Odio hacia los Nepobabies

Harry Potter - J. K. Rowling
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Odio hacia los Nepobabies
Summary
“¿Qué cojones es wolfstar?”Tras un retiro de tres años, Sirius Black regresa al mundo del modelaje para encontrarse con que ahora es el fancast para uno de los protagonistas de una famosa saga de libros de fantasía, está envuelto en un shippeo literario absurdo, y la otra persona repercutida es el bajista de los Death Eaters Remus Lupin.El problema: Sirius no soporta a Remus Lupin
Note
Un día me pregunté: ¿qué pasaría si en realidad Sirius y Remus fuesen los fancast para edits de tiktok sobre una pareja de ficción mago/hombre lobo? IrónicoPor supuesto Sirius iba a ser modelo y por supuesto Remus tenía que ser bajista, no hay otra cw's generales para todo el fic: uso de alcohol y drogas. Añadiré en cada capítulo warnings específicos pero no habrá nada gráfico o explícito.En esta casa no se apoya a la JK ni ninguna de sus ideas:)
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Una pauta galaxia

Remus está hecho un lío, su vida no ha dejado de desmoronarse en este último año por las continuas malas decisiones que no para y para de cometer. 

El primer error fue perdonar a Emmeline hace seis meses, cuando ésta confesó haberle engañado con otra persona. Pero, qué iba a haber hecho, la quería, y sorprendentemente ella le quería a él. Había sido su primera pareja seria y estable, se había acostumbrado a la dinámica que compartían, la necesitaba. Y sabía que si la perdonaba, ella iba a intentar compensarle, e iba a permanecer a su lado. Nadie la había visto aquel día, nadie se iba a enterar, podrían hacer como si nada. Mentiría si dijera que no se esperaba que en un momento u otro su pareja le pondría los cuernos, no por Emmeline, sino por él. Era lógico que se acabara cansando de él, no tenía mucho que aportar, y la emoción por salir con un intento de estrella de rock adicto al trabajo tiene su fecha de caducidad. 

El problema fue que le engañó con Lucius Malfoy. Remus no tiene la mejor de las autoestimas, de hecho es una puta mierda, pero joder, se considera algo mejor que esa escoría de ser humano. Malfoy es un joven asquerosamente rico y con una mentalidad asquerosamente cuestionable, que no le ve problema a dejar mensajes clasistas, racistas y homófobos en las redes sociales, y nadie puede pararle los pies porque su familia es tremendamente poderosa, con una influencia que se extiende más allá de las fronteras nacionales, y encima, con donaciones a la espalda de cantidades monstruosas de dinero a diversas causas (aunque solo sea para “limpiar” su imagen y evadir impuestos). La peña a veces es demasiado cobarde. 

Este había sido el segundo error, acudir cabreado a aquella entrevista que les concedió Vanity Fair, donde por mucho que se mordió la lengua, su orgullo (e ira, mucha ira) no le permitió evitar meterse abiertamente con Lucius y su familia (aunque sin nombrarlo específicamente, por si acaso, él también es un cobarde de mierda). La controversia sobre el nepotismo había saltado hace unas semanas en redes sociales debido a unas acusaciones desafortunadas de otro cantante, por lo que no se extrañó cuando la pregunta apareció en la conversación, incluso lo había llegado a esperar. Su cerebro cortocircuitó cuando el entrevistador asumió que Remus hablaba sobre los Black, que ciertamente no eran muy diferentes, pero aquella no había sido en absoluto su intención. 

Aunque Remus intentó retractarse y arreglarlo, la entrevista se publicó con aquel mensaje sacado un poco de contexto y la cosa volvió a explotar. Como todo en internet, aquello no duró mucho, pero afectó personalmente a Remus, no porque recibiera hate (en realidad muchas personas había estado bastante de acuerdo con su supuesta opinión sobre los nepobabies), no porque durante unas semanas el nombre de Remus había estado en el foco de atención y toda la ansiedad que ello conllevaba, sino porque Remus había menospreciado públicamente a la familia Black y a sus hijos y descendientes, y por ende, a Sirius Black. Sirius “del que podría decirse que lleva enamorado desde que tiene recuerdos” Black. 

