En la oscuridad

Harry Potter - J. K. Rowling
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En la oscuridad
Summary
-Cuando dejes de perseguir la luz que huye y te repudia, podrás aprender a disfrutar de las bellezas que hay en la oscuridadSeverus prestaba atención a cosas que la parecían interesantes, Lily llamó su atención cuando hizo magia frente a él, pero Mulciber era, por mucho, el ser más interesante que había visto hasta el momento
Note
El nombre de Mulciber aquí es Klaus Mulciber.
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Introducción

“Qué interesante ser”
Tres palabras que encapsulan a la perfección el primer pensamiento que tiene Severus al verlo.
Al ver su tez oscura, sus rasgos tan afilados, sus brillantes ojos dorados; Mulciber era un interesante ser.
Un sangre pura en toda su expresión, lo vio desde el día una, la sutil y aún así obvia diferencia entre un Sangre pura y el resto del mundo, la forma en la que sus magias los rodean como una segunda piel y fluye en ellos como una cascada de agua, de lo más natural, fluido y agraciado, acostumbrados a ella, acostumbrados a usarla como se usa un brazo o una mano.

En general, los magos criados en ese increíble mundo mágico tienen esa familiaridad con la magia, pero los sangre puras ancestrales tenían esa cosa, esa que los hace ver como…más. Separados del plano terrenal, con un brillo y fuerza que podría hacer a un huracán detenerse con solo una mirada negativa. Tiene porte y tiene esa confianza que solo te la da saber que el mundo enteró está a tu merced.

Y Mulciber la carga de un modo tan bizarro como cautivador y fascinante.

Los primeros días ni siquiera se atrevió a ver en su dirección, muy consciente de su posición en todo ese mundo y casa, era solo un vil mestizo, pobre, nada más que una mancha en el zapato de cualquier sangre pura. Se encontró con que eran compañeros de habitación, junto con Avery y Rosier. Quiso reírse de su propia suerte, van y meten a un mestizo a una habitación con sangre puras que tiene fama de ser despiadados, venga que pinta bien.
Los tres lo pasarón de largo.

Rosier tenía un temperamento volátil, fuerte y no le interesaba quien fuera el receptor, Avery era callado, disfrutaba de hacer rabiar a Rosier, ambos en constantes peleas. Pero Mulciber. Mulciber era…simpático, aunque su carisma nunca estuviera direccionada hacia Severus, él no era sordo a las conversaciones que tenía alrededor. Mulciber se movía entre las personas como una figura de encanto, con sonrisas que a veces eran contagiosas y otra veces espeluznantes, miraba todo con bizarra diversión. Inteligente para salirse con la suya.
Durante su primer año, fue testigo de varios incidentes en los pasillos, incidentes donde Mulciber salió ganador con una sonrisa casi colmilluda. Hacía ver como si el mundo estuviera hecho para él y lo que no, él se encargaba de regresarlo a su lugar.

Severus se vio entre sentir una gran admiración y un gran terror por el moreno. Por una parte quería que esos ojos dorados lo vieran, por el otro, hacía hasta lo imposible para nunca estar a su vista.

Estaba acoplándose a su nuevo estilo de vida, uno que no pintaba tan mal, si los demás compañeros lo ignoraban, podía estar tranquilo, lo más que podía esperar era una mirada de reproche cuando se paseaba muy cerca, pero de ahí en fuera, no había señal de que notaran su presencia.
Lo que habría dado que a eso se redujera su presencia en Hogwarts.

Los leones se volvieron su pesadilla.

Los mismos que estaban aparte de la casa de Lily, ella, que su presencia le traía tanta calma, paz y vida, vestía los mismos colores que esos descerebrados. Los odiaba porque eran lo que él jamás sería: atractivo, popular, social y feliz.Odiaba que se movieran con esa hipocresía. Odiaban los prejuicios de la sangre siendo sangre puras, odian las injusticias combatiendo 4 contra 1, odiaban a los Slytherin siendo ellos mismo serpientes venenosas.

Se atribuían valores que nunca sentían, ¿Que podrían saber sobre injusticias cuando ellos jamás se vieron en la necesidad de escoger comida o ropa? ¿Que carajos iban a saber de ser estereotipado y despreciado cuando encajaban perfecto en la epitome del mundo mágico? ¡¿Con qué derecho se dicen defensores cuando solo son agresores? !

