En la oscuridad

Harry Potter - J. K. Rowling
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En la oscuridad
Summary
-Cuando dejes de perseguir la luz que huye y te repudia, podrás aprender a disfrutar de las bellezas que hay en la oscuridadSeverus prestaba atención a cosas que la parecían interesantes, Lily llamó su atención cuando hizo magia frente a él, pero Mulciber era, por mucho, el ser más interesante que había visto hasta el momento
Note
El nombre de Mulciber aquí es Klaus Mulciber.
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Dientes

A finales de año, faltaban solo dos meses para terminar ese año escolar. Severus no quería regresar a su casa, a ese infierno sobre la tierra, pero no tiene opción, por lo que prefiere aprovechar todo momento de paz que pueda, como ahora.

Echado sobre la hierba, disfrutando de la fresca sombra del sol y el pasto debajo de él, tan cómodo. A su lado, Lily también descansa, todas las clases y labores extras que toma para mantener un alto promedio la dejan exhausta, por lo que no rechaza la oportunidad de un descanso bien merecido en compañía de su mejor amigo.

La comodidad es tal que podría quedarse dormido. Se estira como un gato y bosteza.

Se sobresalta cuando escucha a su amiga jadear sorprendida. A su lado Lily se sienta, sus ojos verdes en él mientras lo mira confundida, sin entender que pasa, la imita al sentarse.

—¿Lily? ¿Qué pasa?

—¡Sev! ¡Tus dientes! ¿¡Qué les pasó?!

Inconscientemente, la punta de su lengua se pasó por sus dientes, con especial cuidado con los caninos que ahora presumen una terminación y forma de colmillo.

Oh, eso.

 

 

 

 

 

 

—¡Con esos dientes incluso un castor se ve mejor!

—¡Mis ojos!

—¡Tan feo que incluso sus dientes son feos!

Y si esos dos tarados lo dejaron en paz el tema fue porque Mcgonagall llegó a poner orden al pasillo. Otro día en Hogwarts, otro día que soportar. Ese día en especifico habían decidido joder con su apariencia, y claro, notarón el angulo de sus dientes, ¿Que mejor material para molestar?

Aprovechó la llegada de Mcgonagall para escurrirse entre las personas y llegar al otro lado del pasillo, donde ya estaban Mulciber, Wilkes y Avery, sin pensarlo se unió a ellos. Avery se movió para darle espacio.

—¿Qué fue todo eso? —pregunta Mulciber, después de dar una mirada fugaz a los estudiantes y McGonagall.

—Nada, lo de siempre.

—¿Y ahora con que? —resopla Avery, ya muy harto de las constantes burlas.

—No importa, solo...—e intenta tomar camino hacia su siguiente clase, la verdad no quiere poner el foco de atención sobre él y sobre un defecto que de hecho tiene, que de hecho odia ver en el espejo y es la razón por la no sonríe.

—¿Qué problema tienen tus dientes? —interrumpe Wilkes.

Maldito sea ese rubio y su puto oído de sabueso, aunque uno podría facilmente escuchar los gritos de Black desde el bosque prohibido. Su mano fue a su boca en un gesto inconsciente.

Mulciber lo mira intrigado, ahora esos ojos dorados tienen en tono curioso que será su peor dolor de cabeza por las siguientes dos horas. Una que no quiere responder.

Desde que logró la primera modificación y Mulciber decidió que eran aun más amigos, había una parte de él que se aferró al moreno, igual que con Lucius y Narcissa, sentía una insana necesidad de probarse a sí mismo, de demostrar sus habilidades con perfección y ocultar cualquier defecto, todo para tenerlos contentos. La gran diferencia es que Lucius y Narcissa tenían en él un punto de vista más pequeño, como el de un chico que guiar.

Todavía no lograba saber como lo veía Mulciber. Por lo que mostrarle uno de sus miles de feos rasgos no estaba en su lista de por hacer. Y menos demostrar cuanta vulnerabilidad reside ahí.

—¿Tus dientes? ¿Por que te estarían molestando por algo como eso?

