La luz de los Lecter

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
La luz de los Lecter
Summary
Muchas veces nacemos para ser el eclipse de otros y la tempestad de un mundo entero mientras que otras, sólo algunos, nacen para ser la vida y la luz de un mundo pequeño pero infinito.Sin ser planeado y sin ser buscado, Harry se convirtió desde el momento en el que abrió los ojos en la debilidad y el amor más grande de Hannibal Lecter pero también en la destrucción y el nuevo orden de todos los mundos. Ésta historia será bastante larga para que todo lo que vaya a ser incluido tenga sentido y ligera coherencia, será una adaptación POR COMPLETO de la saga de Harry Potter a mi manera, no en su totalidad pero sí se manejará bajo los conceptos canon de Harry y su historia, muchos ya saben de qué va a tratar puesto que en mi cuenta de tiktok, he subido contenido referente a lo que será esta nueva historia. Se actualizará cada semana los días domingo y es un fanfic que contiene diversos ships, el principal y en el cuál se va a basar este fic es evidentemente el Drarry, entre los secundarios estarán: Hannigram (Will y Hannibal), Regan (Rick y Negan), Thilbo (Thorin y Bilbo) y posiblemente referencias a otros ships que podrían aparecer más no serán tomados tan a profundidad para la trama.
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Chapter 5

—Allí, mira.

—¿Dónde?

—Al lado del chico rubio.

—¿El de gafas?

—¿Has visto su cara?

—¿Has visto su cicatriz?

—¿Supiste que quedó en Slytherin? Es la casa de todos los magos oscuros... incluso quién le hizo esa marca.

Los murmullos siguieron a Harry desde el momento en que, al día siguiente, salió del dormitorio. Los alumnos que esperaban fuera de las aulas se ponían de puntillas para mirarlo, o se daban la vuelta en los pasillos, observándolo con atención. Harry deseaba que no lo hicieran, no ahora, no cuando no les había dado razones para hacerlo.

En Hogwarts había 142 escaleras, algunas amplias y despejadas, otras estrechas y destartaladas. Otras tenían un escalón que desaparecía a mitad de camino y había que recordarlo para saltar. Después, había puertas que no se abrían, a menos que uno lo pidiera con amabilidad o les hiciera cosquillas en el lugar exacto, y puertas que, en realidad, no eran sino sólidas paredes que fingían ser puertas.

También era muy difícil recordar dónde estaba todo, ya que parecía que las cosas cambiaban de lugar continuamente. Las personas de los retratos seguían visitándose unos a otros, y Harry estaba seguro de que las armaduras podían andar.

Los fantasmas tampoco ayudaban. Siempre era una desagradable sorpresa que alguno se deslizara súbitamente a través de la puerta que se intentaba abrir.

Había mucho más que magia, como Harry descubrió muy pronto, mucho más que agitar la varita y decir unas palabras graciosas.

Tenían que estudiar los cielos nocturnos con sus telescopios, cada miércoles a medianoche, y aprender los nombres de las diferentes estrellas y los movimientos de los planetas. Tres veces por semana iban a los invernaderos de detrás del castillo a estudiar Herbología, con una bruja pequeña y regordeta llamada profesora Sprout, y aprendían a cuidar de todas las plantas extrañas y hongos y a descubrir para qué debían utilizarlas.

La profesora McGonagall era siempre diferente. Harry había tenido razón al pensar que no era una profesora con quien se pudiera tener problemas. Estricta e inteligente, les habló en el primer momento en que se sentaron, el día de su primera clase.

—Transformaciones es una de las magias más complejas y peligrosas que aprenderán en Hogwarts —dijo—. Cualquiera que pierda el tiempo en mi clase tendrá que irse y no podrá volver. Ya están prevenidos.

Entonces transformó un escritorio en un cerdo y luego le devolvió su forma original. Todos estaban muy impresionados y no aguantaban las ganas de empezar, pero muy pronto se dieron cuenta de que pasaría mucho tiempo antes de que pudieran transformar muebles en animales. De hecho, Harry recordaba que Snape se había hecho algo en su cara para lucir diferente.

Después de hacer una cantidad de complicadas anotaciones, les dio a cada uno una cerilla para que intentaran convertirla en una aguja. Al final de la clase, sólo Hermione había hecho algún cambio en la cerilla. La profesora McGonagall mostró amargamente (a percepción de Harry) a todos cómo se había vuelto plateada y puntiaguda.

Harry se sentía de dos formas, frustrado pero también impresionado. Le pediría consejos apenas salieran para ejercer ese tipo de hechizos tan fáciles como los hacía parecer ella.

La clase que todos esperaban era Defensa Contra las Artes Oscuras, pero las lecciones de Quirrell resultaron ser casi una broma. Su aula tenía un fuerte olor a ajo, y todos decían que era para protegerse de un vampiro que había conocido en Rumania y del que tenía miedo de que volviera a buscarlo. Su turbante, les dijo, era un regalo de un príncipe africano como agradecimiento por haberlo liberado de un molesto zombi, pero ninguno creía demasiado en su historia.

Muchísimo menos Harry, quién aquel ambiente le hacía sentirse incómodo, encontraba bastante incoherente su actitud casi inocente y miedosa por el mínimo ruido o movimiento. Había algo ahí que a Harry no le terminaba de gustar, algo de lo que sentía no tenía que fiarse.

Descubrió que no estaba mucho más atrasado que los demás pero tampoco estaba adelantado y eso no le gustaba, lo frustraba en silencio. Muchos procedían de familias muggle y no tenían ni idea de que eran brujas y magos. Había tantas cosas por aprender que ni siquiera un chico como Draco tenía mucha ventaja.

La mañana del viernes antes de salir con un Draco ya insistente de que debían estar minutos antes en dicho salón, Harry repasó su horario y al ver la materia que le tocaba, sintió un alivio mal disimulado.

Era pociones, por consiguiente, vería a Snape. Pero Harry sabía que no podía hacer como si lo conocía, ni tampoco sabía qué esperar respecto a su actitud, sin embargo, no iba a permitir que eso fuese un indicio para que algo entre ellos detonara.

Tomó su libro de pociones y comenzó a leer.

—¿Tan temprano ya?

—Deberías hacer lo mismo. —Proclamó Harry cuando ya se encontraba vestido y su cama arreglada, tomando sus cosas aún con el libro abierto en su mano y siguiendo a Draco.

—Ni siquiera sabemos lo que veremos hoy.

—Con más razón, ¿Esperas que te pregunte y no tengas nada para responderle?

Draco no dijo más nada, le volteó los ojos con disimulo pero con discreción, obedeció y sacó también su libro. Ya en la sala de Slytherin estaba Hermione sentada sobre el sofá.

—¿Qué tanto se tardaban? Vamos ya.

Por fin encontraron el camino hacia el Gran Comedor a la hora del desayuno donde se sentaron, Draco, Hermione, Crabbe, Goyle y Harry.

—¿Qué tenemos hoy? —preguntó Goyle, mientras echaba azúcar en sus cereales.

—Pociones Dobles con los de Gryffindor —respondió Harry.

—Los demás dicen que Snape al ser el Jefe de la Casa Slytherin. Siempre nos favorece. Ahora veremos si es verdad. —Agregó Hermione.

—Eso es mentira. —Soltó Harry sin apartar su mirada del libro mientras comía un trozo de pan—. No creo que ningún profesor aquí favorezca a alguna casa, es por simples méritos.

Justo en aquel momento llegó el correo. Harry ya se había acostumbrado, pero la primera mañana se impresionó un poco cuando unas cien lechuzas entraron súbitamente en el Gran Comedor durante el desayuno, había esperado con el brillo en sus ojos una carta de su padre pero recordaba que, eran cartas que sólo podía recibir por medio de Snape o enviársela de la misma forma, sólo que Harry había estado tan inmerso en ese nuevo mundo que olvidó ciertamente averiguar los aposentos del mayor.

Hedwig no le había llevado nada hasta aquel día. Algunas veces volaba para mordisquearle una oreja y conseguir una tostada, antes de volver a dormir en la lechucería. Sin embargo, aquella mañana pasó volando entre la mermelada y la azucarera y dejó caer un sobre en el plato de Harry Este lo abrió de inmediato.

Querido Harry (decía con letra desigual)

Sé que tienes las tardes del viernes libres y no hemos podido conocernos como corresponde, así que ¿te gustaría venir a tomar una taza de té conmigo, a eso de las tres? Quiero que me cuentes todo lo de tu primera semana. Envíame la respuesta con Hedwig.

Hagrid.

Las cejas de Harry se elevaron en confusión, tanto así, que Draco y Hermione se acercaron a él y antes de que Harry pudiese quitar la carta, ya la habían leído.

—¿El guardabosques? ¿Y para qué te quiere invitar? —Añadió Draco con su nariz arrugada.

—No lo sé, ni siquiera lo conozco.

—¿Cómo es que sabe que tienes libre los viernes en la tarde y cómo sabe el nombre de Hedwig?

Harry pensó de inmediato igual que Draco y aquello le hizo sentir una satisfacción interna. Que pudiese interpretar las intenciones de la misma forma que él, era gratificante.

—Tal vez sólo quiere hacer amistades contigo, Harry.

—O tal vez quiere sonsacarlo. Que una persona que no conoce, de la nada, encima siendo un semi gigante lo invite a pasar tiempo a solas en su cabaña es... raro. —Le respondió Draco a Hermione mientras su semblante pasaba por diferentes expresiones.

Harry no pudo evitar reír.

—Puede que lo mejor sea ir a ver, no sabré si no voy.

—¿Estás loco? Ese lugar debe estar infestado por cinco mil enfermedades diferentes, además, no creo que sea inteligente que vayas.

—Bueno, si quiere descubrir de qué se trata, debe ir. —Agregó Hermione quién no se inmutó ni siquiera ante la mirada despectiva de Draco, al menos ya no le decía cada dos segundos que se alejara de él y eso era un avance.

