
Chapter 4
Lily tuvo horribles pesadillas, pero probablemente la peor parte llegó al despertar, cuando comprendió que la noche anterior no había sido parte de ellas. Realmente había pasado. Estaba en Hogwarts, su hogar había sido atacado, había una recompensa por su cabeza y su familia estaba escondida en un lugar que no podían revelar.
Bien.
La lluvia golpeaba la ventana. La tristeza de Lily se mezclaba con otras emociones, enojo, rabia. No quería llorar. No. El sentimiento había evolucionado y lo que había en su pecho iba mucho más allá de la desesperación. Estaba resignada a su situación, pero eso sólo había oscurecido su mirada. El usual brillo en sus claros ojos esmeralda ahora ausente. Ella quería gritar. Quería incendiar el lugar hasta sus cimientos y llevarse con el a las maldiciones y los hechiceros. No dejar nada de aquel perverso mundo que la había reclamado apenas había nacido.
Estaba sola, en algún punto James había abandonado la habitación. El tormentoso día no le daba demasiadas pistas sobre la hora, por lo que tomó su teléfono, en éste descubrió que era la tarde, pasadas las tres, y además las cientos de llamadas que Remus y Mary le habían realizado.
—Mierda.
Lily llevó una mano a su frente. No se había comunicado con ellos. Una pequeña parte de ella no quería llamarlos. No quería hablarles si significaba mentirles con respecto a todo, pero sabía que lo contrario no era una opción. No podía revelarles el mundo de la hechicería, ni tampoco dejar que siguieran preocupados por ella.
—¡Lily! —La voz de Remus le informó al instante del estado emocional en el que su amigo se encontraba—¡Dios, Lily!
La pelirroja cerró sus ojos, mordiendo su labio inferior al escuchar al castaño llorando al otro lado de la línea.
—Estoy bien, Remus —aseguró—. No me pasó nada, estoy bien —insistió ella, escuchando los sollozo de su amigo—, lamento haberme ido sin avisar.
—¿Cuándo te fuiste? —preguntó él, empezando a tranquilizarse—¿Escuchaste el tiroteo?
—No, me fui antes de eso…
—Dios, Lily, ¿cómo no vas a decirnos nada? —reprochó, ahora enojado—Creímos que… —Remus no fue capaz de terminar la frase, el enojo se disipó tan rápido como se había formado—No te encontramos luego del tiroteo y la policía nos obligó a irnos, y cuando fuimos a tu casa… Lily, tu casa…
—Lo sé, Remus —La pelirroja reunió toda su fuerza para mantenerse tranquila—. Siento haberlos dejado solos, justo me había ido con un chico cuando mamá me llamó para contarme lo que pasó en casa —mintió ella, a su forma utilizando trazos de la verdad para no sentirse completamente culpable.
Haberse ido del club sin avisarles ya era raro, que lo hubiese hecho por un chico, sin haberle dicho nada a ninguno de los dos, era poco creíble. No sonaba como algo que Lily haría. Aún así, Remus se la permitió pasar, claramente agradecido de que encontrara bien.
—No puedo creer que se incendiara entera, no parece real, cuando Mary y yo fuimos… —Su amigo se calló durante un instante, reviviendo el mal momento—Tuvimos mucho miedo —admitió. Luego soltó un suspiro, ya más calmado al escucharla bien—¿Están todos bien?
—Sí, tranquilo, estamos bien.
—¿Dónde están? —preguntó—¿Necesitan ayuda? ¿Quieren que les llevemos algo? —Lily sintió una espina en su corazón ante la preocupación de su amigo—Mary y yo queremos verte.
En el escenario que había planteado ella se había portado realmente mal con ellos. Y sin embargo, era lo que menos le importaba a Remus. Sabía que Mary probablemente tendría un par de cosas que decirle, pero que en el fondo, al igual que el castaño, lo que más le importaría era que estaba bien.
—Estamos bien —Lily repitió—. Vinimos a un hotel mientras intentamos ver que hacer, creo que iremos a lo de unos tíos por un tiempo —mintió, empezando a temer que en un futuro sería demasiado que recordar para hablar con sus amigos—. Pero no vengan, mamá y Petunia están muy mal, estamos intentando contenerlas…
—¿Estás segura? —Remus sonó extrañado.
—Sí, Remus debo colgar —Seguir en aquella conversación por demasiado rato terminaría con ella expuesta ante el castaño, necesitaba terminarla—. Dile a Mary que estoy bien, por favor.
—¿No puedes llamarla tú? Ella también estaba muy mal, sé que escucharte…
—Casi no tengo batería —mintió rápidamente ella—. Debo ahorrar todo lo que pueda, los amo, adiós.
