Au-delà de la perfection

Harry Potter - J. K. Rowling
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Au-delà de la perfection
Summary
Regulus Black crece a la sombra de sus ilustres padres: un pianista reconocido y una cantante de ópera brillante. A medida que lucha por su atención y amor, su hermano mayor Sirius se convierte en su protector y único apoyo. Sin embargo, la rebeldía de Sirius lo lleva a ser expulsado de la casa familiar, dejando a Regulus atrapado en una vida que no desea. A los 17 años, Regulus se siente asfixiado por las expectativas de perfección que sus padres le imponen. Su vida da un giro inesperado cuando la danza entre él y James Potter comienza a revelar que detrás de los nombres Black y Potter, hay dos almas en busca de libertad y comprensión.
Note
Hola a todos!Este es el primer fanfic que escribo, me alegra que sea de uno de mis fandoms favoritos, esta temática y de lo que trata la historia no es completamente mía.El como esto surgió fue que en un momento de relajación entre a Tiktok, donde me apareció un video con la canción instrumental Black Swan de BTS con una descripción que sinceramente sentí como tatuo en mi corazón, y lo que decía es exactamente la idea de un Jegulus fic ballet dancer.Su user es: @li0nsofheartTodo es gracia a su mente brillante por imaginarse eso, ella dijo que no sabría como escribirlo por no tener conocimiento del ballet, yo tengo algunos conocimientos, así que haré mis esfuerzo para poder plasmar su idea.Disfrutenlo.
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Hilos invisibles


"Achilles

 

Achilles

 

Achilles, come down won't you

 

Get up off

 

Get up off the roof?" 

 

 

 

La música se detuvo, asustando a Regulus, que estaba mirando hacia la ventana sin prestar atención a lo que lo rodeaba. Al parecer, su madre podía apagar la música que sonaba incluso en su mente. "Regulus, tu padre y yo nos iremos por unos días a Italia, tenemos un concierto de aniversario. Más te vale comportarte y ser un Black en nuestra ausencia," dijo Walburga con la voz algo ronca. Regulus quiso reírse, pensando que quizás ni siquiera pudiera hacer entrevistas al final de su concierto, pero sabía que reírse solo haría que lo encerraran. No le quedó otra que acercarse a su madre, tomar su mano y depositar un beso en sus nudillos.

"Buen viaje, madre. Mis felicitaciones por adelantado," dijo con voz tranquila. Walburga alejó su mano y se fue tan rápido como había llegado. Regulus volvió a mirar por la ventana, notando un gorrión que parecía invitarlo a volar. Era como si el pájaro pudiera saber el anhelo de su corazón. Lamentablemente, tenía que esperar unas horas para poder experimentar un poco de esa libertad cuando su hermano lo buscara al final de sus clases. Realmente no quería ir a la escuela, pero si su padre se enteraba, no haría más que gritar. Y si él le gritaba, su madre lo obligaría a arrodillarse hasta que decidiera disculparse. No quería repetir la experiencia del mes pasado, cuando se escapó para pasar el verano con Barty.

"Regulus, ya está el desayuno. Lumière, te llevará a la escuela en cuanto termines," dijo Anne, la sirvienta de la casa, quien para él era su figura materna.

"No tengo hambre, pero si no como, Sirius lo sabrá," dijo Regulus recogiendo su mochila. Salió de la habitación junto a Anne y bajaron al primer piso, caminando hacia el comedor.

"¿Planea Sirius venir a dormir aquí o tú irás a dormir donde tu tío?" le preguntó curiosa. Regulus le regaló una sonrisa mientras se acomodaba en su silla.

"Probablemente Sirius me arrastre y ni siquiera me deje dormir en mi propia habitación. No sé por qué tío Alphard insistió en que la tuviera si Sirius no me deja usarla," dijo, haciendo reír a Anne. Ella le acarició la mejilla antes de irse a la cocina. No le gustaba el contacto físico, pero hacía excepciones con las personas que quería. Luego de un rato, terminó todo el desayuno, se levantó, salió de la mansión y se dirigió hacia el auto.