—Porque Severus no tiene dientes rectos, Mulciber—obvia la respuesta del millón Avery.

—Gracias, Edmund, por obviar aún más los hechos— casi sisea, siente su vena palpitar.

También estaba el detalle de que, después de un susto de maldición y la posibilidad de una extremidad perdida bajo dudosas circunstancias como lo que pasarón, las formalidades de llamarse por su apellido quedaron atrás. Avery comenzó a llamarlo por su nombre y Severus lo imitó.

Avery se hunde de hombros, indiferente a la incomodidad que lo carcome ahora que toda la atención de más gente irá hacia el desastre que es su boca.

Normalmente no le importa pero venga que una cosa es poder ignorarlo y otra es tener a gente mirando y opinando, obviando lo que uno ya sabe. "Te juro que ya me había dado cuenta que mis dientes están chuecos, muchas gracias" le daban ganas de responder cada vez que alguien hacía incluso el más ligero comentario.

Después de mandarle una mirada afilada, suspiró para calmarse. Mulciber lo está viendo directamente y sabe que está esperando el momento en que abra la boca para ver que tan cierto es. Por lo que ladea su cabeza. Quiere irse, borrarse de esta situación tan incómoda y con la que no quiere lidiar.

—¿Podemos irnos ya? Llegaremos tarde a la siguiente clase.

Y no espera respuesta antes de comenzar a caminar, no menos de un segundo después ya tiene a Mulciber a un lado suyo mientras Avery platica con Wilkes del otro. Y su siguiente clase la comparte con Ravenclaw, por lo que promete ser una hora tranquila.Ninguno dice nada, solo caminan.

Se sienta donde normalmente lo hace. Hay un arreglo no hablado sobre los lugares de cada uno, no están asignados realmente pero ambas clases disfrutan de una rutina que seguir, y después de un mes de mantener el mismo orden sin decirse nada, se quedó como sus lugares designados.

Ve al chico que normalmente se sienta a su lado aproximarse, a punto de tomar asiento, pero antes de que pueda tomar la silla, una mano se le adelanta. El chico retrocede notoriamente cuando Mulciber sonríe, su mano fuertemente cerrada sobre el respaldo de la silla.

—Hoy me siento aquí, —comienza muy dulce, hasta que no lo es—vete.

Dicho y hecho, del Ravenclaw no quedó ni la sombra.

Mulciber se apresura a sentarse a su lado, ignorando olímpicamente la mirada inquisitiva de Severus y coloca sus cosas. Y de un modo y otro, Severus está seguro de que ya no podrá quitar a Mulciber de ahí en todo lo que resta del año. No dice nada cuando el profesor Flitwick entra al aula y comienza la lección.

Pensó que tal vez toda la clase sería así y Mulciber solo se había hartado de escuchar a Wilkes, pero no.

—¿Te molestan tus dientes chuecos?

—Por amor a Merlín callate. —casi rogó, harto e irritado.

La vergüenza hacía maravillas con él, podía ignorar la mayoría de los comentarios sobre su nariz, sobre su altura y silueta, pero, por alguna razón, los que tenían que ver con sus dientes eran peores. Tal vez porque en su nariz, altura y figura podía encontrar los rasgos de su madre y eso le daba consuelo, pero ella tenía una hermosa dentadura blanca y simétrica. Él no.

Él odia verse al espejo, odia sonreír frente al espejo y verlos, porque su sonrisa es horrible, el no se ve guapo cuando sonríe, se ve destrozado. Por eso no sonríe en lo absoluto, no muestra alegría con algo más que no sea una pequeña mueca.

—Te molestan— exclama, muy seguro.

—Bueno, ¿Y a ti por qué te importa? —espeta.

Y antes de que pudieran seguir con su conversación, el sonido de alguien toser demasiado cerca de ellos llamó su atención. En sincronía voltearon al frente; nada. Luego una mano llamó su atención y ambos se asomaron por encima de su escritorio, y sí; ahí estaba el profesor, viéndolos con desaprobación e irritación.

