
Destrucción
Detalles, pequeños pero jugosos detalles. La verdad está en ellos y ellos en todos lados. Es solo que no es fácil notarlos y mucho menos interpretarlos.
Todo sigue su curso en los pasillos de la escuela de magia y hechicería. Los pasillos siguen siendo de piedra, los fantasmas siguen lamentándose en su pena eterna (menos Peeves), los alumnos siguen tomando clases, las casas siguen peleando entre sí en un intento de establecerse a la cabeza. Ravenclaw sigue devorando todo conocimiento, Hufflepuff sigue exentando en Herbología, Gryffindor sigue tomando aventuras riesgosas y Slytherin sigue haciendo planes para llenar su ambición.
Gryffindor y Slytherin siguen peleando entre sí.
Todo sigue igual. Excepto que todo cambió.
Sutil al comienzo, obvio al paso del tiempo.
—¡No fuimos nosotros! ¡Fue Snivellus!
—¡Escuche suficiente, Potter! ¡50 puntos menos para Gryffindor y en este momento vamos con McGonagall!
Severus no contuvo su sonrisa mientras veía a Black, Potter, Lupin y Pettegrew ser escoltados por los prefectos de Ravenclaw hacia la oficina de McGonagall.
Evan guarda su varita y Edmund finge que nunca la saco, dándole una mirada conocedora al Prefecto de Ravenclaw, una amenaza, un despliegue de poder que funciona, sin importar el día o la hora. Más grande que el de Potter y Black, más arraigado y real, uno que lo pone a la cabeza de todos. Y si no es Edmund, es Evan, con su control sobre los prefectos de Hufflepuff, entre ambos puntos bajo su manga, los merodeadores no han sido capaces de hacer un ataque eficaz en su contra. Las bromas de las últimas semanas han fracasado y la desesperación de los leones es obvia.
Mantuvo la mirada iracunda de Black, sonrió en su dirección, cuando, como una serpiente atravesada por una rama, el conocido brazo de Klaus se deslizó hasta quedar sobre sus hombros y atraerlo a él. No hizo intento de detenerlo y simplemente se recargó en ese calor, sintiendo la cabeza de Klaus contra la suya. Dos colmilludas sonrisas que se divierten ante la obvia derrota del otro.
Todo ha cambiado, al menos para él.
Porque de un día al otro, tiene lo que quiere, lo que ha trabajado tan duro por conseguir y más. Porque nunca pensó que tendría lo que tiene ahora. Realmente esos detalles gritaban en sus oídos.
—Se van a vengar— comentó una vez desaparecieron entre los pasillos, haciendo un recuento de cuantas veces han fallado en esa última semana.
—Que lo intente. Aún hay maldiciones que quiero probar— es la respuesta de Klaus. Jugando con su varita entre sus dedos. A lo que Evan asiente, compartió ese sentimiento de espera con Klaus, ambos querían tener una excusa para poner en uso sus últimas lecciones.
Vuelve a reír ante las conductas violentas de sus amigos. Pero entonces la mano libre de Klaus toma su mandíbula con delicadeza y lo guía a encararlo. La intención de lo que quiere hacer resplandece en sus ojos. El ardor sube a sus mejillas ante esa mirada, nada acostumbrado a ser deseado así, pero también una vergüenza y ansiedad desconocida.
Hay cosas que no cambian, solo se vuelven más evidentes.
Como un árbol durante la primavera, en otoño se vuelve seco, delgado y sin nada más que ramas, pero cuando llega la primavera, ese mismo árbol se vuelve verde, vibrante y rebosante de vida. Siempre fue el mismo árbol y estuvo en el mismo lugar, el único cambio es que tan visible y llamativo es.
Bueno, pues le cayó como golpe de agua fría darse cuenta cuán ciego fue durante tanto tiempo.
Porque después de ese día, después de probar esos labios y sentir ese amor arder por ser alimentado, ya no puede evitar sentir su vergüenza bullir con la misma intensidad con cada gesto que tiene Klaus con él. Sin la venda de negación, puede ver la dulzura y dedicación en cada cosa que hace, como es capaz de mandar a Evan a callar pero a él lo escucha por horas sin parar, sin interrumpir o intentar irse. Palmea la espalda y hombros de Evan y Edmund pero a ninguno lo abraza como a él o exige su atención. Le molesta ser ignorado por los demás, pero odia con cada fibra de su alma que él no le preste atención, incluso si es solo por un par de minutos porque se distrajo con un libro. Todo le baja de golpe, todas las memorias y todas las acciones, ¿cuánto tiempo estuvo tan ciego?
De repente sus toques ya no son fraternales, la forma en la que siempre está listo para enredar un brazo entre sus hombros ahora es todo menos amistosa, casi se ahoga cuando a ese mago se le hizo costumbre tomar su cintura. Y es que ahora que tiene bandera verde, Klaus ya mando al carajo cualquier pudor o límite personal.
Pero carajo, cuanto lo disfruta.
Klaus en ese momento acerca su rostro al suyo, sus ojos dorados fijos en sus labios mientras se dirige a juntarlos.
Y lo dejaría hacerlo, como todas las otras veces cuando Klaus decide mostrar afecto, en las mañanas, en las noches, cuando están estudiando o mientras practican su secreto en el bosque. Siempre acepta porque es dulce, porque parece que nunca es suficiente, no puede acostumbrarse a esa eléctrica sensación que nace desde sus labios y deja su corazón hecho un tornado. No se negaría…si no fuera por como, por el rabillo del ojo, es capaz de ver las puertas de las aulas cercanas abrirse y dar paso a un flujo de estudiantes. Los pasillos se llenaron en menos de un par de segundos. Muchas personas, el doble de ojos y el triple de bocas. Severus no era ningún tarado, sabía la gran tormenta y el desmadre que es “estár” con un sangre pura, sabía de todas las expectativas y los estándares, no era ignorante a toda la situación que los rodea, sabía que había ciertos cuidados que mantener. Cierta discreción por seguridad de ambos, a muchos han desheredado por menos. Él no tiene problema en quedarse callado sobre qué son, sobre qué título les confiere, se mantiene contento con lo que tiene, que es muchísimo más de lo que jamás pensó obtener.
Pero claro que fue ingenuo de su parte pensar que todo se quedaría en la sombra, menos con alguien como Klaus. Ese hombre no conocía la palabra “Mesura”. No puede dejar que los rumores fluyan, no puede dejar que su recién descubierta situación sea expuesta así, sin un plan. No sabe las repercusiones y no quiere enfrentarlas a ciegas.
Por lo que, contra sus deseos egoístas, ladeo su cabeza, evitando el por ser beso por apenas milímetros. Siente el aliento de Klaus en su mandíbula, su nariz en su mejilla, tan cerca.
—Vamos a comer. —Hace el pedido en general mientras hace un gran esfuerzo por ignorar la mirada confundida de Klaus.
—Sí, por favor— se queja Edmund.
Caminan en silencio. Se contenta con escuchar a Evan y Edmund hablar entre sí con bromas tontas y empujones. El ruido de sus chistes es lo único que necesita su atención.
Nada más. No importa si de repente alguno de ellos empuja muy fuerte y choca con él. El agarre de hierro sobre sus hombros no permite que se mueva ni un centímetro, y es muy fácil recuperar el equilibrio cuando tiene un duro pecho atrás.
—¡Mulciber! ¡Rosier!—grita Nott en cuanto lo ve entrar al gran comedor, —Una palabra, será rápido— promete.
Klaus farfulla sus quejas, rodando los ojos pero asiente. No puede darse el lujo de mandarlo a volar cuando el siguiente partido ya es la próxima semana, y el equipo de Slytherin debe prepararse, su estrategia y modo de ataque. Sus brazos se aprietan alrededor de Severus mientras se pega a su oído.
—Ya vuelvo, Verus—Susurró sobre su oído. Severus sintió el sonrojo subir por su cuello y se limitó a asentir. Un apretón después, Klaus lo soltó y fue a donde Nott.
Severus se limitó a seguir su camino hasta sentarse donde siempre, en espera de Klaus.
Mueve su comida un poco con el tenedor, decidiendo qué comer primero. Entonces el peso de Edmund cae a su lado.
—Te dí suficiente tiempo y te quedas como estatua. Cosa que encuentro ofensiva, ¡¿Cuándo pensabas decirme?! —le reclama entre susurros.
Tampoco era tan idiota como para pensar que Edmund, despues de todo ese tiempo, no se daría cuenta del RADICAL cambio, de hecho, ya estaba esperando el momento en que el otro exigiera respuestas.
—No quiero terminar en Azkaban. Así que nunca.
—¡No te pases de gracioso!
—Me han dicho que mi sentido del humor es inexistente, no entiendo a qué te refieres.
—¿No sabes a qué me refiero? ¡Atrévete a mentirme otra vez!
—Nunca te he mentido, querido Edmund.
A como toda respuesta, Edmund alza una ceja y se acerca, demasiado cerca. No solo sus hombros chocan, si no que Edmund se pega por completo a él. No conforme, acerca su rostro al suyo, casi como si le fuera a susurrar algo pero desviandose para que sus labios rocen su mandíbula , puede sentir su respiración y la punta de su nariz en su mejilla. Severus no entiende,y va a separarse de tan repentino e íntimo contacto.
Eso al menos hasta que un par de fuertes brazos llegaron desde atrás, se enrollaron con fuerza alrededor de Severus y lo jalaron unos centímetros más lejos de su compañero, dejándolo contra un duro pecho conocido. Edmund es forzado a retroceder cuando el rostro de Klaus se mete entre los dos, con una tensa sonrisa y una vena hinchada en el cuello mientras ve a Edmund como si pudiera prenderlo en fuego.
—¡Ed! ¡¿Qué pasa, amigo?! —saluda con tanta falsedad. —Esta conversación se ve interesante, —y uno de los brazos que estaban alrededor de Verus se soltaron para posarse sobre el hombro de Edmund— me uno a ustedes. Hazte a un lado. —No es exagerado decir que gruño.
Edmund no tuvo oportunidad de decir nada, el brazo de piedra lo hubiera tirado por el fuerte empujón si no se hubiera sostenido del asiento de madera. Klaus se sentó entre ambos y Severus fue apretado contra su costado. Una muralla entre los dos y una mirada de advertencia.
Edmund le da una mirada a Severus y el ardor de sus mejillas regresa. Desvía la mirada pero no intenta zafarse de Klaus. Esa es una pelea perdida para ambos lados.
—Sí, nada cambió— comenta sarcástico Edmund, a los que Klaus ladea su cabeza, confundido. —Sev, tenemos una conversación pendiente— le advierte antes de levantarse y regresar con Evan, que pretende desinterés en la situación, pero se pega a Edmund al instante en que este se sienta.
“¿Es algo malo? ¿Están peleados o algo?” el abrazo se afloja pero no se va, la atención de Klaus flaquea entre él y Edmund, perdido en que demonios fue eso.
“No, solo es Edmund deseoso de chisme”
No hace falta decir nada más. No hay poder humano que mantenga a Edmund lejos del chisme. No dicen nada más, no hay palabras intercambiadas entre ambos mientras la conversación entre Evan y Wilkes se hace cada vez más ruidosa. Ni una palabra de su boca, no se necesita, no cuando Barty llega y se une a la conversación.
“Verus”
Ah, ahí está. No hace más seña que ladear un poco su cabeza hacia Klaus, el otro sentado tan cerca que bien podrían estar uno encima del otro. Tampoco participa en la plática y parece más concentrado en servir su plato. Sabe que está inquieto, a Klaus no le gusta ser rechazado de último segundo. No sin explicaciones ni palabras. Y es obvio que buscará respuestas, el problema es que Severus no está seguro si él tiene las respuestas que Klaus quiere.
“Klaus”
“¿Qué fue eso?”
“¿Qué cosa?”
“Eso, en el pasillo”
“No pasó nada en los pasillos, fue Evan quien lanzó la maldición primero.”
“Deja de jugar al tarado, no te queda” —lo regaña mientras deja su tenedor sobre su plato y le dedicó una mirada de reproche.
“A ti tampoco, pero tu nariz lo compensa”
Klaus lo mira de arriba abajo, a lo que Severus levanta una ceja.
“¿Por qué te alejaste? Quería besarte”
“Me besaste esta mañana”
“Fue hace mucho tiempo, si me lo preguntas”
“Te estás volviendo demasiado mimado”
“Eso es tu culpa, hazte responsable de ello y continúa haciéndolo” —casi exige, acercando su rostro al suyo en una repetición de hace un momento. Severus no mueve su rostro para encontrarse con el otro.
“Klaus” —advierte, pero el otro lo mira con atención. Ese brillo conflictuado, entre divertido y serio, sin estar seguro de que ruta tomar para manejar ese asunto. Como un león decidiendo qué estrategia de caza usará en esa persecución.
Encantador, instigador, un poco (muy) atractivo de ver de cerca, pero también una advertencia.
Una advertencia a que Klaus ya noto esa pequeña cosita que flota sobre los dos.
Y que no sepa cómo atraparla ahora no significa que no lo intentará hasta clavar sus garras en ello. Es algo que lleva en su mente un buen rato, incluso cuando su situación actual no era más que un sueño guajiro.
Una verdad que tal vez debería tener el coraje de decir en voz alta, pero siempre pierde oportunidad. Porque si, sabe que Klaus siente lo mismo que él, pero no sabe los términos.