Bueno, no enamorado realmente, ni siquiera se conocen en persona, pero había sido su primer encaprichamiento de niño, y de adolescente, y de joven adulto. Esto sucedió porque Remus se había pasado la mayoría de las tardes y los veranos de su infancia en la peluquería de su madre. Remus no había tenido muchos amigos, no se le daba muy bien socializar, y escuchar a las señoras mayores cotillear y criticarse entre ellas mientras les hacían la permanente le parecía divertido, tampoco es que hubiese tenido muchas más opciones porque sus padres no tenían dinero para canguros y su madre se negaba a dejarle solo en casa por muy responsable que el pequeño Remus fuese. Lo que ocurrió, es que un día terminó su lectura una hora antes de que llegase la hora del cierre, y nadie hablaba de algo lo suficientemente jugoso como para poder entretenerse exclusivamente con ello, por lo que agarró una de las revistas que su madre dejaba junto a los sillones de espera para los clientes. 

Abrió la revista por una página al azar y allí estaban, los Black en todo su esplendor. Los adultos le parecían aburridos así que lógicamente su atención fue a parar a los niños y niñas que posaban juntos sus padres y tíos. Instantáneamente se quedó prendado de una niña que parecía de su edad y que miraba a la cámara con enormes ojos, tan claros como el cristal, rodeados de largas y densas pestañas negras, y una media melena tan oscura como la obsidiana que le caía por debajo de la afilada mandíbula. Era como una muñeca, a pesar de llevar pantalones en lugar de falda como suelen hacer las muñecas. Remus tenía nueve años, las niñas le parecían aburridas, demasiado escandalosas y un poco repelentes, pero pensó que le daría igual que ella fuera aburrida, escandalosa y repelente, no podía apartar la mirada de aquellos ojos, aquella pálida piel de porcelana salpicada por un bonito rubor rosado, aquel pelo azabache que parecía tan suave y esponjoso que a Remus le entraron ganas de estirar la mano e intentar acariciarlo a través del papel.  

Arrancó aquella página para sí mismo y continuó sus días de calor en la peluquería investigando las antiguas y nuevas revistas que iba adquiriendo su madre, para ver si con suerte los Black volvían a aparecer. Para su gran fortuna, aparentemente la familia Black tenía bastante renombre y siempre había algo que mostrar sobre ellos. 

Ese verano, Remus se encontró fascinado sobre todo lo que estuviese relacionado con ellos, con ella. A veces parecía triste y distante, y eso hacía que a Remus le doliese un poco el pecho; otras risueña y alegre, con una sonrisa tan brillante que hacía que su cara se sintiera muy caliente y su madre se riera de él; nunca llevaba faldas o vestidos, y Remus pensó que debía ser muy valiente, porque en esas revistas los Blacks hablaban mucho de tradición, y bueno, que las niñas llevaran falda era una tradición ¿verdad?, pero a ella no le importaba ni le frenaba; descubrió que sabía tocar el piano por una imagen en la que aparecía junto con otro niño que tocaba el violín, y Remus decidió que él también quería tocar un instrumento. Tras mucho, mucho, insistir consiguió que su padre le consiguiera una vieja guitarra clásica de segunda mano. 

Un día, cansado de no saber cual de todos los nombres que aparecían en los artículos que acompañaban las imágenes era el de ella, apartó a un lado su vergüenza y se lanzó a preguntar a su madre. 

“Umm creo que ese es Sirius, corazón. El hijo mayor de este matrimonio de aquí, si no me equivoco”, le dijo amablemente su madre recorriendo el dedo por la fotografía, agachada para estar a la altura de Remus, que sujetaba la revista con fuerza. 

“Es… ¿un niño?”, titubeó confundido, mirando a su madre con pavor ante aquella revelación. ¿Un niño?, pero si tiene el pelo largo.

“Ajá. Oh, qué pasa cariño ¿te encuentras bien?”

