
Elección
Ella siempre supo que era diferente, diferente a sus padres, a su hermana, a los niños de su escuela. Nunca supo exactamente qué era, que la hacía tan extraña a sus ojos, porque no terminaba de encajar, porque sus compañeros parecían tener una visión del mundo tan simple y sin color. Para ella, había un brillo singular en cada flor, en cada día, hilos de color y brillo a lo largo del viento y el cielo, cada pequeño detalle era fascinante. Su diferencia apenas servía para que los adultos la catalogaran como una niña super alegre y enérgica, sin dificultades para hacer amigos ni para la escuela, el único problema es que siempre parecía decir cosas que nadie más compartía. Pequeñas cosas que hacían que todos la vieran como si estuviera loca, se rieran o a veces la ignoraran, llegó a pelearse con grupos de amigas porque ellas se hartaban de sus constantes palabras e interminable energía.
Sus padres asumieron que se iría con la edad, mera inocencia infantil.
No sabían del secreto que estaba en su interior. Nadie. Ni ella misma.
Pero Severus lo supo antes.
Cuando estaba jugando con Petunia en aquel valle, insistiendo que el brillo de las flores la llamaba, que había algo en ellas. Su hermana decía que estaba loca y que debían regresar.
Y entonces sintió el primer llamado, la primera vez que hizo magia real. Claro, después tuvo sentidos los pequeños accidentes de luces apagadas, objetos tirados o puertas abiertas, esos chispazos pasaban desapercibidos, pero en esa ocasión, nada podrían haberse confundido.
La flor salió de la palma de su mano. La emoción la recorrió y buscó el apoyo de su hermana, pero se encontró con horror y miedo. Su hermana no lo comprendió. Para ella, Lily era un monstruo, la golpeó fuera de su mano y la persiguió. Lily no se le ocurrió mejor idea que correr, correr a donde las flores y el brillo era mejor, valle arriba.
Se vieron por primera vez cuando su silueta salió de entre el retorcido tronco del viejo árbol, que llevaba muerto décadas. Cabello y ojos negros, grandes y brillantes de interés, reconocimiento y curiosidad, había rumores sobre el fantasma de la calle Hilandera, un niño tan delgado como extraño y bizarro, cuya madre es aún más rara y perturbada, su única compañía siendo algunas vecinas de color que también estaban en la destartalada calle. Reconocerlo hizo que Petunia saliera corriendo, pero Lily se quedó. Reconoció en él ese extraño brillo que veía en sí. Él ignoró los gritos de su hermana para recoger esa pequeña hierba entre sus dedos y después ofrecerla. Ante sus ojos, la pequeña hebra voló por sí misma hasta la mano de Lily, que la recibió en la propia.
De ahí nació una amistad.
Severus le contó todo.
No mentiría, al principio se ofendió de ser llamada bruja, pero después de saber que ese nombre era con el que se reconocía a todas las portadoras de magia, independiente de sus inclinaciones, se le pasó. Severus hablaba de ese mundo, del mundo mágico, aquel lleno de personas como ellos dos, que tenían magia, que no eran ordinarios, como todos los que los rodeaban, hablaban horas sobre las probabilidades. La soledad que sentía por sentirse incomprendida se evapora al estar a un lado de Severus, que entiende el sentimiento.
Ambos recibieron la carta de Hogwarts, ambos sonrieron emocionados, estarían juntos en su camino al gran mundo que los tomaba de regreso bajo el ala.
Recuerda el enojo de Petunia cuando McGonagall se presentó a su puerta. Cuando les explicó a sus padres la verdad de su hija y como ellos celebraron con orgullo su don, ahora tomando en serio cuando ella les decía que había “brillo en el aire”, esa noche peleó con su hermana, recibió dolorosos insultos de ella, palabras venenosas y un cruel rechazo. Lloró esa noche y fue con Severus a la mañana. Él la consoló lo mejor que pudo, intentando no ser tan venenoso, pero estuvo ahí.
Comprar las cosas fue complicado por el secreto mágico, pero se las ingeniaron con ayuda de los maestros que iban a comprar todo por los alumnos que no podían hacerlo, una pena que no la dejaran tener un gato. Severus fue cerrado sobre ello, diciendo que en realidad ya estaba resuelto de su lado, que simplemente usaría las cosas viejas de su madre y que lo demás podría conseguirlo de segunda mano. Ninguno dejó que esa verdad amargara sus sueños. Las ilusiones, sueños y posibilidades parecían más cerca que nunca a volverse realidad. Incluso estar en el tren se sentía irreal.
Esa tonta pelea en el tren la hizo enojar, irritada por cuan groseros pueden ser los otros niños, quien sabe que creen que son, ella también tiene magia, Severus también tiene magia, son iguales ahí.
Nunca pudo saber que esa sería su primera prueba de realidad dentro del mundo mágico.
Algo anda mal y ella lo sabe. Algo ha cambiado, o, mejor dicho, muchas cosas han cambiado.
Y eso le aterra porque no sabe cómo detenerlo.
Su amistad con Severus ha cambiado desde que fueron a casas distintas, ya no eran solo los dos, los niños raros de la cuadra que se la pasaban juntos porque nadie más quería hacerlo. Entrar a todo ese mundo de magia, donde cada cosa que hacen tiene una explicación, un nuevo mundo que aguarda con todas las respuesta y oportunidad que cualquiera puede desear. Es tan asombroso, ver esa cantidad de posibilidades, todas al alcance de sus manos con solo un poco de esfuerzo.
Como un gigante árbol al que trabajas, cuidas y riegas hasta que todo tu trabajo es devuelto con dulces frutos. Ella está dispuesta a trabajar, a labrar su camino en todo este nuevo lugar que le sonríe, que le presenta cosas que nunca supo que quería hasta que este lugar se las presentó. La magia y el mundo mágico se sentía como una enorme casa que no sabía que extrañaba hasta que puso el primer pie dentro. Amigas que no la veían raro por sus repentinos brillos de magia, materias que de verdad le servían.
Por eso no entiende porque Severus no las ve.
No entiende porque él insiste en cavar hacia las raíces del árbol y esconderse en esas profundidades, como lo hacía con el árbol reseco en el que solían jugar cuando eran más pequeños. No entendía porque, de todas las posibilidades y oportunidades, Severus elegía lo peor, las frutas envenenadas, porque se mezclaba con gente que no dudaba en alzar su varita y pavonear su poder a como les gustara más contra los menos afortunados.
Verlo con Lucius y Narcissa Malfoy fue como ver un polluelo de cuervo ser atrapado por dos serpientes blancas con largos colmillos, lo hipnotizaron a seguirlos, metiendo ideas en su cabeza que no tiene sentido y peor, ¿Por que Severus parecía estar tan de acuerdo? Un mestizo, ¿Por qué él, de todas las personas, estaba de acuerdo con lo decían? ¿Qué no se daba cuenta que él, al igual que ella, era todo lo que era odiado?
Todos ellos son venenosos.
Ella no sabía que algo tan hermoso, colorido y lleno de vida como la magia podría tener una contraparte tan oscura, que, en ese mundo, tampoco sería igual a todos.
El derecho con el que se movía Potter y Black venían de sus apellidos, adinerados niños que eran de sangre pura.
Sangre pura, que concepto tan macabro. Son ellos los que rigen el mundo, los que usan la magia, dinero y poder a su favor como quieren y cuando quieren, la escuela es su patio de juegos y todos los presentes sus juguetes. No supo qué tan grave era hasta que se encontró frente a frente con alguien más fuerte y ruin que ella.
Emma Vanity es una sangre pura, una que hace justicia a su nombre y es vanidosa como ella sola, y fue la primera en encontrarla demasiado cerca de las mazmorras.
Nunca se sintió tan humillada como cuando Vanity tiró sus cosas, se paró sobre los libros que sus padres compraron con tanto afecto, cortó su falda con un hechizo y se burló de su simpleza, diciendo que tenía suciedad y lodo en las venas, llamó a sus padres animales de granja que deberían estar sirviendo a la raza superior. Y fue peor cuando el prefecto, al ver a Vanity ser acompañada por otras chicas sangre pura, decidió cerrar la boca y darse la vuelta. Ni ella ni ninguna de sus amigas pagaron las consecuencias de eso y Lily tuvo que regresar a la sala común de Gryffindor con el poco orgullo que le quedó.
Y Vanity era la más tranquila entre todas las crueles.
Porque Lily tuvo que recoger a algunas chicas, con sus cabellos destruidos, ropas hechas guijones, humillantes transformaciones y crueles mensajes escritos en sus cosas y piel donde las ponían al mismo nivel que animales. Las sangre puras eran inmisericordes cuando decidían que una mestiza o nacida de muggles iba a ser su nuevo juguete.
Temió por su amigo, más que nunca, porque si ella, que tiene buena aceptación dentro de su casa, que puede unirse a grupos y ha conseguido amistades, está en continuo peligro cuando está en el mismo cuarto que un sangre pura, su amigo no tiene oportunidad alguna a sobreponerse a ellos. Encerrado en su territorio, al alcance de sus garras. McGonagall intentaba lo más que podía mantener a todos a raya, pero nunca era suficiente.
Odiaba esa diferencia, que, para cualquier cosa importante, seleccionarán a un sangre pura, que tuvieran mejores privilegios, impunidad y poder, porque incluso los otros maestros estaban más concentrados en mantenerlos contentos que en fomentar la igualdad.
Las chicas de Gryffindor ayudaron bastante. Marlenne era una gran amiga, ella se enojaba y sacaba su varita contra otras sangre pura cuando se pasaban de listas, en Gryffindor estaba a salvo, y se dio cuenta de ello, por lo que intentó jalar a Severus hacia esa seguridad. Si bien, los merodeadores son tremendos idiotas sin cerebro, son más ruido que nada, y si se les ignoraba por tiempo suficiente, se aburrían y seguían su camino, eso era más seguro, más tranquilo y con mejores resultados, por lo que intentó atraerlo a la mesa, a la dinámica que ella había encontrado para cuidarse.
Pero no previó que Severus se habría enganchado de una raíz tan peligrosa.
Los Malfoy comenzaron a rondar a su alrededor, jalándolo como un pequeño animalillo, Severus después hablaría de la grandiosa lección que aprendió, del nuevo material, estaría tan maravillado por ser considerado que olvidaría por completo que esos dos rubios sólo tomarían lo que quisieran de él y después lo dejarían botado sin ningún tipo de rencor, porque así son los sangre puras con los mestizos, porque así funcionan los intercambios y las dinámicas en ese mundo. Fue del mal en peor, porque en menos de lo que le gustaría, la cercanía con Malfoy causó que las personas equivocadas fijaran su atención en Severus.
Los deja meterse con su apariencia, acepta las túnicas que ese par de serpientes le obsequian, como si con una túnica pudieran olvidar su realidad económica. Se meten con su forma de moverse, se meten incluso con quien se junta, y Severus solo lo permite. Lo permite e implementa, cada cosa suya, desde su postura y habla, hasta algo tan radical como su cuerpo y mente.
Permite que lo lleven de aquí a allá, cede a la presión que ejercen sobre él. Cede a abandonar todo lo significa ser él en son de agradarles. Severus deja que los inútiles de Rosier y Mulciber se aprovechen de su facilidad de pociones, deja que ellos lo arrastren de aquí para allá cada vez que alguno se siente con las ganas, deja que Avery lo use como enciclopedia y cargador de libros, y lo peor de todo, los deja moldear su cuerpo a como ellos quieren, a como es aceptado, no tiene la fuerza para decirles que no, pero si para defenderlos cuando Lily señala como se deja guiar por su manipulación. ¿Cuántas veces no han quedado de verse solo para que Severus dijera que ya no puede porque alguno de ellos le pidió salir primero? La deja atrás lentamente.
Porque ella pertenece a esa parte del mundo que Severus está cortando. Dice que es un negocio, pero ¿Que pasara en cuanto los otros ya no quieran pagar? ¿Cuándo lo que reciba no sean monedas, sino una tarde sin dolor? ¿Cómo puede creer que alguno de ellos obedecerá otra cosa que no sea su voluntad?
Es inútil intentar sacarlo de ello, pero al menos la escucha lo suficiente para aún mantenerse a una distancia segura. O eso pensó.
Camina ansiosa entre los pasillos, su objetivo claro.
La última pelea con Severus aún fresca en su mente. La traición en los ojos negros, el dolor crudo en su expresión y la vulnerabilidad irradiar de su cuerpo ante el peso de sus emociones, por primera vez, todo ese resentimiento estaba dirigido a ella. Había llorado por eso, mucho, Marlene había intentado consolarla, diciendo que no podría haber hecho mucho y que no era su responsabilidad, pero sus palabras caían en polvo, porque le gustara o no, Severus tenía razón: ella no había estado ahí. No se enteró de que Eileen Prince falleció hasta que su madre se enteró por escuchar a la muchacha de limpieza contárselo a la otra, en el patio del vecino. Y cuando supo sobre la fecha del funeral, se encontró con la horrible coincidencia de que era la misma noche que la cena de Petunia.
Habían pasado años desde la ultima vez que su hermana realmente la considero para algo familiar. Desde ese fatídico día, donde la verdad sobre su naturaleza mágica fue revelada y sus padres giraron su atención a ella, su hermana había desarrollado un rechazo que rayaba el odio. No importaba que intentara Lily, siempre encontraba un hombro frío. Organizaba fiestas sin ella, todos sus logros eran celebrados sin ella, todo momento especial que tenía era sin ella presente. Siempre apropósito y desinteresado en sus sentimientos. Una disculpa, un regalo, una sorpresa, todo caía en al abismo de la indiferencia por parte de Petunia. El desasosiego de tener la espalda de su hermana era tan frío y doloroso, que podía pasar horas y noches llorando al respecto cuando se enteraba de otro evento al que no fue invitada. Durante las vacaciones, con suerte le dirigiría dos palabras antes de salir todo el día y regresar en la noche, quejándose sobre como el dinero de mamá y papá va a la “princesita” y a ella la dejan para valerse por si misma. Sabe que eso es una mentira, que sus padres no han abandonado a Petunia, pero aun así.
Por eso, cuando una tarde llegó y a media cena anuncio que tendría una cena para presentar a su nuevo novio, (Lily no era tan importante como para saber que su hermana tenía un novio) y, por primera vez en años se giro a ella, lo vio a los ojos y pidió que estuviera ahí, fue como si el cielo mismo se abriera. Sonrió y prometió estarlo.
La tarde siguiente, supo del funeral porque su mamá le dijo mientras estaban las dos en la sala. Ella saltó de su lugar, lista para ir, pero entonces la mirada de Petunia se volvió mortífera, gritando que siempre esta poniendo a otros.
—¡Adelante! ¡Vete con ese rarito! ¡Solo te importan los otros fenómenos iguales a ti! ¡Pero si vas, nunca te quiero volver a ver!
Podría… ir después. Ir a ver a Severus después. El peso de la culpa se postró sobre sus hombros mientras estaba sentada en el comedor, con una elegante comida, velas en la mesa y de frente al hombre más desagradable que ha visto en la vida, pero que miraba a su hermana como si fuera la luna del cielo. Solo por eso podía excusar sus modales, y groseros comentarios. Fue lo más cerca que estuvo a su hermana desde hace años, y la mirada satisfecha que Petunia le dirigío, sin desprecio o rechazo, fue una brillante promesa de reconciliación entre ambas hermanas, una esperanza que se había convencido de dejar morir, pero ahora volvió en forma de esa mirada.
Era importante, era real, y fue suficiente para convecerse de que fue valido, al menos hasta que volvió a ver a Severus.… no supo qué hacer, cómo reaccionar, dónde buscar, si debía hacerlo, si Severus la hubiera querido cerca, si la habría alejado, llegaba demasiado tarde.
Claramente fue un error. No debió dejarlo solo cuando estaba tan vulnerable. Porque ahora todo se volvió realidad. Su amigo ya no era el mismo, ya no estaba siguiendo su consejo, se había dejado influenciar por las lenguas venenosas de los sangre pura, se había vuelto hostil, agresivo sin distinción, la brecha que lo separa del resto del mundo es aún más grande y ya no le importa causar dolor, se volvió indiferente al daño que puede causar, incluso emocionado por hacerlo para demostrar sus nuevos conocimientos en esas horribles artes. El Severus que conocía era cauteloso y buscaba evitar la mayor confrontación posible, el que ahora camina entre sangre puras, usó magia oscura para modificar su cuerpo, mira hacia abajo a otras personas, se divierte con maldiciones y lastima a otros impunemente por tener las conexiones para hacerlo. Se volvió igual o peor que el hombre que más odia.
Y todo porque hay alguien aún más detestable atrás de él, jalando sus cuerdas y usando la necesidad de Severus de ser parte de algo para manipularlo a donde quiere, como quiere y cuando quiere. Un muñeco en sus manos, antes usaba el ancla de su amistad para evitar que las mentiras, promesas vacías y glorificadas historias arrastraran a Severus lejos, pero desde que se quedó solo y vulnerable por mucho tiempo, cayó en la boca del cocodrilo.
Tanto el cielo como Merlín saben del gran arrepentimiento que tiene de no saber qué hacer antes, de haberse tardado tanto en buscar a su amigo y ofrecerle el apoyo que necesitaba, de orillarlo a esconderse y refugiarse en ese nido de víboras que juegan con su percepción.
Había tenido la intensión de acercarse y reconciliarse desde que se fueron por caminos separados ese día en los pasillos. Quiere arreglar las cosas, demostrarle a Severus que ella se equivocó, pero que aún le importa, que no está solo y que esas personas de falsa confianza no son su única alternativa, que puede moverse y ella lo ayudará. Que no depende de esa falsa amabilidad e igualdad, que ella siempre estará cerca si lo necesita, que un error no se lleva los años de amistad y compañerismo que los unen. No está solo, no lo suficiente como para tener que refugiarse sobre los otros sangre puras. Pero siempre que lo ve, que Severus se deja ver, esta rodeado de serpientes y reacio a ver en cualquier otra dirección, ya sea escuchando a Avery, entreteniendo a Crouch y Black, bajo el cuidado de Rosier, y sobre todo, con él. Con esa vil serpiente, con ese vil animal, que lo tiene siempre en cuidado y control, esos bestiales ojos siempre la mantienen alejada con una sola mirada con una sonrisa colmilluda, una amenaza silenciosa que la hace detenerse en sus pasos. Porque Severus no la escucharía gritar cuando tiene al diablo susurrándole al oído.
Si tan solo pudiera encontrarlo.
Da vuelta en un pasillo, de camino a las mazmorras. Severus no estaba en el invernadero, no estaba en la biblioteca y tampoco había pista de él en las cocinas. El único lugar que quedaba eran las mazmorras, cerradas para todo aquel que no fuera un Slytherin, no tendría oportunidad de entrar, pero tal vez alguien pasaría el mensaje o tendría suerte de encontrarlo en el laboratorio de pociones.
Por lo que anda con paso decidido al último lugar en el que Severus podría estar.
Pronto comenzaran las nevadas de invierno, a tarde es agradable, y muchos alumnos están disfrutando de las horas libres, ha tenido que evitar mucha gente ese día, pero conforme se va acercando a esa parte del castillo, el ruido va siendo menor, las personas escasean hasta que se encuentra con pasillos vacíos, la quietud no ayuda con sus crispados nervios y creciente ansiedad.
Da la última vuelta para entrar a las mazmorras, pero tiene que detenerse para no chocar con un muro humano, retrocede torpe, apenas y evita perder el equilibrio. Y cuando ve contra quien iba a chocar, la sangre abandona su rostro y su corazón comienza a latir más rápido.
No fue una persona, si no tres, no eran amigos ni conocidos, pero eran reconocibles por todas las malas razones habidas y por haber, tres pares de ojos verdes la miraban, tres cabelleras negras enmarcan rostros perfilados y tres sonrisas perladas se tornan crueles.
Los trillizos Rowle se mueven en una sincronía alarmante.
—Mira, mira, mira que trajo el viento en nuestra dirección — casi ronronea una de las chicas, podría ser Aixa o Axira, los tres son escalofriantemente iguales, incluso el único varón entre ellos podría confundirse con sus hermanas.
—Rowle —casi jadea, la sonrisa de los tres se tuerce, la otra chica saca su varita de un movimiento casual, practicado y desinteresado, mientras rebasa a su hermana y se acerca aún más a Lily.