Los odiaba como se odia a una enfermedad.

Los odiaba cada que lo atacaban, escudándose en que él era malvado, los odiaba cuando arruinaban una poción suya que tomó tiempo y esfuerzo, solo por ser una broma, odiaba su ceguera y prepotencia, odiaba lo que representaban. Las ilusiones de un mundo donde pudiera vivir feliz se fueron al diablo, en cualquier lado él era una paria que merecía el peor de los tratos. La gran diferencia era que aquí él tenía más herramientas para defenderse. Su odio a su realidad, a su alrededor pudo tomar un receptor que esta vez podía lastimar.
No podía lastimar a Tobias, él cabrón era muy grande y él un chamaco raquítico, no podía odiar a su madre, no podía desahogarse con Lily, no.

Pero James Potter y Sirius Black, esos dos podían recibir todo su odio, todo su enojo e ira, podía levantar su varita y sus viales sin miedo al remordimiento y a la culpa, sin miedo a pasarse, porque algo era claro, jamás sería suficiente.

Se concentró en Lily y se concentró en la magia, porque, quisiera o no, su magia estaba ahí y él iba a hacerla crecer. Su madre, su mala madre que no supo hacer decisiones en su vida, tenía una magia casi muerta, casi muerta por su propio miedo y miseria, la había dejado morir por estar con un monstruo como Tobías, pero él no lo haría, él no seguiría ese camino.

Su magia jamás lo abrazaría con la misma gracia con la que abraza a sus compañeros de casa, pero nunca lo abandona, como una prenda que lleva, ondeando su túnica a su paso o silenciando sus pasos, pero, al igual que él, deseosa de crecer, de alimentarse, fortalecerse y expandirse, necesitaba saber más.
Ser tan bueno en pociones que llamaste la atención al por-ser matrimonio Malfoy fue una ayuda masiva. Los dos rubios se acercaron a él con interés durante su segundo año, un brillo de ambición. Narcissa lo ve pequeño, al inicio tenía problemas con su forma de tratarlo, como si fuera un niño tonto que necesita guía en cosas básicas.

Eso hasta que se dio cuenta que ella tenía razón.

Era torpe en la forma de este nuevo mundo, no sabía moverse como era esperado, no sabía qué hacer ni tampoco cómo moverse, lo trataba como un niño porque, a los ojos de un nativo del mundo mágico, él era apenas un bebe dando sus primeros pasos. Por lo que dejó de pelear, de ignorarla y pasó a hacerle caso. Dejó que le enseñara la manera correcta de empuñar la varita, el secreto tras moverla con gracia, no era solo acto, si no era una forma de guiar su magia hacia el exterior, como un rió que viene de su interior y corre por sus venas.

Eso ayudó a mejorar sus hechizos y que Lily bromeara sobre cómo se mueve tan parecido a una serpiente, sin maldad en su broma, solo ironía.
Dejó que Lucius se le acercará, le dijera lo que necesitaba saber de cada compañero, de cada linaje, escucho al rubio hablar por horas sobre la historia de la magia, la historia real, no la aburrida clase, no. Lucius hablaba de cómo los magos fueron perseguidos y el modo en que los dos mundos se separaron, dejando en el olvido y en rumores la existencia de uno, lo fácil que fue y la razón por la que era mejor mantenerlo así.

Los recuerdos de su madre, con su corazón roto, magia destrozada y persona machada vinieron a su mente, toda la vida en ella asesinada por la violenta naturaleza de un Muggle como Tobías, los muggles solo saben destruir. Cada cicatriz en su cuerpo gritaba de acuerdo con Lucius, de acuerdo con que los muggles no debían tener acceso a la maravillas que posee y ocasiona, porque solo sabrían destruirla y a sus portadores.
Está tan de acuerdo que incluso se sorprende a sí mismo.

Lily estaba irritada con su nueva cercanía al matrimonio Malfoy, los acusaba de ser un par de rubios elitistas y supremacistas. No le mentiría en la cara, lo eran, pero todo lo que cargaban con ellos, el legado que llevan en los hombros, su conocimiento eran increíbles e invaluables, eran todo lo que decían ser y más.

A ella no le gusto escucharlo defenderlos,

—“Tratan a los que son como yo como una mierda, ¿Y quieres hablarme sobre sus virtudes?”