Y era cierto, había una mala espina en aquello, de manera silenciosa Harry se lo planteaba, esperaba cartas de cualquier otra persona menos del guardabosques con el que ni siquiera cruzó palabra alguna, sin embargo, quedarse ahí sin poseer información al respecto era quedarse en un punto ciego y se negaba rotundamente a estarlo. Cogió prestada la pluma de Hermione y contestó: «Sí, gracias, nos veremos más tarde», en la parte de atrás de la nota, y la envió con Hedwig.

Las clases de Pociones se daban abajo, en un calabozo. Hacía mucho más frío allí que arriba, en la parte principal del castillo, y habría sido igualmente tétrico sin todos aquellos animales conservados, flotando en frascos de vidrio, por todas las paredes. A Harry le encantaba.

Snape, comenzó la clase pasando lista y, como la mayoría de profesores, se detuvo ante el nombre de Harry.

—Ah, sí —murmuró—. Harry Potter. Nuestra nueva... celebridad.

Ron y quién parecia ser Seamus, se rieron tapándose la boca.

Snape terminó de pasar lista y miró a la clase. Sus ojos no tenían nada de calidez. Eran fríos y vacíos y hacían pensar en túneles oscuros.

Harry se mantuvo firme, sabía que había tenido que prepararse para algo de ese estilo y ya Snape le había advertido que su clase no sería para nada fácil ni mucho menos.

—Ustedes están aquí para aprender la sutil ciencia y el arte exacto de hacer pociones —comenzó. Hablaba casi en un susurro, pero se le entendía todo. Como la profesora McGonagall, Snape tenía el don de mantener a la clase en silencio, sin ningún esfuerzo—. Aquí habrá muy poco de estúpidos movimientos de varita y muchos de ustedes dudarán que esto sea magia. No espero que lleguen a entender la belleza de un caldero hirviendo suavemente, con sus vapores relucientes, el delicado poder de los líquidos que se deslizan a través de las venas humanas, hechizando la mente, engañando los sentidos... Puedo enseñarles cómo embotellar la fama, preparar la gloria, hasta detener la muerte... si son algo más que los alcornoques a los que habitualmente tengo que enseñar.

Más silencio siguió a aquel pequeño discurso. Harry y Draco intercambiaron miradas fascinadas. Ahora entendía por qué su padre había elegido a Snape. Si lo que decía era cierto, era increíble el poder y conocimiento que poseía y ya había sido suficiente para tener a Harry completamente enfocado en todo lo que decía, hacía o gesticulaba.

Hermione estaba sentada en el borde de la silla, y parecía desesperada por empezar a demostrar que ella no era un alcornoque, contrario a eso, se relajó y guardó silencio y compostura.

—¡Potter! —dijo de pronto Snape—. ¿Qué obtendré si añado polvo de raíces de asfódelo a una infusión de ajenjo?

—El Filtro de muertos en vida. —Soltó Harry casi de inmediato ganándose varios murmullos y la sonrisa silenciosa de Draco a su lado.

Sin embargo, Snape quién parecía haber esperado una respuesta, estaba dispuesto a hurgar hasta lo más profundo para encontrar una grieta, si es que la conseguía.

—¿Dónde buscarías si te digo que me encuentres un bezoar?

—En el estómago de una cabra, profesor, o más específicamente, en los intestinos o estómagos de animales, principalmente mamíferos.

Hermione a su lado que también se sabía las respuestas estaba impresionada con la rapidez en la que Harry respondía, ni siquiera le daba tiempo de levantar su mano para indicar que ella también lo sabía.

Había algo divertido en el ambiente, algo que hizo que Harry quisiera sonreír pero se contuvo y era en la satisfacción de demostrar que no lo iban a poder agarrar desprevenido, aquello parecía ser divertido también para Snape quién contrario a todo, no denotaba ni un gramo de expresión en su rostro.

—¿Cuál es la diferencia, Potter, entre acónito y luparia?

—Ninguna, es la misma planta.

El silencio reinó de manera asesina combinada con el frío que la habitación presentaba pero nada podía quitarle la satisfacción a Harry en ese momento, Draco le dio un ligero golpe con su pie bajo la mesa mientras se sentaba recto a su lado.

—Después de todo, no has tomado la fama como tu único sustento. —Especuló Snape dejando sus brazos cruzados—. 20 puntos para Slytherin y ¿por qué no están apuntando todo lo que se dijo?

Los gritos de los Slytherin y risas fueron estruendosas en aquel momento mientras los Gryffindors se quejaban y volteaban sus ojos.

—¡Excelente, Potter! —Gritó uno al fondo.

Se produjo un súbito movimiento de plumas y pergaminos.

Las cosas no mejoraron para los Gryffindors a medida que continuaba la clase de Pociones pero mejoraban en demasía para los Slytherin.

Snape los puso en parejas, para que mezclaran una poción sencilla para curar forúnculos. Se paseó con su larga capa negra, observando cómo pesaban ortiga seca y aplastaban colmillos de serpiente, criticando a todo el mundo salvo a Malfoy que casualmente estaba con Harry, pero, aunque lo que Harry hacía estaba bien, Snape simplemente criticaba lo que él hacía, sólo que Harry se lo tomaba con humor y entendía el porqué.

En el preciso momento en que les estaba diciendo a todos que miraran la perfección con que Malfoy había cocinado a fuego lento los pedazos de cuernos, multitud de nubes de un ácido humo verde y un fuerte silbido llenaron la mazmorra. De alguna forma, Neville se las había ingeniado para convertir el caldero de Seamus en un engrudo hirviente que se derramaba sobre el suelo, quemando y haciendo agujeros en los zapatos de los alumnos. En segundos, toda la clase estaba subida a sus taburetes, mientras que Neville, que se había empapado en la poción al volcarse sobre él el caldero, gemía de dolor, por sus brazos y piernas aparecían pústulas rojas.

—¡Chico idiota! —dijo Snape con enfado, haciendo desaparecer la poción con un movimiento de su varita—. Supongo que añadiste las púas de erizo antes de sacar el caldero del fuego, ¿no?

Neville lloriqueaba, mientras las pústulas comenzaban a aparecer en su nariz.

—Llévelo a la enfermería —ordenó Snape a Seamus.

Luego se acercó a Ron que estaba con un muchacho que Harry no reconoció

—Tu, Ron Weasley. ¿Por qué no le dijiste que no pusiera las púas? Pensaste que si se equivocaba quedarías bien, ¿no es cierto? Éste es un punto que pierdes para Gryffindor.

Draco no pudo evitar reírse en su cara mientras Harry simplemente lo evaluaba en silencio y miraba su reacción, aquello pareció enfadarle al pelirrojo quién abrió la boca para discutir, pero el compañero le dio una patada por debajo del caldero.

Una hora más tarde, Harry se encontraba saliendo de aquel salón pero antes de que pudiese terminar de pisar el suelo, una voz lo detuvo.

—Potter, regrésate.

Harry miró tanto a Draco como a Hermione haciendo una expresión de "No sé qué hice" y ellos se encogieron de hombros murmurando que lo esperarían en el patio. Una vez que sus amigos se fueron, la puerta se cerró con un fuerte movimiento sin que hubiese una pizca de brisa, los pies del muchacho se arrastraban por el suelo hasta que alcanzó llegar frente al mayor.

—¿Sí, profesor?

Snape no dijo nada, ni siquiera levantó su mirada de los papeles que estaba analizando, simplemente sacó de una parte de su escritorio lo que parecían ser unas cartas y se las extendió.

Cuando Harry las sostuvo y leyó el remanente con la letra que claramente reconoció, sus ojos brillaron de una forma descomunal mientras la sonrisa en su rostro crecía.

—¿¡Desde hace cuánto que me escribe!?

—Desde que le dije que ya podía enviarte cartas.

Harry estuvo a punto de darle las gracias como seis veces tal cuál lo había hecho cuando le entregó a Hedwig pero sabía que el mayor mantenía una paciencia corta así que prefirió no expresar más de un "Gracias" y aferrar las cartas a sus manos.

—Otra cosa, mi despacho queda en el mismo pasillo para ingresar a tu sala, si vas a enviarle alguna respuesta a tu padre, debes venir a altas horas de la noche y estar seguro de que estás solo.

—Sí, lo entiendo.

—Y Potter.

Harry se giró sobre sus talones nuevamente cuando ya estaba por retirarse, mirando el semblante del profesor con escrutinio pero sin poder percibir nada.

—Hay cosas de las que debemos hablar, sería bueno que aproveches de responder las cartas de una vez y cuando vayas a mi despacho, conversemos.

El pequeño rostro de Harry asintió en comprensión pero también con ligera duda sembrada, ¿Qué se supone que debían hablar? No había hecho nada malo hasta ahora pero tampoco debía pensar que al ser citado por Snape, implicaba algo malo, tal vez quería ponerlo al día con la situación o contarle algo sobre su padre. Fuese lo que fuese, Harry estaba deseando que ya cayera la noche.

No le tomó más de unos minutos encontrar a su poco común grupo de amigos esperándolo justo donde habían dicho.

—¿Y bien? ¿Qué te dijo? —Preguntó Malfoy poniéndose de pie y alcanzando al moreno.

Pero Harry se quedó mudo por un instante, no podía contarles absolutamente nada, aquello era arriesgar su propio pellejo y aunque ambos le caían sumamente bien, incluso Crabbe y Goyle. Harry todavía no estaba seguro de poderles confiar una verdad de ese calibre, eso sería presentar una notoria desventaja y no estaba preparado para sentirse de esa forma, necesitaba que ellos le demostraran que estaban con Harry a pesar de todo y aquello era algo que únicamente el tiempo podía decir.

—Nada, me dijo que ya que era tan descarado como para saberlo todo, le presentara un ensayo para el próximo viernes.

