En la oscuridad

Harry Potter - J. K. Rowling
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En la oscuridad
Summary
-Cuando dejes de perseguir la luz que huye y te repudia, podrás aprender a disfrutar de las bellezas que hay en la oscuridadSeverus prestaba atención a cosas que la parecían interesantes, Lily llamó su atención cuando hizo magia frente a él, pero Mulciber era, por mucho, el ser más interesante que había visto hasta el momento
Note
El nombre de Mulciber aquí es Klaus Mulciber.
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Tension

Avanza tan rápido como puede, intentando alcanzarla, su cabello rojo se balancea como un látigo por como avanza, tan enojada, enojada con él. 

—¡Lily! ¡Espera! —por fin logra alcanzarla, toma su brazo, evitando que siga avanzando. 

—¡No lo entiendo Severus! —exclama, enojada— ¡Durante estos dos años yo te pedí que fueras conmigo a los partidos de Quidditch y nunca quisiste! ¡Y ahora vas a ir al de mañana solo porque ese puto cabrón te lo pidió! 

Severus la mira, su mente a mil por hora, intentando encontrar cómo llevar esta situación. Pero las palabras hirientes hacia Klaus destrozaron su línea de pensamiento en tiempo record.

—No lo llames así— es lo único que logra decir. 

Y sabe que fue una mala elección cuando el ceño de Lily se frunce aún más. 

—¡Es un cabrón y lo sabes! ¿¡Quién más en la escuela puede lanzar una maldición como esa y salir impune?! 

—¡¿Quieres que te haga un recuento de Black y Potter?! —sisea de regreso. A lo que Lily gruñe, frustrada, porque es cierto. Porque al menos Mulciber dice que es una maldición y no se escuda con la excusa de que es solo una broma. 

—¡No es el punto! ¡¿Cómo puede ser que no me acompañes a mi pero si a él?! ¡Te lo pedí miles de veces! ¡Dije que no tenía que ser de Gryffindor! ¡Ofrecí ver la revancha entre Ravenclaw y Hufflepuff! ¡Pero siempre me rechazaste! ¡Y de la nada vas a ir con Mulciber!

—¡Es distinto! —responde. 

—¡¿Cómo?! ¡¿Cómo es distinto?! —exige saber, pero no lo deja contestar– ¡¿Es porque estar con él te hace ver bien mientras estar conmigo no?! 

—¡Estás exagerando! ¡Es un partido de Quidditch al que mi amigo, que es jugador, me pidió ir para apoyarlo! 

—¡No es solo un partido! ¡Haces todo lo que ellos te dicen! ¡Carajo! ¡Ya ni siquiera te reconozco! —suelta su brazo de un tirón, alejándose unos pasos de él. 

 

“¿Ya ni siquiera lo reconoce? Mmm, tal vez si tuviera permitido hablar de las cosas que le gustan e interesan sin ser tachado de oscuro podrían seguir en la misma página sobre el otro.”  Callate, Klaus interno, no ayudas. 

 

—Eso es una mentira y lo sabes. 

—¿Lo es? Cada cosa que haces que ellos reprueban la cambias.

—¿Y debería cambiar que tengo más amigos por tu lo repruebas? —suelta su lengua antes de que pueda controlarla, sintiéndose atacado sin justificación, juzgado por nada. — ¿Debería no tener a nadie más que a ti y dejar que Black y Potter se burlen de mí hasta el cansancio? ¡¿Eso debería hacer?! 

—¡No! ¡No me refiero a eso! —ella respira profundo, intentando calmarse, él espera, y cuando Lily vuelve a hablar su tono y enojo están mitigados—Haces esto por ellos cuando no te gusta hacerlo, no te gustan las multitudes, los lugares ruidosos y no te gusta el deporte, pero te fuerzas a hacerlo por ellos. Y eso no me gusta. 

Severus suspiró, la tensión abandonando su cuerpo. Al menos ya no se están gritando entre sí. 

—Tienes razón, no me gusta, pero esto es importante para él, después de todo lo que ha pasado, creo que se lo debo. 

—No le debes nada a nadie. —reitera ella— no me lo debes a mi, no a Mulciber ni a Black. Pero me hace enojar que te veas tan…dispuesto a hacer algo que odias solo porque ellos te lo dicen, tienes derecho a negarte Severus. —asegura, tomando su hombro en un gesto fraternal que Severus aprecia, lleva su mano sobre la de ella, dando un ligero apretón. 

—Lo sé —Acepta—No me estoy obligando ni ellos a mi. Es solo que…quiero apoyar a Klaus, si bien, no es la mejor persona, él me ha ayudado muchas veces. 

Lily parece lista para renegar a eso, pero no lo hace, solo suspira, resignada a que así termina su discusión, 

—De todos modos, ¿Como logro que aceptaras? 

—Klaus es particular en cuanto a pedir las cosas— contesta, su mente viajando hace dos días. 






 

 

—Por favor. 

—No. 

—Por favor. 

—No. 

—¡¡Por favor!!! 

Severus cierra los ojos, buscando en lo más profundo de su ser un poco más de paciencia porque si encuentra fuerza lo mata. 

Cuando Severus entró al laboratorio de pociones, al cual Slughorn le da libre acceso, pensaba relajarse esa tarde en sus creaciones y pedidos. Una aburrida tarde para cualquiera, la mejor tarde de la semana para él. 

Pero claro, ni 15 minutos después de empezar, alguien más entró al laboratorio. 

Klaus seguía vestido con su uniforme de Quidditch, recién salido de la práctica, sus chinos aún más salvajes que de costumbre, seguro resultado del viento y el casco juntos. Se sentó cerca de él, viéndolo trabajar. Con una sonrisa en la boca y un pedido en la lengua, el silencio que habían compartido fue roto por la discusión que tenían.  

Ante su quinta negativa, Klaus se quejó como un niño que no obtiene lo que quiere y se dejó caer sobre la mesa, sacudiendo todo en ella. Severus le dedicó una mirada plana antes de levantarse e ir al mueble trasero por más ingrediente, Klaus siguiéndolo de cerca. 

—¡No has ido a ningún partido de nuestra casa! ¡Y este será el desempate entre Gryffindor y Slytherin! ¡Tienes que venir! 

—Mm, yo creo que no— responde sin mucho interés, evaluando las raíces en sus manos para decidir cual es mejor. 

—¡Verus! 

Tiene que morderse la lengua para evitar que le gane la risa. Klaus puede ser caprichoso, y ver a una persona tan grande como Klaus Mulciber hacer pataletas era muy divertido. Pero su risa se apaga cuando la barbilla de Klaus cae en su hombro, su espalda contra el pecho del jugador y encerrado entre su cuerpo y el mueble frente a él. 

Pocas veces se da cuenta de que tan grande es Klaus, jugando Quidditch desde que fue suficientemente mayor para montarse en la escoba, no solo era un hombre alto, si no que también era fornido. Y con el conocimiento de que el mundo mágico se mueve a su placer, su porte de confianza solo lo hacía más magnético a la vista, más grande más allá del físico. 

Puede sentir la magia de Klaus rodear la suya, el calor de su piel, el aliento cerca de su cuello, los rizos haciendo cosquillas en su mejilla y la fuerza en el pecho a su espalda, inamovible como una pared. El aliento se le atasca en la garganta, inseguro de a dónde hacerse, congelado en su lugar a falta de mejores ideas. 

—Por favor ven, me he esforzado durante todo un mes para este partido y se que el pequeño Black también estaría encantado de verte ahí. —escucha su voz, susurrando en su oído. 

Cierto. 

Regulus era un dotado natural en el deporte, rápido y dedicado, podía ser de los más interesados. Maldijo internamente cuando recordó como esa tarde, después de una clase donde le enseñó al menor como cortar correctamente el díctamo para pociones,  y mientras caminaban juntos a las mazmorras, Regulus había comentado que le gustaría que fuera a verlo jugar algún día. El brillo expectante en sus ojos grises aun lo persigue. 

Dos presiones juntas. 

—Eso es juego sucio. 

—¿Hay otra forma de jugar? 

—¡Está bien! Ire— acepta su derrota.  

Klaus festeja su victoria, sus brazos rodeando a Severus desde la espalda en un abrazo de oso, no tiene tiempo de reaccionar cuando Klaus lo levanta con facilidad, alejándose del anaquel, sus propias manos toman los brazos e Klaus por mero instinto, mientras todo su cuerpo se eriza ante el vértigo de ser separado del suelo de golpe. 

—¡Klaus! —se queja, una queja que cae en oídos sordos. No tiene miedo de caer, pues el agarre de Klaus es firme, sin ser doloroso, se siente seguro. 

Siente sus mejillas arder ante el pensamiento de estar a salvo y lo bien que se siente estar en brazos de Klaus, aunque le gustaría más estarlo mientras sus pies siguen en el piso. 

—¡Será el mejor juego! ¡Uy, no te vas a arrepentir! —Le dice una vez lo vuelve a dejar en el suelo, una enorme sonrisa en su rostro, emocionado, exaltado. 

—Más te vale a ti y a Black ganar. —le responde, disimulando su sonrojo al acomodarse la ropa. 

—Verus, me ofendes, como si fuera a dejar que pasara otra cosa. —Con eso, Klaus vuelve a atraerlo a sus brazos con un fuerte abrazo.  

Klaus siempre ha sido táctil. Desde que pasarón por la venta de tareas y las modificaciones, Klaus siempre tenía un brazo listo para pasarlo por sus hombros, tomar su brazo, recargarse en su hombro, aburrido en clases o durante los ratos libres. 

Pero de un tiempo para acá se volvió hiperconsciente de su cercanía, de sus magias uniéndose, incluso su olor. Podría identificar ese característico olor a sándalo en un mar de personas, encontraba relajante ver sus ojos dorados entre las miles de personas. Esa sonrisa con doble par de colmillos ya no le resulta aterradora, porque siempre que la ve, pierde toda aura peligrosa y se vuelve una sonrisa alegre y sincera.

Calla esa vocecita en su cabeza y lamenta la pérdida del contacto, y rueda los ojos ante el comentario de Klaus.  

Klaus se quedó otro rato antes de ir a cambiarse para la cena. Él embotello sus pociones y después se dirigió al Gran Comedor, se tomó tiempo para asegurarse que no toparía con nadie de camino para allá. Cuando llegó, vio a Klaus ya sentado, haciéndole seña para que se sentara en el lugar que apartó, él señaló su bolsa y Klaus asintió, entendiendo que iba a entregar sus mezclas. 

