La luz de los Lecter

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
La luz de los Lecter
Summary
Muchas veces nacemos para ser el eclipse de otros y la tempestad de un mundo entero mientras que otras, sólo algunos, nacen para ser la vida y la luz de un mundo pequeño pero infinito.Sin ser planeado y sin ser buscado, Harry se convirtió desde el momento en el que abrió los ojos en la debilidad y el amor más grande de Hannibal Lecter pero también en la destrucción y el nuevo orden de todos los mundos. Ésta historia será bastante larga para que todo lo que vaya a ser incluido tenga sentido y ligera coherencia, será una adaptación POR COMPLETO de la saga de Harry Potter a mi manera, no en su totalidad pero sí se manejará bajo los conceptos canon de Harry y su historia, muchos ya saben de qué va a tratar puesto que en mi cuenta de tiktok, he subido contenido referente a lo que será esta nueva historia. Se actualizará cada semana los días domingo y es un fanfic que contiene diversos ships, el principal y en el cuál se va a basar este fic es evidentemente el Drarry, entre los secundarios estarán: Hannigram (Will y Hannibal), Regan (Rick y Negan), Thilbo (Thorin y Bilbo) y posiblemente referencias a otros ships que podrían aparecer más no serán tomados tan a profundidad para la trama.
All Chapters Forward

Chapter 4

La puerta se abrió de inmediato. Una bruja alta, de cabello negro y túnica verde esmeralda, esperaba allí. Tenía un rostro muy severo, y el primer pensamiento de Harry fue que se trataba de alguien con quien era mejor no tener problemas.

—Los de primer año, profesora McGonagall —dijo el grandulon.

—Muchas gracias, Hagrid. Yo los llevaré desde aquí.

Abrió bien la puerta. El vestíbulo de entrada era tan grande que hubieran podido meter varias casas dentro de él. Las paredes de piedra estaban iluminadas con resplandecientes antorchas como las de Gringotts, el techo era tan alto que no se veía y una magnífica escalera de mármol, frente a ellos, conducía a los pisos superiores. Siguieron a la profesora McGonagall a través de un camino señalado en el suelo de piedra. Harry podía oír el ruido de cientos de voces, que salían de un portal situado a la derecha (el resto del colegio debía de estar allí), pero la profesora McGonagall llevó a los de primer año a una pequeña habitación vacía, fuera del vestíbulo. Se reunieron allí, más cerca unos de otros de lo que estaban acostumbrados, mirando con nerviosismo a su alrededor.

—Bienvenidos a Hogwarts —dijo la profesora McGonagall—. El banquete de comienzo de año se celebrará dentro de poco, pero antes de que ocupen sus lugares en el Gran Comedor deberán ser seleccionados para sus casas. La Selección es una ceremonia muy importante porque, mientras estén aquí, sus casas serán como su familia en Hogwarts. Tendrán clases con el resto de la casa que les toque, dormirán en los dormitorios de sus casas y pasarán el tiempo libre en la sala común de la casa. Las cuatro casas se llaman Gryffindor, Hufflepuff, Ravenclaw y Slytherin. Cada casa tiene su propia noble historia y cada una ha producido notables brujas y magos. Mientras estén en Hogwarts, con sus triunfos conseguirán que las casas ganen puntos, mientras que cualquier infracción de las reglas hará que los pierdan. Al finalizar el año, la casa que obtenga más puntos será premiada con la copa de la casa, un gran honor. Espero que todos ustedes sean un orgullo para la casa que les toque. La Ceremonia de Selección tendrá lugar dentro de pocos minutos, frente al resto del colegio. Les sugiero que, mientras esperan, se arreglen lo mejor posible.

Los ojos de la profesora se detuvieron un momento en la capa de Neville, que estaba atada bajo su oreja izquierda, y en la nariz manchada de Ron.

—Volveré cuando lo tengamos todo listo para la ceremonia —dijo la profesora McGonagall—. Por favor, esperen tranquilos.

Salió de la habitación. Harry observó los alrededores evaluando a los recién llegados.

—¿Cómo se las arreglan exactamente para seleccionarnos? —preguntó Harry a Draco.

—Es una especie de prueba pero nada que requiera tu esfuerzo, hay un árbitro por así decirlo, ese papel lo toma el sombrero seleccionador quién se encarga de analizarte y colocarte en la casa que corresponde.