—¿Qué asuntos tendría una sucia nacida de Muggles cerca de las mazmorras? ¿No sabes que este lugar está limpio de basura como tú? —sisea ella mientras la punta de su varita se pasea peligrosamente cerca de su cabello y cuello, cuando Lily intenta retroceder, choca con la otra, ambas sangre puras la miran con asco.
—Solo vengo por mi amigo, yo– no la dejan terminar cuando ya se están riendo de sus palabras. Porque para ellos, nada de lo que diga es enserio, nunca tendrá importancia, mero ruido en sus oídos y disrupción en su mundo, sus padres no son magos, y eso la hace tan inferior en su mundo que no pueden evitar verla como un animal perdido que necesita un dueño a verla como una persona.
—¡¿Un amigo?! ¿¡Y quién podría pensar en llamarse amigo de un perro?! —Se burla el único varón, Axas.
—Tal vez aprecie si nos encargamos de recordarle a su perro que lugares son prohibidos. —Una varita es encajada en su espalda, y Lily pierde los últimos nervios.
—¡Déjenme en paz! —se voltea y golpea la mano de la bruja que sostiene su varita, lo suficiente para tirarla de su alcance y hacer que su muñeca duela, la bruja grita indignada.
Un fuerte empujón le arranca el aliento a Lily, tiene que retroceder unos buenos pasos para no caerse.
—¡No toques a mi hermana, tú asquerosa sangre sucia! — La mujer no da tiempo a Lily de reaccionar, de su varita salió un hechizo que la pelirroja evita a tiempo, haciendo que la magia se estrella con la piedra y deje una marca de hollín en el suelo.
—¡¿Cómo se verá un león sin melena?!—se burla Axas mientras se acerca con varita en mano y un diffindo en la lengua.
El miedo la invade, porque las probabilidades a que atine son altas, esos tres pueden ser despreciables, pero trabajan en aterradora sincronía. Mira alrededor, tratando de medir su situación, las dos chicas ya se han levantado y las dos tienen su varita, en espera y ansiosas por cobrarse un disgusto como el que acaba de pasar. Ahora sí que está jodida. Se meterá en un gran problema, porque todos quieren mantener contentos a los sangre pura, porque ellos quieren y pueden lastimarla como se les ocurra, y nada pasará, porque un Rowle es tan respetable que nadie se atrevería a probar su poderío, pero en cuanto un mechón de cabello negro sea movido de su lugar por ella, el mismo infierno bajara para marcarla como violenta. Obtendría un terrible castigo y se pondría en el ojo del huracán. No sabe cómo salir de ahí, como un montón de víboras, la rodean, decidiendo cómo quieren atacar.
Las dos hermanas ya recuperaron sus varitas y ahora la rodean, encabronadas y ofendidas, indignadas y listas para desquitarse con ella. Axas se une a sus hermanas, enojadas en su lugar, los tres se deslizan a su alrededor, en desventaja, tres a uno, en desventaja, sangre puras contra una hija de Muggles. No hay forma de salir ganador de ese encuentro, apenas con vida.
Estas son las personas que rodean a Severus, a quien su amigo defiende, son los mismos que están enojados con ella por algo tan mínimo como existir cerca de ellos, tan enojados al punto de atacar sin importar el honor. No la ven como nada menos que un animal, y es seguro que ven del mismo modo a Severus.
—Escoria como tú no debería ser permitida en Hogwarts. Ince— cualquier hechizo muere en su boca cuando una nueva voz interrumpe el encuentro.
—¡Evans! ¡Te estaba buscando!
Los trillizos al unísono bajan la varita y voltean en dirección de aquella voz. Ella misma voltea.
Cabello blanco, ojos azules y una piel pálida. Pandora Rosier.
La chica no se inmuta de la presencia de los trillizos, al contrario, pasa a un lado de las chicas para ir a un lado de Lily con toda la confianza que tienen dos amigos que se conocen desde hace mucho tiempo, con el pequeño detalle de que ella y Rosier nunca han intercambiado nada más que un saludo al entrar y salir de clases. Aun así, la rubia se pasa de largo y se posa a su lado, tan calmada. Al instante de verla, los trillizos bajan sus varitas y sus rostros cambian por completo, pasan sus ojos verdes entre las dos chicas, midiendo, entendiendo y sonriendo al final. Axas guarda su varita y da un paso atrás, siendo imitado por sus hermanas.
—Pandora, no sabía que habías visitado el refugio — se burla una de las chicas, alejándose. Pandora hace una leve mueca ante sus palabras.
—No hables así, es vulgar— regaña, a lo que Rowle se tensa, y ella mira a Lily— ¿Por qué no tocaste? Me habría apresurado a salir. —Miente con soltura, Lily observa como la mera presencia de Pandora es suficiente para hacer retroceder a Rowle.
Porque ella es una sangre pura, porque ella es parte de la sociedad que están dispuestos a respetar y la única razón por la que una sangre sucia debería estar cerca de un territorio de sangre puras es para servirles, como si fueran simples sirvientes, inferiores, peores que elfos domésticos, porque ella, por sí misma, por ser un ser humano, por tener magia, no tiene derecho, no es suficiente, nunca lo será.
Y el coraje de saber eso hace que la única respuesta a lo que Pandora pregunta, sea un farfullo distorsionado.
—Apenas llegué.
Pandora asiente, comprensiva, su bondadoso temple da la piedad de ignorar su despeinado cabello o su rápida respiración mientras se voltea a donde los trillizos, los cuales ya se han reagrupado en su típica fila, con Axas en medio y sus hermanas a sus lados.
—¿Algo en lo que Evans y yo podamos ayudarlos, Rowle? —Pregunta Pandora, con un ligero movimiento de cabeza que podría pasar por inocente si no fuera por el brillo en sus ojos, un brillo de desafío, reto e incluso victoria, porque de lo poco que puede saber una nacida de Muggles como Lily, es que en la escaleta de poder, si bien, los Rosier no están hasta arriba, se encuentran por encima de los Rwole.
—No— dicen los tres al unísono y sonríen con falsa cortesía —Ten un buen día, Rosier.
Y con eso, los tres se van, tanto Lily como Pandora observan cómo se van, hasta que desaparecen en una vuelta y el sonido de sus pasos se pierde en el castillo. Es hasta que se van que Lily puede tranquilizarse al menos un poco y mirar a Pandora.
Pandora Rosier, hermana melliza de Evan Rosier, uno de los imbéciles más grandes que ha conocido en la vida, son tan iguales en su apariencia general, pero tan diferentes se les ve de cerca, porque Pandora es una Ravenclaw que tiene fama de ser gentil, mientras su hermano es una bola de odio andante.
E independiente de cuán amable pueda ser Pandora, eso no quita que ella es favorecida en ese mundo, a un punto donde apenas ella llegó y dijo desear su presencia, los otros retrocedieron, algo que no estaban dispuestos a hacer cuando Lily dijo querer irse en una pieza.
Pandora suspira y se gira en su dirección.
—Es peligroso para alguien como tú pasarse por aquí cuando no hay clases de pociones.
—¿Alguien como yo? ¿Te refieres a alguien tan inferior a ustedes? —casi sisea, pero Pandora no reacciona a su hostilidad, apenas y se cruza de brazos con desinterés.
—Me refería a nacida de Muggles, Evans, dale la connotación que quieras. ¿Es seguro asumir que vienes buscando a Snape? Porque no está en la sala común.
Sus hombros se relajan al final, sin interés de pelear con Pandora, ni con nadie para ser justos, por lo que deja caer apenas un momento su guardia para responder a la pregunta, le guste o no, es más factible que Severus este donde este Rosier, y si alguien sabe dónde está Rosier, es su hermana.
—Sí, estaba buscando a Severus… tengo que hablar con él.
La rubia asiente en entendimiento, entiende la pregunta no dicha y se apresura a responder.
—Debe estar en las jardineras Sur, donde está la fuente y el árbol llorón. Mencionó querer estudiar y tomar aire. —Pandora duda un momento antes de mirar a Lily con más seriedad. —No iría si fuera tú, no es al único que le gusta ese lugar.
Claro que no, porque la jardinera sur, la más pegada a la salida de las mazmorras y con mejores lugares para sentarse, es conocida por haber sido reclamada por los Slytherin, ese lugar siempre está lleno de sangre puras que quieren estar con los de su mismo tipo. Muchos hijos de Muggles y mestizos han tenido terribles accidentes en esas jardineras, por pasarse demasiado cerca o porque ese territorio es olvidado por maestros y prefectos, por lo que es la ley del más poderoso, y el más poderoso es el sangre pura.
Y no iría, jamás, si no supiera que Severus está ahí, en ese nido de víboras, tan vulnerable como el luto puede hacer a una persona, no tiene opción más que ir, incluso con la muy débil advertencia de Pandora. Las cosas entre ellos están tensas, las fuertes emociones de cada lado hacen lo suyo en esa situación, con el arrepentimiento, culpa, rencor y acusación siendo aventadas como una pelota entre los dos, cada golpe peor que el anterior, tienen que hablar, discutir, tal vez gritarse un poco más, soltar todo lo que habían estado reteniendo y volver a como eran las cosas antes.
Lo más que se pueda con el dolor que se implantaron el uno al otro.
—Gracias, Rosier— se limita a agradecer con cortesía, la rubia ladea su cabeza apenas un centímetro antes de asentir y seguir el camino que iba a tomar originalmente, dejándola sola frente a las mazmorras por su cuenta, no sería inteligente de su parte quedarse más tiempo sola y tentar al destino a que el siguiente que salga sea Dolohov.
Se apresura a ir a las jardineras, a donde podría estar, es una mera posibilidad, y en escalas más grandes, es como ir al corazón de un volcán, un laberinto de trampas y posibles accidentes que se queden sin pagar. Porque puede ser que ella se haya hecho un nombre por si misma entre el alumnado de la escuela, una Gryffindor en todo su esplendor, su cabello rojo es una feliz coincidencia que vuelve más fácil hacerse un lugar entre sus compañeros, pero todos esos títulos y facilidades sociales se van por el drenaje cuando tiene que lidiar con personas que de hecho están dentro de la escalera social fuera de la escuela, cuyo poder es monetario, social y político, no mera popularidad, y eso lo hace aún más aterrador.
Casi cuenta los pasos para llegar, se esconde tras la pared de piedra ante de doblar el pasillo y entrar a ese territorio, en parte para no alertar de su presencia, y para tomar valor, para calmar los nervios de su sistema. Puede escucharlos antes de verlos, las risas practicadas, crueles y altas, su sangre se congela cuando escucha los gritos de alguien pedir por que se detengan, insultos volar y burlas inmisericordes ser lanzadas por más personas, con el corazón en la garganta y temiendo lo peor, se asoma por la piedra. Desde su posición, tiene vista sin obstáculos a lo que sucede en esas jardineras, y lo que ve es horrible:
Ahí están, tres chicos de sexto año, sonriendo y burlándose, sus varitas en alto mientras usan una mochila como pelota, sin importarle los daños que hacen a la tela o las cosas de adentro, lentamente destrozándola mientras la usan para entretenerse. Bajo la mochila voladora, dos chicos de séptimo marcan el ejemplo con un chico, un Ravenclaw que ha visto en los pasillos, lo empujan sin piedad entre ellos, sin esperar a que recupere el equilibrio antes de lanzarlo de regreso, incluso aventándolo después de caerse al suelo, no le importa agarrarlos de su ropa o cabello. Ignoran los pedidos porque paren, simplemente continúan con su diversión.
Frente a ellos, está sentada una chica, vestida con ridículas ropas coloridas, largas e hiper decoradas, nada correcto para una escuela, presumida y con poco gusto al decoro, de sus oídos cuelgan aretes de oro y en sus muñecas pulseras del mismo material, aún más ridículo que sus ropas. Demasiado caro, demasiado inútil y vació, una prueba más de la cultura frívola de los sangre puras, pueden ponerse cualquier cosa encima, hacerla cara y decidir que está bien, porque nadie puede decirle nada. Amara Shafiq ve a esos dos matones hacerle la vida imposible a ese pobre chico, sonríe y aplaude extasiada con ello, los chicos se satisfacen con su gozo y continúan, al servicio de ella, y si ella aún no se ha aburrido, la tortura para ese Ravenclaw no se ha acabado.
Nadie alrededor ve nada malo en ello, porque ese chico, al igual que Lily, es un vil nacido de Muggles, menos que un animal, no merecen nada más que ser el entretenimiento de los sangre pura, porque otros se ríen ante el espectáculo, algunos incluso lanzan pequeños hechizos a los pies del chico que evitan que pueda recuperar el equilibrio. Un maleficio de piernas de gelatina da en el chico, todos se ríen y la humillación crece. Ningún prefecto vendrá a su rescate, esto se acabará hasta que los sangre pura decidan que ya fue suficiente, pero a juzgar por la forma en la que todos disfrutan del espectáculo, eso no pasara pronto. La conocida frustración sube por su garganta, así como la impotencia, está sola, y si se mete, correrá el mismo o un peor destino, no hay nadie ahí para salvarlos, ni siquiera Pandora.
El enojo la hace desviar la mirada y analizar el lugar, el pequeño soplo de alivio de que la víctima no sea Severus eclipsada por el coraje de saber que ni ella ni él serían capaces de detener la situación, pero solo ella tendría interés en hacerlo. Analiza a los demás presentes en el lugar, reconoce algunos rostros y a otros no. Entonces encuentra la cabellera negra.
Sentado en una banca de piedra, en la esquina y a la sombra del gran árbol. Severus está ahí, un gran tomo de pociones abierto sobre su regazo, sus largas ropas negras lo hacen fácilmente confundible con la sombra en la que esta, su cabello, ahora más largo, ofrece un escudo entre él y el resto del mundo, concentrado en lo que lee y en lo que anota a los costados de la página. La ola de risas ante el golpe del Ravenclaw contra el suelo lo alarma y levanta la vista hacia lo que sucede.
Ve la realidad a la que sus supuestos amigos son capaces de someterlo, la probabilidad de que ese sea él, ve la realidad de ese mundo frente a él; un sangre pura imponiendo su poder sobre un mestizo sin lidiar con consecuencias, porque la ley es suya y suya sola. Es la verdad, la que su amigo se niega a ver, espera la realización, espera que la escena prenda en él la misma ira, impotencia y sentimiento de cruda realidad que prende en ella. Severus analiza la escena frente a él, traga y se remueve nervioso, y por segundos, preciosos segundos, Lily piensa que tiene una oportunidad.
Una zarpa de negra oscuridad le arranca esa esperanza.
Largas garras negras en grandes manos de piel oscura, esa zarpa en forma de mano toma de la nuca a Sev, la punta de esas garras pasándose en una caricia fantasmal sobre su cuello mientras toma lugar y empuja su cabeza hacia abajo, de regreso a su libro. El ruin rostro de Mulciber se aparece a un lado del de Sev, sus bestiales ojos dorados lo miran con especial atención, una cruel sonrisa colmilluda en su boca, niega lentamente mientras pega su frente con la cabeza de Sev. Atrás de Mulciber, está el hermano de Pandora, Evan Rosier, tan desinteresado como el mismo Mulciber, y a un lado de ellos, gran parte del equipo de Quidditch, incluso Wilkes está ahí, sentado a pies del árbol viendo con especial atención al espectáculo. Rodeado de serpientes, rodeado de sangre puras y bajo el control de un loco, Sev está solo. Como una bestia con su presa entre sus manos, Mulciber evita que Sev se mueva a algún lado, no puede huir, sujetado su nuca y obligándolo a bajar la cabeza, mientras sus bizarros ojos lo retan a desafiar su orden, un desafió que nunca llega. Porque entre esa cortina de cabello, Lily es capaz de ver la forma en la que Sev cierra los ojos y cede, cede a como quiere moverlo Mulciber, no presenta pelea, no intenta llevarle la contraria. Se somete, lo acepta.
Sev puede ser muchas cosas, pero sabe que siempre es terco, reacio a dejarse maltratar, las interminables peleas que tiene con ese asqueroso hombre, las veces que se peleó con Petunia porque ella dijo algo de su ropa o apariencia, la cantidad de castigos que ha recibido por subir su varita contra los merodeadores, las discusiones y fama de amargado que se hizo en la escuela, todas las cosas apuntan a que Sev no se retracta, no cede ni se deja por nadie, es terco, es obstinado y tiene demasiado orgullo para hacerlo. Tiene fuerza para pelear contra ella por ellos, pero no la tiene para pelear contra ellos por ella. Y es ese conocimiento lo que hace que esa escena sea tan bizarra.
El horror de esa interacción se planta en el estómago de Lily, como Mulciber se ríe por lo bajo y suelta la nuca de Sev para pasar su brazo por sus hombros y después enrollarlo en su cintura. Mulciber sonríe ante la aceptación de Sev, alza la cabeza y grita.
—¡Dale una vuelta más, por mí, Bert! —se ríe en conjunto de los demás y ajusta a Sev bajo su agarre para apegarlo a sí, a modo de tenerlo por completo a su merced. Sev lo permite, se somete, incluso sonríe bajo ante eso.
Lo deja porque piensa que es lo único que tiene, la única opción, su único soporte, piensa que ese cruel sangre pura es el único que estará para él. Porque eso tiene Mulciber, eso hace Mulciber. Se acerca, ofrece falsas promesas con cuentos y aprovecha cuando la fuerza abandona para terminar de arrastrarlo a esa oscuridad. Lo aleja de sus amigos, de todos los que podrían servir como apoyo emocional, los que podrían ayudarlo, lo aísla de sus amigos, lo hace sentir que está solo y no tiene opción más que estar con él, porque le conviene que Sev este desolado y vulnerable para presentarse como el gran salvador y tenerlo en su total control, como ahora.
Fue una estúpida por no pensar que eso podría pasar, por no darse cuenta al gran peligro al que expuso a Sev. Y ahora ve las consecuencias, como no pudo frenarlo antes, como un descuido provoco que el peor de los escenarios se hiciera realidad.
Desvía la mirada, ansiosa, pero al momento de hacerlo, choca con la mirada de alguien más.
Una vez más ese día, su sangre corre fría mientras se encuentra en la mira de una sangre pura.
Margaret Macmillan.
La bruja la mira directamente, midiendo que tan cerca está, si está dentro o fuera del territorio, y si quiere o no lidiar con ella. Rodeada de sus amigas, rodeada de serpientes, ella es una de las más crueles, incluso más que Rowle. Escucha al chico quejarse y ser humillado, las risas que vienen de su dolor, y da un paso atrás.
Porque no es factible.
Todos ahí se aventarían por su garganta si se atreve a poner un pie dentro, Severus, dijera lo que dijera sobre ser sus amigos o tener tratos, sería incapaz de detenerlos incluso si lo intentara con todas sus fuerzas. Y aunque ella no tendría reparo en devolver uno o dos hechizos para demostrar que los nacidos de Muggles no son viles animales, sabe que ella se meterá en más problemas por responder a esa agresión que los que la hicieron en primer lugar, es un detalle que pesa como un grillete en su muñeca cuando intenta alcanzar su varita. No vale la pena, casi puede escuchar la voz de Marlene en su cabeza diciéndole que de la vuelta y salga de ahí.
Por lo que no espera a que Macmillan tome una decisión y se va en dirección opuesta. Eso no evita que vaya por McGonagall para decirle que sucede en esas jardineras, una pequeña esperanza a que ella pueda detener tal tortura. La maestra sale apresurada hacia esas jardineras, no pregunta porque no hizo anda, ella puede adivinar porque, y ese pequeño gesto, quien sabe porque, la hace enojar más.
McGonagall sabe que es impotente, incluso un maestro está consciente del desbalanceado poder. Sabe que ella, como nacida de Muggles, jamás podría meterse a una jardinera llena de sangre puras, interrumpir su diversión y salir bien parada, sabe el orden del poder social y el lugar de las personas como ella en esa escalera. Que un maestro lo sepa significa que no es solo su imaginación, que es un problema real.
Lily lo sabe, McGonagall lo sabe, todos los nacidos de Muggles de la escuela lo saben, ¿Por qué Severus es el único que no se da cuenta? Sabe que Severus siempre fue curioso, a un punto de meterse en lugares peligrosos y situaciones precarias solo para satisfacer su curiosidad, siempre lo llevaba hasta las últimas consecuencias, pero ahora teme que esas consecuencias sean más graves que caerse de una rama alta o explicarle a una señora del mercado porque le faltan frijoles.
Porque Mulciber es un peligro demasiado grande, Malfoy es un peligro aún más grande, es de mal en peor. Porque ahora el hermanito menor de Black, el perfecto heredero Black, se pasea más cerca de Severus. Como una presa sangrando, Severus está vulnerable por el duelo de perder a su madre y movido por su discusión con ella, todo lo que conoce se están yendo y eso lo pone en una difícil situación, sangre debilidad en ese océano de gente y esos tiburones vienen al por mayor para hundirlo aún más.