"Buenos días, Lumière," dijo mirándolo.

"Buenos días, Regulus. Probablemente lleguemos tarde; escuché que hay un problema con la ruta de siempre," dijo abriéndole la puerta. Entró al auto, y su celular sonó con el tono "Don't Stop Me Now". Casi se rió; Sirius otra vez había agarrado su celular y le había puesto un tono. Se relajó y contestó.

"Sirius, te he dicho que dejes de ponerte tú mismo un tono," dijo con una sonrisa, y escuchó cómo se reía.

"No puedo decir que lo siento porque eso sería mentira. A ti no te miento nunca, mi pequeña estrella. Además, siempre me pones un tono aburrido de Beethoven," dijo él, haciendo que Regulus negara con la cabeza.

"Sabes que si no es uno tan aburrido, no podré ocultarnos de ellos," dijo con algo de dolor. Odiaba esto. Solo un año, Regulus, solo queda un año.

"Lo sé. También sé que se fueron a Italia. Realmente te quiero en casa, ha surgido algo, pero puedes ir a dormir y usar mi habitación," dijo, y escuchó que lo llamaban.

"¿Qué ha pasado?" le preguntó con curiosidad.

"Pues un estúpido viaje, y tiene sentido que se me haya olvidado que es hoy. No quiero ir, pero es una buena calificación," dijo suspirando. Vio que Lumière le hacía señas de que faltaba poco y asintió.

"Está bien, creo que aceptaré tu oferta. Ya he llegado. Te veré cuando regreses, supongo," dijo bajando del carro. Sintió cómo lo abrazaban fuertemente; si el aroma a fresas no hubiera llegado a su nariz, quizás se habría asustado.

"La verdad es que me gustaría que no vivieras más en ese infierno," dijo Sirius molesto, y Regulus suspiró.

"Solo me queda un año," dijo dándole una sonrisa a Evan mientras recibía un beso de Pandora en la mejilla.

"Un puto año. Lo siento, lo siento. No existe tal regla de no usar el celular durante el viaje escolar, Snape... puedes chuparmela," dijo Sirius. Escuchó un golpe y a Sirius quejándose.

"Bien, hablamos luego. Te quiero," dijo caminando hacia la entrada con los chicos.

"Yo te amo más," dijo Sirius y colgó.

"¿Dónde está Barty?" les preguntó mientras lo buscaba con la mirada.

"Probablemente siendo un puto," dijo Evan con celos. Pandora negó con la cabeza, y Regulus rodó los ojos.

"Ya deberías decirle tus sentimientos. Honestamente, no sé cómo es que Barty no lo nota," dijo Pandora, y Regulus se rió.

"Lo notará cuando Evan se canse," dijo mientras entraban al aula de matemáticas. El rey de Roma estaba en su asiento jugando con una pelota. El suspiro de Evan no pasó desapercibido ni para Pandora ni para Regulus, y cada uno fue a acomodarse.

"Bue..." Barty no pudo saludarnos porque el maestro ya había entrado. A mitad de la clase, me desconecté por completo, funcionando en modo piloto automático. Al final de la jornada, volví en mí cuando Barty me lamió la mejilla y se rió de mi reacción.

"Estabas en otro mundo, así que algo tenía que hacer," dijo él con una sonrisa traviesa. Saqué un pañuelo de mi mochila y me limpié la mejilla.

"Nos veremos mañana, Reggie. Recuerda llevar el uniforme negro; se te olvida que los jueves son de negro. Que te vaya bien con tu tío," dijo Pandora dándome un beso en la mejilla.

"Gracias, Panda, no se me olvidará," respondí mirándola.

"Yo no quiero ir," lloriqueó Evan, haciendo un puchero.

"A lo mejor vaya mañana a verlos. Me encanta ver a los chicos en uniforme," dijo Barty, moviendo las cejas.

