My Love Mine All Mine

Harry Potter - J. K. Rowling
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My Love Mine All Mine
Summary
"nothing in the world belongs to me but my love, mine all mine".Lily Evans sabe que va a morir a los 18. El día del solsticio de invierno.Tiene que hacerlo por el bien del mundo de la hechicería. Para ayudar a aquellos que protegen a las personas de un mal invisible: las maldiciones.Intenta mantenerse lo más alejada que puede de aquel mundo. Pero la fecha está cada vez más cerca y, con una recompensa puesta por su cabeza, será inevitable que se vea involucrada en algo mucho más grande que si misma.
Note
perdón si hay faltas ortográficas me mword (son las 6 de la mañana)marauders x jujutsu kaisen ! AU1. ¿Cómo no hay más de esto en ao3?2. Ya es como mi tercer intentó haciendo esto, esta vez es el DEFINITIVO.t
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Chapter 2

La noche de volvió más oscura. Lily se hubiera asustado si no supiera sobre las barreras, un hechizo simple que cualquier hechicero podía utilizar, capaz de ocultar todo lo que sucedía en su interior de los ojos exteriores. Una forma muy eficiente de evitar la atención del mundo muggle.

Los ojos de Severus no dejaban de cambiar de dirección, siguiendo algo que se movía rápido. Lily ni siquiera fue capaz de verlo, pero podía sentirlo. Esa sensación en la nuca de estar siendo observada. La misma cosa que te hace correr cuando vas caminando por un pasillo oscuro. La misma que te habla en una voz familiar cuando en realidad estás solo. Maldiciones.

  —Tenemos que irnos —El hechicero no estaba haciendo una sugerencia, pero Lily no se movió.

  —Mis amigos siguen adentro —dijo ella, señalando al club desde el cual la gente seguía saliendo, evacuando probablemente gracias a los disparos de antes—¡No me iré sin ellos!

Severus se acercó a Lily rápidamente, un gesto que la tomó por sorpresa. Bajo la seria mirada helada del pelinegro, se sintió pequeña. 

  —Si te quedas aquí morirán por tu culpa —aseguró el hechicero sin siquiera parpadear—. Vienen por ti, si nos alejamos ahora tus amigos no estarán en peligro.

Lily no pudo responder. Su cuerpo se paralizó ante aquellas palabras, temblando gracias a la imagen que Severus había puesto en su mente: Sus amigos muertos por su culpa, sus cuerpos destrozados por una maldición. La peor parte es que no lo había dicho para asustarla. Él se veía tranquilo, era probable que fuera perfectamente capaz de mantener un enfrentamiento en aquel lugar y salir victorioso. Simplemente le había comunicado las consecuencias que su decisión tendría.

  —Iré.

  —Buena chica.

Severus rodeó el torso de la chica con su brazo, apegándola a él. Lily notó la textura del suelo cambiando, al mirar descubrió un nuevo tentáculo emergiendo de la oscuridad, esta vez justo debajo de ellos. Ambos se elevaron un poco, de no ser por estar siendo sujetada, la pelirroja hubiera perdido el equilibrio. Había probado hacer surf el verano pasado y podía decir que la experiencia era similar a estar en una tabla de surf.

  —Ahí vienen.

Antes de que Lily pudiera ver en la misma dirección que el hechicero, el tentáculo avanzó, moviéndose a una velocidad sorprendentemente rápida. Instintivamente Lily rodeó el cuello de Severus con sus brazos, arrugando su uniforme gracias a la fuerza con que lo apretaba. El aroma cítrico de su ropa la impregnó.

Un escalofriante sonido comenzó a seguirlos, rápidos pasos acompañados por lo que parecía ser una distorsionada risa de bebe. Los tentáculos que los rodeaban empezaron a moverse, aunque el cabello de Lily la estorbaba para ver contra qué estaban luchando. Fue apenas cuando uno de aquellos viscosos miembros lanzó algo hacia atrás creyendo ya haberlo matado que la fue capaz de ver pelirroja lo que los estaba atacando. Primero pensó que se trataba de una araña gigante, lo que ya daba miedo en si, pero observando con atención notó la exagerada cantidad de patas extra, y la deformada cara humana en su torso. Los ojos de la maldición miraban en diferentes direcciones hasta que uno de ellos dio con Lily, entonces ambos focalizaron en ella y una espeluznante sonrisa apareció en aquel rostro.

  —¡¿QUÉ ES ESO?! —El miedo y la adrenalina habían hecho a la voz de Lily más aguda que de costumbre.

  —¡Contrólate! —exclamó Severus en reproche—Tu miedo sólo las hace más fuertes.

El camino estaba llenas de esas cosas. Saltaban desde los edificios y aparecían desde cualquier agujero, todas intentando llegar a la pelirroja. Mientras avanzaban la cantidad no hacía más que aumentar, algunas llegando a acercarse lo suficiente como para empezar a escalar los tentáculos.

Por si solas eran bastante inofensivas, tenían el tamaño de una liebre y aplastarlas con los tentáculos no le requería esfuerzo, pero su cantidad era preocupante. No eran maldiciones de alto nivel ni contaban con un nivel de raciocinio suficiente como para planear un ataque de aquel estilo. Alguien las estaba controlado. Además, el hecho de que fueran tan similares indicaba que habría una madre. James sabía aquello tan bien como Severus.