Colgó. Su respiración acelerada y las ganas de llorar nuevamente presentes. Lo que había hecho no estaba bien, era consciente de ello, pero no podía hacerlo de otra forma… Aunque tal vez llamar a Mary no fuera tanto.
Arrepentida, había empezado a marcar el número de su amiga cuando escuchó unos golpes en la puerta de la habitación. Lily no respondió, pero alguien la abrió de igual manera. De pie al otro lado había una alta chica morena, Lily podía sentir su presencia desde la cama, una aura fuerte que resultaba magnética. La chica era hermosa. Su oscuro cabello castaño caía en rastas por delante de sus hombros. Tenía unos aretes dorados en sus pequeñas orejas y una intensa mirada que su maquillaje ayudaba a realzar. Sus cejas eran delgadas y su piel perfecta, su nariz era fina y sus labios gruesos. Llevaba puesto el uniforme de la institución, un traje de un azul oscuro sobre una camisa blanca y una falda corta que acompañaba por unas grandes botas negras. En ella, lucía como si fuera ropa de diseñador.
—No deberías hacer muchas llamadas —advirtió—, podemos protegerte a ti, pero si rastrean tus llamadas y van por tus amigos, eso está fuera de nuestro control.
Lily soltó su celular como si le hubiera quemado la mano.
—¿Quién eres?
La morena formuló una gran y brillante sonrisa.
—Soy tu hada madrina —respondió enigmática, elevando una ceja para luego revelar todas las bolsas que sostenía tras su espalda—, mi nombre es Dorcas —se presentó—¿Puedo pasar? —cuestionó entonces, agitando las bolsas.
Lily quiso hablar, pero las palabras se mezclaron entre sí en su lengua, por lo que antes de quedar en ridículo simplemente asintió.
—Yo era parte del equipo que se encargaba de vigilar tu casa —dijo ladeando su rostro ligeramente—. Sé que esto no compensa lo que pasó, pero te traje algo de ropa.
“Algo” era una muy fuerte minimización para la cantidad de bolsas que la chica había traído. Los tamaños y colores variaban, pero las marcas se mantenían bastante estables, todas de primeras marcas.
—Yo… —Lily nuevamente tuvo problemas para hablar viendo la cantidad de bolsas que la chica desplegaba sobre la cama—Yo no puedo aceptar todo esto.
—Ay no, por favor, ya ni uso nada de esto —aseguró, luego yendo nuevamente hasta la puerta para traer aún más bolsas desde fuera de la habitación—. Avísame si algo no te queda, o si tienes algún color que te favorezca en especial, aún hay mucho más de donde salió todo esto.
Lily no pudo evitar preguntarse que tan grande era su habitación. El ropero que anteriormente le había parecido enorme ahora le preocupaba que no fuera suficiente para guardar todo aquello.
—¿Cómo…? —La pregunta escapó de los labios de Lily, Dorcas la observó atenta y comprendió que no podía fingir no haber dicho nada—O sea, ¿eres millonaria?
—Ya quisiera —respondió ella, cerrando sus ojos y llevando una mano a su mejilla en un gesto dramático—. Sólo soy una chica que hace valer su tiempo.
—¿Todo esto por matar maldiciones?
—¿Por qué más me enfrentaría a ellas? —cuestionó la hechicera sonando sinceramente confundida.
Lily se sintió tonta. Nunca había pensado en cuanto los hechiceros podían llegar a ganar por su trabajo con las maldiciones. Tampoco es como si tuviera mucha información al respecto del mundo de la hechicería, pero hasta donde sabía, creía que la lucha contra las maldiciones era una especie de tradición familiar que llevaba pasándose por incontables generaciones. Una guerra heredada.
De ser hechicera, Lily siempre pensó que lucharía contra las maldiciones simplemente por poder hacerlo. Lo haría por la consciencia de que lo pasaría si decidiera no hacerlo. Pero hacerlo por la cantidad de lujos que la recompensa podía traer le pareció un motivo mucho más lógico para arriesgar la vida de aquella forma.
—No me mal entiendas —La morena llevó una mano a su pecho en una expresión dramática, sus uñas largas pintadas de un color rosa pastel—, no estoy a favor de que anden sueltas por ahí ni nada así —aclaró—, pero tampoco me agradaba que haya crimen en las calles y no me ves vestida de murciélago.
—No seas tonta Dorcas —habló una chica desde la puerta—, en todo caso serias Catwoman, nunca Batman.
Dorcas sonrió nuevamente y dio un saltito de alegría en su lugar, luego corriendo a abrazar a la chica en la puerta. Su lacio cabello castaño era corto, caía hasta la altura de su cuello. Tenía unos grandes ojos celestes y mejillas regordetas, y estaba vestida en lo que se veía como un cómodo y caliente sweater a rayas celestes y negras.