"Mejor no vayas, Barty. Distraes a la clase," dijo Pandora, sabiendo que su hermano es quien más se distrae cuando Barty va de espectador a las clases.

"Pero siempre les echo porras. ¿No quieren a Barty porrista?" dijo Barty, moviendo las cejas juguetonamente, haciéndonos reír.

"Esas porras tuyas son muy groseras. No sé cómo es que nuestros maestros no te prohíben la entrada a las clases," dijo Evan, tratando de recuperar el aliento.

"De todos modos, iré," dijo Barty, lanzando besos mientras se iba corriendo.

"Mejor me voy antes de que llueva. Nos veremos mañana," dije a los gemelos.

"Hasta mañana, Reggie," dijeron al unísono.

Regulus caminó las dos cuadras hasta llegar a la casa de su tío Alphard. Cuando estuvo frente a la puerta, tocó el timbre. No tuvo que esperar mucho; Alphard abrió inmediatamente, recibiéndolo con una sonrisa. Entró y lo abrazó de inmediato.

"Oh, mi tesoro, yo también te extrañé," dijo Alphard, dándole un beso en la frente antes de cerrar la puerta.

"Han sido unos días largos. Ahora buscan siempre la forma de estar en casa," dijo Regulus en voz baja. Alphard le retiró la mochila y lo abrazó por los hombros, guiándolo al comedor. Regulus se sentó de inmediato al ver que todo estaba listo en la mesa.

"A mí me parece extraño que estén tanto tiempo en casa, pero solo queda un año. Reggie, esta es tu casa. Las puertas están abiertas siempre para ti," dijo Alphard, poniendo la mochila de Regulus en un armario y sentándose frente a él.

"Lo sé, siempre me lo dices y lo agradezco," respondió Regulus, notando que su tío había preparado uno de sus platos favoritos, pasta Alfredo. Se sirvió, sorprendido por el hambre que sentía.

"¿Dejarás el ballet cuando te mudes aquí?" preguntó Alphard, haciendo que detuviera mis movimientos. No sé cuánto tiempo estuve en silencio, pero él no me presionó para contestar.

"Creo que no... No lo sé. A veces pienso que, cuando me vaya, quemaré todo. Otras veces, creo que bailaré más calmado, como si esa vez fuera mi elección," dijo Regulus después de reflexionarlo.

"Lo será. Lo sigas o no, siempre podrás elegir," dijo Alphard mirándome. Asentí mientras me servía algo de jugo de uva.

"¿Tengo un uniforme negro aquí?" pregunté, recordando que lo necesitaría mañana.

"Sí, tienes un par de uniformes y zapatillas aquí. ¿Quieres que te busque al final de las prácticas?" preguntó Alphard al terminar de comer. Asentí.

"Si no vas a estar ocupado, me encantaría eso," dije, sirviéndome un poco más de pasta.

"Estaré libre antes del mediodía, así que allí estaré. Aunque un viejo amigo viene a visitarme, espero que no te moleste," dijo Alphard levantándose con su plato. Esperó mi respuesta antes de irse a la cocina.

"No, claro que no tengo problema con eso. Estoy seguro de que será alguien civilizado," dije, recordando a otro amigo de mi tío que tenía unos chistes y una risa escandalosa.

"Oh, lo es. Es más tranquilo que Lyall," dijo Alphard entrando a la cocina. Después de un rato, terminé de comer, me limpié la boca con la servilleta, me levanté con el plato y entré a la cocina, acercándome al fregadero.

"¿A dónde es el viaje de Sirius?" pregunté con curiosidad.

"Fue a Edimburgo. Allí hay un festival de arte, así que lo obligué a ir. Últimamente tiene un bloqueo mental," dijo Alphard mientras lavaba los platos y yo los secaba.

"¿Obligarlo?" pregunté sin entender.

"Sirius, desde que comenzó la universidad, no me mencionaba los viajes de estudios. Así que cuando me di cuenta, le pedí a sus maestros que me llamaran. Desde entonces, pago sus viajes y hago sus maletas. Para cuando Sirius se da cuenta, ya está en el autobús de camino a los viajes," explicó, y nos reímos al unísono.