Lo peor es que, cegado como está, Severus genuinamente piensa que es algo bueno, que es un buen lugar. Cegado por la admiración y el deseo de ser como ellos, se cree enamorado de un horrible humano como Mulciber. Como si personas como Mulciber fueran capaces de amar fuera de sí mismos.
Tiene que hablar con él, tienen que hablar de frente por una maldita vez. Puede esperar a después, esperara a que Severus este solo, sin la intromisión de Mulciber y puedan arreglarse de una buena vez, no puede dejar que pase más tiempo, no es como todas las otras discusiones que han tenido, donde lo mejor que pueden hacer es darle espacio al otro para que se calme. En este caso, ese espacio hace más precaria la situación en la que están, y ese es un riesgo que Lily no puede tomar si quiere que su mejor amigo vea la verdad.
Sí, puede esperar.
El invierno esta comenzando en Hogwarts, poco falta para que la primera nevada caiga, los días son tibios, cómodos en general, sin calor asfixiante ni horrible frío. La sombra del árbol le otorga refugio y el tomo de pociones en su regazo es interesante. Durante sus primeros años en Hogwarts, Severus nunca se hubiera imaginado tomar un lugar en esa jardinera, no era tan jodidamente suicida para hacerlo. Pero de un tiempo para acá, con la aceptación de Malfoy, visitar esa jardinera fue perdiendo su peligro, porque Narcissa insistiría en que se sentara junto a ella y disfrutaran juntos del lugar, luego fue la aceptación de Edmund, Evan y, por supuesto, su más reciente relación con Klaus.
Después de esa desastrosa noche donde el duelo fue tanto que necesitó el soporte de Klaus, hablaron frente a frente. Era claro que Klaus jamás se disculparía con Lily, al igual que Lily jamás se sentaría a escuchar nada que viniera de Klaus, tratar de que esos dos estuvieran tranquilos con la existencia del otro era un caso perdido que Severus no pensaba intentar más, no iba a lograrlo nunca, ninguno de los dos tiene paciencia para lidiar con el otro. Por lo que se promete a si mismo mantenerlos separados, Klaus aceptó que no estuvo bien, y prometió no volverse a meter si Severus no le pedía ayuda, una promesa que borró la tensión entre ambos y permitió que Severus volviera a relajarse con él.
Y después vinieron las noticias sobre el ritual.
Una piedra hecha de plumas, su corazón comenzó a latir desembocado cuando Klaus rebuscó entre sus cosas hasta levantar un pergamino. Negro como la noche sin estrellas, un listón dorado con el sello de su familia. Una promesa. Lo tomó casi con duda, sintiendo el áspero papel entre sus dedos, la magia picando un poco sus dedos, no como rechazo, si no como reconocimiento a que era la persona que Klaus quería, tan extraño, tan vivo y mágico pese a ser solo un objeto. Escuchó la historia del ritual con especial atención, atento a detalles y devorando cada trozo de conocimiento arrojado. Sí, estaba encantando, maravillado y tan estúpidamente enamorado, pero su mente racional alzó una ceja ante el plan de Klaus. Hacer un antiguo ritual sagrado para su familia, a espaldas de esta misma, irreversible, peligroso y permanente, peor que un juramento inquebrantable, sin más instrucciones fuera de las que había en el pergamino y con la ayuda que Naackú pudiera darles con todo, sin mencionar las restricciones del castillo para la magia oscura, podrían alertar a Dumbledore, y a sus padres de camino. Y el minúsculo detalle de que un movimiento así podría causar que los padres de Klaus lo corten de la línea familiar, lo deshereden y repudien, viendo a que Black le tomó una discusión. Es ingenuo, es demasiado optimista.
Pero Klaus disipa las dudas que pueda tener. Le dice que pueden descifrarlo, que están seguros en Hogwarts y pueden tomarse el tiempo de descifrar cada pieza con especial cuidado y avanzar un paso a la vez. Un ritual que toma un par de horas cuando es hecho bajo las reglas, ellos pueden alargarlo a meses para borrar sus huellas y esconder sus avances hasta que este hecho. Que podrían poner los proyectos de Edmund como tapadera cada que los maestros se asomaran de cerca. Incluso ofrece delegarlo a después si es un reto que le asusta, si el concepto lo aterra, no el caso, pero una amable oferta. Y ante lo último, Klaus se ríe un poco, negando.
—No lo harán, Verus, confía en mí.
Carajo, Severus sabe que está totalmente perdido cuando se da cuenta de que, incluso con una idea así, nunca podría desconfiar de Klaus.
Así fue como terminaron leyendo, traduciendo y analizando un pergamino antiguo.
El primer paso; una poción, el primer paso era hacer una poción que les permitiera concretar el vínculo mental para después sellarlo con el ritual completo, con especificas instrucciones de ingredientes, tiempo de cocción y dosis. La lista de ingredientes es… complicada y que decir, esa poción podría volarles la cara si sale mal, con razón solo se hace con un mayor. Que conveniente que uno de ellos en realidad es un prodigio de pociones y el otro un millonario con conexiones.
Con el objetivo claro en la mente de ambos, con su renovada confianza y comunicación, fue fácil volver a caer en su rutina, una rutina donde Severus podría esconderse en la sombra de Klaus cuando el mundo se vuelve demasiado, y Klaus podría volver a él, disfrutar su atención y cuidado cuanto tiempo quisiera y con completa exclusividad para él, y después ambos trabajar es descifrar las instrucciones del ritual. Ambos contentos y Severus sanando un poco, a pasos pequeños, la visitas a Charity y Aurora en la biblioteca se volvieron más comunes, volvió a practicar las maldiciones con Edmund, logrando que el famoso collar de rubí funcione y se movieran al siguiente proyecto, volvió a sentarse en las gradas durante las prácticas de Quidditch, prestando atención a Barty y Regulus, para coraje de Klaus cabe aclarar, e incluso Evan estaba aceptando practicar encantamientos con él. Los merodeadores dejaron de ser un jodido problema, sin el escudo que los protegía, se dan la vuelta antes de meterse en problemas con otros linajes peores que ellos. El ligero problema de otros imitadores, chicos acostumbrados a que Severus está al fondo de la jerarquía social y pueden molestarlo sin problema, es arreglado tan fácil. Bueno, es fácil por el repertorio de maldiciones y retorcidos hechizos que Severus conoce de memoria y la sonrisa que le dirige Klaus a cualquiera que quiera meterse.
Su vida volvía a tener un poco de color, puede ser su estúpido corazón de enamorado o su distancia con todo, pero, aun así, es fácil solo perderse en esa nueva normalidad. O al menos lo sería si esa dolorosa espina no estuviera clavada en su pecho, esa discusión con Lily. Rara vez podía mantenerse enojado con ella, ella que no tenía ninguna responsabilidad, no era su trabajo cuidar de él, porque solo eran amigos y ella tenía sus propios problemas y batallas por librar, esta esa parte en él que llora abandonado, que reclama herido y desolado, traicionado por ella, porque no estuvo ahí.
Suspira y fuerza su atención de regreso a su libro, un intento por aclarar su mente y seguir el consejo de Klaus de no sobre pensar las cosas que no tienen arreglo inmediato. El ritual necesitaba ingredientes exactos, y para asegurarse de que saliera bien, Severus tomó como tarea personal estudiar a profundidad cada ingrediente, entenderlos y así saber cómo manipularlos, en busca del mejor resultado con el menor riesgo posible. Se acomoda en su lugar y escribe los detalles que saltan a su mente mientras lee las propiedades de las raíces. Ya nadie cuestionaba porque estaba ahí o por quien estaba ahí, sin mencionar la cantidad de clientes que tiene, por lo que lo dejan estudiar las pociones bajo la promesa de ofrecer un mejor repertorio para sus necesidades. Claro que el escándalo llamó su atención, rompió su concentración en su libro y alzó la mirada.
No reconocía a ese chico, un Ravenclaw que no dejaba de insultar al aire mismo mientras los otros Slytherin lo empujaban y hacían tropezar, se reían de sus caídas y golpes, indiferentes a su dolor. Los insultos, las burlas, son familiares y reconocerlas lo pone en alerta, se burlan del chico como muchas veces se han burlado de él, pero no entiende cual sería la diferencia. La ansiedad dio un pico en su pecho, no sabía que había hecho ese chico, porque estaba ahí, es obvio que no se cruzó con ellos por accidente, si no que fue traído hasta ahí para poder ser usado de entretenimiento con total libertad. A un lado, disfrutando en primera fila el espectáculo, estaba Amara Shafiq, su colorido y bello abaya la hacía sobresalir por encima de las ropas de escuela de sus compañeras, elegante, opulente y con intrínsecos detalles dorados a lo largo del cuello y mangas, un bello vestido que resalta su fortuna y la mantiene cómoda, sus amigas a su lado se entretenían con ella. Con cada aplauso de Shafiq y sonrisa de sus labios, los chicos sonríen victoriosos, causan más dolor y recrean lo que la pone más contenta, como si fuera una princesa que complacer y ellos estaban deseosos de verla en plena alegría.
Entonces fue Shafiq quien pidió a ese chico, ¿Por qué? ¿Cuál fue la falta? ¿Cuál era la diferencia? ¿Sería posible que después le tocara a alguien más y—?
Su ansiedad y acelerados pensamientos son pausados cuando la cálida mano de Klaus cae en su nuca, una suave caricia y un pilar de calma sobre su piel desnuda, casi suspira ante la atención, la familiar sensación de sus uñas rozar su cuello y peinar su cabello tras su oreja es suficiente para relajar un poco su postura, no se había dado cuenta en qué momento se tensó tanto. Baja la cabeza de regreso al libro, dando espacio a esa mano para cubrir más piel y sentir más calidez, pronto Klaus pegó sus frentes con un suave movimiento, sus ojos dorados mirándolo con atención, buscando en él la razón de su ansiedad, el vínculo mental entre ambos se forma. Un poco de calma viene en forma de pensamientos y sensaciones.
“No te alteres, Verus, no es nada más que los hermanos Greengrass saliendo a defender a su amada Shafiq” -Le quita importancia Klaus, mientras el Ravenclaw es aventado a pies de la chica y levantado para continuar con su diversión.
“Espero no haberla visto feo en el desayuno entonces” -es lo primero que puede pensar, él y Shafiq no tienen problemas, pero tampoco una relación buena, ella nunca necesita pociones y él nunca se mete en su camino, por lo que está en las mismas condiciones que ese chico. Puede sentir la sonrisa burlona de Klaus a un lado mientras niega.
“Bueno, mientras no la llames coño de camello o puta terrorista, como lo hizo ese tarado, estarás bien”
Severus se abstiene de reaccionar más allá de cerrar los ojos para mantener el temple, sorprendido del atrevimiento de ese idiota para referirse de ese modo a una familia tan importante como los Shafiq, ¿Quiere perder la cabeza o qué demonios le pasa? Claro, las cosas son diferentes en el mundo muggle, donde ese comentario habría hecho reír a varios, a chicas sonreír satisfechas e incluso iniciaría una moda para aislarla, pero ese no era el mundo mágico, y en ese mundo Shafiq estaba por encima de los demás, por encima de ellos. Es un concepto tan sencillo, que no entiende porque los otros son tan estúpidos como para no notarlo.
“¿Realmente dijo eso?”
“Y no quiere escuchar lo que dijo sobre los Chang”
“¿Y tú? ¿Dijo algo sobre ti?”
“¿Quién crees que les dio su horario? Ese idiota necesita una lección sobre cómo funciona este mundo”
“Tal vez necesita otra ronda para que le cale en la esa cabeza dura y hueca cabeza suya”
“¿Sabes qué? Tienes razón”
Klaus se ríe bajito, planeando algo y disfrutando con creces la ira de Verus en su nombre, a un insulto que no escuchó, la mano de su nuca se mueve a sus hombros y después de un segundo, manda al diablo cualquier disimulo, esa mano baja por su espalda y toma su cintura. Como siempre cuando está contento.
—¡Dale una vuelta más, por mí, Bert! —grita Klaus, a lo que Bert Greengrass voltea y promete hacerlo, una ola de risas se da por el pedido, todos consciente que la venganza de Klaus es peor.
Momento siguiente, la mano en su cintura lo jala con cuidado, guiándolo a como quiere. Verus se deja mover a como Klaus quiera, sin interés en llevarle la contraria y encontrado cómoda la posición en la que termina; con su espalda recargada en el costado de Klaus y su cabeza en el hombro del más alto, el libro en su regazo vuelve a ser su centro de atención, el calor de Klaus a sus espaldas, el peso de su brazo sobre su cintura y su magia abrazando la suya, se siente seguro, tranquilo, protegido, como si nada pudiera arrancarle esa sencilla alegría. No puede hacer nada por el Ravenclaw, y la verdad es que tampoco quiere, no es su asunto, no es su pelea, no es como que haya recibido mucha ayuda cuando otros se meten con él, es obvio que en Hogwarts cada quien está por su cuenta, más contra un sangre pura. Sin mencionar que, antes muerto que ayudar a quien insultó a Klaus. No sabía que tenía un lado romántico y posesivo, pero estaba comenzando a ser cada vez más natural, tampoco intentaría frenarlo, a Klaus le gustaba y demasiado.
El espectáculo con el Ravenclaw dura poco tiempo cuando llega McGonagall, gritando regaños y obligando a los Greengrass a retirar sus varitas y dejar al chico levantarse, la mochila es tirada al suelo y el chico la recoge con la poca dignidad que le queda, cuando ella pregunta porque está ahí y quien lo trajo, el Ravenclaw mira a Shafiq, ella, muy disimulada, arregla los bordes de su abaya, sus ojos resaltados con su kohl negro se fijan desinteresadamente en él, a sus espaldas, parado y jugando con su varita entre sus dedos, está el mayor de los hermanos Greengrass, apenas contenido por la presencia de la chica enfrente suya, si la acusa a ella o algunos de los chicos, pagara las más altas consecuencias. Conoce ese intercambio porque ha estado en la posición del chico, porque siempre que va a acusar a Potter o a Black, los dos tienen una forma de amenazarlo que se parece a esa. La gran diferencia es que esa balanza de poder cambia su curso con la mano de Klaus. Mientras que ese Ravenclaw esta por su cuenta y su mejor esperanza es que su humillación sea suficiente para satisfacer a Shafiq por los insultos en su contra.
Y al igual que Severus antes: cede a lo que menos daño atraiga en su dirección.
Miente diciendo que él llegó a esa jardinera y que fue una broma demasiado pesada. McGonagall no se ve convencida, pero no presiona más el asunto, no llegara a nada con ello. Y tanto ella como el Ravenclaw se van de las jardineras, haciendo que la atención de todos los presentes se gire a sus respectivas conversaciones, los Greengrass se pavonean en la atención de Amara Shafiq y sus amigas. Klaus resopla, reacomoda la mano que tiene sobre su cintura y sigue la conversación con Evan y el resto del equipo de Quidditch. No es sorpresa que nadie del equipo reaccione la gran cosa al afecto de Klaus hacia él, después de todo, tienen que lidiar con un Klaus irritable por no ser el centro de atención de Severus durante las practicas. Barty decidió arrastrar a Reg a Merlín sabrá que travesía que terminará con ambos castigados o llenos de ceniza, con la gran afición que desarrollo Barty por los explosivos. Estarán bien, y si no, al menos vivos.
Se concentra en el libro en sus manos, hace rápidas anotaciones mientras lee cuidadosamente cada párrafo, buscando entre las letras cualquier posibilidad que no haya visto antes y así evitar un problema mayor. Las constante risas a sus espaldas, por primera vez, no lo ponen tenso o paranoico, el peso en su cintura por el brazo de Klaus funciona como un extraño escudo, como si bajo ese agarre, todo estuviera bien, porque Klaus no permitiría que se burlaran de él de frente o a sus espaldas. Como un escudo, como un seguro y como un refugio.
Suspira y deja caer un poco de su peso contra el costado de Klaus, al instante este da un ligero apretón a su hombro y se gira, a la pregunta en sus ojos es obvia, pero Severus niega. No, no está cansado ni quiere irse aún, no está abrumado y tampoco harto, simplemente… relajado, lo cual es jodidamente raro, porque se ha ido más rápido de lugares con menos gente. La gran diferencia en que esos lugares no estaba Klaus, no estaba su calor, presencia ni aroma, tal vez por eso ahora estaba tan tranquilo.
Se limita a disfrutar la seguridad y tranquilidad que le da estar cerca de él. Klaus sonríe, sin saber que está pensando, o tal vez adivinándolo, y pega su cabeza a las de Severus en un suave movimiento, afectuoso y cariñoso, una perfecta cubierta para presionar un rápido beso en pómulo y regresar su atención a la plática. Los amigos de Klaus tienen la decencia de no mencionar nada al respecto, o también existe la posibilidad que lo notaran por estar discutiendo entre sí. Sabe que se viene el cambio de capitán, con Nott graduándose, necesitan a otro y la mejor para tomar el puesto, chistosamente, es Vanity. El equipo entero vibra por el cambio y eso se expande a Klaus, quien está demasiado intrigado en cómo van a reacomodar el equipo. Tan metidos en el tema que dejan pasar obvias situaciones.
O eso pensaría hasta que choca con los ojos de Evan, que entonces entra a su mente.
“Vi eso” —le avisa con una obvia intención de burlarse y hacerlo en centro de conversación por el simple hecho de joder a esos dos.
“Y yo te vi ojeando demasiado a Barty durante la práctica, ¿Alguna pregunta?”
“Ninguna, excelente argumento, ten un buen día”
Evan sale de su mente y desvía la mirada, a lo que Severus se ríe en su interior y regresa al tomo de pociones.
—¡¿Por qué tan jodidamente temprano?! —Se queja por quincuagésima vez Klaus en el larguísimo lapso de quince minutos.
Severus rueda los ojos y sigue preparando su mochila para el día, a sus espaldas, Evan, harto desde antes de despertar, lanza un misil almohada hacia Klaus, fracasa por los reflejos de este, pero el mensaje es claro, y aunque no lo fuera, el grito que le sigue lo aclara.
—¡Carajo, ya! ¡No te vas a morir por levantarte media hora antes de lo normal! ¡Madame Hooch quiere hablar con todo el equipo al respecto de las posiciones, como tu querías saber! ¡Así que deja de estar chingando ahora!
—Dijo el más sen del cuarto —Se burla Edmund, cómodamente acostado en su propia cama.
Después de una acalorada charla en las jardineras, Talkalot fue directo con Madame Hooch a preguntar y la entrenadora no tuvo mejor idea más que convocar una reunión en la mañana, durante el desayuno, para informarles sobre cómo iba a funcionar el cambio de capitán y como iba a afectar a todo el equipo. Por un lado, es bueno porque les otorgara las tan deseadas respuestas, por otro, Klaus estaba mortificado de que se necesitara su presencia tan temprano en la mañana cuando él tendía a levantarse más tarde, viendo que su horario se lo permitía. Y una de las cosas divertidas de Klaus es que, cuando algo le molesta, lo vuelve problema de todo el maldito mundo, como ahora.
Él se levantó por fuerza de habito, acostumbrado a ser de los primeros en llegar a desayunar, antes para tener oportunidad de comer sin ser atacado y ahora por disfrutar del silencio al comienzo del día, razón por la que le toca primera plana de la escena que se traen esos dos. El clima amenaza con ser más frío ese día, la nueva túnica sobre sus hombros parece ser la opción correcta, la gruesa tela se siente suave entre sus dedos, un regalo de Lucius.
Severus cierra su mochila, y se queda quieto, casi puede contar los segundos. Cinco, cuatro, tres, dos y-
Unos brazos lo rodean desde atrás, se cierra con fuerza sobre su cintura, el cálido cuerpo de Klaus se pega a sus espaldas y su mandíbula termina recargada en su hombro, aun quejándose por lo bajo y mandando miradas llenas envidia, casi odio, en dirección de Edmund. No abre la boca, si no que usa el lazo mental que parece siempre estar abierto entre ambos, a ese punto, Severus lo prefiere, prefiere sentir la presencia de Klaus en su mente además de en su cuerpo.
“Me regaña como si él no estuviera mandando maldiciones a todo lo que se mueva” —Se queja amargo mientras observa como Evan se pelea dramáticamente con su corbata.