—¡Alice! —exclamó Dorcas contenta, abrazando a su amiga.
—Veo que me ganaste en venir con un regalo —dijo luego soltando una risita. Le dedicó una sonrisa a Lily a la par que elevaba el pequeño cactus que llevaba en una mano—. Pensé que algo de verde podría venirle a bien a la habitación.
—G-gracias.
Lily aún estaba terminando de procesar todo lo que Dorcas le había traído. Alice tenía una energía mucho más amigable y tranquila que Dorcas, que era pura electricidad. Había algo en su mirada que lucía triste, aún con la sonrisa en su rostro y su amiga a su lado.
—No te vi en todo el día, ¿te encerraron en la enfermería? —cuestionó Dorcas, la más alta entre ambas, Alice asintió.
—Reg se esforzó bastante ayer, prácticamente tuve que reconstruir su garganta —explico la de pelo corto, cruzándose de brazos—. Siempre hace lo mismo cuando lo mandan con Sirius —dijo, sonaba frustrada y cansada a partes iguales—, le sigo insistiendo a McGonagall que es joven y que quiere probarse ante su hermano a toda costa ¡Y no me escucha!
Dorcas asintió, frotando el brazo izquierdo de su amiga en un gesto para transmitirle ánimos. Lily no había podido seguir la última parte de lo que Alice dijo, pero sí se había quedado con la primera.
—¿Eres doctora? —preguntó la pelirroja, siguiendo su curiosa naturaleza.
Alice se veía demasiado joven como para ser doctora, un par de años mayor a Dorcas y Lily, sí, pero como mucho estaría en sus tempranos veintes.
—Algo así —respondió la chica encogiéndose en hombros, luego recargando su peso en el marco de la puerta.
—¿Algo así? —Dorcas preguntó irónicamente—Ella es nuestra única doctora, de no ser por esta chica la gran mayoría de nosotros estaría muertos.
—No exageres —Alice empujó el hombro de su amiga—, tampoco es como si me necesitaran tanto…
Aquello no era un no. A Lily le sorprendió que una sola persona fuera la encargada de curar a todos los hechiceros de Hogwarts.
—¿No es mucho trabajo para ti sola? —cuestionó la pelirroja, Alice formuló una mueca similar a una sonrisa.
—Pues depende —respondió ella—, por lo general no, pero luego de misiones muy especificas sí… Igual no es como si tuviera mucha opción.
—Alice es una genio de los rituales inversos —aseguró Dorcas, regresando junto a Lily y quitando un par de bolsas para poder sentarse en la cama—, es la única que los entiende completamente, y por eso es la única que puede curar utilizando energía maldita —explicó, aunque la pelirroja no llegó a comprenderla del todo—, es como Jesús para nosotros —declaró entonces.
—Dorcas, nuevamente, exagera —señaló ella rápidamente—. Pero sí, por eso soy la única en la enfermería… Bueno, ahora está Peter también.
—Ah, es verdad, siempre me olvido —La de rizos castaños asintió—¿Cómo le está yendo?
—Horrible —respondió Alice incapaz de contener su risa—. Pero al menos lo intenta, es más de lo que puedo pedir.
Ambas chicas eran muy distintas, el contraste entre ellas era obvio, pero igual lo era el nivel de confianza que tenían. Eran amigas.
—Bueno, no quiero molestar —Alice se enderezó—, veo que Dorcas se encarga de la bienvenida así que… —Ella recorrió la habitación su mirada y al encontrar un lugar libre sobre un escritorio, dejó el pequeño cactus sobre éste. Luego le dedicó una nueva sonrisa a Lily—Regresaré a la enfermería.
—No te pierdas, Alice —advirtió la hechicera morena.
—Cenaremos juntas —aseguró la doctora desde el pasillo.
Los pasos de Alice se alejaron, dejando nuevamente a Dorcas y Lily solas en la habitación repleta con bolsas de primeras marcas.
—Es nuestra Jesus —insistió Dorcas, Lily soltó una pequeña risita ante la broma, lo que expandió la sonrisa de la hechicera—. Bien Lily, yo digo que encontremos algo lindo para que te pongas en la cena —propuso ella, tomando una de las bolsas.
—Suena bien.
La energía de Dorcas era contagiosa, al igual que su confianza en si misma inspiradora. Aquella actividad y su compañía le servían a Lily para mantenerse distraída, sin pensar en los acontecimientos de la noche anterior ni tampoco en los que vendrían. Simplemente presente en aquel momento, impresionada con cada prenda que Dorcas había decidido regalarle.
Ninguna enterada de la presencia de un cuervo fuera de la habitación, resguardado de la lluvia entre las hojas de un árbol del jardín que se negaba a caer ante el invierno. Su oscura mirada fija sobre ellas.