"Sí, suena como Sirius," dije secándome las lágrimas que eran consecuencia de la risa. 


El resto del día transcurrió tranquilo y relajante para ambos. Regulus aprovechó para retomar la lectura, mientras Alphard organizaba algunos documentos en la pequeña biblioteca de la casa. A la hora de la cena, Regulus ordenó comida china a petición de su tío. Claro que le preguntó si estaba de acuerdo con cenar eso, y no iba a decir que no, ya que viviendo bajo el techo de sus padres, ni siquiera podía comer un helado que se le antojara.

Al final de la cena, Regulus se encontraba cansado. Ambos se desearon las buenas noches antes de irse a dormir. Regulus entró a la habitación de Sirius, como siempre. Se dio un baño para refrescarse y luego se puso la pijama. Cuando se acomodó en la cama, el tono de llamada de Sirius empezó a interrumpir el silencio de la habitación, y Regulus contestó.

“¡Hola, mi bebé!” dijo Sirius gritando, haciendo que Regulus alejara el celular de su oreja.

“No soy un bebé,” se quejó Regulus, y Sirius se rió.

“Eres mi bebé, no empieces. Sabes que nunca vas a ganarme,” dijo Sirius, haciendo que Regulus suspirara.

“¿Qué tal fue el camino?” le preguntó Regulus, cambiando a la opción de videollamada. Sirius no tardó en aceptar. Lo primero que vio Regulus fue a Remus dándole un beso en la mejilla a Sirius antes de que este se pusiera frente a la cámara.

“Fue divertido. Me la pasé molestando a Snape. Marlene y yo dibujamos en todo el rostro de Peter mientras dormía, y James perdió sus lentes en la parada, así que ahora está ciego,” dijo Sirius riéndose. Regulus sonrió al ver la felicidad de su hermano.

“De todos tus amigos, aún no conozco al tal James,” dijo Regulus, pensando que era raro que no se hubieran visto.

“Algún día lo harán, aunque creo que no es realmente alguien de tu agrado,” dijo Sirius sonriendo.

“Sí, dijiste que es tu mejor amigo. Eso es suficiente para que me caiga mal,” dijo Regulus, riéndose de la cara ofendida de Sirius.

“Oye, ¡no seas malvado! Me amas, soy buena onda,” dijo Sirius señalándose, y Regulus asintió.

“Sí, pero tienes que admitir que eres una bomba potente con tus travesuras,” dijo Regulus, acostándose de lado.

“Estoy de acuerdo con Regulus, eres peor que un niño, Sirius,” dijo Remus desde alguna parte detrás de Sirius, y Regulus se rió.

“¡Oh, Remus, en serio no deberías estar de acuerdo con él! Soy tu novio, debes apoyarme,” dijo Sirius, controlando sus ganas de reírse porque sabía que Remus y Regulus tenían razón.

“Lo soy, pero la verdad es la verdad,” dijo Remus, y Regulus bostezó.

“Creo que debería dejarte ir a dormir. No quiero que mañana me respondas de mal humor porque no te he dejado dormir,” dijo Sirius, y Regulus se rió.

“Mmm, al fin lo reconoces,” dijo Regulus sonriendo.

“Callate. Buenas noches, Regulus,” dijo Sirius sonriendo.

“Buenas noches, pulgoso,” dijo Regulus riendo.

“Oye, ¡yo no soy…!” gritó Sirius, pero Regulus colgó riéndose antes de que pudiera terminar. Cuando ya se había calmado, puso su celular a cargar en la mesita de noche y se durmió.

 

 

Regulus se encontraba en una habitación completamente rodeada de espejos. El reflejo de su figura se multiplicaba infinitamente, creando un laberinto visual del que no podía escapar. La luz era tenue, apenas suficiente para distinguir su propio rostro en los cristales. La sensación de inquietud crecía a cada segundo, y un frío inexplicable le recorría la columna vertebral.