“Igual una queja más y yo mismo te coseré los labios” —Le da la razón a Evan para gran traición que Klaus, que lo mira con fingido horror.
“No seas cruel, Verus.”
“Estoy siendo benevolente” —Le responde, inexpresivo en su rostro y con voz monótona. A lo que Klaus sonríe burlón.
“Y te creo, por lo que procederé a seguir quejándome contigo, porque sé que me amas demasiado para matarme como Evan está cerca de hacer” —Casi tararea en su mente.
“Tú querías respuestas” —Le recuerda mientras pica con un dedo el entrecejo de Klaus, haciendo que este resople caprichoso al recordatorio— “Y ahora obtendrás respuestas, nunca especificaste la hora para obtenerlas”
“Y nunca dije que la quería antes de los que gallos se levantaran” —Argumenta de regreso con el ceño ligeramente fruncido.
“De verdad que no sé quién de los dos es más dramático”
“Somos terriblemente melodramáticos, Verus, solo que yo soy de en un estilo dramáticamente emocional mientras tú vas a lo teátricamente tétrico, por eso funcionamos tan bien” —Explica una terrible lógica que le cuesta una mirada juzgona de Severus, quien alza una ceja.
“Estas loco”
“Estoy en lo correcto” —Sonríe muy seguro y Severus rueda los ojos.
“Anda, ve con Madame Hooch y termina de una vez con tu, oh, tan grande dolor y sufrimiento” —Le dice mientras hace el ademán de empujarlo, sin verdadera fuerza. Klaus afloja sus brazos y retrocede apenas los centímetros necesarios para que Severus se gire a encararlo, dejando sus rostros frente a frente demasiado cerca uno del otro.
“¿Esperaras por mi para desayunar? Hooch mencionó que sería muy rápido y nos daría todo escrito, así que mi oh tan grande dolor y sufrimiento no me tomara mucho” —Klaus jala a Severus más cerca de él, sus ojos dorados mirando con especial atención los ojos negros de Severus, los brazos a su alrededor impiden que escape, aunque no es que Severus lo intente en lo absoluto. Sus manos delgadas se posan en el pecho de Klaus, suben un poco, hasta que la punta de sus dedos choca con el borde de sus perfectas trenzas, la cuenta de oro da un destello ante el movimiento, centra su mirada en ella.
“No prometo nada, tengo hambre” —Ladea su cabeza, casi retador y fingiendo indiferencia mientras toma entre sus dedos la cuenta de oro al final al final de la trenza, pero se encuentra con un satisfecho “Hm” del pecho bajo sus palmas.Pierde importancia cuando gira la cuenta de oro y ve un grabado demasiado familiar en ella.
“Bien, obedece esa hambre, pero no quiero desayunar solo”
“¿Estas usando la cuenta a la que le puse la runa?” —Es una pregunta con una respuesta ridículamente obvia, viendo que la tiene entre los dedos, pero Klaus baja la mirada y sonríe orgulloso.
“Claro que la estoy usando, la pusiste ahí con todo tu cariño y deseo de protegerme, van a tener que enterrarme con ella puesta. Pero que señales ese perfecto regalo que me hiciste no hace que se me olvide el problema actual que tiene que ver contigo abandonándome”
“Sí, niñato gigantesco, te acompañare a desayunar”— cede mientras rueda los ojos y deja en paz la trenza.
“Sabía que me amabas”
“Eres tan—
—Oigan, ustedes dos, hay más gente en este cuarto. —Interrumpe su charla Evan, que los ve irritado, cansado de lo melosos que pueden ser sus dos amigos. Su mochila colgada de su hombro y viendo a Klaus, desesperado por irse de una vez.
Cierto, Evan y Edmund solo pueden ver sus gestos. Para ellos solo están haciendo caras y gestos entre sí, si no supieran Legeremancia, pensarían que sus dos amigos están locos o esquizofrénicos, que se redondea a lo mismo. Edmund rueda los ojos y se hunde en sus cobijas, volviéndose un capullo de tela. Sus clases iniciaban hasta media tarde, por lo que no pretendía moverse en al menos dos horas más.
—¿Y eso en que me afecta o importa? —Klaus resopla, a lo que Severus niega para si antes de soltarse de los brazos de Klaus y alcanzar su mochila.
—Vamos ya— anima, Klaus cede a regañadientes y tomar su propia mochila. —Nos vemos después, Ed. —Se despide de su amigo, Edmund solo saca su mano de su capullo de cobijas y le dedica un pulgar arriba antes de enterrarse otra vez.
Solo se despidieron fuera de las mazmorras. En memoria muscular, Severus pegó su frente con la de Klaus, suave, como pocas cosas en su vida terminaron por ser.
“Te vere en el Gran Comedor. Suerte con Hooch”
“Gracias, Verus. Te alcanzó en poco”
Se despiden con un beso casto, apenas un roce de labios, breve e inocente, apenas una pequeña chispa del calor que comparten, pero es suficiente para satisfacer a ambos. Podría decirse dramático, porque no se van a separar por mucho, pero es una gran excusa que Klaus nunca quiere desperdiciar y Severus se volvió demasiado receptivo como para rechazarlo. Observa con cariño los ojos dorados y se van por caminos separados.
Recorre los conocidos pasillos con nueva calma.
Las ironías llueven del cielo, de verdad que sí. Durante su primer y segundo año, se consideraba a sí mismo como el chico más solitario de la escuela. No era algo despectivo en su momento, un mero hecho, una verdad, innegable, bastaba con ver alrededor para darse cuenta de que tenía razón. Su única amiga era Lily y ella estaba muy ocupada experimentando las maravillas de ese nuevo mundo mágico, dejándolo a él por su cuenta.
Siendo un mestizo, no hay muchos lugares para hacer amigos en la casa de Slytherin, la mayoría lo veía como un bicho bajo el zapato y otros como un mero animal. Luego estaba el hecho de ser un Slytherin en Hogwarts, no hay muchas casas que quisieran mezclarse con alguien que porta verde y plata. Y, por último, era él, no había persona que quisiera ser relacionada con él y quedar en la mira de los merodeadores, sufrir las mismas bromas y humillaciones que él sufría casi diario. Entonces era obvio; estaba solo la mayor parte del tiempo. El chico más solitario de Hogwarts.
Ese mismo hecho casi lo hace reírse por lo ridículo que es. Porque esa es la primera vez que camina solo en los pasillos en un mes.
Ahora estaba acostumbrado a estar siempre con alguien más. Practicando maldecir objetos con Edmund, chismear con este mismo, pasearse con Charity, estudiar con Aurora, practicar hechizos con Barty, apiadarse y ayudar a Evan con runas antiguas, escuchar a Regulus mientras hace pociones, caminar y platicar con Narcissa, antes de que ella se graduara junto con Bellatrix y Andromeda, o simplemente existir al costado de Klaus. Es raro no sentir su presencia cerca, no poder alcanzarlo y susurrarle comentarios o escuchar su voz en su cabeza, escuchar sus burlas o simplemente sentir su calor. No se había dado cuenta cuanto más se había abierto, puede ser que no sea mucho, que sean mínimas personas, pero para alguien que estaba acostumbrado a llevarse bien con UNA persona, es extraño de repente tener un círculo más abierto.
Y hablando de una persona. Esa persona de un tiempo para acá no se lleva bien con él. Otra ironía, dolorosa como ninguna, porque paso de ser la única en el mundo a su lado, que lo quería, apreciaba y entendía, a ser la que más lejos se sentía de él, el creciente rechazo duele, arde, peor porque aun no cae por completo, pero puede verlo construyéndose cada vez más.
Entra al Gran Comedor. La mesa de Ravenclaw es la más llena entre todas, siendo los más interesados en su promedio, pocos pierden la oportunidad de repasos matutinos para entrar a clases preparados y con conocimiento fresco. Las otras mesas están casi desérticas, aún muy temprano. Suspira ante la paz, ajusta la correa de su mochila sobre su hombro y avanza, directo a su mesa. O esa era la intención.
—¡Severus! —Reconocer esa voz lo deja helado de pies a cabeza, voltea tan rápido que bien podría haberse fracturado el cuello, fuerza de habito en su cuerpo, entrenado por él para responder a esa voz.
Ojos verdes y cabello rojo. Lily corre hacia él, corta la distancia que los separa.
Su estomago gira y de repente es hiper consciente de todo lo que sucede. La brecha entre ambos, la distancia y la herida que yace abierta y sangrando. Las palabras que se soltaron entre sí. Hubiera sido cualquier otra persona, por menos lo hubiera borrado de su percepción, borrado de su mundo y mente, pero la relación entre ambos tiene profundas raíces en su ser, tanto que no tiene forma de lidiar con el dolor que le causaron.
Se queda congelado en su lugar y espera los pocos segundos que le toma a la Gryffindor acercarse. Su mano cae en su brazo, el tacto no es abrasivo y quemante como lo fue esa tarde, donde todo seguía siendo incoloro e incorrecto, ahora solo le parecía… extraño. ¿Cuándo fue la última vez que se abrazaron? Solían hacerlo mucho, Lily era una chica feliz y táctil, gustaba de abrazar y tendía a hacerlo cuando se emocionaba, y Severus nunca encontró en si quejarse, ajeno a porque le gustaba tanto. Pero ahora…
Los ojos negros observan a Lily con una mezcla de emociones tan complicada, igual o peor que los sentimientos en los ojos verdes, revueltos entre sí, sin orden ni cuidado, emociones crudas que amenazan con quedarse en meros conceptos por no ser capaces de ponerlos en palabras. Veneno y filo.
—Sev— llama una vez más Lily, un suave susurro que pone en alerta a Severus.
—Lily— reconoce su cercanía, a diferencia de la otra vez, no intenta alejarse ni plantar más distancia. Ella moja sus labios en un acto nervioso y mira a la puerta, como si buscara a alguien en ella, Severus no está seguro de porque esa acción le causa tanto rechazo. No tiene oportunidad de mencionar nada cuando su amiga regresa su atención a él.
—¿Podemos… Podemos hablar? Por favor —Pide bajo.
Ahora es Severus quien mira alrededor. El Gran Comedor es grande, por lo general lleno de ruido por las personas y sus platicas banales, a esa hora de la mañana no esta ni a la mitad de su capacidad y todos están concentrados en sus propios asuntos, pero una fría sensación baja por su espalda desde su nuca. Expuesto, a ojos de todos, publico, un espectáculo que va a pasar. Un habito que la escuela entera agarró con él a base de los miles de veces que fue hecho por Potter y Black. No es así, Lily no es Potter, no lo es, no está haciendo lo mismo.
No es una buena idea. No ahí, no en ese momento. Por lo que respira hondo e intenta soltar su brazo del modo más suave que puede.
—Lily, ahora no es-
No termina de hablar cuando Lily vuelve a tomar su brazo, esta vez con las dos manos. Apresurada y desesperada, de un modo que incluso sobresalta a Severus.
—Por favor, Sev, solo hablar, por favor, necesito hablar contigo.
Esa fría sensación regresa mientras observa el rostro de Lily. Crecieron. Mucho. No sabe porque ese es su primer pensamiento si es algo obvio, están en sexto año, su penúltimo año en Hogwarts, es obvio que crecieron, que cambiaron físicamente, es lo más obvio, es lo esperado y raro sería que no fuera el caso. ¿Entonces porque encuentra ese hecho tan ajeno? ¿Tan grande y extraño?
Sabe como funciona, si dice que no, ella pedirá de nuevo, sus extraños comportamientos atraerán la atención del resto del alumnado y ahora si estarán haciendo una escena, quedará en evidencias y una vez más, su vida servirá como chisme y entretenimiento de la escuela entera. Por lo que no tiene mejor idea que suspira y cede, cede a lo que ella pide de él, porque es la norma, porque siempre lo ha hecho, es el orden de su dinámica. Porque así son las cosas.
—Bien. —Se gira por completo a ella. Es algo que tendría que hacer tarde o temprano, y mejor cauterizar la herida de una jodida vez. —Pero es mejor si nos quitamos del medio de la entrada.
Lily suspira aliviada, asiente a lo que dice y en un parpadeo, están en el costado de la puerta, donde no estorban la pasada, se quitan del centro del pasillo y las oscuras puertas de madera a sus espaldas hacen un trabajo decente en mimetizar su presencia. En lo personal, le gustaría agregar uno o dos hechizos que mantenga la privacidad de su conversación, incluso con le casi inexistente público, pero Lily va directo al punto.
—Lo siento. —Suelta de golpe y sin una pizca de miedo, como si fuera un pensamiento que ha dado tantas vueltas en el espacio de su mente que escapa por su boca ante la primera oportunidad. Al instante la tensión regresa al cuerpo de Severus, golpeado por esa disculpa, porque ya sabía a que iba esa supuesta conversación. —Lo siento, por todo— repite y procede a explicar, —Por no haber estado ahí, por dejarte solo, por atacarte en vez de ser un mejor consuelo, por alejarte, lo siento por acusarte, no debí- yo pensé- estaba tan asustada, desesperada y perdida. Lo saque contra ti porque no sabía que hacer y… lo siento.
La vulnerabilidad irradia de esa voz, emoción cruda mientras ella explica cada parte. Se disculpa por el daño más grande que han tenido entre los dos, por lo peor que ha pasado, una muerte en el historial vence cualquier pelea tonta o insultos infantiles, el luto es real, la soledad también lo fue, y también esa pelea donde las culpas fueron aventads. La diferencia es que Lily toma el paso en aceptar su culpa, ver su error y reconocerlo frente a él, quiere arreglarlo. Una voz al fondo de su cabeza, una que es similar a la de Klaus, chista incrédulo mientras susurra palabras sobre como ella no sabe como arreglarlo, como su verdadera intención se dejara ver apenas la deje hablar unos segundos más.
Y él esta cansado.
Es apenas la mañana, ese día prometía ser normal, pero una disculpa le trajó de regreso todo el cansancio del mes. Porque ese dolor, esa amargura y ese recuerdo es tan pesado como una piedra, poco a poco es capaz de dejarlo atrás más tiempo, pero que ella lo traiga a colación, es tan cansado.
—Lily, esto no- de verdad, déjalo, por favor, yo –
—¡No! ¡Hice mal! —se niega a soltarlo, a dejarlo ir, sus ojos verdes lo miran suplicantes a más tiempo. — ¡Te dejé solo! ¡Tenías razón, yo no estaba ahí! ¡Me distraje con la posibilidad de que Petunia me hablara! ¡Te deje solo cuando más lo necesitabas porque no sabía como dar la cara! Porque me asuste… —confiesa al final.
Sí, la muerte es aterradora. Como idea en general, como destino final, y como escena que presenciar. No la culpa por eso, no la culpa por saltarse esa fea parte de su vida, o eso quiere pensar para callar esa voz abandonada en su pecho que ahora se consuela apenas un gramo en esa disculpa. También intenta concentrarse en ella y no en esa voz que le dice que no se esta disculpando por la cosa correcta.
Ella no podría haber hecho nada para salvar a Eileen, nadie. Pero podría haber dejado una rosa en su tumba y una mano en su hombro, como mero apoyo, como mero reconocimiento de que ambos existen fuera de ser el par de miserables de la Calle de la Hilandera. Ella lo está intentando, y eso algo que Severus puede reconocer entre todo.
—Esta bien, no podrías haber hecho nada de todos modos. —Intenta consolar esa culpa que arrastra a Lily y le roba su brillo, incluso si siente sus nuevos colmillos apuñalar su lengua, porque esas no son las palabras que están en su mente.
Lily niega otra vez, y, como si tratar con un gato huraño de la calle, alcanza con cautela su mano. El hecho sorprende gratamente a Severus, porque desde esa vez en el pasillo, desde que vio en lo que se transforman sus uñas y el uso que les puede dar, Lily jamás volvió a tocar sus manos ni dedos, asustadas, horrorizada y asqueada. Esta puede ser la primera vez que tocan sus manos desde hace un año o más. Sostiene sus largos dedos entre los suyos, por obvias razones evita tocar la punta de sus uñas, pero su pulgar deja una suave carrica en el dorso, como si quisiera contagiarlo de su calor, suave, amable y gentil.
—Fui horrible y egoísta contigo, y lo siento, Sev, por todo. Espero que puedas perdonarme— dice en voz baja con sus manos juntos entre los dos.
Ella esta herida, arrepentida y con verdaderas intenciones de arreglar las cosas, no es una mentira ni una broma. Severus es habilidoso en cargar veneno y rencor, pero es tan complicado hacer con Lily, incluso si todas las veces que han peleado se acumulan en el fondo de su mente, no puede evitar pensar que, tal vez, vale la pena. El perdón viene fácil cuando se trata de ella, porque ella fue la primera en perdonar su torpe existencia. El silencio que le sigue sirve para poner en mínimo orden el huracán de sentimientos y abrir la boca con una respuesta.
—Te perdono. —Le dice con suavidad, al instante Lily sube la mirada, esperanzada. —Y gracias, por al menos intentarlo después.
Lily lo mira y sonríe, aliviada, pero al instante las alarmas suenan en la cabeza de Severus, porque esa mirada trae consigo más. Como el movimiento detrás de un arbusto, un hoyo en una cortina. Es cuestión de segundos para que ella se envalentone y termine de hablar.
—Y lo que dije antes… también es verdad. Estoy muy preocupada por ti— continua, voz suave y cautelosa mientras observa con cuidado cada parte de su ser, la falsa incertidumbre en el estómago de Severus da un giro, ruega a Merlín porque ella no vaya a decir lo que cree. Pero, como siempre, esta solo cuando se trata de ayuda divina. —De verdad quiero que sepas que no estás solo, no estás por tu cuenta, tienes mi apoyo. No necesitas a Mulciber como cree-
Ah, tan predecible y aun así tan doloroso. Porque tenía que decirlo, girarlo así, porque no hay forma de hacerle comprender que esa verdad no existe más que dentro de su cabeza. La cuidadosa paz que había construido con la disculpa ahora se quiebra con las palabras de su amiga. Lily, ella que siempre sabía que decir, que era buena con la gente y su carisma era encantadora, ella que es dulce y amable, ella que es la mejor, es la que le arranca la poca paz. La primera en apuntar con el dedo su relación, la que hace realidad su peor miedo. De todas las personas que podrían haber agregado piedras a sus peores temores, ella era la última, pero ni siquiera puede decir que esta sorprendido por ello. Otra jodida ironía.
No la deja terminar, el golpe en esas palabras destroza la delgada capa de armonía que apenas comenzaban a reconstruir, suelta su mano como si ese simple toque le quemara, el palpitar de su herida abierta lo hace reaccionar fuera. Se ríe amargamente mientras retrocede y pasa la mano liberada por su largo cabello, al instante siente el filo de sus uñas responder a sus emociones.
Lily no tarda en reaccionar a eso, vuelva a dar un paso delante para compensar el paso para atrás de Severus.
—¡Sev, por favor! —ruega, ruega por una oportunidad, pero no hay nadad que ella pueda decir que Severus no haya pensado o sentido, no hay escenario que ella describa que sus propias pesadillas y ansiedades no hayan construido con lujo de detalle en su mente y atormentado con constancia. — Mira, lo entiendo. Sé qué crees que estas solo y que solo ese…que solo él está de tu lado, que es el único que esta ahí para ti y que, sin él, no hay nadie más, pero tienes que darte cuenta, tienes que despertar. —Exige, disfraza su exigencia con suplica y preocupación, pero Severus no puede evitar pensar en que solo quiere que haga lo que ella quiere, porque solo hay una forma de llorar y de doler una muerte.
—Justo cuando pensaba que podías darte cuenta, a aceptar que las cosas cambiaron, que yo cambie —sisea, la esperanza arrancada arde y jala su veneno hacia el exterior. — Justo cuando pensé que de verdad te importaba, lo vuelves un problema sobre Klaus.
—¡Es un problema! —es terca al respecto. No lo suelta, no antes y menos ahora. —Te hizo dependiente de él, se aprovecha de ti, te tiene bajo control y envuelto en una mentira, ¿Por qué no lo ves?
—¡¿Por qué no lo ves tú?! —voltea, cuida mantener su voz lo más baja posible, pero su lenguaje corporal, la escena que esta haciendo con ella, es suficiente para dar a entender a cualquiera que camine cerca que están en una acalorada discusión. — No sé qué película te hayas hecho de Klaus, pero tú no lo conoces. En lo absoluto. No puedes saber NADA de él. —No, no puede saber nada, se deja engañar por las sonrisas crueles, se deja engañar por su lengua afilada y oscura reputación, se deja engañar por la reputación que Klaus cuidadosamente construyo a su alrededor. Ninguna mentira, mera apariencia, y mucha de su personalidad esta reservada para él y los otros cuando están solos en la sala común.