Una rápida mirada y encontró a quienes quería, se paró junto a los gemelos Carrow. Los gemelos dejaron de comer en sintonía y voltearon hacia la nueva presencia, sus rostros serios y sus varitas listas para conjurar cualquier hechizo o maldición que se les pasara por la cabeza, pero en cuantos sus ojos azules dieron con él, su ceño fruncido se aliviano. Ahora dando un brillo curioso cuando el mestizo metió sus manos en su bolsa, solo para sacar dos botellas de vidrio. 

—Lo que pidieron y más—dejó las dos botellas entre los dos, su poción rojiza entre los hermanos. Alecto la tomó y vio de cerca, parecía satisfecha con ello. Nadie podía saber que tanto Alecto como Amycus tenían problemas con la glicerina en su piel y esa poción les salvaba dolor y vergüenza, Severus se dio la libertad de agregar otras cosas para que no solo su piel se sintiera mejor, ambos hermanos le entregaron una pequeña bolsa de galeones que él tomó y metió en su bolsa—Gracias, por cierto, mientras lo hacía, tuve inspiración para hacer esto— sacó su segunda creación, una que no le habían pedido. —Cuidado capilar para un cabello sedoso y sano, Narcissa y Lucius me lo compran constantemente. 

Alecto, estando más cerca, observó con más detalle la botella de brillo. Su color verdoso tiene toques azules que relucen a la luz. Pero apenas iba a tomarla, Severus la alejó un poco, irritando a Alecto y su hermano de paso. 

—¿Qué? Es un acondicionador— espeta Amycus. 

—Sí, podrías decir eso, pero hace más que eso. Con una gota de esto en el cabello e incluso si te lanzan un maleficio que te dejaría calvo, no te moverá ni un pelo de lugar— y eso parece llamar más la atención de Alecto. 

Todos recuerdan la pelea tan fea que tuvo Alecto Carrow con Marlene McKinnon, donde la Gryffindor le lanzó a la rubia un maleficio que dejó la mitad de su cabeza calva por meses y la otra pintada de rojo. La única razón por la que no se dice mucho de eso es porque la respuesta de Alecto dejó a la otra en San Mungo.

—¿Y cómo sé que funciona? —fue lo primero que preguntó Alecto, disfrazando su interés con crítica e incredulidad. 

—¿Cuándo fue la última vez que me viste con el cabello de color? 

Y parece ser suficiente prueba para la chica, pues sin dudarlo, saca una bolsa de galeones y la extiende en su dirección. 

—Usalo como un acondicionador normal, si algo más pasa, dímelo, y si te gusta, también dímelo, puedo preparar más cualquier día de la semana. —Severus toma la bolsa y entrega la botella. Una sonrisa victoriosa en su interior. Y estaba por irse cuando la voz de alguien más lo detiene. 

—¿Narcissa Black lo usa? —pregunta una bruja, la reconoce como Emma Vanity, parte del equipo de Quidditch. Sin dejar de ver el vial que ahora está en manos de Alecto Carrow. La bruja cobriza le manda una mirada envenenada antes de esconder su nueva adquisición en su bolsa. 

—Así es— responde, una ceja arqueandose. 

—...¿Tomarías un pedido? 

—Siempre— le responde, con una pequeña sonrisita. 

Así crece su clientela y sus ingresos, eso es bueno, muy bueno. 

Por lo que acepta lo que Vanity le pide y procede a irse a sentar. Klaus se recorre cuando se acerca.

—¿Vi bien? ¿Tienes más clientes? —pregunto Edmund. 

—¿Tienes a Vanity de cliente? Esa bruja sería capaz de crear su propia agua con tal de comprar nada— completa Evan. 

—El nombre de Narcissa siempre llama la atención de alguna sangre pura. 

¿Y cómo no? SI Narcissa tenía la corona a la Black más hermosa de su generación, más bella, agraciada y bendecida con la magia de un hada. Cualquier producto que ella use será famoso, caro y se acabará en cuestión de minutos.

Ambos comparten una sonrisa y Severus procede a comer, pero solo puede tomar un par de bocados a su pollo con puré de papas cuando alguien más viene. 

—¡Sev! ¡Sev! —Reconoce esa voz, no tiene que voltear para encontrar a Regulus, pues el Black se deja caer en el asiento libre a su lado, una sonrisa que intenta contener en la boca, –¿Es verdad? Dime que es verdad. 

—Si te refieres a Santa Claus, lamento decirte que no— Edmund, que estaba cerca, hunde una risa con su pure. 

—No sé qué es eso, así que no— responde, algo confundido el Black, pero rápido recupera su emoción— ¿Es cierto que vas a venir al partido del sábado? 

Voltea lentamente a ver a Klaus, este finge total demencia mientras toma su jugo de calabaza. 

—De hecho, recibí la invitación.

—¡Entonces si vendrás!

¿Quién diría que era tan fácil hacer feliz al menor de los Black? Regulus estaba emocionado y algo más, hablando y haciendo promesas sobre cómo ese sería el mejor partido de la temporada. Más juego sucio de parte de Klaus, una garantía de que no haría una excusa de último momento para evitar tener que ir. Desgraciado que lo conoce demasiado bien. 

Es cuestión de segundos antes de que las promesas de Regulus se volvieran una discusión con Evan y Klaus para decidir cuál era la mejor estrategia. Los tres muy decididos a ganar el siguiente partido. 

—Te están viendo— susurra de repente Edmund, señalando con su tenedor hacia el frente. 

Severus levanta la vista, solo para encontrarse con ojos tan grises como los de Regulus pero con una ira torrencial dentro. 

Sirius Black. 

El Gryffindor tiene un marcado ceño fruncido mientras analiza cómo Regulus se sienta despreocupado a su lado, pide su apoyo durante la discusión y se mantiene cerca. Puede ver sus ojos moverse al ritmo de sus pensamientos. Cada vello en su cuerpo se eriza por inercia al ver como la postura de Black cambia, como un perro en posición de caza. 

En el momento en que esos ojos grises chocan con los suyos, lo sabe; Black está enojado. 

Y Sirius Black tiene un record de hacer su enojo el problema de todos. 

Le mantiene la mirada a Black. Esta no es la calle de la Hilandera, Black no es Tobías y en Hogwarts, Severus no depende de su raquítico cuerpo para sobreponerse, ahí su varita está al alcance, su magia lista para fluir y su almacén de hechizos a reventar. Y no planea dejar que el enojo de un pomposo cabrón cambie eso, ni uno ni cuatro. 

Ese enojo va a salir contra él, lo sabe, pero eso no significa que no tenga el propio. 

Después de todo, eso son para el otro: un saco de boxeo para dejar salir sus iras y frustraciones. Y si Black quiere desahogarse contra él, él no planea contenerse tampoco. 

Un reto no hablado pero bien entendido. 

Ninguno va a retroceder del otro. 

Potter dice algo que llama la atención de Black, rompiendo así su pelea de miradas. Severus rueda los ojos y sigue comiendo. Tendría que ir con cuidado esta semana. 







 

 

—Mientras su modo no sea obligarte…

—No lo es— asegura Severus con una sonrisa. —Ahora, ¿Quieres hacer la tarea? Porque creo que si empezamos ahora podríamos acabar…en dos horas. —Cambia el tema a lo que originalmente estaban hablando.

La tarea de transfiguraciones estaba cada vez más compleja, y si quería tener negocio esa tarde para poder comprar más ingredientes, debía tenerla lista para después solo pasarla. 

—De acuerdo— acepta Lily, aun algo tocada de su discusión. 

Ella aun no entendía muchas cosas y no le gustaba demasiadas otras. Pero aun así quería pasar algo de tiempo con Severus, por lo que lo mejor es dejarlo por la paz.

Van juntos a la biblioteca, años de estar juntos les da una coordinación y sincronía no hablada para moverse entre los estantes, tomando los libros que creen serán útiles y después tomando asiento en la mesa que mejor se acomoda a sus necesidades. 

Desde ahí todo fluye como agua, como siempre ha sido, con Severus siendo esa presencia tranquila e inteligente que sabe buscar los textos en los libros. Es fácil estar con él cuando están así, sin fingir, sin máscaras, solo ellos dos, dos jóvenes magos que buscan los detalles de la magia. 

—Espera, esto lo vi en otro libro. 

—Yo también, vamos. 

Se levantaron, yendo cada uno por el libro en su mente, no le sorprendería que el ejemplar que tome Severus sea mejor para explicar el tema, Severus tendía a encontrar la mejor calidad entre el mar de información a su disposición. 

Logra encontrarlo rápido, no era un título muy usado, lo abre solo para confirmar que es el que busca, se apresura a ir de regreso en la mesa, sus ojos buceando entre las páginas para encontrar el capítulo con la información que necesitan. 

No notó a quienes venían del otro lado. 

Lo único que noto fue chocar contra alguien y caer al suelo por la fuerza del impacto. El libro en sus manos termina tirado por ahí y siente en sus manos y rodillas el escozor del golpe contra la piedra. 

—¡Mira por donde vas, sangre sucia! 

La disculpa muere en su boca cuando alza la vista y se encuentra con un par de cabelleras cobrizas y ojos tétricamente azules. Rostros tan pálidos que compiten con esculturas de porcelana, pero con el filo de una daga: Los gemelos Carrow. 

Amycus parado detrás y deteniendo a su hermana, seguro él es la razón por la que ella no cayó al suelo como Lily, mientras Alecto Carrow se acomoda la ropa, disgustada y frustrada, diría que asqueada. 

Asqueada de haberla tocado, de haber sido tocada por una forma de vida tan inferior a ella, porque es así como los sangre puras ven a Lily, la ven como un bicho, como un enfermedad que no se debe tocar ni acercar. Una que contamina sus perfectas ropas, pieles y mundo con su sucia existencia. 

—Carrow, Lo siento, fue un accidente— trata de mantener la calma pese al enojo que siente. 

—Perder tu mano será un accidente— sisea Amycus, soltando a su hermana y varita en mano, Lily se da cuenta con horror que su propia varita está abandonada en la mesa. 

Amycus podría hacerlo, mandar un diffindo a su mano y salir bien parado, porque su apellido significa todo en el mundo en el que están y el de ella no. De entre los dos, Amycus era más agresivo y violento, más fuerte y siempre pegado a su gemela, su varita carga el registro de maldiciones y hechizos que han lastimado a otros sin castigo alguno

Pero Alecto interviene, negando los deseos de su hermano y señalando con su mentón al fondo de la biblioteca. Sea lo que sea que quieran, es suficiente para que decidan que no vale la pena distraerse con una sangre sucia. 

