
Stilinski
—¡Estoy en casa!— alzó la voz mientras entraba con entusiasmo, arrojando el bolso hacia alguna parte de la sala.
—¡Alina!— exclamó el pequeño, corriendo del patio hacia el interior, emocionado por saludar a su hermana mayor. Aunque ella solo había estado ausente un par de horas en la preparatoria, para él eso era una eternidad en soledad.
—Mi pequeña ala— dijo, esbozando una sonrisa exhausta mientras envolvía a su hermano menor en sus brazos sobreprotectores—. ¿Qué caos has provocado hoy mientras no estaba?— soltó una risa alta al ver al niño sonreír con malicia. Sabía que había causado problemas; su hiperactividad y su curiosidad siempre generaban un auténtico caos. No quería imaginar cómo sería de grande.
—No he dañado nada...— respondió con tanta dulzura que cualquiera podría caer ante su encanto. Pero no su hermana; ella lo conocía. Al verla levantar una ceja con curiosidad, él sonrió y añadió: — Importante.
Ante tal confesión, no pudo evitar soltar una risa fuerte; el descaro de su hermano menor era notable, considerando que apenas tenía diez años. No quería pensar en cómo sería en un par de años más, aunque, en el fondo, le gustaría imaginar el caos en que se convertiría para su padre.
—Mamá, Alina...— Las palabras quedaron atrapadas en su boca. No podía hablar, sentía que el aire se le escapaba, no podía decirle a su padre que su madre había enloquecido, no podía confesarle que su hermana estaba desaparecida... no podía decirle...
—Stiles...— El hombre miraba a su hijo con tanto dolor, el único que le quedaba después de recibir la noticia. Su esposa había sufrido un ataque y nadie sabía con exactitud qué había sucedido. Lo único que sabía era que encontraron a Stiles sentado junto a la puerta, sollozando y suplicando un perdón. —Hey, está bien... Está bien, Stiles.— concluyó mientras tomaba a su pequeño en brazos, abrazándolo hasta casi asfixiarlo. Era lo único que le quedaba: su esposa y su hija ya no estaban, y él no pudo protegerlas... Haría lo que fuera necesario para proteger a su hijo.

—¡Stiles!— El grito resonó en la habitación mientras el adolescente soltaba una risa al ver a su mejor amigo levantarse de un susto. —Oye... ¿qué pasa?— La diversión se cortó como un hilo al ver a su amigo sudando, con lágrimas corriendo por su rostro y una mirada perdida. —Stiles, oye— habló más alto mientras se acercaba a él, tratando de hacerlo entrar en razón. Al ver que comenzaba a calmarse y su respiración se volvía lenta y segura, suspiro mientras apoyaba sus manos en sus hombros.
—Creo que acabo de tener una pesadilla— dijo después de unos segundos de silencio, tratando de procesar lo que había sucedido.
—Puedo notarlo... ¿es sobre el Nogitsune?— preguntó, ya sabiendo que eso había estado atormentando a su amigo durante los últimos meses. Era como un mantra que había llevado a que tuviera que buscarlo todas las mañanas para brindarle algo de apoyo y tranquilidad.
—No... es sobre Alina y mamá— respondió Stiles, cerrando los ojos con temor. Hacía muchos años que había dejado de soñar con ellas y con lo que había sucedido. —Su aniversario es hoy, tal vez sea por eso— dijo con voz baja mientras miraba hacia su mesita de noche, donde había una foto con su hermana; ambos sonreían mientras el pastel cubría sus mejillas.
—Oh... sí, tal vez sea eso— su voz sonaba incómoda. Recordar a ambas mujeres era triste; desde el día en que todo cambió y Stiles... —¿Quieres que vayamos juntos a dejarles unas flores? hoy no hay entrenamiento— trató de decir para animarlo un poco. Hacía tiempo que no iban a verlas, y con todo el caos y lo sobrenatural no habían tenido oportunidad de hacerlo.