No espera mucho, pero quiere saber que si. Sabe por boca del mismo Klaus que no es una mascota, que no es solo un juguete que usar y desechar después, que Klaus tiene interés en mantenerlo cerca tanto tiempo como sea posible para ambos. Hasta que Klaus se harte, la sociedad los aparte o Severus se aparte, (la última siendo demasiado imposible como para ser considerada). Quiere saber si lo suyo es un amorío escolar, una forma de rebelarse contra sus padres o solo un divertido recuerdo. No le importa cuál de las tres sean, porque esas memorias significaran todo para él, pero no quiere hacerse ilusiones y después ser tirado desde una torre tan alta como lo son los sueños frustrados. Además, ¿Realmente vale la pena poner en riesgo la reputación de Klaus? ¿Klaus tan siquiera ha pensado en cuánto puede costarle estar con alguien por debajo de él? ¿O le divierte el peligro?
Sabe que está en el camino correcto para tener respuestas indeseables o nada bonitas, pero esa incomodidad y paranoia lo tiene tenso, una tensión que no encuentra como deshacer.
Como un reloj de arena, el tiempo va agotándose grano por grano, cada vez que Klaus se acerca para besarlo, fuera de la seguridad de la sala común, la cuerda en el cuello de Severus se aprieta y lo jala fuera de alcance. Fuera de sus besos y abrazos.
Esa misma tarde cometió ese error. Se alejó de Klaus para ir a darle pociones de los gemelos Carrow. Lo forzó a quedarse donde estaba, bajo la promesa de reencontrarse en el campo de Quidditch, donde Klaus tenía práctica.
Klaus no estuvo contento, pero no lo dejó terminar con su réplica antes de irse. Por primera vez en semanas, volvió a caminar solo por los pasillos de Hogwarts, su mente en todo y nada al mismo tiempo. Pero eso no evitó que escuchara las pisadas que se acercaban a él o las risas, las dos cosas hicieron que cada músculo de su cuerpo se tensara y que cada vello en su cuerpo se erizara, un sudor frío corrió por su espalda. Es cuestión de segundos, la verdad de que pasa cuando se encuentra solo lo rodeo.
Siempre es lo mismo.
Y apenas intercambian los primeros insultos, las masas que salen de la nada se empiezan a acumular a su alrededor, Potter es el primero en sacar su varita, y Black el primero en lanzar un hechizo, las dos cosas mientras sus lenguas venenosas sacan insultos y bromas crueles hacia él.
Como siempre, puto Lupin solo sabe quedarse a un lado y Pettegrew espera una entrada para atacar, demasiado estupido y debil para hacerlo de frente y solo.
Severus ignora las burlas, se concentra en reaccionar. En esquivar y reflejar, regresar y conjurar. No hay mayor problema, conoce como atacan estos tarados, sabe sus mañas y sabe sus sucias jugarretas, son tres contra uno, son tres Gryffindors contra un Slytherin, peleando porque esta vez, Severus no tuvo reparo en regresar los insultos, y como siempre, esa mera acción hace enojar a Black y Potter.
La turba a su alrededor no hace nada más que mirar y gritar, asombrados, alterados y emocionados por la idea del claro perdedor, nada más que gente inutil que piensa que esto es divertido, que no es más que diversión entre adolescentes. Que concepto tan retorcido de diversión, no sería divertido si Severus fuera un sangre pura, no sería divertido si los roles estuvieran inversos, no, entonces sería un asunto serio. Pero no lo es, y esto es solo “quema de energía”. Planta ambos pies en la tierra, siente el ardor de algunos moretones en sus brazos, uno de los pocos hechizos que dieron con su objetivo, el ligero dolor y la tibia sensación lo mantiene concentrado a lo que pasa a su alrededor y a sus espaldas.
Potter se burla cuando entre él y Black lo acorralan, dando la oportunidad a Pettegrew de dar el “golpe de gracia”, su varita está ocupada en mantener el escudo que lo libra de los hechizos que son lanzados desde sus lados, incapaz de moverse. Ve a Petterew, pequeño cobarde, pequeño escurridizo, se vale de dos perros para matar a un venado.
Pero el idiota no mira atrás. Un error garrafal en un cobarde como él.
Porque lo siguiente que sabe es que por encima de la cabeza de Pettegrew, brillan un par de ojos dorados. Brillan y resplandecen como los de una pantera pero Severus no puede sentir nada más que calma al verlos.
—¡Wormtail! ¡Cuidado! —advierte demasiado tarde Lupin. Los tres merodeadores son forzados a ver como el pequeño rubio voltea y es recibido con un golpe. Con suficiente fuerza y poder como para derribarlo y tirarlo mucho más lejos de donde estaba parado. Escuchar su grito ahogado de terror/dolor/sorpresa y como es rematado con hechizo que lo avienta lejos de la sombra de su rival.
Klaus, siempre tan libre y ansioso por una buena pelea, ríe con sus colmillos al aire mientras su propia varita sale y lanza una maldición hacia Black, se satisface de como Black se ve obligado a dejar de tirar maldiciones contra Severus para protegerse. Inconsciente de cómo dejó su flanco desprotegido, porque lo único que Severus tuvo que hacer, fue desviar uno de los hechizos de Potter hacia él. Black fue golpeado contra la pared, soltando maldiciones por lo bajo mientras intenta recuperarse, no tiene tiempo cuando es pegado contra el suelo por un hechizo de Klaus. Mismo Klaus, siempre tan atento, se adelanta ante el movimiento de Lupin y lo desarma con solo un girar de su varita. Frente a frente, lo recorre de arriba a abajo con aburrimiento y mofa, lo declara digno de ser su siguiente diversión.
Nadie más que Severus sabe cual es el hechizo magenta que sale de su varita y nadie más que Lupin sabe cuanto duele. Y con Lupin en el suelo, retorciéndose mientras intenta detener las miles de mordidas de invisibles arañas sobre su cuerpo son tres fuera, queda uno en pie. Claro, porque Severus lo creó hace unas semanas atrás y solo hay dos personas que saben conjurarlo.
Y Severus está enojado, tan enojado como Potter, ambos con un orgullo sangrante y una vanidad hambrienta, desean lo peor uno sobre el otro, y la intensidad de sus hechizos es prueba de ese odio latente. Lo peor es que Potter es bueno, es bueno en sus hechizos, es bueno con los reflejos y es bueno en reaccionar ante el intercambio, pero es vanidoso y es arrogante, deja sus flancos abiertos, bajo el erróneo pensamiento que hay alguien más para cubrirlos.
Pero ese acalorado intercambio de hechizos y maldiciones se acaba con una risita de una voz grave, varita apuntada al suelo y un hechizo tan básico como el primer año de enseñanza. Al parpadear, el suelo sobre el que Potter está parado se vuelve de jabón, y así de rápido termina el duelo, cayendo sobre su espalda y sin oportunidad de levantarse. Él también habría caído si no se hubiera aferrado a la pared a sus espaldas. Incapaz de sostener su varita por la viscosidad del suelo.
Severus se permite saborear la victoria en la lengua, la adrenalina de su sistema se baja y la ansiedad da paso a un relajante masaje en sus músculos, porque se acabó y él ganó. Como muy pocas veces pasa, porque no importa que tan listo sea, siempre es difícil salir de duelos desiguales sin al menos una ayuda.
Una ayuda que llega también a sacarlo del charco.
No espera pero tampoco se sorprende por cómo es levantado del suelo por Klaus. Lo quita de entre el suelo jabonoso y no lo suelta hasta tenerlo en la seguridad de piedra seca y brazos fuertes. La magia lo rodea y cierra los ojos ante la sensación de ser cubierto por un manto invisible.
—¿Estás bien? ¿Estás herido? ¿Por qué fuiste solo? Te dije que podíamos ir los dos— dice Klaus mientras lo sostiene de los hombros y analiza de arriba a abajo, escanea cada centímetro en busca de heridas.
—No, estoy bien y estabas ocupado. —Trata de calmar al otro, dando un vistazo alrededor, temeroso de que algún maestro o prefecto se esté acercando.
—Nunca estoy ocupado para ti. —susurra Klaus, su aliento en su mejilla causa un escalofrío en todo su cuerpo. Apenas consciente de lo cerca que están uno del otro.
Y no sería algo malo, si no fuera por toda la gente que los rodea. Puede ver a más de uno señalar los brazos de Klaus a su alrededor, los escucha susurrar y cuchichear mientras los señalan con los ojos, apuntan sus palabras a ellos pero se las dicen entre sí.
Esa cuerda alrededor de su cuello regresa, la piedra en su estómago se vuelve pesada y no puede evitar sentir el sabor amargo en su lengua. Porque sabe que dicen, sabe sobre qué hablan y como lo hablan, sabe y eso duele. Duele más porque Klaus no lo ve.Esos hermosos ojos dorados están pegados a su persona, a su rostro y con una sonrisa orgullosa que hace latir más rápido su corazón.
Y lo vio inclinarse.
Los demás los estaban viendo.
Las mismas personas que estaban animando una pelea entre un duelo desigual lo estaban viendo. Después de ser usado como medio de entretención sin piedad, después de no ser visto como algo más que un pasatiempo, las mismas personas que estarían riéndose de él si hubiera perdido ese duelo, todas los estaban viendo. Estaban viendo a Klaus intervenir, lo estaban viendo abrazarlo, y ahora lo verían besarse.
Pensarían que era un juguete, el chisme se correría con una malicia aun peor, las palabras serían tan venenosas que serían dolorosas de lidiar. Tal vez esas palabras crueles pondrían sentido en la cabeza de Klaus, tal vez decidiría que no puede mediar y no vale la pena, que sería mejor parar. Miles y miles de escenarios, no sabe si es la adrenalina de la pelea recién, los moretones hechos después de palabras tan crueles dejan huella o simplemente su mente es aún más venenosa que la lengua de cualquiera.
No es consciente de lo que hizo hasta que siente frío. No fue consciente de cómo retrocedió y se alejó de Klaus, de sus cuidados y de su abrazo. De su amor y su beso.
—Deberías irte, antes de que llegue un maestro y vea esto.
El cuerpo entero de Klaus se tensa y sus ojos brillan, la sonrisa suave se vuelve una tensa amenaza, colmillos brillando por la forma. Su cabeza se ladea sin despegar sus ojos de él y resopla con más fuerza de la necesaria. La magia que hace un segundo la envolvió se volvió tan densa como una gelatina y sofocante como una marea. Una nube de desastre.
Klaus perdió la paciencia.
—Severus, ¿Qué pasa? ¿Cual es el problema?— lo llama entre dientes apretados, su voz con falsa suavidad. Dando un paso al frente. No se molesta en ver a nadie alrededor, hiper fijado en él, como un halcón. Listo para atraparlo, perseguirlo si es necesario.
Severus no tiene duda de que no habría podido escapar de ser atrapado otra vez, pero no pasa cuando una mano toma a Klaus del hombro.
Nott.
Vestido para su práctica, al igual que Klaus, con su mirada verde inamovible lo jala para atrás, tirando una mirada alrededor. No necesita hacer pregunta para saber lo suficiente, el estado de los leones, las masas disiparse y la presencia de Severus a menos de dos metros es suficiente para tener un cuadro de lo que sucedió.
—Al campo. —Ordena, —No voy a darme el lujo de que te quedes atrás solo por tu carácter.
Y obviamente Nott pensaría en sacar a su jugador de enmedio del caos, salvarlo de detención para que eso no afecte su desarrollo en el juego.
—Ire en un—
—Ahora. Snape puede lidiar con esto solo.
Klaus prácticamente fue arrastrado por Nott, pero la mirada que le dedicó por encima del hombro le dijo que no se escaparía por siempre.
Apenas escuchó el grito de que McGonagall se acercaba, huyó de ahí. Con suerte le llegaría después el castigo con un sermón de Slughorn, pero no quería lidiar con nada más.
El resultado de su tormenta de pensamientos hizo estragos en su ser y necesita sólo… despojarse y alejarse de todo.
Piensa en eso mientras mueve el caldero, la poción no necesita tanta atención y puede permitirse perderse en sus pensamientos, arrullado por el movimiento mecánico. Totalmente solo en el salón de pociones, con permiso de Slughorn, ha hecho su pequeño refugio ahí.
En la seguridad de las mazmorras y cerca de la entrada a la sala común, entrar y salir era mucho menos riesgoso cuando se está en territorio de serpientes.
Entró rápidamente a su cuarto por su libro de pociones y después se puso a trabajar.
Perdió la noción del tiempo, la parte más ardua de su poción se llevó los minutos como arena en el viento, un descanso a su mente, hasta ese momento, donde el constante flujo de instrucciones y pasos se detiene para dejar paso a la serenidad.
Sabe que Klaus estará enojado, si no es que furioso. ¿Por qué? Porque no sólo rechazó su cercanía en ese momento, lo dejó ser llevado y no dijo nada más, si no que encima Severus faltó a su ritual de esperarlo en las gradas durante las prácticas de Quidditch. Pero realmente necesitaba un momento de solitaria letanía para poder estar en paz consigo mismo. Tiene lo que quiere, todo lo que su corazón de enamorado podría desear, pero su cerebro de niño no amado pone trabas. Pone miedos y venenos en su cabeza, pesadillas y escenarios que no pensó sentir jamás.
