aprieta, se aprieta ante lo que pasó, ante la mirada, las palabras, la desolación en el rostro de Severus. No quiere dejarlo solo, no quiere hacerlo esconderse durante su peor momento, quiere sostenerlo y volverlo a pegar a su costado, pero Edmund tiene razón. Severus necesita espacio para conectar con sus emociones. No le gusta, pero obedece. Solo ruega a Merlín porque Edmund tenga razón en lo que dice y que Severus de verdad regrese a él.
Severus no estaba pensando con claridad cuando huyó de Klaus. Solo estaba pensando como una mente animal: alejate de lo que duele.
Duele estar enojado con él, duele acusarlo, señalarlo, duele no aceptarlo. No quiere eso. Incluso ahora, incluso con el conocimiento de que usó su presencia, magia y poder para imponerse sobre Lily, solo fue en palabra. No sabe con qué la amenazó, no sabe cómo fue la conversación, pero en todo escenario posible, Klaus lleva la mano ganadora. Al igual que él, Lily era una sangre sucia, sin posibilidades de ponerse al tú-por-tú con un sangre pura como Klaus, parte de los sagrados 28.
Herirlo, Klaus dijo que Lily lo hirió primero, que se volvió contra ella cuando lo hizo sentir menos, y con pesar se da cuenta que no está seguro de cuándo fue, cual ocasión. Porque de un tiempo para acá, se siente más lejos de Lily de lo que nunca había estado.
Tan lejos, abandonado y desacreditado, antes podía con eso, podía luchar contra ese sentimiento de insuficiencia, de esos infantiles celos de ya no ser el más cercano a ella, pero ahora, ahora se sentía como una daga de hielo clavada en su corazón. Perdió todo en un solo verano, en un solo día.
Se fuerza a respirar. Inhalar y exhalar.
Cuenta cinco cosas que puede ver, cuatros que pueda escuchar, y tres que pueda sentir. Un ejercicio para aterrizar cada parte de su mente en la realidad, para subir a la superficie del torrente emocional y no quebrarse en un pasillo cualquiera. No es hasta ese momento que se da cuenta dónde está.
Cerca de los pasillos traseros, desde donde está puede ver el bosque prohibido y todo el valle. Deja el aire sople en su cara, mueva su cabello y ropa, llene sus pulmones y refresque el ardor de su cuerpo, ahora que está más tranquilo, lejos del ruido del mundo, lejos de todo ese sofocante ruido, de verdad es consciente de que sucede. Sin un libro en sus manos para enterrar su nariz y sin un caldero en el que obsesionarse, sus pensamientos y sensaciones reclaman su atención.
Su mejilla y mandíbula duelen, sus costillas y antebrazo también, al bajar la mirada por su hombro, puede ver su túnica rota, sobre su piel: un profundo rasguño. Seguro resultado de cuando Black lo tackleó sin haber soltado su varita. Los Black y su necesidad de usar sus varitas como armas blancas.
La sangre mancha la tela de la manga y provoca que se pegue a su piel, algunas gotas llegan a sus dedos. Suspiro, Narcissa estaría molesta por el descuido, tal vez podría pedirle a Naackú sí podría remendar, eso sí el elfo no estaba enojado con él por su discusión con Klaus. Suspira una vez más mientras se recarga en la piedra, viendo el cielo. Dentro de poco anochecerá y la hora de cenar se acerca a la par. No tiene hambre, no quiere comer, no quiere entrar a Gran Comedor, no quiere escuchar a nadie, por lo que cierra los ojos y apoya su frente contra la fría piedra. Su cabeza duele un poco pero cuenta los minutos de memoria para que deje de hacerlo, no solo él es un ser de hábitos, sino que Black golpea con más honor y menos fuerza que Tobías, por lo que recuperarse del golpe de su cabeza le tomará menos.
Cuando vuelve a abrir los ojos, una figura está en el cielo. La sigue con los ojos a falta de mejor idea, sin nada que hacer, nada que ver y nada que decir, una sutil distracción para su tristeza y cosquilleo emocional.
Entonces nota un detalle, pequeño y ligero detalle: él conoce esa figura.