Miró a su alrededor y vio que los demás parecían aterrorizados pero Harry no entendía porqué. Nadie hablaba mucho, salvo Hermione, que susurraba muy deprisa todos los hechizos que había aprendido y se preguntaba cuál necesitaría. Harry reprimió una ligera mueca, era molesta hasta cierto punto pero su molestia era el conocimiento, algo que Harry necesitaba más que nada en ese mundo nuevo. Mantuvo los ojos fijos en la puerta. En cualquier momento, la profesora McGonagall regresaría y lo llevaría finalmente a lo que de verdad le llenaba de completa emoción.

Entonces sucedió algo que le hizo dar un salto en el aire... Muchos de los que estaban atrás gritaron.

—¿Qué es...?

Resopló. Lo mismo hicieron los que estaban alrededor. Unos veinte fantasmas acababan de pasar a través de la pared de atrás. De un color blanco perla y ligeramente transparentes, se deslizaban por la habitación, hablando unos con otros, casi sin mirar a los de primer año. Por lo visto, estaban discutiendo. El que parecía un monje gordo y pequeño, decía:—Perdonar y olvidar. Yo digo que deberíamos darle una segunda oportunidad...

—Mi querido Fraile, ¿no le hemos dado a Peeves todas las oportunidades que merece? Nos ha dado mala fama a todos y, usted lo sabe, ni siquiera es un fantasma de verdad... ¿ Y qué están haciendo todos ustedes aquí?

El fantasma, con gorguera y medias, se había dado cuenta de pronto de la presencia de los de primer año.
Nadie respondió.

—¡Alumnos nuevos! —dijo el Fraile Gordo, sonriendo a todos—. Están esperando la selección, ¿no?

Algunos asintieron.

—¡Espero veros en Hufflepuff —continuó el Fraile—. Mi antigua casa, ya saben.

—En marcha —dijo una voz aguda—. La Ceremonia de Selección va a comenzar.

La profesora McGonagall había vuelto. Uno a uno, los fantasmas flotaron a través de la pared opuesta.

—Ahora formen una hilera —dijo la profesora a los de primer año— y siganme.

Harry a pesar de no saber a dónde tenían que ir, caminó de entre los primeros, siguiéndoles detrás de él, Draco, Crabbe y Goyle. Salieron de la habitación, volvieron a cruzar el vestíbulo, pasaron por unas puertas dobles y entraron en el Gran Comedor.

Harry nunca habría imaginado un lugar tan extraño y espléndido. Estaba iluminado por miles y miles de velas, que flotaban en el aire sobre cuatro grandes mesas, donde los demás estudiantes ya estaban sentados. En las mesas había platos, cubiertos y copas de oro. En una tarima, en la cabecera del comedor, había otra gran mesa, donde se sentaban los profesores. La profesora McGonagall condujo allí a los alumnos de primer año y los hizo detener y formar una fila delante de los otros alumnos, con los profesores a sus espaldas. Los cientos de rostros que los miraban parecían pálidas linternas bajo la luz brillante de las velas. Situados entre los estudiantes, los fantasmas tenían un neblinoso brillo plateado. Para evitar todas las miradas, Harry levantó la vista y vio un techo de terciopelo negro, salpicado de estrellas. Oyó susurrar a Hermione: Es un hechizo para que parezca como el cielo de fuera, lo leí en la historia de Hogwarts.

Era difícil creer que allí hubiera techo y que el Gran Comedor no se abriera directamente a los cielos.

Harry bajó la vista rápidamente, mientras la profesora McGonagall ponía en silencio un taburete de cuatro patas frente a los de primer año. Encima del taburete puso un sombrero puntiagudo de mago. El sombrero estaba remendado, raído y muy sucio, al voltear al lado de Draco, este le sonrió confirmando sus palabras.

Durante unos pocos segundos, se hizo un silencio completo. Entonces el sombrero se movió.
Una rasgadura cerca del borde se abrió, ancha como una boca, y el sombrero comenzó a cantar.

Una canción bastante tediosa a la cuál Harry ni siquiera le prestó atención, simplemente sentó su rostro en lo que tenía en frente hasta que todo el comedor estalló en aplausos cuando el sombrero terminó su canción. Éste se inclinó hacia las cuatro mesas y luego se quedó rígido otra vez.

—¡Entonces sólo hay que probarse el sombrero! —susurró Ron a quién Harry reconocía como Neville—. Voy a matar a Fred.

Harry elevó sus cejas percatandose de que Ron estaba hablando más alto de lo que debía y se acercaba hacia él para que Harry escuchara.