No, Lily puede tener miedo del heredero, millonario, sangre pura Mulciber, pero no puede saber nada de cómo es el verdadero Klaus. Severus lo conoce tan bien que incluso sabe la forma de sus pensamientos y que tan rápido es capaz de acabarse un plato de egusi.
—Sé que es un jodido purista que piensa que los sangre sucia son pestes que exterminar, — la dulzura y cuidado se borró de su voz, reemplazada por esa fría hostilidad, siempre dirigida a algo que Severus ama, y en este caso, alguien a quien Severus ama. —Sé que se divierte torturando a los que son como tú y yo, que nunca seremos igual a él. Y te ha cegado a pensar que de verdad puede amarte. Que un millonario sangre pura puede amar a un simple mestizo.
Esa aguja de hielo se tuerce en su pecho, sangraría hasta morir si fuera un arma de verdad o un hechizo que conjurar, casi sospecha que lo es, porque esa voz, esas palabras y ese tono es exactamente igual al que escuchaba en sus sueños y pensamientos cuando pensaba en Klaus. Baja la cabeza lo suficiente, la bilis subiendo por su garganta, intenta controlarlo, mantenerlo bajo control para no hacer un daño irreparable, pero Lily no ha terminado, no lo suelta y no está dispuesta a irse.
—Nadie de ese círculo podrá verte jamás como algo más que un tapete o un elfo doméstico. No eres nada a un lado de ellos. Mira a Dolohov, es un asqueroso purista que no durara en castigarte por el pecado de existir a su lado.
Ahora mete a Dolohov, alguien totalmente diferente. Prueba su punto con alguien a quien Klaus dejó de hablarle desde hace un año, un insulto en su dirección, eso es todo lo que tomó para que Klaus decidiera cortar a Dolohov de su círculo social. Ella no ve eso.
—Pero no estoy saliendo con Dolohov, ¿Verdad? Estoy saliendo con Klaus. —defiende en un siseo, hace frente a la mirada verde de Lily, demasiado enojado, el rencor crece sin importar cuanto intente contenerlo y cortar sus ramas, estas crecen con más fuerza y rapidez, suben y se agarran a todo su ser. — Y ese cabron purista logró ser mejor apoyo que tú, ¿Eso donde te deja? —casi muerde, la ofensa es inmediata, Lily abre la boca para refutar con alguna cosa sobre como la empatía de Klaus no es nada más que una mentira e ilusión para controlarlo, pero Severus la interrumpe— ¿sabes qué? Al carajo, ya estoy harto. Sí, estoy perdidamente enamorado de un sangre pura, sí, estoy en saliendo con Klaus, y aunque no lo entiendas, aunque sea tan jodidamente difícil de creer, él me ama de regreso —no hay espacio para dudas, ni en su mente ni en su voz, porque es la verdad, porque lo ve y siente cada vez que conectan sus mentes, porque tienen un futuro que planear, tienen todo por delante y las intenciones de Klaus de mantenerlo cerca son claras. — Sí, amaría hablarlo contigo como hacíamos antes. Pero Klaus no es el monstro que tanto amas creer que es.
—¡Pero si lo es! —Cualquier discreción se perdió en el momento en que la desesperación y frustración pudo con Lily, y ella gritó, como si eso fuera a hacer más real su pensamiento y arrastrara a Severus a creerlo. De repente siente los ojos de todo el comedor, siente la atención y la tensión en su cuerpo incrementa, el frío en su nuca se vuelve glaciar. Cierra los dedos sobre la cinta de su mochila en busca de temple— ¡Es solo que tu no lo ves porque piensas que lo amas! ¡Te tiene en esta jodida ilusión donde crees que él puede amarte! ¡Pero ni tu amor ni el de nadie podrá nunca cambiar que tipo de asqueroso animal es!
—¡No lo llames así! —ladra de regreso. Porque esta acostumbrado a los insultos a su personalidad, apariencia, carajo, a su existencia misma, pero ninguno le enoja tanto como cuando el insulto va para Klaus, menos si vienen de una perspectiva de mentiras.
—¡¿Lo defiendes después de lo que ME hizo?! ¡¿Después de todas las personas a las que lastimó?! ¡¿Cuánto tiempo crees que tome para que te haga lo mismo?!
—¡Chistoso, él me preguntó lo mismo sobre ti! —La señala.
Entonces Lily se aleja de golpe, sus ojos verdes en su mano. Severus sigue su mirada y encuentra la uña de su dedo convertida en una filada garra negra, reaccionó a su magia y alteración, una cosa normal que tiene que lidiar con, a Klaus le sucede lo mismo y una cantidad ridícula de pergaminos se ha reducido a un montón de cenizas por la frustración de Klaus a un ensayo. No significa nada más que sus emociones son demasiados fuertes y ninguna es agradable, está muy alterado, más de lo que pensó que estaría. Más que nada, frustrado, frustrado con ella, frustrado con Lily, con la situación, no encuentra modo de explicarle ni ella encuentra modo de comprender. Frustrado por el estúpido circulo vicioso en el que están envueltos, resopla y aleja su mano, la sacude un poco y busca en su cuerpo el control para esconderla de nuevo.
—¡Aléjate de ella, Snivellus!
Severus voltea, ahora cada parte de su cuerpo erizada, el delgado hilo de control sobre si se rompe, todas sus uñas se afilan y en menos de un segundo encuentra el mango de varita entre sus dedos, un habito, memoria muscular, entrenado a reaccionar así ante la obvia amenaza y fuente de odio y dolor, porque al voltear, tan listo como si fuera a enfrentar a un dragón, los ve.
La conocida pandilla de dorado y rojo, encabezada por un idiota sin igual con mala visión y un hijo de perra con demasiado derecho. El enojo ya esta activo, pero ahora el odio, rencor y asco bombea en sus venas mientras Potter se acerca, se compra a si mismo su acto de caballero en armadura dorada, se cree un defensor y un héroe, un héroe de orgullo herido que recurre a narrativas baratas para restaurar un poco el honor que ha perdido en las batallas que no gano. Severus da un preventivo paso para atrás cuando Potter se pone frente a Lily, varita en mano y siendo seguido por Black, Lupin y Pettegrew.
—¡No la toques con tus asquerosas manos! —ladra Potter. Incluso Black ya tiene la varita levantada en su dirección.
Sus intenciones de que esa charla pasaran desapercibidas se fueron al carajo, porque ahora, en definitiva, tenían la atención de todos los presentes, ningún jodido libro de runas podría robar la atención de un Ravenclaw para sentarse a observar como el eterno murciélago de las mazmorras es enfrentado por los valientes leones. El odio se vuelve quemante en su piel y no puede evitar mirar a Potter y Black, observar su postura y pensar en cuantas diferentes maldiciones tiene que podría mandarlos a la enfermería, en como se paran y pelean, como podrían inmiscuirse en sus estrategias para desarmarlos y salir mejor parado. Sabe que tiene la atención de los maestros de guardia, porque los prefectos no podrían hacer nada, la verdad es que nadie intervendría a tiempo.
—¡Potter! ¡Muevete! ¡Estamos hablando! —reniega Lily mientras su mirada verde furiosa se pasea entre él y Black, pero no es suficiente ni para moverles un pelo al par de peleles.
—¡Lo creería si no te estuviera amenazando!
—Asqueroso incluso al usar tu jodida magia oscura en quien te hace el puto favor de soportarte— escupe Black en su dirección. Él, que fue víctima, no una, sino dos veces, de sus garras, de la maldición de la punta y la fuerza de su odio. — Escurridizo como siempre, ¿no, Snivi? —y esa sonrisa es abiertamente cruel.
Entonces sus ojos negros bajan a Lily, ella mira asombrada a Potter, mira con un extraño brillo el brazo que tiene extendido para ponerla a sus espaldas, lo mira con atención. Esta enojada, pero sorprendida. Más amargura sube por su garganta y el veneno se acumula.
—Hablando de sangres— sisea.
Porque Lily está peleando con Severus por tener una relación con un sangre pura cruel mientras mira con asombro como un sangre pura millonario alza su varita contra un mestizo, porque no es como él. La inevitable pregunta regresa a su cabeza. Ella se enoja porque dice que Klaus es cruel, pero no fue Klaus quien lo sometió a incontables humillaciones, sin fin de fracturas y volvió objetivo de burla, no fue Klaus quien le puso un apodo por una discusión en el tren, destruyó sus posibilidades de hacer amigos y destruyó la paz de su existencia, no fue Klaus quien se rio de su desgracia ni de las veces en que perdió el eterno duelo. No fue Klaus quien abuso de su poder y jodio la vida entera de Severus.
Fue Potter.
Y es Potter quien usa su poder, influencia y fuerza para enfrentarse a quien no lo tiene. La misma desigualdad con Klaus, la única diferencia es que Potter lo hace para “defender” a Lily, y ella no encuentra nada de malo en ello.
¿Es realmente que Klaus es malo o es solo que no lo hace por ella?
—Ah, hipócrita a parte de grasiento— habla Potter, alzando más su varita, un reto que Severus regresa con la propia y Black lo imita. Dos varitas contra una, un estatus quo a ese punto, siempre a sido así.
—Basta, bajen sus varitas —Trata de ordenar Lily, pero cae en oídos sordos cuando Severus apunta a Potter y este atrae más a la pelirroja hacia sí.
—¿Y dejar que este cabron tramposo tome ventaja? Ni muerto—Black la alza aún más, el odio fulminante en su mirada gris.
Cualquier ofensa se pierde en la confusión ante el acto de Potter y la posición de Lily, es la primera vez que Potter actúa tan… protector con Lily, pero la familiaridad de ese gesto, la calma de Lily al aceptarlo, todo eso le mueve de un modo que provoca más ira. Busca una respuesta en ella, pero Lily esta más concentrada en la punta de su varita y en las garras negras que la sostienen. ¿Desde cuando quiere protección? ¿Desde cuando acepta que alguien intente protegerla? Ella no es débil, eso le consta, puede hacer las cosas ella sola, y de repente acepta ese gesto, ¿Por qué? Y de Potter, entre todas las personas del mundo, lo acepta del cretino más grande que encontró.
—Severus, por favor, baja la varita. —Pide Lily a él, como si hablara con un animal salvaje, y Severus frunce el ceño, ofendido e indignado, pero el aire tenso se vuelve peor cuando alguien más entra al Gran Comedor.
Resulta que hacer esa escena cerca de la entrada no solo sirve para incomodar a otros alumnos que solo quieren desayunar, sino para también ser los primeros en saber quién llega.
Severus escucha las voces rebotar en el pasillo, y el picazo de alivio es inmediato al reconocer la típica burla de Wilkes. Los escucha, los escucha hablar y escucha el momento en que entran al Gran Comedor, no separa los ojos de Lily, no puede, porque no encuentra en que se escuda ella que no pueda ser volteado a su favor, por nada más que su mera decisión de que está mal y que no. Entonces el frío en su espalda y nuca se extingue, como si fuera una masa tibia invisible, la sensación sube por su espalda, lo rodea poco a poco, magia que conoce y se funde con la suya. Sus hombros pierden tensión, pero no desvía la mirada.
Potter y Black pierden su postura segura, Lupin se pone pálido y tiene a Pettigrew escondiéndose tras del castaño, como la jodida rata que es, el cobarde que lo compone y lo ridículamente débil que es, mientras las risas a sus espaldas crecen. La tensión se planta entre ambos y el mundo se detiene. Bastaría con tirar un alfiler para hacer que todo explote, y eso no sabe si es aterrador y aliviador, porque no sería el único afecta y, en definitiva, no el inmediato perdedor. Escucha cuando pasan a sus espaldas, y se sientan, pero también como Wilkes le susurra algo a Evan, y como este dice “Ahí va”, es obvio a que se refiere. La cálida sensación se vuelve más fuerte, lo puede sentir acercarse.
Lily también palidece, sus ojos verdes abandonan a Severus y se asoman por su hombro, su ceño se frunce cuando nota quien es. Toda suavidad, preocupación o intento de amabilidad se van en el viento, reemplazados por sospecha, recelo y rencor, es tan obvio y tan extraño, Porque esa mirada es la misma que Severus ha tenido por años, pero es la primera vez que está en Lily.
—Verus.
Una invitación, un llamado y una pregunta, todo eso en ese apodo. Gentil y firme. La voz de Klaus rompe el momentáneo silencio y Severus baja su varita al escucharlo. Se acabó, no inicio y se acabó, por lo que da un paso atrás. Lily lo mira, casi con advertencia, no quiere que vaya, lo reta a aceptar, a hacer caso y aceptar ese llamado, niega con firmeza. Pero Lily no aleja el brazo de Potter, no sale de su supuesta protección, no intenta meterse ni convencerlo de que baje la varita, ni a él ni a Black, quiere que Severus se quede solo contra esos dos, como siempre.
Quédate.
No.
Sin dejar de mirarla, el reto es aceptado; retrocede los pasos necesarios, en realidad son pocos, porque siempre que necesita ayuda, Klaus no está lejos para otorgarla. Su hombro es sujetado con un gentil mano, tan cálida como su magia si no es que más, su peso reconfortante y significado aliviador. Klaus lo sujeta con firmeza, sin intensiones de soltarlo ni dejarlo ir, como si con eso afirmara el escudo que es su poder social, lo vuelve una extensión de si y su mirada se vuelve una amenaza.
—Tu amo te llama, Snivi, que obediente cabroncito— se burla Black.
—Potter, ponle bozal a tu callejero— sisea Severus de regreso.
No vale la pena, no ese día, no con los ojos verdes de Lily chispeando de decepción y los de Severus con orgullo herido. Y sin decir más, se da vuelta, les da la espalda. Dar la espalda es un lujo que antes Severus no tenía y ahora disfruta con creces, no hay resistencia a su movimiento y la mano de Klaus viaja de su hombro a su espalda baja en una suave noción practicada hasta el cansancio, un escudo a su espalda expuesta cubre la vulnerabilidad que es su espalda con el parteaguas que es su presencia. Tan simple y efectivo. Un gesto tan obvio como significativo.
Al instante tiene la presencia de Klaus en su cabeza.
“Estas alterado, ¿Qué paso?” —Una pregunta que le saca a Severus un suspiro, desvía la mirada. La respuesta se da sola, Klaus no tarda en llegar a la conclusión después de un par de segundos. “Muéstrame, no hare nada, como prometí, pero quiero ayudarte.”
“Después, por ahora solo… Déjalo así, no importa que diga, ella… ella no lo entenderá”
Una verdad que duele por una razón completamente diferente, Severus voltea por su hombro y ve a Lily hablar con los Gryffindors, ella…les sonríe a lo que sea que le dijeron, eso arde dentro de sí, y eso Klaus lo ve y siente por estar tan cerca. El ceño de Klaus se frunce aun más cuando sigue su mirada y encuentra lo mismo que él, no se atreve a decirlo, pero sabe que hay asco en ese gesto. No tiene la energía para reñirlo por ello.
“Después” -acepta su pedido Klaus, intercambian miradas y Severus se encuentra a si mismo con una suave sonrisa mientras absorbe cada detalle del rostro de Klaus, cada rasgo de él y cada brillo mágico a su alrededor. Una sonrisa sutil y cariñosa, una que Klaus regresa, como una promesa.
Lily ve con absoluto horror como Severus se va, como responde a un orden tan rápido mientras la tacha de loca, como puede defender a ese- ese bestia. La forma en la que sin siquiera voltea, él no vio los ojos de Mulciber brillar de ira cuando la vieron, su sonrisa apretarse y la mano extendida. Como sus chocantes trenzas se balancearon con el gesto despectivo de cabeza al recorrerla con la mirada, como las pomposas cuentas de oro al final resplandecieron a la par de sus ojos al notar la oportunidad y orgullo de que Severus aun responde a él. Carajo, como apenas estuvo a su alcance, Mulciber toma a Severus como si fuera un juguete, una mascota que mantener bajo control y en una corta correa para maniobrar mejor. Como no lo deja incluso cuando le da la espalda, como un eterno recordatorio de que es una sombra imposible de quitar y alejar si no lo quiere.
¿Cómo puede pensar Severus que es real?
Es horrible de ver, de entender y presenciar sin poder hacer nada para detenerlo.
—Pendejos montoneros —Farfulla Black mientras guarda su varita, a lo que Potter asiente de acuerdo, entonces el mago con lentes se voltea y se encuentra con ella.
—Oye, ¿estas bien? Te ves un poco mal— le pregunta mientras se acerca apenas un poco, pero es suficiente para hacerla reaccionar y retroceder, casi chocando con la puerta de madera a sus espaldas.
—Déjame en paz, Potter, yo puedo defenderme sola perfectamente bien, nunca debieron meterse— riñe, herida y enojada, frustrada más que nada porque tan difícil resulta alcanzar a su mejor amigo, que tan perdido se encuentra dentro de toda esa mentira y mundo de ilusiones que lo arrastran a la perdición sin que siquiera lo note.
—Sí, de nada, Evans, por ayudarte cuando obviamente no estabas bien, no, no, insisto— es la sarcástica respuesta de Black la que hace su sangre hervir aun más. Black recibe un fuerte codazo de Potter, uno que lo calla para bien.
—Cállate —susurra Potter, a lo que Black resopla.
—Como quieras, vámonos Moony, tengo hambre, de nada y adiós, Evans. —Y sin decir más, los deja atrás, arreglando su cabello mientras avanza de regreso. Quiere gritar más insultos, pero las emociones causan que las palabras pierdan significado en su boca, lo que la lleva a solo gruñir enojada e intentar respirar para calmarse.
Entonces Potter reclama su atención otra vez.
—¿Qué? ¿Qué quieres? —casi ladra en su dirección, pero Potter ni siquiera reacciona a la hostilidad de su voz.
Suave, Potter se acerca a ella con una mano extendida, en sus ojos una obvia pregunta sobre su estado es tan raro que la confunde por un momento.
—Nada, solo quiero saber si estas bien, escuche que los trillizos Rowle te molestaron ayer. —Gentil, es gentil al hablar y acercarse otro paso. —Si se vuelven un problema, Sirius y yo podríamos, no sé, ponerles un alto a sus tres cabezotas. —Ofrece con una sonrisa.
James Potter le pregunta a ella como está después de encontrarse con esos tres, él sabe el poder que sostienen y como podrían lavarse las manos de cualquier cosa con suficientes hilos jalados. Le ofrece su ayuda, porque sabe que él, como un Potter, como otro sangre pura y con ayuda de Black, de hecho podrían hacerles frente. Incluso si Sirius es desheredado, sigue siendo un Black, y el nombre sostiene mucho más poder que el de Rowle. Ellos dos de hecho pueden ver el error en ese mundo.
Sí, son idiotas, sin lugar a dudas, son millonarios y llegan a ser tan jodidamente inmaduros que duele la cabeza, pero de algún modo, en un tipo de forma, intentan ajustar la balanza de poder al usar sus propias influencias para hacerle frente a otros sangre pura, no ven a los nacidos de Muggles como mugre y rechazan asquerosas formas de magia como la oscura.
Sí, James Potter puede ser un cabron, pero es más valiente de lo que se ve a primera vista. Es una grata sorpresa ver que no esta del todo perdido, que de hecho hay un poco de sentido dentro de esa cabeza. Sonríe suave a si misma, un poco más… calmada.
—Débil intento, Potter, pero gracias por la oferta.
Potter se ríe bajo a su respuesta y ella se va. Pero una vez le da la espalda, suspira. No quiere discutir con Severus, pero las cosas no pueden seguir a como van.
La biblioteca de Hogwarts es preciosa. Es una de las cosas que primero llamaron su atención el primer día que llegó a la escuela, a ese paraíso de información, estaba tan desesperado por crecer, y esa enorme biblioteca era el suelo fértil que tanto buscaba. Podía pasar horas y horas con el mismo ejemplar, no le importaba que tan aburrido o adelantado a las lecciones era, el mismo hecho de estar a su alcance y disponibilidad era suficiente razón para tomarlo y disfrutarlo hasta que se acabara las paginas y seguir con otro volumen. Obviamente, su gusto por la lectura técnica trajo muy buenos resultados a sus calificaciones y promedio, sus constante notas perfectas, notas sobresalientes y puntos extras sobre su promedio final fueron lo que llamó primero la atención de Malfoy, no que el rubio fuera discreto al respecto.