—A la próxima que me toques, te arranco la mano— es lo último que le dice Alecto antes de rodearla, carajo, incluso mueve su túnica para que la tela no la roce, y sigue su camino. 

Lily los ve seguir caminando. Entonces Severus aparece, igual de distraído que ella, con el libro en manos y su nariz enterrada en él, seguro farfullando detalles. Lily quiere gritar y advertirle que los gemelos están cerca, que tenga cuidado, pero otra vez, no tiene oportunidad de decir nada. 

Porque Severus ya chocó con Amycus Carrow. 

Pero…él no cae al suelo. 

Amycus tomó con fuerza suficiente el brazo de Severus, evitando así que caiga al suelo y jalándole casi sin esfuerzo a la estabilidad otra vez. Severus se tensa, la ansiedad es obvia en su mirada cuando recupera el equilibrio y se da cuenta de que está obligado a hablar con alguien más.

—Lo siento— se disculpa Severus, pero al reconocer a Amycus, la tensión en su cuerpo se va. Su expresión ansiosa se endurece hasta ser una seria y formal —Carrow, buenas tardes— saluda tan tranquilo. Se endereza como normalmente no lo hace. 

—Snape, que agradable verte— saluda Alecto, sonrisa en boca y acercándose, su mano cayendo en el hombro de su amigo. Severus la deja, sin reaccionar la gran cosa —¿Cómo estás? 

—Me encuentro entero, gracias, ¿Y espero que sea lo mismo para ustedes? —sigue la plática con un tono y modalidad que no se aprende en la Hilandera. 

—El aire de esta semana nos sentó mejor—le responde Amycus, soltando su brazo por fin. Pero Severus no se alejó ni retrocedió, si no que mantuvo una postura recta y serena—Dime, ¿qué haces aquí? Pensé que estarías con Klaus o Edmund.

—Mantengo un promedio.  

—Razonable— responde Alecto, se pasea alrededor de Severus como un gato alrededor de un pajarito. Lo toca sin problemas, nada asqueada, emocionada y con algo en mente, hasta pasarse al otro lado de Severus, casi trepada en él—Puedo respetar a un hombre ocupado, pero me gustaría tener una palabra contigo cuando estés libre. — Le dice mientras juega con un mechón de su cabello cobrizo, enredando y desenredando de sus dedos a centímetros del rostro de Severus, se lo muestra y enseña con insistencia.

Severus analiza el mecho que es puesto frente a sus ojos antes de asentir.

—Por supuesto. En cuanto tenga tiempo en mis manos, podemos hablar.

—Perfecto—sonríe ella, se aleja de Severus y le dedica un asentimiento con cara ladeada que Severus responde, (etiqueta de sangre puras)—, me alegro verte, nos vemos después. —Y salió tan campante como llegó.  

Amycus le dedicó un asentimiento de despedida a Severus, esta vez, los dos viéndose a los ojos, antes de seguir a su hermana. Severus regresó a su camino original, pero su vista fue a Lily. 

No fue hasta ver la expresión confundida y algo espantada de Severus que Lily se dio cuenta que seguía en el suelo, no se había levantado desde que chocó con Alecto. 

—¡Lily! —corrió hasta donde ella, sosteniendo su brazo para ayudarla a levantarse. —¿Qué pasó? ¿Estás bien? 

—Sí…solo choque con Carrow. 

Carrow…los mismos gemelos que la habían insultado y mirado con asco, si no hubieran ido con prisa la habrían hecho sufrir, eran los mismos que habían saludado y platicado con Severus, tocarlo no era un insulto, no era asqueroso, no. Severus tenía tratos con gente tan cruel como ellos y por eso no lo consideran sucio. 

¿Como Severus podía estar con ellos? ¿Cómo podía llevarse bien con gente tan cruel?

—¿Pero te lastimaste? 

—No, no, estoy bien— niega, aun ida en sus pensamientos. 

—De acuerdo .... ehm, yo conseguí el libro. 

—Cierto, la tarea. 

¿Qué fue eso? ¿Como? Los sangres puras son todos unos puristas que tratan a los que son distintos como tierra bajo el zapato, pero Severus puede moverse entre ellos. 

Vio la forma en la que Severus cambió su postura, su tono, incluso sus aires, su amigo estaba todo el tiempo usando una máscara alrededor de ellos para encajar, hacía todo lo que ellos hacían en una especie de mecanismo de copiado, los imitaba ¿Y para qué? Para al final terminar por ser desechado por no ser suficiente, no tener el dinero ni el linaje para pertenecer. Tanta energía y esmero gastado para nada, porque hay realidades que no cambian. 

Ella no puede cambiar que en este mundo es una sangre sucia, y Severus tampoco puede hacerlo. Pero él podía mentir y ella no. 

Fue difícil salir de su tren de pensamientos, cada vez que sentía ardor en sus rodillas, su mente regresaba al incidente de recién. Y se agrevementaba. Porque con cada segundo de meditación, más cosas se agregan a la mezcla. 

Ahora fueron los gemelos Carrow, pero esos dos buitres no eran los únicos con los que Severus se juntaba. Durante las comidas pasaba el tiempo con Rosier, sin importarle los deslices de gritos de este, pasa horas con el hermano menor de Sirius, después juega con objetos encantados en compañía de Avery, no tiene problemas en detenerse y solo charlar con Narcissa Black, la rubia, pese a ser años mayor que él, le sonríe y hablan, incluso enredan sus brazos para caminar juntos. Ella corrigiendo su postura, pero cada vez lo corrige menos, porque cada vez Severus se va enderezando más. 

Cada vez que lo ve por el pasillo, camina con la frente en alto, su túnica ondeando tras sus pasos y mirando todo con el mismo desprecio de sus compañeros de casa. 

Y no quiere ni siquiera pensar en Mulciber. Mulciber, ese maldito loco. Severus siempre está pegado a él y viceversa, hay pocos momentos del día cuando se puede ver a uno sin el otro. Siempre, si Severus está en algún lado, Mulciber no está muy lejos. 

Y si Mulciber está en otro lado, lleva a Severus consigo. 

Como si fuera un niño que lleva un juguete. Y Severus lo permite, lo permite todo el tiempo. Incluso ahora con el partido, un evento que tiene todo lo que Severus odia: mucho ruido, demasiada gente, estar bajo el sol mucho rato y pocos lugares para estar cómodo. Pero ahí va, va a ir porque Mulciber se lo dijo. Porque Mulciber exige su presencia y Severus no se pudo negar. 

Mulciber era el peor de todos los que estaban a su alrededor por el mero hecho de ser quien más exigía de Severus. Exigía su tiempo, su atención y disposición, porque Merlín prohíba que Severus tenga planes con ella porque Mulciber se enoja y Severus cancela con tal de tenerlo contento. 

Severus nota su humor tenso, pero no comenta nada al respecto, no queriendo empeorarlo o sin saber cómo, y no lo culpa por ello, probablemente está pensando que su encuentro con Carrow le amargó la tarde, y no está mal del todo, solo no está completo. 

—Snape. 

Ambos voltearon, esa tarde se volvió aún más ácida: Evan Rosier. 

Rosier aún lleva parte de su uniforme de Quidditch, su mirada cae sobre Lily y su ceño se frunce con hastío. Una piedra se agrega al estómago de Lily, otra sangre pura que la mira como si fuera basura. Rosier la ignora en son de ir con Severus, deteniéndose enfrente del otro con los brazos cruzados sobre el pecho, indiferente, serio. Parado junto a donde está sentado Severus, imponiendo su presencia pese a no querer reconocer la de ella y a medias la del Slytherin. 

—Dame la tarea— no lo pregunta, no lo pide, lo exige. 

Lily quiere abrir la boca y soltar un par de verdades, pero Severus a su lado solo le extiende el pergamino que recién terminado. Rosier lo toma sin cuidado y abre, leyendo la tinta, sin decir nada, se quedan en silencio. 

A oídos de Lily al menos. Porque ella no escucha el susurro de Rosier ni puede saber cómo Severus recibió su presencia en su mente, su plática ahora bajo la privacidad de la invisibilidad. 

“¿Hace cuanto termino la practica?”

“Poco menos de 5 minutos, Klaus aún debe estar en las duchas pero a como es de desesperado por estar donde tú estés, no tardará más de 2 minutos en venirte a buscar y encontrarse con tu….amiguita” 

“¿Por cuánto tiempo puedes distraerlo?”

“Dos horas, con suerte, tres” 

“Si lo distraer tres, te devuelvo tres de los nueve galones que me pagaste por ese pergamino” 

“Tres horas serán” 

Y con eso sus mentes se separaron, Rosier volvió a enrollar el papel y se fue sin decir nada más, para calma de Severus y coraje de Lily. 

—¿Por qué se lo permites? —susurra Lily, llamando la atención de Severus. 

—¿Perdón? 

—¿Por qué se lo permites? —repite, más fuerte pero no lo suficiente para llamar la atención de Pince. 

—¿Permitirle que? —pregunta Severus, confundido. 

—¿Por qué le permites venir y exigir tu esfuerzo así? Ahora tendrá tu misma calificación y no hizo ni la mitad de esfuerzo que tú, ¿Porque le permites venir y abusarte? 

Severus parpadea, confundido, pensó que ya habían superado eso.

—Evan no está abusandome— en lo absoluto, fue su idea el trato, fue su idea venderle la tarea antes que Evan se la pidiera, el pago de adelantado solo para asegurarse de que no cambiaría de opinión. 

—¿Entonces cómo llamas a lo de ahora? Viene, toma de ti lo que quiere, ni siquiera te agradece y se va —refuta. 

Los libros y pergaminos quedan olvidados ante la nueva atmósfera. Lily está enojada y exige explicaciones que Severus sabe que le van a molestar más que calmar. 

—Hicimos un trato, me pagó por esa tarea. 

Y como bien sabía, esa respuesta no fue la mejor. 

—Claro, porque esos pomposos cabrones piensan que pueden pagar para que todo esté resuelto, y tú permites que le pongan un precio a tu trabajo. Les da más razones para pensar que tiene poder por sobre todo lo demás y no es justo. 

—Es solo una tarea.

—¡Es el principio! ¡Tiene dinero, no tiene interés en esforzarse y logra salir con el mismo promedio que alguien talentoso como tú! ¡No es justo! ¡Él debería estar haciendo lo mismo que nosotros!