Se endereza en su lugar y se separa de la piedra mientras observa con más atención. Cabello negro, rulado y corto, un set de deporte y una escoba de ultima generación, Regulus en modo de entrenamiento. Ladea su cabeza mientras lo sigue con los ojos. Lo ve perseguir algo invisible con velocidad y precisión, cambios repentinos de dirección, equilibrio y balance, fuerza para sobreponerse al viento y gravedad. Toda esa rutina dura poco antes de que Regulus baje de nuevo a tierra. Y… ¿está haciendo lagartijas?
Algo no anda bien. Sí, Regulus es un aficionado del deporte, ama estar en la escoba, ama jugar y ser el mejor buscador, veloz y certero, siempre atraviesa el cielo como un flecha, experto en romper el viento a su favor y con una percepción de su alrededor que raya lo paranormal, no por nada es capaz de encontrar la mosca dorada en minutos.
Pero una cosa es ser aficionado…y otra estar solo un sábado, casi al anochecer, entrenando en el aire y después en el suelo.
Podría darse vuelta y dejarlo, podría centrarse en su propia miseria y desentenderse de ello, pero no puede. Cualquier distracción a su propio dolor es bienvenida…y no es tan cruel como para dar el hombro frío a Regulus. Por lo que en total silencio va a donde él .
Se esconde entre las sombras cercanas, entre los árboles y espera.
Lo ve levantarse y regresar a su escoba, lo ve soltar la snitch y contar hasta diez antes de salir disparado a por ella. De nuevo se mete en el aire, en ese baila con el viento para intentar atraparla. Fracasó por centímetros y bajó de nuevo a la tierra. Con un gruñido derrotado, trajo la pelota dorada, la aseguro y después cayó al suelo, otra serie de lagartijas.
Minutos y medio, contó Severus desde su puesto.
Sus ojos recorren a Regulus, de arriba a abajo. Todo el ejercicio está dando sus frutos en él, con sus brazos, espalda y hombros bien trabajados y marcados, pero incluso con sus músculos fuertes…sus brazos tiemblan cada que empuja su peso para arriba. Su piel brilla por el sudor, tierra por todo él, seguro de las veces que no logró recuperar el equilibrio. Y su rostro…
Regulus está exhausto, dolido y no sabe qué hacer con sus emociones, carajo, Severus quiere golpear madera por la coincidencia. Entonces el terco adolescente se levanta. Sus manos temblorosas alcanzan su escoba, adolorido y cansado. Pero antes de ser capaz de volver a montarse en ella, una voz interrumpe su concentración y rompe la burbuja de soledad y silencio.
—Es suficiente.
Regulus salta mientras se gira, su expresión como si hubiera visto un fantasma, aunque Severus está muy seguro de que luce como uno, se siente como uno después de todo.
—¡Sev! ¡Yo—No te oí llegar! —le dice mientras exhala y se relaja, una mano en su corazón para calmar su pulso. Tal vez debió anunciar que estaba cerca.
—Te ves terrible— es lo primero que sale de su boca. Regulus frunce el ceño y farfulla.
—Tú no te ves mejor.
—No, de hecho creo que los dos estamos hechos mierda. Pero tu estas apunto de desmayarse.
Se quedan en silencio, sin saber cómo abordar el tema.
—¿Cómo estás? —pregunta inocente Regulus,viendo a Severus de reojo.
—Tan bien como me veo.
—Oh…
—Y adivino que tu estas peor de lo que te ves.
—¿Auch? —finge ofensa Reg, pero suspira, su mirada perdida en el cielo, Severus sigue su mirada. El cielo ya comenzó a pintarse de rojo y dorado, en definitiva la cena ya comenzó.
—¿Que te tiene así? —pregunta de repente Severus.
—Nada, solo entrenaba.
—Cuando entrenas, no pareces un cadáver— le recuerda, porque él ha visto cuando Regulus entrena, cuanto se cansa, como el esfuerzo le cobra una pesada, pero al final siempre tiene un brillo a su alrededor, un brillo de gusto cuando es capaz de ver los resultados de sus esfuerzos y sacrificios.
Ahora no hay nada más que vacío, cansancio y pesadez. Regulus no entrena para mejorar, entrena para distraerse y sacar algo bueno de su dolor. Desesperado por consuelo, lo busca en la única actividad que le trae bien estar, no es diferente a cuando Severus se entierra en pociones complejas o venenos imposibles. A veces son tan similares que sorprende a Severus.
—No es nada, es tonto— trata de quitarle importancia.
—Seguramente, pero si pregunto, es porque quiero escucharlo.