La profesora McGonagall se adelantaba con un gran rollo de pergamino.

—Cuando yo los llame, deberán ponerse el sombrero y sentarse en el taburete para que los seleccionen —dijo—. ¡Abbott, Hannah!

Una niña de rostro rosado y trenzas rubias salió de la fila, se puso el sombrero, que la tapó hasta los ojos, y se sentó. Un momento de pausa.

—¡HUFFLEPUFF!—gritó el sombrero.

La mesa de la derecha aplaudió mientras Hannah iba a sentarse con los de Hufflepuff. Harry vio al fantasma del Fraile Gordo saludando con alegría a la niña.

—¡Bones, Susan!

—¡HUFFLEPUFF! —gritó otra vez el sombrero, y Susan se apresuró a sentarse al lado de Hannah.

—¡Boot, Terry!

—¡RAVENCLAW!

La segunda mesa a la izquierda aplaudió esta vez. Varios Ravenclaws se levantaron para estrechar la mano de Terry, mientras se reunía con ellos.

Brocklehurst, Mandy también fue a Ravenclaw, pero Brown, Lavender resultó la primera nueva Gryffindor, en la mesa más alejada de la izquierda, que estalló en vivas. Harry pudo ver a los hermanos gemelos de Ron, silbando.

Bulstrode, Millicent fue a Slytherin. Aquella mesa simplemente se regocijaba con elegancia absoluta, era la casa que Harry anhelaba estar y temía que el sombrero lo llevase hacia otra.

—¡Finch -Fletchley, Justin!

—¡HUFFLEPUFF!

Harry notó que, algunas veces, el sombrero gritaba el nombre de la casa de inmediato, pero otras tardaba un poco en decidirse.

—Finnigan, Seamus. —El muchacho de cabello arenoso estuvo sentado un minuto entero, antes de que el sombrero lo declarara un Gryffindor.

—Granger, Hermione.

Hermione casi corrió hasta el taburete y se puso el sombrero, muy nerviosa.

Aquello para Harry había sido igual de decisivo que la misma muchacha, sentía el remolino sobre su estómago. Si bien había analizado los rasgos de Hermione, lo más lógico es que quedara en Ravenclaw pero todo Ravenclaw, según el análisis que había deducido Harry, tenía un lado Slytherin y era eso lo que esperaba comprobar.

Los minutos parecieron convertirse en horas mientras Harry prestaba atención a aquella selección más que a cualquier otra y la mirada de Hermione y Harry se conectó por un par de minutos, minutos en los cuáles algo sucedió porque el sombrero pareció soltar un quejido confuso y finalmente..

—¡SLYTHERIN! —gritó el sombrero. Ron celebró.

El semblante de Harry se tensó y volteó a verlo directamente a los ojos, lo suficiente como para que el pelirrojo se contraiga y volteé hacia otro lado.

Cuando Neville Longbottom, el chico que perdía su sapo, fue llamado, se tropezó con el taburete. El sombrero tardó un largo rato en decidirse. Cuando finalmente gritó: ¡GRYFFINDOR!, Neville salió corriendo, todavía con el sombrero puesto y tuvo que devolverlo, entre las risas de todos, a MacDougal, Morag.

Malfoy se adelantó al oír su nombre sin antes darle una última mirada a Harry y de inmediato obtuvo su deseo: el sombrero apenas tocó su cabeza y gritó: ¡SLYTHERIN!

Malfoy fue a reunirse con sus amigos Crabbe y Goyle, con aire de satisfacción.

Ya no quedaba mucha gente.

Moon... Nott... Parkinson... Después unas gemelas, Patil y Patil... Más tarde Perks, Sally-Anne... y, finalmente:

—¡Potter; Harry!

Mientras Harry se adelantaba, los murmullos se extendieron súbitamente como fuegos artificiales.

—¿Ha dicho Potter?

—¿Ese Harry Potter?

Lo último que Harry vio, antes de que el sombrero le tapara los ojos, fue el comedor lleno de gente que trataba de verlo bien. Al momento siguiente, miraba el oscuro interior del sombrero. Esperó.

—Mm —dijo una vocecita en su oreja—. Difícil. Muy difícil. Lleno de valor, lo veo. Tampoco la mente es mala. Hay talento, oh vaya, sí, y una buena disposición para probarse a sí mismo, esto es muy interesante... Entonces, ¿dónde te pondré?