Para ser justos, hay mucho que pensó que jamás sentiría.
De repente la puerta del salón es abierta de un solo golpe. El sonido lo hace brincar en su lugar y voltear. El aire se le escapa de entre los pulmones al ver de quién se trata.
Bellatrix Black.
La bruja tiene su rizada melena despeinada, algunos mechones cayendo sobre su rostro, sus costosas túnicas desacomodadas y su varita chueca en mano. Sus ojos cafés gritan ira y la mueca de locura en su rostro grita peligro.
—Sabía que estarías aquí, sucio cabrón— le sisea, ahora acercándose a pasos agigantados hacia él. Severus se fuerza a no reaccionar, a no hacerse para atrás.
Bellatrix, al igual que Klaus, tiene un sensor, en cuanto siente la más mínima pizca de miedo, muerde y no suelta.
Así se encuentra cara a cara con la bruja y su mirada desquiciada. Las solapas de su túnica son tomadas con un agarre de hierro y tiene que sujetarse de la mesa a sus espaldas para no caer por el tirón.
—Black— se fuerza a hablar.
—Dime, ¿desde cuándo crees que puedes atacarnos y salir impune, mm? —exige saber, —¿Crees que mezclar juguitos es suficiente para hacer lo que te plazca? ¿Un sucio mestizo poniéndose encima de una sangre pura? ¡¿Necesito recordarte tu lugar en este mundo?! —casi grita, mientras encaja la punta de su varita en el cuello de Severus. Es doloroso, no estaría sorprendido de saber que Bellatrix afila la punta solo para hacer daño sin magia.
Bellatrix nunca fue fanática de los mestizos y sangre sucia, con el tiempo se había ganado su perdón por existir, el veneno que le vendió hace unos meses le otorgó unos cuantos puntos con ella. Pero no entiende qué sucede, no entiende que podría tenerla tan encabronada con él si apenas cruzan miradas.
—Si me dijeras mi falta, podría decirte si es necesario— se atreve a responder, pero es lo equivocado. Ahora no tiene duda de que hay un hilito de sangre corriendo por su cuello.
—¡No juegues conmigo! ¡Voy a matarte y usare tu sangre como—
De repente la muñeca de Bellatrix es tomada con fuerza. El aire llega de regreso a Severus.
Klaus sostiene la muñeca de Bellatrix, sus ojos dorados centelleantes, mientras se enfrenta a la bruja. El uniforme de Quidditch lo hace más intimidante a la vista, adornado con esa falsa sonrisa de doble colmillo. Con su altura se cierne sobre la mujer, usa su magia, su poder y presencia como amenaza. Severus puede sentir su magia rodearlo, puede sentirla en su cuerpo y en su cuello, como un invisible escudo. Sí, Klaus puede estar enojado, pero sigue preocupándose por él, sigue cuidandolo, sigue queriéndolo.
—Black.
—Mulciber— responde Bellatrix. Enterrando más su varita en su cuello y sacando una mueca involuntaria de Severus. El hilito de sangre bajando por su piel ahora mancha su ropa.
—Basta. Suéltalo— ordena Klaus, no espera a ser obedecido. De un fuerte tirón separa a Bellatrix de Severus, la arranca de encima de él como se quita una cobija de una silla, la obliga a retroceder para después colocarse entre los dos, como un parteaguas y muralla entre dos fuerzas.
Ante la nueva libertad, Severus tomó una bocanada de aire, no sabía que había estado conteniendo el aliento hasta ese momento, se recarga en la mesa mientras pasa su mirada de Klaus a Bellatrix. Dos poderosos sangre puras, ambos con un poder que les hace segunda a su terribles caracteres. Ambos con hambre de acción y ninguno huiría de una pelea. Dos bestias frente a frente.
Bellatrix no retrocede la gran cosa, se limita a bajar su varita mientras ve a Klaus como si lo viera por primera vez y después fijarse en Severus, más iracunda que antes.
—¿Entonces es por esto que piensas poder salirte con la tuya? ¡Puto cobarde! ¡Y tú! ¡¿Qué carajo contigo?! ¡¿De verdad de rebajas a que tu mas—
—¡Sabía que estabas loca, pero no pensé que tanto! ¡Maldita sea, Black, dime qué carajo está pasando aquí! —exige Klaus, extendiendo su brazo para llevar a Severus a su espalda. Usando su cuerpo como escudo contra la bruja.
—¡Pasa que tu puto mestizo jodio a Alecto! —grita por fin la razón de su ira.
Eso al instante tiene la atención de Severus.
—¿Qué? —pregunta, confundido. Los ojos rapaces de Bellatrix dan como un arpón sobre él.
—¡Ella te da la oportunidad de ser útil y tu la jodes así! ¡Tu puta poción la arruinó! ¡Ella está arriba, llorando mientras su rostro sangra! ¡Ni siquiera Amycus puede calmarla! ¡¿Y por qué?! ¡Por culpa de ese asqueroso mestizo!
¿Alecto está mal? ¿La poción salió mal? No, no puede ser posible, él comprueba la vitalidad de sus pociones antes de entregarlas, las que afectan la piel aún más. Nunca se da el lujo de ser descuidado con sus pociones.
—¿¡Y cómo estás tan segura de que esto es su culpa y no de alguna de sus amigas!? ¡Bien sabes que las harpías de Bulstrode y Macmillan tienen vendetta con ella!
—¡Por que ella solo se ha tomado esta maldita cosa! —Extiende el matraz.
Bien seguro estaba Severus de que se contuvo de lanzarlo, lo extiende hacia ellos vehemente. Severus hace intento de alcanzar, pero es Klaus quien lo toma entre sus dedos para verlo de cerca, lo admira unos segundos y lo pasa, sin quitar los ojos de la bruja.
Severus observa el matraz y lo poco que queda de la poción. Sí, él le dio ese matraz a Alecto Carrow, pero el contenido…la poción de la glicerina es color miel, excepto que tiene destellos rojos por los extras que agrega cuando le pagan más, la que sostiene en sus manos tiene un amarillo demasiado opaco y apagado, los destellos rojos apagados por completo. La destapó y se acercó a su nariz. El olor a caramelo quemado es reemplazado por uno de papel y ceniza.
—Esta no es mi poción.
Esa simple oración da un silencio pesado en la habitación. Klaus se ladea para verle sin descuidar a Bellatrix y la bruja mueve su cabeza con duda.
—¿Qué dijiste? — pregunta ella.
—Esta— levanta el bote— no es mi poción. No la que yo preparé al menos. Sé como funciona el problema de los Carrow, muchas cosas lo empeora y esto apesta a raíz de la amapola. —Y pasa el bote a Klaus.
Klaus hace lo mismo que Severus, y huele. El reconocimiento se pinta en su rostro mientras ofrece el bote de regreso a Bellatrix. Ella se ve desconfiada, pero acepta el vidrio y lo huele también, y suelta un gruñido de ira, ahora sin contenerse. El matraz es arrojado a la pared cercana, hecho añicos en cuestión de segundos y su extraño contenido derramado en el suelo.
—Te lo dije, seguro fue Macmillan, ama hacer enojar a Carrow cada vez que puede. —Se burla Klaus.
—Tú— lo señala Bellatrix, cortando la distancia entre ambos, se detuvo cuando Klaus volvió a ponerse entre ambos con una sonrisa, un claro límite. —Arregla esto, debes arreglarlo, era tu matraz. Confecciona algo ahora— exige.
Es extraño. Bellatrix está loca, muy loca, la mitad de la escuela le tiene tanto miedo que la evitan, pero es adorada en su misma familia por ser una gran bruja, poderosa y grandiosa, con los valores correctos. Ella es la misma que está tan encabronada por el estado de Alecto. Su locura funciona alrededor de como esta la bruja cobriza. Sí Alecto se encontraba llorando en su cuarto, Bellatrix sale con varita en mano hacia el culpable.
Culpable desconocido en esa situación, pero el más cercano fue él.
Sería más conmovedor si no tuviera su cuello sangrando, claro está.
—Por ahora intenta díctamo— trata de solucionar. Bellatrix parece dispuesta a todo. —Díctamo y aloe vera, será suficiente para calmar la irritación. Si Amycus tiene una de las que yo prepare, que tome una, para mañana tendré una poción que de hecho la ayude.
Bellatrix no dijo nada más, respiro un par de veces, dio un vistazo a Klaus y se fue por donde vino. Azotó la puerta tras de sí y el lugar quedó en silencio después del golpe.
Pesado y espectral silencio.
La situación de esa tarde pesa entre ambos y lo que acaba de pasar no ayuda en lo absoluto.
Severus suspiró, peinando su cabello hacia atrás y de una mirada alrededor. No sabía bien qué hacer para Alecto Carrow, ni siquiera estaba seguro de cómo ni porqué ella había terminado por consumir aceite de acónito en una de sus pociones. Sabía los componentes de su propia poción y la reacción que cada uno tenía a la raíz de amapola, tal vez con eso podría componer algún tipo de neutralizador y rehabilitador, lo que sea que ayude a su piel a entretejerse de nuevo.
Se centra en eso para intentar distraer su mente de algo peor, del elefante en la habitación y de la razón por la que Klaus no ha dicho ni una sola palabra. Se endereza e intenta ir al mueble para comenzar a buscar ingredientes que pueden ayudar, pero Klaus lo atrapa del brazo y regresa.
No dice nada mientras lo fuerza a encararlo. Una vez están frente a frente, Severus espera ira, enojo o reclamos, pero nada de eso llegó.
Esos ojos dorados están llenos de cuidado, de preocupación y un tantito de angustia. No están fijos en su rostro, si no que bajan hacia su cuello, hacia el corte que sangre y mancha su piel. Sin soltarlo, levanta su otra mano hacia su cuello, cauteloso en esa herida. Esa caricia, esa calidez y cariño que logra superar la ira es suficiente para que su corazón vuelva al ritmo desenfrenado.
El mayor amor que alguna vez ha sentido es el de su madre, pero ese amor, pintado de tristeza y resentimiento, cuya única forma de comunicación es mediante sanar heridas en el cuerpo, no se compara con este. No se compara al calor de Klaus, a su presencia, a su sonrisa, a la fuerza que carga consigo, es tan fácil solo recargarse en él y cerrar los ojos, de verdad es fácil meterse en la ilusión de que nada pasara mientras estén juntos.
Porque, a diferencia de la pasividad de su madre, Klaus no tolera ni un solo rasguño.
—Estoy bien, es pequeño. —Susurra, trata de quitarle importancia, pero hace una mueca cuando esa zona es acariciada en un toque casi fantasmal.
—No estás bien, es profundo.
La pelea y la plática pendiente cuelgan pesadas sobre sus cabezas y nos los deja relajarse, pero la confianza es palpable cuando no hay reacción de parte de Severus al sentir la varita de Klaus en su cuello, cerca de donde estuvo la de Bellatriz. Porque no pasa nada más que un ligero ardor y la herida se va.
—Debería… debería comenzar a trabajar en eso— rompe el silencio cuando la última mancha de sangre se va.
—No vas a ningún lado— le corta cualquier intento de escape. El enojo de esa tarde regresando a él—Tenemos que hablar.
—No creo que este sea el mejor lugar para–
—¿Y qué otro lugar es mejor? ¡¿El fondo de nuestras tumbas o qué?! —reclama, sin soltarlo pese a los intentos de Severus.
—¡Cualquiera podría entrar!
Y la única respuesta de Klaus es levantar su varita en dirección de la puerta y convocar un muffliato.
“Y si necesitas más paz, podemos hablarlo en silencio, pero de que salimos de este lugar con las cosas claras, salimos claros”
La presencia de Klaus en su cabeza llega como un martillo, enojado, duro y decidió. Aferrado a saber y aferrado a que Severus le diga de una vez qué demonios está pasando.
“Estas exagerando” —Trata de quitarle tanta importancia.
“No, ayer creí que estaba exagerado, hoy sé que en realidad no estaba reaccionando” —insiste Klaus. Se quedan en silencio, la mente de Severus pasiva y en un escudo de orden que se fuerza a mantener, funcionaría si no fuera Klaus, si Klaus no lo conociera mejor que él mismo y supiera que ese solo es otro mecanismo de defensa.
Klaus suspira, la tensión abandonó sus hombros y su rostro perdió rigidez. Todo su acto de ira se evapora en el aire y deja otra vez al Klaus vulnerable que Severus conoce. Incapacitado de escapar, pronto su mano es tomada por la de Klaus, sus dedos entrelazados con adoración.
“Verus, por favor, háblame. ¿Qué te preocupa tanto que te alejas de mí otra vez? ¿Por qué me rechazas si me quieres tanto como yo a ti? Comenzaste a hacer eso, me dejas con los brazos extendidos, te alejas y tratas de evitar que te toque, pero en la sala común te aferras a mí y me abrazas de regreso, ¿Por qué? ¿Qué cambia? ¿Qué te tiene tan estresado?”
En ese momento, Severus se pregunta si realmente tiene las respuestas a todas esas preguntas, si realmente es justo todo lo que ha hecho, a qué extremo ha empujado a Klaus otra vez. Las palabras se sienten dudosas, sin encontrar un modo de ponerles orden o real significado. Y estando dentro de su mente, Klaus puede ver y sentir su duda.
Como siempre, no presiona por una respuesta, si no que espera. Espera mientras su magia los rodea, lo abraza sin tocarlo con ella y deja suaves caricias en el dorso de su mano.
