La luz de los Lecter

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
La luz de los Lecter
Summary
Muchas veces nacemos para ser el eclipse de otros y la tempestad de un mundo entero mientras que otras, sólo algunos, nacen para ser la vida y la luz de un mundo pequeño pero infinito.Sin ser planeado y sin ser buscado, Harry se convirtió desde el momento en el que abrió los ojos en la debilidad y el amor más grande de Hannibal Lecter pero también en la destrucción y el nuevo orden de todos los mundos. Ésta historia será bastante larga para que todo lo que vaya a ser incluido tenga sentido y ligera coherencia, será una adaptación POR COMPLETO de la saga de Harry Potter a mi manera, no en su totalidad pero sí se manejará bajo los conceptos canon de Harry y su historia, muchos ya saben de qué va a tratar puesto que en mi cuenta de tiktok, he subido contenido referente a lo que será esta nueva historia. Se actualizará cada semana los días domingo y es un fanfic que contiene diversos ships, el principal y en el cuál se va a basar este fic es evidentemente el Drarry, entre los secundarios estarán: Hannigram (Will y Hannibal), Regan (Rick y Negan), Thilbo (Thorin y Bilbo) y posiblemente referencias a otros ships que podrían aparecer más no serán tomados tan a profundidad para la trama.
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Chapter 1

Los ruidos se oían desde las rocosas colinas que bailaban con la lluvia incesante del exterior, el ambiente se prestaba para uno de completas tragedias e incluso desastres naturales, apenas se alcanzaba a vislumbrar algo pues la lluvia era tan espesa que no permitía más que la borrosa capacidad repleta de gotas que caían y sonaban al chocar contra el suelo sin ningún otro ruido que el de los relámpagos y los árboles tronando.

Excepto el de una lejana y pequeña cabaña en el bosque de piedra con un jardín delantero y una valla blanca, repleta de naturaleza viva pero ordenada por manos humanas. Sólo habían un par de luces encendidas, la chimenea ya se había apagado, soltando el humo de lo que en algún momento fue un cálido fuego para reconfortar la temperatura corporal, no había nada más que silencio y muy al fondo se alcanzaba a oír un llanto.. uno sutil, uno delicado, uno que al oírlo, escuchas solamente la debilidad más pura de la existencia pero no era uno suave en un aviso de una necesidad sino uno desesperado, uno de ayuda y agonía.

La casa por dentro estaba envuelta en una atmósfera sombría, tensa y pesada haciendo sentir a cualquiera que la falta de aire era inclemente y que tus pulmones e incluso tu calma se veían violados por la extraña y oscura sensación lúgubre del ambiente, los escombros se denotaban y formaban parte de los alrededores como si una bomba hubiese explotado apenas en ligeras zonas, cuadros en el suelo, pedazos de pared regados en cada paso que se daba, los vidrios que acompañaban el suelo y a medida que más caminaba, menos control de su respiración tenía.

Hannibal caminaba con pasos lentos y la vista desorbitada en el fondo dentro de aquella morada sin entender nada de lo que estaba viendo pero tampoco le importaba. No le hizo ruido ver en el camino de las escaleras a un hombre de tez ligeramente morena con anteojos, los orbes abiertos mientras la vida ya no existía en su ser pero aquel pasillo que daba hacia la habitación era la que alteraba su imperturbable alma, sus pies se cuestionaban en obedecer a su cerebro y seguir caminando o quedarse allí inmóvil sin descubrir lo que encontraría allí pues una parte muy escondida y remota de su ser, temía que lo que se encontrara, iba a ser lo que menos quería ser capaz de ver.

Finalmente comenzó a avanzar mientras acechaba los alrededores en busca de cualquier signo inmediato para correr de allí si la situación no podía mantenerse bajo el control de Hannibal. Ya quedaba tan sólo un centímetro de pared para entrar a aquella habitación y se veía saliendo desde la puerta una pierna descalza.

La pierna de una mujer.

Su torrente sanguíneo entero se vio congelado por el escaso pesar de varios minutos que pudieron sentirse sobre la boca de su estómago como unas horas inclementes y agonizantes pero sus pasos continuaron, no sabía si realmente hacía tanto silencio como para únicamente detectar el escrutinio de sus zapatos alborotando el viejo suelo o era su cerebro que no permitía la entrada de nada más por miedo a lo que fuese a encontrar. Dio el último paso hasta que, ahí estaba.

Una mujer con cabello rojo brillante y ojos verdes, su cuerpo yacía en una posición extraña como si hubiese corrido hacia algo y no logró alcanzarlo dejándola allí sobre el suelo con un último intento en su profundidad pero fallido después de todo.
El aire prontamente y como una ráfaga infernal de primavera fresca entró por la nariz de Hannibal regresándole la calma que había perdido por unos segundos. No era ella.

Sentía que volvía a recuperar el pulso de su cuerpo y que el calor se apoderó nuevamente de su existencia demostrando el hecho de que volvía a estar vivo. Estaba absorto en su tranquilidad mientras que inspeccionaba por completo la zona que se olvidó de lo que había en su entorno, hasta que sus oídos recuperaron el sonido externo y ahí fue cuando lo vio al percibir el llanto.

Era un bebé de un año de edad aproximadamente, pequeño e indefenso como su propia edad lo permitía, con cabello negro desordenado y una cicatriz en forma de rayo en su frente, poseía unos ojos de color verde brillante que resaltaban debido a las lágrimas y el rojizo de sus orbes que quedó marcado por el llanto, acurrucado en su cuna, aparentemente ileso a pesar del trágico evento que tuvo lugar en la casa.

Hannibal miraba a la criatura mientras ésta le regresaba la mirada dejando de llorar por unos segundos ante la curiosidad de la imagen desconocida que se presentaba frente a él, pero la mirada de Hannibal era vacía y sin emoción alguna. Replanteándose si dejar a aquella creación llorar hasta morir de inanición o acabar con su sufrimiento ahogándolo con la almohada o con algún medicamento.