Harry se aferró a los bordes del taburete y pensó: «En Slytherin no, en Slytherin no».

Aquel pensamiento lo confundió en demasía frunciendo el ceño de inmediato mientras sus ojos se abrían a plenitud y sintiendo que algo definitivamente no estaba bien. Él no había pensado eso, él había anhelado quedar en Slytherin y había esperado ese momento para ser seleccionado en dicha casa, ¿Qué estaba pasando?

El corazón comenzó a latirle sin poder percibir de dónde provenía aquello pero sabía, estaba seguro de que su mente estaba siendo manipulada de alguna forma, no eran sus propios pensamientos, posiblemente la magia tenía algo que ver, ¿Existía la posibilidad de que al cambiar de ambiente, su mente le jugase mal por chocar tan pronto con tanta magia? No, no tenía lógica alguna.

Pero, ¿Cómo contraatacaba eso? No había leído nada en sus libros, no había conseguido hacer ese tipo de cosas. La frustración comenzó a atacarlo.

—En Slytherin no, ¿eh? —dijo la vocecita—. ¿Estás seguro? Podrías ser muy grande, sabes, lo tienes todo en tu cabeza y Slytherin te ayudaría en el camino hacia la grandeza.

Harry no podía pensar en nada, no podía escuchar en su mente el "SLYTHERIN, QUIERO SLYTHERIN" por más que gritaba sin escuchar nada y la inundación que lo invadió fue tal, que el cuerpo de Harry comenzó a temblar ligeramente, cerró sus ojos con fuerza centrando su atención a todo lo que daba, centrando sus memorias en las acciones que le hicieron explotar con su magia y conseguir lo que deseaba, se llenaba de indignación al recordar al niño, de enojo cuando el hombre le gritó a aquel mesero, de odio por quién sea que le estuviese haciendo aquello y empezó a sentir como sus dedos comenzaron a cosquillearle hasta que..

—QUIERO SLYTHERIN.

Gritó finalmente su voz en su cabeza logrando romper con lo que sea que la estaba bloqueando. Su boca se sentía pesada mientras los oídos le pitaban con agresión, estaba incluso sudando.

—No hay dudas, ¿verdad? Bueno, si estás seguro, mejor que seas ¡SLYTHERIN!

Harry oyó al sombrero gritar la última palabra a todo el comedor. Se quitó el sombrero y anduvo, algo mareado, hacia la mesa de Slytherin mientras la calma volvió a cada centímetro de su cuerpo pero por alguna extraña razón, se sentía tan cansado como si pudiese desmayarse en cualquier momento. Estaba tan aliviado de que lo hubiera elegido donde quería que casi no se dio cuenta de que recibía los saludos más calurosos hasta el momento pero también el silencio sepulcral de toda la habitación, nadie aplaudió, nadie continuó hablando y todos veían a Harry con incredulidad, incluso la propia mesa de los Slytherin se tardó en reconocer lo que habían escuchado.

Alguien que Harry no reconoció pero que poseía unos cabellos negros y unos dientes distinguidos se puso de pie y le estrechó la mano vigorosamente, mientras los demás seguían observando sin saber qué decir

—¡Tenemos a Potter! ¡Tenemos a Potter!

Harry se sentó al lado de Draco, a unos pasos más estaban evidentemente Crabbe y Goyle, la sonrisa de Draco era increíblemente amplia y brillante.

—Si no quedabas en mi casa, iba a presentar una queja.

—Por un momento pensé que no..

—¿Qué cosa?

Harry se calló de inmediato. Recién conocía al rubio, decirle algo así podía bien ser beneficioso como contraproducente por lo que prefirió aguardar..

—Nada.

Draco elevó una de sus cejas incrédulo pero no agregó más nada.

Harry, podía ver bien la Mesa Alta. En la punta, cerca de él, estaba Hagrid, el guardabosques que los había llevado hasta ahí que poseía la boca abierta casi como si la quijada se le fuese a caer. Y allí, en el centro de la mesa alta, en una gran silla de oro, estaba sentado el que Harry reconoció al instante como el director de dicha escuela. Dumbledore.

No hizo falta ver una foto, tener algún rasgo de referencia, estaba en todo el medio, proclamando poder.

El cabello plateado de Dumbledore era lo único que brillaba tanto como los fantasmas pero la mirada del anciano tan perpleja y sin nada detrás, le hizo sentir náuseas repentinas y desvió la mirada.