Regulus lo voltea a ver, esos ojos grises lo miden, escanean, buscan en él, en sus palabras algo, lo que sea. Bajo toda esa tristeza, bajo toda esa desconfianza, Severus puede ver ese brillo de ansia, de anhelo a… seguridad, como un niño que pide a alguien que se detenga y lo escuche de verdad. Lo reconoce porque alguna vez fue ese niño, porque esa tarde en el hospital, tuvo esa mirada cuando logró agarrar a una enfermera.
—Tú…¿Sabes a dónde se fue Sirius cuando salió de la casa? —pregunta mientras desvía la mirada.
—Sí. Evan me contó que los Potter lo acogieron.
—Sí, Potter es su mejor amigo en el mundo, su familia lo recibió cuando Sirius… desecho a la suya. —Todo el cuerpo de Reg se tensa, sus ojos grises regresan al cielo, como si en las nubes pudiera encontrar la respuesta a una pregunta no dicha, como si las estrellas fueran a explicarle la razón de lo que pasa, — Porque Potter es lo mejor que le pasó en la vida, proque Potter es su mejor amigo… Porque yo no soy Potter. —Y todo el dolor que viene cargando cae en esa última parte. En que Regulus no es Potter, no es el refugio de su hermano, no es una razón para que Sirius se quede, no fue suficiente para hacerlo aguantar más, porque Sirius, al desechar a sus padres, lo deshecho a él también.
Severus se acerca un poco más, dudoso de que hacer. Pero Regulus se rie amargamente, sus ojos aun hacia el cielo cada vez más oscuro.
—¡Lo llamó “Hermano”! ¿Puede creerlo? Lo dijo…lo llamó su verdadero hermano, su verdadera familia… Yo pensé, de verdad pensé que su problema era con nuestros padres, que quería reemplazarlos con el matrimonio Potter, no lo habría culpado por eso, —Y una risa aún más amarga sale de Regulus, un débil intento por distraer de las lágrimas en sus ojos, del rompimiento de su voz y la dureza de su cuerpo— Pero no. Yo también ... .yo también fui reemplazado. Yo…. —Regulus ahogó un sollozo, bajando la cabeza al suelo, —No valí la pena como hermano. Tanto que…también me quito eso. Me abandonó, me reemplazó, fui tan insignificante para él porque yo…no soy…Potter—y las lágrimas caen por las mejillas de Regulus.
No se le ocurre hacer nada mejor que tomar el hombro de Regulus. Tocarlo no fue la quemante sensación que tenía antes, no se siente forzado ni incorrecto, no duele. Sube y baja su mano a lo largo del brazo de Regulus, un silencioso consuelo.
—No vale la pena.
—¿Qué? —Regulus lo ve entre lágrimas, su pecho se tuerce ante la vista de un Regulus tan destrozado. NO sabe que hacer, las palabras se enredan en su boca mientras piensa.
Él jamás tuvo un hermano, pero no es un desconocido al sentimiento de abandono, lo sabe, conoce la amargura, el frío y el dolor. Quiere ayudar, quiere hacer algo más que solo verlo mientras se desmorona. Verlo llorar, verlo sufrir por lo que hizo su hermano puede con Severus, Regulus obtuvo una familia rota más allá del reparo, muertos en vida para ellos mismos, y eso es peor. Peor porque Regulus no es cruel, no tiene en sí esa malicia ni ese rencor, al menos no así.
—No vale la pena llorar por él. —Su lengua se mueve sola.
—¡Es mi hermano!
—Pero no te está tratando como tal, ¿O sí? —Regresa. Nunca ha sido bueno al consolar a nadie, ni siquiera a sí mismo. Pero si quiere recuperar la confianza de Regulus, no puede hacerlo como es convencional, porque el mejor consuelo que recibió antes de Klaus fue una palmada en la espalda de una señora que lo vio con lastima, no iba a darle ese sentimiento de insuficiencia y amargura a Regulus, —Miralo, sonriente y feliz de estar del brazo con Potter, no se molesta en pensar en lo que causó. Sirius Black es egoísta al dolor que causa. Llorar por él no vale la pena. Tu no fallaste como hermano, podrías haberle dado tu carne y aun así se habría ido con alguien que le prometiera huesos— Regulus baja la mirada, aún hay lágrimas en sus ojos, pero piensa en las palabras. —Agarro lo que tenía a la mano, deberías hacer lo mismo.