—Sí, no es ético, pero si ambos salimos beneficiados con esto, no tiene injusticia.

—¡La tiene para mí! ¡A mí no me pago y aun así saldrá más arriba que yo gracias a que tú le hiciste la tarea!

—Estoy tratando de hacer lo mejor de mi situación, es una buena oportunidad— susurra de regreso, sintiendo la irritación subir por su espalda. 

—¿Y lo mejor es solo ser una máquina de tareas para ellos? ¿Ser su sirviente para cualquier recado que se les ocurra? ¿Dejar que tomen a cambio de algunas monedas? ¡¿Eso en qué te beneficia?! ¡¿Cómo es una buena oportunidad ser su sirviente?!

—¡En que necesito dinero para vivir, Lily! — le regresa voraz, más fuerte y duro de lo que quiere, pero odia ser sermoneado por intentar seguir adelante y ganar algo por sí mismo, odia que piense tan mal de una necesidad— ¡Necesito dinero para materiales y ropa! ¡Para tener al menos una o dos prendas de ropa que no se estén cayendo a pedazos! ¡Necesito dinero para poder practicar pociones! ¡Y casualmente estoy rodeado de gente forrada de dinero que no tienen reparo en gastar en lo que sea que les prometa un buen rato! —suelta de una, ignora como todos se alejan y él se acerca a Lily, así solo ella escuchara lo que dirá después, no necesita chismes corriendo por la escuela— Tal vez lo olvidaste porque tú tienes el privilegio de una familia real. Pero yo no, apenas y tenemos dinero para comer y con lo que estos “pomposos cabrones” están dispuestos a pagar con tal de holgazanear a gusto, yo puedo sobrevivir un rato más. 

Es cierto, porque si Lily quiere jugar la carta de la desventaja y minoría, Severus está aún más abajo. Y es obvio por la forma en la que esos ojos verdes sueltan chispas de enojo que no lo había pensado de ese modo hasta ahora. No pensó que de verdad necesitaba el dinero y no pensó que tal vez valiese la pena lidiar con ellos si suponía una promesa para mejorar. Severus no huyó de la ira verde, así como Lily no se retractó ante la irritación negra. 

—Son malas personas— susurra. —Todos ellos son malas personas con demasiado poder y tú les das más. 

“Las buenas personas no pagan a los demás por recados” piensa vagamente. 

—Lo son. —acepta, porque es verdad, no son la gente con la mayor moral, pero son las que lo salvan de ahogarse en un mundo que lo odia. 

—Y temo por ti— continua. Ahí está, la verdadera motivación fuera del enojo y la ira. Severus suspiró y se volteó por completo a verla. —Todos ellos piden demasiado de ti, te exigen ser alguien que no eres, te olvidas de que te gusta, de que prefieres y te pones en situaciones difíciles. Les permites dictar el curso de tu vida y acciones como si fueran los dueños para al final dejarte fuera. Y eso no puede terminar bien para ti, todos ellos te llevan por un camino doloroso y oscuro, debes alejarte. 

—No puedo hacer eso. 

—Sé que no puedes cortarlos y ya, vives con ellos, pero debes comenzar a alejarse, alejarte de sus influencias y palabras, marcar límites y distancia para que ya no te sigan arrastrando a un lado del mundo tan bizarro y oscuro. Escucharlos y aferrarte a ellos no significara nada bueno para ti. 

¿Cómo puede decir eso? Sí, tenían morales cuestionables, sí, eran crueles con todo lo que era diferente, pero eso no era único de ellos, todo ser humano es cruel y temeroso de lo que no conoce, no es justo apuntarlos con el dedo cuando los moretones de las bromas pasadas siguen en la piel de Severus, no es justo porque Lily no los conoce y les teme por eso. Le pide alejarse de las únicas personas que le han mostrado una mano amiga. 

—Estoy segura de que hay muchos factores, pero no debe crecer más— le dice. —Aléjate de Mulciber, él es peor que los demás.

—No lo es, Lily.

—No me convencerás de lo contrario cunado yo lo he visto atormentar a Burboge.

—No puedo, pero yo lo sé.

Alejarse de Klaus.

Ese pensamiento hace su estómago retorcerse. Recordando todas las veces que han reído juntos, los hechizos que han practicado, como Klaus le enseñó el arte de transfiguraciones y él le enseñó el arte de la Legeremancia, con Klaus era todo tan sencillo, Klaus lo escuchaba, lo respetaba, animaba y apreciaba por quien era y lo que podía dar. No podía alejarse de él ... .no quería alejarse de Klaus. No cuando sus magias se reconocen como amigas, no cuando cada músculo de su cuerpo se relaja cuando lo distingue entre las sombras, a sabiendas que su cercanía significa seguridad. En un mundo donde él es detestado, Klaus es como la sombra que lo abraza, oculta y protege de todos los daños. 

Protege sus pociones de los tarados que las arruinan, protege su espalda de varitas enemigas. 

Pero esas palabras nunca abandonan sus pensamientos, se quedan ahí, porque no puede hablar y no puede decírselas a Lily. 

—Es complicado. —Se limita a decir, porque también está al tanto que Lily no escuchara ninguna explicación.

Los dos ignoran que su conversación no es secreta. 

Ignoran los ojos dorados que brillan en la oscuridad, escondidos. Brillantes de ira. 

Detrás del librero, las manos de Klaus aprietan la madera del mueble con tanta fuerza que sus nudillos van tornándose blancos. Sus uñas se afilan fuera de su control y los libor cercanos son presionados contra el estante, empujados por su tensa magia, la cual oscurece todo alrededor, nadie podría acercarse, aunque quisieran, no sin ser expulsados o quemados, porque Klaus Mulciber está enojado.

Salió de su práctica, emocionado por ir con Severus para ponerse de acuerdo para el partido de mañana, pero tiene a Evan jalándolo a todos lados, sin importarle sus quejas y sin responder sus preguntas a porque tan raro comportamiento, tiene que escaparse de él y buscar a Severus, gracias a los gemelos pudo saber que estaba en la biblioteca, y Alecto se encargo de avisarle que no estaba solo.

La irritación en su voz fue suficiente para saber que no se trataba de ningún Black, ni de Edmund, si no de ella.

Esa maldita sangre sucia.

Esa que se mete donde no la llaman, imponiendo su opinión sobre la vida de Severus, diciendo que ella era buena, que ella sabía mejor, pero no sabía nada. Ella era una ignorante hipócrita. ¿Cómo se atrevía a decir que ellos eran mala influencia para Severus? ¿Acaso no ve lo que su influencia causa en él? Sus estúpidos compañeros de casa le hacen la vida un infierno, pero claro, ellos, que le enseñan a Severus una forma de defenderse, son los malos del cuento, son los villanos oscuros que arrastran a otro a un camino de dolor y destrucción. Por la cabeza de esa estúpida no pasa que ellos no jalan a nadie, que Severus es arrojado sin piedad, pateado cuando ya esta en el suelo sin oportunidad de defenderse.

¿Alejarse de ellos? ¡¿Alejarse de él?! ¿Y qué? ¿Quedarse con ella? ¿Ponerse en una posición vulnerable para ser pisoteado, lastimado y maldecido por más hipócritas? ¿Desperdiciar su talento en las Artes Oscuras por tenerla a ella contenta? ¿Por obedecer las ordenes y sentido de moral de alguien que apenas se entero de la magia hace menos de cinco años? ¿Dejar a una novata guiar hacia la puta nada?

Ella no sabe un carajo del mundo mágico, lo más lejos que ha estado es Hogsmeade, y tiene el descaro de hablar como si conociera todo, como si conociera sus leyes y cultura general, no sabe nada, NADA, y Severus, carajo, con el mismo tiempo de estar, Severus conoce todo, escucha, aprende y se interesa, hay una oportunidad para él. Y ella quiere arrebatarle esa oportunidad para tenerlo a su nivel.

No, ella no tiene ningún derecho de decir que esta bien y que esta mal, quien es malvado y quien es bueno. No cuando son sus compañeros de casa los que atormentan a otros, no cuando hay un Black que usa su influencia en alguien más débil que él solo porque sí, sin siquiera darse cuenta de que solo es otro más del motón con una corbata distinta. ¿Dónde estaba ella cuando la broma de los merodeadores tuvo a Severus tres días en cama porque sus pulmones se llenaron de slime? ¿Dónde estaba ella cuando Severus estuvo ciego por un día porque la diamantina no salía de sus ojos? ¿Dónde estaba ella cuando Severus paso la noche en vela retorciéndose de dolor?

No estuvo ahí. Klaus sí.

Él sostuvo a Severus para que pudiera respirar, él lo guio cuando no podía ver, él paso la noche a su lado, intentando calmar su dolor. Porque Severus era SU amigo, ella podrá ser de antes, pero ella no entiende que ya no es un niño cualquiera, que ahora Severus es un mago, que tiene enemigos y aliados, que esa estúpida moral y montón de reglas lo ponen en una situación vulnerable y le traen un dolor que no merece.

Aprieta tanto la mandíbula que sus dientes duelen.

No, no va a permitirlo, no va a permitir que una estúpida pendeja se lleve a la única persona que no se asusta de sus ojos y dientes, no va a llevarse a quien lo entiende, cuida y acepta, porque Severus es abierto de mente y le encanta todo lo que Klaus puede ofrecer. Nadie, absolutamente nadie, puede ver su sonrisa y relajarse tanto, solo Severus.

Ella no tiene ningún puto derecho a llevarse a Severus de su lado.

Los ve irse, ignorantes a su presencia. Sus garras se entierran en la madera cuando los brazos de esa sangre sucia se cierran sobre el costado de Severus en un medio abrazo.

Hunde un grito de ira, solo saliendo de su garganta un gruñido casi animal mientras araña el mueble. Le importan un carajo las poderosas llamaradas que estallan de la madera mientras ve por donde se fueron, respirando como una bestia.

Un susurro y el fuego se va, pero el fuego de su ira sigue ahí.

No va a dejar que eso pase, jamás.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Después de estudiar con Lily, se fueron por caminos separados, la discusión que tuvieron aun en el aire, no eran de pelear mucho y ahora iban dos veces en el mismo día, un pensamiento no hablado de darse espacio para calmarse y poner en orden sus ideas, no estaban demasiado enojados, mañana podrían hablar mejor las cosas. Por lo que decidió solo ceder e irse.