—¿Qué? Eso no tiene lógica. —Lució Hermione

—No, pero es Snape, ¿Qué esperabas?

Draco se quedó viéndolo en silencio, con el semblante relajado y sin decir palabra alguna. Si Harry no hubiese aprendido a tan corta edad a controlar los gestos en su rostro, seguramente habría tenido una reacción que lo delatara pero no se inmutó y el rubio quién pareció rendirse, desvió su mirada.

—En fin, debo ir a ver a Hagrid.

—No deberías ir solo. —Detuvo Draco al posar su pequeña mano en el hombro de Harry.

La sensación le hizo sentir una pequeña descarga a Harry quién se habría hecho a un lado de no haber sido porque fue soltado antes.

—¿Vienes conmigo?

—No, imposible. No entraría ahí ni que fuese de vida o muerte pero Granger irá contigo.

—¿¡Qué!? ¿Cuándo dije yo eso? —Hermione soltó mientras elevaba su rostro compleja y volteaba a ver a Harry.

—No lo dijiste, lo digo yo

—Bueno pero si no quieres, voy yo solo. —Agregó Harry mientras retenía una pequeña sonrisa.

—No, no, voy contigo.

Salieron del castillo cinco minutos antes de las tres y cruzaron los terrenos que lo rodeaban. Hagrid vivía en una pequeña casa de madera, en el borde del bosque prohibido. Una ballesta y un par de botas de goma estaban al lado de la puerta delantera.

Cuando Harry llamó a la puerta, oyeron unos frenéticos rasguños y varios ladridos. Luego se oyó la voz de Hagrid, diciendo:—Atrás, Fang, atrás.

La gran cara peluda de Hagrid apareció al abrirse la puerta.

—Entren —dijo— Atrás, Fang.

Los dejó entrar, tirando del collar de un imponente perro negro.

Había una sola estancia. Del techo colgaban jamones y faisanes, una cazuela de cobre hervía en el fuego y en un rincón había una cama enorme con una manta hecha de remiendos.

—Están en su casa —dijo Hagrid, soltando a Fang, que se lanzó contra Hermione y comenzó a lamerle las orejas.

—Ésta es Hermione. —dijo Harry a Hagrid, que estaba volcando el agua hirviendo en una gran tetera y sirviendo pedazos de pastel.

—Granger, ¿verdad? —dijo Hagrid, mirando de reojo el cabello de la muchacha.

Harry ni loco mordió de aquel pastel, lo tomó por simple educación pero no fue capaz de llevarlo a su boca ni siquiera para fingir mientras le contaban a Hagrid lo referente a sus primeras clases.

Fang tenía la cabeza apoyada sobre la rodilla de Harry y estaba comenzando a babeabar sobre su túnica. Lo que le hizo fruncir el ceño y despegarse con rapidez de aquel perro cuando Hagrid les dio la espalda, quería salir de ahí y tomar una ducha de quince horas.

—Fue algo descabellado la selección del sombrero, inesperado. —Exclamó Hagrid luego de un rato sentándose al frente de ambos.

—¿Sí? Soy nuevo en esto, tal vez puedas explicarme el por qué.  —Se unió a la conversación Harry con la voz más suave que podía gestionar y dejando sus facciones en un gesto inocente y dulce.

—Bueno... es que, no sé si lo sabías, Harry pero tus padres eran de Gryffindor... ¡No quise hablar sobre tus padres! Debe ser un tema que todavía no estás listo para tocar. —Arremetió el gigante de inmediato mientras movía sus grandes manos de un lado a otro.

—No, no, para nada. De hecho, no lo sabía. —Y no era mentira, Harry no sabía que sus "padres" habían asistido a Gryffindor, tal vez por eso el escándalo de todo el mundo al haber quedado en una casa opuesta a esa.

—Sí, bueno, tus padres eran unos magos increíbles, los mejores de su casa. —Sirvió más de aquella abominación en el plato pero ni Harry ni Hermione la tocaron—. Tal vez fue un mal entendido del sombrero, puede ser la primera vez, estoy seguro que si hablamos con Dumbledore él pueda...

—Perdona pero no entiendo muy bien la conversación, ¿Por qué sería un error? Yo no siento que esté en la casa equivocada.

Los ojos enormes de Hagrid se abrieron casi como platos mientras palidecia por un momento. Harry creyó que se le iba a caer al suelo la taza que recién había tomado.

—Harry, Slytherin es... Es la casa de donde han salido la peor clase de magos que han existido, incluso Quién tú sabes salió de allí, sus seguidores también. —Las palabras del mayor venían con ligero tembleque como si fuese un tema prohibido.

—Harry y yo somos de Slytherin y no creo que ninguno de los dos estemos preparándonos para ser los siguientes magos oscuros. —Hermione finalmente se había unido a la conversación.

—¡No! Claro que no, jamás pensaría que ustedes pudiesen llegar a ser algo así, es por eso que siento que si es algo que se conversa, podrían hacer un cambio, aunque eso no se haya hecho nunca ya que no había pasado y bueno..

Hagrid parloteaba demasiado rápido y divagaba muchísimo pareciendo que su mente se transfiguraba en diferentes pensamientos uno tras otro.

—Creo que eso es peor que pensar como lo hace Quién tú sabes. —Agregó Harry mientras su semblante se tornaba rígido—. Satanizar a un grupo completo de personas solamente porque en la casa en la que se encuentran salieron magos de ese calibre, es bastante cruel y creo que incita a que ellos crean que no tienen otra opción que ser lo que tanto les dicen ser.

Hermione no pudo evitar sonreír oculta bajo su maraña de pelo mientras acomodaba la falda entre sus piernas.

Contrario a Hagrid quién pareció que le habían lanzado un balde de agua fría y no supo qué más decir pero no hizo falta ya que la atención de Harry se movilizó hacia algo más.

Miró el recorte del periódico que estaba sobre la mesa.

Era de El Profeta.

RECIENTE ASALTO EN GRINGOTTS

Continúan las investigaciones del asalto que tuvo lugar en Gringotts el 31 de julio. Se cree que se debe al trabajo de oscuros magos y brujas desconocidos.

Los gnomos de Gringotts insisten en que no se han llevado nada.

"La cámara que se registró había sido vaciada aquel mismo día. Pero no vamos a decirles qué había allí, así que mantengan las narices fuera de esto, si saben lo que les conviene" declaró esta tarde un gnomo portavoz de Gringotts.

Harry recordó que ese mismo día, Snape y él habían ido casualmente a comprar los útiles para la escuela, el mismo día que habían entrado a Gringotts, ¿Habían intentado robar incluso en el mismo instante en el que Harry estaba dentro? ¿Qué era lo que guardaba aquella bóveda como para arriesgarte a ese nivel?

Harry volvió a leer la nota. "La cámara que se registró había sido vaciada aquel mismo día."

No mencionó nada al respecto, permanecieron en ese entorno ligeramente incómodo hasta que el sol estaba ya escondiéndose y fue entonces cuando se despidieron y emprendieron su viaje.

Mientras Harry y Hermione regresaban al castillo para cenar, Harry pensaba que ninguna de las clases le había hecho reflexionar tanto como aquella "merienda" con Hagrid.

¿Por qué un hombre que no conocía de nada, de repente quería compartir un momento con él y casualmente le hablaba sobre su nueva casa? ¿Era una casualidad que aquella conversación se diera? ¿Y qué era lo que habían intentado robar?

Harry estaba tan inmerso en sus pensamientos que durante la cena, no conversó absolutamente nada y no gesticuló palabra alguna hasta que Draco y él entraron nuevamente a su habitación.

—Y básicamente insistió en que no debía estar en Slytherin, que debía ir a Gryffindor. —Harry le contó absolutamente todo a Draco cuando estuvieron solos ya con sus pijamas puestas, después de todo, Hermione había estado allí así que secreto no era.

Draco se quedó en silencio mientras analizaba algo en su mente y luego levantó su mirada hacia Harry.

—Míralo de esta forma, Harry. Tú eres el niño que vivió, eres quién venció a quién no debe ser nombrado cuando tenías apenas un año de edad. Los prejuicios que le han tenido a la casa de Slytherin es algo que lleva décadas y con la salida de quién tú sabes, solamente empeoró la reputación. —La mirada grisácea se mantenía en un punto para después buscar los verdes profundos de Harry—. Era de esperarse que al ser el niño estrella, quedaras en la casa opuesta en la que han salido todos los "magos oscuros" pero como no fue así, la gente ha empezado a sospechar que podrías ser igual a él.

—Pero, eso no tiene sentido, la casa en la que quedes no tiene nada que ver en tus decisiones, podría bien haber quedado en Gryffindor y seguir pensando como lo hago.

El ceño fruncido de Harry era notorio y si seguía así, ya mantendría arrugas a temprana edad, pero es que se le hacía completamente absurdo que quisieran incluso romper con unas reglas básicas del colegio que era la selección del sombrero la cual lo que había averiguado es que era una decisión irrevocable y ahora querían modificar todo solamente porque Harry había quedado en una casa diferente pero tendría sentido y ahora que lo conversaba con Draco, se dio cuenta de que el rubio tenía más para aportar de lo que Harry creía.

—Sí, bueno, vete acostumbrando porque es algo que pasará más veces de las que creas.

La conversación finalizó allí, ambos estaba cansados del arduo día. No había pasado ni media hora cuando ya Draco estaba profundamente dormido y Harry sobre su cama ya sentía sus párpados pesados mientras se iban cerrando poco a poco hasta que recordó algo de golpe.

Las cartas.

El sueño desapareció de inmediato y se sentó de golpe sobre su cama. Se puso de pie con sumo cuidado hasta que caminó hacia su baúl y en uno de los espacios escondidos, sacó las cartas. La emoción de Harry era incluso estúpida, habían tres de ellas nada más pero aunque hubiese una, habría sido suficiente para tener la emoción e inocente felicidad de Harry aferradas a eso.