Remus estuvo tan enfadado y sorprendido por aquello. ¿Cómo había podido actuar así por un niño?, se sentía estúpido y traicionado. Primero odió a Sirius, porque le había mentido y engañado, luego se sintió idiota porque en realidad nadie le había engañado más que él mismo. Sirius no había tenido la culpa. La auténtica sorpresa vino cuando, con el tiempo, después de superar aquel extraño duelo por el engaño, descubrió que se seguía sintiendo de la misma manera cuando miraba las fotos donde el joven Sirius aparecía. Qué más daba que fuera un niño o una niña, seguía siendo la persona más bonita que había visto nunca. ¿De verdad importaba tanto? ¿Por qué a la gente le importaba tanto? ¿Por qué a él le había importado tanto? Nadie podía negarle que era bonito, mucho más que la mayoría de las niñas. Además no solo era precioso, al saber su nombre descubrió que también tocaba el violín, el arpa, y algo llamado clavecín; con solo diez años ya hablaba varios idiomas con fluidez, sobresalía en lo académico y destacaba en los deportes que practicaba (o al menos según los reportes de las revistas de prensa rosa). 

Sirius era increíble. Remus decidió que no importaba tanto. 

Así que sí, podría decirse que Sirius Black le había ayudado a descubrir que también podía sentirse atraído por hombres, o en general por cualquier persona de cualquier género; le había hecho empezar a interesarse y obsesionarse por la música, lo que le había lanzado a los dieciséis años a unirse a la banda de unos chicos de su instituto (quienes acabarían siendo sus amigos más cercanos y ahora conocidos mundialmente como Death Eaters); le había hecho tener una extraña fijación por las personas con el pelo negro (o eso decía Barty); le había motivado a luchar e inspirado a esforzarse para cumplir sus sueños y llegar a ser alguien conocido por su música y sus letras. Para Remus, Sirius era de las personas más valientes y admirables que existían, en realidad se había pasado toda su carrera aspirando a ser como él. Y… Remus le había insultado públicamente. 

Y si eso no fuera ya suficientemente terrible (que lo era), acababa de huir y dejarlo plantado cuando éste se había acercado a presentarse. Sirius Black se había acercado a él, Sirius Black le había dicho hola, Sirius Black sabía su nombre, Sirius Black le sonrió, bueno a Evan, pero sonrió y estaba a centímetros de él, Sirius Black había estado a escasos centímetors de él, y a Remus se le había fundido el puto cerebro. 

“Remus, Remus, suéltame tronco. Tranquilo, ya no nos ve”, Evan le estaba dando pequeños golpes a Remus, que seguía agarrándolo del brazo y tirando de él lo más lejos que la distribución de la azotea del hotel le permitiera. 

De repente, Evan decide que ya no quiere seguir siendo arrastrado y clava los talones en el suelo para frenar en seco, lo que hace que Remus casi tropiece y, por fin, salga del bucle pensamientos que había desconectado su racionalidad y encendido un piloto automático para escapar de la amenaza. 

Está confundido. Evan le está lanzando una mirada interrogante, parece un poco indignado. Y la escena que acababa de vivir vuelve a repetirse en su cabeza. Oh .

“Qué he hecho, oh no, oh no qué he hecho, qué narices he hecho…”, murmura. ¿Le hormiguean las rodillas? Remus se deja caer sobre uno de los puffs colocados en la esquina de la gran terraza en la que habían acabado, llevándose las manos a la cabeza y metiéndola entre las piernas. Quiere esconderse del mundo, que la tierra le trague, ocupar el menor espacio posible, que nadie le vea, que nadie vuelva a dirigirle la palabra, se lo merece.

Evan suspira y se acerca a Remus. Le da unas palmaditas en el hombro y se sienta junto a él, pero en un asiento más firme.  

“Relájate, no ha sido tan… malo”, dice mientras saca su cajetilla plateada donde guarda el tabaco del bolsillo de su chaqueta de lentejuelas y le ofrece a Remus un cigarrillo. 