“Estoy confundido sobre…nosotros”
“¿Qué te confunde?”
Que buena pregunta. No tiene una respuesta clara, cada vez que intenta traducir todo a palabras, se enredan entre sí, se vuelven contradictorias y ácidas, insoportables sobre su propia lengua y secas al pasar por su garganta, incluso si no tiene que decirlas en alto. No sabe cómo decirlo, no sabe cómo expresarlo y eso le causa más frustración, como un niño que no puede leer y repite mil veces la misma palabra, cada vez peor que la anterior.
Inexperto en sentimientos positivos, inexperto en ser amado así, en tener un amor tan señalado e incorrecto. Carajo, lo intenta, de verdad que lo intenta, pero siempre que encuentra una forma, se vuelve incorrecto. No hay palabras suficientes, y, en un último intento desesperado, da algo más.
Jala la presencia de Klaus más adentro de su mente, lo sostiene entre sus brazos mientras lo hace escuchar cada pensamiento, sentir cada duda, los picos de ansiedad, muestra como se ven las masas desde sus ojos y como teme que eso sea suficiente para perderlo todo, mostrarle como teme que su venenosa presencia termine por lastimar a Klaus.
El cuerpo entero de Klaus tiembla ante la invitación, ante la ola de pensamiento, emociones y sensaciones ajenas, sentirlas como propias, sentirlas palpitar en su pecho. La vulnerabilidad que él jamás tuvo al caminar por los pasillos de la escuela, el peso en la lengua y costura en los labios. Pero, sobre todo, el desespero de tenerlo cerca, la desesperación porque no se vaya, no se harte y se quede, pero incapaz de hacer algo para asegurarlo. Teme que esos peligros que lo lastiman, esa brecha social que a otros les da derecho de lastimarlo regrese, rompa la conexión entre ambos y lo deje sangrando en el suelo. Un miedo tan…real.
“Ahora puedo decir que eres mío… ¿Pero durante cuánto tiempo lo serás? Por cuanto tiempo me quieras a tu lado, lo tomaré, pero…quiero saber qué quieres de mí, que puedo pedir de ti.”
“Puedes pedir todo de mí”
En un movimiento fluido, Severus es levantado del suelo y puesto sobre la mesa a sus espaldas, por instinto se sostiene de los hombros de Klaus, que se pega aún más a él. La sorpresa es instantánea.
“Klaus, ¿Qué ha-?” — Klaus sostiene su rostro y lo fuerza a verle a los ojos, esos ojos dorados brillando de determinación.
“Bien, dejemos las cosas claras. Te lo había dicho antes: no eres una mascota ni mi juguete personal, la relación que tenemos es seria y real. No vamos a pretender que solo somos amigos frente a los demás, porque yo no tengo vergüenza de que tú, el último Prince de Inglaterra, prodigio en pociones, esté conmigo. No me puede importar menos que carajo digan en los pasillos, ninguno de esos pequeños sangre sucia tendría el valor de mirarme a los ojos y decir una mierda sin antes morderse la lengua y escurrirse como cucarachas. Y si lo tuvieran, me encargare que sus últimas palabras sean plegarias por perdón y ruegos por piedad”
“Después de la escuela tendrás que cumplir tus responsabilidades como heredero”
“Nada de eso significa que abandones mi lado”
“Te vas a meter en problemas con tus padres, ¿No te das cuenta?”
“Tal vez, pero puedo lidiar con ellos. Resulta que los Mulciber de hecho sabemos negociar.”
“¿Y qué vas a negociar? ¿Un perdón para tu mestizo? ¿Un lugar para tu amante? ¿Qué se supone que seré?”
“Severus Snape Prince, yo soy tu novio. Tu eres mi novio.”
Y no esperó ni un segundo más, cerrando la brecha entre los dos con un beso. Severus lo acepta, no lo esquiva ni tampoco lo rechaza, si no que lo recibe casi con ansiedad, deja que Klaus lo acerque aún más, pegados uno al cuerpo del otro. Entonces entreabrió sus labios para suspirar, Klaus no pierde oportunidad y profundiza aún más ese beso. El calor de ambos es casi quemante y Severus no puede evitar derretirse en ese intercambio, inexperto y atontado por la explosión de sensaciones, apenas puede mantener el paso de Klaus, hasta que el aire se le acaba ambos. Se separan apenas un centímetro, ojos cerrados y recargando sus frentes juntas, disfrutan la cercanía, la paz después de esa tormenta.
“¿Cómo hacemos esto, entonces? No podemos arriesgarnos a que tus padres se enteren por un chisme”
“Y no quiero pretender que no conozco el sabor de tus labios”
“No digas cosas así” –pide, el ardor de su rostro incontrolable a ese punto, huye de la vergüenza escondiendo su rostro en el hombro de Klaus, quien se ríe y sostiene su cabeza más cerca.
“Entonces no digamos nada”
“¿A qué te refieres con eso?”
“No le diré a nadie que estamos juntos, será solo entre nosotros, pero si me lo preguntan directamente, diré la verdad. Que tengo un muy guapo, alto, oscuro y posesivo novio que me quiere para sí mismo”
“Hay un gran error de dirección en eso”
“Va para los dos, si a ti te preguntan, dirás que estás conmigo”
“¿Y quien carajo me va a preguntar a mí?”
“Quien sea”
Es una buena idea. Realmente podría ayudar a calmar las aguas de su mente y formar mejor una buena rutina.
“No te voy a besar en público”
“¡Verus! ¡Eso es lo peor que me has dicho jamás!” — no tiene que verlo para ver el puchero en su rostro, puede escucharlo desde donde está.
“No exageres, es para evitar rumores”
“No seas así”
“Eres demasiado mimado, no te matara esperar a que regresemos al dormitorio”
“¡¿Hasta regresar?! ¡Edmund no sale del dormitorio!”
“...Bien, ellos no aplican”
“¿¡Y después de las prácticas?! ¿Qué hay de los exámenes? ¿O cuando estemos estudiando?”
“Klaus”
“¡Bueno!....pero tengo derecho a una hora de afecto diaria, toda tu atención solo para mí”
Es lo mejor que va a sacar de Klaus, así que suspira y asiente.
“Eres un terrorista, ¿lo sabías?”
“Es un encanto familiar”
“Y hablando de familia, ¿Cómo vas a convencer a tus padres de que esto es una buena idea?”
“Tu no te preocupes por eso, yo me encargo”
Quiso reírse ante la respuesta tan campal, pero se aguanto.
Tampoco se negó a que Klaus buscará su rostro y volviera a conectar sus labios en otro beso. Al parecer la hora diaria de atención y cariño individido empezaba en ese instante.
******************
Y vaya que Klaus lo tomó en serio. O lo más serio que pudo.
Corta las hojas de la maceta, escucha de lejos a Sprout. Él y la profesora eran los únicos que no parecían víctimas de los dementores. Herbología demasiado temprano en la mañana es una tortura para todos los estudiantes de Hogwarts, por lo que todos parecen a medio morir.
Un calor conocido se pega a él, y, en un parpadeo, tiene la cabeza de Klaus recargada en su hombro, los rizos le hacen cosquillas en el cuello mientras el más alto deja caer parte de su peso, acurrucado más contra su calor corporal.
Severus no hace más movimiento que reajustar las tijeras en su mano para trabajar sin molestar a Klaus, y finge desconocer el brazo que se pasa por su cintura bajo la mesa y bajo las túnicas. Klaus suelta un suspiro cansado, apretando su abrazo. Poco le importa estar a media clase de herbología y tener una audiencia cansada de lidiar con la tierra, no es como si les estuvieran prestando atención de todos modos.
—Es demasiado temprano para que estés tan irritado— le dice. A lo que Klaus refunfuña.
—Es demasiado temprano ....podríamos haber dormido más.
Severus se ríe un poco.
—Te dije que podía venir solo a recolectar estas plantas, habría regresado antes del desayuno— le discute, y es que estaba trabajando en el nuevo bache de pociones para los gemelos Carrow. Después del accidente han estado mucho más exigentes con la frescura de sus pociones. Y tener ingredientes frescos es importante. Sprout le permite tomar las hojas que quiera de las plantas que plantó, por lo que fue a primera hora de la mañana por las necesarias.
No esperaba que Klaus se alzará de entre los muertos, demandando saber a dónde va y porque no lo lleva con él.
—¿Y despertar y desayunar solo? No— niega caprichoso. Como un niño posesivo, algo a lo que Severus ya está muy acostumbrado a ceder si se trata de Klaus.
—Eres todo un caso.
—Soy TÚ caso.
—Lo sé.
Simplemente sigue trabajando.
En parte entiende el cansancio de Klaus, es tarde sería la final de Quidditch, el partido que rompería el empate entre Gryffindor y Slytherin, igualados hasta ahora en el ámbito deportivo. Una presión tan grande como pesada es puesta sobre los jugadores más devotos, Klaus, Evan y Regulus no han abandonado el campo de Quidditch, entrenando hasta que sus extremidades tiemblan y sus sentidos se entorpecen. Nott los ha hecho repasar cada estrategia, cada truco y cada posible escenario para tenerlos en la afilada sincronización que los caracteriza.
Apenas ayer tuvieron el último entrenamiento.
Le estaba costando despertar, y Herbología en la primera hora no le hacía ningún favor. Tuvo que arrastrar el peso de Klaus por las tres clases seguidas, incapaz de perturbar su descanso o sueño. Adormilado como estaba, se negaba a soltarlo. Bueno, tampoco es que Severus haya hecho mucho por intentar liberarse, tenían un trato después de todo.
El día fue pacifico, si se puede describir de otro modo el cargar con un deportista adormilado y exigente de atención por todos los pasillos de la escuela, pero había algo…fuera de lugar. Llámenlo un sexto sentido, pero Severus está inquieto.
Incluso cuando Klaus regresó a la vida, con su actitud y energía normal, no podía sacudirse esa sensación, como si hubiera movimiento fuera de su vista, sombras y susurros, expectativa en el aire a su alrededor.
Durante un periodo libre, estaba sentado en una de las jardineras, Klaus tirado en el suelo con su cabeza en una de las piernas extendidas de Severus, el muy mimado. El lugar estaba en silencio, nada fuera de su lugar. Pero Severus lo sintió.
Tan sutil como pudo, miró alrededor. Estaban solos, nadie iba a esas jardineras por ser populares entre los Slytherin como zona de descanso. Aterrados de encontrarse con los Rowle, Carrow, Black o Dolohov. Por lo que era un gran lugar para descansar con Klaus un momento libre entre clases.
No era normal esa sensación.
Esa sensación de que había algo más cerca. Los pasillos estaban desiertos y los pastos no eran tan altos como para esconder a nadie. Busca entre las briznas una señal de huida o de movimiento, nada más que animales alrededor, una ardilla tal vez, de ahí en fuera, solo hierba. Nada. Pero, no podía sacudirse esa sensación, de que alguien estaba cerca, de que alguien lo estaba viendo.
—¿Verus? —Llama Klaus a su lado, abriendo los ojos para verlo, el cambio en su magia de relajada a alerta le avisó que algo lo estaba molestando, pero no había nada a la vista, por lo que se limitó a negar y entrelazar sus dedos con los de Klaus cuando este alzó la mano en su dirección.
—Creí haber escuchado algo, pero no es nada.
Klaus hizo lo mismo, ver alrededor, y encontró lo mismo, nada.
Así llegó al Gran Comedor. Con su brazo enredado en el de Klaus mientras este habla de cómo planea comprar otra escoba para empezar la siguiente temporada con un mejor modelo.
En cuanto tomaron lugar, cometió el error de sentarse un poco más separado de Klaus, atraído por la comida. Error enmendado por Klaus cuando deslizó un brazo por su cintura y jaló de regreso a su lado. Hundió el sonrojo que quería formarse en sus mejillas por la acción, pero no se quitó. Frente a ellos, Evan rodó los ojos y Edmund se cruzó de brazos, aún resentido por no tener la noticia antes que nadie.
Y claro, Klaus no tuvo mejor idea que sacarle la lengua, burlándose de su enojo.
—¡La falta de respeto! ¡Eso es lo que enoja! —se queja Edmund.
—No necesitas tener todas las actualizaciones cuando está pasando enfrente de ti. —Y Klaus decide tomar la discusión entre manos. Mientras tanto, Severus se centra en comer, desinteresado en el infantil intercambio que está apunto de pasar.
—¡Las necesito cuando actúe de mediador entre ustedes! ¡Par de constipados emocionales!
—Fallaste esta última vez.
—¡¿Ya tuvieron su primera pelea y yo no me entere?! ¡Traición! ¡Esto es traición!
—Prefiero decir “discreción”.
—¡El nervio! ¡Lo tienes abrazado 24/7! ¡Han estado juntos todo el día! ¡Suéltalo un ratito!
—No quiero.
—¡Y así clamas discreción!
—Eres peor que una guacamaya.
—¡Esta guacamaya lanzó a ese cabrón sarcástico a tus brazos! ¡Respeto, por favor!
—¡Respeto mis–
—Klaus, basta.
—Bueno.