Al llegar a la habitación se encontró con Edmund, sentando en el suelo, sobre una alfombra y un par de cojines, con cartas en la mano.

—Severus— lo saluda Edmund, jugando solitario con cartas de Snap Explosivo.

—Edmund, —Lo saluda de regreso, dejando sus cosas a pies de su cama. —¿Sabes donde esta Klaus? Pensé que ya estaría aquí.

Edmund negó.

—Vino, se cambió y volvió a salir, Evan estaba con él, pero a juzgar por como Evan regreso veinte minutos después preguntado si estaba aquí, adivino que se le escapó— le resume mientras barajea sus cartas de nuevo.

Así que Evan perdió a Klaus, Klaus, pese a ser grande, era bastante ágil para escabullirse entre las sombras, no le sorprendería en lo más mínimo. Bueno, al menos no hubo accidentes que involucraran a Lily, podía darse por bien servido. Ya escucharía rumores sobre los de primer año viendo los ojos de una bestia en la oscuridad, sí, los ojos de Klaus brillan en la oscuridad y abusa de eso constantemente para su propia diversión.

—Esos dos son un caso— suspira, ya sintiendo el dolor de cabeza. Se quita la túnica de encima y se cambia en prendas más cómodas para pasar la tarde noche, no cree ir a cenar, no se siente con hambre.

Cuando sale del baño, recién cambiado y con el cabello recogido para más comodidad, Edmund vuelve a hablar.

—¿Aceptarías jugar una ronda de Snap Explosivo? —le ofrece, levantando las cartas— un poco más de solitario y me convertiré en un ermitaño sin haber alcanzado ni los veinte.

Severus resopla divertido antes eso.

—Claro, mientras puedas aceptar una derrota.

—Como si me pudieras ganar.

—Oh, claro que puedo.

—Demuéstralo.

Un poco de charla en vano, una forma de provocarse sin hacer real daño, por lo que Severus se ríe por lo bajo y toma asiento frente a Edmund, al instante recibiendo un manojo de cartas. A Edmund le encanta jugar juegos de mesa, es un gran compañero de juego en ajedrez, por lo que Severus nunca rechaza una ronda de cualquier juego con él.

Estaban en su tercera ronda cuando la puerta se abrió de un solo golpe. Ambos voltearon.

—¿Klaus? —Severus pregunta, bajando sus cartas en preocupación.

Todo en Klaus gritaba ira, su postura, su magia, su expresión y la tensión en su cuerpo, como si estuviera echo de madera, sus ojos dorados brillando más que de costumbre. Pero Klaus no dijo nada, sus ojos fijos en Severus, quien ya estaba preocupándose.

Klaus cerró la puerta, se quitó las túnicas exteriores hasta solo quedar en camisa de tirantes, (Severus hizo un esfuerzo inhumano por no mirar sus brazos trabajos o su pecho marcado) y fue a donde ellos dos. Cualquier duda de que pasa quedo congelada cuando Klaus, quitado de la pena, se tiro al piso y puso su cabeza sobre el regazo de Severus. Sus ojos cerrados y brazos cruzados, en peso muerto, no habría poder humano que lo moviera de esa posición.

Severus y Edmund intercambiaron una mirada confundida.

¿Qué acaba de pasar?

Severus deja sus cartas a un lado, su atención ahora sobre el mago en su regazo.

—¿Klaus? —vuelve a llamar, una de sus manos tomando el hombro del moreno, esta caliente, como siempre, pero es suficiente para que abra sus ojos y lo mire otra vez. —¿Estas bien? ¿Qué pasa?

—Gente estúpida, eso pasa.

—Eso no me dice nada— alza una ceja Severus, pero no puede decir más cuando la mano de Klaus cae sobre la suya, sujetándola ahí.

—Estoy cansado, por favor, ¿puedo quedarme así? —cualquier enojo, disgusto o molestia fue olvidada en esa pregunta, su voz tomando un tono dulce, casi suplicante. Y su mirada se suaviza, algo asusta a Klaus, pero no va a decirlo.

Tal vez está nervioso por mañana, tal vez discutió con sus padres, no puede saberlo hasta que Klaus se lo diga o se lo muestre. Si fuera alguien más diría que no, se levantaría y lo mandaría al diablo, le diría que fuera al psicólogo, pero esa mirada en Klaus, esa aura, la magia que alcanza la suya como si fuera un abrazo pudo con él. El corazón latiendo en su pecho más fuerte y con una decisión ya hecha.

 Por lo que Severus suspira y asiente, dando un ligero apretón al hombro de su compañero y volver a tomar sus cartas.

Edmund le manda una mirada divertida que Severus regresa y continúan con su juego.

Jugaron, la tensión e incomodidad pronto se fueron por completo, el cuarto cayendo otra vez en una esfera de paz y calma. Severus se muerde el interioir del labio, pensando, analizando sus opciones y específicamente del juego. Después de lo que parece una eternidad, cede a su deseo.

Toma sus cartas con una mano mientras la otra se acerca a la cabeza del mago en su regazo, tentativamente, como si estuviera por tocar dinamita o a un dragón.

Él primer toque es tan ligero que podría ser confundido con el de un fantasma, sus dedos apenas rosaron el giro del cabello. Ese cosquilleo le dio valor para el segundo, el segundo es de lleno. Finge demencia cuando los ojos de Klaus se abren otra vez, viéndolo, sorprendido.

Esta tentado a alejar su mano, a retractarse y fingir que nada paso, pero Klaus lo vence en reaccionar, soltando un profundo respirar y ladeando su cabeza, así dándole acceso completo a su cuero cabelludo.

Nadie dice nada sobre como de vez en vez, la mano de Severus suelta su baraja de cartas y cae sobre la cabeza de Klaus, acariciando sus salvajes risos, peinándolos sin rumbo, ni del leve carmín en sus mejillas ni de la silenciosa satisfacción de Klaus ante el pequeño masaje.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Ese día, el partido fue…atroz.

Klaus estaba…extraño. No sabe que cambio en él, pero desde anoche, lo tiene aun más pegado que de costumbre, esta serio y en constante pensamiento, durante todo el día habla menos.

La escuela no estaba tan llena, siendo sábado y con parte del alumnado en Hogsmeade y con la otra esperando el partido, el lugar estaba dividido. Fueron a las jardineras a disfrutar del buen clima, Severus sentado bajo la sombra del gran árbol, Edmund a su lado, los dos demasiado ensimismados con un amuleto que Edmund logró robar de la colección de su padre, saben que está maldito, pero quieren saber más: de que, por quien, para que, como, y todo ese tipo de cosas.

Klaus estaba sentado a su otro lado, sin mucho interés en el collar, más en lanzar y atrapar la pelota en sus manos.

—Klaus. —de repente llama Evan, —Nott nos espera en el campo.

Klaus asiente, levantándose, pero aun sin seguir a Evan, en su lugar, se voltea hacia Severus. Quien, por primera vez en todo el día, ve la sonrisa colmilluda tan conocida, el brillo travieso y determinado en esos ojos dorados.

—Apláudeme fuerte, Verus— pide con esa sonrisa.

—Juega bien, Klaus— le responde, sonriéndole de regreso. Klaus se ríe por lo bajo antes de hacer una dramática reverencia.

—Destrozare a los otros tanto que temblaran de solo ver la escoba— hace su tétrica promesa con los ojos, la sonrisa y el hambre voraz de un depredador que caza por diversión—, solo para ti— y con eso, se endereza y se va con Evan, ambos de camino a las canchas.

No sabe si es algo que todos hacen, una superstición o por razones de salud, pero siempre, una hora y media antes del partido de Quidditch, todos los jugadores del equipo van a las canchas y entrenan, un calentamiento ligero que los despierta sin cansarlos.

—Ah, os destrozare para ti— escucha la voz de Edmund a su lado, se voltea, solo para encontrarlo en posición de dama en apuros mientras sigue imitando— Sí, Klaus, destroza a mis enemigos, así me casare contigo.

—¡Tu cállate! —empuja a Edmund, este se deja caer dramáticamente sobre su costado, solo para girar y mantener su acto de sufrido.

—¡Eh! ¡Me han herido! ¡Si tan solo tuviera un caballero que me salve y defienda!

—Eres impresionantemente inmaduro para lo serio que te ves— Severus se cruza de brazos, ocultando su vergüenza en critica. Pero Edmund no se la compra, volviendo a sentarse, más cerca que antes.

—Y tu eres más denso para lo oscuro que te ves—le regresa, —no me vas a decir que eso— señala por donde Klaus se fue— fue cosa de todos los días.

—Ese solo fue Klaus siendo Klaus.  

—Ajá, y ayer no había una cama justo a lado suya.

—¡E-Eso! —sintió el bochorno volver a subir por su cuello hasta su rostro —Él estaba enojado y-y yo solo-

—Aprovechaste para usar el botón de calma que tiene en la cabeza.

—Estas inventando cosas— se cruza de brazos, desvía la mirada y vuelve a recargase en el tronco del árbol, mordiendo el interior de su labio para no reaccionar ante la risita de Edmund.

—Vamos Severus, ya suelta la sopa. —trata de convencerlo mientras lo imita y se sienta a su lado, viendo el cielo frente a ellos, el collar con el que estaban experimentado ya olvidado en una bolsa dentro de la túnica de Edmund. —Me han dicho que soy muy bueno escuchando y dando consejos de amor— presume, pero Severus solo alza la ceja.

—Lo que tú quieres es chismosear—lo acusa.

—Sí, pero eso no evita que de buenos consejos.

Severus niega.

—No hay que consejos de dar porque no hay una situación que los amerite. —insiste Severus.

No, se niega. Se niega a pensar en Klaus así, en su amistad de ese modo. Sí, es extraño, diferente a como se sienten las cosas con Lily, MUY diferente en más de un sentido. Pero no quería pensar en las implicaciones, porque, aunque este logrando cavar un lugar en ese mundo, no olvida las reglas, las expectativas y la realidad que lo rodea. No olvida las palabras de Lucius sobre las expectativas de los herederos y los hijos, recuerda las palabras de Narcissa sobre pensar en el bien de cada dinastía. Como todos se casan y se unen bajo el estándar de ser la mejor adición para su línea.

Y él no era la mejor adición para ninguna línea. Lo tenía claro.

Edmund lo ojeo por unos segundos antes de reírse un poco.

—Eres tan terco que no vas a ceder hasta que la verdad de golpe en la cara, y mira que incluso así vas a seguir de necio.