Tras unos segundos, Remus levanta la cabeza. Evan lo está mirando con ojos amables y le sigue tendiendo el cigarrillo, lo acepta agradecido, se lo lleva a la boca y lo enciende con su propio mechero. La primera calada le ayuda un poco a volver a poner los pies en la tierra. “…Dios me he puesto en evidencia”, suspira exhalando el humo del tabaco, le tiemblan ligeramente las puntas de los dedos y necesita otras dos caladas para estabilizar su pulso. 

“No te has…”, intenta Evan. “Vale sí, te has puesto en evidencia”, se ríe antes de darle una calada a su propio cigarrillo y soltar el humo resoplando divertido. “Tío ha sido increíble, si te hubieses visto la puta cara cuando dijo tu nombre”

Remus gruñe volviendo a enterrar la cabeza entre las manos. Jodidamente humillante. Es su maldito fin. 

“Oye, venga no te castigues tanto, te ha entrado un poco el pánico cuando tu crush ha aparecido ante tus narices. Podría haberle pasado a cualquiera.” No sabe si Evan le está regañando, consolando o solo se está burlando de él.

“No es mi crush” suelta ofendido, volviendo a levantar la cabeza para lanzarle a Evan una mirada que le haga ver que no miente. Lo que siente por Sirius es más bien platónico. Sabe que nunca tendrá una oportunidad con él. Simplemente no están al mismo nivel, y que den a entender lo contrario es insolente. Solo… le admira. Bastante. 

“Sí ya”, Evan da otra calada a su cigarro, Remus también. “Pues te has quedado un rato mirándole con cara de perve-”

“Diosss, por favor, por favor cállate”, sisea. 

Remus escucha las carcajadas de Evan aunque se tapa las orejas para intentar evitar esa tortura. Cuando Evan por fin se calla, Remus está cabreado. 

“¡Es que no es justo! ¿Le has visto? Con ese maquillaje y esos malditos ojos, y ese pelo, y todos esos putos diamantes por literalmente todos lados. Parecía una puta galaxia, era… era como si no fuese un jodido ser humano. Él es… Yo no…joder”, Remus suspira. La ha cagado pero bien.  

“Oye sois unos putos muermos, ¿qué cojones hacéis aquí con el rabo entre las piernas?”. Escucha la voz de Barty acercandose por encima de su cabeza. Como Remus vuelve a tener la cara atrapada entre las rodillas solo ve la punta de sus botas de estampado animal. Este se frena en seco delante de ellos al ver el panorama “… ¿Qué mierdas le pasa?”

Remus escucha a Evan darle una última calada a su cigarro que ya era prácticamente solo el filtro. “Lupin está teniendo una crisis existencial después de haber huido y dejado plantado a Sirius Black”. La contestación de Evan hace que inevitablemente este vuelva a reírse y que Remus se enderece para darle un codazo en el costado como reprimenda.   

Barty resopla, y sin pensarlo más de dos segundos se tira al mismo puff que está ocupando Remus, lo que le propulsa hacia arriba y casi le hace volcar. Tiene que moverse para volver a acomodarse y dejarle algo de hueco, por lo que ahora se encuentra acorralado entre dos idiotas sin sentido del espacio personal. Barty se retuerce y maldice por lo estrechos e incómodos que son sus jodidos pantalones, y una vez encontrada la postura, enciende un cigarrillo y se lo pasa a Remus, que ya se había terminado el anterior, para luego encenderse otro para él mismo. Es algo habitual entre ellos, las charlas difíciles se digieren mejor fumando, y Barty y Evan saben que a Remus le ayuda a calmarse. 

“¿Por qué has huido del hombre de tus sueños?”, Barty le mira de reojo y con picardía mientras expulsa por la nariz el humo de su cigarrillo. 

“Otro”, se queja Remus. En ocasiones como estas se replantea seriamente su gusto por las amistades y su capacidad para rodearse de personas imbéciles que le sacan de quicio. 

“Ah no, no está enamorado de él. Solo le compara con el universo y las galaxias y cosas así”.

“Ya está. Me voy”, exclama Remus intentando salir de aquel puff que ahora lo succiona hacia dentro, lo que realmente dificulta el ponerse en pie, maldita gravedad. Pero Barty le agarra del hombro y tira de él para que vuelva sentarse. 