Evan se tapó la boca, un intento tan fallido por ocultar su risa, aunque lo hace mejor cuando los ojos engros le lanzan una mirada de advertencia. Entonces una cabellera negra llegó detrás de Evan, casi saltando encima de sus hombros mientras sus ojos grises se fijan en Severus. Regulus sonríe como saludo mientras ignora por completo las quejas de Evan por ser soltado, Barty a un lado de Regulus se ríe de la miseria de su compañero.
—¡Sev! ¡Sev! ¿¡Vendrás esta tarde al partido?!
—¿Qué te hace pensar que Mulciber lo dejaría faltar? —se burla Barty, señalando nada-sutil el brazo de Klaus alrededor del mestizo.
—Sí, de hecho, asistiré, Reg. Me gusta verte jugar y ser el mejor jugador del equipo.
—¡Verus!/¡Sev!
Pero Regulus sonríe ante el halago y asiente. También disfruta de como los otros dos Slytherin enfurruñados por el obvio favoritismo.
Y cuando fue hora de ir al campo a calentar, se separaron. En las puertas de la biblioteca, donde Klaus insistió en acompañarlo, donde se reuniría con Aurora y Charity a pasar el rato intentando dibujar con mejor precisión sus mapas.
—Te veré más tarde.
—No veas a nadie más que a mí. —pide de regreso Klaus, tomando su mano y dando ligeras caricias con su pulgar en el dorso, una caricia tan gentil…
Da un apretón de regreso, Klaus lo ve, piensa apenas un segundo y se endereza, da un vistazo rápido alrededor y conecta sus labios con los de Severus, en un beso. Casto, rápido, travieso y dulce sobre todo. La sorpresa es enorme y abre sus ojos como platos, ni siquiera puede reaccionar cuando Klaus se ríe bajito y se da a la fuga.
—¡Deseame suerte, Verus!
—¡Descarado!
La risa de Klaus se escucha por todo el pasillo mientras se da a la fuga. Demasiado orgulloso de sí mismo. Severus suspiró al perderlo de vista, podrá mentir todo lo que quiera, pero las mariposas de su estómago no dejan de volar con cada dulce gesto. Entra a la biblioteca y rápidamente encuentra a Aurora y Charity, ambas ensimismadas en una mesa, llena de libros y mapas estelares, señalan el papel una y otra vez, Charity haciendo preguntas sobre una constelación y Aurora respondiendo con calma, emocionada y contenta de hablar del tema.
Apenas se sienta junto a ellas, Charity salta con una sonrisa perversa.
—¿El posesivo Romeo por fin te soltó? ¿O te puso un rastreador?
—Por como es, lo puso con micrófono incluido. —acota Aurora.
—De verdad, Sev, no entiendo cómo soportas a Mulciber.
—Yo lo veo muy contento de soportarlo. —acota Aurora con una sonrisita divertida, claro, ella ha visto los repentinos gestos de cariño y el sonrojo que siempre sacan de él.
—Esto no tiene que ver con estrellas.
—Excepto que brillas más que Venus en temporada de amores— casi canturrea Aurora. la empuja sin fuerza y la bruja se ríe.
—No pensé que Mulciber pudiera hacer brillar a nadie si no era prendiendolo en llamas.
—No es tan malo, Chat— defiende sin verdadero enojo o enjundia, más acostumbrado al disgusto de su amiga. —Es considerado.
—Es un cabrón irrespetuoso y sarcástico. Lo mínimo que tendría que hacer es ser considerado contigo, servicial, ¡incluso adorador!. ¡Y ay de él cuando falle en eso!
Se remueve en su asiento, las palabras de Charity tienen más peso de lo que pensó. Claro, era agradable tener un par de amigas que no se escandalizaran por sus gustos en las artes oscuras ni su cercana relación con los sangre puras, en especial de Klaus.
Pero otra cosa era tener amigas que aceptan su relación con Klaus por el mero hecho de ser Severus quien lo escogió. Charity odiaba con su alma a Klaus, pero podía perdonar su existencia cuando usaba su poder e influencia para sacar a Severus de problemas.
Era tan extraño. Siempre pensó que solo Lily sería capaz de quererle así.
Se sacudió el pensamiento con prisa, no quería pensar en eso.
Su relación ha estado un poco tensa, los exámenes a la vuelta de la esquina hacen que los horarios se llenen, las tareas abunden y el tiempo falte a cada alumno. Apenas ese día había liberado espacio para poder reunirse con Aurora y terminar el mapa estelar que habían iniciado.
No han tenido tiempo de hablar, no desde lo que sucedió en el pasillo con sus uñas y Black.
Prometió que la maldición en las puntas era inofensiva y su objetivo era la defensa de su madre, pero ella no dejó de retroceder ante el más mínimo movimiento de sus dedos. Tomaría tiempo que se acostumbrara, pero Severus podía esperar.
—¿Vamos a seguir hablando sobre mi estatus emocional o vamos a solucionar dónde mierda está Cefeo?
—Lo tienes muy a la izquierda, Sev.
—El tuyo está muy a la derecha, Aurora.
—¿Qué chingados es un Cefeo?
Sobra decir que no llegaron a nada esa tarde.
Se despidió de ellas cuando su varita vibró en su bolsillo. Hora de irse, el partido está por comenzar. No se salvó de las burlas sobre ir a apoyar a su macho y recompensarlo. Lo jura, de no ser por Madame Pince, habría gritado una o dos cosas, para defender su dignidad y bajar la vergüenza.
No tendría perdón de Merlín si llegaba tarde al partido de Klaus,
Ya en las gradas, tomó su lugar con Edmund y Pandora, ella siempre dispuesta a ver a su hermano jugar pese a no ser una deportista de corazón y Edmund estaba ahí para… hasta la fecha no sabe qué diablos hacía Edmund ahí, era menos deportista que Pandora. Decide ignorar por ese día como lo único que podría interesar a Edmund sería uno de los hermanos Lestrange, los cuales, casualmente, juegan en el equipo.
Pero incluso ahí, sentado con Pandora y Edmund, ese escalofrío regresa.
Debió saberlo, debió adivinar que algo pasaría en el partido. El aire cargaba ese aire de incertidumbre y advertencia y, aun así, él se confió, demasiado perdida en su burbuja de tonto enamorado. Como siempre, el inicio del partido desató una ola de emoción en las gradas, aplausos, gritos y porras, las dos casas eufóricas por ponerse a la delantera de su rival jurado. La tensión y la competencia pesan en el aire mientras los jugadores toman su puesto.
Severus se remueve, como si pudiera quitarse físicamente ese sentimiento que viene cargando desde esa mañana, no nota como al otro lado, Pandora está igual de inquieta, pellizcando las mangas de su túnica escolar y viendo a la nada. No fue hasta que Edmund pasó la vista entre sus dos amigos que notó la ansiedad que comparten. El partido ni siquiera había comenzado aún, todos escuchando a Madame Hooch repasar las reglas.
—¿Qué los tiene tan nerviosos? Es un partido, no es una ejecución.
—Se siente como una. —farfulla Severus, buscando a Klaus entre los jugadores.
—De hecho. —Coincide Pandora.
Apenas comenzó el partido, todo cayó en su lugar. Porque durante ese partido, todo se volvió brutal. Las palabras de Hooch y McGonagall se perdieron en el viento en cuanto la pelota estuvo a la vista.
Maldiciones, golpes y gritos. No pasaron ni cinco minutos del partido cuando ya había dos Slytherins en el suelo. Confusión, la incertidumbre se volvió ansiedad, ansiedad a que tan mal iría todo eso. No hubo una cacería, no hubo un cálculo ni un cebo, los Gryffindor no cayeron por eso y comenzaron el juego con todo su fulgor, jalando así a los Slytherin a moverse más rápido y fuera de plan. No fue lo único, minuto tras minuto, se hizo obvia la manera en que algo cambió desde el último partido. Los leones no estaban cayendo por las jugarretas de los Slytherin, seguían la corriente y al último movimiento, como si adivinaran pensamientos e intenciones, cambiaban de rumbo. Esquivan sus estrategias y lograron meterse entre sus defensas, la frustración y enojo va siendo cada vez más intensos.
Klaus estaba enojado, Evan alterado y Regulus concentrado, desesperado por encontrar la Snitch y terminar con ese partido de una vez. Las mofas de los leones no estaban ayudando la rivalidad que se sentía en el aire. Nott trata de mantener al equipo junto, incluso con la pérdida de dos de sus jugadores, mientras se concentra en defender los aros, manda a otros sin palabras, meros gestos y llamados a sus nombres. Pero incluso el rostro serio de Nott mengua cada vez que sus estrategias son evadidas, sin importar cuantas veces la cambie. Ansioso, pero mantiene la calma.
Tanto Pandora como Severus se miran, ambos lo saben: ese partido no terminará bien para nadie. Lo que empezó como un partido de Quidditch se convirtió en una competencia por ver quien tira al otro más rápido y de más alto. Las burlas se hicieron más ruidosas que los aplausos y los gruñidos más constantes que las risas.
Entonces Klaus es acorralado y a Severus le falta el aire en los pulmones. Lo persiguen para quitarle la quaffle en manos, Black y Potter chocan sus escobas con la suya para sacudir su equilibrio, Klaus no cede, da patadas y codazos, busca seguridad en la altura, como si quisiera esconderse en las nubes. No es suficiente, tercos, lo siguen, enojados y listos para vengarse.
El corazón se detuvo en su pecho cuando entre los tres leones tiraron a Klaus de su escoba. Lo ve ser golpeado desde la espalda y del costado, la fuerza aturdiéndolo y el movimiento mareándolo, la escoba se escapa de entre sus dedos y Klaus deja de subir, es arrastrado por la gravedad hacia abajo, imposible de hacer algo más por falta de varita. Siente a Edmund tomar su hombro y brazo, preocupado de igual modo por Klaus pero empático al horror de Severus de verlo caer.
Pero Klaus, siempre leal a sí mismo, no cae solo.
En el momento en que su escoba se separa de él, deja de aferrarse a la Quaffle para cerrar sus brazos alrededor del cuello de Potter, como una serpiente, aprieta una vez lo tiene entre sus garras, aprieta el cuello tan pronto y evita que pueda respirar, con sus piernas empujando la madera de la escoba. La asfixia y la fuerza le cuestan a Potter el mismo destino que Klaus.
Ambos caen desde lo alto, no importa que Black intente salvar a Potter, baja en picada por él, pero Evan es más rápido en reaccionar y bloquea el intento de Black, lo fuerza a mantenerse lejos de ambos. Potter pelea contra Klaus mientras caen, un manoteo casi patético por como lo único que puede hacer es tomar el brazo sobre su cuello e intentar zafarlo, sus piernas se mueven desesperadas, pero solo hay viento a su alrededor.
Klaus logra girar a ambos aun en el aire, forzando el cuerpo de Potter a estar bajo suya, planea aplastarlo con su propio peso.
Black elude a Evan y baja a ras del suelo, llegando a tiempo. Usando el impulso de su escoba, vuela como una bala hacia Klaus, choca con él para quitarlo de encima de Potter al embestirlo con todo el cuerpo. Y Klaus gruñe, se suelta de Potter pero rápidamente encuentra la ropa de Black como nuevo soporte, bajándolo al suelo con él. Como un cocodrilo, Klaus apresó a Black y lo arrancó de la escoba, a tiempo para que ambos golpeen el suelo.
Giran y derrapan en una ruleta de cuerpos hasta que chocan con la madera de las gradas. El tiempo deja de avanzar para Severus, sin fijarse en el agarre de Edmund se levanta y se acerca al barandal, sus oídos tapados por el latir de su corazón y la boca tan seca como si fuera un desierto. Todo su cuerpo frío, se aferra a la madera para aterrizar sus manos temblantes.
Intenta ver entre la nube de polvo. Hooch y Promfey corrieron en dirección del accidente. Son las primeras en auxiliar a los caídos. Los hechizos alrededor del campo evitaban la muerte por caídas altas, por lo que la caída no les costaría más que unos huesos rotos. Pero Klaus y Black casi se matan entre sí al rodar.
La nube se baja y Severus podría quemar algo.
Porque Klaus está tirado en el suelo, sobre su costado, apenas consciente y con sangre saliendo de su nariz y cabeza. Hace una mueca cuando Promfey lo coloca sobre su espalda y lleva su brazo a su pecho, adolorido.
Una mano casi tan fría como el hielo toma el hombro de Severus; Pandora.
—Ve con él a la enfermería. Regulus entenderá.
No tienen que decirle dos veces.
La enfermería se sentía como una segunda casa en Hogwarts, siendo el segundo lugar donde pasa más tiempo, después de su propio dormitorio. Conoce las irregularidades del techo, la cantidad de luz que entra por los ventanales, las marcas del suelo y la temperatura en general. Conoce ese lugar como la palma de su mano, nunca con una buena razón, y esa no era la excepción.
Se sienta a un lado de Klaus. Este último cedió a las pociones y cayó inconsciente después de burlarse de Potter y Black, porque sí él terminó mal, ellos dos terminaron peor. Los merodeadores hasta la esquina opuesta del ala de enfermería, cada cama cubierta por las cortinas, dan una pequeña privacidad a los pacientes. Las cortinas que los rodean son mucho más gruesas y encantadas para que el sonido tampoco pase, un detalle cortesía de Pandora, así como el libro que sostiene entre manos. Al parecer la bruja adivinó que no se movería de ahí por varias horas y trajo el primer libro que encontró en su mochila.
A su lado, Klaus se remueve incómodo en su sueño.