Ella ignora el paralelismo que se aplica.

La influencia de Narcissa lo hizo más preciso y la influencia de Lucius más ambicioso.
Necesitaba saber tanto de magia como pudiera, de toda la magia, porque la mejor forma de practicar la magia, es entendiendo en su totalidad.
Fue en segundo año que se interesó por primera vez, que se prestó a ver el otro lado del mundo, y ,como un venado en las luces de la carretera, quedó embelesado de sus descubrimientos.

No esperaba que algo que tuviera capacidad para algo tan hermoso e increíble como era Hogwarts tuviera un lado tan retorcido y maquiavélico. Recuerda la primera vez que vio un libro sobre las artes oscuras, el asombro fue increíble, recuerda que incluso Narcissa se rió un poco ante su expresión, comparándola con la de un niño que ve un juguete brillante por primera vez. Cada lectura, cada capítulo de cada libro más oscuro que el anterior le resultaba aún más atrapante.

Como una red que se sumerge en el agua y atrapa a todos los peces que andaban sin cuidado, arrastrandolos a la superficie. Las Artes Oscuras atraparon cada gramo de su ignorancia y ambición y lo arrastraron a un mundo lleno de posibilidades.

Lily no estaba feliz, no estaba feliz con que él estuviera tan interesado en ese mundo tan oscuro, “la magia está para hacer el bien”, “La magia oscura no debería existir”, claro. Nunca lo diría, pero esa versión era simplemente…corta.

¿Cómo podía esperar que la magia tuviera un propósito más allá de existir? ¿Que tuviera algún sentido de moralidad más allá que el que su portador le da? La magia no tiene sentido ni razón en existir, solo lo hace y beneficia a quien la sostenga en su interior. Ella era una bruja poderosa, pero limitada por su propia moral, no había que ser un asesino para entender ese lado, un lado que ella quería ignorar y hacer de cuenta que no existe, que no es real y nadie jamás lo usará.

Ese mismo año, cuando regresó a su infierno personal que es su propia casa, se convenció de que Lily está equivocada, la magia no tiene moral ni tampoco rectitud, así como la fuerza física no tiene reglas y se cobra víctimas como él, que la carecen. ¿Por que debe él pagar por no ser físicamente fuerte cuando ese hombre no es nada más que un asqueroso muggle? Débil y patético ante cualquier hechizo, vulnerable a cualquier giro de muñeca y palabra que se le ocurra y que su magia ejecute.

Porque a su magia no le interesa si es su padre, si es una buena o mala persona, si es ético o no, le importa vivir y crecer, le importa e
xistir y que su huésped viva con ella. El asombro de saber que podría hacer lo que quisiera con su padre es lo que lo tiene enganchado a cada libro. El saber que esos capítulos son la espada que necesita para vencer a ese monstruo que, alguna vez, en su lejana infancia, considero invencible.

Black amaba pelear con él, pero odiaba perder, aún más cuando era un 3 a 1 y aun así terminaba en el suelo, ambos con más heridos que su orgullo le permite revelar.

Potter amaba atormentarlo con bromas, pero odiaba ser víctima de sus pociones cuando estaba descuidado.

Lupin amaba hacer ojos ciegos a lo que hacían sus amigos, pero odiaba que él se saliera con la suya.

Pettegrew amaba ser aceptaba en su grupo, pero odiaba ser enfrentado frente a frente.

La magia, ese lado retorcido de la magia, hacía las cosas iguales y por eso le gustaba.

Una tarde, durante tercer año, estaba leyendo en la sala común. En la parte más alejada para evitar problemas con los demás, sentado leyendo entre la penumbra del lugar.

—Es bueno, pero no es detallado.

La voz a su derecha lo sobresaltó, levantó la mirada para encontrarse con los ojos dorados de Mulciber. Un escalofrío lo recorrió de pies a cabeza. Su compañero de casa estaba recargado en la pared a su derecha mientras observaba el título del libro, entretenido e intrigado.

–¿Perdón?

–Tu librito– lo señala con la cabeza, —ese ejemplar está censurado hasta por Mcgonagall, tiene buenos temas pero faltan piezas importantes del texto. Si me lo preguntas, eso lo hace aún más peligroso.

–Lo suponía— Había muchas cosas inconclusas, muchos capítulos a la mitad e incluso otros bloqueados.