Después de todo, nunca se le permitió verlo en ningún momento y la única razón por la que había dado con él era por la noticia que llegó a sus oídos tardíamente que le propició un pánico impropio en él pero no fue por el niño. Había venido a comprobar algo y al tener la información que necesitaba, ya no requería seguir allí.

Se giró sobre su talones para caminar de regreso a la puerta y así irse de allí pero aquel silencio volvió a ser interrumpido por un quejido lleno de sentimiento. El pequeño que yacía todavía en su cuna se puso de pie como pudo y el puchero sobre su rostro sólo avisaba que estaba por romper a llorar. La vena en la frente de Hannibal amenazó con explotar. Tal vez era mejor si le ahorraba el sufrimiento a la criatura y lo mataba allí mismo.

Dispuesto a ello, decidió cargarlo con una indiferencia mortal en su semblante tomando la potestad de hacerlo a la antigua, ahorcándolo. Su mano se posó sobre el pequeño cuello y cuando estuvo por ejercer la fuerza bruta, el pequeño comenzó a reír.
Fue tan sólo una risa sutil, una pasajera y duró tan sólo unos segundos pero fue suficiente para que Hannibal pudiese detallar realmente al niño y de cierta forma, ver una parte de él.

Y lo era, ese niño que cargaba entre sus brazos era biológicamente un trozo de su propio ser, la única razón por la que prefirió que aquel niño no existiera fue por lo que perdió a causa del momento en el que fue engendrado, sin saber absolutamente nada de su propia familia y la persona que mantenía al lado sino hasta que fue excesivamente tarde y por más lógica que utilizara, nada entraba en la cabeza de Hannibal. La criatura estaba sola, sin una madre a su lado porque fue abandonado por ella, perdiendo a sus padres adoptivos en lo que fue un desastre casi teatral, indefenso y sin la ayuda de alguien, tal cuál cómo en su momento estuvo Hannibal.

¿Él no habría dado todo por haber sido realmente criado  en vez de pasar en un orfanato hasta que su edad alcanzó y luego dio con sus parientes? ¿No habría dado todo por realmente haber criado a aquel niño con la persona que huyó y que hace años no veía pero que la naturaleza de aquel engendro y el mismo Hannibal alejó? ¿No lo daría todo por no haber perdido a su hermana?

Lo habría dado todo.

Jamás se vio cómo un padre ni creyó que la idea fuese a pesarle en la consciencia en algún momento, los niños eran molestos, criados de maneras patéticas por sus padres según los ojos de Hannibal. Un niño era una vasija vacía de oro y era responsabilidad del tutor generar valor en esa vasija y volverla impenetrable, fuerte y liberarla pero, ninguno era lo suficientemente inteligente para hacerlo.

Pero Hannibal sí lo era. Y no solamente se vio en aquel niño por las circunstancias de la infancia que compartían sino porque tal cuál cómo era Hannibal, ese niño había nacido para ser nombrado en cada centímetro, provincia y espacio de la tierra y si estaba en sus manos, Hannibal haría que su hijo, su progenitor, su heredero, fuese el nombre que todos tuviesen miedo al pronunciar.

Estaba decidido, iba a criar al niño que mantenía entre sus brazos.

Con pasos ya más calmados, se dedicó a acomodar mejor al niño entre sus brazos dejando su cabeza apoyada en su hombro a medida que bajaba las escaleras hasta que sin esperarlo, un hombre alto y delgado, con una tez pálida y ojos negros penetrantes apareció al frente de su campo de visión, tenía el cabello negro y grasoso que caía en mechones desordenados sobre su rostro y sobre su nariz la cuál era aguileña y afilada. Estaba arropado por una túnica negra y su rostro denotaba un gesto tan impenetrable tal cuál cómo el del mismo Hannibal.

Pareció no notarlos hasta que levantó el rostro con clara impresión y movió su mano hacia uno de los bolsillos de su túnica, no le fue difícil a Hannibal deducir que se estaba preparando por sí necesitaba atacar.

—¿Quién eres y qué haces aquí? —Su voz rasposa, cortante y afilada hizo eco en el espacio de la casa.

Hannibal no se inmutó ni se dejó amenazar, permaneció estático en su posición evaluando la situación en silencio y replanteándose lo que podía hacer y lo que no, sabía que si la persona que tenía al frente era de alguna forma igual a la madre de su hijo, estaba en completa desventaja.

—¿Puedo preguntar lo mismo? —De manera diplomática, Hannibal expresó con pausada calma sin apartarle la vista y aferrando más su agarre hacia el niño que ya se encontraba dormido sobre su hombro.

—Me parece que estás en el momento y lugar inadecuado, creo que sería prudente si bajas al niño y te retiras de aquí. Tengo entendido que raptar bebés es en contra de la ley. —Los pasos de aquel hombre se aceraron tan sólo de a dos mientras su voz seguía siendo carrasposa y pausada.

Y Hannibal lo supo. No iba a tentar a su suerte, pero algo le decía que aquel hombre era de la misma especie que la mujer que creía conocer y eso implicaba que debía ser cauteloso o en su defecto, ser sincero y esperar que el mejor resultado saliera de allí.

—No vine a raptar al niño, vine a buscarlo. —La mano y dedos de Hannibal se aferraron aún más a la criatura sin posibilidad de dar su brazo a torcer—. Es mi hijo.

—¿Tu hijo? —Expresó en risa amarga—. No estoy de humor para locos de calle, suelta al niño.

—Eres un mago. —Soltó de golpe Hannibal sin más tapujos sabiendo que sus opciones se estaban agotando y la expresión del hombre apenas por unos segundos se vio dibujada en impresión—. Sé lo que sucedió aquí, sé quién es el niño que estoy cargando y es biológicamente mi hijo, es mi heredero.

Pero el semblante del de ropajes negros no fue más que de incredulidad y tenía razón, todo había sido manejado de manera tan silenciosa que nadie habría dudado o siquiera puesto en incógnita lo que había sucedido.