De repente, comenzó a sentir que sus movimientos no eran del todo suyos. Al levantar un brazo, notó algo extraño: hilos brillantes, casi invisibles, surgían de sus muñecas, codos y hombros. Miró hacia arriba, pero la oscuridad más allá de la luz tenue escondía el origen de esos hilos. Intentó mover su pierna y, para su horror, encontró que estaba igualmente atada.

Intentó gritar, pero su voz no salía. En cambio, una melodía familiar comenzó a sonar en la habitación. Era la música de una de sus rutinas de ballet, pero sonaba distorsionada, como si viniera de un gramófono antiguo. Sin poder controlar sus movimientos, sus piernas comenzaron a moverse en un baile forzado y rígido. Intentaba resistirse, pero los hilos lo arrastraban y lo empujaban en una danza grotesca.

En uno de los espejos, pudo ver a sus padres. Estaban en la penumbra, pero sus caras eran visibles. Sus expresiones eran severas y desaprobadoras. Su madre, Walburga, sostenía los hilos con una mano firme, y su padre, Orion, ajustaba los controles con una precisión escalofriante. Cada tirón, cada movimiento forzado, venía de ellos.

“Debes ser perfecto, Regulus,” decía la voz de su madre, resonando en toda la habitación. “No hay lugar para errores en esta familia.”

Regulus sentía lágrimas correr por su rostro, pero no podía detener el baile. Cada paso era una tortura, cada giro una humillación. Los hilos se volvían más apretados, y su cuerpo comenzaba a doler. Intentaba gritarles, pedirles que pararan, que lo dejaran libre, pero su voz seguía atrapada en su garganta.

De repente, los espejos comenzaron a distorsionarse. Las imágenes de sus padres se multiplicaron, rodeándolo completamente. Sus rostros se deformaban en sonrisas crueles, y la música se hacía más alta y más discordante. Los hilos comenzaron a tirar con más fuerza, y sintió que su cuerpo se rompería bajo la presión.

Justo cuando pensaba que no podía soportar más, los espejos estallaron en mil pedazos. Los hilos se cortaron abruptamente y Regulus cayó al suelo, respirando con dificultad. La oscuridad se cerró a su alrededor, y un silencio sepulcral lo envolvió.

 

 

Despertó de golpe en la cama empapado en sudor. La familiaridad de la habitación le ofreció un breve consuelo. El sonido del reloj en la pared marcaba el paso del tiempo, lento y constante. Se incorporó, tratando de calmar su respiración. La pesadilla aún colgaba sobre él como una sombra persistente, pero sabía que al menos, por ahora, estaba a salvo.

Regulus no creía que podía volver a dormir, así que se levantó de la cama y se dirigió al escritorio de Sirius. Se acomodó en la silla y agarró un cuaderno muy familiar de color azul. Al abrirlo, la primera página mostraba un dibujo de un Sirius y un Regulus pequeños, deformados pero coloridos. Pasó a la siguiente página, donde se encontraba una ilustración de Walburga con la cabeza gigante flotando en el cielo. Regulus se rió recordando cómo Sirius se lo enseñó a su madre frente a todos los invitados. La razón por la que ese dibujo no había sido destruido por ella era porque no podía permitirse mostrar su verdadero ser frente a todos; eso le habría arruinado su carrera. Tampoco pudo castigar a Sirius, ya que el tío Alphard nunca permitió que nos tocaran cuando él se quedaba en casa.

Para cuando Regulus terminó de ver todos los dibujos del cuaderno, su alarma sonó indicando que eran las 4 de la mañana. Ya era hora de prepararse para ir a la academia. Si fuera por sus padres, lo mandarían a la academia todos los días sin estudiar. Solo va al ballet dos días a la semana y los sábados. Está seguro de que en cuanto se acabe la escuela, sus padres no considerarían que vaya a la universidad, pero no iba a dejar que eso pasara. O al menos eso cree Regulus, aunque aún tiene miedo de no poder dejar de ser una marioneta.