—Uy, tenlo por seguro.

—Anotado. —Ambos se quedan en silencio un momento, una no conversación flota en el aire hasta que Edmund se gira para verlo, —No te voy a obligar a aceptar mi opinión, ni mi idea de lo que pasa, después de todo, la relación que tengas con Klaus es solo tuya y de él, nadie debería meterse con sus opiniones ni forzarte a tomar una acción que no nace de ti— habla tan tranquilo, incapaz de saber como sus palabras corren como agua sobre sus piel, sobre los moretones de la discusiones pasadas, no puede saber que tan exacto es lo que le dice. —Pero… como tu amigo, creo que deberías darte la oportunidad de pensar, de sentir.

—¿A que te refieres con eso?

Edmund se la piensa un poco, se aleja del árbol para explicar su punto.

—Ve a Klaus y piensa, piensa en lo que sientes. Permite que tus sensaciones fluyan y después piensa en porque, como. Siente y luego piensa, en ese orden, porque cuando lo haces al revés, te limitas a ti mismo y te censuras a lo inútil.

—Si siguiera ese consejo en mi día a día, ya estaría en Azkaban.

Edmund sonríe divertido por su respuesta mientras Severus niega para si mismo, no, todo ese asunto no tenía sentido ni futuro. Fiel a su palabra, Edmund no presiono ni dijo nada más del tema. Pasarón el tiempo juntos hasta que llegó la hora del partido, ambos se levantaron y tomaron camino.

El campo de Quidditch se llenó rápidamente, lograron abrirse camino entre el alumnado, trato de divisar a Lily entre las túnicas, corbatas y banderas rojas, pero no logro encontrarla. Pero fue en vano, no pudo distinguir ni un mechón de cabello de rojo. Hundió el ligero sentimiento de decepción mientras se abren camino entre las personas, buscando lugar.

—¡Ed! ¡Aquí! —los dos voltean ante esa voz.

Pandora Rosier, hermana melliza de Evan Rosier.

Al igual que su hermano, Pandora presumía un hermoso cabello rubio con ojos azulados, sutiles, con rasgos realzados y una piel pálida, la marcada mandíbula que en su hermano se ve imponente, en ella se ve refinada y elegante. Pese a que cada parte de ella grita aristocracia, clase y dinero, Pandora se ve gentil, su rostro en una suave expresión tranquila que invita a acercarse. Como el día y la noche, Evan y Pandora eran iguales y diferentes.

Edmund lo arrastra a donde ella los llama, Pandora tuvo la gentileza de salvarles lugares. Nunca había tratado con ella hasta ese día, se había conformado con verla a lo lejos cada vez que Slytherin compartía clases con Ravenclaw y Evan se plantaba a su lado, o a veces cuando ella iba a sentarse con él durante los banquetes.

—Severus, veo que te animaste a venir— le dice con una sonrisa amable, una de las pocas que son genuinas.

—Entre Klaus y Regulus lo trajeron a rastras— se burla Edmund, Pandora se ríe y Severus rueda los ojos.

—Me alegra de todos modos.

Apenas Pandora termina de hablar, la trompeta de comienzo sonó, robando la atención del momento.             Los aplausos y gritos de la audiencia estallaron cuando las puertas de madera se abrieron y salió desesperado el equipo de Gryffindor, volaron sobre sus escobas, dando vueltas alrededor del campo, presumiendo su velocidad y supuesta fuerza, pero su alarde solo duro un par de segundos antes de que las otras puertas se abrieran de golpe, y como si de un ventarrón se tratara, salió el equipo de Slytherin.

Con ensayada posición y rutina volaron alrededor, sin dispersarse y manteniendo una formación precisa. Esa era la fortaleza de Slytherin; disciplina y estrategia. Cortan el viento como una daga, diferente al brusco volar de los Gryffindor.

Su estómago da un vuelco cuando, entre los jugadores, puede divisar a Klaus. Sus chinos están atados con fuerza para mantenerlos bajo control, sus ojos escaneando las gradas, buscando. Hasta que dan con él, en lo escasos segundos que tiene, Klaus le dedica una sonrisa afilada antes de regresar a la formación y tomar los lugares correspondientes.

Regulus tomó su lugar como buscador. Poniéndose frente a frente con el buscador de Gryffindor, quien le dedica una mirada no muy amable, Black regresa con una más letal. Abajo, Madame Hooch se acerca al cofre que contiene las desesperadas pelotas, ella se cruza de brazos mientras ve a los ansiosos jugadores en el cielo.

—Quiero un juego limpio— advierte, —de ambos lados.

Y Severus no se pierde como Evan y Klaus intercambian miradas con una sonrisita burlona, Klaus nunca juega limpio y Evan no teme secundar sus tácticas.

Las dos Bludger salen disparadas en diferentes direcciones, fieles a su naturaleza caótica, mientras que la Snitch dorada se pasea enfrente de los dos buscadores antes de volar en cualquier dirección. Entonces Hooch tomó la Quaffle, todos se pusieron alertas, como una bomba de tiempo, el mundo se congelo durante los escasos momentos que la maestra sostuvo el balón entre sus manos.

En cuanto la pelota fue aventada al cielo, todo explotó.

Las capas rojas y verdes se avientan como cocodrilos en un lago con tal de atrapar la pelota, siendo Gryffindor más rápido en conseguir el balón, el cazador ganador saliendo a toda velocidad de ahí con la pelota, siendo seguido de cerca por dos Slytherins.

No mentiría, mareaba un poco tener que seguir la pelota con los ojos, aunque aquel chico de segundo encargado de narrar todo partido hacia lo mejor que podía, no podía concentrarse en nada más que ver a Klaus.

Klaus tenía sus ojos en la Quaffle, como siempre que fijaba su atención en una cosa, pero para Severus algo andaba mal: Klaus no estaba yendo por ella, sí, la estaba siguiendo de cerca, pero esa no era toda la velocidad de Klaus, si él hubiera querido, ya habría logrado arrebatar el balón. Extrañado, dio una mirada a Evan, el rubio se mantenía cerca de los aros con el bate en manos, al igual que Klaus, mantenía el ojo en la Quaffle, pero…más parecía concentrado en otra cosa.

Regulus parecía el único ocupado buscando entre el cielo y la tierra la Snitch dorada, moviéndose de aquí para allá. Pero de ahí en fuera, había un extraño matiz de indiferencia y calma de parte de las serpientes, como si estuvieran…

—¿Notas…algo? —susurra Edmund, tanto a Severus como a Pandora.

—Sí.

—Definitivamente.

Pasada de mano en mano, los jugadores se gritaban entre ellos, evitando la intercepción de los Slytherin o sus duros golpes lanzado la bola a quien estuviera más cerca y libre, obligando a las serpientes a cambiar el rumbo de golpe. Entre todo el gritadero dentro del campo, la Quaffle de Potter, quien se dirigió a los aros con la guardia de los dos otros cazadores a sus lados.

—¡10 PUNTOS PARA GRYFFINDOR!

La casa de los leones se volvió un desastre de aplausos y gritos mientras Potter celebra con Black su mínima victoria. Regresa la vista a Klaus, esperando ver un ceño fruncido o una expresión frustrada, pero se sorprende de encontrar una sonrisa satisfecha.

…Acechando.

La realización cae en el cerebro de Severus; estaban acechando.

Sacrificando 10 puntos para decidir como apuntar su juego, ver la dinámica del equipo y buscar los puntos débiles. Pero ahora empieza el juego de verdad. Nott se acerca en su escoba a Klaus, haciendo una seña desconocida para el público. Klaus asiente con demasiado fervor antes de voltearse y hacerle señal a Evan, quien asiente.  

Y la Quaffle es liberada de nueva cuenta. Igual que antes, es Gryffindor quien gana la carrera para atraparla, pero a diferencia de la primera vez, ahora Klaus esta de cacería.

Puede ver como Klaus se pega a su escoba y manda a Zabinni por arriba con tan solo una ceña, ella obedece y va, de repente Klaus se ve como su posición: como un cazador. Rápido, eficiente e inmisericorde, esos dos causan una emboscada a la cazadora Gryffindor.

Todo el estadio reacciona cuando Zabinni ataco desde arriba y Klaus desde abajo, desequilibrando por completo su escoba y mandando al suelo a aquella leona, la Quaffle ahora en manos de Klaus, quien ríe cruel ante su obra.  

Como es de esperarse, ahora todos los leones van tras de Klaus, pero este se pega a Lestrange, dando vueltas uno sobre el otro mientras se pasan la pelota, rápido, por segundos, por milisegundos, hasta que Lestrange, en vez de aventarla a donde Klaus, la lanza para abajo.

Abajo, Nott la recibe y en un segundo esta frente a los anillos, siendo capaz de evadir a Black y lanzar la pelota.

—¡10 PUNTOS PARA SLYTHERIN! —Toda la casa de las serpientes se levanta en aplausos.

Los ojos dorados lo buscan otra vez, buscando su reacción y Severus no puede hacer más que reír y aplaudir bajo la atenta mirada, satisfaciendo el hambriento ego de Klaus por su aprobación y atención.

El juego ahora de verdad comenzó.

Klaus estaba desenfrenado, aferrado a ir por la Quaffle en cada oportunidad, como un lobo que se niega a soltar a su presa, la persigue y consigue sin importar a quien lastime en el proceso. No le importa golpear a la guardiana de Gryffindor, tampoco le importa empujar al cazador y celebra casi derribar al buscador de una sola patada, solo le importa conseguir de regreso la Quaffle y pasarla por los aros.

—Alguien esta enojado— comenta Pandora. —Quiero decir, Klaus siempre es pesado, pero hoy está más violento que de costumbre.

—¿Tu crees? Yo pensé que las cinco faltas eran cosa de todos los días— responde Edmund.

Entonces Potter trata de arrancarla de la mano de Klaus: Grave error.

Klaus sonríe en su dirección y, con todo el peso de su cuerpo, choca a Potter, el Gryffindor es golpeado contra las vigas de madera de las torres, sacando de un solo golpe todo el aliento de sus pulmones, y sin estar contento, la mano de Klaus se cierra sobre el palo de su escoba y jala sin separarse, aun usando su cuerpo y fuerza para presionar al otro contra la construcción, la fricción rompiendo la tela y la madera arañando la piel de desorientado Gryffindor hasta el final. Donde Klaus lo suelta y se da el tiempo de verlo caer.