—Estos sujetos adoptaron a mi hijo cuando nació. Yo no lo supe hasta hace unas semanas cuando me enteré de lo que había detrás del nacimiento de él. —Se calló por unos momentos implementando tiempo para pensar y formular mejor la verdad—. Se creyó que el niño era la descendencia de ellos dos pero no es así, su madre… —El nombre le pesó sobre la lengua haciéndolo callarse y no se permitió soltarlo—. Su madre lo abandonó y ahí fue cuando ellos aparecieron.

El silencio siguió siendo participe del ambiente y aquello estaba desquiciando las paredes de la mente de Hannibal quién no soportaba sentirse en desventaja y que no podía controlar la situación más que escarbando por debajo de la alfombra. No pareció haber sido información suficiente porque aquel hombre no hizo ningún gesto y ya se estaba cansando.

—No tengo razón para mentir al respecto y creo que posees suficiente inteligencia al igual que yo cómo para deducirlo. —Ofreció un insulto silencioso detrás de un halago al hacerle entender que lo comparaba consigo mismo—. ¿O consideras que un simple Muggle como yo posee tanto conocimiento sobre algo que únicamente ustedes tienen alcance? Y me atrevo a decir que un circulo exclusivamente pequeño.

Hannibal conocía aquel adjetivo que utilizaban para la gente que no poseía magia, también investigó lo que pudo referente a lo que sucedía detrás de sus propias narices con respecto a su heredero. Y aunque únicamente había aparecido en esa casa con ganas de romper aquel linaje, cada que seguía hablando, se terminaba llenando de morbosidad por lo que nada más el nacimiento de su propio hijo significaba.

—No sé cómo llegaste a saber todo lo que acabas de decir y tampoco importa lo que yo te diga porque luego de esta conversación, no recordarás nada. —Y ahí estaba, había sacado finalmente aquella rama larga que reconocía como el implemento que utilizaban para expresar su magia—. Sea quién seas, el niño no está bajo el cuidado de ninguno de los dos y no me puede importar menos lo que le suceda si no fuese tan relevante para el mundo mágico.

—Puedes comprobar la conexión sanguínea. —Apresuró a agregar Hannibal ya con sus dientes rechinando queriendo deshacerse de aquel quién, se paseaba por encima de él. La frustración que sentía y necesidad por matarlo estaba incrementando—. Hazlo, si tan seguro estás de que lo que digo no es cierto y no recordaré nada, entonces compruébalo.

El hombre pareció sopesar la idea por un momento mientras el silencio volvía pero pareció convencerse al final, después de todo, si era mentira no estaba perdiendo nada.

Tomó con sutileza su varita para así soltar unas palabras que Hannibal no alcanzó a entender y mover sus manos con sutileza hasta que un hilo rojo salió tanto del pecho de Hannibal como del niño entre sus brazos, ambos hilos, rojos como la sangre danzaron alrededor de ellos hasta que al final, la punta de ambos se entrelazó al mismo tiempo creando un nudo.

El rostro del contrario pareció contraerse realmente y ahora sin tapujos en impresión pura, su semblante estaba repleto de incredulidad, era un baño de emociones pasajeras que no daban cavidad a una estable y fue suficiente para Hannibal quién comprobó que acababa de verificar lo que decía pero no dijo nada, no se movió, permaneció inmóvil en su posición esperando una reacción verbal para así deducir si podía irse finalmente de allí o no.

—Es imposible.. —El semblante de este se vio perplejo y al borde de caerse en la impresión, parecía más bien que en ese instante y por primera vez, una emoción invadía su rostro.

Hannibal no redujo la fuerza sobre el niño, seguía sosteniéndolo con fuerza sin confiarse en lo absoluto mientras seguía estudiando al contrario, le bastó analizarlo en silencio para notar que indiscutiblemente poseía una fortaleza, una destreza que ni siquiera utilizaba para agrandarse sino que la mantenía en silencio y eso era más peligroso.

—No quiero tener problemas con nadie. —Soltó por lo bajo moviendo sus pasos para tantear la zona—. Vine por él, nada más.

—¿En qué momento sucedió esto?

Hannibal no le prestó atención ni le importaba en lo más mínimo ya que parecía que simplemente estaba hablando en voz alta.

Pero ahí estaba, tener al menos un aliado en el otro mundo sería excesivamente beneficioso tanto para él como para su hijo, sin embargo, entablar esa posibilidad resultaba remota y casi imposible ante el hombre que según, los segundos de análisis de Hannibal, era igual de impenetrable que él.

—Todo fue para nada, su muerte fue en vano..

—No fue mi intención que esto pasara y lamento si alguno de los dos era alguien cercano a ti, de haber sabido con tiempo que esto terminaría de esta forma, mi hijo no habría salido de casa nunca.

La risa del de cabello negro y opaco volvió a aparecer en su semblante mientras se giraba en unos pasos.— Un simple Muggle no habría podido detener lo que estaba predicho.

Las venas de cada espacio del cuerpo de Hannibal se crisparon pues odiaba que la posición de no poseer magia lo dibujara como alguien inferior, pero ese no era el momento para jugársela, era el momento de pasar por debajo de la mesa.

—No, pero seguramente se pudieron haber salvado estas vidas perdidas. —Sopesó con tristeza fingida en su voz.

—De todas formas. —Pareció tragar en seco como si estuviese reteniendo un sentir profundo—. El niño no puede quedarse contigo, la gente cree que es hijo de los Potter por lo que irá con la familia de ellos.

—Mi hijo no va a irse con alguien que no sea yo.

El ambiente comenzó a tornarse más tenso de lo que ya de por sí estaba y no era que Hannibal estuviese perdiendo la paciencia pero tampoco iba a permanecer allí por horas si eso era lo que el otro creía.

—¿Y supongo que tú iras a divulgar la verdad?

—No.

Hannibal se adelantó de inmediato en negarlo y pareció que aquello había captado la atención de contrario.