Su uniforme sucio de tierra y sangre había sido quitado para poder atender su pecho. Sería un placer prohibido disfrutar de ver el pecho desnudo de Klaus si no fuera por las vendas blancas que lo rodean y cuidan, si no fuera por las circunstancias que los llevaron a eso. Su brazo curado sigue vendado, para darle oportunidad al hueso de sanar correctamente. La sangre de su rostro fue limpiada y los golpes aliviados con ungüentos, Severus aún puede ver la delgada capa de polvo adherirse a sus mejillas y cubrir la belleza de su piel. Promfey mencionó que la caída le causó grietas en la clavícula, más por aferrarse a Black cuando giraban y después golpearse con la madera. No estaba rota, pero bien cerca que estuvo de estarlo. Dijo que podría causarle dolor, molestia y ardor incluso dormido, formaría un moretón, pero se iría en un día o dos, la misma magia de Klaus ya estaba trabajando en sanarse. Le gustara o no, Klaus tendría que relajarse durante ese tiempo.
Sin pensarlo mucho, deja el libro en la mesa de noche, se levanta y sus dedos alcanzan las vendas blancas. Gentil y cuidadoso, casi cauteloso, las yemas de sus dedos rozan la tela, una pluma toca la superficie del agua, sin agitar, sin molestar. Y hace lo mismo que su madre.
Tararea bajo, las vibraciones de su garganta y pecho lo ayudan a sentir su magia, a alcanzarla y moverla con mayor precisión, la canaliza por su brazo hasta desembocar en bajo sus dedos, conectando con la magia en movimiento de Klaus. Mueve su mano en círculos mientras tararea suave, trata de consolar y cuidar de él, del único modo que sabe.
Siente cosquillas sobre toda su mano, la magia de Klaus lo reconoce y se aferra de regreso, codiciosa de más atención, de más ayuda y cuidado. Lo alienta a acercarse más, a tocarlo más, a hundirse y fundirse, pero Severus no quiere arriesgarse, no quiere equivocarse y lastimarlo más.
Ante el pequeño masaje, Klaus deja de moverse en su sueño, su ceño se relaja y vuelve a caer laxo, Severus lo cuenta como una ganancia. Con las pociones y los ungüentos, es casi seguro que Klaus dormirá hasta el anochecer. Ya estaba haciendo planes para quedarse en la enfermería para no dejarlo solo cuando sus pensamientos son interrumpidos.
—Sí mi Verus te ve tocando mi pecho así, te envenenara.
Voz rasposa y adormilada, Klaus sigue sin estar del todo consciente, batalla bastante para abrir los ojos y el doble para mantenerlos abiertos, el precioso dorado cubierto por el cansancio y el efecto de las pociones. Desubicado, confundido y aun así ofendido a que alguien lo toque.
Severus resopla entretenido y se acerca aún más al convaleciente jugador.
—Yo soy Verus.
Ante sus palabras, Klaus abandona su silenciosa pelea contra el suelo y gira su cabeza. Lo ve, de arriba a abajo y analiza su rostro, Severus alzó una ceja cuando Klaus entrecierra aún más los ojos, descreído o intenta enfocar. Y entonces sus labios se suben en una sonrisa tonta.
—Hola, Verus. —Saluda, demasiado alegre para alguien con casi hecho papilla.
—Hola, Klaus.
Entonces Klaus mira al techo, aun drogado por la poción y por el dolor.
—¿Se supone que debe arder tanto?
—Se irá rápido.No es cosa de todos los días que decidas molerte los huesos aun dentro del cuerpo. —Regaña. Más para desahogarse, después de todo, con un Klaus drogado y medio dormido no va a sacar una conversación lógica.
—¿Ves eso? Parece una nube— comenta, viendo el techo, antes de reírse tontamente— me gustan las nubes….
—Y a mi me gusta un novio en una pieza.
—Podría volar todo el día ….
—Lo sé, lo haces ya.
—No es cierto, no lo hago porque puta escuela…
—No dura tanto.
—No, pero volar es divertido…. —Y como si fuera su pista, Klaus intenta levantarse. Solo porque está herido y no debería ni siquiera estar despierto que Severus no va a decir que tan patético fue ese intento. Bastó con tomar su hombro con su otra mano para empujarlo de regreso.
—No, no, Klaus, vuelve a dormir.
—Pero Verus…
Lo obliga a recostarse otra vez, acomoda un poco las almohadas tras su cabeza y sube aún más la manta sobre él. Ante los cuidados, Klaus se ríe bajito.
—¿Vas a darme mi beso de recuperación?
—Deja de jugar— evade la pregunta, pero Klaus sube su brazo herido, su mano acuna la mejilla del pálido mago. Cálido, tibio y amoroso.
—¿Por favor? Estoy malito. —pide de nuevo, con un puchero.
Maldito idiota, Klaus por ser tan jodidamente convincente y él por ser tan idiota como para enamorarse de ese idiota. Suspira y cede, no hay nadie más alrededor y las cortinas evitarán que alguien los vea, se agacha más y presiona un inocente beso en la frente de Klaus, este cierra los ojos y ronronea contento. Ahogando la vergüenza, acomoda mejor la manta. Una vez está seguro de que Klaus estará cómodo, se voltea para alcanzar la silla donde antes estaba sentado.
—¡No! —se queja como un niño mientras atrapa la mano de Severus, la que estaba acariciando su pecho, con una de las suyas.
—Klaus.
—No…
—Solo me voy a sentar— explica, da un ligero tirón a su mano, pero Klaus farfulla y no cede, sus dedos aferrándose a la mano sobre su pecho. Mierda, si que es fuerte.
—Siéntate en la cama…pero no…te vayas. —Es obvio que su pequeño momento de consciencia se va tan pronto como llegó, pero terco, terco Klaus, se niega a soltarlo.
Suspira y cede.
No es difícil hacerse lugar en la cama, sentado junto a Klaus, este tararea contento antes de volver a caer dormido. Severus suspiró y alcanzó su libro. Se entretuvo con él hasta que la puerta se volvió a abrir y entró Edmund.
—¿Cómo está? — pregunta una vez llega a donde están, a lo que Severus se hunde de hombros.
—Un brazo roto, dos costillas rotas y una clavícula agrietada. Las costillas y el brazo ya sanaron, pero tomará una dosis extra de crece-huesos para que su clavícula no se caiga a pedazos. De ahí en fuera…sigue siendo el mismo Klaus.
—...¿Asumo que ni siquiera estando inconsciente te soltó?
—Parece un grillete.
Edmund se ríe y toma asiento en la silla que antes estaba usando, los dos de frente.
—¿Cómo terminó el partido?
—Ah, otros tres caídos de ambos lados y fue un empate, esa mosca dorada no apareció.
—¿Los otros?
—En los cambiadores, probablemente planeando una pelea contra el equipo entero de Gryffindor, sabes, a Nott no le gusta ser superado en el campo.
—Todo el continente lo sabe.
—Barty probablemente se lleva a Reg a otro lado para animarlo, de lo cual seguramente tendremos que ir tú y yo a recogerlos antes de que sean devorados por un dragón, Evan vendrá a ver a ese bruto desmayado dentro de poco.
Asiente al resumen bien planteado de Evan, y se quedan en silencio, un silencio muy incómodo hasta que Edmund suspira pesado.
—¿De verdad les dijiste primero a Sinistra y Burbage sobre tu y Klaus? ¿Antes que a mí?
Severus deja su libro para ver a su amigo, sus postura simula desinterés y casualidad, pero la seriedad en sus ojos verdes, fijos en el suelo, delatan la profundidad de la pregunta.
—No, no lo hice.
—¿Entonces cómo se enteraron antes que yo?
—Del mismo modo que tu, Ed; tienen ojos en la cara.
Edmund resopla divertido, la tensión rota en menos de un par de minutos.
—Aun así, me habría gustado que me dijeras.
—A Klaus también, si soy honesto.
—¿Qué?
—Es difícil contarlo cuando no sabes que se supone que debes decir. Tuvo que haber cierta… confrontación y aclaración antes de que pudiera decir algo abiertamente.
—Te hizo un drama porque no le prestabas atención, lo besaste y luego él te beso, y tu…¿Le preguntaste qué eran? —pregunta.
—No te rías, desgraciado— patea la pierna de Edmund, quien pierde la batalla y ahoga sus carcajadas con una mano.
—¡Eso no hubiera pasado si me hubieras hablado al respecto!
—¡¿Y cuándo vas a decirme sobre los Lestrange, mhm?!
—¡Nunca!
Una tonta discusión que terminó con Edmund hablando de lo insoportable que es tener a Rodolphus respirando en su nuca. De vez en vez, durante toda su charla, Klaus se mueve inquieto, pero basta con que Severus mueva un poco su mano sobre su pecho con ese suave tarareo para que vuelva a descansar tranquilo.
Empieza a anochecer cuando Evan, recién bañado y cambiado, entra a la enfermería, ignora monumentalmente a todos los presentes hasta llegar a donde Severus y Edmund, da una mirada plana a Klaus antes de preguntar:
—¿Sobrevivirá?
—Para desgracia nuestra, sí— le responde Edmund.
—Mhm.
Y con eso se sienta en el suelo, entre Klaus y Edmund, obviamente malhumorado por como terminaron las cosas en ese partido y como su amigo está en cama. Esperan unos minutos en silencio hasta que Edmund se inclina un poco hacia el rubio.
—¿Qué estás pensando?
—¿Cómo lo sabían? —Pregunta a nadie Evan.
—¿Como quién sabía que?
—Gryffindors, —explica, frustrado —¿Cómo sabían las estrategias?
—Bueno, si Nott usa la misma, era cuestión de tiempo antes de que se dieran cuenta. —Trata de razonar Edmund.
—Por favor, el loco de Nott cambia las estrategias, las señas que hace referencia a cada una, entre partidos para no repetir lo mismo más de dos veces. Dice que nos hace predecibles. Toda una puta semana de volver a memorizar para terminar así— señala a Klaus dormido. —¿Cómo sabían lo que haría Klaus? ¡¿Cómo sabían que me arrojaría la bola a mi y no a Rowle?!
Y al preguntarlo, Evan mira a Severus. Como si fuera una acusación, como si lo estuviera apuntando con el dedo de traición, pero la realidad es otra. Evan está confundido y tiene una teoría, una que Severus ya pensó desde que comenzó el jodido partido, desde que los vio esquivar a Barty.
—No sé cómo lo hacen. —Responde a la pregunta no dicha, pero su vista regresó a Klaus, a su brazo vendado y rostro relajado—Pero lo van a lamentar.
Eso parece suficiente para Evan, al menos por el momento.
Cuando anocheció y llegó la hora de cenar, ambos magos se levantaron y voltearon a verlo.
—Me quedaré con Klaus.
—No se va a morir si te separas de él— se queja falsamente Evan, pero acepta su palabra.
Edmund le hace prometer que cenaría mejor, pero se dejó arrastrar por Evan.
Klaus despertó hasta tres horas más tarde, cuando el cielo estaba estrellado.
—Verus…—Llamó primero.
—Aquí— extiende la mano para alcanzar la de Klaus.
—Mhm— Aprieta sus dedos sobre la mano de Severus. Con su ayuda, logra enderezarse y sentarse en la cama sin hacer más muecas por su pecho. —¿Cuánto tiempo estuve dormido?
—Un par de horas— termina de acomodar las almohadas tras su espalda y tomó asiento frente a Klaus, este toma su mano de nuevo mientras mira alrededor de la enfermería.
—¿Y cuánto tiempo llevas tú aquí?
—Un par de horas.
Klaus sonríe ante esa respuesta.
—¿Me extrañabas demasiado?
—Caíste de más de 20 metros de altura, ¿Como iba a dejarte aquí tendido?
—Sí que tuviste una buena vista durante ese tiempo —Bromea, hasta ese momento noto que no tenía camisa.
El sonrojo que de su rostro era tanto que lo pudo sentir en su cuello.
—Eres imposible. —Farfulló, dando un golpe al brazo sano. —La próxima vez te dejaré estrellado en el suelo.
—No lo harías.
—Pruébame.
—O tal vez sí, entonces lo haré sin camisa, al menos así tendrás que verme y–
—¡Eres lo peor! —se volvió a quejar, ahora dando un golpecito en el pecho contrario, Klaus jadeo y palmeo su pecho. Al instante se arrepintió de ello, volvió alcanzar el pecho con más suavidad.
—Aww, si me quieres.
—¿Por qué no te sofoqué mientras dormías?
Klaus se rio y jalo sus manos unidas para atraerlo más a él, lo abraza lo mejor que su pecho le permite. El conocido calor lo rodea y él hunde su rostro en el hombro de Klaus, busca consuelo en que está bien, que está despierto, bromeando y actuando como siempre.
—Eres agresivo cuando tienes miedo…. —la sonrisa cayó un poco y esos brazos a su alrededor se apretaron—Perdón por preocuparte, Verus.
—No vuelvas a hacerlo.
—Si me das un beso, no lo haré.
—Tampoco empieces de terrorista.
Y entonces llegó Promfrey.
Después de que Klaus exigiera más mimos y atención, hiciera un drama para tomarse el resto de las pociones e hiciera dudar a Madame Pomfrey de su profesión como enfermera escolar, por fin tuvo el alta.
