En la oscuridad

Harry Potter - J. K. Rowling
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En la oscuridad
Summary
-Cuando dejes de perseguir la luz que huye y te repudia, podrás aprender a disfrutar de las bellezas que hay en la oscuridadSeverus prestaba atención a cosas que la parecían interesantes, Lily llamó su atención cuando hizo magia frente a él, pero Mulciber era, por mucho, el ser más interesante que había visto hasta el momento
Note
El nombre de Mulciber aquí es Klaus Mulciber.
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Opresión

No es fácil. 

Nunca lo es. 

Corre tan rápido como puede, esquiva todos los desniveles, cada hoyo, cada basurero, cada piedra con maestría practicada. No es la persona más fuerte que hay, su constitución física es demasiado delgada y sin importar cuánto lo intente, no puede desarrollar más músculos, pero si algo aprendió a ser, es rápido. 

Sus piernas son delgadas y con facilidad ganan velocidad, de tantas veces de huir para sobrevivir a este punto ya desarrolló una resistencia tan buena como para tener tiempo de salir de cualquier situación que lo amerite. 

Sus perseguidores no pueden mantener el ritmo, también nativos de esas calles pero carentes de su habilidad. Intentan perseguirlo para arrebatarle el poco efectivo que carga con él, no es la gran cosa pero es suficiente para vivir sin hambre por un mes entero. 

La desesperación es lo que los empuja a intentar atacar, conoce su desesperación, hambrientos y frustrados, por lo que no mantiene ningún rencor hacia ellos mientras huye de sus navajas. Pero no guardarles ningún rencor no es lo mismo a dejarlos tomar por lo que él trabajó tanto. 

Tantas horas de hacer tareas, de dar clases a otros y hacer pociones. Cada uno de esos galones después sería intercambiado por dinero muggle y usado para mantener a su madre y a él. Esas vacaciones fueron las menos hambrientas que jamás experimentó, pasándole dinero a su madre a escondidas para que ella pudiera salir de comprar y conseguir comida suficiente para ellos, lograron racionar lo suficiente. 

Eso, al menos, hasta que Tobias se dio cuenta que su mujer e hijo estaban comiendo mucho más de lo que podía pagar con sus míseros centavos. 

Gritó como un perro rabioso, exigiendo saber de donde salía el dinero, fue tan lejos como para acusar a su madre de venderse a sí misma. 

En años anteriores, Severus no había hecho nada más que bajar la cabeza y huir de su agresión, pero algo lo fue cambiando, desde el primer día que sus dientes se enderezarón. 

Desde que ya no temía abrir la boca o desde que descubrió el poder de la magia oscura. 

La frustración familiar se convirtió en una ira casi animal cada vez que lo veía, a sabiendas que tenía el poder de terminarlo, de torturarlo sin siquiera tener que moverse de su lugar, podría lastimarlo tanto y ese cabrón de verdad piensa que tiene la mano ganadora. 

Su madre, su amada madre, podría hacerlo, ella, a diferencia de él, era una bruja adulta, ella podría usar su varita sin alertar al ministerio, podría usar su poder como quisiera y tener a ese monstruo de rodillas ante ella. 

Pero no, ella eligió sufrir y hacerlo sufrir junto con ella. 

No odiaba a su madre, solo a sus decisiones. 

Tendría que esperar un año más para lidiar con ese monstruo por sí mismo, pero por ahora, no podía hacer nada más que lo mínimo. 

Grito de regreso que mejor deberían venderlo a él en pedazos, aunque sería ilegal vender basura. 

A Tobias no le gustaba ser desafiado, menos por su hijo, por lo que al instante arremete contra él. Eileen gritó aterrada cuando su esposo se abalanzó contra su hijo en una pelea, sosteniendo al mestizo contra el suelo desde su cuello, asfixiándolo, Severus jamás podría haber ganado, incluso si el más grande estaba borracho, seguía siendo el más fuerte y más cruel de los dos. Eso al menos hasta que Severus fue más maquiavélico. 

La única razón por la que el brazo de su padre no se pudrió por completo y cayó fue por la intervención de su madre y su poder para hacer ceder a Severus.

No hablaron de ese día, su madre con una pregunta en sus ojos cada vez que veía sus manos y Severus ignorándolo en son de no estar ahí. Con Tobias bebiendo por ahí y viviendo a base del dinero que Severus logró juntar, se dieron el lujo de comer un pequeño trozo de pavo en Nochebuena. Conseguir regalos siempre era un sueño y nada más, pero por esta ocasión, Severus se atrevió a obsequiarle una nueva pashmina a su madre, de un bello color verde. Ella lloró y agradeció. 

Ese era el último día de las vacaciones de Navidad. 

Esa misma tarde tendría que regresar a Hogwarts para terminar su quinto año. Se iría. 

Y ese efectivo que estaba cargando con él eran los últimos rastros de sus ahorros, se negaba a dejar a su madre a la deriva si podía evitarlo. 

Sería suficiente para un mes, pero su madre era experta en sacar provecho de las pequeñas ayudas, ella lograría extenderlo más. 

Le gustaría dejarle más para no hacerla batallar tanto, pero eso podría hacerlo en verano. 

Llegó a su calle sin dejar de correr, no fue hasta que pasó la lámpara en la esquina de la calle que se permitió parar. Era un trato no hablado el no joder a tu vecino, por lo que nadie de su calle intentaría algo. 

Por lo que se permitió caminar hasta su casa.

Estaba intentando hacer cálculos de cómo ganar más dinero, después de todo, ese verano sería más largo, podría pedir más por sus pociones, o intentar producir el doble, podría hacer un trato con Slughorn para tener acceso al laboratorio de pociones a altas horas de la noche y mañana y lograr pociones más exigentes, por ende, más caras. 

Intentaba concentrarse, pero había una pequeña parte de su cabeza que se estaba concentrando en otra cosa. 

Como que esa tarde vería a Klaus después de un mes. 

El mero pensamiento hace sus mejillas arder y tiene que ver al cielo en busca de temple, no puede andar sonrojándose en la calle, como un enamorado sin remedio. 

Pero eso es. 

No le gusta dejar a su madre sola, pero tampoco le gusta dejar a Klaus solo. 

Ya extraña su compañía, su cercanía. Podrían practicar más el “Khony subya”, cenar más veces los chilis que le encantan a Klaus o incluso salir de compras a Hosgmeade, si bien, Tobias jamás firmaría el permiso, Klaus no tenía problemas en esconderlo y sacarlo del palacio sin que nadie lo note. Trata de evitar la sonrisa ante el recuerdo de Klaus. De su sonrisa, de su emoción y cariño. 

Entonces llega a su casa. Pasa el abandonado y descuidado jardín para entrar, la puerta ni siquiera tiene chapa como para preocuparse por tener la llave, por lo que solo empuja la vieja puerta de madera, ignora el rechinar de las bisagras y ya está dentro. 

La típica penumbra lo recibe, el olor a humedad y el ambiente frió. 

Suspira con pesar, no tendría que ver esa cosa por otra buena cantidad de meses y podría sumergirse en la bonita mentira de que su vida no era tan mala. 

—Sev, hijo— su madre sale de la cocina, su nueva pashmina aun en sus hombros, su madre se ha rehusado a quitarsela desde el día que se la regalo. Ella sonríe y va a recibirlo con los brazos abiertos. 

Los brazos de su madre lo rodean con cariño, él la abraza de regreso, los dos conscientes de que ese día Severus se va. 

—¿A dónde fuiste? Te fuiste muy temprano— pregunta una vez se separan, ella peinó un mechón de su cabello tras de su oreja. —Tu baúl está listo, me tomé la libertad de acomodar tus cosas. —Ella señala a la sala, donde hay una pequeña caja, no más grande que una caja de zapatos. Un hechizo para que no sea difícil cargarlo. 

—...Fui a recoger algo— le contesta, su madre ladea su cabeza confundida mientras Severus mueve su ropa hasta encontrar el sobre amarillo. No tiene que decir nada cuando es obvio que hay dentro. 

—Sev…—casi se lamenta su madre. 

—Es para ti— se apresura a empujarlo a sus manos, —no es mucho pero es suficiente para comer por un mes, en verano traeré más. —Promete. 

—Hijo…no es necesario. 

¿Están viendo la misma casa? ¿Acaso no está viendo la delgadez de su figura o la forma en la que sus mejillas se sumen? 

—Claro que lo es— re niega con suavidad, no quiere pelear con ella el último día de vacaciones. 

Su madre tiene el mismo pensamiento porque cualquier respuesta muere en sus labios y atrae a su hijo en otro abrazo. Se quedan así unos segundos más, Severus disfrutando el pequeño calor que ofrece su madre, sus brazos, sus largos dedos peinar su cabello o su mentón en su hombro. Mientras crecía lo sentía en su cabeza, pero llegados sus quince, su cuerpo había pegado un inesperado estirón. 

Ahora era bastante alto, una bendición porque no podía ser mestizo, feo, pobre y encima de todo un enano. 

Ella se separa y lo ve con cariño, acuna su mejilla con una mano. 

—Has crecido mucho. Me recuerdas a mi hermano…—lo último lo dijo como un susurro en el viento, que de no ser por el silencio a su alrededor, Severus no habría podido escucharla. Ella se perdió durante un segundo en esa triste laguna dentro de su mente antes de reaccionar y volver a sonreír— Eso significa que serás muy alto cuando termines de crecer. 