Severus adivina que la única razón por la que Mulciber no estalló en carcajadas fue porque se mordió la lengua.

Bueno, lo único que sacaron de esa clase fue una hora de detención por estar de molestos en clase. Mulciber no dijo nada más sobre el tema en lo que queda del día. Él por otro lado, se pasó todo el día demasiado consciente de su boca, una incómoda y molesta sensación, ni siquiera sentía que pudiera comer tranquilo.

Casi se apuñala el labio con el tenedor por querer comer sin abrir demasiado la boca. Ignoro las conversaciones a su alrededor, está harto del día, solo quiere irse a su dormitorio, refugiarse en su cama con los donceles abajo y dormir hasta olvidar su malestar, porque no conoce otra manera de quitarse de la mente lo que le molesta, no sabe qué hacer.

Pero no puede, porque en cuanto termina la jornada escolar, tiene que lidiar con una hora extra de detención. Y aunque nada le gustaría nada más que desaparecer y escaparse por esa ocasión, sabe que no es una buena idea.

Así es como termina en la oficina del profesor Flitwick, acomodando uno por uno los millones de libros que tiene por orden alfabético y cronológico. Él está ocupado separándolos por hileras y Mulciber poniendo en los estantes más altos las hileras revisadas, trabajan en silencio, de fondo el sonido de la tinta rayar el papel en manos del jefe de casa.

Eso hasta que este termina y se levanta.

—Debo ir a entregar este pergamino, regresare en poco— les manda una mirada de advertencia antes de irse caminando.

En cuanto la puerta de madera se cerró y dejaron de escuchar los pasos del profesor, Mulciber soltó un profundo suspirar. Severus continúa con su tarea, sin prestar mucha atención.

Pero no se sorprende cuando Mulciber se sienta a su lado.

—Entonces, tus dientes.

Severus cierra con más fuerza de la necesaria el libro, no es tan exagerado decir que lo lanzó hacia la pila correspondiente.

—¿Sigues con eso? ¡Encuentra otra cosa en la que obsesionarte y déjame en paz!

—No sería tan importante como esto.

—¡No es importante! Solo eres tú encontrando algo de lo que burlarte de mí.

Mulciber ladea su cabeza, sus chinos rebotan ante el movimiento. Deja atrás su pose tranquila y despreocupada para sentarse correctamente.

—No me estoy burlando de tí.

—¿Entonces por qué no simplemente lo sueltas y ya? —pregunta, ya cansado de que ese día solo gira alrededor de lo feo que es.

—¿No es obvio? —casi ronronea Mulciber, ahora girando sobre su asiento para encararlo, sin molestarse en disimular. —Porque puedo ayudarte. Vamos, te ayude antes.

—¿Puedes ayudarme?

Mulciber asiente.

Qué pregunta más tonta, obviamente puede ayudarlo, arregló el desastre que hizo la última vez y corrigieron su versión juntos, Mulciber tenía los medios, conocimientos y la práctica para poder corregir algo así.

Pero también tiene la ambición y la avaricia de una serpiente.

—La última vez me costó dos semanas de trabajo gratis, ¿cuál es tu precio esta vez?

No puede estar seguro de que tan caro sea Mulciber, porque hace unas semanas no fue tan malo, pero ahora, al moreno le consta que está desesperado por una solución, y la demanda desesperada causa una oferta exigente.

Mulciber se acerca aún más, sentado pero acercándose con todo y silla, están tan cerca que Severus puede sentir la magia irradiar del mago. La puede sentir chocar con la suya, la suya reaccionar, curiosa pero precaria, endurecerse para evitar ser lastimado pero suavizando ante la falta de amenaza inmediata.

—Que me llames por mi nombre—susurra, como si le estuviera pidiendo el peor de los pecados.

Severus ladea la cabeza, algo extrañado. Pidiéndole con la mirada que explique más.

