![¿Otra Weasley? [HP y PJO]](https://fanfictionbook.net/img/nofanfic.jpg)
•Prólogo•
Si había una cosa que yo odiaba más en el mundo eran los sueños. Aunque solo eran los míos. Estos llegaban por la noche, en ese momento en el que una está más cómoda, ese momento en el que una esta tranquila, y me golpeaban en la cara recordandome cosas horribles, o inventándose algunas cuando ya no tenía otra situación que ponerme, y, para mi mala suerte, yo había tenido experiencias muy fuertes y dolorosas, que me gustaría no poder recordar, pero no podía. Siempre, por la noche cuando la luz de la luna se colaba entre las cortinas de mi habitación, era entonces cuando los monstruosos y horripilantes sueños llegaban. Yo normalmente acababa despertándome, cubierta en sudor, con lágrimas y temblando.
Esa noche no fue diferente a las otras.
- Evelyn - Dijo una mujer de rostro borroso. - Mi linda Evelyn, tienes que ser fuerte mi amor, muy fuerte para todo lo que te espera, que no es poco. Ellos vendrán por ti, y te intentarán matar - Dijo, y dejo un beso en mi frente. - Por eso te tengo que dejar, pero no te preocupes mi amor, cuando todo esté bien, y ellos se hayan olvidado de ti, volveré e iré por ti - Añadió tristemente, y sentí como una gota caía en mi mejilla, una lágrima.
Intente decirle que se quedara, que no me abandonara, que juntas podríamos superarlo, pero lo único que brotó de mis labios fue un grito de tristeza, y ella me dejó en el suelo, se marchó, dejándome así sola. Pude ver como su larga cabellera pelirroja se movía de un lado a otro mientras se alejaba. Entonces note como si un millón de ojos me mirarán expectantes, sin quererlo cerré los ojos.
Al abrirlos el lugar cambió completamente, ya no me encontraba en la calle, sino en un cuarto oscuro, que para mi mala suerte yo lo conocía bastante bien. Era pequeño, apenas y podía estar ahí sentada. Sentía como el aire no entraba correctamente en mis pulmones. Golpee la puerta con todas mis fuerzas, y repetidamente.
- ¡Por favor! ¡ Por favor! ¡Dejadme salir! - Supliqué - ¡Me portare bien! ¡Por favor! ¡No me dejéis aquí! - Gritaba desesperadamente, sintiendo como el poco aire que me quedaba se escapaba de mi cuerpo y yo no podía hacer nada para evitarlo.
Me desmaye, y al despertarme me encontraba en un lago, sentí como una persona me ahogaba por detrás, dos manos, otra por delante, cuatro manos, una por el lado izquierdo, seis manos, otra por el derecho, ocho manos, y luego más personas se unieron y no pude contar las manos que me ahogaban. Desee que se acabara ya y me despertara, que dejaran de ahogarme. Y entonces me volví a desmayar.
Al abrir los ojos de nuevo, note que el lugar había vuelto a cambiar. Aunque esta vez no lo reconocí, solo sentía el increíble y horroroso dolor que se extendía por todo mi cuerpo, podía notar el olor a sangre, tanto seca como líquida, que parecía salir de mi cuerpo.
No podía soportarlo más...
Abrí los ojos , me acababa de despertar, me encontraba temblando, sudorosa y con lágrimas en las mejillas, algunas secas y otras todavía escurriéndose por mi cara. Cerré los ojos de nuevo, pero en cuanto lo hice la oscuridad se apodero de mi, y no pude soportarlo, con lo cual los abrí. Respire varias veces e intente tranquilizarme. Cuando lo conseguí fije mi vista en el techo y lo primero que había visto había sido el techo gris y triste de mi habitación. Suspire. Me quite la corta y fina sábana que utilizaba para cubrirme cuando tenía frío. Solté un bostezo. Mire el reloj que había en la mesita de noche, este marcaba las ocho y media de la mañana. Me levanté rápidamente, muy asustada. Corrí a cambiarme y ponerme el uniforme del horrible sitio en el que me encontraba. Sin darme cuenta, el uniforme salió de mi armario y voló hacia mi cara. Las manos me empezaron a temblar, y mire asustada a la puerta, que tenía una pequeña ventana, por suerte nadie había pasado, o nadie me había visto. Me puse el uniforme, abrí la puerta, salí, y la cerré. Y me quede delante de ella parada en el pasillo. Mire por el rabillo del ojo, como algunas de mis compañeras también habían salido y estaban ya de pie esperando. Pero aun no estaban todas, solté un suspiro al darme cuenta de eso.