—Bueno, una buena noticia— sonríe de regreso. Una sonrisa que cae al poco tiempo, toma la mano de su madre que aún sostiene el sobre y la coloca entre ellos, luego la empuja gentilmente hacia ella— No le des esto a esa bestia, no lo merece.

Ella solo asiente, porque en otras ocasiones defendería que Tobias es su padre, que debería guardar cierto respeto o cariño, pero una mirada a los moretones en los brazos de su hijo y su boca se cierra con cemento, incapaz de decir más. 

—No tienes porqué hacer esto. Podrías quedarte en Hogwarts durante estas fechas. Yo podría pasarla con las vecinas y cocinar algo con ellas.  

—La única razón por la que regresó a aquí es por tí— le dice. 

Los ojos de su madre se llenan de lágrimas que no salen de ahí, ella sonríe. 

—Cuidate, retoño mío— le pide, tomando su cabeza y dejando un beso en su frente. 

—Te extrañare, madre. 

Pero su pequeño momento de calidez familiar se va al diablo en cuanto alguien más abre la puerta. 

Eileen esconde el sobre que su hijo le dio entre sus ropas mientras Severus se voltea.

Hablando de bestias. 

Tobias apenas puede mantenerse en pie, recargado en el marco de la puerta con una botella de licor barato en mano. Su ropa sucia, seguro de dormir en cualquier callejón donde colapsó cuando su ebriedad le impidió regresar a la casa. Severus no tiene que acercarse para oler la pestilencia del alcohol que emana el hombre. 

Los ojos cafés de Tobias caen furiosos sobre él. 

—Tú…maldito fenómeno. 

Severus rueda los ojos, claro que sí, no era un día normal si no había al menos un insulto dirigido a su persona. 

Le dedica una ultima sonrisa a su madre antes de alejarse de ella y tomar su baúl, aun era temprano, pero llegar a King Cross tomaba tiempo, por lo que podría irse ahora y llegaría a una hora razonable. 

—¿Por fin te largas? —Tobias arrastra las palabras. 

—Sí, adiós. 

Y Severus trata de esquivarlo, pero Tobias mueve su cuerpo para bloquearlo. Le manda una mirada envenenada, casi con ella ordenándole que se quite de enmedio. 

—Se que tienes dinero, la puta de allá no lograría juntar para un trapo así vendiera su cuerpo— y Severus siente una ira abismal llenarlo, quiere sacar su varita, quiere mandar al diablo las leyes mágicas, pero se recuerda que no tiene los medios para salir bien librado de eso. 

—Y aún así ganaría más que un hijo de puta tan inutil como tú— sisea de regreso. 

Sabe que lo provocó, sabe que está jugando con fuego, pero sí es incapaz de tragarse su ira. 

Tobías estrella su botella vacía al suelo a espaldas de Severus, un desastre que Eileen tendría que limpiar. Su rostro endurecido. Pero Severus no cede, no baja su cabeza ni tampoco se deja amedrentar, sino que mantiene su postura y regresa el enojo. 

—Dame el dinero, maldito— exige casi en un gruñido

—Ve y ganatelo en la fábrica, imbécil— le responde. 

El puñetazo lo manda al suelo. Su mandíbula zumba por el dolor y puede probar el metálico sabor a sangre comenzar a emerger, un latigazo de dolor lo recorre desde la espalda cuando los trozos de vidrio lo apuñalan bajo su propio peso. Escucha a su madre gritar, pero antes de que Severus pueda recuperarse del golpe, una mano se cierra sobre su cuello, fuerte e inmisericorde. Esa mano estrella su cabeza contra el suelo. 

—¡Dame el dinero, maldito bastardo! —ruge Tobias en su cara, el hedor de su aliento a licor dirigido a él. 

Pero, a diferencia de antes, Severus tomó con fuerza la muñeca contraria. Sus uñas negras mostrandose cuando rodean al brazo del otro, ese mínimo movimiento alerta  Tobias, que ve las uñas con enojo y un brillo de terror que Severus disfruta con creces. 

—¿No aprendes verdad? Podría llevarme esto con solo hacerlo—bajo la atenta mirada de Tobias, esas uñas se alargan y convierten en afiladas garras, la punta de cada una de ellas picando su piel, encajando. Una advertencia, una amenaza. 

Tobías lo soltó como si se quemara, tirándose hacia atrás por ser incapaz de mantener el equilibrio. 

Severus se apresuró a girar fuera del vidrió, siente su cabeza palpitar, su cuerpo arder y el mundo le da vueltas, pero no se permite que eso lo detenga. Unas manos vienen a ayudarlo a levantarse, entre la confusión puede ver los ojos negros de Eileen, alterados y asustados mientras lo llama por su nombre. 

La fatiga del golpe no dura mucho, es cuestión de segundos antes de poder recuperar sus sentidos. 

—¡Severus! ¡Déjame verte! ¡Puedo ayudarte! —ella pasa una mano por su espalda y Severus se traga un gruñido cuando todos los vidrios que se encajaron en él salen. Los escucha caer al suelo, y antes de que Eileen pueda hacer más por las heridas de su hijo, es jalada violentamente por su esposo desde su otra mano. 

—¡No ayudes a ese hijo el del diablo! —grita Tobias, —Que se largue con los otros 

—¡Tobías, por favor! ¡Es tu—

—¡No es mi hijo! —la interrumpe, pero no hace nada más, sus ojos cautelosos a cualquier movimiento del otro azabache. 

—En eso tienes razón— se gira hacia su madre. Ve en ella los años de abuso, de maltratos, pero también ve el brillo mágico que todos tienen, el brillo mágico con el que las brujas de Slytherin se mueven, como una suave capa a su alrededor, la de Eileen ahora está marchita y agujereada por dejarla morir en vez de alimentarla. 

En ella ve la negligencia hacia su realidad, el miedo a enfrentar el peor de sus errores. No odia a su madre, solo odia que su miedo a esa bestia sea mayor al amor que tiene por su único hijo, porque si ella quisiera, si tan solo se armara de valor, todo acabaría con el girar de su muñeca. Eileen es egoísta al obligarlo a lidiar con todo eso cuando tiene la posibilidad de que todo se termine. 

—La única razón por la que regreso, es por tí— es lo último que le dice antes de darse vuelta y salir de la calle de la Hilandera.

Cada paso duele, pero ha lidiado con peores. 

Llegado a un callejón, abre su baúl sin romper el hechizo de su madre, de él saca una camisa muggle que no llame la atención. 

Duele deslizar fuera su ropa, y peor aún ponerse la nueva, raspa como una lija, pero es mejor así. Abandona la camisa ensangrentada ahí, a fin de cuentas, no es la única cosa cuestionable en el lugar. Lleva su mano a su cuello, no tiene que ver un espejo para saber que una marca comienza a notarse, por lo que, con lo que aprendió de Evan, invoca un Glamour . No quiere preguntas ni miradas incómodas. 

El Glamour recorre hasta su rostro, escondiendo el moretón de ahí. 

El dolor jode todo su sistema, es incapaz de concentrarse en algo más que en el camino. 

Cuando por fin llega a Kings Crossing, se da cuenta de que, para su muy mala suerte, llegue a la misma hora que todos los demás. 

Se traga su veneno y se fuerza a pasar por el mar de gente, no quiere lidiar con nadie, ni con los niños de primer año, que lloran mientras se aferran a sus padres, ni con los pleitos de los de séptimo, solo quiere encontrar un cubículo y dormir. No quiere ni siquiera pensar en que hambre tiene. Desayuno una rebanada de pan viejo y con jamón, después tuvo que correr maratones y no trae dinero con él como para comprar comida alrededor. 

Igual la sensación de hambre es una vieja conocida. 

—¡Severus! 

Se detiene en seco ante esa voz. Volteando, se encuentra con Lily, ella avanza en su dirección, adivina que sus padres ya se fueron por el mero hecho de que nos los ve alrededor. 

—Hola— trata de sonreír. 

Esta muy feliz de verla, no tuvo oportunidad de visitarla esas vacaciones, era cada vez más difícil escaparse de su padre sin dejar a su madre desprotegida, sin mencionar que no tenía la fuerza para levantarse después de tantas peleas con el hombre. 

Ella llega a donde él y lo abraza, evita hacer cualquier sonido cuando ella presiona las recientes heridas de su espalda, aunque menos hinchadas, aún frescas, él regresa el abrazo, Lily es tan dulce cuando da cariño. 

—Te extrañe—le sonríe, una sonrisa que calienta su pecho porque es verdad. Pero apenas se separa, golpea su hombro en juego. —¡¿Pero qué te pasa?! ¡Te desapareces un mes! ¡Habías prometido venir conmigo al andén! 

Y se siente como un total idiota por olvidar como prometió ir a la estación con la familia Evans, pero el enojo que siente cada que su padre viene y jode algo suyo es tanta que lo hace separar los pies del suelo. 

—Lo siento, cosas pasaron…— deja la implicación al aire, porque un recuento de su infierno personal no debe ser discutido en un lugar tan público. 

Lily lo entiende al instante, su sonrisa cayendo un poco y el brillo de sus ojos llenándose de tristeza. Tristeza, porque si Severus detesta algo, es ser visto con lástima. 

—Iré la próxima vez. 

Aunque no sabe cuánto de eso pueda mantener. 

Lily lo arrastra dentro, sujetando su brazo con gentileza, lo hace pasear entre las cabinas hasta que encuentra una vacía en la que mete a ambos.