Los brillantes ojos rojos del castaño destacaban en el cielo nocturno. Estaba buscando. A veces la información que recibía podía ser demasiada, convirtiendo cualquier tarea en un juego de buscando a Waldo. Intentaba guiarse por alguna concentración de energía maldita en particular, pero tanto movimiento no dejaba de desconcentrarlo. Era una táctica a la que él ya estaba acostumbrado: el enemigo intentaría distraerlo, lograr que repartiera su atención a varias cosas y así acercarse a él por sorpresa.

James sonrió. Eso nunca funcionaba.

Unas patas arácnidas tan afiladas como cuchillas lo rodearon. Al voltear se encontró con una criatura de figura bastante humanoide, sin contar su falta de rostro ni sus extremidades arácnidas. Se estremecía intentando con todas sus fuerzas cerrar sus extremidades sobre James. Aquellas afiladas cuchillas que tenía como patas probablemente lo hubieran rebanado de no contar con el infinito.

Observó la criatura con tranquilidad. Sus ojos le seguían mostrando las pequeñas maldiciones llegando en oleadas a Severus y Lily, por lo que la madre seguía pariendo. Aquel era el padre. El hechicero se concentró en la energía maldita que el monstruo emanaba y así no tardó en dar con otra similar, escondida a varias calles de distancia en un edificio en construcción.

—Ya te vi.

James extendió ambos brazos y tomó dos patas de la criatura para quebrarlas, la bestia se retorció y el liquido azul que salió de la herida salpicó aún más la camisa blanca que llevaba. Repitió el procedimiento con el resto de patas y luego tomó a la maldición por el lugar donde debería estar su rostro, arrastrándola junto a él a través del aire mientras iba a toda velocidad en dirección a la madre.

Severus y Lily estaban en una situación más complicada. Las maldiciones arácnidas con deformes rostros en sus torsos seguían llegando, riendo en una melodía que hacía a la pelirroja querer gritar. Ya habían dejado un par de tentáculos atrás, las arañas habían logrado subirse a ellos y Severus no había encontrado forma alguna para lograr sacárselas de encima. Era claro que seguir por tierra ya no era una opción.

Severus extendió un brazo hacia arriba, las sombras subieron a través de su cuerpo y una mano empezó a formarse tomando la suya. Cuando Lily alzó la mirada, una figura femenina de cuatro brazos, con un velo cubriendo su rostro y grandes alas de murciélago sostenía al hechicero.

Empezaron a elevarse, Lily se aferró a Severus con más fuerza. La maldición que éste había invocado también la había rodeado con uno de sus brazos. Sentía que su corazón se saldría de su pecho gracias a la fuerza con que estaba latiendo.

Las arañas empezaron a saltar intentando alcanzarlos, también intentando utilizar los edificios para llegar a ellos, pero parecían estar a distancia segura.

Estar en el aire significaba estar expuestos a los snipers que habría en alguna azotea, James les había advertido de ellos, y la maldición que Severus había invocado, si bien rápida y ágil a la hora de volar, no era la más segura para defender a Lily de un disparo. Vio a uno de ellos con la mira fija en la pelirroja, giró rápidamente poniendo a la maldición y su espalda en el medio del tiro, temiendo haber reaccionado demasiado lento, pero un torrente escarlata cruzó el aire, impactando de llenó contra el arma del tipo y partiéndola a la mitad.

En la dirección opuesta al sniper, una chica con el pelo rubio y una chaqueta de cuero se encontraba prácticamente en la misma posición que él, sólo que con sus brazos extendidos y sus palmas unidas funcionando como arma. Marlene McKinnon sonrió, un gesto bañado en orgullo al que luego siguió un nuevo torrente de sangre disparado desde sus manos. La chica cerraba un ojo para tener mayor precisión en su tiro. El proyectil dio directo en el hombro del hombre, atravesando carne y hueso sin ningún problema.

Severus había estado en contra de que la rubia fuera como apoyo, y no había tenido problema en expresarlo públicamente. Ya podía escucharla decir “¿Decías?” en su cabeza, y ya lo estaba irritando. Si pensaba que iba a agradecerle por un tiro de suerte, estaba equivocada.

Lily vio un destello rojo desde el interior de un edificio en construcción, temió que se tratara de otra maldición, pero por el contrario, las arañas deformes dejaron de moverse y sus risas se apagaron. La noche recobró su paz de repente.

Severus descendió. Una vez sus pies estuvieron sobre el suelo, la mujer alada se desvaneció en un humo negro que regresó al cuerpo del hechicero.

—¿Son shikigamis? —cuestionó Lily, Severus alzó ambas cejas, sorprendido por el uso del término.

—No, algo más complicado —respondió el hechicero, escondiendo rápidamente cualquier tipo de emoción tras aquella expresión helada que había mantenido en su rostro la mayor parte del tiempo.