Encuentra comodidad dentro de ese lugar, porque siempre que necesitaba desconectarse, la biblioteca tenía justo lo que necesitaba, un sinfín de información. Incluso ahora que su refugio se volvió su propio dormitorio, (o los brazos de Klaus), seguía sintiendo una fluida paz lavar su cuerpo entero cada vez que ponía un pie dentro del lugar.
Cómodo, silencioso y pacifico, con un hechizo silenciador a su alrededor era suficiente para poder platicar, discutir y deliberar en paz, y sin provocar la ira de Pince. Por eso mismo llega y camina de memoria hasta la mesa que la fuerza de habito convirtió en su punto de reunión. Desde donde esta, puede ver la espalda de Charity y su dorado cabello rebotar al ritmo de sus movimientos, así como se encuentra cara a cara con Aurora. Aurora nota su mirada, se endereza y alza una mano para saludar, alertando a la otra chica.
Esquiva lo mejor que puede a los otros alumnos buscan salir, sin embargo, un fuerte golpe en su hombro lo desvía.
—Muévete— se queja el Ravenclaw de quinto mientras sigue su camino sin fijarse, a lo que Severus sisea bajo, no tiene tiempo ni interés en hacerse de insultos, menos cuando sus dos amigas esperan por él.
Se apresura a llegar y tomar su lugar de siempre, es una rutina perfectamente ensayada que le trae calma. Se deja caer en la silla a su alcance, entre las dos chicas.
—¿Qué fue eso? ¿Ese idiota no tiene modales o que carajo le pasa? —Charity es la primera en hablar, pasando su mirada entre Severus y volteando la cabeza como un buho para voltear en dirección del Ravenclaw.
—Tu lo dijiste, es solo otro idiota del montón. —Le quita importancia Aurora mientras pasa la pagina del libro en sus manos.
Severus se encuentra frente a él un mar de pergaminos y libros, al parecer Aurora aún no ha descifrado como la diferencia entre un escudo de duración con uno de longevidad afectan la profundidad de una runa engravada y como eso se conecta directamente con el ángulo de la luna en relación al material. Va a ser una tarde larga si juzga bien la cantidad de notas repartidas a lo largo de la mesa y la cantidad de dibujos en la libreta de Charity.
—Asumo que hice bien en tomar tanta cafeína como me fue humanamente posible— es lo primero que dice cuando se sienta, a lo que Charity deja escapar un exagerado llanto falso.
—Horas de esta tortura sin final, ni una pizca de misericordia hay.
—Veinte minutos de tortuosa investigación es la misericordia, Char— le responde Aurora sin separar la vista del texto que está analizando. Para completo horror de Charity, Severus asiente de acuerdo, mochila en regazo y sacando sus propios materiales de investigación.
—¡Inhumanidad! ¡Tortura! ¡Suicido espiritual!
—No estas encadenada a la silla.
—…. Tengo mucha tarea.
—Dudo que esa tarea sea dibujar a Aurora con una corona de flores— comenta distraído Severus, Charity suelta un gritito avergonzado mientras se tira sobre la mesa para cubrir su cuaderno. —Por cierto, gracias por tu ayuda en runas. —Le dice Severus a Aurora mientras saca de su mochila el pergamino que ella le prestó para su pequeño proyecto. Ella lo acepta de regreso con un “Mhm”.
—Gracias a ti por la cuenta— le agredece mientras pasa sus trenzas a detrás de sus hombros, solo para atrapar entre sus dedos la única trenza con una cuenta decorativa al final, nada más que una cuenta dorada y pequeña que se ajusta como un anillo a su cabello, en el material, se presume una runa. —Realmente ha sido muy útil.
A lo que Severus se permite un momento de orgullo, claro que eso no dura mucho, porque Aurora antes se muere que dejarle disfrutar un cumplido sin burlarse de otra cosa.
—Aunque en realidad no era para mí. Todo para tu Romeo, nada para tu Mercutio, meras sobras— se lamenta ella.
Charity a su lado se ríe y no tarda ni medio segundo en unirse.
—Del más gótico al más romántico, no le regala nada que no sea de oro.
—Pura cosa fina para su amor más fino.
—Ah, la más pura calidad.
Severus se lleva una mano en la frente, acariciando los costados de la cabeza para aliviar la tensión que la vergüenza le da. Porque es cierto, tras escucharlo quejarse sobre como sus trenzas son sometidas a demasiada fricción por el casco de Quidditch y como el clima está haciendo lo suyo, pensó en hacerle un regalo que le ayudara a no estar tan estresado al respecto. Paso horas investigando las runas, sus usos y como modificarlas para que sirviera el propósito pensado, pareció un loco, pero con ayuda de Aurora, que sabía mejor que estaban buscando, encontró la runa perfecta, el problema vino sobre como entregarla. Una noche Klaus estaba retirando las cuentas y se quejó de una que se dobló, la iba a reemplazar y Severus simplemente la tomó, engravó con precisión y cuidado a las horas correctas con el ángulo exacto. Lo entregó al día siguiente, pensando que Klaus podría guardarla como un detalle o usarla solamente durante sus prácticas. No esperó que al tenerla en mano se retractara sobre deshacerse de ella y usarla hasta cuando duerme, tampoco espero verlo abofetear la mano de Edmund lejos cuando este intento tocarla.
—No la compre, use la que él ya no quería, ¿Cómo iba a saber que la iba a fundir con su trenza? —se intenta defender débilmente, pero ambas chicas voltean en su dirección, Aurora con una ceja alzada y Charity casi decepcionada por su conclusión.
—Déjame ver —comienza la rubia, poniendo en un improvisado orden la libreta frente a ella— ¿No podías saber que Mulciber, MULCIBER, el mismo hombre que mando a un chico a San Mugo por insultarte, te consigue ingredientes casi ilegales para tus pociones sin hacer preguntas, desarrolló una conexión mental contigo, es celoso hasta con el aire que respiras, y tiene un apego físico casi insano contigo, sería el mismo hombre que reaccionara como si le hubieras dado la llave al edén cuando le entregaste un regalo personalizado para un especifico problema? —Bien, dicho así, si suena demasiado obvio, abre la boca para refutar, pero no encuentra como hacerlo, menos cuando Aurora se le adelanta.
—De hecho— coincide Aurora, volviéndose a recargar en la silla y alcanzar sin mucho interés el libro de hace rato— Mulciber es capaz de adorar una piedra del lago como un preciado tesoro si eres tú quien se la obsequia.
La verdad en esas palabras lo mantiene pensando.
Sí, ellas saben la verdad sobre su relación con Klaus, tal vez no del alocado intento de unión que están planeando, pero tienen la información más completa, no se enteraron por un rumor de quinta, no lo piensan como algo que ellas quieran ni tampoco que ellas entiendan más allá de lo que Severus le cuente, simplemente lo dejan ser y permiten que haga sus propias decisiones, se burlan de las malas, pero nunca se meten en ellas. La discusión de hace una semana con Lily regresa a él. Le gustaría decir que es la única, pero a lo largo de esa semana, han sido incapaces de conversar más allá de una charla casual, porque en el momento que Severus sonriera y sus afilados dientes se mostraran, Lily volvería a sumergirlos en ese denso tema, la distancia ha crecido significativamente, y todo por una simple cosa.
La diferencia es abismal y no puede sacudírsela de encima.
Tanto Charity como Aurora eran mestizas, ninguna de las dos tenía montañas de dinero que aventar al cielo ni poderosas conexiones que atraparan sus acciones, estaban en la misma desventaja ante el poder de los sangre puras, y, aun así, su postura era tan diferente. Sí, lo hacían consciente de la diferencia de poder, pero en vez de gritar en su cara, le mencionaban los signos y envalentonaban a señalarlos a tiempo, todos sus consejos siempre iban a mejorar su noviazgo con Klaus, no terminarlo. Charity odia a Klaus, pero no odia que ame a Severus. Lily odia a Klaus y odia más que Severus lo ame.
Cierra los ojos un momento, corta ese hilo de pensamientos, no es el lugar ni tiempo para tenerlos, por lo que no se le ocurre otra cosa que desviar la atención.
—Espero que tengan razón, porque no me alcanza para una piedra de manantial.
Si no fuera por el hechizo silenciador a su alrededor, la risa de foca asmática asfixiada de Charity les habría costado ser vetados de porvida por Pince, pero, gracias a Merlín, tanto Aurora sabe dibujar un círculo de encantamiento como Severus es maestro en los muffliato. Después de asegurarse de que Charity no se iba a morir ni a rasgar un pulmón, su atención se centro en su trabajo.
El trabajo de runas siempre era complicado, y conforme la relación entre las runas y astrología se volvía más compleja, más difícil era tener una respuesta clara sobre cualquier runa que seleccionaran. Complejo, enredado y precario, con miles de variantes que llueven en posibilidades distintas ante el más mínimo cambio, frustrante por decir lo menos, y la formula perfecta para que Charity estuviera a segundos de prender en fuego su cuaderno de notas en un arranque de desesperación, y ese casi incendio fue suficiente para dar la señal de lo que habían intentado suficiente por un día.
Mientras Severus regresa los libros recién ocupados a su lugar, su espalda es golpeada por alguien, los libros caen al suelo en un estruendo, y él alcanza a sujetarse del librero frente a él para no caer.
—Lo siento, Snivellus— el apodo causa una ola de fría ira corra desde su nuca a toda su espalda mientras voltea, un chico de Ravenclaw se aleja riendo y codeándose con otros de su mismo grupito, se apresuran a huir e intentar salir de la biblioteca.
Ha sido mucho tiempo desde que alguien, fuera de los Gryffindor, había tenido el nervio de llamarlo así, la constante presión de Klaus, el aviso que mando su ultimo encuentro con el chico que se atrevió a llamarlo así, la extraña protección de los Carrow y, claro, unas cuantas maldiciones sorpresas de Barty, el mensaje se extendió. Le costó demasiado hacer las paces con su apariencia, con el significado tan jodidamente degradante que tiene ese apodo porque un par de cabrones pomposos con complejo de héroes decidieron que su nombre y valor había sido decidido en una conversación de dos oraciones.
Que ahora renazca, después de todo lo que ha pasado, del nombre que ha construido, la reputación que se ha hecho es como ver la aleta de un tiburón o la cola de un cocodrilo, porque ya no es ese patético niñito, solitario y malnutrido con sueños más grandes que su compresión de la realidad que lo rodea. No tiene oportunidad de tomar su varita y mandar un recordatorio a porque ya nadie lo llama así, porque desaparecen demasiado rápido, pero la ira no se aplaca.
El ruido alerta a las dos chicas, que voltean, sisean sus insultos a los chicos que dejan polvo a su paso, y se le acercan en tiempo récord para ayudarlo a recoger los libros, no llevaba muchos, pero cayeron en tantos ángulos que es mejor tener manos extras para recuperarlos.
—¿Qué acaso nadie se fija por donde va? —se queja Charity mientras se levantan y dejan los libros en su respectivo lugar. Y van de regreso a su mesa, a recoger sus cosas para irse — ¿Son pendejos o que les pasa? ¿Ciegos acaso? Tanto puto conocimiento en su eslogan y actúan como idiotas sin cerebro— entonces se detiene un segundo— Sin ofenderte, Rory— se disculpa, pero Aurora niega suave.
—Ninguna, estoy de tu lado en esto.
—Últimamente se han vuelto tan persistentes que ya parece personal— comenta mientras cierra su mochila y se la cuelga sobre el hombro, una mirada de reojo a Aurora, ambos saben de la pregunta no dicha en eso, y ambos reconocen la respuesta en la mueca de Aurora. Charity se detiene y mira a la chica con más atención.
—Lo es, es personal. —Confirma ella.
Severus cierra los ojos para darse paciencia, apenas un segundo antes de voltear de regreso a Aurora.
—¿Qué? ¿Por qué tendría Ravenclaw problemas con Severus? —pregunta Charity, recargándose en la mesa. Aurora suspira y avanza en dirección de la salida, al instante tiene a los otros dos pegados a ella.
—Es culpa de Wilson— confiesa, el nombre tarda en aparecer una cara en la cabeza de Severus, al igual que en Charity, ella es más veloz en recordar, o simplemente a ella si le importa saber con quienes comparte oxigeno incluso si no le agradan, a diferencia de Severus, que podría vivir tranquilo sabiendo el nombre de solo tres personas y darse por bien servido el resto de su vida.
—¿El buscador de Ravenclaw? —Aurora asiente antes de voltearse a Severus, más seria que antes.
—Su nombre no te suena, pero estoy segura de que recuerdas a Shafiq y el amor de Greengrass por ella, y estoy segura de que recuerdas la ultima muestra de adoración que él y sus hermanos armaron.
Y los recuerdos se vertieron sobre su cabeza. El chico de las jardineras, el Ravenclaw que no fue tan inteligente como para cerrar la boca sobre sus ideas y darse cuenta de que Shafiq de hecho tiene más poder y Greengrass más fuerza. Su cara no había sido en lo absoluto revelante para él en el momento, nada, para ser exactos, no espero que tuviera una especie de posición social dentro de su propia casa, no esperaba ni que fuera popular.
—Wow, espera, ¿Tu fuiste quien lo entrego a Greengrass o porque te tiene tanta roña? —Charity pasa su mirada entre Severus y Aurora, consciente de que la explicación puede venir de ambos lados.
—Porque solo se sentó a admirar, sentado a un lado de Mulciber, riéndose con él— explica Aurora, y ese pequeño tono filoso en su voz, acusador, le pica una herida a Severus, que frunce el ceño y se gira por completo a ella.
—Sí, lo hice. —No va a negarlo, mientras se cruza sin brazos, ni tantito arrepentimiento en su postura, mente o voz, porque no lo hay. —Y lo hare otra vez si vuelve a pensar que puede llamar “terrorista” a Shafiq y salir impune.
Porque él no era ningún samaritano como para meterse a defender a un cabron racista que no solo lanza insultos hacia todo aquel con rasgos distintos a los suyos, si no que encima insultó a Klaus. No iba a defenderlo y dar la errónea ilusión de que estaba de acuerdo con él, no se volvería enemigo de Shafiq, no se pondría de su lado solo porque ninguno de los dos era sangre pura y tampoco se pondría más vulnerable de lo que ya estaba.
Aurora ni siquiera intenta pelear con él o defender su ideal, sino que relaja su postura por completo y asiente por completo a sus palabras. La falta de hostilidad a su obvio desacuerdo lo tomó por sorpresa, por segundos esperaba que Aurora peleara con él al respecto, como muchos parecen hacer hoy en día.
—Sí, no esperaba menos, Wilson es un jodido desastre. —Su calma al respecto sirve para que el mismo se relaje y se recuerde que Aurora no intentaría pelear con él por un asunto así, menos con que tipo de persona era Wilson, siendo ella victima también de sus insultos.
—Entre todo lo que han hecho… esto me parece lo más pasable— confiesa Charity, tranquila y sin remordimiento al respecto, tanto Severus como Aurora la voltean a ver, y ella continua— Quiero decir, de agarrarse con un pelele inocente a vengarse de un xenófobo, me parece hasta justicia poética.
De un modo, si lo era. Uno muy oculto entre las maravillas de la magia, pero no es como que se pudiera atención a ese detalle demasiado. Severus intercambia mirada con Aurora y ambos asienten a lo que dice Charity, no es que ninguno vaya a meterse en un debate sobre la moralidad del castigo al agresor de parte de un inocente, o el contra ataque de una poderosa victima contra su débil agresor, aunque los conceptos son estúpidos en si mismos, la balanza de poder siempre toma un giro interesante dentro del mundo mágico.
Y ese debate de moralidad era uno al que ninguno de los presentes podría importarles menos.
—De igual modo, ten cuidado— le avisa Aurora— Wilson lo ha hecho problema de toda la casa, odio decirlo, pero tiene popularidad.
Entonces Charity se ríe un poco mientras niega.
—Rory, Sevi estará perfectamente, ¿Olvidas que tiene al mejor bateador de Slytherin prácticamente bajo el dedo? Mejor preocúpate en que no empiecen a parecer cadáveres flotando en el Lago Negro—se burla ella, Aurora se ríe y Severus desvía la mirada con un gruñido bajo, el rojo en sus mejillas siempre regresa cuando el chiste de la conversación es que tan fuerte es su relación.
Caminan juntos un rato antes de separarse. Cada uno, por su lado, cada uno a recargar la batería social que se les acabó estando juntos, Aurora quería aplicar los trozos de investigación que recién encontraron, Charity tenía cita con una chica de su misma casa que estaba practicando ser manicurista, y Severus… simplemente quería regresar a la sala común y estar con los demás. Esa tarde Klaus tenía practica de Quidditch y probablemente se quedaría un rato con el equipo, Evan, Barty y Regulus estarían con el resto, si no es que los lograban sacar a tomar algo de las cocinas. Edmund estaba encerrado en el dormitorio, obsesionado con su collar trueno que no podía descifrar, y hace rato que no pasaba más tiempo con Edmund.
Entonces su mente gira a otro lado y lucha consigo mismo para no sonrojarse, porque el libro que tiene en la mochila tiene un peso especia. Hace dos semanas habían comenzado la poción, el primer paso en todo el plan. Después de noches enteras analizando el pergamino, estudiando los ingredientes y calcular cuidadosamente el proceso en teoría, se habían atrevido a comenzar.
Fue fácil convencer a Slughorn que les prestara el laboratorio de pociones, bajo alegaciones de practicas fuera de clase y un especial regalo de parte de Klaus, el hombre les dio acceso ilimitado, conseguir los ingredientes habría sido imposible si Klaus no se hubiera adelantado por meses a buscarlos y tenerlos listos. La poción tomaba tiempo, bastante, un mes de constante atención y cuidado, con horarios estrictos, todo importa. Y hasta ahora, después de cuatro explosiones que los dejaron hablando al revés por un día entero, el quinto intento pintaba bien, o eso quería pensar.
Klaus estaba estático, de aquí allá con una sonrisa siempre, extra exigente de atención y observando demasiado tiempo el caldero. Emocionado de que su plan ya estuviera en marcha, un paso más cerca de estar juntos para siempre, para salir del asfixiante collar que son las expectativas a su alrededor, emocionado por la idea de asegurar su futuro. Carajo, incluso Naackú estaba contento, especialmente atento a Severus. Y Severus… hace tanto que no sentía una felicidad así, no, de hecho, jamás había sentido algo así. Gigante, tan grande que lo tiene relajado donde esta, la idea de poder pasar el resto de sus días con Klaus, de poder estar a su nivel y ser aceptado, formar un futuro juntos. Se sentía bien, correcto, cálido, como si regresara a casa después de un invierno demasiado largo.
Sus sentidos se agudizan de golpe, el hilo de su pensamiento es cortado en seco, su cuerpo se mueve antes que su mente y en un segundo, se les escapa el aliento y toda su espalda esta mojada. Tropieza ante la fuerza del impacto y tiene que avanzar entre tropezones para recuperar el equilibrio. Cada vello de su cuerpo se eriza ante la sensación mojada de su espalda, la forma en la que la ropa se pega a su cuerpo y se desliza hacia sus piernas y lentamente hacia el suelo. Respirando para no soltar tanta maldición como marinero que se golpeo el pie, se voltea lentamente, odiando cada segundo que siente la tela mojada pegarse y raspar su piel.
Casi se ríe de encontrar a un Ravenclaw a sus espaldas.
De tercer año no pasa, aun joven y sus rasgos aniñados apenas desvaneciéndose en su rostro, la corbata azul y bronce deshecha en su cuello, castaño e intentando volver a estabilizar la caja de madera que lleva en manos, llena de diferentes botellas con agua, o bueno, estaban llenas, ahora toda el agua está en el suelo, en la ropa de Severus y goteando por las grietas de la destartalada madera.
El chico espera a que el cristal dejé de temblar en sus manos para levantar la mirada, castaño y ojos cafés, su rostro confundido mientras analiza su rostro, su prolongada quietud y silencio duraron un segundo más tarde que la paciencia de Severus puede soportar. No ha sido la mejor semana y no esta para soportar más mierdas.
—¿No deberías fijarte por donde carajo vas? ¿O eres tan idiota como ciego? —sisea entre dientes mientras extiende las mangas de su ropa en un intento de saber que tan mojada, mete la mano en su bolsillo para encontrar su varita e intentar secarse más rápido.
Sus duras palabras parecen hacer reaccionar al chico, que retrocede con todo y caja, tirando aun más agua con el movimiento y habla con rapidez.