—Dime que paso— pidió ella, sentándose enfrente suya.

Severus suspiró, dejándose caer en el asiento, pese al ardor de su espalda, estaba tan cansado. 

—Lo de siempre, el viento corre, él se enoja  y yo pago el precio— resume. 

—Severus, por favor. 

—¿Por qué importa? Nunca es una razón que valga la pena recordar. 

—Porque me preocupo por ti, quiero saber que paso contigo— insiste. 

¿Qué quiere saber? ¿Cómo fue arrojado? ¿Asfixiado y golpeado sin poder hacer nada más que soportarlo? ¿Que le diga como Tobias decide golpear algo y él es lo más cercano? 

—Lily, de verdad no vale la pena. 

—¡Claro que vale la pena! 

No está orgulloso del resoplar frustrado que sale de él. 

—Bien, se dio cuenta de que estábamos viviendo a base del dinero que gané durante el año escolar, se enojó, peleamos y antes de venir peleamos porque le di lo que me quedaba a mi madre en vez de dejarlo gastarlo en licor, me golpeo y si sigo despierto es por que mi madre intervino. ¿Contenta? 

Lily se queda callada, viéndolo con seriedad mientras Severus deja caer su cabeza para atrás, intentando encontrar aunque sea un poco de descanso entre el mullido sillón del tren. 

—Lo siento— se disculpa, alcanzando sus manos, ella toma con tanta confianza la misma mano de garras negras que causa terror en Tobías. 

—¿Por qué? 

—Por lo que pasó, lo siento. 

No es como que ella pueda cambiarlo, no podría haber intervenido y sería injusto de su parte enojarse por su intento de empatizar, por lo que solo sonríe débilmente. 

—No pasa nada, ya se pasará.  

Lily parece a punto de refutar, pero en eso, la puerta de su cabina es abierta de golpe, sobresaltando a ambos.

Marlene McKinnon y Dorcas Meadowes.

Ambas se sonrieron  ante Lily pero sus sonrisas se congelaron cuando notaron la presencia de Severus. 

—Ah…hola— saluda incómoda Meadowes, siendo más amable que McKinnon. Pues ella se cruzó de brazos y lo vio de arriba a abajo antes de sentarse a un lado de Lily. 

—No sabía que ahora te sentabas con él— dice, sin molestarse en ocultar su irritación. 

Una irritación que Severus estaba compartiendo. 

—Siempre me siento con Severus— rebate Lily, dándole una mirada reprobatoria a su amiga. 

McKinnon se hundió de hombros con una mueca, como si no fuera del todo creíble. 

—Pensé que él preferiría sentarse con sus pomposos amigos ahora que ellos le hablan. 

El lugar de repente se volvió tenso, o tal vez solo para Severus, porque no le gustó el tono en que McKinnon habló o por la mirada que le dio mientras lo decía. 

Alza la cabeza ante eso, aún indeciso si eso fue un insulto o solo un comentario mal colocado. 

Meadowes sonrío ansiosa mientras Lily empuja a la otra. 

—¿Qué? Si todo el tiempo se la pasa con ellos— se defiende ella, —No sería sorpresa que prefiere sentarse con ellos de ahora en más. 

—¡Y eso no tendría nada de malo! —intenta mediar Meadowes, haciendo lo posible por cortar el aire tenso. —Todos podemos variar con quien nos sentamos durante el viaje a Hogwarts, ¿No? Digo, en inicio de vacaciones tu te fuiste con Molly— pone como ejemplo a la misma McKinnon. 

—Sí, y después te fuiste con Alice— intenta también Lily. 

Ella ve a su amiga con un ceño fruncido, Severus apuesta que con un brillo de traición ante su comparación. 

—Ni Molly ni Alice nunca han dicho nada sobre mi estatus de sangre. 

Ahora es claro, es un insulto. Lily lo mira con ligero pánico, asustada de que Severus estalle en ira ante el ataque indiscreto, pero Severus está muy cansado, lleva cansado desde esa mañana y no ha tenido oportunidad de descansar. 

Por lo que solo imita a la Gryffindor y se hundió de hombros. 

—Que suerte la tuya. 

Y su respuesta tan indiferente causa alivio en Lily, pero no en la otra Gryffindor, la cual parece irritada por su falta de reconocimiento, porque sí, en otras ocasiones se habría peleado con ella, pero justo ahora, con su espalda sangrante, su cuello aún demasiado adolorido y su mandíbula resentida, no tiene interés en meterse en una pelea infantil con alguien que no sabe un carajo de él o de sus amigos. 

Ya cometió el error de pelearse con un Gryffindor en un tren, no lo volverá a cometer otra vez. Puede dejar pasar esas sugerencias o implicaciones deslizarse por ahora, solo esos. 

Se dedica a ver por la ventana, ignorando la charla de Meadowes y Lily, ellas dos iban emocionadas. Con sus voces de fondo y el paisaje frente a él, podría solo acurrucarse y dormir, pero se siente alerta, rodeado de Gryffindors, incluso con Lily ahí, se siente alerta. 

—¿No lo crees, Snape? 

Severus se fuerza a reaccionar, separando la vista del paisaje para regresar a la conversación. 

No fue Lily quien le preguntó, si no McKinnon, pero lo que sea que pregunto no parece ser muy bueno si sabe juzgar la postura de Lily. 

—¿Perdona? 

—Dije; “Supongo que es bueno rodearte de supremacistas millonarios cuando lanzan dinero ante el mínimo entretenimiento” ¿No lo crees? 

Severus alzó una ceja, ¿De verdad? ¿Otra vez? ¿Que tiene ella contra él? Se plantea evitar la confrontación directa. 

—Sí, lo creo. 

Esa respuesta parece picar más a la chica. 

—¿Entonces por eso soportas sus discursos de la sangre y que te miren para abajo? ¿Por qué te dan dinero? Que fácil— se ríe un poco. 

—Me miran desde encima de sus galones, no se desde arriba de que me estés mirando— responde. Algo que hace a McKinnon enderezarse.

Y Severus ya tuvo suficiente. 

Sin hacer escándalo se levanta, alisando su ropa y alcanzando el baúl en la parte superior. 

—¡Sev! ¿A dónde vas? —Trata de detenerlo Lily, pero Severus abre la puerta y la mira desde ahí. 

—Si voy a ser visto hacia abajo, prefiero estar recibiendo galeones por ello. Quédate con ellas, no te preocupes, a ti no te van a juzgar por estar con esta hipocresía de a gratis. 

Y con eso se fue. 

Ignora el llamado de Lily y simplemente avanza a lo largo del tren. 

Estaba tan adolorido, tan cansado, tan harto. El día solo sigue haciéndose más largo. 

El tren está lleno, no encuentra ninguna vacía y tampoco quiere recorrer el tren entero, por lo que se detiene en medio del pasillo, pensando a dónde ir, si tan solo pudiera encontrar a Klaus, o a Edmund y Evan, podría ir con ellos y podría descansar un poco. No sería mala idea pero el vagón donde normalmente se sientan está demasiado lejos para ir andando, tal vez pueda andar lento. 

Cuando alguien choca con él. 

Se da vuelta, listo para hacerse de palabras, pero se detiene cuando se encuentra con una chica. 

Pelo rubio y ojos miel. Uniforme amarillo. Hufflepuff.  La ha visto antes pero no sabe su nombre, la mira unos momentos, intentando ponerle un nombre a su rostro. 

—¡Lo siento! ¡Me emocioné y no te vi! —se disculpa rápidamente.

—No pasa nada. —le quita importancia, porque, a diferencia del resto del alumnado, ella sí se está disculpando honestamente. 

 La chica peinó un mechón de su cabello rubio tras su oreja, algo avergonzada. 

—De verdad perdón —y es hasta ese momento que los ojos mieles caen en él, la misma pregunta que Severus se hizo internamente aparece en sus ojos, pero ella lo maneja con una mejor gracia. Pues sonríe y extiende su mano— Creo que no te conozco…. ¡Soy Charity Burbage! 

Severus se queda sorprendido un momento, su mente en blanco por la inesperada amabilidad a su persona, no es hasta varios segundos después que reacciona y acepta el saludo. 

—Severus Snape. 

Ella sonríe. 

—Un gusto conocerte. —Sonríe. —¿estabas con alguien? 

—Eh…no, salí a buscar un lugar. 

Y como si le hubiera dicho que había ganado la lotería, Burbage saltó en su lugar y tomó su brazo con emoción.

—¡Entonces ven a sentarte conmigo! ¡Podemos conocernos mejor! ¡Uhh, puedo presentarte a Aurora! 

No sabe cómo puede hablar tan rápido o jalarlo con tanta gracia, porque no se da cuenta que se está moviendo para seguirla hasta que ella lo empuja dentro de otro cubículo, emocionada lo hace sentarse antes de sentarse a su lado. 

No pasan ni diez segundos cuando alguien más llega. 

Piel oscura y numerosas trenzas cayendo por sus hombros, un uniforme azul, Ravenclaw. Ella entra distraída con lo que sostiene entre sus manos antes de alzar la mirada y notar al nuevo integrante, ella lo mira unos segundos antes de ver a la rubia. 

—¿A quien secuestraste ahora? 

Si Severus no estuviera tan cansado encontraría divertido el sonido de indignación que soltó Burbage. 