“Vale, fuera coñas”, Barty le mira ahora con seriedad (toda la que él, con su pelo de punta bañado en litros de gomina y cara llena de piercings puede transmitir, que no es mucha sinceramente) “¿Por qué coño lo has hecho? Por fin lo has dejado con la arpía de tu exnovia-”

“Barty”, le advierte Remus. Sabe que Barty y los otros le habían hecho la cruz a Em después de que esta le engañara, y no habían estado de acuerdo con la segunda oportunidad, pero no le gusta que la insulten, no solo había sido culpa de ella que las cosas acabaran como lo hicieron. Aunque al final sus amigos habían tenido algo de razón, una relación no puede sostenerse en la culpa y los chantajes emocionales. Qué sorpresa. Habían roto oficialmente hace tres semanas y es otra de las razones por las que la cabeza de Remus es un remolino de emociones a las que no sabe cómo enfrentarse. 

“Lo has dejado con tu, para nada malvada, exnovia”, se corrige Barty, Evan resopla. “Y estás felizmente soltero y disponible para el hombre por el que llevas años babeando, y que al parecer, quería hablar contigo. Mamón”.

“No babeo por-”, intenta excusarse Remus indignado. 

“Babeas Lupin, babeas”, habla Evan a su izquierda. 

Remus decide que no va a discutir más con esos dos, no le va a llevar a ninguna parte. Una vez más, vuelve a detestar que Lily se encuentre a miles de kilómetros de distancia, en estos momentos más que nunca necesita su sabiduría y mente fría. Dios, las mujeres. Ahora necesita a mujeres. Dorcas. Dónde narices está Dorcas. Le urge la compañía de alguien con más de dos dedos de frente. Intenta localizarla con la mirada, pero si se encontrase cerca de ellos ya habría distinguido su traje con estampado de rombos con lentejuelas.

“De todas formas”, suelta para cambiar y alejar el tema de conversación de su existente o no existente obsesión hacia Sirius Black. “¿A qué ha venido? No lo entiendo, debería odiarme. Debería detestar estar en el mismo sitio que yo”.

Podría enumerar todas las razones por las que Sirius Black no querría acercarse a él, empezando por el artículo, siguiendo por la repentina obsesión de la gente en internet con lo de los fancast (algo que secretamente Remus ha estado disfrutando) y terminando por ¿hola? es el jodido Sirius Black. 

“¿Simplemente a saludar? A lo mejor es fan de nuestra música y puede que el que te metieras con su familia le haya hecho gracia, a Barty desde luego le encantaría si insultaras a su padre”, sugiere Evan.

“Salud por eso” brinda Barty, pero no tarda en poner su cara de comemierda. Dios, Remus no quiere escuchar lo que sea que vaya a salir por esa estúpida boca. “Ooo…”, dice subiendo y bajando las cejas, que ahora lleva decoloradas por lo que apenas se le distinguen, y rodeando a Remus por los hombros para acercarle aún más. “Porque ha visto esos calientes montajes de tiktok por los que tanto chillas y, también se ha enamorado de ti. Sales guapo Lupin, ya lo sabes”. 

Sí, decidido. Death Eaters se acaban de quedar sin guitarrista, porque Remus lo va a asesinar en estos momentos. Sin previo aviso, le agarra de la frente y le empuja la cabeza contra el puff para ver si con suerte lo ahoga o algo. Barty estalla en carcajadas retorciéndose y pataleando debajo de Remus, que ahora está prácticamente subido encima de él y que le aprieta cada vez más la cara contra el puff. Evan los mira divertido pero sin intervenir, por lo que puede ver Remus desde su periferia, empezando a liarse un porro.  

“Muere maldito payaso”, se ríe Remus esquivando la mano de Barty que intenta alcanzarlo para frenar el ataque, y apretando su rodilla contra su estómago para que no pueda levantarse. 

Primero nota a Evan enderezarse desde su sitio. 

“Ejem ¿Sería mucho pedir que dejéis de hacer el ridículo?”. Es Dorcas, que los mira de brazos cruzados y el ceño fruncido. 