—¿No? ¿Cómo esperas llevarte al niño sin divulgar la verdad?

—Me parece que tanto para mí como para ti, es más lógico que no se enteren de la verdad y crean que está sin protección o en su defecto, donde esperarían que estuviese.

Nuevamente el silencio se asentó, si seguía moviendo sus cartas como lo estaba haciendo, tal vez y sólo tal vez, podría conseguir algo de allí.

Lo que pareció una ternidad sin agregar nada y creyendo que ya la conversación había muerto y empezaría el desafío, la voz volvió a contaminar el ambiente.

—Explícame, hazme entender todo esto y dime por qué debo ayudarte a encubrir la verdad.

Y en ese instante, las barreras para Hannibal cayeron apenas por un segundo sin ser percibido por nadie más que por él mismo, las cartas empezaban a moverse.

Con una última mirada, se dedicó a sentarse sobre uno de los pocos sofás que quedaban en buen estado o al menos utilizables y no fue hasta ese instante que se dio cuenta que tanto Hannibal como él, estando allí con dos cuerpos sin vida en esa misma casa, estaban como si nada lo cuál a Hannibal le llenó de curiosidad suponiendo más que la indiferencia del contrario era con el hombre y no con la mujer.

Esperó ser atendido por la mirada del contrario y una vez que la obtuvo, su voz salió y comenzó a contarlo todo, desde el primer día hasta ese momento esperando con ello, terminar aquel tema y si eso no funcionaba y no conseguía convencerlo, poco le importaba las desventajas, conseguiría una ventaja para poder dejarlo con el cementerio de muertos en esa casa.

Habían pasado aproximadamente diez años desde el día en el que sucedió la tragedia.

Diez años tanto en la vida de Hannibal como en la de aquel niño que por nombre había decidido dejarle el que sus padres adoptivos le pusieron, Harry.

Sólo las fotos de la repisa de la chimenea eran testimonio del tiempo que había pasado. Diez años antes, habían simples cuadros de escritos, títulos o incluso dibujos hechos por el mismo Hannibal, pero en ese momento los cuadros ya no poseían elementos artísticos para el mayor sino a un niño con el cabello oscuro montando su primera bicicleta, otras era simplemente él pintando o con un gorro navideño recibiendo regalos cálidos. Incluso siendo abrazado por un hombre alto con una apariencia atlética y robusta, el cabello corto de una tonalidad dorada oscura y ojos azules intensos.

A medida que la vista se movía, se iba viendo el crecimiento del niño.

Contrario a lo que Hannibal creía o esperaba, Harry no era para nada parecido a los críos llorones, estúpidos e insoportables a los cuáles el mundo estaba acostumbrado y repleto. Era sumamente inteligente para la edad que tenía, deductivo, cauteloso y buscaba la forma de independizarse sin necesitar tanto de la ayuda de Hannibal y lo que comenzó como algo en un ligero morbo por domar aquella alma con magia dentro, se convirtió en silencio en una calidez para el pecho de Hannibal.

Lo que fue de aquel señor que conoció esa noche fue más práctico de lo que pensó. Lo escuchó, le creyó y al final decidió ayudarlo, tal vez fuese porque también se veía reflejado en el mismo Hannibal. Habían llegado a un acuerdo, en base a lo que él le había confiado a Hannibal y Hannibal a él, se expresó un propósito en común y gracias a ello, la seguridad fuera de su propio mundo y en el mundo de Harry, estaría asegurada.

El sol se elevaba en el jardín e iluminaba parte de la sala en el hogar de los Lecter.

Sin embargo, Harry estaba todavía allí, durmiendo en aquel momento, aunque no por mucho tiempo. La voz de Hannibal se hizo presente en un murmullo pero siendo perceptible al oído.

—Harry, despierta, ya es tarde. —Exclamó tocando el borde de la puerta viendo al pequeño arropado entre las sábanas hasta el cuello y apenas soltando un quejido.

El muchacho no se inmutó, se quedó envuelto en las sábanas dándole la espalda a la entrada de la habitación y ante aquel gesto, Hannibal soltó una risa baja.

—Despierta, no me hagas echarte agua en la cara, Harry.

—¡No, agua no! —Soltó sentándose rápidamente en la cama mientras se rascaba los ojos.

Y había sido lo suficientemente dramático como si Hannibal echara un vaso entero de agua en su cara cuando tan sólo eran un par de gotas solamente cuando no quería despertar ya que Harry era la persona con el sueño más pesado que Hannibal conocía.

Pero era un gesto en silencio cariñoso, más que rodó juguetón entre ellos.

Harry se levantó lentamente y comenzó a buscar sus calcetines. Encontró un par debajo de la cama.

—¿Calcetines debajo de la cama? Harry. —La voz de Hannibal se tornó ligeramente más espesa que de costumbre.

Y Harry por el contrario se quedó inmóvil un momento para luego mirar a su padre y sonreír inocentemente.— No es para tanto, papá, son tan sólo unos calcetines.

—No, no quiero desorden, muchísimo menos que tú seas desordenado. Ya sabes lo que pienso sobre ello.

—Sí, papá, el desorden obstaculiza el equilibrio emocional y psicológico.

—Exactamente, una persona desordenada tampoco puede ser alguien exitoso, el orden intensifica los logros, por medio de un desorden que a tu parecer puede ser inocente se pueden desencadenar muchas cosas. Dejamos rastros en cada paso que damos, todavía más si eres desordenado.

Harry estaba acostumbrado a escuchar a su padre hablándole de esa forma y había sido lo suficientemente hábil como para adaptarse rápido ya que para cualquier niño a esa edad, la simple palabra "intensifica" o menos podría ser suficiente para hacer su mente colapsar, sin embargo, Harry interpretó todo y asintió recibiendo el regaño, debía ser más ordenado, sobre todo si quería ser un mago excepcional como se lo había hecho creer su padre.