—Aceptaste que somos amigos, pero me sigues llamando "Mulciber", a tu amiguita sangre sucia la llamas por su nombre, a los Malfoy los llamas por su nombre, carajo, incluso a Avery ahora lo llamas por su nombre. ¿Pero a mi? Soy tu amigo también, te estoy prestando un artefacto clave de mi linaje, te estoy presentando la solución para un gran problema y la última vez te salve ¿No merezco también ser reconocido y ser llamado por mi primer nombre, mm?

Cierto, llama a Lucius y Narcissa por sus respectivos nombres, y obviamente a Lily, pero Mulciber...de algún modo es distinto, aun se sentía alerta a su alrededor, como si esa rara fachada de amabilidad que habían desarrollado a base de la venta de tareas no fuera más que una farsa que caería en cuanto diera un paso en falso.

—No pensé que pedirías algo así.

—Es lo que quiero.

Severus vuelve a analizar a Mulciber. La cercanía que comparten es un distractor.

Otra vez busca en él la amenaza, el hoyo en el contrato, ese detalle invisible a primera vista pero que podría costarle caro, quiere ver peligro en él para alejarse a tiempo. Porque no quiere ser lastimado y aceptar ese trato sería vulnerable a ser lastimado. Es Klaus Mulciber, es un mago que tiene reputación de ser bizarro y escalofriante, tiene tratos con los sangre puras más extraños y recatados, incluso con su linaje casi muerto, todo en debería en el gritar desconfianza. Pero es casi ridículo que no encuentre nada.

Es casi ridículo que vea una plana determinación, una plasma emoción y un brillo de deseo, deseo de confianza, deseo de una positiva y es ridículo que esa mirada dorada le cause calma, que su mente y sentir asocie su mirada con el alivio de ya no estar maldito, que su magia asocia la suya como un amigo y una que curó su dolor.

Es ridículo.

—Como tu digas...Klaus.

Mulciber tararea, satisfecho con su respuesta. Pero no tienen tiempo de seguir hablando cuando el profesor regresa y son forzados a regresar a su castigo.

Es más tarde ese día, cuando están los dos en el dormitorio, Rosier muy ocupado discutiendo con los Lestrange y Avery y Wilkes por ahí platicando sobre cualquier cosa. Ambos sentados en la cama de Mulciber mientras éste sostiene el mismo libro que le prestó entre manos, pasando entre sus páginas como alguien que conoce de memoria lo que hay en cada una.

—Te advierto, es un proceso doloroso. Aquí viene un hechizo que te ayudará, el cambio tomará 3 días, esos tres días tus dientes van a acomodarse, por lo que estarán débiles, sensibles. No podrás comer nada y con trabajos podrás beber, hablar, oh, y ni siquiera pienses en cepillarte los dientes.

—¿Has hecho esto antes? —pregunta en cuanto Mulciber alza su varita.

Mulciber sonríe, tan grande como normalmente no lo hace.

Severus ya había visto los colmillos en boca del moreno, los afilados dientes que desentonan con su recta y brillante dentadura perlada, ya había visto lo que estos hacen cuando Mulciber quiere ser cruel con sus mofa y cuando está enojado, pero hasta ese momento se había dado cuenta que no son solo dos colmillos: son dos pares.

Dos de cada lado y cuatro en cada mandíbula. Los segundos son mucho más grandes y afilados que los primeros.

—Nací con doble par de colmillos, pero me dí cuenta que no eran tan grandes como yo quería que fueran, así que...—acarició la página del libro, viéndola solo de reojo ante de regresar su atención a Severus—...use un atajo.

—¿No se supone que debes esperar madurar para empezar a modificar tu cuerpo?

—Esa regla solo aplica a los que no saben que hacer sin su buena porción de magia oscura. De todos modos...—Mulciber se detuvo a media frase, una idea ocurriendo en su mente.

Una idea que no necesito ser dicha para que ambos pensarán lo mismo, confirmado con algo tan banal como un intercambio de miradas. Ni una palabra dicha y Mulciber cambió la página, cambiando el hechizo, cambiando la dirección y el resultado.