—¿Hacer lo mismo? ¿A qué te refieres con eso?
—¿Quién ha estado tras de ti todo este tiempo? —pregunta, y no espera antes de responderse —Barty se está desviviendo por darte consuelo, es hijo único, no entiende tu dolor pero quiere ayudarte, piensa en ti como el hermano que no tuvo jamás. Eres más que suficiente para él, eres suficiente todos los días. —Entonces Severus llevó su mano al cuello de Regulus,forzandolo a encararlo, así, con las emociones brillantes en sus ojos y su herida expuesta, Regulus luce como el niño herido que es, —No vale la pena llorar por él, por un hijo de puta egoísta, así que recupérate de una vez y aférrate a tu verdadero hermano. Barty se está quedando sin ideas y no quiero apagar un incendio.
Regulus se ríe bajito ante lo último, es cierto, Barty sería capaz de hacer un incendio a partir de velitas si pensara que eso lo haría feliz. Obedece a Severus y limpia las lágrimas que corren por sus mejillas.
—....Gracias.
—No me agradezcas, hazme caso— le pide, da un ligero apretón al costado del cuello de Regulus y retira su mano, Regulus da una pequeña sonrisa y asiente, volviendo a desviar la mirada hacia la nada.
—...¿Por qué no estás con Klaus? —Severus suspiró, sí, ya se esperaba esa pregunta.
—Una ligera discusión, necesitaba aire fresco— le dice sin entrar en detalles, porque realmente no quiere entrar en detalles. Regulus acepta su respuesta sin presionar. Sintiendo que la temperatura iba a bajar y la luz extinguirse, se endereza y desvia la mirada— Ahora, vete a bañar. No soy quien para criticar pero si encuentro indecente ir a cenar apestando a sudor.
—¿Vas a…venir de nuevo a las prácticas?
—Alguien tiene que asegurarse de que tu y Barty no terminen bajo arresto por incendios provocados.
Regulus se rió y reclamó que fue un accidente lo que pasó en el festejo de Edmund, desde ese día ninguno de esos dos tiene permitido estar cerca de velas de cumpleaños. Lo ve desaparecer entre las sombras y suspira.
Fue una suerte que Promfey aceptara atenderlo, exigiera explicaciones y se tragara mentiras que invento sobre una caída cuando estaba jugando con Klaus, ella sabe la verdad.
Y una vez el corte en su brazo se fue y todo moretón fue atendido, se fue. Derechito a su dormitorio, y ya ahí, derechito a su cama. Se quitó las túnicas sucias de sangre, polvo y tristeza, casi pesado, fue como quitarse el peso del día, la tira bajo su cama y se apresura a ponerse una pijama.
Baja el doncel de la cama y se entierra en las cobijas.
Su cansancio hace su trabajo en arrastrarlo a la inconsciencia, en aceptar la oscuridad alrededor y fundirse con ella hasta que todo se detiene.
Pero claro, nada dura. Ese pequeño consuelo dura apenas minutos para él. Las imágenes de su madre muerta aparecen, sus llantos y dedo señalado en su dirección, la espalda de Lily mientras lo acusa, mientras lo critica, sus ojos sobre su hombro lo ven con desprecio y repudio, entonces las manos de Tobías toman su cuello y lo hunden hasta el fondo de un mar negro, lo sostiene del cuello y lo ahoga entre agua y presión, su muerta madre no puede hacer nada más que esperarlo para yacer juntos en una tumba, y Lily grita que no esta bien, que no debe actuar así, que no debe ser tonto ni necio. Su luz se aleja cada vez más mientras la escucha decir que no vale la pena más. La suave melodía es reemplazada con amarga burla, la burla de voces que conoce bien, voces que ríen y disfrutan el show, el show de verlo destrozado, desarmado y a la merced de alguien más grande, como un pájaro entre las mandíbulas de un lobo. Todo duele, todo es frío, todo es demasiado.
Se despierta de un salto. Jala aire tanto como puede, sus manos a su cuello. Desesperado por liberarse de las manos imaginarias, sus manos tiemblan, su cuerpo tiembla y, aunque nada lo está tocando, no puede reunir suficiente aire.