En ese momento se levantó de golpe dejando de colocarse la media y abrió sus ojos un poco más.— ¿Cuándo llegará mi carta?

—No lo sabemos —Fingió Hannibal—. Baja a comer mejor. Te espero para desayunar y espero que antes de bajar, órdenes lo que hace falta.

De la boca del moreno salió un suspiro pesado lanzándose a su cama boca arriba por unos segundos y luego del diminuto drama, se colocó sus lentes, ordenó lo que hizo falta y bajó finalmente.

La casa era por completo un conjunto arquitectónico clásico y lujoso, completamente igual a su padre.

Con un amplio vestíbulo decorado con muebles antiguos, obras de arte exquisitas y alfombras persas. Las paredes adornadas con pinturas y esculturas de gran valor artístico, creando un ambiente de refinamiento y buen gusto.

La sala de estar era un espacio elegante y acogedor, con muebles de cuero oscuro, cortinas pesadas y una chimenea de mármol. En esa habitación, Hannibal solía recibir a sus invitados, Harry siempre lo veía en silencio cuando llegaban visitas inesperadas pero la más concurrente últimamente era la de un adulto con cabellos negros que Harry nunca antes había visto, parecía ligeramente desequilibrado cada vez que los visitaba pero su padre siempre conseguía aligerarlo y aunque le ocasionaba intriga, no preguntaba, ya que de todas formas, se suponía que él no debería bajar de su habitación cuando su padre recibía visitas.

La biblioteca era el lugar favorito de Harry sin dudas, repleta de estanterías llenas de libros antiguos, manuscritos raros y artefactos históricos, con una iluminación tenue y las sillas de cuero. Mentiría si dijera que ya no se había devorado la mitad de todos esos libros, sobre todo los que le había traído su padre referente a la magia, no cuestionó de dónde los sacaba ya que conocía la realidad de Hannibal pero aún así los recibía y los devoraba de vez en cuando y no dejaba de instruirse ansioso y emocionado de asistir.

En el momento en el que su padre le dijo que había magia en sus venas y lo comprobó al tener estallidos de magia, para él fue sencillamente increíble e imposible.

Creer en la magia cuando estaba más pequeño eran simples fantasías, cuentos de libros que formaban parte de mundos sumamente lejanos, elfos, enanos, batallas interminables. Harry lo adoraba porque amaba profundamente la fantasía y saber que al menos la magia existía y que él formaba parte de ella, lo hizo sentirse sumamente extasiado y completo.

Un sonido brusco sacó a Harry de su ensimismamiento quién se dirigió sobre sus pasos a la sala, justamente sobre aquella chimenea y la repisa donde se encontraban las fotos, una de ellas se había caído.

Su cuerpo apenas tuvo que agacharse para tomarla, no se había roto ni tampoco presentaba una fractura pero cuando los orbes verdes captaron la imagen, una calidez invadió su pecho.

Recordaba el momento preciso de aquella fotografía, aquel hombre de físico robusto y cabellos oscuros lo abrazaba mientras ambos sonreían. Ese día habían ido al parque, habían alimentado a los patos, jugaron de manera imprudente y terminaron ambos en el pequeño río, el simple hecho de recordarlo le hizo sonreír, su padre evidentemente no había estado, de lo contrario, seguro le habría dado un infarto por el estado en el que terminaba Harry cada vez que salían, siempre era el mismo tema de conversación ya que Harry regresaba con ramas en el cabello pero más que feliz y satisfecho.

La foto le generó una añoranza, lo extrañaba.

Cuando estuvo vestido y ya en el recibidor, entró en la cocina. La mesa estaba casi cubierta por exquisitos platillos que el simple aroma producían sonidos en el estómago del niño. Por su padre, incluso la comida era una obra de arte digna de alabar y Harry lo admiraba con cada fibra de su ser.

Harry se sentó finalmente sobre la mesa tomando la servilleta que había sobre la mesa y colocándosela alrededor del cuello de su pijama.

La imagen para Hannibal fue imposible como para no soltar una risa y acercarse.— ¿Aprendiendo etiqueta?

—Lo vi en la televisión, se utiliza de esta forma para no ensuciar tu ropa.

—Bueno, eso es cuando no tienes suficiente sutileza con los alimentos, Harry, los Lecter somos refinados por nacimiento así que no requerimos cubrirnos, nunca nos manchamos.

Harry se quedó en silencio por un momento analizando las palabras de su padre y cuando las recibió por completo, se quitó la servilleta y volvió a acercarse hacia la mesa con la intención esta vez de no ensuciar ni un centímetro de su ropa.

Empezaron a comer en complemento y casi al mismo tiempo, para ser un simple desayuno, estaba excesivamente exquisito. Un platillo basado en huevos con salchichas, diversos vegetales y frutas decoradas para luego.

—Papá. —Murmuró Harry una vez que tragó y se aseguró de que no había comida sobre su boca.

—Dime.

—¿Cuándo vuelve el tío? Hace tiempo que no nos ha visitado.

—No lo sé, Harry. Tu tío ha estado atareado. —Con el tenedor, cortó sutilmente un pedazo más de salchicha con parte del huevo para llevarla a su boca y así tragarlo mientras limpiaba su paladar con el café. Un simple gesto refinado, Harry lo evaluó en silencio y lo guardó en sus pensamientos para repetirlo—. Últimamente la comunidad bajo su cargo ha estado complicada.

El muchacho suspiró bajo y continuó comiendo con sus pensamientos arraigados a aquel recuerdo.— ¿No podemos visitarlo?

—Por ahora no, yo también he estado atareado pero hablaré con él si eso te quita la cara de estreñimiento.

—¡No tengo cara de estreñimiento! —Soltó arrugando más sus cejas pero luego terminó riendo a la par de su papá.

El desayuno se asentó en calidez y conversaciones triviales. Para cuando terminaron, Harry ya acostumbrado, llevó sus platos al lavado, y ordenó la mesa.

—¿Qué te parece si salimos hoy? —Hannibal proclamó mientras terminaba de ordenar los platos y los guardaba.