—¡Lo siento! ¡Estaba llevando esta agua con algas para Slughorn! —explica exaltado y un gramo del enojo de Severus se ve aplacado. Sí, el también estuvo corriendo por todo el castillo con encargos de algas que pedía Slughorn, por alguna razón, el hombre amaba hacer pociones con ingredientes submarinos y su suministro de algas siempre necesitaba relleno. Asiente más para si mientras alcanza su varita. —Lo siento mucho, Snivellus.
Sus movimientos se detienen. Todo el se vuelve de piedra mientras su sangre se vuelve más fría que el agua que lo moja. El gramo que se calmó se perdió y hundió en el hervidero que azota dentro, porque incluso su magia reacciona a ese jodido apodo.
—¿Cómo mierda me llamaste?
Tiempo, tanto tiempo. Tanto tiempo de odiar su reflejo en el espejo, de ver con odio su cabello, sus rasgos, de sentir asco ante el mero pensamiento de verse completo, incontables humillaciones, chiste, crueles bromas. Uso la magia oscura, una que esta fuertemente regulada, solo para deshacerse de una inseguridad porque ese jodido apodo existe. Todo el dolor que ha vivido, toda la ira, humillación, impotencia y desgracia reducida a una palabra sería ese apodo. Ese que le arrebato su derecho como persona, como estudiante, le arrebato cualquier posibilidad de una vida escolar normal y lo volvió el hazmerreír de una comunidad completa. ¿Por qué? Porque un par de tarados adinerados lo decidieron en un tren y nunca lo dejaron olvidarlo.
Degradante, insultante, ofensivo. Una excusa, es la excusa que todos usan para tratarlo de la mierda y luego adjuntarlo a una jodida broma.
Uso magia oscura, horas de esfuerzo, cantidades industriales de pociones, una cuidadosa construcción de alianzas a su alrededor para poder crecer fuera de ese asqueroso y denigrante apodo, pero no sirve, no sirve de nada, de putas nada, porque ese apodo lo persigue. Después de formalizar con Klaus, de hacerse un nombre en Slytherin, ese nombre dejo de usarse, después de demostrar poder y conexiones, los merodeadores se la pensaban dos veces.
Pero el cielo prohíba que pueda hacer algo por si mismo sin que esos tarados lleguen, de un modo u otro arruinarlo, como una aguja envenenada que se desliza entre las ranuras de una armadura, siempre regresan a picarlo donde más duele de un modo que no puede detener.
O no podía.
La ira lo ciega, el enojo, la impotencia, el rencor y el odio. Mueve su varita de estar apuntando a si mismo hacia el chico, su magia actúa de acuerdo con sus emociones, leal a sí. La corbata azul y cobre de repente se gira y alza, alta y veloz, el chico ante sus ojos jadea sorprendido y la caja de madera cae al suelo con un estruendo. No le da tiempo de hacer nada más que verlo sorprendido cuando mueve su muñeca y la corbata jala a quien la usa contra la pared.
—Anda, repítelo— lo reta, se acerca con toda la ira mientras estudia su rostro y el resto del chico. —Insúltame otra vez en mi cara.
El chico no puede hacer nada, tomado por sorpresa, su varita abandonada en el suelo junto a la caja con botes casi vacíos, su flujo de aire a la merced de Severus, del mismo hombre que se atrevió a llamar de un modo tan despectivo sin poder ni siquiera hacerle frente, porque ese mundo le dejo tan en claro que puede insultarlo sin enfrentar consecuencias. Esta tan harto de eso.
—¡¿Q-Qué?! ¡No! ¡P-pensé que era t-tu nombre! —intenta refutar, pero eso solo alimenta aun más la ira de Severus por una razón que aun no puede entender.
—¿Y porque creerías tal estupidez, mhm? —cuestiona tan tranquilo, como si no fuera un hervidero de ira por dentro, como si no estuviera tentado a mandar todo al diablo y usar cada maldición que tiene.
Pero no tiene intenciones de hacerlo. Le guste o no, es un chico de tercero, un niño. Apenas debe estar aprendiendo lo básico de Transfiguraciones y Defensa Contra las Artes Oscuras, no podría mantenerse de pie en un duelo, no sería justo, no serviría para nada más que para perder el tiempo y causar una escena innecesaria, no va a pelear con todo su arsenal contra alguien que ya perdió la pelea antes de iniciar. No va a ser un jodido cabron como Potter y Black, de hecho, tiene una pizca de decencia que lo mantiene en su lugar, pero claro, es solo una pizca, que no vaya a maldecir al niño no significa que no vaya a dejarlo ir tan fácil y dar pie a que otros se den valor de hacer lo mismo. De llamarlo de aquel modo y culparlo en un accidente.
Porque si se corre la voz de que incluso un accidente es castigado, nadie más débil que él querra jugársela, y entonces solo tendrá que preocuparse por aquellos que pueden morder de regreso, y de eso apenas una cuarta parte, si la presencia de Klaus no termina con el resto.
—¡Wilson y los otros te dicen así! ¡Pensé que-
—Ambos sabemos que no pensaste una mierda— interrumpe. Escuchó a alguien referirse a él, que tan común se volvió ser un chiste que incluso la gente asume que es su nombre real, que no tiene ni una pizca de auto respeto, que no hay nada más que ese jodido apodo. El constante desprecio, a la sensación de estar casi por su cuenta, ser un rezagado incluso cuando ya encontró un lugar es fuerte y lo empuja a actuar cada vez más irascible. — ¿Crees que puedes hacer lo mismo que Wilson? ¿No te contó que le paso la ultima vez que hablo sin pensar un segundo? —pega la punta de su varita al cuello expuesto del otro, el contacto haciéndolo temblar mientras sus ojos cafés observan casi con terror a Severus.
Ah, ha perdido la cuenta de cuantas veces él mismo a tenido esa mirada, cuantas veces el terror y horror de estar por su cuenta lo han azotado de pies a cabeza. La gran diferencia reside en que él solo va a darle un susto, nada más que algo de lo que hablar, sin necesidad de mandarlo con Promfey o hacer algo realmente doloroso. Quiere dar un mensaje, y por las vistas que tiene, está funcionando.
—Y claramente no te dijo que le pasó a la ultima persona que me llamó así— sisea, la ira que sintió en su nombre, y más rencor tiene hacia Wilson, alza su varita, la corbata se aprieta apenas lo necesario para que el aire falte un segundo antes de volverse a aflojar. — ¿¡Por qué no te lo enseño?!
Las posibilidades se disparan en su cabeza como una lluvia de estrellas fugases, sin orden ni espera, miles de diferentes hechizos frente a su ojos, maleficios, maldiciones, hechizos y simples conjuros, nada y todo, miles de formas de infligir un castigo, un mar, hasta que una resalta por encima de todas las demás. Una idea en su cabeza: una ilusión, sería perfecto para darle el susto suficiente sin realmente ponerlo en riesgo ni lastimarlo. Sabe como hacerlo, practicando con Edmund, encontraron un libro lleno del arte de ilusiones en base al funcionamiento del cerebro durante el sueño, como los sueños duran apenas cinco minutos, pero la falta de estímulos da la idea de que duraron toda una noche, el mismo principio aplicado a la punta de su varita y una clara imagen mental, podría hacerlo ver y casi, casi, sentir el dolor de un duelo de horas en solo cuestión de minutos.
Es tan perfecta no nota la pequeña sonrisa satisfecha en su rostro mientras alza su varita, la primera palabra con el conjuro en la punta de su lengua
—¡Severus!
Se detiene en seco y voltea, reconoce esa voz hasta en el fondo de sus pesadillas.
Su cuerpo se tensa y libera al Ravenclaw de su agarre, este se resbala contra la pared con su mano en su cuello, lo ve a él y luego a Lily. No es hasta que Severus le indica con la mano, casi condescendiente, que el castaño toma valor para aventarse a su caja mojada y algas arruinadas. Todo Lily corre para cortar la distancia que los separa, cualquier necesidad de ser suave con ella se ve infectada y transmutada por la irritación de su ultima discusión, y si una cosa delata el ceño fruncido, el enojo en esos ojos verdes y el latigueo de su cabello rojo tras su espalda, sí, esta enojada y disgustada, pero Severus se encuentra con que ese parece ser el estatus quo de casi toda la jodida escuela cuando se trata de él. Con sus debidas excepciones, claro, pero ese no era el punto.
—Lily— reconoce su presencia y saluda al mismo tiempo, no tienen porque perder el tiempo en formalidades, porque apenas llega a donde él, va directo al grano. Casi en su cara y con las mejillas sonrojadas por el enojo.
—¡¿Acosando a niños de segundo?! ¡¿Qué carajo pasa contigo?! —Sí, lo veía venir, no se molesta en negarlo y apenas da un paso atrás. Ella se gira al chico, la suavidad regresando a ella mientras se agacha apenas un poco para quedar a su altura y tomar su hombro. —¡¿Estás bien?! Lo siento tanto, a veces la gente puede ser cruel— eso va para Severus y lo recibe con un giro de ojos que ella no puede ver, —y tonta.
Ah, puede ser el rencor sin curar, pero como le irrita esa escena frente a él. Meses, meses de escucharla defender a los Merodeadores, diciendo que son idiotas, sin cerebro, pero inofensivos por sí mismo, diciendo que debería intentar ser menos agresivo, que pelear de regreso solo causa más violencia, todo para ahora verla preocuparse por un random al que, le consta, no le paso nada más que un pequeño jalón de corbata. No es que lo haya asfixiado, es más, ni siquiera jalo lo suficientemente fuerte como para enrojecer su cuello. Pero, claro, mientras sea él quien recibe el daño, no importa, apenas el lo inflige, es un monstruo.
Casi lo pensó con la voz de Klaus, y quiere burlarse de si mismo.
—N-No, yo…—y los ojos de ese chico se giran a él, una mirada llena de dudas y un brillo de miedo que intriga morbosamente a Severus, porque lo han mirado de mil modos, generalmente con asco, odio, desprecio, amor, pero nunca con miedo, es el mismo brillo que vio en Tobías aquel día en la Hilandera, pero sin el orgullo de por medio, la borracha ira ni el violento carácter, esta tan expuesto como la luz del día. Le mantiene la mirada y alza su varita, un movimiento que sobresalta al Ravenclaw y lo hace bajar la cabeza al instante—¡Estoy bien! ¡No paso nada! ¡No hay nada que decirle a McGonagall! — Lily ladea su cabeza ante el cambio de actitud y voltea, solo para ver a su amigo lanzando un hechizo de secado sobre su espalda. —¡Nos vemos!
Y sin una pizca de gracia en su ser, el chico salió corriendo por el pasillo. Con la misma prisa con la que llegó y con el mismo escandalo que causó. Los deja solos en lo que promete ser otro dolor de cabeza e intercambio de venenos, Severus se prepara para los gritos, los insultos, el escándalo, espera una enorme y ruidosa escena. Por eso le sorprende cuando Lily se voltea con un rostro indiferente y habla suavemente.
—¿A esto te referías con que “cambiaste”? ¿A que ahora acosas a niños más pequeños que tú? —Voz de hielo que oculta toda la ira que ella siente, Severus chista la lengua y desvía la mirada, irritando más a Lily con ese gesto. — ¿Mulciber te enseñó?
—En parte, no exactamente y yo le enseñe a él— responde en orden y puede ver el enojo crecer en ella, le hace frente a su propio enojo.
—De verdad no puedo entender como puedes convertirte en esto y después decirme que Mulciber está detrás de eso.
—Porque lo está— responde, guardando su varita en un movimiento casi agresivo— él me convenció de no dejarme insultar y molestar.
Lily frunce aun más el ceño, de sus labios han salido palabras sobre como vengarse de cada insulto solo crea más violencia y ella lo sabe, lo peor, aun lo defiende.
—¿Y cómo pudo haberte insultado ese niño de segundo año que fue tan grave como para tener que usar alguna de esas horribles maldiciones, eh? —señala por donde se fue.
—Me llamó Snivellus— escupe con toda la ira, quema su lengua decir cada sílaba, cada letra y da una ola de ira fresca a sus venas. El cosquilleo bajo su piel es puesto bajo control por su fuerza de voluntad, pero sus ojos negros miran a Lily.
—¿Un apodo? —pregunta ella, con una sonrisa incrédula que no le hace ningún favor al enojo de Severus, sarcástica como pocas veces ella se permite ser— ¡¿Lo ibas a maldecir por un estúpido apodo?!
—¡Es más que solo un estúpido apodo y tu lo sabes! —rebate vehemente, su voz se alzó más de lo que le hubiera gustado, lejos de gritar y lejos del volumen moderado que tenían, se fuerza a respirar lo suficiente para ganar control sobre su voz— Tú sabes quien me puso ese apodo, tu sabes con que humillantes y estúpidas bromas vino, sabes que significa y lo que causo ¡Estuviste ahí cuando no fui nada para nadie en esta escuela más que “Jodido Snivellus”!
—¡¿Y como quieres ser más si te quedas sentado viendo como humillan a alguien más frente a ti?! ¡Cuando simplemente te sientas a un lado de tu, oh tan aclamado, novio y lo ves torturar gente! —Severus ladea la cabeza, confusión e irritación, un toque de traición.
—¡¿Entonces yo debó intervenir por los demás cuando nadie, nunca, ha intervenido por mí!
—¡Yo SIEMPRE intervine por ti! —le echa en clara.
—Y yo he hecho lo mismo por ti— le recuerda Severus, acercándose apenas un paso, —Wilson se ganó lo que paso, si hubiera pensado más de tres segundos antes de insultar a Shafiq, ni siquiera habrían volteado en su dirección— sisea. Lily hace un sonido frustrado, rasgando el aire antes de responder.
—¡¿Y que pasa cuando el gran insulto es existir en el mismo aire que ellos?! ¡¿De quien es la culpa entonces?!
Como una olla expuesta a demasiada presión, Severus siente sus barreras ser empujadas por cada emoción, cada recuerdo, como una ola que lo empuja a ser más hostil, quiere reprimirlo, pero lo absurdo que es, la forma en la que se lo hecha en cara, esa sola pregunta.
—El historial con Potter y Black te responde esa pregunta perfectamente— redobla con amargura—¿No fueron ellos los primeros en insultarme? ¿En convertirme en el blanco de estas estúpidas bromas a un punto que NADIE quería estar cerca de mí? ¡Y ahí estás! ¡Sonriéndole a él y Black!
Otro paso en ese lago congelado y causa más grietas, porque Lily lo mira con la misma confusión e irritación, porque ambos no aceptan las amistades del otro, no cuando se juntan con lo que significa más daño para el otro.
—¡¿Ahora eso?! ¡Perdóname por sonreír a alguien que ofreció defenderme de esos tétricos trillizos! ¡Potter de hecho puede pelear de regreso con ellos!
¿Igual a como Klaus puede pelear de regreso con Potter? Ella se siente asustada y herida, impotente a un sangre pura y se presta a ser más amable a otro sangre pura que le prometa un toque de seguridad, ni siquiera una acción, una mera promesa de la persona que ella ha visto atormentar a su supuesto mejor amigo, pero grita escandalizada cuando Severus hace lo mismo.
—Una oferta te hizo olvidar todas las cosas que me hizo y dijo—recuenta lo que ella le dijo, porque es suficiente, quererla proteger es suficiente para demostrar que es decente y no un puto matón con aires de grandeza. — ¿Y yo no puedo olvidar una amenaza en palabras a cambio de amarme?
¿Por qué el de ella es un intercambio justo y el suyo es estupidez? ¿Por qué ella es fácil de amar? ¿Por qué? Y eso parece ser suficiente para Lily.
—¡¿Amarte?! ¡Amar es mejorar por alguien! ¡Amar es hacer florecer a alguien! ¡No convertirlos en una extraña y bizarra de sí mismos! —Señala a todo él, es el turno de Severus de gruñir al aire y rodar los ojos.
—¡Te lo dije antes! ¡No es lo mismo!
—¡Sus uñas! ¡Sus dientes! ¡Sus hechizos! ¡Te convirtió a una versión de ti que puede aceptar, porque este no eres tú! ¡Mira en lo que te convierte estar cerca de él! ¡Nunca antes habías alzado tu varita contra un niño!
No la alzó en una decisión al azar, no iba a hacer ningún daño real, no mental, no físico. Eh incluso así, no es como que haya elegido a ese niño porque si, un insulto, un apodo, lleva suficiente tiempo en suelos de la escuela para saber que significa, y que sea pasado de nuevo así, tan fácil, entre personas, solo significa que su valor como persona dentro de ese jodido castillo no ha cambiado un carajo para los ojos de los demás. Y eso incluye los ojos de Lily, que no ven como todo se vuelve un cuadro completo en el que cada engranaje juega un papel vital.
—Ah, claro, lo olvide, mi jodido lugar es ser el detestable y horrible cabrón que todo el mundo puede odiar sin repercusión ¡Idiota yo, querer acercarse a donde me ponen un poquito más de valor y me dejan mejorar mi existencia!
Y como le jode a Lily que sus palabras se doblen así, porque ella esta haciendo lo mejor que puede, lo mejor que puede para hacerle ver a Severus que no está tan asalvo como está, que no puede solo confiarse en la moral y buena voluntad de alguien más grande y fuerte, no puede solo cortar los puentes que ellos le digan ciegamente. Pero tampoco puede solo… echar todo a perder, lanzar veneno, arañar y morder cuando intenta ayudarlo, no tiene derecho a acusarla cuando él mismo está convirtiéndose en algo cada vez peor.
—¡Ahora estas exagerando! ¡Lo tenías conmigo! ¡Hay mucha gente que está dispuesta a dártelo!
—¡¿Cómo quienes?! ¡¿Tus amiguitos de Gryffindor?! ¡Porque pareces tener un problema con cada maldita persona que me habla si no eres tú!
—¡Porque estar con ellos te vuelve insoportable! ¡Oscuro y corrupto! ¡Cruel! ¡No quieras desviar esta conversación de lo real! ¡No la muevas de que te encontré acosando a un niño!
Ven.
No
—Que raro, eso no te molesta cuando estás con Potter— sisea de regresó, pero Lily abre los ojos ante su audacia. ¿Con que cara le reprocha estar con un idiota como Potter cuando las cosas que hace su grupito de amigos en el dormitorio los tendrían tras las rejas si uno de ellos no fuera el hijo del ministro de magia?
—Al menos yo no me convierto en una matona por estar cerca de él— pero Severus la imita. Corre lava por sus venas y su piel de hielo mientras se cruza de brazos. Todo viene a él, los recuerdos de la última pelea, lo que pasó en los pasillos, las palabras, las acusaciones y mil y un ultimátum y su sangre vuelve a arder cuando la voz de Klaus resuena en su cabeza, una pregunta con el peso del mundo ahora se desliza fuera de su lengua con el mismo tono.
—¿No? ¿Y entonces como supo Black sobre la muerte de mi madre?
Después de esa pelea, la mañana que habló con Klaus, esa pregunta voló entre ambos. No había forma que Black supiera, no había modo, por obvias razones, Klaus fue el primero en saberlo, después fueron Evan y Edmund, a ellos les siguieron Charity, Aurora, Regulus y Barty. Mucha gente en su corta experiencia de tener amigos, pero ninguna de esas bocas soltaría esa información para alguna otra cosa más que intentar aminorar su estrés. Ninguno de ellos habla con Black, a ninguno de ellos les agrada Potter, y a todos les da igual el resto de los merodeadores, no hay fuga, no hay forma. Y aunque Klaus intentó mantenerse firme a su promesa sobre no meterse a mediar, la pregunta hacía eco en su cabeza, un accidente que la viera y comenzara a pensar también, porque ya se preguntaba cómo pasó.
La respuesta esta frente suya.
Ojos abiertos y un ligero paso atrás. Mejillas sonrojadas, Lily mueve sus ojos en él, como si intentara leerlo como un libro, en vano, porque entonces hace ese gesto despectivo, ese que hace al ladear su cabeza y entrecerrar sus ojos, defensiva, enojada. Herida incluso, herida de pensar que ella lo traicionaría así, cuando todo lo que ha hecho por los años que llevan de conocerse es apoyarlo, es cuidarlo e intentar ayudarlo, protegerlo incluso cuando Severus se vuelve terco, igual que ahora. Que ahora la acuse de algo así—
—¿Qué insinúas? —Lo reta, pero Severus esta vez acepta el reto,
—Sabes bien de que hablo— Los ojos negros son inmisericordes mientras absorben cada detalle y destello de ira, lo absorben y regresan con creces.