Mulciber tarareo a su alrededor, pareciendo pensar en algo antes de agacharse a su altura. Como un gato que encuentra una presa entretenida, Severus sintió el peligro pero se negó a verse tan débil como los patéticos seres que huían de su compañero de clase.

Porque sabía bien que Mulciber era casi una bestia, solo necesitaba detectar una pizca de miedo para comenzar a cazar su presa en busca de macabra diversión. Los hacía correr para perseguir, los hacía gritar para reír.

Sus ojos negros le mantuvieron la mirada a los ojos dorador, como el sol que ve al vació.

—Sabes, si quieres leer algo bueno, debería revisar el estante hasta el fondo.

Y con eso se fue tan campante como llegó. Severus pudo respirar otra vez.

¿Mulciber acaba de…recomendable lectura? ¿Por qué lo hizo? ¿Era una trampa? ¿Qué planeaba? ¿Sería buena idea ir…? Sí, era un gran peligro, pero su ambición era aún más grande.
Le tomó todo conocimiento, toda concentración en acallar sus pasos para poder escabullirse en la zona prohibida de la biblioteca y buscar el libro.

Nunca olvidaría la mirada conocedora que Mulciber le dedicó esa mañana.

La forma en la que esos ojos dorados lo veían sin plan detrás, ahora en su vista pero no en su mira. El apoyo de los Malfoys, la silenciosa aceptación de Mulciber hizo su estadía en su casa mucho más fácil. Mulciber de pronto se acercaba a él. De repente se sentaba a su lado, de repente estaba dispuesto a hablarle. Siempre bromas crueles sobre alguien más o una pregunta sobre su última lectura, sus ojos dorados brillaban con emoción y diversión cada que se enfrentaba a los merodeadores y de la varita de Severus salía una maldición que solo podría haber encontrado en los libros prohibidos. Tomaba pociones sentado a su lado y disfrutaba de cuidar que el caldero no explotara, disfrutaba de verlo trabajr y hacer un poción excelente casi sin esfuerzo.

Y de repente, ese mismo mes, sus otros dos compañeros de cuarto también se acercaron.

—Oye, mestizo. —Lo llamó Rosier.

Severus estaba sentado en su cama, leyendo tranquilamente. Esa tarde todos estaban en el cuarto. Severus alzó la mirada, encontrándose con Evan Rosier a pies de su cama, cruzado de brazos.

—Dime.

—¿Cuánto quieres por la tarea de Historia de la Magia? Él de allá—señaló a Mulciber, que aunque fingiera estar ocupado limpiando su equipo de Quidditch, estaba al pendiente de la conversación —dice que eres inteligente, y el otro que tienes un precio razonable.

—¿No puedes hacerla? Oh, pobre Rosier reprueba la clase que su papi ama— se burla, justo como Narcissa normalmente lo hace y Lucius le dijo, verse desesperado solo ocasionará ser tratado como un juguete que es pasado al gusto.

Mulciber no se molestó en esconder su risa, Avery al menos fingió toser. Rosier ladeo la cabeza, enojado con tan solo un comentario, lo vio sacar su varita y él se adelantó, ahora ambos con la varita en manos pero sin decirse ni apuntarse.

—¿Quién crees que eres? –siseo molesto.

—Un mestizo que tiene la tarea que quieres—respondió en otro siseo.

Rosier lo analiza un par de veces, seguro pensando que tanto vale la pena batirse a duelo por un mísero pergamino.

—Si lo que te preocupa es que esté mal, calma, Sprout dijo que la tarea que le copie es la mejor que le he presentado—corta el tenso intercambio Mulciber.

Rosier exhalo molesto y volvió a guardar su varita, ahora alcanzó el bolsillo de su túnica.

—Dos galeones.

—Seis.

—Tres—gruñe Rosier.

—Siete galeones y te doy el pergamino extra que hice, parecido pero diferente para que no se de cuenta que copiaste.

Y Rosier no intenta negociar, si no que deja sobre la cama las 5 monedas doradas, Severus solo abre el cajón de la cajonera a un lado de su cama y lo coloca al lado de las monedas. Ambos toman lo que les corresponde y vuelven a sus asuntos. Hasta que Mulciber se acerca a su casa, y recargándose en el barandal, se queja.