—¡Para que sepas! ¡Yo no lo secuestre! ¡Simplemente le ofrecí un lugar para sentarse! 

—Ajá…—la morena se cruza de brazos y le pregunta a Severus— ¿Te preguntó o te arrastró hasta aquí? 

—¡¿Cómo te atreves a—?!

—Choco conmigo y me trajo aquí. —confiesa. 

—¡Traición! 

—Bienvenido al club— dice ella, sentándose enfrente de Severus y extendiendo su mano también—Soy Aurora Sinistra. 

—Severus Snape— se presenta por segunda vez ese día. 

—Uh, escuche de tí— dice Sinistra, —escuche que vendes pociones— lo dice tan campal que Severus no sabe si esperar otro insulto. 

—¿Sí…? 

—Cobrale más a Bulstrode, —es lo único que dice al respecto. 

Se sorprende de lo fácil que es estar ahí, con ellas, ellas que esperan pacientes a sus respuestas, retroceden cuando creen que un tema es incómodo para él y no parecen tener problemas con su existencia en general. 

Pronto, el ardor lo vuelve a molestar, el dolor de su cuello, de su rostro y espalda, no puede evitar cerrar los ojos en busca de algo de alivio, pero aún presente en la conversación. 

Si bien, le hubiera gustado dejar su lado consciente por completo, acaba de conocerlas, aún no se siente tan seguro como para dejar baja su guardia. 

Ellas no comentan nada al respecto. 

Cuando llegan, Severus apenas puede ponerse en pie, las sigue en silencio y solo espera. 

Duele, es lo único que puede pensar. 

Se separa de Sinistra y Burbage, se despide de ellas bajo la excusa de estar demasiado cansado y se retira, se escabulle entre los pasillos para ir a la sala común, intentando llegar los más pronto posible. 

Sus pies se sienten pesados y de verdad quiere dormir. 

Agradece que la contraseña sea la misma que antes de vacaciones y entra. 

Hay otros alumnos que también se saltaron el festín de bienvenida y pasan el rato en la sala común, Severus no les dedica más de dos segundos antes de huir a su habitación. 

Vacío y oscuro, perfecto. 

Saca el baúl de su ropa y lo deja a pies de su cama. 

— “ Verugmant ” —susurra y el baúl regresa a su tamaño real. 

Apenas lo abre, encuentra su varita, suspira aliviado de tenerla de regreso, la toma entre sus dedos y busca entre las ropas el botiquín que, sabe de memoria, su madre puso ahí. Hasta el fondo lo encuentra por fin, un bote de esencia de dictamo casera, de lo poco que su madre aún puede hacer.

Toma una nueva camisa y se sube en su cama, bajando el doncel. 

Lentamente, va quitándose la camisa. Tiene que callar un quejido cuando la tela se separó de su piel, mojada con sangre se había adherido y separarla ardió como los mil diablos. Un poco de díctamo, solo un poco y después podría dormir hasta mañana en la mañana. 

Aplica primero en su hombro y brazo, quema un poco, pero se aguanta el dolor.

Fue difícil lograr colocarlo en su espalda, pero a fin de cuentas lo logra con ayuda de su varita, solo para por fin ponerse la camisa para dormir. Suspira cansado pero el mover su cuello le causa dolor. 

Apenas está por deshacer el Glamour cuando la puerta se abre. 

—¿Verus? ¿Estás aquí? 

Ojos dorados.

Klaus sonríe en cuanto sus ojos dan con él, su cuerpo se relaja y su mirada se alegra. Verlo cerrar la puerta y acercarse a él pudo con más de una defensa, de repente su malestar no es tan fuerte, de repente no está dolorido, no, porque nada puede ser tan malo estando con Klaus a un lado. Con su magia buscando emocionada la propia y su cálida presencia. El frío que le calaba en los huesos ahora no es más que un recuerdo, ahuyentado con la mera vista del moreno. 

Solo fue un mes, pero ahora se sentía como si hubiera sido un año. 

—Ahí estabas, no pensaste que podías esconderte de mí, ¿O sí? —ni corto ni perezoso, de repente Severus se ve en uno de sus conocidos abrazos. Uno del que Severus no podría soltarse ni aunque quisiera, pero, para su buena suerte, Severus no quiere. 

Regresa el abrazo con una risita. 

—Diablos, sí lo pensé— bromea, Klaus se separa de él con fingida indignación. 

—¡Ah, Verus me abandonó! —se lamenta mientras se deja caer a un lado suyo, sobre la cama con una perfecta pose de damisela dolida. —Hombres, todos son iguales. 

—De cabeza a pies. 

Ambos ríen, entonces Klaus se acomoda mejor, acostado cuan largo es en la cama del otro. A estas alturas Severus ya ni siquiera piensa en renegar, hace mucho entendió que esa es una batalla que no va a ganar. 

—Y cuentame, gran abandonador del año, aparte de extrañarme a muerte, ¿Que hiciste estas vacaciones? 

—Ah, nada relevante, pase el tiempo con mi madre más que nada— no quiere decirle que estuvo esquivando a su padre, que estuvo desviviendose por algunos centavos, ni la forma tan ridícula en la que cada noche esperaba regresar con él. 

Klaus asiente a lo que dice. 

—¡Ah! Lo que daría por pasar tiempo a solas con mi madre, —se queja, antes de rodar sobre su costado, con una mano sosteniendo su marcada mandíbula—, mi padre está cada vez más psicótico, ¡Entiendo que sea su esposa! ¡Pero, por Merlín! ¡Es mi mamá! ¡Ese hombre es celoso hasta del viento que ella respira! 

Del mar de cosas que podría envidiar de Klaus es la relación de sus padres. 

Porque, al parecer, el padre de Klaus es un fiel devoto a su esposa, la adora como un mortal a una diosa, no importa si la mujer comete un crimen atroz, el mago dirá que solo fue un mal día para ella. Klaus se queja como su padre hace rabietas cuando la atención de su madre está en otra persona que no sea él, y eso se extiende a su propio hijo. 

Más de una vez, han discutido porque Klaus quiere hablar con su madre y su padre se pone furioso si se tardan demasiado. 

Klaus y su padre tenían una relación complicada, los dos deseosos de la atención de su madre y esposa, pero también con un inmenso cariño entre ellos. 

Sí, de las pocas cosas que mueven su corazón hacia la envidia, pero es tan poca comparada con el cariño que siente que simplemente se resbala. 

—¿Te pasaste las vacaciones peleando con tu padre? Mira, eso lo tenemos en común— bromea un poco.

—¡Pero ya veras! ¡En verano voy a ganar! —promete al aire, porque Severus está seguro de que eso no es cierto. 

—Claro que sí, Klaus, claro que sí. 

—¡Es verdad! ¡Tenme fé! —y Klaus extiende su brazo, solo un pequeño empujón de su parte es suficiente para que Severus pierda su equilibrio y caiga de espaldas sobre las almohadas. 

Un movimiento inocente, pero causa que el bote de esencia de díctamo saliera de su escondite y rodará demasiado cerca del borde de la cama. Severus intentó atrapar el frasco y evitar que se caiga, la manga de su ropa alzándose y exponiendo el color verde y rojo que rodea su muñeca. 

No se esperó que el repentino agarre de Klaus cayera sobre ambos; sobre su mano y el bote. 

—Bueno, eso hubiera sido difícil de limpiar si se caía— suspira Severus, intentando soltarse para dejar el bote de medicina en una superficie plana, pero no puede, el agarre de Klaus no cede, una mirada a su amigo y nota como la sonrisa desapareció de su rostro— ¿Klaus? 

Siguiendo la mirada de Klaus, sus nervios se crisparon en cuanto notó sus heridas expuestas. 

La atmósfera de paz y comodidad que había tenido rota de golpe. Klaus se sentó de nuevo, sin soltarlo, al contrario, subió aún más su manga, en busca de más moretones que encontró por montón. 

—Severus, ¿Qué es esto? —preguntó, serio. 

En ese momento, Severus arrebató su brazo, bajando de nuevo la tela. 

—Nada, —miente con rapidez. 

Se avergüenza de cómo se escucha su voz, carente de su dignidad y orgullo, más un susurro que una voz. 

Nada por unos segundos hasta que Klaus volvió a hablar. 

—¿Y supongo que debajo de ese Glamour no hay nada tampoco? 

Severus trago duro. Obviamente Klaus se iba a dar cuenta, siempre se da cuenta, tiene una percepción anormal para detectar los rastros mágicos de un hechizo. 

—De verdad, no es nada, —trata quitarle pesadez, intenta volver a sonreir para calmar—, un mero accidente, estara bien despues de una semana, yo— sigue hablando mientras vuelve a tomar la esencia de díctamo, como si con solo sostenerla entre sus manos podría probar su punto. 

Uno que no funciona, pues Klaus lo fuerza a bajar el bote, aun sentados uno enfrente del otro. Su movimiento, aunque no fue repentino ni brusco, hizo callar a Severus, quien cerró los ojos con pesar, pesar de estar en esa situación. Bajó la cabeza, buscando esconderse entre su cabello y huir de la vergüenza, pero no llegó a nada. 

Esa mano cálida tomó su barbilla, lo hizo volver a subir la cabeza y encontrarse con la mirada del otro. 

Preocupación, ansiedad y angustia brillan en la expresión de Klaus, no hay ningún signo de enojó. Y ver tanta emoción en crudo dirigida hacía él hace el nudo en su garganta aún más doloroso. 