Y ya quedaban solamente tres alumnos para seleccionar. A Turpin, Lisa le tocó Ravenclaw, y después le llegó el turno a Ron. Tenía una palidez verdosa pero a Harry no pudo importarle menos.

—Bien hecho, Ron, excelente —dijo pomposamente Percy Weasley, la única voz que se escuchaba ya que la atención se la había llevado Harry y, finalmente Zabini, Blaise era seleccionado para Slytherin.

La profesora McGonagall enrolló el pergamino y se llevó el Sombrero Seleccionador con un semblante blanco.

Harry miró su plato de oro vacío. Acababa de darse cuenta de lo hambriento que estaba.

Dumbledore se había puesto de pie. Miraba con expresión radiante a los alumnos pero mantenía los ojos lejos de cualquier brillo con los brazos muy abiertos, como si nada pudiera gustarle más que verlos allí.

—¡Bienvenidos! —dijo—. ¡Bienvenidos a un año nuevo en Hogwarts! Antes de comenzar nuestro banquete, quiero decirles unas pocas palabras. Y aquí están, ¡Papanatas! ¡Llorones! ¡Baratijas! ¡Pellizco!... ¡Muchas gracias!

Se volvió a sentar. Todos aplaudieron y vitorearon. Harry no sabía si reír o no.

—Está... un poquito loco, ¿no? —preguntó con aire inseguro al que se había levantado para saludarle.

—¿Loco? —dijo con frivolidad—. Eso es poco, debe estar bastante molesto porque nuestra casa tiene a la estrella dorada, seguramente te quería para Gryffindor.

—Disculpa, ¿Cuál es tu nombre?

—Marcus Flint.

Harry estaba por responder pero se quedó con la boca abierta. Los platos que había frente a él de pronto estuvieron llenos de comida: carne asada, pollo asado, chuletas de cerdo y de ternera, salchichas, tocino y filetes, patatas cocidas, asadas y fritas, pudín, guisantes, zanahorias, salsa de carne, salsa de tomate y, por alguna extraña razón, bombones de menta.

Dudó un par de minutos sobre si comer lo que le estaban presentado sobre la mesa pues Harry no ingería nada que no fuese elaborado por Hannibal pero ya que no tenía una lonchera llena de miles de alimentos creados por su padre, supuso que era eso o morirse de hambre. Después de todo, los alimentos se veían bastante bien, no al nivel de Hannibal pero sí bien.

—Así que nuevos Slytherin, espero que este año nos hagan ganar el campeonato para la casa. Slytherin ha ganado la copa seis veces seguidas, no quiero que rompan esa racha.

Proclamó un fantasma que había salido de la nada, se detallaba completamente serio y refinado con ojos fijos y sin expresión, un rostro demacrado y las ropas manchadas de sangre plateada

—Ese es el Barón Sanguinario. —Agregó Draco sentado a su lado.

Cuando hubieron comido todo lo que quisieron, los restos de comida desaparecieron de los platos, dejándolos tan limpios como antes. Un momento más tarde aparecieron los postres. Trozos de helados de todos los gustos que uno se pudiera imaginar; pasteles de manzana, tartas de melaza, relámpagos de chocolate, rosquillas de mermelada, bizcochos borrachos, fresas, jalea, arroz con leche...

Mientras Harry se servía una tarta, la conversación se centró en las familias.

—Yo soy sangre pura —dijo un moreno al frente de su mesa que reconoció como Zabini.

—¿Y tú, Draco? —dijo Marcus más como un chiste que cualquier otra cosa pues ya todos lo sabían.

—¿En serio, Marcus?

Las risas emanaron en un entorno cálido hasta que todos voltearon a ver a Hermione quién cómo pudo, se había movido hasta el alcance de la única persona que sentía que le hacía sentir bienvenida y ese era Harry.

—¿Y tú? —Preguntó una muchacha de cabellos cortos y tonalidades marrones, esa era, sí mal no recordaba Harry para cuando la llamaron, Pansy, Pansy Parkinson.

—Yo.. bueno. —La voz le tembló ligeramente cuando la mesa entera guardó silencio.

Si algo había aprendido Harry, es que Slytherin era la casa con más "Sangre pura" de todas.

Básicamente era un término utilizado para familia de magos que eran, valga la redundancia, puros en cuánto a linaje, eso le había explicado Draco minutos antes de bajar del tren. Harry fingió toser y luego de que la atención estaba puesta en él, se incorporó.