Los ojos de Harry brillaron ante aquellas palabras volteandose sobre sus talones para ver al mayor, el ligero cosquilleo de emoción se alojó en su estómago.— ¿Salir? ¿A dónde?

—Estaba pensando que, tal vez.. —Dejó un silencio alojarse en la conversación solamente para angustiar la emoción del niño mientras guardaba el último vaso—. Al zoológico.

—¡Sí! —Harry soltó el trapo que tenía entre las manos de la emoción y lo recogió en ese instante antes de que la repercusión por la limpieza apareciera.

—Ve a vestirte entonces.

Y con ello, los pequeños pasos de Harry salieron corriendo hacia las escaleras nuevamente, subía los escalones de dos en dos hasta que regresó a su habitación.

Su habitación era un espacio único que reflejaba la relación especial entre ambos. A diferencia del resto de la casa, esta habitación estaba diseñada con un toque más cálido y acogedor, mostrando un lado más humano y paternal de Hannibal. Lo primero que llamaba la atención era la paleta de colores suaves y tranquilas que predomina en la decoración. Las paredes estaban pintadas en tonos pastel pero no femeninos, eran tonalidades cálidas, Hannibal siempre le había dicho que cuando tuviese edad suficiente, las paredes podrían ser pintadas del color que quisiera siempre y cuando no fuese algo sin clase, un ambiente sereno y relajante. Cortinas de encaje blanco cubrían las ventanas, permitiendo que la luz natural se filtre suavemente en la habitación.

La cama con un dosel y cortinas verdes. Las sábanas de seda negra cuidadosamente arregladas, con un pequeño escritorio de madera con una silla a juego en la esquina del espacio, donde Harry podía sentarse a estudiar o escribir. Sobre el escritorio, se encontraba una lámpara de estilo vintage que ilumina el espacio con una luz tenue y cálida.

Apenas estaba personalizada bajo la personalidad de Harry ya que recientemente se habían mudado para poder vivir cerca del trabajo de Hannibal y lo único que lo categorizaba eran varios juguetes de cuando estaba más pequeños, diversos libros y sus pertenencias.

Sus pasos lo llevaron hacia su closet para sacar de allí su ropa, reflejaba el gusto refinado y la atención al detalle que el mismo Harry había adaptado.

Sacó una camisa de un rojo oscuro junto a un pantalón no tan ajustado de un azul opaco, el calzado negro que amarró con precisión y así caminar hacia el baño llegando al momento más estresante del día.

Intentar domar sus indomables cabellos.

No había mucho qué hacer al respecto honestamente pero Harry hizo lo mejor que pudo poniendo en práctica lo que su padre le había enseñado, no se trataba de aplacar sus greñas como las tenía él pero sí amoldar el ligero maraño en algo presentable. Dientes cepillados, ropa lista y una ligera fragancia en su ropa y ya estaba listo.

Media hora más tarde, Harry, estaba sentado en la parte del copiloto en el auto camino al zoológico.

Mientras conducía, Hannibal le conversaba a Harry sobre unos de sus temas favoritos. La psicología.

Su padre era un psiquiatra sumamente reconocido, no obstante también era médico por lo que saber de la psicología formaba parte de su entorno y a Harry por alguna razón ese tema le llamaba muchísimo la atención a su corta edad.

—Es como la magia, papá. —Especuló sentado sobre el asiento—. Es como un control mental, estoy seguro de que debe existir un hechizo para eso.

La sonrisa en el semblante de Hannibal se expandió a medida que lo escuchaba sin despegar su mirada del camino.— Lo es pero es algo mucho más difícil, piénsalo así. —Se detuvo mientras lo volteaba a ver por unos segundos—. Con la magia es más fácil hacerlo, no tienes que ejercer tus habilidades ni sobreponerte por más difícil que parezca ser, simplemente dices un par de palabras y ya estaría. En cambio, para un psiquiatra o una persona sin magia, debes utilizar únicamente tus habilidades para analizar a las personas, conocerlas con lo poco que te dejan ver y trabajar en base a ello. Puede que la magia sea más fácil pero la satisfacción de hacerlo sin ella no es lo mismo, es una caricia a tus capacidades.

Y Harry aquella realidad golpeó su cerebro por unos segundos.

Nunca había podido utilizar del todo su magia, a veces conseguía hacerlo intencional si se concentraba lo suficiente pero cuando lo lograba era tan fácil como un pensamiento que cruzaba su mente. En cambio, lograrlo sin magia, alcanzar algo tan importante como lo que hacía su padre siendo una persona sin ninguna ventaja era todavía más llamativo.

Unos minutos más bastaron cuando ya habían llegado al lugar. Era un sábado muy soleado y el zoológico estaba repleto de familias.

—¡Papá! Helado, ¿Me compras uno? —Se acercó con luz en sus ojos hacia la señora que los vendía.

Sin embargo el semblante de Hannibal se escrudiño en silencio y negó con reprendimiento interno.

—No.

Harry se removió en su sitio pero no dijo nada y se giró sobre sus talones ya negándose en insistir más pero ante sus ojos apareció un polo de limón que Hannibal sacó de su propio bolso, hecho evidentemente por él.

Harry lo tomó con suma felicidad sobre su rostro y comía de su polo mientras observaba a un gorila que se rascaba la cabeza.

Fue la mejor mañana que Harry había pasado en mucho tiempo ya que hacía mucho que no salían por el tema de la mudanza. Tuvo cuidado de andar un poco alejado de la gente, después de todo, nunca había sido bueno para hacer amistades ni tampoco le gustaba socializar en exceso, cuando se acercó la hora de comer, comieron en el restaurante del zoológico, evidentemente no de la comida de aquel lugar, su padre había traído un bolso con los alimentos, nuevamente, hechos por él, era bastante delicado con lo que Harry y él consumían y si Harry era sincero, no le llamaba la atención la comida callejera en comparación a las cosas que su padre hacía.