—¿Recuerdas lo que hablamos antes de vacaciones? Cada que lo estés pasando mal, acércate a mí, no te alejes. Eso incluía situaciones así— explica, con una voz tan suave como un susurro, calmo. —Si no quieres dar explicaciones, si no quieres hablarlo, está bien, no te haré preguntas que no quieras responder— Entonces el pulgar de Klaus deja una suave caricia en su mandíbula— Muestrame. 

Y aunque a oídos de cualquiera, eso fue una orden, dentro de la pequeña burbuja de amistad y confianza, Severus supo reconocer que Klaus se lo estaba pidiendo. Sin tener el valor para enfrentarlo, sus ojos fueron al suelo, el susurro abandona sus labios: 

Revelio

El Glamour se va y puede escuchar la pausada respiración de Klaus, no presenta pelea cuando Klaus mueve su cabeza para ver mejor el moretón en su pómulo, puede sentir su magia erizarse mientras inspecciona su rostro magullado y su cuello enrojecido.

— ¿Quién te hizo esto? 

Severus se fuerza a respirar y se suelta del gentil agarre de Klaus. El mísero lamento de perder el contacto acallado por la vergüenza. 

—No importa. No fue aquí. 

—Eso es una mentira, —responde Klaus, parece que va a presionar, pero no lo hace. 

Severus vuelve a tomar su bote de medicina, no es tan bueno como los viales que podría obtener de ir con Madame Promfey, pero ir con ella el primer día de clase parece ser… inapropiado a su propio parecer, así que está bien sanar con lo que tiene. 

—Se irá con un poco de díctamo, estará bien—dice por lo bajo. Listo para levantarse e ir al baño para atender ese golpe, pero Klaus lo detiene. 

—Yo lo hago. 

Eso sorprende a Severus, quien mira a Klaus con ojos abiertos. 

—¿Qué? 

—Yo lo hago, hoy ha sido un día demasiado conmocionado y no se donde más estás herido— explica. Severus duda, su mirada paseando entre el suelo y el bote entre sus manos, hasta que Klaus interrumpe sus pensamientos, tomando sus hombros con un cuidado tan cálido, —Verus, por favor…déjame ayudarte.

No puede decir que no, en esta situación no puede ser necio en estar solo, porque si Klaus se lo pide, Severus es capaz de abrir su pecho y mostrarle su corazón. 

Deja que el otro le quite el bote de medicina y cierra los ojos. 

El primer tacto duele, los dedos de Klaus pasan con extremo cuidado alrededor de su pómulo, sin aplicar fuerza, pero ese suave toque es suficiente para que Severus haga una mueca, hace un enorme esfuerzo porque sus mejillas no se sonrojen tanto, no, porque eso lo pondría en evidencia. Se quedan en silencio hasta que termina con su rostro. 

—Voy a tocar tu cuello, ¿de acuerdo? —avisa Klaus, no lo hace hasta que Severus asiente. 

Incluso con la advertencia, Severus no puede evitar dar un pequeño salto ante el tacto. —Ey, no pasa nada, soy yo. 

Klaus es paciente,espera unos segundos antes de volver a su tarea de manejar la zona con la medicina, su piel tibia y suave contra la suya, sin nada de por medio más que un ungüento, hace a Severus sentir su corazón dar piruetas, emocionado, pero agradece que eso nadie más que él mismo lo puedo saber. Disfruta de la atención, hasta que termina y el frasco de díctamo es puesto en la mesa de noche. 

Silencio, no pesado, no hiriente, solo silencio.

—¿Quién fue? —pregunta otra vez Klaus. Una amarga sonrisa aparece en el rostro de Severus. 

—Te dije que teníamos en común como pasamos las vacaciones. 

Esa es respuesta suficiente, para Klaus y para Severus. 

Klaus suspira. 

—Naackú —llamá, Severus no entiende a quien hasta que un “ pop ” se escucha en la habitación. Ante sus ojos, un elfo doméstico se arrodilla ante Klaus, manteniendo sus afiladas orejas para atrás. No se le pasa como sus orejas parecen estar recortadas de las puntas para verse aún más filosas y como cuelgan de ellas aros de piel, muy parecidos a los que ve en los libros de historia. A diferencia de los elfos que ha visto, su escasa vestimenta no es vieja, grisácea o sucia, es más un tapiz lleno de colores. 

Eso al instante llama la atención de Severus, quien ve a Klaus, una pregunta no dicha. Klaus le sonríe, conciliador. 

—Joven amo, Klaus, ¿Llamó a Naackú? 

—Sí, necesito que traigas una sopa de jengibre para Verus, menos condimentada y más carnes, trae también un té de jazmín— le ordena al elfo, quien asiente ante sus órdenes. 

—Enseguida, joven amo Klaus, Naackú regresará con la comida para Joven Amo Verus— y así como vino se fue en otro pop

Severus esperó unos buenos segundos antes de girarse a Klaus. 

—¡¿Qué fue eso?! ¡¿Sopa de—Tienes un elfo doméstico en Hogwarts?! ¡¿Qué carajo Klaus?! 

Klaus se ríe ante su pánico, Severus no lucha cuando el brazo de Klaus se pasa por sus hombros en un medio abrazo, tampoco cuando ese brazo actúa como cadena y Klaus recarga parte de su peso en él, como si con eso pudiera animarlo a quedarse calmado. 

—Aunque hablas bien, no quiero que tu garganta amanezca inflamada mañana pero tampoco quiero que te duermas sin cenar, Merlín sabrá cuando comiste por última vez y cuanto. —El gesto provoca de nuevo ese suave calor en sus mejillas, que Klaus se haya preocupado y pensado tan adelante. Recarga su cabeza en el hombro del más alto, aprovechando la cercanía que el otro creo primero—Y sobre lo otro, sí. Tras un poco de disuasión —código para amenaza y chantaje— con nuestro director, permitió que Naácku trabajara para mí dentro de Hogwarts, aunque está estrictamente limitado en cocinar y hacer unos cuantos recados menores, Merlín sabe que el único condimento en este lugar es sal— explica tranquilamente.

Se quedan así, Klaus sentado en su cama con Severus medio abrazado a su lado, la cabeza del azabache sobre su hombro. Se niega a aceptar en voz alta lo bien que se siente la leve caricia de Klaus en su brazo, tan gentil y sutil.

—No te vi en el tren— comenta Klaus, para después alzar un ceja ante el “Hmm” irritado de Severus. —¿Pasó algo? ¿Te topaste con Black y Potter? —su tono se endureció pero Severus negó. 

—No, me tope con Lily. —La mano de Klaus se queda quieta un momento antes de reiniciar su movimiento—pero no me quede con ella. Venía acompañada de Meadowes y McKinnon. 

—Ah, McKinnon— empatiza Klaus, al menos Meadowes espera ser provocada para ser atrevida, pero la otra…como jodia.

—Exacto— concedió, —Me fui después, estaba muy cansado como para lidiar con ella, pensé en ir a buscarte, —admite, —pero alguien chocó conmigo, me ofreció un lugar y…fui con ellas. 

—Mhm…¿Y quienes eran? —pregunta, en un nuevo tono que Severus no reconoce del todo. 

—Burbage y Sinistra. 

El Slytherin ladea la cabeza, pensando. 

—Recuerdo a Burbage, casi tuve una pelea con ella— recuerda lejanamente a la rubia, era ruidosa y demasiado movediza, irritantemente feliz, su discusión empezó porque Klaus empujó a otro compañero al pasar, una estúpida discusión sobre modales que hubiera llegado a las varitas si Sprout no hubiera intervenido, —Pero de Sinistra no se nada. 

—Es de Ravenclaw, dice que también es una mestiza, como yo— comenta. 

—Entonces… ¿Te divertiste estando con ellas? —pregunta, otra vez ese extraño tono, no es reclamo, es más como si estuviera siendo formal sin perder el interés. 

—Sí, si no hubiera estado tan cansado, la habría pasado mejor, aunque no mejor que contigo— uy, ya se le está pasando demasiado la lengua. Hace una mueca de vergüenza ante su propio comentario, pero Klaus solo se ríe de buena gana. 

—Sí, eso es seguro. 








 

 

 

La sopa fue buena, a la mañana siguiente su garganta estaba mucho menos lastimada. 

Eh incluso así, Klaus no desistió. A su lado desde que se despierta, aferrado a no moverse más de un metro de él. 

—¡Sev! —Durante el desayuno, Regulus se sentó a su lado. —Hola, no te ví ayer cuando llegamos. 

—Estaba muy cansado y me fui a dormir,— explica, quitándole importancia y negándose a ver la expresión satisfecha de Klaus sobre su hombro—, ¿Por qué? ¿Me necesitabas para algo? 

Regulus parpadea y niega, un ligero rubor inundó sus mejillas de porcelana. 

—No, solo quería saludar— confiesa en un susurro. 

—Aww, bebé Black quiere hacer amiguitos con el mestizo— se burla Wilkes, Regulus traga nervioso, solo para recibir una mirada envenenada de Severus y un empujón de Edmund. 

—Oh, cállate, mira que lleva la mitad de tiempo y ya tiene más éxito que tú.—responde Klaus.

La verdad no tiene nada contra Wilkes, excepto su audición de sabueso.   

Pero que Klaus se meta a defender a Regulus, eso es nuevo, por lo que después de poner su mente en orden, susurra. 

“¿Desde cuándo te agrada Regulus?” 