Fue un momento de pausa cuando encontró lo que necesitaban, Severus alzando su propia varita contra su boca, aun inseguro, dudoso de cómo hacerlo, de como leerlo y pronunciarlo correctamente. Hasta que Klaus sacó su propia varita, una muda pregunta entre los dos. Se estaba ofreciendo a hacerlo, a él que no le temblaría la lengua ante el sentimiento y que podía leer y pronunciar bien lo que dice el libro. Lo conocía, pero aún había esa pregunta entre ellos, esa pregunta de "¿Confías en mí para modificarte?"

Nunca había confiado en alguien más que no fuera Lily, no había tenido oportunidad, y menos con algo así. Pero equivocarse en una modificación podría tener graves consecuencias, unas que no podía estar seguro que Mulciber supiera cómo arreglar.

Severus respondió bajando su propia varita y girando por completo para estar frente a frente.

—Hazlo.

Y carajo, sí que dolió.

Su boca sangró y ardió, tosió, Klaus sosteniendo sus hombros para mantenerlo recto, cuidando que no se ahogara entre saliva y sangre.

—Respira por la nariz, si lo haces por la boca será peor— instruye Klaus.

No pudo comer nada sólido por unos buenos tres días, viviendo a base de distintos jugos de carne, caldos de pollo y otras comidas líquidas. Todas pedidas a los elfos por Klaus.

Sería difícil explicar el porqué de su silencio, pues un simple resfriado o una infección de la garganta se arregla en un día, pero no tuvo que. Lily no habló con él y los merodeadores no se le acercaron, ¿Por qué? Por nada menos que la presencia de Klaus, Klaus no abandonó su lado.

Se sentó a su lado en cada clase, en el almuerzo, durante los tiempos de descanso. Cada vez que su amiga tenía la intención de acercarse y hablar, Klaus llegaba de Merlín sabrá donde y lo tomaba del brazo, una mirada de advertencia hacia la Gryffindor y se lo llevaba arrastrando. Cualquier posible regaño, protesta o enojo moría en su lengua cuando la movía y cada diente palpitaba dolorosamente en sus encías. Por lo que se deja arrastrar mansamente por donde Klaus quisiera llevarlo. No se queja cuando este alcanza una servilleta a su boca y con algunos toques de su varita alivia, aunque sea una pizca, el dolor.

Era increíble verlo, ver cada noche y cada mañana sus dientes en una posición distinta era maravilloso y lo que sigue. Verlos en una posición distinta a la última vez que los vio, nivelarse, acomodarse y mejorar, era asombroso, y hacía que todo valiera la pena. Hacía que los repentinos sangrados de sus encías valieran la pena, que el palpitar de su mandíbula fuera una molestía menor. En cuestión de un par de días, la cosa que más odiaba de él mismo desaparecía sin más.

No era un glamour, no era una ilusión que tendría que estar reponiendo una y otra vez y podría ser roto o terminarse y dejarlo expuesto. Era definitivo, no regresarían a su posición original y podría ser como los demás, podría sonreír.

El tercer día, todos los compañeros de clase estaban confundidos porque Severus, de todos los Slytherin, estaba en las bancas del estadio durante la práctica.

Klaus tenía práctica de Quidditch y Severus no quería toparse con los merodeadores, aún no era tan bueno en magia no verbal, y no estaba listo para un duelo contra tres. Tal vez más tarde en el año, pero por ahora, no. Klaus no se lo pidió ni tampoco lo esperó, eso no significa que su satisfacción haya sido menor cuando, al subirse a su escoba ya iniciada la práctica, lo vio sentado cerca.

El cuarto día, fue mucho mejor que la tortura de los tres. Saltó fuera de su cama la cuarta mañana, corrió al baño y abrió la boca frente al espejo, ahí estaba: sus dientes habían terminado de moverse y ahora estaban en dos perfectas hileras con dos perfectos y afilados colmillos en sus caninos. La forma fea se había ido por completo, ahora parecía la dentadura modelo, formados en perfectas hileras, a la misma altura.