—La próxima vez quiero una poción tuya, Verus— exige mientras abrochaba su camisa, a lo que Severus resopló.
—Tal vez si la próxima vez no te las ingenias para hacerte papilla.
Y fueron a las mazmorras. Ninguno de los dos tenía apetito para cenar, cansados del día. Hablan un poco durante el camino, de todo y nada al mismo tiempo; de que tal le fue con Aurora y Charity, si ya solucionaron donde esta Cefeo, si Charity sigue con planes de matarlo y si Aurora ya tuvo éxito en convencerla de no hacerlo, si los exámenes, si los ensayos. Aprovechan la soledad para acercarse más uno al otro, sus manos no se sueltan y Klaus se agacha más para susurrar en su oído.
Al llegar a las mazmorras, se detiene frente a la entrada de la sala común.
—La contraseña es la misma que hace dos meses.
—...¿La cual era?
Severus oculta su diversión y extiende su mente para regañar a Klaus.
La sonrisa se borra de su boca al instante.
Hay sensaciones y emociones difíciles de explicar y describir, hay cosas que simplemente no tienen palabras. Extender la mente con Legeremancia es como abrir un ojo en un mundo oscuro, donde cada mente es un foco brillante distinto. La presencia mental de cada persona es distinta, tan distinta como su huella digital y su magia, por lo general ese reconocimiento se limita a cuando las magias chocan o se buscan. Él sabe cómo se siente la de Evan, la de Edmund, va conociendo la de Regulus, y ni hablar de la de Klaus.
Por eso, todo su cuerpo se tensa por completo, su sangre corre fría y sus sentidos se agudizan, varita en mano y ligeramente alzada, arrancado de la tranquilidad de estar a solas con Klaus.
Porque en ese mar desértico y vacío, el faro que era la magia y mente de Klaus no era la única luz. Voltea sobre su hombro hacia la penumbra de las mazmorras, de donde puede sentir esa luz, nada más que oscuridad y silencio.
Klaus es rápido en notar el cambio, en notar su cambio y alteración, al instante poniéndose alerta también.
“¿Qué sucede?” susurra a través de la débil conexión mental, viendo en la misma dirección que Severus, confundido pero atento.
“Hay alguien más aquí”
Klaus se endereza, su semblante tranquilo y despreocupado reemplazado por uno mucho más serio y cruel, la máscara que siempre usa alrededor. No sería raro que haya alumnos entres los pasillos de las mazmorras, algunos disfrutan de el silencio y oscuridad para descomprimir y descansar del constante movimiento de la escuela. Pero ninguno tiene asuntos estando perdidos entre la sombras y tan cerca de la entrada.
“¿Dónde lo sientes?”
“Ahí”
Klaus cambia sus lugares, así estando él más cerca del desconocido, varita en mano y apuntando. Entonces cierra los ojos, respira profundo y vuelve a abrirlos.
Sus ojos dorados rompen la oscuridad del lugar, brillan como dos fogatas en su rostro e iluminan su vista, puede ver entre ese pasillos casi subterráneo y oscuro con la misma claridad que si estuvieran en un valle a medio día.
No hay nada, no hay personas ni tampoco rastros que señalen rastros de alguien más adentro. Lo único que ve es…
“Solo veo un rata” le comunica al otro, confundido y sospechoso. Una sospecha que es compartida por el azabache a su espalda.
¿Una rata? ¿Por qué habría una maldita rata en las mazmorras? Tal vez tendría sentido por los pasadizos y constante movimiento, pero en las mazmorras, donde una innumerable cantidad de niños millonarios duermen y viven, donde al menos quince elfos domésticos limpian para complacer a sus quisquillosos amos, no habría oportunidad que los roedores fueran permitidos. Nackuú solo haría una cacería con serpientes para asegurar que ninguna muerda a Klaus.
La rata se mueve y esa vela mental se mueve con ella.
“¡No la dejes irse!”
Klaus en su vida ha cazado un roedor, por lo que lo único que se le ocurre es usar su varita y lanzar el primer hechizo que se le ocurre, suficiente para espantarla pero no para matarla, la manda contra la pared, cuidando la presión. Verus, gracias a Merlín, es mucho más rápido y salta detrás de él para ir por lo que quiere.
Como las zarpas de un halcón, sus delgados dedos se cierran sobre el roedor y lo separan del suelo, el animal chilla aterrado y se retuerce, pero no es rival para la mano que apresa su cabeza, cuello y pecho, cuidando en sostener su cabeza entre sus dedos para evitar mordidas. Sisea una vez la tiene en sus garras y mira con más atención, invoca un Lumus para hacerlo más fácil.
A simple vista, no es diferente a cualquier otra rata, a cualquier otro animal; peludo, pequeño y cafe.
Pero en cuanto vuelve a extender su mente, puede verlo otra vez. No es el brillo titilante y movedizo que tienen las mentes animales, simples y primitivas que se basan en sensaciones, olores y sonidos para entender y expresar. No, esta es sólida y continua, una mente en constante movimiento.
—¿Qué carajo eres?
Y con eso, hace lo que nunca antes: fuerza la entrada. Usa la luz de su propia mente, la fuerza de su propia magia, las olas del mar se azotan contra el barco hasta que logran tirar las paredes de madera y entrar al interior.
La rata se sacude y grita ante la intrusión, pero nuevo e inexperto en el tema, no puede hacer nada. La forma en la que sus dedos pican es suficiente para saber que no es una rata normal, una rata normal no tendría una magia desesperada por liberarla.
Los recuerdos se reproducen al mismo tiempo, uno sobre otro hasta solo ser una masa de imágenes sin forma ni sentidos, esa mente está hecha un torbellino de miedo, de secretos y pensamientos, confuso y desordenado, no le interesa indagar en sus recuerdos pasados. Hasta que:
“¡Vamos Wormtail! ¡No se darán cuenta ni que estás ahí!”
“Peter, no estas obligado a hacerlo”
Severus sale de esa mente como si saliera de un cuarto, riendo bajo. Los colmillos en su boca relucen ante su risa y se acerca más al roedor temblante para susurrar.
—Hola, Pettigrew.
Klaus a sus espaldas se tensa y ve de nuevo a la rata, analizando con más atención, entonces se ríe con él, acercándose para ver por encima del hombro de Severus, sus ojos dieron un brillo peligroso, una advertencia.
—Sabía que era un pequeño cobarde, pero esto…es casi ridículo. La madre magia de verdad es poética.
—Creo que ya se como fueron capaces de saber las estrategias, mandando a su pequeño cebo. —El agarre sobre la rata (Pettigrew) se apretó más, ganando un patético chillido.
—¿La rata jugó a ser el mensajero de la salvación? Sucios tramposos y traidores, —comenta por encima, antes de recargar su cabeza contra la de Severus. —¿Qué hacemos con él, Verus? Podemos usarlo para mandar un mensaje, pero, ¿Cual sería bueno mandar?
Severus observa a Pettegrew. Asqueroso cobarde. Se oculta entre las sombras, ve y escucha para después ir a repetir a oídos todo lo que encontró, tan patético como para hacerlo de frente, tan patético que no puede hacer nada por sí mismo con la información que consigue, tiene que encontrar quien lo haga por él. Ni siquiera fue su idea, solo es una rata callejera que hace lo que sus superiores le digan. Es culpa de esa asquerosa rata que Klaus haya caído, que haya sido herido, todo el dolor de Klaus es su culpa, su puta culpa, ¿Como se atreve? ¿No le basta con consecuentar las crueldades de sus amigos hacia él? ¿También tiene que herir a la persona que ama? Quiere quemarse la mano del mero asco.
—Mhm…soy fiel creyente de que —Uno de sus dedos se mueve hasta alcanzar el cuello peludo, y, en parpadeo, su uña se vuelve una garra, el filo negro roza fantasmalmente el pelaje y causa otra ola de terror en Pettegrew— el mensajero debe ser el mensaje.
No va a matarlo, claro que no. Pero Pettegrew solo necesita palabras vacías para gritar y temblar, piensa hacerle un rasguño o dos. Algo que le cause el mismo dolor que Klaus soportó y el triple de miedo, peor cuando esté desesperado por cerrar esas heridas y que cada intento lo haga peor, quiere que sienta la desesperación que él sintió, la frustración y desconsuelo de no poder hacer nada. No solo Pettegrew, si no también los tres asquerosos cabrones que creen que pueden salirse con la suya en lo que se les plazca.
Puede sentir la mente de Klaus ronronear junto a la suya, demasiado de acuerdo en que tome venganza, Klaus se retuerce de placer al sentir la necesidad de venganza en su nombre, es ser el objetivo de una protección y amor tan retorcido y oscuro.
Y esa aprobación y amor es todo lo que necesita para bajar su garra hacia el pecho, decidiendo donde arañar.
—¡SEV! ¡Espera! ¡No lo hagas!
Una mano cae sobre su muñeca, sacándolo a él y a Klaus de su decisión.
Barty recupera el aliento, sostiene con fuerza pero suplica la muñeca mientra su mirada da vueltas entre la rata y sus dos amigos, la ira en los ojos negros y la determinación en los dorados.
—¿Crouch? ¿Qué mierda haces? —Klaus es el primero en reaccionar, se separa de Severus y trata de alejar a Barty, interponiéndose entre ambos.
—Puedo explicarlo, él no iba a—
—¡¿Él?! ¿¡Sabías de esto?! ¡¿Sabías de esta puta rata metiéndose entre nosotros y revelando nuestros secretos?! —reclama Klaus, casi ruge, su agarre en los hombros de Barty volviéndose casi doloroso.
—¡No sabía que nos estaba escuchando! ¡De otro modo lo habría evitado!
—¡Es un sucio mentiroso ladrón! ¡Deberíamos aventarlo de la puta torre!
—¡Sev!
—Es su culpa, todo lo de hoy es su culpa— sisea Severus, acercando aún más su garra, pero se detiene cuando Barty sujeta su hombro. Quiera o no, también tiene un lugar suave para Barty, y verlo aferrado y desesperado por ser escuchado puede con él.
—¡Lo sé! ¡Lo sé! ¡Pero, por favor! ¡No le hagas daño!
—¡¿Y por qué no lo haría?! ¡Klaus se rompió el brazo y las costillas por su puta culpa!
—¡Puede recompensarte! —exclama como último recurso, llama así la atención de ambos.
Klau se ríe cruel, viendo sus garras en un gesto despectivo.
—Por favor, mi manicura cuesta más que el legado completo de los Pettigrew— gruñe Klaus, pero Barty se ríe nervioso y niega.
—No, no, dinero no. —Y fija su vista en Severus, —Así como él les dio información a los leones sobre nosotros, puede darnos información sobre ellos. Un punto débil que nadie ve más que los del círculo interno.
Y eso llama la atención tanto de Klaus como de Severus, que miran a Barty con interés. Entonces Severus aleja sus garras del cuerpo peludo, viendo de nuevo a Pettigrew con una sonrisa cruel.
—¿Qué te parece? Un secreto…a cambio de tu pellejo.
Puede ver a la rata buscar a Barty, dudoso y tembloroso.
—Él acepta.
***************
Lily suspiró, contenta y relajada. El sol de esa tarde era perfecto, con rayos tan suaves como caricias y el calor controlado por esa suave brisa, fresca y casual. Empuja su cabello fuera de su rostro pero no lo enreda. Una fantástica tarde.
—¿Pastel de fresa? —La voz de su mejor amigo llama su atención y la saca de sus pensamientos.
Voltea y lo encuentra ahí.
Sentado sobre la manta que ambos pusieron y ofreciendo un plato con un pastel decorado con frutas. El favorito de Severus y el postre más adecuado para una tarde perfecta, por lo que sonríe y acepta el plato.
Un sábado por la tarde, sin tareas pendientes, con el clima perfecto, comida deliciosa y en compañía de su mejor amigo, ¿Que podría ser mejor en ese momento?
—Estás feliz— nota Sev a su lado, se acomoda para estar sentado bajo la sombra del árbol, nunca le ha gustado mucho el sol. Él la mira con sus profundos ojos negros, a diferencia de lo que piensa la escuela, el no los ve aterradores ni vacios, al contrario, estan tan llenos de pensamientos, emociones e ideas que apenas pueden contenerse. En este caso, la miran intrigado y satisfecho.
—No hemos tenido un picnic en un rato, extrañaba esto— confiesa con una sonrisa, una que Sev regresa como una suave línea en sus labios.
—Yo también, este año realmente se volvió más pesado. —Comenta, fijando su atención en su propio plato, pica con el tenedor la fresa de encima y después baja al bizcocho.
Eso es verdad. Ese año los estudios se habían vuelto mucho más exigentes y complicados que antes, muchas materias y muchos proyectos con fechas demasiado pegadas. Era un milagro que encontraran esa tarde libre, cuando los dos tienen toda su lista de deberes terminada y tiempo libre que usar en el otro.
—A veces extraño el lago junto al parque, —ella comenta, Sev no separa la vista de su postre pero ladea su cabeza, la hace saber que está prestando atención— Me gusta el sonido del agua. El Lago Negro es lindo y todo, pero… no es lo mismo.
—Ambos te matarán si te metes a nadar en ellos— comenta por arriba y eso le saca una risa.
Es cierto, el lago cerca de la hilandera estaba demasiado contaminado y sucio que era un riesgo para la salud publica, mientras que el Lago Negro estaba infestado de diferentes criaturas marinas con terribles problemas de territorialidad y cero interes en compartir. Tal vez el más tranquilo es el calamar.