—Yo soy mestizo, ¿Eso les genera incomodidad? —Expresó levantando su mirada verde intensa mientras evaluaba los rostros de todos.

Habían diferentes percepciones, algunos con impresión, otros no les importaba y en algunos era de renegancia. Nadie se atrevió a decir algo, simplemente siguieron comiendo en silencio.

—Soy hija de Muggles. —Agregó Hermione cuando encontró el valor silencioso que le había dado Harry al interponerse en la atención hacia ella, pero era algo de lo que terminarían enterándose, mejor en ese momento que luego.

Los gestos de asco bañaron a varios, mientras el cuchicheo dio inicio, el semblante de la muchacha se contrajo pero no se dejó vencer.

—¿Hay alguna manera de que la cambien de casa?

Preguntó alguien en la mesa que Harry no pudo identificar y el calor en su pecho empezó a florecer.

—Veo que ustedes creen que el valor de alguien recae en su sangre, ¿no? —Se interpuso Harry mientras picaba con total descencia un trozo de su postre—. Para ser la casa con mayor destaque en cuanto a la inteligencia, carecen mucho de ella.

—¿Y tú qué sabes? No solamente eres mestizo sino que acabas de llegar, te aseguro a que no conoces nada sobre nuestras tradiciones y la importancia del linaje.

Uno de los mayores se había incrustado en la conversación mirando con imponencia a Harry pero esto a él no le afectó en nada, siguió comiendo y cuando terminó de tragar, asintió.

—La sangre no tiene ninguna relevancia si no lo destacas tú, ¿Crees que por llevar un apellido reconocido y una familia de descendencia "pura" te convierte a ti en merecedor de ese reconocimiento? —Harry sonrió con sorna mientras dejaba una de sus manos sobre la mesa—. Si crees eso, serás merecedor pero del fracaso familiar. El poder no lo da el nombre, ni el apellido o el estatus, lo destaca la persona. Si tu apellido posee poder es porque alguien en esa línea directa se encargó de coronar su descendencia con orgullo pero por pensamientos como los que tiene la mayoría, llevarán el apellido a la perdición aunque posean el "poder de la sangre" —Todos los rostros sobre la mesa estaban boquiabiertos, inexpresivos y blancos, menos Draco a su lado que ya había sido atacado precisamente por esa misma percepción de Harry pero ahora que el moreno lo expresaba mejor, sus cejas se contrajeron—. Discúlpenme si no comparto su manera de pensar pero me resulta incoherente rechazar una posible ventaja en cuanto a mi propio éxito personal solamente porque no comparte una línea pura de sangre, lo único que importa es que piense como yo y que me impulse a conseguir mis propias metas, lo demás, me tiene sin cuidado.

Hermione tenía los ojos más abiertos que un búho, estaba sin palabras mientras poco a poco sus mejillas se iban coloreando de un rojo vivo. La inteligencia de Harry arrasó con cualquier otro comentario por más que algunos seguían mirándolo con el ceño fruncido pero la mayoría se había quedado mudo, sobre todo por la edad que Harry tenía y la forma en la que hablaba.

—Así que consideras coherente juntarte con gente que no tiene el mismo estatus que tú, eso no me parece muy lógico a mí. —Agregó Blaise esta vez mirando con mayor curiosidad al niño frente a él.

—¿Consideras más coherente fracasar solamente por un tema tan insignificante como su ascendencia? —Harry elevó una de sus cejas hacia el moreno mientras evaluaba a este en silencio—. El poder no viene ligado a dónde vengas, nuevamente, si crees que tu apellido te da algún poder sin esfuerzo, vas a fracasar. Las mejores mentes que han existido han alcanzado lo que han tenido porque aprovechan hasta el último centímetro de ventaja que puedan tener, estoy seguro de que el fracaso de muchos vino ligado a despreciar posibles aliados solamente por su estatus.

Harry recordó la última charla que había tenido con Snape, había sido privada en la biblioteca de su padre donde le había explicado la razón detrás de la guerra iniciada por Voldemort y era principalmente el poder, rendición de los inferiores y control absoluto. Podía estar de acuerdo con demostrar que los demás era inferiores pero no por un medio sanguíneo sino por lo que pudiesen o no ofrecer y después de todo, fue bastante teatral su manera de intentar alcanzar el poder. El poder infundado por miedo sólo alcanzaba las alianzas débiles, el poder infundado por control, aseguraba alianzas de por vida.