De repente su sonrisa ya no es fea, ya no es deforme, sino que es linda.

Apenas sale del baño, Klaus ya lo espera, una sonrisa en su rostro que, por primera vez, Severus le regresa. Un par de sonrisas que presumen colmillos.

—Bebe esto— ofrece un vial Klaus. El vial es de un tono rojo quemado, casi terroso. —Ayudará a que solo sientas un poco rara la boca, pero al menos ya podrás comer algo.

Y solo eso fue necesario para empinar el mendigo vial.

Tampoco contó con que le tomaría una semana acostumbrarse a sus nuevos colmillos. Se mordió la lengua más veces de lo que está dispuesto a aceptar. Obviamente Klaus también tenía algo para ello.

Los merodeadores fueron los primeros en darse cuenta, los primeros en vez que la sonrisa de Snivellus ya no era fea, deforme ni de un castor, si no recta, brillante y aterradora.

Y ahora también Lily.

 

 

 

 

 

 

—Lily,calma, puedo explicarlo.

—¿Qué hiciste? ¡Están derechos y tienes colmillos!

—¡Fue solo un pequeño hechizo!

—¡Un Glamour es un hechizo! ¡Pero eso no es una ilusión! ¡¿Qué hiciste para que se vean así?! ¡Yo te vi hace cuatro días y no estaban así! Espera, ¿¡El loco de Mulciber tiene algo que ver con esto?!

—¿Me dejarás explicar o debo esperar?

Lily le mandó una mirada envenenada antes de respirar profundo y asentir, una seña de continuar con su explicación, directo al grano.

—Desde hace meses estuve pensando en mejorar mi apariencia, solo un poco, para estar más cómodo. Busqué algunas cosas para mejorar mi postura, otras para mi perfil, y encontré como hacer un cambio permanente en mis dientes, pero es un cambio para bien, es hasta sano para mi mordida.

—¿Y por eso tuviste que ir con Mulciber? ¿Él, tan amablemente, te dio la solución? ¿Querías unos dientes tan aterradores y anormales como los suyos?

Severus suspiró ante eso, sí, ya sabía que Lily no había estado feliz por cómo esos tres días se la pasó al lado de Klaus, y sabe que Lily detesta la misma existencia de Mulciber y de los Malfoy. Sabe que ella no está a favor de usar atajos para cambiar.

Tal vez está en contra de cambiar en lo absoluto, dice la voz en el fondo de su cabeza.

—Él me ayudó, tenía la información que yo necesitaba. Y no, la posibilidad de tener colmillos surgió después y me gustó, la tome y ahora los tengo. Otra vez, él sólo me ayudó a hacerlo.

—¿Y cuánto te cobró? ¿Otras dos semanas de hacer sus recados? Te he dicho muchas veces que no es necesario, no tienes porque ser el sirviente de todos esos pomposos cabrones ni cambiarte a ti mismo con tal de agradarles. —ella se levantó, metida en su molestia y desagrado— ¡No dejes que se metan en tu cabeza! ¿¡O que?! ¡¿Después vas a hacerte un permanente o cambiar el color de tus ojos porque "Mulciber te quería ayudar"!?

—No lo hice por ellos, lo hice por mí— defiende, ligeramente irritado. Él no se había vuelto el sirviente de nadie, todo lo que hacía tenía un precio, no buscaba a nadie, y no estaba para satisfacerlo, esto había sido un trato. Solo porque en el último tiempo había aprendido a moverse entre ellos no significaba que abandonaba su persona.

Le ofendía, le ofendía que Lily no pensara que estaba descubriendo rasgos que no conocía, no sabía que le gustaba ver sus uñas hasta que las arregló. Nunca pensó que arreglar su fea dentadura era una opción hasta que Klaus se la presentó, ¿Por que era difícil de creer que Klaus era solo un medio para cambiar y no la razón para hacerlo?

—¿Lo hiciste por ti? ¿Por qué ahora?