- Pist, pist Lyn - Me llamó alguien a mi derecha, gire la cabeza y pude ver a Amelia, la única amiga que tenía en aquel horrible lugar. - ¿Qué tal has dormido? ¿Has seguido teniendo las pesadillas tontas esas? - Le di una sonrisa cansada y negué con la cabeza, mintiéndole.
Odio mentir. Enserio que lo odio, es la segunda cosa que más odio en el mundo, y no por mentir en sí, si no por la persona, y, Amelia, era una de esas pocas y casi incontables personas a las que odiaba mentirle. La chica me había ayudado y apoyado en todo, y yo lo único que hacía era mentirle para que no se preocupara. Ojalá y llegue un tiempo en donde no tenga que hacerlo nunca más.
Entre una cosa y la otra, todas las compañeras se habían puesto de pie delante de su puerta, y por el megáfono sonó la inconfundible voz de la Señorita Trixson, quien nos decía que fuéramos al comedor para desayunar.
Todas nosotras corrimos por los largos pasillos hasta llegar al comedor. En donde nos esperaban ya los platos con la comida puesta, me senté al lado de Amelia, ella me dio una sonrisa. Y comenzamos a comer rápidamente. Al terminar nos pusimos en pie, y dejamos los platos en el sitio, pues hoy no nos tocaba a nosotras recoger la mesa.
Después de eso fuimos al patio, ya que hoy teníamos el día libre.
Amelia se sentó en un árbol que estaba doblado, dejando un espacio a su lado para que yo me sentará.
- Gracias - Susurre sentándome a su lado.
- No pasa nada, Lyn - Dijo con su típica sonrisa juguetona - Sabes que haría cualquier cosa por ti - Añadió con una sonrisa, mi corazón se desbordo por eso, sintiéndome muy agradecida por tener a alguien como ella en mi vida.
Mientras tanto, en otro lugar muy lejano al orfanato...
- ¿La habéis encontrado? - Preguntó una mujer pelirroja, que lucía claramente asustada.
- Sí, pero los Mortífagos la utilizaron como sujeto de pruebas, puede ser que algo raro le pase - Explicó el hombre mayor.
- ¡Me da igual! - Gritó la mujer, siendo sostenida por su marido - ¡Quiero a mi sobrina! Quiero a mi pequeña... - Dijo lo último con lágrimas y sollozos.
- No se preocupe, la traeremos - Fue lo último que dijo el hombre.
Volviendo al orfanato.
Mire a Amelia, examinándola mientras leía(o por lo menos lo intentaba pues su dislexia no la ayudaba mucho). Tenía el pelo rubio ondulado y largo, le llegaba por debajo de los hombros, era como rayos de sol. Tenía unos ojos azules hermosos con largas pestañas adornándolos. Tenía una nariz pequeña y resultona. La cara llena de pequeñas y lindas pecas. Las mejillas sonrojadas y los labios grandes y carnosos. Tenía un cuerpo atlético, como si hubiera entrenado muchísimo en su vida.
- ¿Qué sucede, Eve? - Me preguntó, yo me sobresalte y un rubor cubrió mis mejillas por la vergüenza, no esperaba que se diera cuenta que la estaba mirando fijamente.