Después de comer fueron a ver los reptiles. Estaba oscuro, hacía frío y había vidrieras iluminadas a lo largo de las paredes. Detrás de los vidrios, toda clase de serpientes y lagartos se arrastraban y se deslizaban por las piedras y los troncos. Habían dos niños cerca de ellos, uno completamente gordo y rechoncho y el otro que parecía más bien el escolta, querían ver las gigantescas cobras venenosas y las gruesas pitones que estrujaban a los hombres.

—Ya vuelvo, no te muevas de aquí. —Expresó Hannibal asegurándose de que Harry lo había escuchado y el menor asintió.

El más gordo encontró rápidamente la serpiente más grande. Podía haber envuelto un coche entero y haberlo aplastado como si fuera una lata, pero en aquel momento no parecía tener ganas. En realidad, estaba profundamente dormida.

—Haz que se mueva —le exigió el niño a su padre.

El hombre golpeó el vidrio, pero la serpiente no se movió.

—Hazlo de nuevo —ordenó.

Volvió a golpear con los nudillos, pero el animal siguió dormitando.

—Esto es aburrido —se quejó el niño y se alejó arrastrando los pies.

Harry se le quedó viendo al niño por un par de segundos y le bastó un simple rato para notar lo mal que le había caído, un niño llorón, malcriado e inútil. Lo fulminó en silencio con su mirada y se movió frente al vidrio para mirar intensamente a la serpiente. Si él hubiera estado allí dentro, sin duda se habría muerto de aburrimiento, sin ninguna compañía, salvo la de gente estúpida golpeando el vidrio y molestando todo el día.

De pronto, la serpiente abrió sus ojillos, pequeños y brillantes como cuentas. Lenta, muy lentamente, levantó la cabeza hasta que sus ojos estuvieron al nivel de los de Harry.

Guiñó un ojo.

Harry la miró fijamente. Luego echó rápidamente un vistazo a su alrededor, para ver si alguien lo observaba. Nadie le prestaba atención. Miró de nuevo a la serpiente y también le guiñó un ojo.

La serpiente torció la cabeza hacia la familia que recientemente la estaba fastidiando y luego levantó los ojos hacia el techo. Dirigió a Harry una mirada que decía claramente "me pasa esto constantemente."

—Lo sé —murmuró Harry a través del vidrio, aunque no estaba seguro de que la serpiente pudiera oírlo—. Debe de ser realmente molesto.

La serpiente asintió vigorosamente.

—A propósito, ¿de dónde vienes? —preguntó Harry La serpiente levantó la cola hacia el pequeño cartel que había cerca del vidrio. Harry miró con curiosidad.
«Boa Constrictor, Brasil.» —¿Era bonito aquello?

La boa constrictor volvió a señalar con la cola y Harry leyó: «Este espécimen fue criado en el zoológico».

—Oh, ya veo. ¿Entonces nunca has estado en Brasil?

Mientras la serpiente negaba con la cabeza, un grito ensordecedor detrás de Harry los hizo saltar.

—¡DUDLEY! ¡SEÑOR DURSLEY! ¡VENGAN A VER A LA SERPIENTE! ¡NO VAN A CREER LO QUE ESTÁ HACIENDO!

Dudley, el niño gordo que parecía ser el nombre de aquel niño se acercó contoneándose, lo más rápido que pudo.

—Quita de en medio —dijo, golpeando a Harry en las costillas. Cogido por sorpresa, Harry cayó al suelo de cemento.

Harry estando en el suelo, sintió su ropa mojandose ante el líquido de un refresco que se había botado, incluso su ropa interior había alcanzado la humedad. Se sintió, por primera vez en su vida, humillado, sus mejillas se calentaron ligados a la vergüenza de los niños en su entorno que se burlaban y del vapor energético que estaba acumulándose en su estómago mientras sus ojos se plasmaban sobre aquel niño que lo había empujado, aquel gesto lo inundó de repente de una sensación tan fuerte que si no hubiese estado tan enfocado en la emoción que lo bañaba, habría notado que los objetos apenas sostenidos alrededor estaban temblando, el enojo descomunal, un odio que no sabía que podía ser capaz de sentir en el fondo de su corazón.

Lo que sucedió a continuación fue tan rápido que nadie supo cómo había pasado: Dudley y el otro niño estaban inclinados cerca del vidrio, y al instante siguiente saltaron hacia atrás aullando de terror.

Harry se incorporó y se quedó viéndolo todo, el vidrio que cerraba el cubículo de la boa constrictor había desaparecido. La descomunal serpiente se había desenrollado rápidamente y en aquel momento se arrastraba por el suelo.

—Castigalo.

Le expresó Harry a la boa con suma autoridad mientras sus ojos ardían en un rojo vivo mientras la boa lo miraba a él y luego a aquel niño gordo.

Lo que sucedió a continuación no fue previsto por nadie alrededor, la boa se dirigió con rapidez hacia el niño llamado Dudley y comenzó a enrollar con rapidez la gordura del niño, primero con agilidad para luego comenzar a ejercer fuerza mientras el muchacho que estaba a su lado gritaba lleno de pánico. El color morado en el cuerpo del niño comenzaba a tornarse cada vez más notorio mientras ya no podía ni gritar por ayuda y a medida que Harry lo veía, la satisfacción lo inundaba.

—Harry. —La voz de su padre salió finalmente de algún sitio entre la gente que comenzaba a correr mientras gritaban por ayuda y Harry entre el desconcierto de su padre y lo que sucedía, no notó que Hannibal dudó por un momento hasta que entendió la gente con la que estaban tratando—. Suéltalo, suéltalo ya. —La autoridad en su voz era tan notoria que Harry por más que sus emociones seguían sobre su estómago, volteó a ver a la boa y le susurró.

—Déjalo.

El encargado de los reptiles se encontraba totalmente conmocionado cuando llegó, corriendo con una pistola entre sus manos mientras otros mantenían objetos que no deparaban en mínima atención para Harry.