Pero no, no habla de su letalidad o lo que ocultan bajo la superficie que refleja la luz, habla de en qué situaciones los ve, en como su sonido calma sus nervios y siempre que los ve, está en compañía de la gente que quiere. Le gusta el lago y le gusta verlo con Sev a su lado.
—¿Y qué has hecho esta semana? —Pregunta de repente, —No me has dicho nada de tus nuevos proyectos o descubrimientos. —Le sonríe, pero Sev no alza la mirada de su postre. Lo sostiene sobre su regazo mientras parece pensar, buscar en su repertorio mental algo que compartir e informar.
Cuando le toma más tiempo es cuando comienza a preocuparse. ¿Qué podría tomarle tanto tiempo decidir contar? ¿Por qué no solo compartía lo primero que le venía a la cabeza, como antes? Cuando ella preguntaba y él le platicaba sobre su nuevo descubrimiento en ocasiones.
—He estado haciendo mapas estelares— comenta vago, pero Lily ladea su cabeza.
—¿Mapas estelares? ¿Cuando aprendiste a hacerlos?—¿Desde cuándo Severus dibuja estrellas? Nunca menciono que le gustaran, nunca mencionó interés, ni siquiera un cuento al respecto.
Severus se hundió de hombro y trago su bocado, por fin conecto miradas con ella.
—Aurora me enseño. Hicimos uno juntos.
—¿Aurora Sinistra? No sabía que ustedes tenían proyecto en conjunto —sonríe.
Ni siquiera sabía que estaban en buenos términos. No conocía a Sinistra personalmente, a lo mucho la había visto pasar o intercambiados saludos, tal vez compartieron una o dos clases, pero hasta ese momento no recordaba nunca entablar conversación con la Ravenclaw.
Al parecer Sev si lo había hecho, lo suficiente para llamarla por su primer nombre.
—No lo tenemos. Es divertido hacerlos y luego compararlos. Una vez me aventó un pergamino a la cabeza porque teníamos Cefeo en distinta posición. La teniamos mal los dos. Pero ahora nos pasa con Casiopea, seguimos sin saber quien la tiene mal. Después puedo mostrarte y darme tu opinión. —Le ofrece tan campante.
No tienen un proyecto juntos, miran las estrellas juntos por mera diversión. Está bien, es bueno que tenga amigas, finalmente una buena noticia, supone que debe extrañar pasar tiempo con ella ahora que los proyectos se han acomulado.
—Tal vez cuando vuelva a ser temporada, puedan resolver eso. —Le ofrece consuelo.
Un consuelo que no necesita, al parecer.
—Apenas resolvimos lo de Cefeo hace dos semanas. Casiopea lo intentamos toda la semana pasada y ayer, apenas hoy decidimos darle un descanso. Mañana habrá cielos despejados, será más fácil.
Toda la semana pasada. Había estado viéndose con Aurora Sinistra durante dos semanas seguidas, ensimismados en ver estrellas. Levantándose temprano o yendo a la cama muy tarde, no está segura. Tal vez por eso dejo de intentar hablarle por un tiempo.
—Snivellus, alejate de ella. No vayas a enfermarla con tu suciedad— una voz interrumpe el extraño silencio entre ambos.
Al instante Sev abandonó su posición tranquila. La expresión relajada ahora se contorciono en una mueca de disgusto y furia mientras sus ojos negros se volvían más oscuros que nunca. Como un gato que detecta un peligro, todo él se tenso y erizo, incluso poniéndose en mejor posición para levantarse rápido si era necesario.
Los cuatro merodeadores llegan, pero lo que más llama la atención es el estado de Lupin, como está cansado, pálido y un poco débil. Las bolsas bajo sus ojos revelan cansancio y la forma en la que Pettigrew lo ayuda a permanecer de pie demuestra su enfermedad.
Nuevas heridas en su cuello y brazo.
Severus entonces sonríe ante eso, sarcástico y cruel. En su boca, los colmillos blancos relucen como una amenaza, su varita sostenida por garras negras y su voz cargada de burla.
—¿Cómo iba a saber a tu perro faldero le cae mal el acónito? — se ríe.
Y la verdad de porque pudieron hacer esa pequeña cita de amigos regresó a ella como un bunker. De repente el pastel en sus manos dejó de ser tan dulce y la tarde perfecta.
Porque Severus estaba escondido en la oscuridad del árbol en vez de acercarse a la luz, huía de la luz y buscaba esa oscura frialdad. No se acercaba al sol por mucho que Lily lo animará a hacerlo, por mucho que extendiera la mano en su dirección, Severus prefería tomar las sombras hechas personas y hundirse en la oscuridad que traen con ellas.
Se esconde de la tarde porque Aurora Sinistra lo jala hacia la noche, se aleja de la magia real por qué Klaus Mulciber lo jala a la oscuridad. Se vuelve una copia de él, se mueve como él, tiene sus dientes, sus garras y su veneno.
Frente a ella, su mejor amigo se cae a pedazos cada vez más, se vuelve una sombra de lo que en realidad era para andar por la escuela con ese horrible disfraz, cruel y despectivo, cruel y ruin, que disfruta de la miseria de alguien como Lupin.
Sí, Lupin deja pasar muchas cosas, pero no por eso merece dolor.
El Severus de antes lo entendería, el de ahora lo castiga.
Severus Snape se destruye lentamente y Lily Evans no puede hacer nada para detenerlo.
Lily manda hechizos suficientes para que los merodeadores se alejen y los dejen solos.
Lo que se suponía era una tarde amigos se vuelve un ácido recuerdo de la distancia que cada día crece más.
—Sev…
—Lily.
Lily lo ve, sentado, irritado y ahora alterado, se recarga en el tronco del árbol y mira por donde vinieron. Su cabello negro a crecido mucho esos ultimos meses, lo deja suelta y el viento lo mueve en una suave caricia.
“Malfoy lo usa igual” Susurra una voz en su mente.
Esa tarde con Klaus, esa cuando el mago la amenazó, usó su poder sobre ella, se reproduce en su mente. Después de huir, trató de decírselo a Slughorn, él era el jefe de casa, él más que nadie podría castigar e imponer justicia, pero el profesor negó suavemente y se limitó a decir que el joven Mulciber podía ser temperamental pero no pretendía hacer ningún daño. Cuando menciono las garras, dijo lo mismo.
El profesor estaba aterrado de sus propios alumnos y sus nombres.
Una figura de autoridad pierde todo poder ante ellos.
Y ahí está Severus, con él.
Los rumores y susurros que escucho regresan a ella, de ese día, durante el partido de Quidditch. Sobre como Klaus Mulciber fue derivado y Severus no se movió de su lado hasta que le dieron el alta, como lo escoltó de regreso. Demasiado juntos. El miedo la come por dentro ante las implicaciones de esa cercanía, de esos rumores.
¿Cuánto le tomaría a Klaus dejar de tratarlo como un humano? ¿Cuánto tardaría en perder el respeto y usar su poder? Están tan cerca que Severus no podría escapar, nadie podría ayudarlo, sería la palabra de un sangre-sucia, pobretón contra la de alguien tan poderoso.
¿Sev siempre dará excusas a sus comportamientos? ¿Cuando caiga el primer golpe, lo defenderá? ¿Cuando sea un cabrón que lo trata como un juguete, seguirá dando excusas? ¿Cuánto tiempo tardaría todo en caer en el camino equivocado? El lado de los Slytherin no tiene lugar para los que no son sangre pura.
Puede ver el ciclo repetirse a la inversa. “¿Quieres ser como tu madre? ¿Estás repitiendo sus pasos? ¿Por qué no me escuchas? ¿Por qué te alejas de mí? Quiero ayudarte”
—Alejate de Mulciber.
Severus suspiró y regresó a verla.
—Lily-
—¡No! ¡Siempre me das excusas! ¡¿No te das cuenta?! ¡Cualquier cosa que tenga que ver con él no terminará bien para ti!
—No puede terminar peor que eso— señala por dónde se fueron los merodeadores.
—Envenenaste a Lupin a propósito— acusa, a lo que Severus se hunde de hombros.
—No era veneno, solo acónito, pretendía molestarlo, no matarlo.
—Y lo hiciste porque Mulciber te dijo que era una buena idea.
—Fue MI idea.
—¡Pero él te convenció! ¡No lo hubieras hecho si él no te hubiera alentado a hacerlo!
—¡Lo hubiera hecho incluso si el mismo Merlín me dijera que no! ¡Deja de hacer eso!
—¡¿Hacer que?! ¡¿Decirte lo idiota que estas siendo?!
—¡Solo déjalo! –pide y se levanta, enojado.
Lily lo sigue y atrapa su brazo, sin dejarlo ir.
—¡¿Dejarlo?! ¡¿Estás loco?!
—¡¿De verdad quieres discutir otra vez?! ¡Te he dicho que disfruto el tiempo que tengo con Klaus!
Y lo dice tan desesperado, tan aferrado. Se aferra a esa falsa cercanía como una promesa de luz, solo porque Mulciber tiene todo lo que Severus amaría tener y el tiempo que Malfoy no tuvo.
—¡¿Y qué harás cuando se acabe?! ¡Cuando dejes de ser divertido para él y te tire a un lado como lo ha hecho con todas sus conquistas!
Entonces el enojo se pausa. La postura de Severus pierde solidez y su mirada se pierde en mil y un emociones, cada una más complicada y profunda que la otra. Le duele, aun le duele la verdad, puede disfrazar la verdad como quiera pero ser enfrentado lo lastima.
—No lo entenderías.
—No, lo hago.
Se quedan en silencio, uno frente a el otro y el enojo pasa, deja lugar para la suavidad amistosa que siempre comparten.
—Estoy preocupada por ti, Mulciber es peligroso, ¿No lo ves?
—Soy más peligroso que él— es la respuesta que obtiene, mientras Severus da un paso atrás. Irónicamente, más hacia la sombra de los árboles.
—Sev…
—Por favor, basta…no quiero pelear, no contigo, no sobre esto…por favor.
Casi ruega,casi implora, pero no puede hacerlo. No, porque dejarlo ahora es dejar ese incendio acercarse más a Severus.
—Alejate de él.
Y Severus baja su mirada con pesar, su cabeza en alto pero sus ojos en el suelo.
—Lo siento, debo irme.
Y esta vez, lo deja irse.
Ambos están alterados alrededor del tema, debió decirle a sobre el ataque, debió decirle sobre como Klaus la amenazó, tal vez eso le haría abrir los ojos a lo manipulador que es Klaus, a cómo planea alejarlo y arrancarlo de todas las personas que supondría un apoyo para él, como lo deja desprotegido y lo vuelve dependiente de él.
Severus no se da cuenta y eso aterra a Lily.
—Por favor, Merlín, no lo dejes hundirlo.
Cuando Severus llega a su dormitorio esa tarde, Klaus está acostado cuan largo es en su cama, dormido, una pequeña siesta de la tarde. Casi por inercia, va a donde él, se quita las túnicas exteriores, su camisa de mangas y cuello alto por fin es visible. Sin hacer ruido y con cuidado sube a la cama con Klaus, y, como si fuera un gato, se acurruca contra su costado. Incluso si el movimiento fue suave, fue suficiente para alertar a Klaus y moverlo de su sueño ligero. Klaus despierta lo suficiente para abrir los ojos, ver a Severus y jalarlo más contra él, hasta que la cabeza de Severus está sobre su pecho y su brazo alrededor de su cintura.
Severus se acurrucó aún más contra esa calidez tan cómoda, no dicen nada, no hace falta. Traza invisibles patrones en el pecho de Klaus, son pocos segundos antes de que vuelva a caer dormido con el azabache en sus brazos. Mientras Severus disfruta eso.
Intimidad, cercanía y silencio. Paz. Se siente protegido, se siente a salvo y se siente querido.
Todo lo que siempre ha querido y Klaus ofrece sin darse cuenta.
Piensa en lo que pasó en las últimas semanas.
Klaus Mulciber es su novio, lo dijo.
Su primer crush, su primer enamoramiento y su primer novio. Su primera vez en el amor.
Cada nueva faceta de esa relación hace que su corazón acelere su latir.
Quería decirle la verdad ese día, quería contarle las noticias y sonreír juntos, aguantar sus preguntas y burlas, las mismas que hacen Edmund, Aurora, Charity e incluso Evan a veces. Quiere compartir esa diversión, esa calma y esa sensación de familiaridad.
Pero no puede decirle a Lily, ella se pierde de todas esas nuevas sensaciones, porque no aprueba a Klaus, porque cree que Klaus es un niño mimado que usa a las personas.
Sí, lo hace, sí, Klaus es manipulador.
Ella jamás entendería que la manipulación de Klaus no existe cuando se comunican con sentimientos y sensaciones, pensamientos y emociones crudas, su vínculo mental más grande que cualquier palabras, imposible de fingir o mentir, repetir sin sentir.
Es real, lo que tiene con Klaus es real. Las promesas, las palabras y el amor…es real.
Esconde su rostro en el pecho de Klaus y cierra sus ojos.
Por esta vez, solo por esta vez…no va a escuchar.
Porque Severus Snape se aferra con uñas y dientes a lo que ama y Klaus Mulciber no dejará que nadie lo arrebate de su lado.