No tiene palabras para el terror, para el dolor. El aire frío arde al entrar por su nariz, no ofrece ningún consuelo. Los ojos pican con lágrimas que no sabe cómo secar, el único modo de detenerlas sería arrancandolas y aun así hablarían con ellas su alma entera. El nudo en su estómago se aprieta tanto que se encorva por el dolor, pero su pecho, su pecho duele de lo vacío que está. Nada funciona, nada ayuda, todo duele.
Se levanta casi desesperado de la cama, se avienta al suelo de la recámara, con sus piernas igual de débiles que el resto de su cuerpo, simplemente cae a un lado de la cama. Su varita es sostenida con dificultad, pero logra invocar un tempus. 1:45 a.m.
Jadea exhausto pese a solo despertar y deja caer su varita al suelo. Se sienta en el suelo contra su cama, trata de inflar sus pulmones, dentro y fuera, dentro y fuera, trata de detener su corazón, de calamar el palpitar, de dejar de sentir tanto jodido frío.
Las imágenes regresan, picotean su cráneo sin piedad, lo hacen sangrar mientras se cobre de un peligro imaginario, sus rodillas en su pecho, sostiene su cabeza entre ellas, pero esa posición solo sirve para proteger su cuello y rostro de golpes físicos, no de las garras de su corazón. Cierra los ojos tan fuerte que ve puntos tras los párpados, lo que sea con tal de evitarlo, evitar esa caída, evitar ese tornado de mierda. Porque eso sucede. Eso sucede cuando decide entrar en el mundo exterior, cuando sale de su motorizado intento de rutina, cuando se engancha y vuelve a pensar con completa facultad y sin lógica total. Regresa. Todo regresa. Y él no es tan fuerte para lidiar con todo.
Se arrastra hasta el borde de la cama, la madera sirve como ayuda para separarse del suelo, para regresar a la realidad, pero la realidad es lo que quiere evitar, ¿No?
Quiere correr, huir, podría…podría intentar un elixir de luna, sí, podría hacerlo, cortar la raíces para cortar las emociones, revolver el caldero para olvidar sus penas. Podría aprovechar las horas de la madrugada para sacar provecho, sí, sí, puede hacer eso y–
Su incapacitada huida se detiene antes de empezar.
Un movimiento, una fuente de calor. Voltea lentamente.
Justo ahí, enfrente de su propia cama, está la de alguien más, la de la única persona con suficiente calor como para compartir y acoger su corazón.
Recuerda las palabras de Klaus, recuerda su cariño, su suavidad y gentileza, una que nunca creyó probar hasta que Klaus llegó . Lo ve con la mínima luz del cuarto, apenas unas esferas que brillan menos que una vela consumida, pero dan la cómoda penumbra. Resulta que a Evan no le gusta estar en completa oscuridad, y esas burbujas brillantes daban tan poca luz que no interrumpían el sueño de nadie.
Con ellas puede distinguir la forma de Klaus, su gorro de seda para proteger sus trenzas del movimiento nocturno, la fricción que las eriza y despeina, su pijama sin mangas y cobijas costosas. Rostro relajado. Incluso dormido y noqueado, puede ver lo guapo que es, y desde donde está parado, puede sentir su calidez. No sabe si es el frío el que actúa primero, el anhelo el que lo apoya o simplemente es la desesperación más primitiva en su ser que busca algo a lo que aferrarse para no morir en soledad. En un momento está a pies de la cama de Klaus, se sujeta del barandal de madera para no caer, sin fuerza ni ganas, sin voluntad ni energía, las lágrimas pudieron con él, se derraman sobre sus mejillas, una sobra la otra, un apresurado paso. Sus ojos no dan abasto a la catarata que exige salir, todo el dolor que no mostró en un mes ahora lo aplasta.
Ve al suelo,e n busca de valor, de respuestas, si, se acercó, ¿Pero ahora que? ¿Solo… se queda a su lado? ¿Espera a la mañana como un rarito a un lado de su cama? ¿Tan siquiera Klaus estaría interesado en recibirlo? El veneno que escupió esa tarde quema su lengua y no sabe si fue suficiente para romper el lazo, fue cruel.
—Mierda…
—¿Verus?
Su sangre se congela, todo el se queda tieso.
De repente las burbujas luminosas de Evan no eran las únicas brillando en la oscuridad. Escucha el movimiento de las cobijas moverse, el colchón hundirse mientras Klaus se sienta sobre la cama, atarantado y aun adormilado.