Entró con cautela al baño que tanto Draco como él compartían cerrando con suma delicadeza hasta que pudo encender la luz y desató el pequeño nudo que las amarraba, tomó la primera y la abrió desesperado.

𝘘𝘶𝘦𝘳𝘪𝘥𝘰 𝘏𝘢𝘳𝘳𝘺.

𝘚𝘯𝘢𝘱𝘦 𝘮𝘦 𝘯𝘰𝘵𝘪𝘧𝘪𝘤ó 𝘩𝘢𝘤𝘦 𝘢𝘱𝘦𝘯𝘢𝘴 𝘶𝘯𝘢𝘴 𝘩𝘰𝘳𝘢𝘴 𝘲𝘶𝘦 𝘺𝘢 𝘱𝘰𝘥í𝘢 𝘦𝘯𝘷𝘪𝘢𝘳𝘵𝘦 𝘤𝘰𝘳𝘳𝘦𝘴𝘱𝘰𝘯𝘥𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘯𝘰 𝘮𝘦 𝘯𝘰𝘵𝘪𝘧𝘪𝘤ó 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘵𝘰 𝘵𝘢𝘳𝘥𝘢𝘳ías 𝘦𝘯 𝘱𝘰𝘥𝘦𝘳 𝘭𝘦𝘦𝘳𝘭𝘢𝘴 𝘢𝘴í 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘦 𝘦𝘴𝘤𝘳𝘪𝘣𝘪𝘳é 𝘤𝘰𝘯𝘧𝘰𝘳𝘮𝘦 𝘭𝘰𝘴 𝘥í𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘴𝘦𝘯 𝘺 𝘯𝘰 𝘵𝘢𝘯 𝘤𝘰𝘯𝘵𝘪𝘯𝘶𝘢𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘯𝘰 𝘭𝘦𝘷𝘢𝘯𝘵𝘢𝘳 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘵𝘢𝘴 𝘴𝘰𝘴𝘱𝘦𝘤𝘩𝘢𝘴.

𝘛𝘦 𝘩𝘦 𝘦𝘹𝘵𝘳𝘢ñ𝘢𝘥𝘰 𝘣𝘢𝘴𝘵𝘢𝘯𝘵𝘦 𝘦𝘯 𝘤𝘢𝘴𝘢, 𝘯𝘰 𝘩𝘢 𝘩𝘢𝘣𝘪𝘥𝘰 𝘮𝘶𝘤𝘩𝘰 𝘮𝘰𝘷𝘪𝘮𝘪𝘦𝘯𝘵𝘰 𝘱𝘰𝘳 𝘦𝘴𝘵𝘰𝘴 𝘭𝘢𝘥𝘰𝘴, 𝘮𝘦 𝘩𝘦 𝘥𝘦𝘥𝘪𝘤𝘢𝘥𝘰 𝘢 𝘳𝘦𝘵𝘰𝘮𝘢𝘳 𝘮𝘪𝘴 𝘤𝘪𝘵𝘢𝘴 𝘯𝘰𝘤𝘵𝘶𝘳𝘯𝘢𝘴 𝘦𝘯 𝘮𝘪 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘶𝘭𝘵𝘰𝘳𝘪𝘰 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘩𝘰𝘳𝘢𝘴 𝘱𝘢𝘴𝘦𝘯 𝘮ás 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘵𝘢𝘴. ¿𝘊ó𝘮𝘰 𝘵𝘦 𝘩𝘢 𝘪𝘥𝘰 𝘦𝘯 𝘵𝘶 𝘯𝘶𝘦𝘷𝘢 𝘦𝘴𝘤𝘶𝘦𝘭𝘢? ¿𝘠𝘢 𝘧𝘶𝘪𝘴𝘵𝘦 𝘴𝘦𝘭𝘦𝘤𝘤𝘪𝘰𝘯𝘢𝘥𝘰 𝘢 𝘢𝘭𝘨𝘶𝘯𝘢 𝘤𝘢𝘴𝘢?

𝘌𝘴𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘦 𝘭𝘰 𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘦𝘴 𝘵𝘰𝘥𝘰 𝘵𝘢𝘯 𝘱𝘳𝘰𝘯𝘵𝘰 𝘦𝘴𝘵𝘢 𝘤𝘢𝘳𝘵𝘢 𝘭𝘭𝘦𝘨𝘶𝘦 𝘢 𝘵𝘶𝘴 𝘮𝘢𝘯𝘰𝘴.

𝘊𝘰𝘯 𝘢𝘮𝘰𝘳, 𝘏𝘢𝘯𝘯𝘪𝘣𝘢𝘭 𝘓𝘦𝘤𝘵𝘦𝘳.

La sonrisa en el rostro de Harry era enorme y satisfecha, leer palabras de su padre aunque no fuese lo mismo que escucharlas o sentirlas en la calidez de la presencia era suficiente para él, tenía tantas cosas por contarle que no sabía por dónde empezar, sin embargo, se enfocó en abrir la segunda carta.

𝘗𝘦𝘲𝘶𝘦ñ𝘢 𝘣𝘦𝘴𝘵𝘪𝘢.

𝘛𝘰𝘥𝘢𝘷í𝘢 𝘯𝘰 𝘩𝘦 𝘳𝘦𝘤𝘪𝘣𝘪𝘥𝘰 𝘯𝘰𝘵𝘪𝘧𝘪𝘤𝘢𝘤𝘪𝘰𝘯𝘦𝘴 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘵𝘪, 𝘩𝘦 𝘥𝘦 𝘴𝘶𝘱𝘰𝘯𝘦𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘮𝘪𝘴 𝘤𝘢𝘳𝘵𝘢𝘴 𝘢ú𝘯 𝘯𝘰 𝘤𝘢𝘦𝘯 𝘦𝘯 𝘵𝘶𝘴 𝘮𝘢𝘯𝘰𝘴. 𝘔𝘦 𝘥𝘦𝘥𝘪𝘲𝘶é 𝘢 𝘦𝘴𝘤𝘳𝘪𝘣𝘪𝘳𝘭𝘦 𝘢 𝘚𝘯𝘢𝘱𝘦 𝘺 é𝘭 𝘮𝘦 𝘩𝘪𝘻𝘰 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘳 𝘲𝘶𝘦 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘣𝘢𝘴 𝘣𝘪𝘦𝘯 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘰 𝘮𝘢𝘳𝘤𝘩𝘢𝘣𝘢 𝘦𝘯 𝘰𝘳𝘥𝘦𝘯 𝘱𝘦𝘳𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘭𝘢𝘴 𝘤𝘰𝘴𝘢𝘴 𝘱𝘰𝘴𝘪𝘣𝘭𝘦𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘴𝘦 𝘤𝘰𝘮𝘱𝘭𝘪𝘤𝘢𝘳í𝘢𝘯 𝘱𝘢𝘳𝘢 𝘯𝘰𝘴𝘰𝘵𝘳𝘰𝘴.

𝘊𝘰𝘯𝘧í𝘰 𝘦𝘯 𝘲𝘶𝘦 𝘴𝘢𝘣𝘦𝘴 𝘭𝘰 𝘲𝘶𝘦 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘴 𝘺 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘶 𝘪𝘯𝘨𝘦𝘯𝘪𝘰 𝘷𝘢 𝘢 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦𝘱𝘰𝘯𝘦𝘳𝘴𝘦 𝘱𝘰𝘳 𝘴𝘰𝘣𝘳𝘦 𝘵𝘰𝘥𝘰𝘴 𝘭𝘰𝘴 𝘯𝘪ño𝘴 𝘥𝘦 𝘵𝘶 𝘦𝘥𝘢𝘥 𝘦 𝘪𝘯𝘤𝘭𝘶𝘴𝘰 𝘮𝘢𝘺𝘰𝘳𝘦𝘴.

𝘌𝘴𝘤𝘳í𝘣𝘦𝘮𝘦 𝘤𝘶𝘢𝘯𝘥𝘰 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘢𝘴 𝘺 𝘳𝘦𝘤𝘶𝘦𝘳𝘥𝘢 𝘲𝘶𝘦 𝘱𝘶𝘦𝘥𝘦𝘴 𝘩𝘢𝘤𝘦𝘳𝘭𝘰 𝘴𝘪𝘦𝘮𝘱𝘳𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘯𝘦𝘤𝘦𝘴𝘪𝘵𝘦𝘴 𝘢𝘭𝘨ú𝘯 𝘤𝘰𝘯𝘴𝘦𝘫𝘰 𝘰 𝘵𝘦 𝘦𝘯𝘤𝘶𝘦𝘯𝘵𝘳𝘦𝘴 𝘦𝘴𝘵𝘢𝘯𝘤𝘢𝘥𝘰, 𝘢 𝘱𝘦𝘴𝘢𝘳 𝘥𝘦 𝘲𝘶𝘦 𝘵𝘶 𝘪𝘯𝘵𝘦𝘭𝘪𝘨𝘦𝘯𝘤𝘪𝘢 𝘩𝘢 𝘢𝘭𝘤𝘢𝘯𝘻𝘢𝘥𝘰 𝘮𝘪𝘴 𝘦𝘹𝘱𝘦𝘤𝘵𝘢𝘵𝘪𝘷𝘢𝘴, 𝘵𝘦𝘯𝘥𝘳á𝘴 𝘮𝘪 𝘮𝘦𝘯𝘵𝘦 𝘢 𝘵𝘶 𝘥𝘪𝘴𝘱𝘰𝘴𝘪𝘤𝘪ó𝘯.

𝘊𝘰𝘯 𝘤𝘢𝘳𝘪ñ𝘰, 𝘏𝘢𝘯𝘯𝘪𝘣𝘢𝘭 𝘓𝘦𝘤𝘵𝘦𝘳.

La tercera carta fue la más larga de toda las anteriores pero venía con pequeña información que a Harry le hizo sentir un cosquilleo en la boca de su estómago.

Harry.