Regulus se levantó y se vistió en silencio, tratando de no despertar a nadie. Se puso su uniforme negro, se miró en el espejo y se acomodó el cabello. Bajó las escaleras de la casa de su tío Alphard, donde todo estaba tranquilo a esa hora de la mañana. Entró en la cocina y se preparó un té para despejarse un poco antes de salir.

Alphard ya estaba despierto, sentado en la mesa con una taza de café. “Buenos días, Regulus. ¿No pudiste dormir bien?” le preguntó con una mirada preocupada.

Regulus negó con la cabeza. “No mucho. Tuve una pesadilla… otra vez.”

Alphard suspiró, acercándose a él. “Lo siento, hijo. Sé que no es fácil, pero ya falta poco para que puedas decidir tu propio camino.”

Regulus asintió, agradecido por las palabras de su tío. “Gracias, tío. Eso espero.”

Terminaron de desayunar en un cómodo silencio y luego Alphard lo llevó a la academia. Durante el trayecto, Regulus se quedó mirando por la ventana, perdido en sus pensamientos. Se preguntaba cómo sería su vida después de dejar la casa de sus padres, si realmente podría ser libre de sus expectativas.

Al llegar a la academia, Alphard le deseó suerte y le recordó que estaría allí para recogerlo más tarde. Regulus entró al edificio y fue directo al vestuario, donde se encontró con sus compañeros de ballet. Se cambió y se preparó para la práctica, tratando de sacudirse los restos de la pesadilla.

La clase comenzó y Regulus se concentró en los movimientos, dejando que la música y la rutina del ballet lo calmaran. A medida que avanzaba la práctica, sintió que las tensiones de la noche anterior se iban disipando poco a poco. Su instructor, la estricta pero justa Madame Dubois, notó su dedicación y le dio una sonrisa de aprobación, lo que animó a Regulus a seguir esforzándose.

Después de la clase, sus amigos Pandora y Evan se acercaron a él. “Pareces un poco más relajado ahora,” comentó Pandora.

“Sí, el ballet siempre ayuda,” respondió Regulus, secándose el sudor con una toalla.

“¿Vas a venir a estudiar con nosotros esta tarde?” preguntó Evan.

Regulus dudó por un momento. “No estoy seguro. Mi tío mencionó que un amigo suyo va a visitarlo y quiero estar en casa para conocerlo.”

“Bueno, no te preocupes. Siempre podemos estudiar juntos otro día,” dijo Pandora con una sonrisa.

A medida que el día avanzaba, Regulus sintió que la presión de sus padres y las sombras de sus pesadillas se alejaban un poco más. Sabía que aún le quedaba un largo camino por recorrer, pero con el apoyo de su tío y sus amigos, empezaba a creer que algún día podría ser verdaderamente libre.

Cuando llegó la tarde, Alphard estaba esperándolo fuera de la academia, tal como había prometido. Regulus se despidió de sus amigos y se subió al coche, listo para enfrentar lo que fuera que le esperara en casa.

“¿Cómo te fue hoy?” preguntó Alphard mientras se dirigían de regreso a casa.

“Mejor,” respondió Regulus.Creo que poco a poco estoy aprendiendo a manejarlo.”

“Eso es todo lo que puedo pedir,” dijo Alphard con una sonrisa, mientras conducían bajo el cálido sol de la tarde, en busca de un futuro más prometedor.

Alphard y Regulus llegaron a casa justo cuando el sol comenzaba a ponerse, tiñendo el cielo con tonos anaranjados y rosados. La fachada de la casa de Alphard, siempre acogedora, parecía aún más cálida bajo esa luz. Al entrar, Regulus notó que la mesa del comedor estaba elegantemente puesta, con una botella de vino y una bandeja de aperitivos ya dispuestos.

“Ve a cambiarte y ponte algo cómodo. Nuestro invitado llegará en cualquier momento,” dijo Alphard, dándole una palmada en el hombro antes de dirigirse a la cocina.