A buenas horas, mira al extremo al que he tenido que llegar, piensa Remus mirando por encima de su hombro todavía concentrado en su tarea. 

“¡Dorky socorro! Este loco está arruinando mi alucinante peinado”, grita Barty.

“Seguramente te lo merecías”, suspira Dorcas poniendo los ojos en blanco y dejando caer los brazos sobre los costados. Se dirige al asiento que hay al lado de Evan y se sienta en el extremo para quedarse lo suficientemente cerca de este como para poder recostarse sobre su hombro, teniendo cuidado de no golpearle con el gran moño que tiene sobre la cabeza formado por con algunas de sus trenzas. Luego mira a Remus y a Barty arqueando una ceja interrogativa. Dorcas tiene un increíble control sobre sus cejas, es impresionante todo lo que puede transmitir sin decir una sola palabra. 

Remus se siente como si su madre le hubiese regañado, le quita las manos de encima al imbécil y vuelve a sentarse correctamente. 

“¿Y bien?”, insiste Dorcas imperturbable.

Remus le tiene que dar un pisotón a Barty, que ya estaba abriendo la boca para explicarle la situación a Dorcas. No va a dejar que vuelvan a cachondearse.

“¡Auch! CABRÓN-”

“Sirius Black se ha acercado a hablarnos a Evan y a mí,” dice rápidamente Remus, “y yo no he sabido cómo afrontarlo, y he salido corriendo, y…he arrastrado a Evan conmigo.” 

Suspira cuando la escena vuelve a reproducirse vívidamente en su cabeza, ¿no se suponía que los traumas se olvidaban? Desde luego no es su noche de suerte. 

Dorcas se queda unos segundos callada, procesando la información. 

“Comprendo”, asiente. No dice más. 

¿Ya está? ¿Hola? ¿Dorcas? Consejo. Ya. Por favor. Gracias.

Pero Dorcas no suelta ningún consejo milagroso que arregle toda aquella situación. 

“¿Qué voy a hacer ahora?”. Remus vuelve a estar desesperado. Realmente no existe ninguna solución factible. ¿Y si llamaba a su madre? No, probablemente solo se reiría de él. Este era un problema que ni siquiera una madre podía solucionar. Y se lo había buscado él solito. ¿Quién le mandaba hacerse músico? Probablemente habría estado mejor siendo un bibliotecario aburrido, desde luego así no se avergonzaba delante de nadie.

“¿Crees que has podido ofenderle al irte?”, pregunta Dorcas con calma, sin ningún signo de diversión o de burla en la expresión. 

Eso no es un consejo, no es una solución. Solo más incógnitas. Remus no sabe qué responder a eso. Ni siquiera sabe por qué Sirius había ido allí en primer lugar, mucho menos cómo se habrá sentido después. Mira a Evan en busca de ayuda, este se encoge de hombros y se lleva el porro a los labios. “Parecía descolocado”, añade expulsando el humo y estirándose para pasarle el canuto a Barty. 

“Creo que deberías disculparte. Ya tendrías que haberlo hecho hace tiempo”. 

Dorcas ya sabe lo que opina él sobre eso. Cuando estalló la polémica, Lily y ella le habían sugerido fervientemente a Remus que hablara a Sirius para pedirle perdón y explicarle el malentendido. Remus no se atrevió a hacerlo. ¿De qué hubiese servido de todas formas? Un mísero “lo siento” en comparación con provocar un debate público sobre si mereces o no estar en la posición en la que te encuentras. Hubiesen sido meras palabras, que seguramente a Sirius no le hubiesen servido absolutamente para nada. ¿Y ahora qué? Parecerá un hipócrita. 

“No es tarde para hacerlo. Matarías dos pájaros de un tiro. A lo mejor no ha sido tan malo que esto pasara, te ha dado una nueva oportunidad para solucionar las cosas”, insiste ella ante su silencio. 