Estuve manteniendome en contacto con Snape y he de decir que me hizo llegar información bastante peculiar.

Estoy al tanto sobre los prejuicios de sangre que existen en el mundo de los magos, no solamente quedaste en Slytherin lo cuál antes de decir cualquier otra cosa, debo felicitarte, sé que harás que tu casa se sienta orgullosa de tenerte y que seas el ejemplo del ingenio y completo poder de un Lecter.

Te hiciste muy amigo aparentemente de una de las que llaman "Sangre sucia" por provenir de hijos de muggles, tu situación es diferente por ser un mestizo pero las palabras que expresaste aprovechando la debilidad de una muchacha para imponer tus ideales y así reafirmar tu poder intelectual me hacen sentir, desde la distancia, sumamente orgulloso. Sé que debes tener grandes planes como para defender de esa forma a alguien que relativamente acabas de conocer. Recuerda que el poder del estatus a veces viene ligado con conocimiento y ventajas múltiples, deseo muy pronto deducir tus intereses o esperar a que me los hagas entender.

Quisiera que me cuentes más sobre eso, incluso sobre tu nuevo amigo rubio, ¿Es el mismo chico del que hablamos en el restaurante?

Cuídate.

Te quiere, tu padre.

Pd: Hablé con tu tío hace unos días, me hizo saber que estará con nosotros para cuando salgas de tu primer año escolar, quiere verte y también desea que se lo cuentes todo pero esas son cosas que yo no le he contado, supongo que tú en persona, quieres hacerlo, así que no te quitaré el privilegio.

Entre otras nuevas noticias, tenemos nuevas vecinos, he tenido la potestad de compartir con ellos durante este tiempo y he de decir que me agradan, sé que te agradarían a ti también.

Por cierto, ¿Recuerdas a mi amigo Will Graham? Ha pasado bastante tiempo en casa y pensé que sería buena idea que también comparta con nosotros un tiempo de tu regreso a casa, quisiera saber si esa es una idea que a ti te genera comodidad.

Harry sentía su corazón colmado de múltiples emociones, felicidad, calidez y completa calma. Habían muchos pensamientos viajando sobre su mente e incluso sus mejillas dolían de tanto sonreír, no solamente tenía noticias sobre su padre sino también sobre su tío y la emoción de poder verlo al regresar a casa era más de lo que podía esperar.

Tenía que responder de inmediato e ir a ver a Snape en su despacho.

Entró nuevamente a su habitación y tomó con sutileza un par de hojas y la pluma con la tinta para así regresar al baño y encerrarse nuevamente en este.

Se recostó sobre el suelo tomándolo como apoyo para empezar a responder la correspondencia pero no sabía cómo empezar, ¿Qué le contaría primero? ¿Le haría saber lo que pasó en su selección y los pensamientos intrusivos que tuvo? ¿Le diría lo que había percibido de Hermione? ¿Incluso el extraño dolor que por primera vez había sentido en su cicatriz?

Definitivamente había tanto por contar y Harry sentía que la hoja no sería suficiente, se enfocó simplemente en mojar la punta de la pluma y dejar que las ideas se fuesen plasmando conforme fuesen apareciendo en su mente.

Querido Padre.

Tus cartas tardaron un poco en llegar a mí, sé que pudiste entender que Snape se demoró hasta que creyó prudente entregarmelas, las he leído todas y tengo tantas cosas que contarte que no sé cómo empezar.

Fui seleccionado en Slytherin, aunque quisiera contarte que durante la selección, sucedió algo bastante curioso. Mis deseos siempre fueron quedar en esa casa desde que supe lo que conllevaba estar en ella pero mis pensamientos me hicieron una mala jugada, empecé a pedirle que no me seleccionara en Slytherin pero estoy seguro de que esos pensamientos no me pertenecían, así que, desde un inicio he sentido que las cosas han ido un poco extrañas.

Respecto al niño rubio del que te conté, me lo encontré en el vagón de Hogwarts, de hecho, él me buscó. Su nombre es Draco Malfoy y lo poco que lo he conocido es casi tan parecido a mí que seguramente te agradaría, tiene modales, es inteligente y muy audaz, considero prudente mantenerlo de mi lado por los momentos, sobre todo porque proviene de una de las familias sangre pura con más poder en este mundo, aunque todavía no puedo hablar sobre su fidelidad, es algo que veré con el tiempo.

La muchacha que llaman "Sangre sucia" es Hermione y aunque quisiera explicarte mejor en persona, te diré que es una muchacha excesivamente inteligente, a pesar de ser hija de padres Muggles, tiene muchísimo conocimiento en historia e incluso es una bruja competente, nutrirme de ella es algo que me favorece. Quedó, casualmente en mi misma casa, lo cuál ha sido algo bastante impresionante para algunos debido a ascendencia.

Han pasado tantas cosas, papá, que no sé cómo explicarte todo pero he estado siendo cuidadoso, sobre todo porque siento que hay algo sospechoso en todo lo que me ha estado ocurriendo, incluso han intentado convencerme de que hablara con el director para cambiarme de casa pero es algo que no estoy dispuesto a hacer.

Quisiera consultarte que, este tipo de situaciones he considerado contárselas a Snape, después de todo, no creo que nadie más que él sepa sobre lo que posiblemente ha estado ocurriendo, no dudo de tu juicio así que si tú confías en él, yo también lo haré.

Respecto a las otras noticias, ¡Me siento realmente emocionado de volver a ver al tío! Lo he extrañado muchísimo, no tanto como a ti pero hace mucho tiempo que no lo veo y me encantaría pasar tiempo con los dos.

Harry se quedó pensando un momento cuando recordó el último retazo donde su padre mencionaba a Will. Aquel hombre carismático que había conocido. La verdad era que no lo conocía en lo absoluto pero el pequeño tiempo que compartió con él, le había agradado por lo que, volver a verlo, no le generaba incomodidad alguna, sobre todo porque si su padre confiaba tanto en él como para llamarlo "amigo" significaba que era alguien que valía la pena.

No estoy para nada indispuesto en volver a ver al señor Graham, de hecho, creo que podría ser agradable así que, por mí no te preocupes.

Te extraño todos los días y desearía que pudieses estar conmigo.

Te quiere inmensamente, Harry Lecter.

Harry leyó su carta unas siete veces hasta que se sintió complacido con ella y, finalmente, se puso de pie, tomó todo lo que había movido hacia el baño y lo colocó en su respectivo lugar. Ahora sólo hacía falta entregárselas a Snape.

Cuando estuvo a punto de salir de la habitación, tuvo la impresión de que Draco se había movido ligeramente pero luego de un rato inmóvil y casi sin respirar, supuso que había sido un simple movimiento estando dormido. Salió de allí y siguiendo los pasos que le había indicado Snape, llegó a su despacho y tocó la puerta.

Esperaba que no se hubiese equivocado o tendría problemas en explicar lo que hacía fuera de cama a tan altas horas de la noche y encima si registraban sus cartas, sería peor.

Luego de unos minutos que parecieron eternos, la puerta se abrió, recibiendo a Harry como era de esperarse con un alto hombre de ropaje negro y con un semblante nulo.

—Potter, pasa.

Harry entró, siendo bienvenido por un espacio bastante pulcro, el sitio era bastante cálido, limpio, ordenado e incluso pacífico, había un escritorio en la zona de color negro mate y dos sillas del otro lado, con un pequeño estante repleto de libros de todo tipo y en la esquina izquierda de la pared notándose el brillo de la madera, al lado de aquel marco de madera, una chimenea con tonalidades verdes en las piedras y el centro de la misma de un grisáceo opaco siendo acompañado por un sofá cómodo en el cual tranquilamente podrían entrar tres personas sentadas.

Se sentó cuando vio que los ojos de Snape viajaban del sillón, luego a él, luego a él y finalmente al sillón. Permaneció rectamente sentado sin saber qué decir.

—Le hice una carta a mi padre, agradecería si se la puede hacer llegar y. —Sacó detrás de sus ropajes las de Hannibal—. Creo que es prudente que las cartas sean quemadas, para evitar que alguien más las lea.

Dejó las cartas sobre la mesa pequeña al frente mientras las veía y al mismo tiempo se llenaba de sentimentalismo, no quería quemarlas, quería quedarse con ellas y leerlas cada vez que sintiera la necesidad pero sabía que era peligroso si caían en manos equivocadas, no pondría en riesgo a su padre nunca.

Al contrario de las que estaban en la mesa, Harry le estiró a Snape la suya propia ya sellada y lista para hacer entrega, el mayor la tomó y caminó con pasos lentos hasta su escritorio donde guardó la misma, Harry ni siquiera escuchó un mínimo sonido cuando ya las cartas frente a él se habían incinerado, sus ojos se abrieron incrédulo.

—¿Fue usted? —Volteó a verlo con los ojos brillantes—. ¿Me enseñaría a hacerlo?

—Potter, ahora no es el momento de conversar sobre eso.

El silencio bañó la pequeña sala dejando a Harry incorporado y sin algún rastro de querer agregar algo más o preguntar. Sus manos estaban puestas sobre sus pequeñas rodillas impacientes pero parecía que el mayor se tomaba su tiempo.

Hasta que Snape caminó hacia la silla al frente de Harry y finalmente se sentó.

—Quiero que entiendas algo. —Agregó finalmente mientras entrelazaba sus propias manos—. Las cosas se han escapado de las manos de todos y se han complicado desde el momento en el que fuiste seleccionado en Slytherin y no en Gryffindor.

Harry se quedó blanco por un momento..

¿Acaso Snape también lo iba a persuadir para que cambiase de casa? ¿Su padre se había equivocado al confiar en él?