Regulus asintió y subió rápidamente las escaleras. Se cambió el uniforme negro por unos jeans y una camiseta, y bajó justo a tiempo para escuchar el timbre de la puerta. Alphard, con una sonrisa en el rostro, se apresuró a abrir.

“¡Fleamont, bienvenido!” exclamó Alphard, estrechando la mano de un hombre de mediana edad, con el cabello desordenado y una cálida sonrisa.

“Alphard, gracias por invitarme,” respondió Fleamont Potter, entrando con una botella de vino bajo el brazo y un par de paquetes envueltos.

“Déjame presentarte a mi sobrino, Regulus,” dijo Alphard, señalando a Regulus, que se acercaba tímidamente.

“Un placer conocerte, Regulus. He oído muchas cosas buenas sobre ti,” dijo Fleamont, extendiendo la mano.

“El placer es mío, señor Potter,” respondió Regulus, estrechándole la mano con firmeza.

“Por favor, llámame Fleamont. No soy tan formal cuando no estoy en el trabajo,” dijo Fleamont con una risa.

Los tres se sentaron en el salón y Fleamont comenzó a contar historias de sus días en la Universidad de Oxford y de su hijo, James, quien resultaba ser el mejor amigo de Sirius. Regulus, aunque al principio algo reservado, comenzó a relajarse y a disfrutar de las anécdotas y bromas de Fleamont.

“Recuerdo una vez que Sirius y James decidieron hacerle una broma al decano de la facultad. Lograron hackear el sistema de la universidad e hicieron que todos los correos electrónicos oficiales se enviaran en latín durante un día entero. Fue una locura,” relató Fleamont, haciendo reír a Alphard y a Regulus.

“Sí, eso suena como algo que Sirius haría,” dijo Regulus con una sonrisa.

“James habla mucho de Sirius. Dice que es uno de los pocos que realmente entiende su amor por las travesuras,” añadió Fleamont.

La conversación continuó de manera animada durante la cena. Fleamont resultó ser un excelente conversador y un hombre muy afable, lo que hizo que Regulus se sintiera más cómodo y menos ansioso.

“Regulus, Alphard me dijo que eres muy talentoso en el ballet. ¿Te gustaría seguir una carrera en eso?” preguntó Fleamont, mostrando un interés genuino.

“Sí, me gustaría,” respondió Regulus, sintiendo un poco de nerviosismo. “Pero no estoy seguro de qué piensan mis padres sobre eso.”

“Bueno, lo importante es que sigas lo que te apasiona. Nunca dejes que otros decidan tu camino,” dijo Fleamont con seriedad.

Regulus asintió, agradecido por el consejo. Después de la cena, se quedaron un rato más charlando y disfrutando de la compañía. Fleamont tenía un carisma natural que hacía que todos se sintieran bienvenidos y valorados.

“Fue un placer conocerte, Regulus. Estoy seguro de que tendrás un futuro brillante, sin importar lo que decidas hacer,” dijo Fleamont cuando llegó la hora de despedirse.

“Gracias, Fleamont. Fue un placer conocerte también,” respondió Regulus con sinceridad.

Después de que Fleamont se fue, Alphard y Regulus se quedaron un rato más en la sala, hablando de la visita y de lo inspirador que había sido escuchar a alguien tan exitoso y amable.

“Es bueno tener personas como Fleamont en nuestras vidas,” dijo Alphard. “Nos recuerda que siempre hay esperanza y que podemos encontrar nuestro camino, sin importar las dificultades.”

Regulus asintió, sintiendo una nueva chispa de esperanza dentro de él. Sabía que aún tenía un camino difícil por delante, pero con el apoyo de su tío y nuevos amigos como Fleamont, empezaba a creer que realmente podría ser libre y seguir sus sueños.

Esa noche, cuando se fue a la cama, Regulus se sintió más ligero, menos agobiado por las pesadillas y las expectativas. Por primera vez en mucho tiempo, durmió profundamente, soñando con un futuro lleno de posibilidades y libertad.

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