Los ojos dorados de Klaus son rápidos en adaptarse a las sombras, Severus mantiene su cabeza abajo, su largo cabello negro le da un minimo escudo de la mirada, esconde su ruptura, esconde el desastre que es.
—¿Qué haces despierto? —su voz, rasposa por el sueño y gentil por el cariño lo hacen temblar. Aprieta aún más la madera entre sus dedos y respira profundo.
—Nada, —carajo, incluso su voz se escucha patética, traga saliva y vuelve a intentarlo, —Yo solo…nada, lo siento por despertarte. Volveré a…—se gira, mirando en dirección de su cama, no completa la frase porque siente su voz fallar, su garganta cerrarse y las lágrimas regresar con más fuerza. No quiere dormir, solo quiere que todo pare, pero no logrará nada estando despierto.
—Verus— llama la voz de Klaus entre la oscuridad, como una caricia a su piel.
Severus voltea sobre su hombro, su vista cristalina es capaz de distinguir el rostro preocupado de Klaus, como está de pie, como sus ojos dorados resplandecen en la oscuridad del cuarto mientras lo mira, cada detalle. Y al ver las lágrimas en su rostro, Klaus levanta una mano en su dirección. Una oferta, una invitación. Observa esa mano con ojos más abiertos y el corazón abierto, anhelante y deseoso. Mira esa mano y después a Klaus, la duda en su rostro debe ser evidente porque Klaus se inclina y extiende aún más su mano.
— Estoy justo aquí, no me iré a ningún lado. —susurra. Y esas palabras rompen lo último que tiene para mantenerse en pie.
Klaus siempre ha sido fuerte, muy fuerte. Por lo que es un solo movimiento, fluido y grácil, el que hace para jalarlo hacia él cuando Severus acepta la mano ofrecida. En un parpadeo, el frío se fue, en un parpadeo, ya no está solo. Igual que el primer día, se aferra a él con cada centímetro de alma que tiene. Su respiración se vuelve errática mientras entierra su rostro en el cuello de Klaus, envuelve sus brazos alrededor de su hombros, su piedra en todo ese mar, el único refugio que logra encontrar. Lo único real.
Klaus lo abraza con la misma fuerza, presiona su mejilla y mandibula contra el cabello negro, una de sus manos se entierra entre las mechas negras mientras lo escucha y siente sollozar en el mayor silencio en el que alguien puede llorar. Presiona el delgado cuerpo contra sí, lo más que puede, igual que el primer día en que Severus llegó a él tan roto y destrozado. Evita que caiga, es capaz de sostenerlo contra su cuerpo sin esfuerzo, si bien, recuperó mucho del peso que perdió, aún es delgado.
—Lo siento, lo siento, lo siento tanto, estaba enojado, yo quería- tú nunca– lo siento— las palabras salen entre sollozos ahogados, atropelladas por la mísera voz. Pero Klaus peina su cabello mientras niega.
—No, no, no te disculpes. Estabas herido, tenías todo el derecho de estar enojado, incluso conmigo —susurra de regreso sobre su oído, —No pienses en eso. Después podemos hablarlo.
Klaus lo sostiene, lo cuida, abraza y recibe pese a lo que sucedió, pese a sus palabras crueles en su dirección, pese a no ser capaz de controlarse. Klaus lo cubre con su propio calor y magia. Limpió sus lágrimas y besó sus ojos, no lo soltó sin importar la incomodidad.
Y el frío se va, por completo.
Las cobijas que los salvaguardan del frío, pero no es la tela la que le ofrece esa comodidad, ni ese consuelo, es el pecho de Klaus y sus brazos a su alrededor, son sus unidas bajo la tela. Exhausto pero negándose a dormir, la presencia tibia de Klaus lo ayuda a relajarse lo suficiente, las caricias en su cabello y su respiración continua.
Los donceles de la cama fueron bajados y un muffliato puesto a su alrededor, así le dio libertad de llorar y lamentarse con libertad y sin despertar a nadie más. Ahora los restos de sal hacen pegajosas sus mejillas y sus ojos rojos, ve a la nada mientras disfruta de la cercanía.
—Antes dijiste algo… ¿Le dijiste a tus padres sobre mí? —habla tan bajo que bien pudo ser el susurro del viento.
—No exactamente, pero encontré la manera de que estemos juntos incluso si lo reprueban.
—¿Y si te desheredan?
—No lo harán. Sé negociar.