—¡Yo no le dije nada! —se defiende en seguida, indignación y ofensa en su voz y rostro. —¡¿Yo?! ¡¿Cómo-Como te atreves?! ¿Crees que te haría algo así? ¡¿Yo?! ¡¿De todas las personas con las que te juntas?! ¡¿Por qué no mejor le preguntas a su hermano menor!? ¿¡De verdad quieres que crea que ese niño mimado criado por puristas preferiría a un mestizo que a su propio hermano?! ¡¿O incluso ese idiota que tanto dice amarte?! ¡¿Qué detiene a ese cabrón de mencionarlo y que Black haya escuchado?!
—Que a Klaus le importa.
A Klaus le importa Severus, le importa su bienestar y salud, le importa que pase con él. Le importa cada parte de su vida y él como persona, le importan sus pensamientos, sentimientos y visiones, le importa su autoestima. A Klaus le importa.
Y Lily… de un tiempo para acá no sabe que hacer con él.
Usar esas palabras contra ella es un rompe hielo entre ambos.
—¿Le importa? —pregunta, herida y descreída, lo ve con tanta enojo e incredulidad que hacen enojar más a Severus— ¿Y por cuanto tiempo lo hará? ¿Hasta que se case con otra sangre pura, como es el orden de las cosas? Porque los de su tipo jamás se casarían con un mestizo. Solo deja que contraiga matrimonio y veras cuanto le importa en realidad.
Ah, de nuevo, las ironías y cambios completos son algo divertidos y crueles.
Porque antes de regresar de vacaciones, esas palabras lo habrían destrozado por completo, la irrefutable verdad, el bloque social, un poder contra el que no puede pelear, no habría oportunidad de mover y volvería un desastre su maltrecho corazón, herido. Pero… ya no. Porque ella no puede saber que Klaus esta retando toda expectativa, peleando contra la presión y formulo un plan para mantenerlos juntos de un modo que ni sus padres ni la sociedad puedan separarlos más, está yendo tan lejos como para arriesgarse a ser desheredado y, en el peor de los casos, morirse intentándolo o ir a prisión por intentarlo. Klaus no tiene intención de casarse con nadie más, no tiene intención de dejarlo a un lado, y aunque no hablan de matrimonio, el ritual que planean hacer es más profundo que eso.
Por ende, palabras vacías que vienen desde la perspectiva más lejana no hacen ni un mínimo del daño que esperarían.
—Pero estamos hablando ahora— rebate— y ahora le importa mucho.
Se mantienen la mirada, enojados, heridos, y frustrados, si el suelo sobre el eque están fuera hielo, habría una brecha entre los dos que los separa, cada vez más, profunda y oscura. Las cosas cambiaron, Severus ya no está dispuesto a ceder tan rápido con tal de tenerla contenta y Lily ya no esta dispuesta a dejar pasar errores, así como así, y lo peor.
—Yo no le dije un carajo a Black— Lily lo dice lentamente, determinada y sin el más mínimo rastro de mentira— si bien, es menos detestable ahora que se alejó de su familia. —Severus puede atestar a que eso no es cierto— No hablo con él, ni con Potter.
—¿Y Marlene? —pregunta de repente Severus, y ante eso Lily frunce el ceño.
—¡¿De verdad estas acusando a mi amiga de andar contando tus cosas?!
—¡¿Le contaste?!
—¡Tu le dijiste a todos tus amigos! —Es veloz en señalar, pero el gruñido frustrado de Severus interrumpe su argumento.
—¡Porque es MI asunto! ¡MI madre! ¡MI luto! ¡MIS amigos! —defiende—¡Ella no tendría porque haber sabido en primer puto lugar!
—¡Solo le dije porque me preguntó que paso contigo! —ahora intenta explicar.
—¡¿Y la misma que me llama tapete de sangre puras y es amiga casi intima de Black es la misma a la que le importa que carajo suceda conmigo!?
Severus intenta respirar para encontrar calma. Pero le es tan difícil, el dolor de cabeza está a la vuelta de la esquina y la presión de sus emociones amenazan con sacarle una jodida hernia, al paso al que va, comenzara a escupir fuego y maldiciones al por mayor, por lo que se lleva ambas manos al cabello y peina para atrás, hasta que desliza sus dedos a su nuca. Trata de respirar y emular la presión calmante de Klaus cuando cubre su nuca. No sabe de donde viene eso, pero cada vez que Klaus coloca su mano bajo su cabello y presiona solo un poco, la tensión abandona sus hombros, tan sencillo y aun así imposible hacerlo por si mismo.
Mira a Lily, ahora ella también pensando, se mantiene fuerte y se centra en defender a su amiga, pero incluso ahora puede ver los destellos de duda, las minúsculas grietas en su confianza. Y eso no ayuda en lo absoluto.
—Dile lo que quieras a McGonagall, de todos modos, ella creerá lo que quiera creer— y con eso intenta irse, pasar a un lado de ella y perderse en los pasillos, pero su mano toma su brazo. Voltea y encuentra el rostro serio de Lily.
—Estoy harta— casi ladra ella, sin gritar, sin decir nada más, lo mira directo a los ojos con la intensidad de mil soles, su magia chispea y causa que el cuerpo de Severus se tense por completo, —No importa cuanto intente hablarte, no me escuchas y ahora haces estas mierdas, no lo soporto más Severus. No puedes tenerlo todo, así que elige: Esos jodidos mortífagos o yo.
El silencio que los rodea es duro e inmisericorde. Severus se queda congelado en su lugar, esas palabras callan cada ruido en su mente, parpadea, tratando de entender cada letra hasta que las palabras obtienen el significado y puede entender. El frío baja por su espalda y su pecho se retuerce con fuerza, su estomago gira y el fuego en su interior da un latigazo.
—¿Qué? —es lo primero y único que encuentra control para decir, patético, pero Lily se mantiene firme.
—Que tienes que elegir, Severus.
No, no, no, no puede estar haciendo eso. No ahora.
—Lily, no- que- por supuesto que- —las palabras salen atropelladas mientras se gira por completo a mirarla, viéndola con sorpresa y un toque de traición, un miedo que no sabía que tenía de repente se vuelve realidad— ¡No puedes hacerme esto! — casi ruega.
—Tengo que— reafirma— esos hijos de la chingada te tienen tan convencido que ya no ves con claridad, y estoy harta de escucharte justificarlos. Como te rodeas de cabrones como Avery y Rosier. Esta cosa con Mulciber no es sana y no voy a sentarme a un lado a asentir y seguirte el juego, un juego que sé que terminara contigo herido. Tienes que tomar una decisión: Esos mortifagos o yo.
La imagen de Regulus y Barty llega a él. Esos dos son un caos andante, con Barty jalando a Regulus a cada idea más loca que la anterior y Regulus aportando detalles que hacen volar mucho más rápido las cosas. Los dos lo rodean constantemente, su presencia es ruidosa y ostentosa, pero ambos buscan en él una especie de calma que obtienen solo de verle existir. Edmund y Evan probaron ser amigos leales, parecen y actúan secos, hasta que es necesario sacar las varitas, y lo hacen sin dudar. Lo ven como un amigo, como un igual, lo ven como Severus, el mismo que les ayuda con las tareas o de plano las vende, pero el mismo que ayuda a Evan con sus migrañas y a Edmund con sus proyectos personales.
—Lily— trata de razonar, su molestia aminorada en favor de calmar ese horrible ultimátum, pero Lily lo calla.
—Se acabo este bizarro juego del perro de dos tortas. Mulciber o yo.
Y eso es mucho peor que lo anterior.
Klaus o Lily.
El amor de su vida o la luz de su vida. No es justo, no puede. Duele, ¿Por qué? No tenían ni que verse, no tenían que hablarse, solo perdonar la existencia del otro, ¿Por qué?
—Podemos llegar a algo, esto no es-
—¡No! ¡No más, Severus! ¡No voy a hacerlo más! ¡No voy a jugar con sus reglas y con tus pobres respuestas! Es Mulciber, o soy yo, pero solo tendrás a uno.
—¡No puedes pedirme eso! —rebate, desesperado— ¡No voy a dejar a Klaus! ¡No es justo!
—¡No es justo para todas las personas que él lástima! ¡No es justo para quienes TU puedes lastimar! ¡No es justo para mi que mi supuesto mejor amigo este del lado de alguien que me hizo daño a mí! ¡No es justo que tenga que lidiar con alguien así solo porque eres tan egoísta y te da igual que tan retorcido sea ese cabron! ¡Tienes razón, no es justo!
Muy atrás quedaron los días de infancia, donde jugaban en el valle y aventaban rocas al lago de la Hilandera, atrás quedó la armonía compartida y la dulce nostalgia se vuelve amarga. Separados por las ideas. No tiene sentido, no, de hecho, eso es lo peor, tiene sentido. Porque Lily jamás podría aceptar que Klaus este cerca, no podría aceptar que Severus este con él, y no perdonara jamás que Klaus sea como es, no podría perdonar la amenaza, principalmente porque hay búsqueda de ese perdón de parte de Klaus ni interés en darlo de parte de Lily. Ella lo odia y no hay una fracción de ella dispuesta a negociar, ni en favor de amar a su mejor amigo, ahora actúa con ese desprecio. Él rompió su paciencia y ella rompió su confianza.
—Por favor, no me hagas esto— ruega bajo— Klaus no va acercarte a ti, él y yo llegamos a-a un acuerdo, no tienes que—
—Ese no es el punto, mi problema es el tipo de persona en la que te conviertes cuando estás con él, y yo no quiero ese tipo de personas en mi vida. —Explica con sin una pizca de bondad ni indiferencia, porque los ojos verdes se vuelven cristalinos con las emociones. —Te quiero, Sev, mucho, y nunca querría dejarte atrás, pero esto— alcanzó su mano y alzó sus dedos, dejando ver sus uñas— es oscuro y tienes que parar. No quiero a alguien que condona esto conmigo cuando puede ser usado en mi contra cuando sea.
Severus se suelta de su agarre quemante, erróneo. De nuevo esa sensación. La persona en la que se convierte… que extraño concepto. La magia lo cambia todo, literal y metafóricamente. Nada es lo mismo tras la intervención de tan bella existencia, para bien o para mal, grande o pequeño, la magia jala sus hilos, mueve sus olas, remueve sus tierras, la magia lo cambia todo. Cambio la vida de ambos, cambio la personalidad de ambos, y parece que eso no fue demasiado.
No quiere perderla. No, ella que siempre estuvo ahí, que fue la primera en ser amable con él, en verlo como alguien digno de amistad, como un humano más que como un fantasma, en conocer a su madre, en recibir sus pensamientos, fue Lily la primera en verlo vulnerable, la primera en recogerlo del suelo, la primera en sonreír y reír con él. Ella fue la primera en confiar en él como guardián de sus sentimientos y sueños, siempre fue ella, y se juró a si mismo jamás perder una amistad tan preciada como ella, juró trabajar para merecer una amistad así de sincera.
Pero Klaus.
Dejar a Klaus sería como dejar el sol. Dejar el oxigeno mismo. Arrancar su piel, destrozar su corazón y desangrarse en el suelo, sin ayuda ni auxilio. Klaus se volvió una parte vital de su vida, cuando todo se volvió gris, frío e incoloro, sus ojos dorados eran lo único que le traía consuelo y paz. Tanto tiempo en soledad, tanto tiempo cuidando sus pasos, soportando odio y forzado a pelear con uñas y dientes por un misero gramo de respeto, la libertad que tiene al avanzar con Klaus, al poder solo bajar la guardia y cerrar los ojos, seguro de que estará bien y seguirá ahí cuando despierte, tranquilo porque sus flancos vulnerables estarán protegidos, y contento porque alguien lo acompaña. Klaus es todo lo que siempre quiso, pero nunca supo que podía tener hasta ese momento.
—No puedo hacerlo— es un susurro rotó mientras a sus ojos se muestra todo lo que pierde con cualquier opción.
—Tienes que.
Ja, dolorosas ironías.
Severus la mira, no hay piedad, peor: esta es la piedad. En vez de ceder a expulsar a Severus, en vez de cortarlo sin mayor explicación, lo pone a elegir para que la respuesta no lo agarre desprevenido, pero es tan cruel, Severus casi puede sentir el dolor físico. Desvía la mirada.
No es justo.
No, no lo es.
No es justo para ninguno de los dos, para nadie.
Intentaría defenderse, defender su postura, defender que Klaus es importante para él, más importante que cualquier otro amigo casual, que es injusto pedirle que renuncie a la alegría que le brinda su mera existencia, pero sabe que eso saldría mal, que Lily lo señalaría de ingenuo y haría más pie en ese filoso ultimátum. No puede hacerlo.
—Ve a pensarlo, te vere bajo el árbol cerca de lago negro en una semana, a esta hora. Esperare tu respuesta.
Severus la mira, como si quisiera pelear o decir algo más, pero cierra la boca, asiente y se va, apresurado y más tenso de lo que llegó.
Lily lo ve irse y suelta un grito ahogado, enojada, herida y desesperada. ¿Cómo puede tornarse así? Era mejores amigos, inseparables, complementarios, siempre habían logrado balancearse entre sí, y ahora llega un cabron con dinero y eso es suficiente para convencer a Severus. ¿Cómo puede-
Incluso si Marlene fue quien el contó a Black, incluso si fue así, el amenazar a un niño, el usar la sombra de Mulciber, casi puede escuchar la voz de ese cabron en su cabeza, riéndose de ella, su sonrisa animal cruel y burlona mientras la ve fracasar una y otra vez, regocijándose y eso la hace enojar más. Severus tiene que terminar de una vez por todas con esa puta farsa.
Tendría que haber adivinado que Mulciber no había terminado.
Porque esa tarde, Klaus encuentra a un conflictuado y reservado Verus sentado en el suelo junto a su cama. Y cuando por fin saca el recuerdo de él, cuando hacen ese lazo mental y puede vivirlo como si le hubiera pasado a él, es ira lo que causa. La primera parte le hace levantar una ceja.
—Esas gallinas pintadas están demasiado alborotadas contigo— es lo primero que comenta, a lo que Severus resopla, irritado.
—Aurora dice que es culpa de Wilson.
—¿Wilson “No se cerrar el puto hocico”? ¿Ese Wilson?
—Al precer esta enojado porque no intervine por él contra Shafiq. O algo así.
—Bueno, ciertamente no aprendió su lección la ultima vez— dice por lo bajo.
No va a mentir y decir que no se sorprendió de ver el resto del recuerdo, las intenciones de Verus, la ira y la amargura de escuchar otra vez ese asqueroso apodo, si no fuera un recuerdo, el mismo hubiera intervenido, y no habría sido tan gentil como Verus quiso ser. Poco le hubiera importado ser visto como un abusivo, ese niñato aprendería a la mala el orden de las cosas y el precio por la estupidez, el precio a pagar por traer tantas memorias tan destestables para Verus, pero no, no fue necesario. Igual haría una nota mental de darle un pequeño recuerdito a Wilson.
Y luego vino la segunda parte del recuerdo vino, la intervención de esa estúpida pelirroja que lo tiene mentando madres al viento. Primero ve la indignación y ofensa en Verus, casi demasiado feliz de que pueda expresarla a la persona correcta, al menos hasta que ella saca la daga con ese ultimátum. La ofensa, indignación y enojo evaporados en el aire por el shock y tristeza de escucharla. Fiel a su promesa, no se mete, no intenta convencer a Verus, no intenta ir a resolverlo por si mismo, no hace nada más que sentarse a un lado de Verus, recibirlo bajo el brazo cuando este se acurruca contra él y estar ahí.
Hace el favor de ocultar al fondo de su mente los pensamientos que tiene sobre la situación, sobre como es un punto a todo lo que ha dicho, a como esa acción demuestra su punto, porque no es tan cruel como para hacerlo en ese instante.
—No quiero hacerlo.
Klaus amaría decirle que no tiene que, pero el no puso, ni jamás pondrá, ese ultimátum, por lo que solo le queda pegar su cabeza a la de Verus.
—Lo sé.
Es débil, si no es que mediocre, pero la verdad, Klaus no sabe que decir que no vaya a empeorar las cosas. Verus no necesita más opiniones, no necesita ideas externas, solo… paz y calidez, y eso es algo que le sale natural a Klaus.
El contraste de sensaciones es tanto.
En medio del silencio, Severus alcanza la mano de Klaus, enreda sus dedos juntos, Klaus simplemente lo deja moldear su mano a como quiere, aceptando abrir y cerrar sus dedos sobre los de Verus, contento y acostumbrado al movimiento. Las manos de Klaus siempre han sido grandes, algo callosas por el ejercicio constante y agarrar la escoba con fuerza, pero nunca son desagradables, fuertes como el resto de su cuerpo, y calidad. Tan diferentes a las suyas, que se destacan por tener largos dedos pálidos, de delicado terminado por el cuidado que tiene con cada poción. Ve el modo en que sus uñas son similares, son casi iguales, las maldiciones ocultas en la punta son diferentes, el propósito en ellas es diferentes, la forma es diferente, pero, aun así, se ven tan… correcto.
Dejar ir esto.
Abandonar… No.
No, carajo, no. No esto, no…
Klaus aprieta su mano a modo de silencioso consuelo, porque puede ver de primera mano el remolino que es la mente de Verus, con el canal abierto y el deseo por su presencia, es imposible no verlo. Usa cada fibra de su ser para no intervenir de algún modo, lo prometió, prometió no intervenir y tiene que cumplirlo, lo que no significa solo hacer ojo ciego a ello.
—¿Por qué? ¿Por qué esta tan enojada? ¿Por qué no puede feliz por mí?
—No lo sé, pero es normal que estes enojado.
—Es que no lo entiendo, yo pensé… pensé que verme feliz sería suficiente para ella.
—Debería.
—¿Por qué hacerme escoger? Ustedes dos no tienen ni verse, no entiendo porque—porque no puede simplemente dejarme estar tranquilo, siempre es algo. Nunca me queje cuando ponía a su familia primero, nunca me queje cuando ella prefería a sus amigos de Gryffidnor sobre mí, nunca dije nada.
—Debiste decir algo, tal vez así podría tener una idea de cómo se siente.
—Pero no lo hice, porque verla contenta era suficiente…
—No caigas ahí, tu felicidad es suficiente.
Severus suspira, cansado, herido y viendo a la nada.
—Solo no entiendo… ¿Por qué hacerme elegir así? No puedo hacerlo, Klaus, no puedo— se lamenta en voz alta, bajando la mirada y usando su cabello como cortina. —¡No puedo solo dejarte! ¡Pero tampoco darle la espalda después de todo! ¡No es justo! —su cuerpo entero se tensa, la magia de Klaus hace lo suyo al impregnarse a Severus, como un gel que masaje la tensión fuera.
—Tal vez necesita tiempo para pensarlo, quizás solo fue el calor del momento— intenta, y cuanto rechazo le genera tener que hablar en son de esa pelirroja, es casi enfermizo.
—Sí… tal vez puedo convencerla. —Silencio.
—Verus.
—¿Mm?
—Te amo. —Es egoísta, es manipulativo, y Klaus lo sabe, peor, Severus mismo lo sabe, porque, así como Klaus aun puede ver a grandes rasgos el pensamiento primario de Severus, Severus es capaz de ver el de Klaus. Y si la forma en la que se endereza sobre su regazo, acaricia su mejilla, sonríe triste y junta sus frentes con tanto cuidado es pista de algo, es que realmente necesitaba esa validación, asegurarse, como una confirmación de un hecho que ya conoce, pero es demasiado bueno para ser verdad.
Verus no es bueno con la comunicación de sentimientos, al menos no verbalmente, pero la explosión de afecto, cariño, calor y un profundo amor que inunda Klaus cuando Severus lo jala a su mente mediante un beso es suficiente respuesta. Como suspira cuando Klaus profundiza el beso, mueve sus manos alrededor de su cintura y cadera, pegando su cuerpo al suyo, manejando su peso para que quede a horcajadas sobre su regazo, todo en él grita y emana contento y calma.
Pero es Klaus quien los detiene de hacer más.
—Sigues vulnerable. —dice— Y no tienes que probarme nada para que yo me quede aquí— promete, y es como si le quitaran un peso de encima. Mira a Klaus.
Mira su rostro, sus ojos dorados, sus trenzas perfectas, su piel, su cuello, sus hombros, sus brazos, las manos gentiles en su cadera. Todo él, todo el hombre, y no hay parte de él que Severus encuentre imperfecta, el mero hecho de ser Klaus es suficiente, basta y sobra.
Sí, una cruel elección que fue hecha antes de ser planteada.