—Sí... podemos ir después de la escuela— dijo, algo desanimado. Hacía tiempo que no iba a ver a su madre y hermana; creía que podrían estar enfadadas, tal vez por eso las estaba soñando, como un castigo por haberlas olvidado.
—Te ves como un zombi.
—Gracias, eres el mejor amigo.
Scott soltó una carcajada alta mientras se subía al capó del jeep en busca de comodidad. —Vamos, ¿qué sucede? Aparte de las pesadillas, ¿hay algo más que te molesta? —preguntó con curiosidad, mirando hacia el cielo, hacia la luna casi llena.
—Solo las pesadillas...
Es en serio, Stiles, ¿qué hacemos aquí? —preguntó, sabiendo que su amigo estaba pensando en cómo decírselo. Lo sentía así desde que salieron del cementerio.
No lo sé. —Golpeó su cabeza contra el capó del jeep, intentando aliviar esa sensación de malestar y confusión que lo invadía.— Es solo que... algo no está bien, Scott, puedo sentirlo.
Miró a su amigo, sumamente perdido en sus pensamientos, mientras trataba de encontrar una respuesta adecuada. —¿Qué es lo que no está bien? —Su mente no estaba completamente en calma como para ser de ayuda en ese momento, con la luna llena acercándose.— Vamos, ¿tanto tiempo sin un ataque que resolver te tiene así? —Mala elección de palabras, pensó, mientras decidía mirar hacia la luna, tratando de callarse un momento.
No es eso. —dijo, con un deje de molestia, mientras suspiraba tratando de calmarse y buscando la manera de transmitir sus pensamientos adecuadamente.— Es solo que...
Oye, ¿qué es ese ruido? —interrumpió, sentándose y mirando hacia arriba. La luna estaba enorme, pronto sería luna llena, pero había algo más; esos chirridos...— ¿Son murciélagos? —preguntó inconscientemente, observando cómo una colonia de murciélagos volaba hacia Beacon Hills.
No lo... creo. —Levantó la mirada al sentir el silencio de su amigo. Miró hacia arriba y vio a aquellos animales volar sobre la luna, sorprendiéndose por un momento.— No.
Sabes, si los hombres lobo existen... —El silencio en el bosque era aterrador, mientras el ruidito sordo de los murciélagos comenzaba a llenar el ambiente.— ¿Los vampiros también?
No. —dijo sin pensarlo, mientras observaba a la colonia alejarse. La sensación de que algo no estaba bien comenzaba a aumentar, provocándole un dolor de cabeza. Irritado ya por el razonamiento de su amigo que ya había asumido que era algo sobrenatural lo cual podía ser cierto, aún haci— Tiene que ser una broma.

—¿Es esto realmente lo mejor que pudiste conseguir? —su voz sonaba disgustada mientras miraba alrededor de la mansión, un lugar completamente abandonado durante décadas.
—Coraline, no tuve tiempo ni de recoger mis cosas; esto es lo mejor que pude conseguir en un plazo de cinco horas. —Con frustración, miró a la mujer pálida mientras le entregaba las llaves y observaba al resto de la colonia, que tenía la misma expresión que Coraline. El pensamiento de "de tal palo, tal astilla" cruzó por su mente mientras suspiraba y comenzaba a dirigirse hacia la mansión. Beacon Hills pronto tendría más visitas, necesitaban comenzar a crear su nido.
—Bien, creo que con un poco de limpieza esto quedará aceptable. —dijo con desagrado mientras caminaba hacia adentro, haciendo que el resto de sus hijos la siguieran.
—Mamá, ¿cuándo volveremos al nido? —preguntó con curiosidad uno de los niños más pequeños, pegándose a las faldas de su madre, mostrando su descontento con la nueva casa.
Coraline solo miró a su hijo más pequeño mientras echaba una rápida mirada hacia el resto. Lo tomó en brazos y lo acurrucó mientras seguía caminando, decidiendo no decir nada, pues estaba segura de que su antiguo nido para este momento ya estaba en llamas.