- ¿Qué sucede? No se, ¿a qué te refieres? - Le pregunte haciéndome la tonta. Le dirigió una dura mirada que decía claramente, como si estuviera escrito en letras neón de color amarillo, 'sabes a lo que me refiero' - Esta bien, estaba pensando en el plan concha de mar, ¿te acuerdas? - Le pregunte. El plan 'concha de mar' como yo había decidido nombrar era sin duda, o al menos para mí, el mejor plan del mundo. Lo habíamos empezado a ingeniar un mes después de que Amelia llegara al orfanato, o al menos eso creo pues con mi TDHA las fechas no son lo mío, justo una semana después de hacernos amigas. Ambas odiaban este sitió, así pues habían decidido largarse una noche. Lo habíamos planeado todo. Teníamos incluso dinero ahorrado para un hotel, el dinero era de Amelia. Nunca supe de donde había sacado tanto, pero nunca me atreví a preguntarle.
Amelia asintió en respuesta y espero a que continuara.
- Quiero ponerlo en proceso, no soporto este sitio. No puedo, de verdad que no - Murmuré, no soportaba más ese lugar. Estaba en medio de la nada, literalmente, la civilización más cercana estaba a diez minutos andando y
- Está bien, podemos intentarlo dentro de dos días, y podemos... - Amelia cerró la boca de repente. Trago saliva, mirando por encima de mi cabeza.
Una sombra le tapo la luz del sol. Era una mujer alta de cabello negro y ojos verdes, con un rostro duro y el ceño fruncido, y vieja, muy vieja. La Señora Missis. Ella siempre me había caído mal, el sentimiento parecía mutuo. También parecía odiar a Amelia, cosa que yo no entendía pues esta era un ángel, así pues esa era una de las razones por las cuales la odiaba. Fruncí el ceño antes de hablar, pero decidí dejar de hacerlo eso enfadaría más a la profesora.
- ¿Qué sucede Señora Missis? - Le pregunté, tratando de mostrar mi mejor cara inocente. Ella me miro mal, de mientras que me examinaba con una ceja levantada.
- ¿Qué se supone que hacéis aquí? - Preguntó con el rostro fruncido. Amelia tragaba saliva a mi lado. Casi fruncí el ceño, siempre trataba de buscar algo para castigarme.
- Estamos en hora libre Señora Missis, eso quiere decir que podemos ir a cualquier parte del orfanato, no se si lo sabe pero el patio forma parte del orfanato - Contesté de forma inocente y tratando de no sonar muy sarcástica.
- Se lo que quiere decir tener hora libre, Señorita Weasley - Señaló la mujer con el rostro más fruncido que antes, suspire sabiendo que me había metido en problemas - Que sepa que esta castigada por faltarme el respeto de tal manera, venga mañana a mi despacho - Añadió, antes de irse lanzándole una mirada de odio a Amelia. ''No es tan malo'' Pensé mientras reflexionaba en su castigo. ''Otro día me habría dicho que limpiara el patio entero'' sabiendo eso me quede contenta.
- No deberías haberle contestado así - Me dijo, cuando la Señora Missis estaba lo suficientemente lejos como para no oírnos. - Ahora estarás castigada - Añadió preocupada mirando por donde la Señora Missis se había ido con terror.
- Da igual, sabes que buscaría cualquier forma de culparme de algo para castigarme - Le respondí, apoyándome en el tronco del árbol.
Estuvimos hablando por unos minutos, hasta que me tuve que levantar pues no soportaba estar sentada.
Culpo a mi TDHA.
Seguimos hablando esta vez dando vueltas por el patio, nos cruzábamos alguna que otra vez con otros niños y niñas que disfrutaban del día libre del orfanato.
Al final, no se ni como, acabamos en la biblioteca del orfanato. ¿Se puede tener peor suerte? Justo en el único sitio en el que no podemos hacer nada porque somos disléxicas y acabamos ahí. Además de que nos habían prohibido la entrada después de que, aun me sigo preguntando como pasó, se inundará toda esa sala después de que estuviéramos todo un día allí metidas. La Señora Missis consiguió que todos nos culparan y en consecuencia, nos prohibieron la entrada.
Después nos llamaron para no se que cosa, pues mi mente estaba concentrada en no levantarme del asiento que me habían asignado, creo que era una excursión al pueblucho de al lado o algo así. Me fui a mi cuarto y me eche a dormir.