Quería agregar algo referente a Voldemort pero sintió que no era el momento.

La mayoría estaban entumecidos sobre sus asientos y Blaise quién había dado cuerda a la conversación, se quedó en blanco, no supo que más responder. El silencio abrazó cada espacio de la mesa y nadie siquiera se dignó a seguir comiendo.

La satisfacción creció en cada centímetro del cuerpo de Harry al ver los rostros a su alrededor, con toda la etiqueta Lecter que existía en él, levantó su vaso de jugo de calabaza y lo bebió lentamente. Mientras enfocaba su mirada en otro punto como si la conversación no podía importarle menos.

Harry, que comenzaba a sentirse reconfortado y somnoliento, miró otra vez hacia la Mesa Alta. Hagrid bebía copiosamente de su copa. La profesora McGonagall hablaba con el profesor Dumbledore. Un profesor que no reconoció con su absurdo turbante, conversaba con un profesor de grasiento pelo negro, nariz ganchuda y piel cetrina. Sus ojos brillaron sutilmente.

Ahí estaba Snape.

Todo sucedió muy rápidamente. El profesor del turbante se dio la vuelta dejando tan sólo la parte trasera mientras Snape conseguía a Harry con su mirada... y un dolor agudo golpeó a Harry en la cicatriz de la frente.

—¡Ay! —Harry se llevó una mano a la cabeza.

—¿Qué ha pasado? —preguntó Draco.

—Nada.

El dolor desapareció tan súbitamente como había aparecido. Era difícil olvidar la sensación que tuvo Harry, una sensación que no le gustó en absoluto.

—¿Quién es el que está hablando con el profesor de cabellos negros? —preguntó a Marcus fingiendo no conocer a Snape.

—Ése es el profesor Quirrell. Su materia es defensa contra las Artes Oscuras. El de al lado es Severus Snape, el profesor de pociones. —Agregó cuando entendió que Harry se había referido hacia él por sus rasgos—. Snape sabe muchísimo sobre las Artes Oscuras y es el jefe de nuestra casa.

Harry vigiló a Quirrell durante un rato, pero el profesor no volvió a mirarlo o a darle la espalda como hace unos minutos, había sido extraño.

Por último, también desaparecieron los postres, y el profesor Dumbledore se puso nuevamente de pie. Todo el salón permaneció en silencio.

—Ejem... sólo unas pocas palabras más, ahora que todos hemos comido y bebido. Tengo unos pocos anuncios que hacerles para el comienzo del año. Los de primer año deben tener en cuenta que los bosques del área del castillo están prohibidos para todos los alumnos. Y unos pocos de nuestros antiguos alumnos también deberán recordarlo.

Los ojos relucientes de Dumbledore apuntaron en dirección a los gemelos Weasley.

—El señor Filch, el celador, me ha pedido que les recuerde que no deben hacer magia en los recreos ni en los pasillos. Las pruebas de quidditch tendrán lugar en la segunda semana del curso. Los que estén interesados en jugar para los equipos de sus casas, deben ponerse en contacto con la señora Hooch. Y por último, quiero decirles que este año el pasillo del tercer piso, del lado derecho, está fuera de los límites permitidos para todos los que no deseen una muerte muy dolorosa.

Harry rió, pero fue uno de los pocos que lo hizo.

—¿Lo decía en serio? —murmuró Draco a Marcus esta vez.

—Eso creo —dijo, mirando ceñudo a Dumbledore—. Es raro, porque habitualmente nos dice el motivo por el que no podemos ir a algún lugar. Por ejemplo, el bosque está lleno de animales peligrosos, todos lo saben.

—¡Y ahora, antes de que vayamos a acostarse, cantemos la canción del colegio! —exclamó Dumbledore. Harry notó que las sonrisas de los otros profesores se habían vuelto algo forzadas.

Dumbledore agitó su varita, como si tratara de atrapar una mosca, y una larga tira dorada apareció, se elevó sobre las mesas, se agitó como una serpiente y se transformó en palabras.

—¡Que cada uno elija su melodía favorita! —dijo Dumbledor—. ¡Y allá vamos!

Y todo el colegio vociferó la canción.

Cada uno terminó la canción en tiempos diferentes. Al final, sólo los gemelos Weasley seguían cantando, con la melodía de una lenta marcha fúnebre. Dumbledore los dirigió hasta las últimas palabras, con su varita y, cuando terminaron, fue uno de los que aplaudió con más entusiasmo.