Lily conocía los shikigamis. Eran invocaciones que un hechicero podía realizar y que obedecían sus órdenes. McGonagall tenía unos cuervos, siempre la acompañaban en las visitas que le había hecho a la familia Evans, y ante el interés de la chica le había contado al respecto.

—Manipulación de maldiciones —soltó luego de un breve silencio. Lily ya había dado por sentado que no le iba a contar al respecto—. Es la técnica de mi familia —agregó—, puedo absorber maldiciones y luego controlarlas.

—Suena bastante como…

—No son shikigamis —sentenció tajantemente, sin importarle interrumpir a la chica.

Estaba claro que era un tema sensible para él.

James llegó a ellos justo a tiempo para irrumpir en el incomodo silencio en que habían caído. Su llegada fue bastante excéntrica no sólo porque llegó volando, sino que con una maldición en cada mano.

—Traje la cena, Severus —bromeó, soltando a ambas.

Median como dos metros y seguían vivas, se sacudían y sus extremidades retorcidas temblaban, estaban manchadas por un humeante liquido azul que también impregnaba la camisa del castaño. Su sangre, supuso Lily.

El pelinegro le dedicó una mirada asesina, pero a James no pareció afectarlo. La pelirroja no estaba muy segura de que fueran amigos, ni si quiera podía decir que se llevaban bien. Trabajaban juntos y ya, pero estaba claro que esa no era su preferencia, o al menos no la de Severus. El pelinegro extendió su mano hacia una de las maldiciones, ésta empezó a desvanecerse en un humo negro que empezó a concentrarse en la mano del pelinegro, y cuando desapareció por completa, el hechicero tuvo en su mano una esfera negra y humeante.

—Puede que no quieras ver esta parte —advirtió James.

Severus le dedicó una breve mirada a la pelirroja antes de llevar la esfera a su boca y luego se forzó a tragarla. Su cuerpo palideció y su cara se retorció en una expresión de repulsión, las arcadas contra las que empezó a luchar revolvieron el estomago de Lily. Por suerte el sonido de un auto acercándose desvió su atención del hechicero. Era un vehículo nuevo, tenía los vidrios polarizados y era de color negro.

—Su carruaje, princesa —bromeó el castaño, abriendo la puerta trasera del vehículo—. Sube —indicó junto a un gesto de su cabeza.

Lily dudó. Ya había tenido pesadillas similares a aquel momento, escenarios donde la fecha de su sacrificio se adelantaba y se veía obligado a irse sin ser capaz de despedirse de nadie.

—Me llevarán a Hogwarts, ¿no es así?

—La academia es el lugar más seguro para ti —respondió él, confirmando el peor temor de Lily mientras acomodaba sus lentes—, al menos hasta que retiren la recompensa por tu cabeza.

Pero aquello no bastó para convencerla, en su rostro podía leerse con claridad su preocupación. Tenía miedo. Su mirada buscó a Severus, quien ya había transformado a la otra maldición en una esfera. Se había afirmado contra la pared de un edificio para sostener su peso, les estaba dando la espalda, pero sus arcadas seguían escuchándose.

—Va a estar bien, siempre le pasa —El castaño agitó una mano en el aire, un gesto en un intento por quitarle importancia a aquel acto, pero Severus seguía luchando contra sus ganas de vomitar—. Tú también lo estarás.

La última parte la tomó desprevenida, su mirada se clavó en los ojos del hechicero, su brillo incluso podía llegar a verse un poco a través del oscuro cristal de sus lentes.

—Me encargaron protegerte, y yo cumplo mis misiones —dijo, intentando transmitirle seguridad a la chica con sus palabras—. Nada te pasará en Hogwarts.

Un viento helado sopló, agitando los rizos castaños y desordenando el cabello de Lily. Ambos permanecieron en silencio durante unos segundos, sus ojos firmes sobre los del otro. Si James estaba mintiendo, Lily estaba frente a los últimos momentos de su vida. Por otro lado, no subirse significaba quedar a la merced de cualquiera que estuviera interesado en la recompensa, lo que tampoco era muy prometedor.

La chica buscó con profundidad alguna señal en James, cualquier indicio que pudiera darle una razón para salir corriendo, mas no encontró nada. Sólo la determinación abriéndose paso a través del brillo sobrenatural. Soltó un suspiro antes de finalmente subir al auto.

—Te escoltaremos, puedes viajar tranquila —informó, Lily asintió rápidamente, nerviosa, y cuando él estaba a punto de cerrar la puerta se detuvo a mitad de su acción y metió la cabeza dentro del auto nuevamente—. Tienes mi palabra, Lily —dijo—. No dejaré que nada te pase.

James cerró la puerta y el vehículo no tardó en comenzar a avanzar. La identidad del conductor escondida tras otro vidrio polarizado que separaba la parte delantera de la trasera, Lily dejó a su cabeza caer sobre la ventanilla y observó al mundo empezar a moverse. Severus seguía en su lugar, una mano sosteniéndose de la pared y otra en su boca, aún luchando por mantener dentro a la maldición, temblaba.

Con un proceso como aquel de por medio, a Lily no le quedó otra que darle la razón a Severus, aquello definitivamente no era lo mismo que los shikigamis.

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