Black al instante va en camino a atrapar al inconsciente Potter, sin quererlo dejando camino libre a los aros y su espalda. Pues desde atrás, Klaus arrebata el bate de Zabinni y golpea la Bludger en dirección del Gryffindor.

Ambos Gryffindor cayendo al suelo por la ferocidad de Klaus, quien celebra su golpe e ignora masivamente el regaño de Hooch desde el suelo.

Severus se cubre la boca, no por sorpresa o morbo, si no para cubrir la enorme sonrisa de satisfacción y placer que se planta en su cara ante la escena de sus peores tormentos cayendo patéticamente al suelo, medio inconsciente y adoloridos, como muchas veces lo dejaron a él.

Pero un guiño de parte de Klaus le dedica eso con una seña hace que cubra su cara por una razón totalmente distinta.

Ignora como Edmund y Pandora intercambian miradas.

Ver a Klaus jugar era como ver a una pantera cazar.

Espera, acecha, se acerca, persigue y atrapa. Tiene esa facilidad de planear para atacar, la fuerza y la determinación, porque no hay manera de encestar puntos cuando Klaus actúa como una bestia en una cacería y Evan actúa como una bestia defensiva.

Lo más cerca que estuvo Gryffindor a anotar fue cuando cayó uno de los golpeadores, Evan apareciendo de la nada y redirigiendo la Quaffle de un fuerte golpe que noqueó al león, rebotó en su cabeza y termino en manos de Nott.

Los leones lentamente cayendo en un estado de pánico ante la destrucción paso a paso de su equipo, quedaban menos de la mitad de los jugadores de los que habían iniciado, algunos derribado por Nott, otro por Evan, pero casi todos, derribados por Klaus con un solo golpe. La comunicación entre los Slytherin era un misterio, no gritaban entre sí, apenas y se miraban, pero de algún modo sabían lo que el otro iba a hacer antes de que lo hiciera y se encargaba de moverse en la misma sintonía.

Cada vez que anotaban las serpientes, Klaus buscaría la mirada negra, sonriendo cuando cada vez la encuentra sobre él, aplaudiendo por él y para él. Severus nunca se lo diría a nadie, pero parecía que, con cada intercambio, Klaus se volvió más salvaje en su juego.

Severus pensó que ese partido duraría hasta que ya no hubiera más jugadores de Gryffindor que derribar. Pero cortando el cielo como una flecha, Regulus marca el final cuando alza la mano, en su puño la Snitch dorada.

—¡CON 150 PUNTOS MÁS! ¡SLYTHERIN GANA CON UN TOTAL DE 200 PUNTOS A 30!

Todas las serpientes se levantan en auge, emoción, exaltación y victoria, incluso Edmund grita emocionado, festejando la victoria de su casa por sobre la de los leones. Severus se ríe, la cantidad de gente moviéndose, gritando, aplaudiendo y cantando es suficiente para desorientarlo un poco, pero no puede evitar contagiarse del sentido de logro que flota en el ambiente para la casa verde y plata. Los jugadores festehan en el aire antes de regresar al suelo y salir de estadió.

Él se deja arrastrar por Edmund para salir tambien, incluso ya fuera del estadio, las serpientes siguen celebrando la victoria, las burlas a los leones no se hacen esperar mientras los grupos se hacen.

Es peor cuando el equipo sale a pie del estadio, todos corriendo a su lado para felicitarlos con un fanatismo casi extremo, Pandora se separa de ellos para ir con Evan, felicitándolo por su perfecta puntería y Edmund se distrae con uno de los hermanos Lestrange.

De repente se encuentra solo entre la masa de gente, sin estar seguro de que hacer.  

—¿Jugué bien, Verus? —se sobresalta ante la voz de Klaus, volteando sobre sus talones.

Klaus esta frente a él. El sudor cayendo por su frente, respirando pesado y con una mirada expectante, lo ha visto en el uniforme de Quidditch muchas veces antes, entonces no entendía porque ahora lo hacía sentir tan pequeño en comparación ¿Cómo es que su cabello, hecho un desastre como ese, puede hacerlo ver tan… fuerte?

Severus se aclara la garganta, empujando ese pensamiento a lo más profundo de su mente.

—Fue decente— responde seco. Pero Klaus ríe ante su respuesta, importándole poco cualquier cosa, enreda sus brazos en sus hombros y lo atrae hacia él en un medio abrazo.

—Decente, pero me aplaudiste— presume Klaus.

—No iba a ser una lápida— se defiende Severus.

—Fue un juego tan decente que Severus Snape me aplaudió—dramátiza Klaus, apretándolo más contra él.

—Sueltame ya, apestas a sudor— Severus empuja sin verdadera fuerza, una pelea falsa para ser soltado. Pero Klaus no cede.

—Así apestosos me quieres— bromea Klaus, haciendo fuerza en su brazo para evitar que el más delgado se escape. Sin saber como la garganta de Severus se seca un poco y sus mejillas arden un poco.

Gracias a Merlín, no tiene que responder nada cuando alguien más se acerca, otro brazo rodeando sus hombros y reclamando su atención.

—¡Sev! ¡Si viniste! ¡¿Me viste?! —Regulus prácticamente da saltitos a su lado, sonriendo tan grande como normalmente no lo hace— ¡Rompí un récord de velocidad! ¡Y luego ese tarado que ni vuela ni deja volar!  

—Estuviste genial, Regulus, un talentoso buscador, estuviste asombroso— felicita al menor mientras desacomoda su cabello un poco, solo por esta vez no dirá nada sobre el ligero rubor que cubre las mejillas del Black ante sus palabras y gesto.

—¡Oye! ¿Cómo es que yo fui decente y él es asombroso? —Se queja Klaus.

—¡Porque soy mejor y yo soy su favorito! —canturrea Regulus a modo de burla.

—¡Tú, pequeño—! y Klaus intenta acercarse, pero Regulus es más rápido en ponerse tras de Severus, usándolo de escudo y aprovechando que el mestizo aún es más alto que él.  

—Klaus, no lo molestes— defiende Severus, cruzando los brazos sobre su pecho, Regulus se asoma sobre su hombro y le saca la lengua a Klaus, quien abre la boca, indignado.

—Esto no se queda aquí— le advierte a Regulus, quien le sonríe desafiante desde su escondite, pero entonces alguien llama su nombre. Nott lo llama.

—Por ahora sí, despues nos vemos— Severus deja una ultima palmada en la cabeza de Regulus antes de que este fuera a reunirse con su equipo, lo ve correr hasta llegar a donde Nott.

Suspira, listo para irse cuando Klaus vuelve a enrollar un brazo en sus hombros, atrapándolo.

—Oye, no creas que ya fue todo.

—¿Hay una revancha o qué? —hasta donde él entiende, el partido ya se acabó.

Klaus niega mientras los hace avanzar, de regreso al castillo.

—No, claro que no, pero después de cada partido…hay una pequeña fiesta.

Cierto. Severus las recuerda. Los de grados mayores se prestan a celebrar con años menores cada partido, la música, bebidas y un desastre que los elfos romperían récord en limpiar antes de que saliera el sol, sin mencionar uno o dos alumnos perdidos en las mazmorras por salir ebrios y dar la vuelta equivocada.

La cede sería la del equipo ganador, por lo tanto…habría fiesta en el área común de Slytherin. Generalmente se encerraba en su habitación, a sabiendas que su presencia no sería bien recibida por nadie.

—No creo que sea buena idea— farfulla para si. Él no es una persona social, incluso si Narcissa lo ayudo a aprender a relacionarse con la etiqueta adecuada y llevar una convivencia formal con sus compañeros de casa, eso es muy distinto a ir a un evento festivo. Ahí la etiqueta no importa y todos dependen de su carisma.

Y él no es apreciado por muchos.

—Claro que es buena idea— lleva la contraria Klaus.

—No soy bueno con las fiestas, y nadie me quiere ahí— le dice lo que es obvio, lo que sabe.

—YO te quiero ahí— le responde Klaus.

—Y eso es amable, pero no creo que quieras tener que lidiar conmigo, un amargado, durante tu celebración. —verdad dicha, no quiere retener a Klaus a su lado e impedir que pueda estar contento—. De verdad, tu disfruta de la fiesta, no tienes que soportar que este pegado a ti cuando quieres divertirte, prometo que no me voy a enojar.

Pero de repente Klaus se detiene y lo encara, tomando con suavidad sus hombros.

—Severus, si te invito es porque disfruto tu compañía y me gustaría celebrar esto contigo, no te estoy “soportando” ni tampoco eres un amargado, a este punto deberías saber que no alcanza que sea una cortesía para que yo haga algo que no quiero, y yo te quiero ahí.  

Y Severus se queda sin palabras. Siempre escucha decir a los demás que es una labor estar con él, que es alguien difícil y es cansado estar con él, que no vale la pena invitarlo a anda porque sería estar soportando su amargura. Incluso Lily alguna vez dijo que es un poco desgastante que no sea social durante un evento, porque ella quería conversar con otro y él no. La solución más fácil: dejar de invitarlo. Esta es la primera invitación que recibe en años y simplemente no sabe reaccionar.

—¿Qué dices? Dale una oportunidad, ¿Sí? Solo 10 minutos— pide, tan suave como Klaus puede ser cuando están a solas. —Y si de plano no te gusta y no lo disfrutas, podemos irnos.

Su corazón late más rápido y fuerte en su pecho, Klaus es insistente, pero ahora lo mira con tanta atención, esperando su respuesta, ¿Cómo el mismo hombre que es una bestia en el campo puede ser tan considerado fuera de este? ¿Cómo puede ser la misma persona, que hace cinco minutos derribo a otra del cielo, la que le ofrece salir de una fiesta solo porque no es su ambiente?

Es Klaus, y solo porque es Klaus es que Severus cede.

—Diez minutos.

Y Klaus sonríe.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Cuando tu padre es un inútil borracho violento que lo único que sabe hacer es gritar y joder tu vida, desarrollas cierto rechazo al alcohol. Severus muy joven decidió que él no iba a beber jamás, que él no sería un vil borracho como lo era su padre. Parte de sus problemas para encajar dentro de la escuela era justamente eso; a ojos de todos era un cobarde que no se atreve a tomar. Esta bien que piensen eso, lo prefiere, porque lo que pasa en su casa no es asunto de nadie más que suyo.

Pero eso no evita que arrugue la nariz con desagrado cuando el vaso con alcohol es puesto en su mano.

