Sombras y Espejos
Regulus Black tenía solo cinco años cuando empezó a buscar la atención de sus padres. Pero captar el interés de un pianista de fama mundial y una cantante de ópera reconocida en todas partes era casi imposible. Su hermano mayor, Sirius, parecía destinado a seguir los pasos de su madre, aunque su naturaleza rebelde y la falta de atención de sus padres lo llevaron a asumir un rol protector para Regulus. Con la ayuda del mayordomo y la sirvienta, Sirius se esforzaba por cuidar a su hermano menor, mientras su tío Alphard los visitaba siempre que podía.
A los siete años, Regulus se rindió en su intento de agradar a sus padres. Encontró consuelo en la compañía de Sirius. Sin embargo, sus padres, al notar esta dependencia, le asignaron tutores privados e incluso lo inscribieron en una academia de ballet para tenerlo bajo control. Cada ensayo terminaba en lágrimas, y Sirius, siempre atento, decidió acompañarlo para compartir su dolor. Esta solidaridad llenaba de calidez el corazón de Regulus.
Una tarde lluviosa, tras un ensayo particularmente difícil, Regulus y Sirius se refugiaron en el pequeño invernadero de la mansión Black. Rodeados de plantas exóticas y el suave sonido de la lluvia golpeando el vidrio, Sirius le habló a su hermano sobre la importancia de seguir adelante, de encontrar una forma de ser feliz a pesar de las circunstancias. “No dejes que ellos definan quién eres, Reg,” le dijo Sirius, su voz firme pero cariñosa. Regulus, con los ojos aún húmedos de lágrimas, asintió en silencio, sintiendo una chispa de esperanza encenderse en su interior.
A medida que crecían, sus padres comenzaron a prestar atención a las travesuras de Sirius, lo que desató conflictos en casa. Cada vez que Sirius se enfrentaba a sus padres, lo hacía con una furia contenida, como si intentara proteger no solo su propia libertad, sino también la de Regulus. En más de una ocasión, Regulus escuchó a escondidas las discusiones acaloradas desde el pasillo, su corazón latiendo con fuerza mientras Sirius defendía su derecho a ser diferente.
Regulus admiraba la valentía de Sirius y deseaba ser como él, aunque se sentía atrapado en las expectativas que sus padres tenían para él. Las palabras de su madre resonaban en su cabeza: “Eres un Black, Regulus. Debes ser perfecto.” Pero la perfección que sus padres exigían se sentía como una jaula dorada.
Cuando Sirius cumplió la mayoría de edad, suplicó a sus padres que le permitieran quedarse en la mansión, pero ellos no cedieron. Sin más opción, Sirius se marchó, dejando atrás a su hermano menor. Regulus nunca lo culpó; sabía que fueron sus padres quienes lo echaron. La partida de Sirius sumió a Regulus en una profunda tristeza. Apenas comía, y sus padres le prohibieron cualquier contacto con su hermano. Pero Sirius, siempre fiel, lo esperaba fuera de la academia de ballet, y juntos iban a comer helado o a visitar a su tío Alphard, donde Sirius se había mudado.
En uno de esos encuentros clandestinos, Sirius le entregó a Regulus un pequeño colgante de plata con el símbolo de una estrella. “Para que recuerdes que siempre hay luz, incluso en la oscuridad,” le dijo Sirius, abrazándolo con fuerza. Regulus apretó el colgante en su mano, sintiendo una mezcla de gratitud y tristeza.
Ahora, con 17 años, Regulus se siente asfixiado por las constantes afirmaciones de sus padres: “Eres Regulus Black, nuestro hijo perfecto. Eres perfecto, nunca lo olvides. Nada puede salir mal”. Anhela ser libre de esa perfección impuesta. Su vida se siente como una coreografía rígida y predecible, donde cada movimiento está dictado por los deseos de sus padres.
Todo en su vida da un giro cuando comienza una danza cautelosa con James Potter. Desde el primer día que se encontraron en la barra de ballet, hubo algo en James que le pareció diferente. James era todo lo que Regulus no se atrevía a ser: libre, audaz, y lleno de vida. Cada encuentro en la barra de ballet, cada nuevo paso aprendido, revela que detrás de los nombres Black y Potter, hay mucho más que dos linajes en pugna. Hay dos almas buscando su espacio en una melodía compartida.
Durante uno de esos ensayos, mientras se esforzaban por sincronizar un complicado paso de danza, James le sonrió a Regulus y dijo: “Sabes, eres mejor de lo que crees. No dejes que nadie te diga lo contrario.” Esas palabras resonaron profundamente en Regulus, plantando la semilla de una nueva esperanza.
A medida que pasan los días, Regulus comienza a darse cuenta de que la verdadera perfección no está en cumplir las expectativas de los demás, sino en encontrar su propio camino y su propia voz. Y tal vez, solo tal vez, en la compañía de James, pueda finalmente encontrar la libertad y el amor que tanto anhela.
Acompañame a sincronizar los pasos del sol junto a los de una constelación.