My Love Mine All Mine

Harry Potter - J. K. Rowling
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My Love Mine All Mine
Summary
"nothing in the world belongs to me but my love, mine all mine".Lily Evans sabe que va a morir a los 18. El día del solsticio de invierno.Tiene que hacerlo por el bien del mundo de la hechicería. Para ayudar a aquellos que protegen a las personas de un mal invisible: las maldiciones.Intenta mantenerse lo más alejada que puede de aquel mundo. Pero la fecha está cada vez más cerca y, con una recompensa puesta por su cabeza, será inevitable que se vea involucrada en algo mucho más grande que si misma.
Note
perdón si hay faltas ortográficas me mword (son las 6 de la mañana)marauders x jujutsu kaisen ! AU1. ¿Cómo no hay más de esto en ao3?2. Ya es como mi tercer intentó haciendo esto, esta vez es el DEFINITIVO.t
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Chapter 3

Su madre la había llamado durante el viaje a la academia. Otros estudiantes se habían presentado en su hogar y habían escoltado a su familia a un lugar seguro, Lily preguntó dónde, pero les habían dicho que era mejor no comunicar aquella información por teléfono.

Su casa había sido atacada minutos después de la evacuación. Los estudiantes de Hogwarts habían llegado justo a tiempo.

La mujer había empezado a llorar mientras le aseguraba a Lily que todo estaría bien, que aún había tiempo, que volverían a encontrarse. Y Lily, con el estomago revuelto y el alma fría, le dijo que tenía razón, que volverían a verse en nada de tiempo y que todo estaría bien. Mintió.

En realidad, la pelirroja creía que nada iba a estar bien. Intentaba mentalizarse para lo peor. Tal vez, luego de tal ataque, a los hechiceros poco les importaría las especificaciones del ritual y lo realizarían antes de tiempo. Tenía sentido. No tendrían que exponerse al peligro, ni gastar tiempo y recursos en protegerla.

“Todo el mundo muere” se repetía si misma. Un mantra que había escuchado desde que era una niña y que en otras ocasiones la había ayudado. Esta vez no parecía dar resultados.

Era el peor tipo de escenario posible que había llegado a imaginarse. Sola. Sin haber podido despedirse ni nadie que la tome de la mano antes de irse.

Lily lloró en el auto sin que nadie la escuchara. Observó a los edificios pasando hasta que eventualmente desaparecieron, viéndose reemplazados por el verde de los árboles gigantescos que rodeaban el camino. Habían salido de la ciudad, aunque no podía decir con precisión que tan lejos estaban. El tiempo se sentía extraño, nublado por su tristeza. No estaba segura de si había estado viajando por horas o tan sólo unos minutos. La primera opción era la más probable, unos pálidos rayos de sol empezaban a abrirse pasó entre la oscuridad, revelando un día gris, las nubes oscureciéndose en la distancia. Una tormenta se acercaba.

Intentó con otro mantra que también solía funcionar para calmarla. Pensando en el mundo de la hechicería y su función en el mundo. Su familia habría muerto aquella noche sin la intervención de hechiceros, probablemente sus amigos también. No podía permitir que eso sucediera. No cuando estaba en su poder evitarlo. Ayudar a los hechiceros.

Ayudar a los hechiceros.

Salvar su familia.

Ayudar a los hechiceros.

Salvar sus amigos.

Se abrazó a si misma, su mirada mucho más lúgubre mientras intentaba mediar consigo misma lo que sucedería. Pelearía. Les había dado su cuerpo, pero su alma y su corazón seguían perteneciéndole. Jamás podrían arrebatarle eso.

El auto abandonó la ruta, tomando un camino que se sumergía en el bosque. Una tenue niebla le daba un ambiente inquietante a los árboles de aspecto moribundo, habían algunas estatuas esparcidas entre el apagado verde, el mármol resaltando gracias al contraste como si tuviera brillo propio. Tras cruzar un puente de madera, los árboles formaron un túnel, sus ramas entrelazándose entre sí hasta el punto de no permitir paso a la luz. Al abandonar la oscuridad, Lily fue capaz de ver la escuela.

Lo primero que pensó es que se trataba de un castillo, y aunque la realidad no distaba mucho de ello, Hogwarts se presentaba como una gigantesca mansión victoriana en perfecto estado. Sus inmensos muros de piedra libres de cualquier rastro de musgo, impecables como si hubieran sido levantados hace poco. Las estatuas ahora estaban presentes en mayor cantidad, todas detrás de la gran y elegante reja que se abrió para recibirlos, Lily pudo ver el escudo de la institución grabado en oro en el medio de ella.

El vehículo realizó todo el recorrido por el jardín delantero antes de detenerse en la puerta principal. El lugar había impresionado a Lily lo suficiente como para hacerla olvidar sus miedos durante unos segundos, pero en cuanto la puerta del auto se abrió, ella dio un pequeño salto en su lugar y soltó un gritito.