—A mi no me ofreciste un pergamino distinto al tuyo– se cruza de brazos, y aunque no hay un ceño fruncido, ese tono y esa mirada van con reproche.

—No me has dado siete galeones para hacerlo. —le quita importancia.

—¿Qué? ¿No hay precio especial para mí?

—¿Y lo habría por qué…?

—Porque soy yo y soy tu primer amigo aquí— sonríe con vanidad el moreno.

—Lucius y Narcissa se te adelantaron, así que no.

Mulciber resopla y rueda los ojos ante su respuesta, ahora sentándose a pies de su cama. Ese acto solitario lo puso en alerta, o al menos hasta que Mulciber lo voltea a ver con un brillo distinto en sus ojos.

—Entonces aceptas que somos amigos.

Y Severus se queda sin palabras.

—No te emociones, no serás tan amigo suyo como esa sangre sucia. —comenta Avery.

Recordando un dato no muy agradable a Mulciber.

—Ella puede ser su distracción, pero yo soy un gran amigo de su mismo elemento.

Podía hablar con Lily, no le importaba quedarse callado un rato sobre sus gustos para tenerla contenta, porque ella era luz, una luz brillante y cálida que solo tiene una persona que conoce el amor y sabe amar. Porque el amor, incluso si solo es fraternal, que ella le da es el más dulce que ha probado, por lo que no quiere que una diferencia le arrebate el único chispazo de luz que tiene.

Juega a que ven el mismo mundo y que pagan el mismo precio. Con ella sonríe ante las cosas tontas que se dicen entre sí, y a solas sonríe por la satisfacción de una nueva poción.

Con Mulciber repasa y practica libros oscuros, se ríe de las crueldades que salen de su boca y la forma en la que es capaz de ganar una pelea en segundos. Incluso los merodeadores dan media vuelta cuando ven a Mulciber, como un perro con el rabo entre las patas. Lee todo lo que encuentra en la biblioteca de la escuela y la microbiblioteca de la sala común, lee lo que puede y después lo practica.

No le importan los comentarios, no le importan las burlas, no le importan las bromas ni le importan los golpes, solo le importa crecer. Cuando llega el cuarto año, él no es pequeño, no es grande pero si es alto, incluso una broma a su estatus, su apariencia delgada siempre lo hace parecer al borde de la inanición pese a tener una dieta estable en su estadía en Hogwarts.

Ese año es cuando todo su trabajo comienza a tomar forma, chistosamente, gracias a Narcissa. La rubia le obsequió un libro de pociones, el lado oscuro de las pociones, uno que le permite crear sin necesidad de supervisión. Sus primeros intentos fueron un fracaso, pero después de leer, pensar y anotar, logró lo que quería, logró diferentes elixires. No pensaba nada al hacerlos, solo pensaba en el magnífico proceso de hacerlo.

Tal vez cometió el error de darle su primer logro a una de las hermanas Black, corrección, a la más loca de las hermanas Black. Bellatrix alzó una ceja ante el vial en sus dedos, mira a su hermana y termina por aceptarlo.

Nadie sabe qué hizo con ello, pero fue conocimiento público que ahora Bellatrix Black iba con Severus Snape por pociones, a ella se le sumaron otros sangre puras, todos pagaban con desinterés una gran cantidad de galeones por pociones que eran…cuestionables por decir lo menos. Severus se encargaba de conseguir todo y hacerlo, teniendo a alguien como Lucius fuera de Hogwarts, dispuesto a ayudarlo a conseguir los ingredientes que necesitaba, no fue difícil.

Y como siempre, a Lily no le gustaba su fama de hacer pociones por dinero. La calmó diciendo que era su comienzo en el mundo mágico para convertirse en un pocionista experto y de renombre, no tenía que decirle que sus cliente pedían venenos, elixires y pociones sin sueños, no tenía que decirle que pedían maldiciones líquidas y dolorosas mezclas. A ella solo tenía que decirle las cosas buenas, como que al hacerse un nombre desde ahora, podría ser más fácil después seguir adelante en algo que ama.

Eso fue suficiente para tenerla contenta.

Jamás le dirá que él fue quien preparó el brebaje que mandó a su amiga a la enfermería por una semana ni tampoco que él hizo la pócima que desfiguró a una Ravenclaw por un mes.

No, eso solo podía saberlo Klaus Mulciber.

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