—¡Porque hasta ahora pude hacerlo! ¡Lily, por Merlín! —él también se levanta, ahora ambos de pie, la paz de hace solo unos segundos rota por completo— ¿¡Cómo iba a hacerlo antes?! ¡Los glamour eran demasiado para mantener y no tengo el dinero para conseguir brackets! ¡Sin mencionar que sería ponerme un tino en la cabeza que diga: "molestame"! ¡No soy un tarado sin cerebro! ¡Ni un títere! ¡Soy una persona que consiguió una oportunidad para corregir un defecto de forma permanente y poder vivir en paz con su reflejo en el espejo!

Ambos se quedaron callados, Severus respirando para recuperar el temple y Lily sorprendida por el desliz de su amigo.

Severus tiende a estar callado, a estar tranquilo y tener ira silenciosa, si estaba en desacuerdo con ella solo lo diría y no diría más, solo defendería con un simple "es distinto" sin importar cuánto ni que fuera dicho en contra.

Severus se enderezo, llevando su cabello para atrás y acercarse a Lily, sin ningún enojo ni molestia en su cara, solo esperanza y seguridad, mirándola con todo ese cariño que hay en su corazón por ella. Calma.

—Escucha, no espero que lo entiendas. Pero esto es algo que quería hacer desde hace mucho tiempo. Odiar mi reflejo en el espejo...no sentirme libre de sonreír y escuchar como todos se burlaban de mí por esto ...fue demasiado. Se burlan de muchas cosas, pero esto de verdad dolió, y pensé que tendría que soportarlo, pero cuando me dijeron que no tenía que, me emocioné y tomé la oportunidad. Ahora es distinto. Con esto— señaló su boca— me siento libre, me siento feliz, me siento...yo.

Lily lo miró, hermosos ojos verdes viendo la sinceridad, el brillo de honestidad y confiada calma en los oscuros ojos negros. Severus estaba feliz con su nueva apariencia, estaba tranquilo. Ella consideraba detestable burlarse del físico con una persona, de algo que ella no puede controlar y cambiar, y escuchar a sus compañeros de casa burlarse así de Severus le hizo hervir la sangre.

Pero saber que el conocimiento y que, tal vez, el físico no era tan inamovible ni definitivo como ella pensaba, la ponía ansiosa. Si era tan fácil, si era tan sencillo y Severus era víctima de burlas, ¿hasta donde llegaría con tal de estar tranquilo? ¿Cuánta presión soportaría antes de volver a cambiar? Mulciber era un ser detestable, jugaba con el físico y el poder como un niño con una pelota, escapaba de las regulaciones y nadie le decía nada. Podía soltar maldiciones que deformaban a los demás por horas y salir impune, solo por su apellido y dinero. Era aterrador de ver, aterrador de seguir y aterrador de enfrentar, verlo era como ver a un dragón esperando por su oportunidad de atacar, por nada más que cruel diversión.

Y Severus estaba a su voluntad. Entre sus garras y usando la ayuda que le ofrecía, una ayuda que no podía traer nada bueno. Se llevaba a su amigo hacía todo ese mundo de oscuridad, odio y perdición, uno donde él era una paria que tenía la responsabilidad de servir a los otros, de agacharse ante los que lo rodean solo por su sangre.

Porque ahora el físico se puede cambiar, pero la sangre no, el ADN no, la herencia tampoco.No quería que Severus comenzará a renunciar a todo lo que lo hace él con tal de cubrir eso o peor, hacer una locura por la presión de intentarlo.

—Está bien—cedió, ambos relajando la tensión en sus hombros. Lily se acercó, tomando sus manos, las uñas negras resaltan al ser sostenidas por sus brillantes uñas rojas— pero recuerda que hay cosas que no se pueden cambiar ni modificar.

Y Severus lo sabe. Pero había muchas que sí y estaba dispuesto a hacerlo para comenzar a ser él, tiene la oportunidad de oro de poder sentirse feliz con su reflejo y va a tomarla, porque sería de idiota decir que no porque no es "ético".

La magia no tiene ética ni moral, y Klaus Mulciber está más que de acuerdo con eso.

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