—No te equivoques, no estoy mencionando que debas cambiarte, eso no se puede y no se romperá ese reglamento porque sino, sería una apertura a que cualquiera que quiera cambiar de casa, pueda. —Se adelantó Snape cuando leyó las facciones de Harry de inmediato—. Sin embargo, eso nos ha dejado expuestos, más a ti que a cualquiera de nosotros. He estado intentando averiguar lo que esto pueda desencadenar y es por eso que necesito que cualquier mínima cosa que sientas fuera de lugar, lo que sea que pase, me lo cuentes, es realmente importante.

En silencio, Harry empezó a analizar sus palabras mientras fijaba su mirada sobre los orbes oscuros del mayor intentando analizarlo todo, si se lo decía a alguien más que no fuese su padre, eso aumentaría las desventajas, pero ya Harry había pensado en confiarselo al profesor y nuevamente, aunque tuviese sus dudas, que eran más miedo a equivocarse que cualquier otra cosa, su padre no dudaba de Snape y eso debía tener un peso increíble, el juicio de su padre jamás se equivocaba.

Harry finalmente se decidió, respiró profundo y comenzó a contarle todo, desde el momento en el que en la selección del sombrero, los pensamientos aparecieron, la sensación de su cicatriz, el momento con Hagrid, todo, hasta lo más mínimo y luego, cuando terminó finalmente, Snape pareció entrar a profundidad en sus pensamientos y resguardarse en ellos con un semblante todavía más rígido que de costumbre.

Las palmas a Harry le sudaban, no sabía qué esperar a partir de allí, no sabía si iba a necesitar decir que todo era mentira e irse de allí, condenarse o sacar ventaja de aquello.

—No le cuentes a nadie lo que sabes, lo que has sentido y muchísimo menos tu secreto, Lecter. —Sentenció Snape luego de un rato y a Harry se le iluminaron sus ojos cuando lo llamó por su verdadero apellido—. Todavía no sabemos a qué nos enfrentamos, mientras podamos saberlo, te quiero aquí tres veces a la semana.

—¿Puedo preguntar para qué? —Preguntó Harry poniéndose de pie finalmente ya para terminar la conversación e irse.

—Tu mente está en peligro, si alguien logra meterse en ella y leerla, todo lo que estamos haciendo será en vano, necesitas aprender oclumancia.

—¿Oclumancia?

—Es una magia que te permite cerrar la mente y volverla impenetrable, de esa forma, estaremos seguros de que al menos si intentar leerla, estarás a salvo.

Harry asintió mientras tragaba en seco. Entonces su intuición había sido correcta, ese día de la ceremonia, alguien había intentado meterse en su mente.. lo único que los había salvado es que a esa persona no se le ocurrió leer y desnudar sus pensamientos. Habían tantos puntos ciegos que si no comenzaban a moverse rápido, Harry posiblemente lo perdería todo y no sabía todavía cómo.

Con un último asentimiento, se dirigió hacia la puerta pero antes de salir, soltó un:—Profesor.

—¿Sí?

—¿Cree que Draco sea de fiar?

Internamente no sabía si quería escuchar aquello porque a pesar de que recién conocía al muchacho, no sentía que quisiera alejarse de él del todo y temía que lo que fuese a escuchar, no le agradara.

—Creo que, si te ganas la confianza, respeto y lealtad de Malfoy, no habrá nadie en el mundo más fiel que él.

Harry ni siquiera se volteó, asintió dandole a entender que lo había escuchado y salió de allí. Tan sólo unos pasos más y ya se encontraba nuevamente en su habitación, acostado mirando al techo pero con una sensación carrasposa en la garganta.

No solamente temía por las cosas que no sabía sino por las que sí y luego de aquella última conversación, se sembró la ligera duda, ¿Y si Harry no conseguía de cierta forma ganarse la confianza de Draco? ¿Y si no conseguía tenerlo de su lado?

No, eso no iba a pasar, Harry no iba a permitir que Draco se le escapara de sus manos, sería su amigo y le sería igual de fiel que Harry a él, no había forma de que existiera otra realidad y Harry antes de dormirse cerró sus ojos con el pensamiento de que, costara lo que costara, tendría a Draco de su lado.

Harry nunca había creído que pudiera existir un chico al que detestara más que a Ron. Parecía que, el niño había quedado bastante herido desde el momento en el que Harry rechazó su amistad y buscaba molestarlo cada vez que podía, incoherentemente ya que Harry nunca le respondía las insinuaciones a pesar de que lo deseaba con cada pedazo de su alma, simplemente porque sabía que si llegaba a explotar, las cosas se pondrían peor para él.

Los de primer año de Slytherin sólo compartían con los de Gryffindor la clase de Pociones, así que no tenía que encontrarse mucho con él. O, al menos, así era hasta que apareció una noticia en la sala común de Slytherin
que los hizo protestar a todos. Las lecciones de vuelo comenzarían el jueves... y Gryffindor y Slytherin aprenderían juntos.

—Draco. —Llamó Harry cuando leyó aquella noticia.

—¿Mhm? —Protestó el rubio quién estaba acostado sobre el sofá de la sala común.

—¿Cómo es volar en escoba?

—Oh.. cierto que nunca te has montado en una. —Sonrió Draco con un semblante brillante, era porque sentía emoción al saber algo que Harry no.

Malfoy hablaba mucho sobre volar. Se quejaba en voz alta porque los de primer año nunca estaban en los equipos de quidditch y contaba largas y jactanciosas historias, que siempre acababan con él escapando de helicópteros pilotados por muggles.

Hermione también estaba nerviosa con el tema del vuelo y al oírlos, se sentó sobre el sofá de frente. Eso era algo que no se podía aprender de memoria en los libros, aunque lo había intentado.

—Volar es como caminar.

—Qué gran consejo, fíjate. —Soltó Hermione mientras le volteaba los ojos.

Draco volteó a verla con la cara roja y contorsionada.

—¿Te hace falta que te recuerde lo qué eres? Porque..

Cuando estuvo a punto de decir algo que Harry sabía, sería hiriente, se interpuso.

—Draco. —Se apresuró a llamar Harry con la voz firme y este recuperó el color natural de su rostro, soltó un suspiro frustrado y volvió su mirada al moreno.

—Cómo te decía. —Agregó dirigiéndose únicamente hacia Harry haciéndole entender que no quería hablar con ella—. Puede que suene estúpido para ti que nunca te has montado en una escoba pero es realmente como una extensión de lo que haces en tierra, claro está que si no posees esa habilidad, no hay mucho que hacer.

—La perseverancia vence el talento.

Pero eso había sido más para él mismo que para contradecir el pensamiento de Draco. Y Harry sabía que eso era cierto, sin embargo, el talento innato era otra cosa y era un privilegio.

Harry no había recibido una sola carta desde la nota de Hagrid, algo que Draco ya había notado, por supuesto. La lechuza de Malfoy siempre le llevaba de su casa paquetes con golosinas, que el muchacho abría con satisfacción en la mesa, las primeras veces comió de sus golosinas y guardaba el restante pero a partir de un momento en específico, comenzó a compartir de aquel paquete con Harry.

Diferente a lo que pudiese percibir en otro aspecto, Harry no encontró lástima alguna en sus acciones sino un simple gesto de querer compartirlo con él y en silencio, aquello le hizo sentir un brillo particular en el pecho.

Aquella tarde, a las tres y media, Harry, Draco, Hermione y los otros Slytherins se dirigieron hacia el parque, para asistir a su primera clase de vuelo. Era un día claro y ventoso. La hierba se agitaba bajo sus pies mientras marchaban por el terreno inclinado en dirección a un prado que estaba al otro lado del bosque prohibido, cuyos árboles se agitaban tenebrosamente en la distancia. No sabía si era el único que lo veía o sentía pero aquella zona llamaba a Harry, como si tuviese un tipo de música imperceptible que le hiciera sentir la necesidad de adentrarse.

Habían llegado antes que los Gryffindors evidentemente, los cuáles veían venir corriendo desde la entrada al castillo.

Ya estaban allí, y también las veinte escobas, cuidadosamente alineadas en el suelo.

Entonces llegó la profesora, la señora Hooch. Era baja, de pelo canoso y ojos amarillos como los de un halcón.

—Bueno ¿qué están esperando? —bramó—. Cada uno al lado de una escoba. Vamos, rápido.

Harry miró su escoba. Era vieja y algunas de las ramitas de paja sobresalían formando ángulos extraños.

—Extiendan la mano derecha sobre la escoba —les indicó la señora Hooch— y digan «arriba».

—¡ARRIBA! —gritaron todos.

La escoba de Harry saltó de inmediato en sus manos, pero fue uno de los pocos que lo consiguió. La de Hermione no hizo más que rodar por el suelo y la de Neville no se movió en absoluto. «A lo mejor las escobas saben, como los caballos, cuándo tienes miedo», pensó Harry, y había un temblor en la voz de Neville que indicaba, demasiado claramente, que deseaba mantener sus pies en la tierra.

El segundo en conseguirlo fue Draco a su lado, quién sonrió satisfecho y le dio un empujón con el hombro a Harry.

Luego, la señora Hooch les enseñó cómo montarse en la escoba, sin deslizarse hasta la punta, y recorrió la fila, corrigiéndoles la forma de sujetarla.

—Ahora, cuando haga sonar mi silbato, den una fuerte patada —dijo la señora Hooch—. Mantengan las escobas firmes, elevense un metro o dos y luego bajen inclinándose suavemente. Preparados... tres... dos...

Pero Neville, nervioso y temeroso de quedarse en tierra, dio la patada antes de que sonara el silbato.

—¡Vuelve, muchacho! —gritó, pero Neville subía en línea recta, como el corcho de una botella... Cuatro metros... seis metros...

Harry le vio la cara pálida y asustada, mirando hacia el terreno que se alejaba, lo vio jadear, deslizarse hacia un lado de la escoba y.. BUM... Un ruido horrible y Neville quedó tirado en la hierba.

Su escoba seguía subiendo, cada vez más alto, hasta que comenzó a torcer hacia el bosque prohibido y desapareció de la vista.

La señora Hooch se inclinó sobre Neville, con el rostro tan blanco como el del chico.