—No me dijiste que solución encontraste.
—No es el mejor momento.
—¿Por qué no?
—Porque no planeo presionarte.
—¿Es presionarme si yo te pido que me lo digas?
—Supongo que no…
—Dímelo entonces.
Klaus suspira, jugando con los largos mechones negros.
—Digamos que…los Mulciber tenemos nuestras prioridades muy claras desde el principio, el deber es importante, pero el deseo personal tiende a ganar, si bien, el matrimonio es un negocio para nosotros, hay una unión que es un deseo más fuerte y se sobrepone a esa firma en el papel. No serás un amante a un lado, un entretenimiento o un secreto, te haré Lord Mulciber, junto a mí.
—No entiendo, todos los matrimonios son negocios para los sangre puras. ¿Cómo puede ser un mestizo “Lord Mulciber”?
—Siendo el miiran idaji.
—¿Qué?
—Es difícil de explicar, mañana puedo decirte con más detalle, pero el resumen es… la mitad del alma. El corazón de nuestra línea es sincero y determinado, cuando alguien entra, jamás sale, muchas veces nos enamoramos de quien no debimos y mantener viva la línea era más importante en ese entonces. No lo suficiente para mí, al menos no lo suficiente para renunciar y jamás regresar con mi otra mitad. La mitad de nuestra alma, la mitad de nuestro ser, todo es para el miiran idaji. Nos unimos con algo más que una firma en un papel, un viejo ritual que ahora el ministerio tacha como magia oscura, en realidad es la forma de amor más pura. Con ese ritual… se conectan las dos mitades en una. Una vez en la vida, una persona hasta la muerte.
—¿Y tú crees que lo soy?
—Yo no creo nada, lo sé.
—¿Y sí…te aburres de mí?
—El cansancio te hace decir tonterías, Verus.
Se quedan en silencio unos segundos, entonces Severus se presiona más contra Klaus.
—Ese ritual… ¿Cómo se hace?
—No te adelantes. Tengo las instrucciones y estos meses me he encargado de juntar las cosas necesarias para que todo funcione, pero no es el momento, aun faltan cosas. Tampoco me gusta, pero debemos esperar. Una vez suceda… seremos libres, no más esconderse, no más rumores, solo tu y yo.
Más silencio. Severus sale lo suficiente de su escondite para alcanzar el rostro de Klaus, ver sus ojos dorados resplandecer en la oscuridad. Pasa sus dedos pálidos por su rostro en una caricia fantasmal, Klaus se inclina hacia él toque con el mismo gusto que un gato.
—No quiero perderte. —confiesa.
—Jamás.
Y lo atrae más hacia sí.
—Podemos hacer la primera parte, solo el primer paso. Si lo hacemos lento y por partes, podemos mantenernos seguros, sin que mi familia se de cuenta hasta que esté completo, y hacer el ritual completo en una sola noche sería demasiado peligroso si solo somos tu, yo y Naackú como testigo. Tenemos un vínculo mental, la primera parte lo fortalecerá y hará crecer.
—¿Por qué no lo hemos hecho?
—Porque no estás bien, no estarás bien en un buen rato y empujar tus límites te romperá.
—Si se trata de ti—
—Incluso si se trata de mí, estás en luto Verus. La aflicción es tan cruel tanto con la mente como con el alma, un lazo ahora..puede hacerte mucho daño.
—Pero quiero hacerlo.
—Y lo haremos, ya hiciste lo más importante.
—¿Qué hice?
Klaus entonces sonríe y acunó su rostro con grandes manos tibias.
—Viniste a mí. Me necesitabas y viniste a mí. Eso… es el mayor regalo que pudiste darme.
Una lágrima furtiva escapa ante las dulces palabras, una que es limpiada por el pulgar de Klaus. No pelea cuando sus labios se encuentran en un beso casi tímido, cuidadoso y amoroso, se vuelve a recostar contra él, y disfruta el calor.
—Duerme ahora, Verus. Descansa lo más que puedas. Estás conmigo— y en los ojos dorados brillan las intenciones y emociones, la determinación y amor. No importa si Severus cede primero al cansancio y cae inconsciente entre sus brazos, Klaus lo sostiene como si alguien fuera a venir a quitarselo.
Porque Klaus Mulciber está dispuesto a pelear con un dementor con tal de mantener a Severus Snape intacto y a su lado.