—¡Ah, la música! —dijo, enjugándose los ojos—. ¡Una magia más allá de todo lo que hacemos aquí! Y ahora, es hora de ir a la cama. ¡Salgan al trote!

Los de primer año de Slytherin siguieron a Marcus a través de grupos bulliciosos, salieron del Gran Comedor y comenzaron a descender en dirección a lo que parecían ser las profundidades del castillo, era increíble.

—¿Puedo preguntar algo? —Agregó Draco cuando se acercó a Harry lo suficiente.

—Sí, claro.

—Dicen que fuiste criado por Muggles, ¿Es así?

—Sí.

—¿Cómo es que sabes tanto? Hablas como si...

—Como si te hubieses tragado un libro de historia. —Agregó Hermione saltarina metiéndose en la conversación.

Draco seguía mirándola con el ceño fruncido pero no dijo nada.

—Me gusta leer, nada más, ¿Eso te demuestra que los criados de Muggle pueden ser buenos contrincantes? —Le preguntó Harry al rubio mientras el moreno le sonreía.

—Eso todavía hay que verlo..

Las piernas de Harry otra vez parecían de plomo, pero sólo por el exceso de cansancio y comida, después de ese inconveniente con el sombrero, Harry había quedado extrañamente cansadisimo, a pesar de que lo ocultava. Estaba tan dormido que ni se sorprendió al ver que la gente de los retratos, a lo largo de los pasillos, susurraba y los señalaba al pasar. Bajaron más escaleras, bostezando y arrastrando los pies y, cuando Harry comenzaba a preguntarse cuánto tiempo más deberían seguir, se detuvieron súbitamente.

—Ya llegamos.

Habían quedado a lo que parecía una entrada frente a un muro de piedra húmeda.

—Sangre pura —dijo Marcus, el muro que parecía de piedra se deshizo dándole vida a una puerta de piedra oculta a través de las paredes.

Marcus condujo a las niñas a través de una puerta, hacia sus dormitorios, y a los niños por otra puerta, sin mencionar el semblante paniqueado de Hermione por quedarse separada de la "protección" de Harry. Al final de un largo pasillo (era lógico que estaban en lo que parecía unas mazmorras) encontraron, por fin, sus habitaciones.

—Bien, son dos personas por habitación máximo tres, Crabbe, tú iras con Goyle y Blaise.

Marcus siguió indicando uno a uno hasta que llegó a Harry.

—Y Harry, irás con Draco.

Ambos se miraron entre sí complacidos, era de obviedad que la compañía del otro les agradaba y cuando ya habían indicado las pautas marcadas, entraron a lo que iba a venir siendo su habitación hasta que acabara el año.

Al abrir la puerta se encontrar con que era lujosa y detallada, reflejando un linaje de sangre pura y estatus. Estaba decorada en tonos verdes oscuros y plateados, con muebles de madera finamente tallada y tapices de seda con el emblema de la serpiente, símbolo de Slytherin. El dormitorio contaba con dos camas con dosel cubierta con sábanas de seda verde esmeralda y cojines bordados con hilos de plata. En las paredes, habían estantes llenos de libros antiguos y artefactos mágicos. Una chimenea de piedra proporcionada al tamaño del lugar que brindaba calidez a la habitación.

Además, estaba equipada con comodidades modernas como una mesa de estudio con una pluma de águila y tintero, así como una amplia colección de pociones y libros de hechizos avanzados.

Sus baúles ya estaban allí.

Demasiado cansados para conversar, se pusieron sus pijamas y se metieron en la cama.

—Una comida increíble, ¿no? —murmuró Draco a Harry.

Harry estaba a punto de preguntar algo más pero cuando su cuerpo sintió la suavidad de su cama, se quedó inmediatamente dormido.

Tal vez Harry había comido demasiado, porque tuvo un sueño muy extraño. Tenía puesto el turbante del profesor Quirrell, que le hablaba y le decía que debía pasarse a Gryffindor de inmediato, porque ése era su destino.

Harry contestó al turbante que no quería estar en Gryffindor el turbante se volvió cada vez más pesado. Harry intentó quitárselo, pero le apretaba dolorosamente... Se produjo un estallido de luz verde y Harry se despertó, temblando y empapado en sudor.

Se dio la vuelta y se volvió a dormir. Al día siguiente, cuando se despertó, no recordaba nada de aquel sueño.

Forward
Sign in to leave a review.