—La muñeca fracturada —la oyó murmurar Harry—. Vamos, muchacho... Está bien... A levantarse.

Se volvió hacia el resto de la clase.

—No deben moverse mientras llevo a este chico a la enfermería. Dejen las escobas donde están o estarán fuera de Hogwarts más rápido de lo que tarden en decir quidditch. Vamos, hijo.

Neville, con la cara surcada de lágrimas y agarrándose la muñeca, cojeaba al lado de la señora Hooch, que lo sostenía.

Harry soltó un quejido por lo bajo, le fastidiaba sentir que estaba perdiendo el tiempo y aquel niño no hacía más que llorar por todo o paniquearse ante cualquier mínima cosa, incluso en las clases y hechizos era incompetente, le ocasionaba curiosidad saber por qué había quedado en Gryffindor si lo menos que aparentaba ser era una persona valiente.

Casi antes de que pudieran marcharse, Malfoy ya se estaba riendo a carcajadas.

—¿Han visto la cara de ese gran zoquete?

Los otros Slytherins le hicieron coro.

—¡Cierra la boca, Malfoy! —dijo Parvati Patil en tono cortante.

—Oh, ¿estás enamorada de Longbottom? —dijo Pansy Parkinson—. Nunca pensé que te podían gustar los gorditos llorones, Parvati.

—¡Miren! —dijo Malfoy, agachándose y recogiendo algo de la hierba—. Es esa cosa estúpida que le mandó la abuela a Longbottom.

La Recordadora brillaba al sol cuando la cogió.

—Trae eso aquí, Malfoy —dijo Ron. Todos dejaron de hablar para observarlos.

Malfoy sonrió con malignidad.

—Creo que voy a dejarla en algún sitio para que Longbottom la busque.

—¿Qué te parece en la copa de un árbol?  —Agregó Harry siguiéndole el juego a Draco.

—¡Tráela aquí! —rugió Ron, pero Malfoy había subido a su escoba y se alejaba. No había mentido, sabía volar.

Desde las ramas más altas de un roble llamó:

—¡Ven, Potter! Vamos a enseñarle a volar a estos idiotas.

Harry cogió su escoba.

—¡No! —gritó Hermione—. La señora Hooch dijo que no nos moviéramos. Nos van a meter en un lío.

Harry no le hizo caso, con una sonrisa satisfecha, se montó en su escoba, pegó una fuerte patada y subió. El aire agitaba su pelo y su túnica, silbando tras él y, en un relámpago de feroz alegría, se dio cuenta de que había descubierto algo que podía hacer sin que se lo enseñaran.

Era fácil, era maravilloso. Empujó su escoba un poquito más, para volar más alto, y oyó los gritos y gemidos de las chicas que lo miraban desde abajo, y una exclamación de completo enojo del pelirrojo.

—Ven, Weasley, ¿No nos estabas amenazando? Sube si te crees capaz. —Especuló Harry sonriendole desde arriba mientras llegaba al mismo nivel de Draco.

Harry sabía, de alguna manera, lo que tenía que hacer. Se inclinó hacia delante, cogió la escoba con las dos manos y se lanzó sobre Malfoy como una jabalina. Malfoy pudo apartarse justo a tiempo, Harry dio la vuelta y mantuvo firme la escoba. Abajo, algunos aplaudían.

Pero era un simple juego entre ellos, los dos mantenían una mirada cómplice en un ambiente donde parecían ser nada más los dos.

—¡Prepárate, Harry! —Soltó en voz alta Draco mientras agarraba mejor el objeto— ¡Atrápala si puedes! —gritó.

Giró la bola de cristal hacia arriba y bajó a tierra con su escoba.

Harry vio, como si fuera a cámara lenta, que la bola se elevaba en el aire y luego comenzaba a caer. Se inclinó hacia delante y apuntó el mango de la escoba hacia abajo. Al momento siguiente, estaba ganando velocidad en la caída, persiguiendo a la bola, con el viento silbando en sus orejas mezclándose con los gritos de los que miraban. Extendió la mano y, a unos metros del suelo, la atrapó, justo a tiempo para enderezar su escoba y volver a subir a la copa del árbol donde, como prometió, dejo el objeto, descendió suavemente sobre la hierba.

—Anda, Weasley, rescata a tus amigos.

—¡HARRY POTTER!

Su corazón latió más rápido que nunca. La profesora McGonagall corría hacia ellos. Se puso de pie, temblando.

—¿Cómo te has atrevido...? Has podido romperte el cuello...

—No fue culpa de él, profesora...

—Silencio, Granger

—Pero Weasley.

—Ya es suficiente. Harry Potter, ven conmigo.

En aquel momento, Harry pudo ver el aire triunfal de Ron, Seamus y un par más de los Gryffindors mientras andaba tras la profesora McGonagall, de vuelta al castillo. Lo iban a expulsar, lo sabía. Quería decir algo para defenderse, pero no sabía exactamente cómo abordar el tema.

La profesora McGonagall andaba muy rápido, sin siquiera mirarlo. Tenía que correr para alcanzarla. Esta vez sí que lo había hecho. No había durado ni dos semanas. En diez minutos estaría haciendo su maleta.

¿Qué diría su padre cuando lo viera llegar a la puerta de su casa?

Subieron por los peldaños delanteros pero antes de poder seguir avanzando, Snape apareció a la vista de ambos, la profesora se detuvo allí mismo.

—Buenas tardes, profesora McGonagall, ¿Puedo saber a dónde lleva a uno de mis alumnos?

—Con el director, Severus. La profesora Hooch ha llevado al joven Neville a enfermería y especificó directamente que ninguno se moviera de su sitio hasta que ella apareciera. —Soltó con el semblante serio—. Potter violó una estricta normativa que requiere la atención del director o incluso la expulsión.

Harry volteó a ver a Snape detrás de la profesora con el semblante roto. Snape tan sólo lo vio un par de segundos antes de desviar su mirada.

—Estoy al tanto, lo vi todo. En ese caso, es algo que debe ir bajo mi tutela, soy el jefe de su casa.

—Puedo encargarme de esto, sígueme, Potter.

—Disculpa, Minerva. —Se volvió a interponer Snape con la mirada imponente y el físico inquebrantable de piedra, no iba a moverse—. Así como no me permites interceder en castigos severos respecto a tus alumnos, no voy a permitir que lo hagas con uno de los míos, Potter es un Slytherin no un Gryffindor, lo que vaya a suceder con la infracción de su acción es mi responsabilidad.

McGonagall pareció tensarse bajo los pequeños lentes que tenía sobre el rostro, Harry no podía ver su rostro pero deducia que estaba perpleja, muda y con una frustración en el fondo de su pecho.

—Con su permiso. —Se hizo a un lado haciendo que su ropaje se mueva—. Potter.

Harry acató el llamado y sin dudarlo comenzó a seguir esta vez a Snape pero ahora no sabía qué era peor, si recibir el castigo a manos del director o por manos del profesor que ni siquiera le volvió a dirigir la mirada. Tal vez le escribiría a su padre y le diría que Harry había actuado de manera indecente, que había deshonrado su apellido y que ahora Snape tenía que interceder por él de manera vergonzosa porque él mismo no podía, solamente por actuar como un verdadero niño.

No entendía a dónde iban y cada vez cruzaban más y más espacios del castillo hasta que se detuvieron fuera de un salón.

—Discúlpeme, profesor Flitwick. ¿Puedo llevarme a Flint un momento?

«¿Flint? —pensó Harry—. ¿Flint sería el encargado de aplicar los castigos?»

Tendría sentido, nunca se lo diría pero su físico no ayudaba mucho a que uno creyera que era alguien que fuese a llenarte de gestos cariñosos.

Salió de la clase de Flitwick con aire confundido.

—Siganme los dos —dijo Snape sin más. Avanzaron por el pasillo, Flint mirando a Harry con curiosidad.

—Aquí.

El profesor Snape señaló un aula en la que no había más nadie.

—Potter, éste es Marcus Flint pero tú ya lo conocías. Flint, te he encontrado un buscador.

La expresión de intriga de Flint se convirtió en deleite.

—¿Está seguro, profesor?

—Totalmente —dijo el profesor con firmeza—. ¿Ésta ha sido tu primera vez con la escoba, Potter?

Harry asintió con la cabeza en silencio. No tenía una explicación para lo que estaba sucediendo, pero le parecía que no era del todo malo y comenzaba a sentirse más seguro.

—Atrapó la recordadora de Longbottom con la mano, después de un vuelo de quince metros —explicó—. Ni un rasguño.

Flint parecía pensar más de lo que debería mientras no le quitaba la mirada al muchacho.

—¿Alguna vez has visto un partido de quidditch, Potter? —preguntó.

—Flint es el capitán del equipo de Slytherin —aclaró el mayor.

—Y tiene el cuerpo indicado para ser buscador —dijo Flint, paseando alrededor de Harry y observándolo con atención—. Ligero, veloz... Vamos a tener que darle una escoba decente, profesor una Nimbus 2.000, menos de eso, no.

—Hablaré con el profesor Dumbledore para que se suspenda la regla del primer año.

Snape observó con severidad a Harry, capaz de hacerle retroceder sólo con la mirada.

—Quiero oír que te entrenas mucho, Potter, o cambiaré de idea sobre tu castigo.

Luego, súbitamente y por primera vez, sonrió pero no para Flint, el muchacho ni se dio cuenta de esto, fue un gesto únicamente hacia Harry. No fue una sonrisa amplia, de hecho, más bien parecía una mueca de dolor a penas elevando un poco la comisura de sus labios pero fue suficiente para que Harry lo interpretara.

—Es una broma.

Era la hora de la cena. Harry había terminado de contarle a Draco todo lo sucedido cuando dejó el parque con la profesora McGonagall.

—¿Buscador? —dijo—. Pero los de primer año nunca... Serías el jugador más joven en...