“Sí, porque no sería nada raro un: Hola Sirius, soy Remus Lupin, sí ese que hace meses dijo toda esa mierda sobre tu familia y que provocó un debate en twitter acerca de la legitimidad de tu fama. Perdón por aquello, realmente no me estaba refiriendo a tí. Oh, y ¿hoy cuando has venido amablemente a saludarnos y yo te he cortado, me he inventado una excusa de mierda y me he largado, dejándote ahí solo? Perdón por eso también. Saludos” 

Dorcas le mira con cara de pocos amigos. “No seas capullo”. Barty le pasa el porro a Dorcas. 

Remus suspira. Está cansado y estresado, y Dorcas intenta ayudarle, no se merece que él se dirija a ella con ese tono sarcástico-agresivo. 

“Perdón”, murmura sinceramente, frotándose otra vez la cara. El caso es que Dorcas es demasiado optimista y él un pesimista sin remedio. Aún así agradece sus consejos. 

Ella también suspira, negando con la cabeza y el porro colgando de sus carnosos labios. “Rem, utiliza ese cerebro tan grande que tienes y piensatelo. ¿Qué puedes perder?”. 

Bueno eso tiene algo de sentido, qué va a hacer Sirius ¿odiarlo aún más? Aunque bueno, sí que puede odiarlo aún más, y eso sería horrible sinceramente. Pero ¿y si funciona? Dios eso sería increíble. PERO, ¿y si en realidad Sirius solo había ido a hablar con Evan y no con él? ¿Si pide perdón no parecerá que Remus ha malinterpretado la situación? ¿Y si se pone aún más en evidencia? Escalofriante. O, ¿y si reúne el coraje para hablarle y Sirius le ignora? Eso sería muy humillante. 

“Ya veo ese gran cerebro suyo funcionar y echar humo”, se ríe Evan, Dorcas le da un pequeño empujón para reprenderlo, aunque también sonríe divertida, le pasa el porro a Remus que lo acepta agradecido. 

“Ya lo hago yo, dame el móvil”, le dice Barty con un brillo espeluznante en los ojos e intentando meter la mano en el bolsillo interno de la chaqueta carmesí de Remus, donde lo tiene guardado a buen recaudo. 

El humo se le va por otro lado del susto. “Ni muerto”, suelta rápidamente Remus, tosiendo y apretando su móvil contra sus costillas, alejándose de Barty todo lo que puede, quedando por tanto más pegado a Dorcas y Evan, que le quita vuelve a robar el porro. “Además no tengo su número de teléfono” dice mirando desafiante a Barty para que se rinda. 

“Pues por instagram”, comenta casualmente Evan. 

“No lo va a ver, tiene millones de seguidores”. 

Dorcas gime exasperada. “Dios Remus eres irritante. Espera”, dice sacando su propio teléfono de su americana y tecleando furiosamente. 

“Hey, hey qué haces. Ni se te ocurra pedir su número a alguien”, balbucea Remus, a quien le horroriza la idea de que Sirius se entere de que sus amigos han estado mendigando por su número telefónico para luego dárselo a él. Definitivamente no, ni muerto. 

“No se lo voy a pedir a nadie”, bufa concentrada moviendo los dedos sobre la pantalla.  “¿Recordáis a la chica que conocí en el 1OAK?”

“ Sa-sa… ¿Sara? No, Sonia. ¿Sonia? ¡Samantha!”, exclama Barty con entusiasmo, como si aquello fuera un juego de adivinanzas, jugadores: él mismo.

“Sabrina”, zanja Dorcas sin levantar la vista de su teléfono. Parece que busca una imagen entre el mar de fotos que es su galería. Evan y Remus intercambian miradas interrogativas. 

“¡Eso!”, celebra Barty. 

Dorcas le ignora. “Resulta que era una de las organizadoras de la gala de la fundación Robin Hood, llevaba una semana desbordada de trabajo y, por un descuido, dejó en su mesa del salón las listas de asistentes y algunos formularios de registro impresos. Sólo quería echar un vistazo curioso, pero al ver un nombre en específico no pude evitar hacerle una foto, por si al final Remus decidía ser una persona decente”, explica con una sonrisa de triunfo en la cara enseñándoles al resto de los miembros de su banda lo que por fin ha encontrado, una foto donde se ve una montaña de papeles pero, claramente, en uno de ellos está escrito el nombre Sirius Orion Black, seguido de sus datos de contacto. 