La boa aprovechó el momento para huir con rapidez mientras todos lloraban y la familia de aquel niño finalmente llegaban al encuentro, Dudley estaba sin habla, todavía con el color sin vida sobre su cuerpo mientras pedían ayuda.

—Espérame en el auto.

Harry no cuestionó, miró por última vez la escena y se regresó sobre sus pasos hacia el auto.

Pasó media hora hasta que Hannibal regresó a su encuentro, no dijo nada, en estado de silencio encendió el auto y al tiempo en el que empezaba a retroceder para regresar a casa, Harry logró ver al niño siento atendido por los médicos del lugar.

El muchacho no se atrevió a romper el silencio, apenas entendía lo que había sucedido y no sabía si su padre estaba molesto con él o si se había dado cuenta de lo que sintió y eso fue lo que lo desconcertó. Si su padre no hubiese llegado, Harry no creía que habría sido capaz de decirle a la boa que se detuviera, no hasta que la vida se le hubiese ido de sus ojos y sentirse satisfecho.

Ya llevaban la mitad del camino recorrido sin gestionar palabra alguna y el cúmulo empezó a desenvolverse en el estómago de Harry creyendo que había decepcionado a su papá.

—Lo siento, no fue mi intención pero él me empujó. Todos los niños se burlaron de mí por su culpa. —Intentaba justificar su acción mediante a una actitud con peso mayor que solamente la de un niño.

Hannibal dejó que las palabras viajaran por el auto, una de sus manos estaba puesta sobre el volante mientras la otra acariciaba parte de su mentón, Harry no podía verlo pero el brillo en los orbes del mayor era indescriptible.

—¿Por qué te disculpas, Harry?

—Ya sé que no me tengo que disculpar contigo sino con el niño.

—No. —Detuvo de inmediato—. Te pregunté que por qué te disculpas.

Harry no sabía si la pregunta venía disfrazada con una intención detrás y que dependiendo de lo que respondiera, iba a determinarse si había hecho mal o no. En silencio mientras sus manos jugaban con el cinturón puesto sobre su pecho, mordió parte de su pequeño labio inferior y decidió sopesar la opción más viable, la que venía cargada por la moralidad.

—Porque no está bien haberle hecho eso.

Su padre volteó por un momento a verlo, un contacto visual pasajero pero directo y profundo mientras llegaban finalmente a la casa pero cuando estacionó el auto, no se bajó ni tampoco invitó a Harry a hacerlo

—No, Harry. —Hannibal se quitó finalmente el cinturón para acomodarse mejor sobre su asiento y esta vez, sí mirarlo directamente—. Te hizo daño y te hizo sentir mal al ser el foco de burla para los demás, fue grosero. —Su voz venía cargada de incluso una dulzura que era más como un consuelo para el niño que un regaño—. ¿Por qué tienes que disculparte con él si quién te pisoteo fue él?

Para Harry, aquella incógnita no la pudo entender de inmediato, de hecho, fue más el tiempo que se quedó viendo al vacío que intentando buscar una verdadera respuesta.

—Pudo haber salido gravemente herido.

—Eso es nada más una consecuencia a sus propios actos, ya sea con tus propias manos o la de los demás, tarde o temprano habría caído el peso de su accionar.

—Entonces, ¿Estuvo bien lo que hice? ¿Hacerle daño a los demás está bien?

Hannibal calló, tocó con sus manos la apertura donde estaban colocadas las llaves del auto y las sacó de su sitio.

—Está bien que te defiendas y que no permitas que nadie te humille. Sabes que son pocas las cosas que no tolero.

—Sí, como el desorden.

—No, pero eso es contigo, en general, ¿Qué es lo que yo menos tolero de la gente?

Harry pasó su mano por sus cabellos intentando aplacarlos mientras su mente intentaba viajar hacia lo que conocía de su padre, después de un rato, dijo: —Las groserías.

—Sí, yo no tolero ni permito las groserías de ningún tipo y ya que el peso de las acciones les va a caer tarde o temprano, que seas tú quién las aplique, no genera un desorden al orden natural de las cosas.

Finalmente pareció que la conversación había terminado allí a menos que Harry tuviese otra cosa qué agregar pero no fue así, salió del auto con su padre y entraron a la casa donde Hannibal se dirigió un momento a su estudio y Harry simplemente terminó en la biblioteca con un ligero manojo en su mente.

Hacerle daño a aquel niño le había sentado bien, le había propiciado cierta satisfacción porque él había sido quién actuó mal en primera instancia y Harry no había hecho nada malo tal cuál cómo su padre se lo había hecho entender, simplemente se había defendido, pero tal vez aquel pensamiento no le habría pesado tanto por la respuesta detrás sino por el hecho de que realmente le gustó hacerle daño a alguien que había sido malo con él y ese sentimiento que todavía no entendía, quedó guardado en su mente y se deshizo de él cuando comenzó a leer.

Mucho más tarde, Harry estaba acostado en su habitación. No sabía qué hora era y no podía estar seguro de que su padre estuviese dormido.

No tenía nada de sueño y su cuerpo se removia por la cama de un lado a otro mientras en la oscuridad, no hacía otra cosa que pensar. Algunas veces, cuando forzaba su memoria durante las largas horas en vigilia, tenía una extraña visión, un relámpago cegador de luz verde y un dolor como el de una quemadura en su frente.

La historia con su cicatriz era un tema aún no descubierto, un tema que por muy extraño que sea, a Harry le generaban dudas pero cada vez que le preguntaba a su padre la razón detrás de ella, le decía que se lo explicaría más adelante y eso sólo desquiciada más a Harry en curiosidad, suponía que, si su carta para estudiar en alguno de los colegios de magia lograba llegar, su padre finalmente le diría lo que haría falta saber y que solamente estaba esperando un hecho para soltarlo después de todo.

Harry no podía esperar y desear más ver finalmente aquella carta entre sus manos y así, empezar a ser un mago por completo.

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