—Un siglo —terminó Harry, metiéndose un trozo de pastel en la boca.

Draco estaba tan sorprendido e impresionado que se quedó mirándolo por más de un rato, a pesar de que sus facciones pasaron ligeramente por la envidia, no era una envidia mal sana, era pura y aquélla que te impulsaba a mejorar.

—Tengo que empezar a entrenarme la semana que viene —dijo Harry—. Pero no se lo digas a nadie, Flint quiere mantenerlo en secreto.

—Tienes que darme crédito, si te eligieron fue por mí. —Proclamó Draco enderezando su cuerpo como todo un sangre pura mientras hacía reír a Harry cuando se presentaron unos visitantes mucho menos agradables.
Weasley con su séquito sin personalidad.

—¿Comiendo la última cena, Potter? Tal vez ahora reconozcas que no fue del todo inteligente la amistad que elegiste, por su culpa te expulsaron.

—Eres mucho más valiente ahora que estás con gente a tu alrededor. —dijo fríamente Harry sin siquiera mirarlo, no le podía importar menos.

—Recuerdo que casi lloras cuando Crabbe y Goyle en el vagón te iban a robar el pasto seco de comida que traías. —Agregó Draco.

Los Slytherin alrededor rieron al escuchar aquello mientras veían a los Gryffindors y aquello fue suficiente para que el rostro de Ron comenzara a tornarse rojo desde las mejillas hasta las orejas.

—Nos veremos cuando quieras —dijo Seamus—. Esta noche, si quieres. Un duelo de magos. Sólo varitas, nada de contacto. ¿Qué pasa? Nunca has oído hablar de duelos de magos, ¿verdad?

—¿Tiene relevancia que te diga si lo sé o no? Puedo decirte que sí y no saber nada como también decirte que no y dejarte en el suelo. —dijo Harry mientras se llevaba a la boca una de las golosinas que le había dado Draco.

Malfoy sonrió con malicia viendo como estos elevaban sus cejas y se retorcían sin saber qué responder.

A Ron no se le ocurrió otra cosa más que decir que:—A medianoche, ¿de acuerdo? Nos encontraremos en el salón de los trofeos, nunca se cierra con llave.

Cuando los Gryffindors se fueron, Hermione se acercó.

—No pude dejar de oír lo que tú y Weasley estaban diciendo...

—No esperaba otra cosa —murmuró Draco.

—... y no debes andar por el colegio de noche. Piensa en los puntos que perderás para Slytherin si te atrapan, y lo harán. La verdad es que es muy egoísta de tu parte.

La vena sobre la frente de Harry se tensó con brusquedad, él ni siquiera tenía pensado ir. Únicamente iría para que los atraparan a ellos pero no para exponerse de esa forma ni tener que demostrarle absolutamente nada a un crío de once años (la misma edad de él, claramente) sin embargo, respiró profundo y volteó a ver a la muchacha.

—Hermione, ¿Qué tan idiota me crees? —Preguntó mientras la miraba con severidad—. Además, si ese fuese el caso, inventariamos algo. He de suponer que al igual que yo, hubo un tiempo al que asististe a escuelas Muggle y por tu inteligencia dudo mucho que creas que un número o una calificación, enumera tus capacidades.

Dicho esto, se paró y se encaminó, seguido de Draco detrás de él hasta su habitación.

Draco y Harry pasaron todo ese rato planificando lo que harían, Harry no iba a luchar contra ellos, evidentemente. No era tan estúpido como para no saber que, primero, si caía ante una invitación tan estúpida e infantil, él era igual o peor y segundo, ya que ellos habían empezado, sería grato regresarles el favor.

—Once y media —murmuró finalmente Draco—. Mejor nos vamos ya.

Se pusieron las batas, cogieron sus varitas en caso de necesitarlas y se lanzaron a través del pasillo de las mazmorras. Ya casi habían llegado a la pared de pierda cuando una voz habló desde un sillón cercano.

—No puedo creer que vayas a hacer esto, Harry.

Una luz brilló. Era Hermione Granger, con el rostro ceñudo y una bata rosada.

—No analices la situación antes de evaluar el contexto, ¿Vas a venir o te vas a quedar ahí fingiendo perfección? —Preguntó ya cansado Harry.

—Si nos atrapan por su culpa, no descansaré hasta aprender esa Maldición de los Demonios, de la que nos habló Quirrell, y la utilizaré contra ustedes.

Harry simplemente sonrió ante el comentario y emprendieron el viaje en completo silencio.

Una vez que llegaron a dicho pasillo, simplemente se ocultaron detrás de la pared, viendo cómo en el lugar indicado, estaban Ron, Seamus y Dean con las varitas en mano murmurando algo.

—Olfatea por ahí, mi tesoro. Pueden estar escondidos en un rincón.

Era Filch, hablando con la Señora Norris. Aterrorizado, Ron gesticuló salvajemente para que los demás lo siguieran lo más rápido posible. Se escurrieron silenciosamente hacia la puerta más alejada de la voz de Filch pero el eco del castillo había jugado mal, la voz que parecía sonar de un lado, en realidad venía de otra y se vieron frente a frente contra Filch quién sonreía completamente fascinado.

—Así que husmeando. Nada me hace más feliz que encontrar estúpidos niños fuera de sus camas, ¡Siganme!

—¡Pero Malfoy y Potter también deben estar por ahí!

Maldito cobarde. Pensó Harry.

—Yo no los veo por aquí, ¿O sí? Será mejor que se apresuren a no ser que quieran que los lleve por las orejas.

Los tres niños se miraron desencantados y con el semblante blanco sin poder hacer o decir nada más, empezaron a seguir a Filch hasta que desaparecieron de la vista.

—Dormiré hoy como un rey. —Proclamó Draco sonriendo satisfecho.

—¿Qué hicieron? —Hermione elevó sus cejas confusa.

—Le dije a Filch que habrían alumnos fuera de sus camas a altas horas de la noche en la zona de trofeos, Harry y yo venimos nada más a ver.

—¿De verdad pensaste que me iba a armar en duelo con Weasley? —Agregó Harry finalmente a Hermione quién sonreía a escondidas.

Pero no respondió nada cuando habían escuchado el maullido de la gata de Filch, la señora Norris. Los tres se miraron paniqueados y sin pensarlo echaron a correr.

Se lanzaron por la galería, sin darse la vuelta para ver si la gata los seguía. Pasaron por el quicio de la puerta y corrieron de un pasillo a otro, Harry delante, sin tener ni idea de dónde estaban o adónde iban. Se metieron a través de un tapiz y se encontraron en un pasadizo oculto, lo siguieron y llegaron cerca del aula de Encantamientos, que sabían que estaba a kilómetros del salón de trofeos.

Sin embargo, los maullidos seguían escuchándose y no se detuvieron allí, siguieron corriendo hasta que quedaron al final de un pasillo con una puerta bloqueada, el reflejo de la luz al final reflejaba la figura de la gata y esta vez, acompañada de la alta de Filch.

Por más que empujaban entre los tres, la puerta no cedía, estaba completamente cerrada y la imagen del fondo se tornaba cada vez más grande.

Hermione sin titubear y sin siquiera pensarlo, cogió la varita de Harry, golpeó la cerradura y susurró—:¡Alohomora!

El pestillo hizo un clic y la puerta se abrió. Pasaron todos, la cerraron rápidamente y se quedaron escuchando.

—Él cree que esta puerta está cerrada —susurro Harry —. Saldremos en unos minutos cuando ya se haya ido, primero voy yo y luego... ¿Qué están mirando?

Harry se dio la vuelta y vio, claramente, lo que pasaba y lo que Hermione y Draco veían. Durante un momento, pensó que estaba en una pesadilla: aquello era demasiado, después de todo lo que había sucedido.

No estaban en una habitación, como él había pensado. Era un pasillo. El pasillo prohibido del tercer piso. Y ya sabían por qué estaba prohibido.

Estaban mirando directamente a los ojos de un perro monstruoso, un perro que llenaba todo el espacio entre el suelo y el techo. Tenía tres cabezas, seis ojos enloquecidos, tres narices que olfateaban en dirección a ellos y tres bocas chorreando saliva entre los amarillentos colmillos. Estaba casi inmóvil, con los seis ojos fijos en ellos, y Harry supo que la única razón por la que no los había matado ya era porque la súbita aparición lo había cogido por sorpresa. Pero se recuperaba rápidamente: sus profundos gruñidos eran inconfundibles.

Harry abrió la puerta. Entre Filch y la muerte, prefería a Filch.

Retrocedieron y Harry cerró la puerta tras ellos. Corrieron, casi volaron por el pasillo. Filch debía de haber ido a buscarlos a otro lado, porque no lo vieron.
Pero no les importaba: lo único que querían era alejarse del monstruo. No dejaron de correr hasta que alcanzaron las mazmorras.

—Sangre pura. —jadeó Harry, y las piedras comenzaron a transformarse en una puerta para dejarlos pasar. Se atropellaron para entrar en la sala común y se desplomaron en los sillones.

Pasó un rato antes de que nadie hablara.

—¿Qué pretenden, teniendo una cosa así encerrada en el colegio? —dijo finalmente Draco

—¿No vieron lo que había debajo de él?

—¿El suelo? —sugirió Hermione—. No miré sus patas, estaba demasiado ocupada observando sus cabezas, Harry.

—No, el suelo no. Estaba encima de una trampilla. Es evidente que está vigilando algo.

—Tuve suficiente por hoy. Si no les importa, me voy a la cama.

Draco y Harry ni se despidieron, seguían hiperventilando mientras caminaban a sus habitaciones y ninguno dijo nada, estaban lo suficientemente impactados por lo que habían visto pero Harry ahora tenía algo más en qué pensar mientras se metía en la cama. El perro vigilaba algo y ese "algo" debía ser lo suficientemente importante como para tener a semejante atrocidad en el colegio.

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