“¡Dorcas, eso es ilegal!”, exclama Remus atónito, aunque sin enfado alguno detrás de su advertencia, más bien finge estar indignado. Realmente que Dorcas haya tomado una foto de forma ilícita de documentación restringida le sorprende poco, a todos ellos. Ella era la que en su época de instituto continuamente se colaba en los despachos de los profesores para intentar conseguir las respuestas de los exámenes. Del mismo modo que es una de las personas más sensatas que conoce. Una auténtica géminis si alguien le pregunta. 

“¡Qué puta ama!”, celebra Barty. “¡Esa es nuestra chica!”

“¿Es Remus el que tiene que empezar a ser decente?”, le pregunta Evan con ironía y una sonrisa burlona.

“Oh callaros de una vez. La foto ha estado a buen recaudo, solo le voy a dar el teléfono a nuestro querido llorón y luego la borro. No pienso dejar que veais el resto de su información privada”. 

“Voy hacer oídos sordos al insulto y darte las gracias por tu indebida pero valiente hazaña”, le sonríe Remus. Realmente confía en ella y en que no haga nada que no deba con aquello. “Aunque, sigo sin saber qué coño decirle”, se queja. Su cerebro le da un toque de atención porque al parecer en algún momento ha accedido a hablar a Sirius. No sabe cuando ha ocurrido. Qué le ha puesto Evan al porro. 

No te acojones Lupin. Ya se te ocurrirá algo”, dice Barty. “Al fin y al cabo eres el coco pensante que escribe la mayoría de nuestras canciones”. 

“Pero no le des demasiadas vueltas ni tardes mucho, que luego se hace raro”, le advierte Evan, y Dorcas asiente de acuerdo. 

Remus suspira, no lo ha hecho todavía y ya se arrepiente. 



***



Hola Sirius, soy Remus Lupin. Puede que te parezca raro que te escriba

 

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Hola, soy Remus Lupin. Te escribo porque siento que te debo un par de disculp

 

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Hola, soy Remus Lupin.

Solo quería decirte que 

 

Aaahhh borrar borrar borrar. 

Remus apaga el teléfono móvil y se frota las sienes lo más fuerte que puede, a ver si con suerte algo que suene menos estúpido y bochornoso sale de su inutil cerebro. 

Es una misión imposible. No hay forma en la que él se dirija a Sirius que no suene estúpida, solo el hecho de hacerlo ya es estúpido y cualquier chorrada que le escriba sonará, por ende, super estúpida. 

Resopla y vuelve a coger el teléfono y a abrir la aplicación de notas donde estaba escribiendo. Venga tú puedes Remus, solo algo sencillo. Sencillo y directo. 

 

Hola, soy Remus Lupin.

Perdón por lo de la fiesta, espero no haberte hecho sentir mal

 

Dios no, no no no no. Cringe cringe cringe cringe. Borrar, joder borrar. 

Suspira y suelta sin querer un quejido lastimero que le sale del alma. No puede hacerlo. No ahora. Son las cinco de la mañana y cada vez que cierra los ojos continúa viendo los focos de colores de la fiesta. Acaba de llegar al hotel y lo primero que ha hecho es intentar escribir el maldito mensaje a Sirius, pero ha fracasado bochornosamente. Deja el teléfono en la mesilla de noche y se reacomoda en la cama. 

Vale, ahora va a dormir, y en cuanto se despierte escribirá el mensaje, y estará mucho más inspirado porque habrá tenido unas cuantas horas de sueño, y a su cerebro le habrá dado tiempo a procesar todo aquello. Lo hará, por la mañana, en cuanto abra los ojos. Es lo primero que va a hacer, porque tiene que hacerlo y lo hará, pero ahora necesita descansar. 

Es normal que ahora no pueda, está agotado. Así que es lo que hace. Olvidarse del teléfono que tiene al lado y lo que va a tener que hacer con él en unas horas e intentar dormir.



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