La música esta tan alta que ensordece todo lo demás, alguien hechizo las velas para que brillaran en distintos colores a distintos tiempos. La sala común de Slytherin estaba a reventar de estudiantes que bailan al son de la música, apenas había comenzado la fiesta y los humos estaban por los aires.

Llego sin muchas expectativas la verdad, no tenía mucha ropa para eso, por lo que se limitó a vestirse con una túnica informal negra que pudo comprar cuando Alecto Carrow decidió hacer un pedido grande de la poción para el cabello.

Salió con Klaus del dormitorio para entrar a la sala común que ya estaba llena.

Apenas dos minutos ahí, Klaus había sido jalado a la pista de baile por algunas chicas, ellas lo arrastraron pese a que él intento regresar. Pero Severus no tenía problemas, Klaus seguía siendo alguien popular, y sabía bien que ese ambiente no era ajeno para nadie más que para el mismo Severus.

Por lo que recurre a esconderse entre las sombras.

Mientras se pasea por las esquinas del lugar, reconoce caras, Edmund estaba muy entretenido con los hermanos Lestrange, no planeaba comentar nada al respecto, pero mira que ambos hermanos parecían niños compitiendo por la atención de Edmund. Evan estaba bailando y celebrando con Pandora, los dos juntos realmente eran un espectáculo digno de verse.

No piensa mucho más que en pasar el tiempo cuando de repente alguien toma su brazo, se voltea listo para pelear, pero se detiene al ver a Regulus.

Su rostro esta ligeramente sonrojado por el alcohol, una sonrisa enlabios y es obvio que al ambiente fiestero que le llegó.

—¡Baila conmigo, Sev! —grita para ser escuchado a través de la música. No espera una respuesta antes de arrastrarlo a pista, metiéndolo entre todas las personas.

Y Severus se siente morir.

No sabe bailar.

Nunca aprendió, nunca tuvo oportunidad ni siquiera de escuchar música en general, no sabe moverse y eso lo aterra, porque esta rodeado, rodeado de gente que en cualquier momento puede girarse, verlo y reprobarlo, volviendo a rechazarlo.

No sabe qué hacer, quiere huir, pero el agarre de Regulus no lo deja.

Hasta que el mismo Regulus lo ve y ladea su cabeza.

—¿Qué pasa?

—¡No se bailar! —grita en el oído de Regulus, sabiendo que es la única forma en lo que puede escucharlo.

Espera ver burla, malicia y condescendencia en la mirada gris de Regulus, pero el Black solo se ríe ante lo que dice, señalando su alrededor.

—¡Nadie aquí sabe bailar, solo míralos!  

Y Severus mira alrededor.

Pese a que todos se están moviendo, todos llevan un ritmo muy distinto, cada uno marcado por su lado. Todos se mueven a cómo pueden, solos, en pareja, en grupo, moviéndose alrededor o en un solo lugar. Algunos saltan al ritmo de la música, otros simplemente se retuercen como lo harían con un baile de la alta alcurnia, y hay los que sabrá Merlín que están haciendo. Muy poco son lo que realmente pueden decir que están bailando. (entre ellos, los gemelos Rosier)

Son sangres puras. Ellos solo aprendieron a bailar baladas de salón.

Nadie ahí sabe bailar.

Siente ese peso quitarse de sus hombros. Pero, aun así, no quita el hecho de que todo ese cuadro esta fuera de su elemento y no sabe como moverse, no sabe hacia donde ni cómo. Y cuando piensa en apoyarse con Regulus, este ya esta demasiado perdido en su entre la música y las personas.

Sin la asfixiante ansiedad en él, ve alrededor, con suerte podría encontrar una salida de ese circulo de baile.

Hasta que ve los ojos dorados.

Es increíble como es que siempre se las ingenia para divisar los llamativos ojos de Klaus en cualquier situación, sin importar distancia, tiempo o luz. Como ahora, no sabe si es por la desesperación de encontrar algo conocido y amigo o es mera coincidencia, pero lo encuentra.

Klaus bebe de su vaso, seguro una mezcla de licores que lo harán maldecir mañana en la mañana, bebe hasta el fondo y se rie mientras limpia su boca. Su vaso es rellenado por una chica con una botella de Whiskey de fuego sin que él lo pida, pero tampoco lo rechaza.

“—Ve a Klaus y piensa, piensa en lo que sientes.”

Escucha le voz de Edmund en su cabeza, el consejo que recibió esa misma tarde.

Klaus salta al ritmo de la música, sigue el ritmo y marca un patrón al que los demás se adecuan, con él en el centro de su bola mientras festeja su victoria. Severus lo ve moverse, ve su cabello rebotar por los movimientos brucos, ve las luces de centelleantes darle diferentes matices de color a su oscura piel, un brillo opaco que por alguna razón se vuelve más hipnotizante con cada cambio de luz.

Su marcada mandíbula con sus labios carnosos, grandes y elegantes, hacen ver su rostro aun más armonioso con esos pómulos altos. complementan su rostro de una forma que no puede entender ni describir, esos labios ahora vuelven a beber y mueven la marcada manzana de adán. Desde su vista en la lejanía, Severus sigue el movimiento.

“—Permite que tus sensaciones fluyan y después piensa en porque, como.”

Su garganta se seca mientras va bajando la mirada. Da un pequeño trago a su bebida, al instante sintiendo el desagradable sabor del alcohol en su boca y dejar una sensación de ardor por toda su garganta.

Pero ni siquiera la incomodidad que la bebida causa, es suficiente para distraerlo.

La camisa que había elegido para festejar ahora estaba más abierta, dejando ver aun más piel, ve sus marcadas clavículas que dan paso a los gruesos hombros, trabajados hasta el cansancio. Un cuerpo tan bien trabajado que puede llevarle el ritmo a su agitada actividad.

En general, Klaus es un hombre guapo.

Klaus grita cuando la música se vuelve más fuerte, la mejor parte de la canción sonando a todo volumen y haciendo las paredes temblar, todo se vuelve aún más caótico alrededor, las personas que se mueven bailan, gritan y festejan. Pero Severus solo tiene ojos para Klaus. Para su sonrisa, su euforia, su emoción y movimiento, asombrado e hipnotizado con verlo.

“—Siente y luego piensa”

Siente sus manos temblar, su corazón latir demasiado rápido en su pecho, tanto que incluso es doloroso, su estomago da vueltas como un pixie desquiciado. Entre más detalle nota, entre más ve a Klaus, puede sentir una emoción desconocida, seguida de una ansiedad completamente distinta.

Entonces los ojos dorados caen sobre él y una onda de calor explota dentro de Severus.

“—Siente y luego piensa”

Incapaz de reaccionar, ve a Klaus separarse del grupo en el que estaba, se abre paso entre las personas, empujando a quien se metiera en su camino, pero sus ojos jamás dejándolo. Severus es incapaz de hacer otra cosa, congelado en su lugar por la mezcla de pensamiento y sensaciones.

Sus magias se alcanzan antes que sus manos por segundos, causando un escalofrio en Severus por el contacto tan extraño. Y se vio atrapado entre las garras de Klaus, este abrazándolo contra su costado y recargando su cabeza contra la suya. La música evita que pueda escuchar nada de lo que Klaus le diga, pero eso nunca fue un problema para ellos.

“Pensé que te habías ido, cuando te busque no pude encontrarte” —escucha en su mente, e incluso así puede saber que Klaus ya tiene uno que otro trago encima, su mente se siente algo borrosa y desubicada. Mueve un poco el vaso en sus manos y tomó otro trago, ignora el disgusto.

“Me moví para no estorbar, se lleno de personas muy rápido”

“Obviamente, las fiestas que anuncian que Slytherin gana son las mejoras, sin mencionar que Potter y Black tenían cuentas sin saldar con más gente de la que parece” —no tiene que verle la cara para saber que esta demasiado orgullos de si mismo.

“Que amable de tu parte”

“Solo para ti, te dije que valdría la pena”

“Y no mentías”

La canción cambio y Klaus se enderezo.

“Me encanta esta canción” —le avisa emocionado.

Severus suspiro, tomando los últimos tragos de su vaso, ya se imaginaba que Klaus lo soltaría para regresar con su grupo de amigos para celebrar. Pero contra todo pronóstico, Klaus se posó frente a él, extendiéndole una mano.

“Baila conmigo” —pide, sus ojos dorados llenos de deseo.

“—Siente y luego piensa”

Pues hizo demasiado caso, porque antes de tan siquiera darse cuenta, ya había aceptado la mano de Klaus y abandonado su vaso en la mesa cercana. Lo siguió entre las personas, aun torpe como un niño, espera a que él le diga que hacer, pero como toda respuesta, las manos de Klaus caen en su cintura y de un tirón lo acerca a él, haciendo a Severus chocar con el duro pecho.

Agradece que la oscuridad y las luces coloridas puedan ocultar el sonrojo de sus mejillas.

“Estas tenso, Verus, relájate, déjate guiar por la música y solo…disfruta” escucha las indicaciones, pero su mente hace corto circuito, solo concentrado en las manos de Klaus en su cintura mientras este lo anima a moverse.

“—Siente y luego piensa”

Hace lo mejor que puede, escucha a Klaus y decide dejar que la música marque sus movimientos, Klaus siguiéndolo de cerca y manteniendo sus cuerpos juntos. No hay momento en que no estén tocándose, menos con los brazos del otro rodeando tan firmemente. La sonrisa de Klaus crece ante los movimientos del mestizo, al sentir las delgadas manos subir por su pecho.

“—Siente y luego piensa”

Se atreve a ser más audaz, tocando el cuello hasta sostener el rostro del otro entre sus manos, Klaus cierra los ojos y se recarga en el toque, disfrutando de él como un gato, toca los chinos con una mano mientras delinea la mandíbula con la otra, asombrado, cautivado. Mientras siente la calidez del otro bajo las yemas de sus dedos, Severus piensa a grandes rasgos en lo que siente, en la emoción, el desbocado latir de su corazón, como cada centímetro de su piel vibra por el agarre de Klaus y como no puede evitar querer quedarse así, así de cerca, así de a salvo.

Suelta a Klaus y este abre los ojos, viéndolo con curiosidad y alegría. Tranquila, con una sonrisa en rostro, las manos en su cintura dando una caricia a lo largo que hacen temblar las piernas de Severus.

Es en ese momento, viendo los ojos dorados en la penumbra y con algo de alcohol en las venas, que Severus se da cuenta que esta jodido. Muy jodido.

Porque está colado por Klaus Mulciber.

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