Klaus se hunde de hombros. 

“No me molesta, pero tu le agradas y él te agrada, además, Wilkes siempre comenta donde no lo llaman” 

Regulus sonríe solo un poco mientras mueve su comida, indeciso. 

—¿Te la pasaste bien en vacaciones? —decide cortar el hielo por él.

—Lo mejor que se pudo con Sirius discutiendo con madre. —Trata de que suene con desdén, irritado de una escena, pero para Severus es obvio el tinto doloroso que arrastra esa voz, muy bien escondido entre molestia y exasperación, — pero pude practicar mi vuelo en picada— cuenta lo último orgulloso. Pareciera que el único momento donde Regulus es totalmente feliz es cuando está encima de una escoba o habla sobre estar encima de una escoba. 

Siguió la plática con Regulus hasta que su brazo fue jalado suavemente por Klaus, hasta chocar con el pecho del otro y que este lo inste a levantarse, con sus ojos señalando la puerta. 

—Lo siento, pequeño Black, pero te lo robo, tenemos clase— sonríe mientras alcanza la mochila de Severus.  

—Oh, cierto…está bien— acepta sin mucha pelea, sus ojos grises bajan al suelo y Severus se detiene para pasar una mano por el cabello del Black menor. 

—Me sigues contando en el almuerzo. 

Regulus vuelve a sonreír y asiente, Klaus llevando a Severus. La mesa los ve irse, Klaus sin soltar a Severus y Severus demasiado acostumbrado a la forma en la que Klaus se vuelve su sombra. 

—Sí, en definitiva se besan— interrumpe el silencio Barty, a un lado del menor de los Black y dando el susto de su vida a Regulus. 

Pociones, la clase que Severus más disfruta en todo Hogwarts. En toda la vida. 

Pero los directores siguen decidiendo joder con su vida y siguen haciendo que Slytherin comparta clase de pociones con Gryffindor, se pregunta cuanto tiempo y cuentos desastres les tomara darse cuenta que es una muy mala idea. 

Suspira y se estira para alcanzar su mochila, pero Klaus se aleja. 

—Klaus, ¿Qué..? Dame mi mochila. 

—Nah-ah, Verus, ese hombro sigue herido— niega. 

Eso pone en alerta a Severus, ¿Cómo sabe eso? Solo le mostró las heridas de su brazo, los moretones que recibió al caer, nada más. Casi como si hubiera usado Legeremancia, Klaus adivina sus pensamientos y sonríe. 

—No me mostraste Verus, pero puedo verlo en como te mueves, y es por eso que después de clases vamos con Madame Promfey— le indica mientras llegan al salón. Ya hay varios alumnos esperando a que inicie la clase. 

Lamentablemente, eso incluye a la panda de idiotas. 

En esa clase, Severus tomó el lugar de hasta atrás, sin sorprenderse cuando Klaus lo siguió y acaparó el lugar a su derecha para sí. Mientras la sala se iba llenando, divisó a Lily, ambos compartieron una sonrisa breve como muestra de que no había mala sangre entre ellos, pero la de ella flaquea en cuanto notó a su compañero de mesa, acto seguido se fue con McKinnon. 

No la culpaba de hacerlo, solo desearía que fuera diferente. 

No dijo nada, dejando a Klaus tomar posición para ignorar cómodamente la clase, después tendrían que hacer un plan para que no repruebe los TIMOS. Como era el primer día después de vacaciones, solo se encargaron de hacer una sencilla poción, una que más parecía té por cuántas raíces necesitaba. Simple, demasiado simple. La única desventaja era la cantidad de raíces que había que cortar. 

Severus pensó que esa sería su hora de clase, en silencio y paz mientras se concentraba en cortar.  Apenas iba a levantarse a por las raíces cuando Klaus le ganó. No sabe que vio que prefirió ir él mismo pero no hay quejas de parte de Severus. 

Tomó el cucharón y comenzó a llenar de agua el caldero. 

Cinco minutos, solo eso tomó. 

Cinco minutos de existir en paz para que la primera ramita golpeara su hombro y se escucharon risitas. No tenía que ser un genio para saber quien la lanzó, simplemente ignoró y siguió, sentándose para ver las instrucciones de nuevo. Lastimosamente las ramas siguieron siendo lanzadas en su dirección, cada vez más grandes, a veces pegadas con otro material. 

No sabe con qué, pero evita a como puede esas. Y cuando una de esas cosas cae demasiado cerca de su caldero, se digna a lanzar una mirada envenenada al origen. 

Potter se ríe como un niñito de 6 años mientras lanza la que tiene en la mano, Severus ve en cámara lenta como lentamente hace su camino hacia su caldero. 

Se enderezo, listo para intentar atraparla o al menos desviarla del caldero. 

Pero no fue necesario. 

Esa improvisada bala de cañón fue atrapada por Klaus, sus dedos cerrados con fuerza sobre las raíces, rompiendo las más secas y doblando las más nuevas. Le dedicó una sonrisa, que de inocente no tiene nada, a Severus. 

—Disculpa Verus— y acto siguiente, lanza de regreso la bola. 

Ahora, Klaus era grande y fuerte, sí, como cualquier deportista dedicado, pero incluso con ese conocimiento, se sorprende de ver con qué fuerza es lanzada la bola, Klaus ni siquiera se movió o extendió tanto el brazo. Y si su fuerza fue una sorpresa, su puntería lo fue aún más. 

Severus se abstiene de reír cuando Potter casi se cae, su propia bala le pegó de lleno en la cara, sus anteojos golpeando el suelo, quebrándose, la única razón por la que Potter no cayó fue por los reflejos de Lupin en atrapar su espalda. 

—¿Qué fue eso? —se voltea Slughorn, viendo al alumno recuperar el equilibrio— ¿Que paso? 

—Nada, profesor, Potter jugando con ingredientes— responde Klaus desde su puesto. 

Indicando la bola de raíces que está en el suelo, junto con los anteojos.

—¡No es cierto! —intenta llevar la contraría a Klaus. 

Slughorn mira con cierto recelo a Klaus, dudoso, siendo recibido con una afilada sonrisa y brillantes ojos, un reto a contradecirlo. Por lo que se gira a los Gryffindor. 

—Muchachos, esos ingredientes son bastante preciados, agradecería que no los vayan desperdiciando por ahí, cinco puntos de Gryffindor. 

Black y Potter les mandaron una mirada envenenada que Klaus y Severus regresaron sin ningún pudor. 

Después de eso intercambiaron miradas, divertidos con la situación y volvieron al trabajo. 

Claro que debió pensar en cómo el movimiento continuo afectaría su muñeca. No había cortado ni la mitad de las raíces necesarias cuando un dolor agudo pico su muñeca, uno que se extendió hasta su brazo. 

El cuchillo cayó de su agarre ante el espasmo de dolor. Tomó su muñeca, en esperanza de calmar ese dolor, en vano. Al instante tuvo a Klaus sobre su hombro. 

—¿Qué pasó? ¿Todo bien? 

Severus asintió, girando su mano pese al dolor de hacerlo. 

—Sí. —responde sin prestar atención, al menos hasta que la mano de Klaus rodea la suya, casi con ella acunando su muñeca herida con tanto cuidado. 

Severus se permite disfrutar la calidez del tacto, la calidez del gesto en general. 

—Debe seguir resentida del golpe— concluye Klaus, soltando sus manos. 

—Sí, probablemente-Oye, ¿Qué haces? 

Klaus había tomado el cuchillo y robado la tabla de picar, ahora poniéndolo enfrente suya. El hombre le dedicó una sonrisa divertida. 

—Yo me encargare de esto, para que tu puedas descansar tu mano, solo es cortar— y con eso procedió a cortar las raíces faltantes. 

No iba a mentir y decir que Klaus tenía buena experiencia con el cuchillo, casi se rebana el dedo varias veces, pero verlo tan concentrado y dispuesto a ayudarlo encendió aún más ese cálido sentimiento en el pecho, la forma en la que Klaus constantemente buscaría su aprobación a la forma de cortarlo cuanto poner, era una vista tan inusual pero tan…Klaus. 

Carajo, cada vez estaba más perdido por su amigo. Era solo el primer día de clase y ya se sentía como un tonto enamorado. 

Y es que no se detuvo en todo el día, no detuvo su cuidado, sus atenciones, fijándose en el más mínimo detalle que pudiera significar incomodidad para Severus, era como una sombra que reacciona y se vuelve un capullo protector. 

La atención tan personal que recibe lo hace sentir tan malditamente especial, no sabe cómo reaccionar bien ante ella más que tratando de detenerla, porque no estaba acostumbrado a ser tratado diferente pero para bien. 

Cuando fueron a la enfermería, Madame Promfey le dio un vistazo, una mirada y mandó a Klaus fuera. Klaus no quiso salir hasta que Severus se lo pidió, no quería que escuchara ni viera su espalda. 

La medimaga lo regaño por ser tan negligente con su bienestar, mira que ignorar las heridas hechas hace más de las horas necesarias. Dolió cuando las heridas se sanaron, dolió cuando fue revisado otra vez, pero cuando la poción curativa bajo por su garganta, el ardor se detuvo por completo, soltó el aire que no sabía que estaba reteniendo y todo su cuerpo fue laxo, por fin siendo capaz de relajarse sin estar adolorido. 