Temió que lo siguiente fuera violento. Que tiraran de ella para sacarla contra su voluntad del vehículo y la arrastraran dentro de la escuela. Sus gritos espantando a los pájaros antes de quedar atrapados eternamente dentro de aquellas inmensas paredes.

Pero eso no pasó.

En su lugar, escuchó una risita antes de que los rizos castaños de James se asomaran por la puerta.

—¿Tan feo soy? —bromeó, extendiendo su mano para ayudar a bajarla, Lily retrocedió instintivamente ante el gesto. La expresión de James se volvió más seria—. Está bien —dijo, bajando sus lentes para poder verla a los ojos.

Esta vez sus ojos no estaban brillando en rojo, sino que eran simplemente cafés. Un oscuro y normal color café. A Lily le recordaron un poco a los de Remus.

—Cree lo que quieras de mí, Lily Evans —declaró él—. Pero soy una persona que cumple con su palabra.

La pelirroja simplemente lo miró en silencio. Asustada y vulnerable ante los pies de un lugar desconocido. El mismo lugar que venía atormentándola en sus pesadillas desde hacía meses. James no retrocedió, mantuvo su brazos extendido y su mano abierta en su lugar, su mirada firme en la de la chica.

Finalmente, Lily tomó su mano. Firmando así un silencioso contrato que para James tuvo más peso que cualquiera realizado con una atadura mágica. Ella iba a creerle, pero él tenía que efectivamente cumplir con su palabra.

Lo haría.

El hechicero sonrió, ayudó a la chica a bajar y no le soltó la mano mientras subían los escalones hacia la puerta. Una bandada de cuervos en el cielo graznaba mientras rodeaban a la mansión.

—La directora quiere verte —anunció James, a Lily le temblaron la piernas, pero él la animó con un apretón en su mano y luego abrió la puerta.

Por dentro, Hogwarts resultaba mucho más acogedor que por fuera. La chimenea en la sala estaba encendida, iluminando los cuadros y muebles de roble en una cálida tonalidad. Avanzaron por la elegante alfombra hacia las escaleras, ignorando por completo el primer piso para dirigirse a la oficina de Minerva McGonagall. Mientras subían, James le daba a Lily indicaciones básicas sobre la ubicación de las habitaciones, los baños y los salones, y realizaba bromas señalando a los señores en los cuadros de la pared, burlándose de ellos. Pero Lily apenas podía escucharlo, por mucho que pudiera obligarse a avanzar y la presencia del castaño de alguna forma lograra reconfortarla, seguía sin sentirse bien. Había un nudo en su garganta y su estomago continuaba revuelto, estaba tensa, había un peso invisible sobre sus hombros, como si una maldición se hubiera puesto a descansar allí. Seguía tan absorbida en sus pensamientos que le costó entender que, cuando se detuvieron frente a una puerta, se debía a que habían llegado al despacho de la mujer.

—No le temas a Minerva —James la animó—, su cara no es porque sea mala, sino por todos sus tratamientos contra las arrugas.

—Escuché eso, Potter —La directora habló desde el interior de su despacho.

James formuló una mueca y finalmente abrió la puerta. El despacho de Minerva era mucho más luminoso de lo que Lily se había esperado para una hechicera. Había una pared con un extenso librero repleto de libros que lucían antiguos y pequeñas decoraciones. Habían algunas fotografías esparcidas en elegantes marcos por la pared, al igual que retratos, como los que habían poblado las paredes de la escalera. El que más le llamó la atención fue uno cuya placa rezaba “A. Dumbledor”. La oficina tenía unas grandes ventanas detrás del gran escritorio, donde la mujer se encontraba de pie junto a su asiento acolchado. Había abierto una ventana para permitir que un cuervo se posara en el marco y lo estaba a acariciando. Los negros ojos de la criatura permanecían fijos sobre el recién llegado dúo.

—Bienvenida señorita Evans —La mujer volteó ligeramente para verlos por encima del hombro, dedicándole una cordial sonrisa antes de voltear enteramente—. Disculpa la repentina operación, pero imagino que te habrán informado de la situación en la que nos encontramos.

La mujer la invitó a sentarse en el sofá rojizo frente al escritorio con un gesto de su mano, Lily obedeció, sobretodo por temor a que sus piernas se rindieran. Y luego ésta le dedicó una mirada a James, quien no necesito de ninguna indicación hablada.

—Estaré afuera —informó a la pelirroja, quien lo miró con sus ojos abiertos de par en par, asustada ante la posibilidad de una traición. James posó una mano sobre su hombros—. Estarás bien, ella no puede ganarme en una pelea.

La mirada de Lily viajó de regreso a la directora, era claro que aquel comentario no le había gustado en lo más mínimo, sus perfiladas cejas aumentaban su expresión de molestia, entonces, mientras James caminaba hacia la puerta, ella esbozó una picara sonrisa y realizó un rápido gesto con dos dedos, trazando una línea en al aire que el cuervo en la ventana siguió inmediatamente, lanzándose directo a la cabeza del castaño, que empezó a luchar para sacárselo de encima.

—¡Perdón señora! —exclamó James mientras intentaba esquivar los picotazos del cuervo.