—Tienes un tipo de magia muy especial… sin órdenes, fuiste capaz de comenzar a curarte. —Comenta vaga la medimaga mientras Severus se abrocha la camisa. 

No pregunta a que se refiere, no tiene interés en saberlo.

Por lo que simplemente espera a que ella termine de anotar y le dedique un asentimiento, libre de irse. Él agradece y sale de la enfermería, al instante encuentra a Klaus recargado enfrente de la puerta.

—¿Y? ¿Cómo fue? —pregunta, tomando su lugar a su lado y caminando al Gran Comedor. 

—Todo está en orden, un sermón aquí y un comentario sobre mi magia allá. 

Esa respuesta parece llamar más la atención de Klaus, pues su postura cambia. 

—¿Tu magia? ¿Que tiene tu magia?

—Algo sobre como es peculiar y reacciona a las heridas— deja lo demás al aire. 

Mientras se sientan a comer, el tema se disipa, un acuerdo no hablado a que nadie tenía que saber más que ellos dos. Pero en el camino a sus lugares, alguien lo interrumpe. 

—¡Eh! ¡Mulciber! —llama un rubio, Klaus se detiene y por ende también Severus, volteando a verle. —¡Ven! ¡Siéntate con nosotros! —invita. 

Klaus planta su sonrisa falsa ante la invitación mientras Severus desvía la mirada, ambos disgustados con quien habla: Antonin Dolohov. Un esperpento y tarado, uno de los sangre puras que domina el mundo pero es semejante idiota sin sus galeones para sustenerle, con un ego más grande que su cuerpo y una torpeza aun más grande, siendo el propio Dolohov el unico ciego a ella. Uno de los mucho sangre puras que muestran su desagrado hacia los nacidos de Muggles y mestizos, durante los primero años, tuvo que cuidarse las espaldas de ese tarado, al menos hasta que Lucius intervino en su favor y Dolohov no tuvo más opción que retroceder y dejarlo en paz. Igual no se salva de un comentario hiriente aquí y allá. 

—Dolohov, gracias, pero prometí estar con Black— responde Klaus, listo para seguir de largo, pero Dolohov no acepta esa respuesta. 

—¡Ah! ¡Vamos! ¡Si quieres puedes traer a Black! ¡Anda, ven!

Ambos lo ven, en silencio. Bien conscientes de que no se lo van a quitar de encima hasta que consiga lo que quiere. Klaus tensa su sonrisa y guía a Severus a donde está Dolohov y su grupo, pero a ojos de Severus, es obvio que su presencia no es bienvenida ni tampoco es planeada. 

Se sientan y de repente el grupo está en silencio. 

—Snape, que amable de tu parte acompañar a Mulciber, pero tus servicios no son necesarios, puedes irte —habla con falsa amabilidad una chica, de largo cabello negro. 

Claro, ese comentario trae algunas risas alrededor. No hay ninguna razón para que un mestizo siga a sangre pura si no es para servirle en lo que pida.

—Oh Macmillan, Dolohov no necesita sexo servicio tampoco y aquí estas— responde Klaus en su lugar, tan casual como un comentario sobre el clima pero con un sutono de reto. 

La chica lo mira enojada, acomodando su ropa y obligando sus labios a cerrarse, sin tener opción de responder. 

—Ya, ya, —interviene para peor Dolohov— a todos nos gusta tener nuestros juguetes cerca incluso si no los estamos usando, ¿no? —sonríe arrogante, buscando el apoyo que los demás no se tardan en dar, asintiendo a sus palabras. 

Severus simplemente se queda callado, no es como que pueda darse el lujo de defenderse en un lugar así, rodeado de gente que podría borrarlo del mapa con un movimiento de varita o hacer su vida un infierno más allá de lo imaginable. 

Por lo que solo le queda apretar sus túnicas en busca de paciencia y bajar la cabeza. 

—Sí, pero nuestros juguetes son bonitos, ese ... .uy— comenta alguien por ahí que Severus no ve.

—Sé que no estás hablando de belleza cuando tienes el perfil de un crustáceo—Klaus se sirve comida, Severus está tentado a hacer lo mismo pero el nudo en su estómago hace que cualquier pensamiento en comer sea descartado. 

—Ay, vamos Mulciber, no tienes que fingir —exhala uno de los trillizos Rowle, el único varón, sentado entre sus hermanas. —Todos tenemos ojos. 

—Tengo un gusto refinado, me gustan los clásicos romanos y las bellezas exóticas aún por descubrir, no cualquier vulgaridad básica así venga de Gales— Klaus tiene una maestría para mantener esa sonrisa en su cara y aun así soltar mordidas a diestra y siniestra, tan tranquilo con lo que hace, y al mismo tiempo hacer el corazón de Severus entrar en dilema si calmarse por su presencia o acelerarse por sus palabras. 

Tan casual en empujar su vaso de jugo en dirección de Severus, una muda invitación a que beba algo.  Una invitación que Severus acepta , y gracias a Morgana, nadie comenta en eso. 

Rowle ladea su cabeza ante la respuesta, una de sus hermanas sale en su defensa. 

—¿Por qué estas tan a la defensiva? Es solo un poco de diversión, no creo que a tu pequeño mestizo le importe. 

—De todas formas, ¿Qué sacas de él? Porque conversación y entretenimiento no son opciones. 

—¿No escuchaste? Es bueno en pociones, —comenta alguien más— se la pasa cobrándonos para prepararlas. 

Sabe que quien habla no es uno de sus clientes, porque ninguno dice nada al respecto. 

—Un sucio mestizo cobrándole a sangre puras por cosas que por derecho son nuestras, el mundo se vuelve loco— comenta despectivo Dolohov. Pero rápido sonríe, volteando por completo hacia Klaus. —Entonces eso sacas…oye, ¿no te molestaría prestarmelo? La tarea de pociones es molesta. 

—No. —directo y sin más. Klaus toma el brazo de Severus por debajo de la mesa.

—Vamos, prometo devolverlo casi intacto— todos saben que le paso al último mestizo que Dolohov uso para sus clases, el chico no murió pero bien cerca que estuvo de hacerlo. 

Severus comienza a sentir la ansiedad subir cuando la postura de Klaus se tensa, y, en son de evitar un desastre, alza la voz.

—¿Se lo dirías a Malfoy? —la atención de toda la mesa se gira en su dirección. Dolohov bajando sus ojos de Klaus a él, casi puede ver la vena palpitar. 

—¿Qué dijiste, insecto? —espeta, pero Severus sube la cabeza, recordando un pequeño detalle. 

—Insecto, tal vez, ¿Pero le dirías a Malfoy que fuiste tú quien hizo uso de mis…servicios… en vez de Klaus? —repite más alto, el nombre de Lucius teniendo un peso aún mayor entre el círculo.  

A sabiendas de los problemas que tiene Dolohov con Malfoy y como está en clara desventaja por la reciente unión con los Black. Klaus se ríe abiertamente, ahora sí pasando confianzudamente su brazo por sus hombros.

—¡Él tiene el favor de Malfoy y quieres jugar al cordero y al lobo! ¡Dolohov, por Merlín! ¿¿Que fue ese movimiento seco?! ¿¡Amenazas a Crouch con la ley y a Avery con propiedades?! —Se burla sin piedad Klaus, su aparente aceptación provoca que algunos se unan a su risa.

––No es tu momento más hábil Dolohov.

Dolohov aprieta sus labios en una fina línea mientras un no-tan-sutil sonrojo invadió su rostro y orejas, chasquea la lengua y niega.

––Vale, vale, ya entendí–– trata de calmar las burlas ––el bicho es solo de Klaus.

––Severus no es un bicho ––refuta Klaus, pero ladea su cabeza sonriendo, un gesto tan inocente pero que carga tanta malicia —pero en lo otro tienes razón, es solo mío.

Sabe, carajo, sabe de memoria que Klaus solo dice algo así para salvarlo de cualquier posible abuso del grupo, que entre ellos ven a los mestizos casi como mascotas que tener y presumir, por lo que reclamarlo no tiene mayor valor a decir que una pluma es suya, pero, aun así.

Se siente bien.

Y antes de siquiera decir nada más, Klaus le da unas palmadas a la espalda a Dolohov.

—Aunque me gustaría escucharte decir tarugadas otro rato, tengo cosas que hacer. Nos vemos.

Y con eso ambos se levantaron y se fueron.

Podía comer después.

Con una mala excusa, se escapó hacia la biblioteca, Klaus hizo el intento de seguirlo, pero Nott lo volvió a detener, interesado en arreglar un horario para las prácticas y repasar posiciones del juego, una reunión del equipo que Klaus no podía saltarse.

Eso le dio tiempo de huir hacia la biblioteca, un lugar donde al menos podría estar en paz por algunas horas, sin sangres puras que lo miren como un insecto ni Gryffindors que lo traten como uno.

Huyó hasta la parte más lejana de la biblioteca, uno que casi nadie frecuenta porque clase de libros tiene. Se sienta sin ningún plan. No tiene la mente ni la concentración para sumergirse en ninguna lectura, no tiene el temple para escribir nada, solo quiere estar lejos de todo.

Qué día de mierda.

Del mundo que no se cansa de despreciarlo. De repente las palabras de Lily, McKinnon y de los merodeadores se repiten en su mente, como un bucle del que no puede salir.

Cambiar para encajar. Nunca ser parte de ellos. Nunca ser aceptado. Ser narcisista al pensar que hay alguna diferencia entre él y todos los demás.