—Fuera James.

—¡Sí señora!

Y con el cuervo aún haciendo estragos en su cabeza, James obedeció. Dejando a Lily a solas con la hechicera. Tenía unos claros ojos azules que contrastaban con el intenso tono escarlata de su labial. Tenía una nariz grande y larga, y una extensa cabellera de un oscuro castaño que acababa en rizos. Llevaba un elegante traje de un tono azul con el emblema de Hogwarts grabado en dorado en su pecho, una versión del uniforme que tenía Severus.

—Disculpa al joven Potter, su insolencia y narcisismo son rasgos con los que todos aquí lidiamos —dijo, entrecruzando sus dedos y dejando a su barbilla descansar sobre ellos—. Pero no puedo negar que cumple su trabajo —agregó, junto a un movimiento de cabeza.

—Señora McGonagall… —Lily mantuvo su mirada baja, incapaz de ver a la mujer a los ojos pero también de mantenerse callada por más tiempo—¿Van a adelantar el ritual?

—No, Lily —Los ojos esmeralda de la chica subieron hasta dar con los de la mujer—. Incluso si así lo quisiéramos sería imposible—aseguró, adoptando una recta postura y dejando a sus manos caer sobre el escritorio—, la fecha no es simbólica. El ritual sólo puede realizarse durante el solsticio de invierno —informó la directora.

Lily sintió que finalmente podía respirar. El alivio fue lo último que necesitaba para que las lagrimas empezaran a salir. Parecía poder sentir la mirada del retrato de Dumbledore en ella.

—Tu familia está a salvo, entiendo que has podido comunicarte, ¿verdad? —Lily asintió, conteniendo los sollozos, Minerva le extendió un pañuelo que ella tomó con sus manos temblando—Mis superiores en el Gran Consejo de Hechicería determinaron que lo más seguro es mantenerte resguarda aquí, en Hogwarts —informó la directora, sus dedos repiqueteando sobre el escritorio—. Personalmente estoy de acuerdo, ninguna maldición puede atravesar los muros de la escuela, ni ningún hechicero entrar sin ser detectado…

—¿Por cuánto tiempo?

El tic tac del reloj era ruidoso en el silencio de la habitación. La mirada de la directora seguía recorriendo la figura de la pelirroja de arriba a abajo. No era una buena señal.

Cada momento que Lily pasaba allí era tiempo perdido. Tiempo valioso que no sería capaz de recuperar una vez alcanzado el solsticio de invierno. Tiempo que podría pasar junto a sus amigos, su familia. Tiempo que podía dedicarle a vivir su vida. Además, atrapada entre los muros de piedra de la institución, era mucho más difícil no pensar acerca de su destino. Lo que no acabaría en nada bueno. Dudas en el mejor de los casos, pánico en el peor de ellos.

—Al menos durante unos días —La mujer respondió finalmente—. Hasta que tengamos más información y las cosas se calmen un poco… Claro —Sus claros ojos azules se clavaron en los de Lily—, lo más sensato sería esperar a que el tiempo de la recompensa se agote.

—¿Y cuándo sería eso?

—En el solsti…

—No.

Su respuesta era final. No había dejado espacio a una conversación al respecto, lo que la mujer ya esperaba. Lily había tomado su decisión. La chica mantenía su mirada en el escritorio de madera de roble, incapaz de mirar a la directora a los ojos. Temía que la tristeza en su mirada la dejara demasiado vulnerable frente a Minerva.

Ya había entregado demasiado a Hogwarts. No iba a darle su último tiempo.

—Entendido —La mujer dijo, formulando una cordial sonrisa antes de levantarse nuevamente—. Tienes una habitación preparada en el segundo piso, el joven Potter podrá guiarte a ella —informó, la puerta se abrió y el cuervo que había estado molestando a James afuera voló hasta su hombro, ella acarició su cabeza con delicadeza—. Confío en que me comuniques cualquier problema o incomodidad que se te presente.

Lily asintió. Se sentía pequeña. Había una helada sensación esparciéndose dentro de ella, acompañada por un vacío en su pecho. Esta vez, sus pensamientos fueron lo suficientemente fuertes como para ahogar la voz de James, dejándola sin escuchar lo que fuera que el castaño dijera durante el trayecto. Siguió al castaño sin realmente sentir sus piernas, como si fuera un ente levitando por el elegante pasillo.

Finalmente llegaron a la habitación. Era un espacio grande, la cama se veía gigante para ella sola, y extremadamente cómoda, ubicada junto a la gran ventana que le permitía observar la llanura y el bosque, aunque la niebla no le permitía llegar a ver la ruta. Lily se dejó caer sobre ella, cansada. El gran armario que había en la habitación sólo le recordaba que lo que llevaba puesto era toda la ropa que le quedaba. Las sabanas se arrugaron bajo su fuerte agarre.

James permaneció en silencio, su peso recargado en la pared mientras la observaba, Lily le daba la espalda, manteniendo su mirada puesta en la ventana. Así permanecieron hasta que la chica se durmió.

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