Lo de hoy solo le recordó que las cosas no van a cambiar solo porque Klaus, Edmund, Regulus y Evan sean amables con él, que nada cambia el estatus de su sangre, nada cambia la diferencia entre él y los demás, los demás que tiene un futuro asegurado y él que tendría que desvivirse por una misera posibilidad de una oportunidad.

Como si no lo hiciera ya.

Como si no pasara las noches en vela para preparar pociones, hacer trabajos extras y otras asignaturas con tal de ganar el dinero que están dispuestos a darle. No tiene vergüenza de ese dinero ganado limpiamente, no hizo nada malo para hacerlo.

Pero como le jode que todos lo vean mal por ello y aun así no sea suficiente. No es suficiente para vivir mejor, no es suficiente para tener un lugar y no es suficiente para él vivir de limosnas. Quiere más, quiere no tener que ser reclamado para ser dejado en paz, quiere ser alguien que los demás dejen en paz por cuenta propia.

De repente tiene otra vez esa hambre de crecer.

Sabía que ese camino era solitario y doloroso, pensó que no le importaría, pero su corazón que se apellida Judas va y decide que les va a importar.

Porque ahora desea la compañía de Klaus, desea su cercanía, desea estar con él,y si lo que pasó en el almuerzo no era una prueba de lo que sería el resto de su vida dentro de ese mundo, entonces era un ignorante de lo que significa.

Piensa en los trillizos Rowle, cualquiera de esos tres podría ser la futura esposa o esposo de Klaus y nadie tendría un problema con eso (más que Klaus), eran bellos y poderosos, con buen dinero y un legado que vale la pena. Macmillan podría ser una mujer promiscua, no era un secreto que tenía más de un amante pasajero que calentara su cama, pero incluso ella, incluso con esa reputación, podría hacer algo de sí misma.

Todos ellos eran personas malas con cuestionable moral, pero al menos no estaban solos en su crueldad.  Severus sí.

Severus no se había dado cuenta cuan sólo estaba y cuánto no quería estarlo hasta que Klaus llegó.

Sus pensamientos son interrumpidos cuando escucha un par de voces cerca.

Levanta la cabeza y voltea.

Sinistra y Burbage.

Las dos caminan juntas, Sinistra con un montón de libros bajo el brazo y Burbage con una libreta en las propias. Las dos van caminando, platicando entre ellas hasta que lo notan.

Burbage al instante sonríe y se apresura a su encuentro, toma asiento sin vergüenza a su lado.

—¡Severus! ¡Hola! ¿Cómo estás?

—Hola— saluda de regreso.

Sinistra los alcanza y también se sienta con ellos, dejando los libros sobre la mesa.

Ambos se saludan con un ademán de la mano.

—¿Qué haces aquí? No me digas que tu tampoco perdonas el primer día y estudias al instante— pregunta Burbage, mirando a Sinistra —Intente decirle que no vamos a tener un examen apenas llegamos, pero Rory no me hace caso— se queja.

—Es importante estudiar y aprovechar el tiempo, Char, los TIMOS no perdonan a nadie. 

—¡Pero es apenas el primer día! ¡Espera al menos una semana! —rebate ella. 

Severus las ve interactuar, varios pensamientos pasando por su cabeza. 

Burbage era nacida de Muggles mientras Sinistra era una mestiza, las dos carecían de la seguridad y fluidez que Klaus o Evan tienen, pero también tiene una tranquilidad extraña, una tranquilidad similar a la que Lily tiene cada que regresan de vacaciones, como si refrescaran su batería. 

Ellas se veían relajadas, emocionadas y contentas, un poco estresadas pero no más de lo necesario por la escuela. 

Ellas no se ven como él. 

Y no sabe qué siente al respecto de esa realización.

Burb—Charity, como ella insiste en que la llame, y Aurora son tranquilas, es tan fácil estar con ellas. Tan fácil. 

Puede hablar o quedarse largos periodos de tiempo en silencio y ninguna comenta en ello, las dos son pacientes con lo que tenga que decir y las dos encuentran diversión entre sus comentarios. No dicen nada sobre cómo debería hablar más, les parece bien lo que habla ya, no le dicen que debería ser más amable, les divierte su sarcasmo. El único punto donde parece que van a chocar, no lo hacen. 

—Sé que Klaus no quería estar con ellos, —terminó, quien sabe como, contando lo que pasó en el almuerzo de esa tarde. 

—¿Y por qué arrastrarte a ello si sabía que son personas de mierda? —responde Aurora sin bajar su libro.

—No creo que sea así…a Klaus tampoco le agradan esos tarados. 

—Fue inconsciente de su parte— comenta Charity, — y tu eres muy amable, yo estaría furiosa con él. 

—Tu estás furiosa con él porque existe —respondió Severus, pero Charity niega mientras Aurora sonríe divertida. 

—¡No es cierto! Yo estoy enojada porque es un cabrón grosero, irrespetuoso y piensa que todos deben temerle— proclama, cruzándose de brazos. 

—Podrías marcar un límite— propone Aurora, —decidir que quieres estar con él pero no cuando se junta con esa gente porque te hace sentir incómodo. No que los corte por completo pero que no te obligue a estar con ellos. 

Parece una buena idea, realmente no quiere hacer sentir a Klaus como que no puede tener más amigos, amigos no tan tolerantes, solo porque Severus va a hacer una rabieta. Es doloroso pero es su lugar en el mundo y no puede obligar a Klaus a adecuarse a ello, solo puede negociar los términos. 

—No me agrada ni un poco Mulciber, ese arrogante cabrón que cree que puede asustar a todos— se queja Charity, pero suspira y se recarga en la mesa— pero por lo que he visto y dice Severus,... ay, odio decirlo, pero tiene razón. Mulciber podrá ser un hijo de perra con todos, pero tu le importas, negociar es la mejor opción. 

Que raro se siente hablar sobre Klaus y no ser rechazado al instante. 

No ser puesto como un idiota porquerer conservar su amistad con él.

 Charity tiene una pelea personal con él y aun así se presta a que Severus hable de su amistad con él. 

Que extraño.

Se quedó con ellas hasta que sol se ocultó, unas vez fuera, se despidió de ambas y tomó camino a su dormitorio. 

Las mañas de ir alrededor alerta no se van, cuidadoso de cualquier sonido y llegar a salvo. 

La sala común está llena de alumnos de todos los grados, saluda de lejos a Edmund y Evan, solo para seguir hasta el dormitorio. Cuando llega a su cuarto, se quita la túnica y dirige a su cama, quiere su cuaderno para anotar unas cuantas ideas para sus hechizos que le se ocurrieron desde su plática con Aurora, 

Cuando voltea, se sorprende de encontrar un sandwich puesto sobre su cama. 

 La puerta se abre y Severus se encuentra frente a frente con Klaus. Este finge calma, pero lo delata la forma en la que sus ojos ven alrededor en vez de directo a él. Seguro piensa que Severus está molesto, Severus quiere reírse de su tímida actitud. 

—¿Sospecho que Naackú agregó un poco más de jamón? —pregunta mientras ve el sandwich, la verdad se ve muy apetitoso. Dando la espalda para doblar su túnica. 

—No comiste nada y sabía que te ibas a saltar la cena. —es la única explicación que da. 

—Me conoces bien. 

—Lo siento. —suelta de un golpe Klaus. Severus deja su túnica y se voltea por completo para encarar a Klaus, el mago juguetea sostiene sus manos sobre su espalda mientras habla— por lo del almuerzo, sabía que Dolohov es una mierda, no debí llevarte con él, no debí aceptar en primer lugar, debí aferrarme e irme. Tampoco debí dejar que te hablaran así.

Severus ve a Klaus disculparse, no es la primera vez que lo preocupado por haberse equivocado, no es la primera vez que piensa que Severus está enojado con él cuando realmente no es el caso, pero es la primera vez que ve a Klaus disculparse, y se ve tan genuino que sonríe. 

Klaus para de hablar cuando Severus se le acerca, esperando su respuesta, claro que su respuesta es el mestizo tomando su brazo y conectando sus mentes. 

“No estoy enojado contigo, Klaus” 

Es el mensaje que da, el único que necesita, le muestra su hilo de pensamiento detrás de su ausencia esa tarde, en ningún momento volteandose a culpar ni pensando de él con enojo, ligera irritación por la situación en la que los metió, pero esa irritación se va. 

Esa comunicación vale más que mil palabras y de repente Klaus lo abraza. 

No sabe que tiene Klaus pero en menos de veinticuatro horas ya es el segundo abrazo, no es que lo vaya a negar ni a pelear, pero puede que las cosas en casa estén mal para su amigo. Por lo que solo acepta el abrazo. 

Minutos después se encuentra comiendo con Klaus, sentados en su cama. 

—¿Estuviste solo en la biblioteca todo el día? —pregunta Klaus. 

—Parte, después me encontré con Burbage y Sinistra y me quedé con ellas. 

Klaus asiente, más para sí que para Severus. 

—Parece que si te agradaron bastante. 

—Podrías decirlo así, es fácil estar con ellas. —Ante lo último Klaus voltea. No dice que llamó su atención pero sonríe. 

—Oye, ¿Quieres practicar esta noche? 

No necesita decir que, su secreto en común vuela entre ambos y causa una chispa de emoción en Severus. 

—Pensé que nunca preguntarías. 

 ¿Que mejor para mejorar el día que practicar magia con Klaus Mulciber?

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