Lost in time

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
Lost in time
Summary
Una pequeña travesura hace que Albus y Scorpius terminen a más de veinte años en el pasado, dentro de un antiguo Hogwarts en el que sus padres todavía se odian.
Note
si quieren aportar ideas o dar sugerencias, son bienvenidos a hacerlo, en realidad lo agradecería mucho pues no tengo idea de lo que hago, esto no está planificado
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Cómo echarte la culpa de manera efectiva

Albus y Scorpius estaban abrazados y con los ojos fuertemente cerrados cuando la cápsula finalmente dejó de agitarse.

Se miraron el uno al otro con los ojos muy abiertos, Scorpius temblaba un poco y Albus intentó darle unas palmaditas como consuelo. Una terrible sensación recorrió sus cuerpos cuando la luz azul eléctrica volvió a transformarse en una sueva luz azul otra vez.

—Jeje ¿Te imaginas que salgamos y ahora nuestros profesores sean robots? —intentó bromear Albus pero su voz salió más tensa de lo que esperaba.

Scorpius lo ignoró y en su lugar tocó tímidamente la luz, esta seguía siendo una sólida pared por la que no podían pasar.

—O tal vez Salazar Slytherin —siguió intentando Albus al mismo tiempo que también pasaba sus manos por la molesta luz azul.

—Papá nos mataría antes de permitirnos conocer a Salazar Slytherin —colaboró Scorpius al desesperado intento de su hermano para suavizar la tensión del aire—. Tal vez deberíamos pedirle un autógrafo para él.

—O darle una patada en el trasero de parte de todos —Albus sonrió pícaro y Scorpius le devolvió la sonrisa tímidamente.

Moviéndose de un lado a otro al buscar una salida, un clic sonó en el aire y hubo un cambio imperceptible en la luz azul, los dos niños miraron al suelo de donde había salido ese sonido, a los pies de Albus, había un botón en el que no se habían fijado antes, claro que no podrían haberse percatado de él, pues era el mismo color bronce que la base, presumiblemente para mantener la armonía y estética de la máquina.

Lentamente, Albus volvió a intentar pasar su mano por la luz azul, esta vez con éxito. Su mirada se tornó avergonzada al mismo tiempo que Scorpius sentía a su estómago caer ante la ironía de el asunto que había venido a resolverse de forma tan fácil cuando ya no era necesario. Ninguno vio la expresión del otro.

Sin perder más tiempo, los niños bajaron y esta vez sintieron que sus estómagos caían hasta el primer piso de ese castillo, pues la pizarra llena de anotaciones que su tía había dejado al lado de la máquina ya no estaba.

Compartieron una mirada de entendimiento y entonces comenzaron a entrar en pánico.

—Está bien, está bien —se apresuró Albus a calmar las aguas—. Estamos en Hogwarts, nuestros papás vendrán a buscarnos.

Scorpius lo miró asustado—. ¿Cómo harán eso si nosotros tenemos la máquina? —dijo señalándola con las manos abiertas. Ambos comenzaron a agitarse nuevamente, pero Scorpius no se dejó vencer de inmediato—. La tía Mione tiene sus apuntes, ¡pueden construir otra y entonces vendrán por nosotros!

Fue el turno de Albus de mirarlo asustado. —Si tienen una máquina del tiempo... ¿no deberían estar ya aquí? Después de todo... es una máquina del tiempo.

Se miraron por unos segundos y entonces comenzaron a correr en círculos mientras lloraban por el pánico, la desesperación e incertidumbre.

Finalmente terminaron agotados en el piso del salón abandonado.

—¿Qué haremos, Albus? —se lamentó el pequeño Scorpius, mordiendo su labio inferior mientras permitía que su hermano lo abrazara.

En aquellos momentos de pánico, Albus solo podía agradecer que su hermano fuera la clase de buena persona que no se quedaba a echarle la culpa a gritos (o mejor dicho, recordarle que era culpa suya) el estar metidos en ese embrollo.

Scorpius era la clase de persona que mordía sus labios y se tragaba los regaños una vez que el mal ya estaba hecho, y luego simplemente abría la boca para ayudar a solucionar el problema.

—Tal vez deberíamos quedarnos aquí —propuso Scorpius—. No interferir con nada de lo que esté pasando afuera, nuestros padres, nuestros tíos, vendrán por nosotros.

Muy bien, aunque estaba asustado y también se sentía culpable por ver a su hermano angustiado, Albus tenía muchas ganas de salir de ese salón y ver lo que había afuera, ¿qué tanto daño podían hacer si tan solo irían a mirar?

Pero Albus sabía que había llegado a su límite de meter la pata frente a Scorpius hoy y no podía permitirse un solo error más si no quería terminar su vida asfixiado por su hermano, ¡por la persona más amable y tranquila que existía! Oh, eso tenía que decir mucho sobre lo insoportable que podía llegar a ser Albus.

No, Albus tenía que pensar en una forma sutil e inteligente para direccionar a Scorpius a hacer lo que él quería.

—¿Qué tal si revisamos la máquina? Tal vez haya alguna pista sobre cómo funciona —Albus propuso sabiendo que no encontrarían nada; sin embargo darle ese tiempo a su hermano haría que este comenzara a calmarse un poco.

Pasaron cerca de cinco minutos alrededor de ella, y así como Albus lo había previsto, no encontraron nada más que aquel botón camuflado en la base. Y aunque ambos recordaron la frase que Scorpius había pronunciado para que ese desastre ocurriera, ambos acordaron no decirla en voz alta para evitar que la máquina se vaya y desaparezca en el aire, sola.

Y justo cuando Albus se preparaba para exponer su idea de forma razonable , Scorpius corrió a abrazarse de su cuello con un gran puchero al borde del llanto.

—Lo siento tanto, Al. Estamos aquí por mi culpa.

Una bofetada en la cara habría sorprendido menos a Albus.

—¡Pero qué dices, Scorp! —reclamó Albus indeciso entre consolarlo desesperadamente y reírse por el repentino ataque de culpa de su hermanito.

Scorpius lloró un poco más fuerte mientras se deshacía entre disculpas y lamentos, aparentemente se sentía arrepentido por haber estallado con él cuando quedó atrapado dentro de la cápsula y pensaba que si no se hubiera puesto como un loco habrían encontrado ese botón de bronce en la base para que Albus pudiera salir sin problemas, pero no solo había arruinado esa oportunidad, sino que además había sido el responsable de perderlos en el tiempo al leer esa frase sin ninguna clase de cuidado.

Albus estaba aturdido, pero como alguna vez dijo un gran sabio muggle, no le midas la cola a caballo regalado, ¿o era un burro? —Está bien, te perdono —se apresuró a decir dándole unas palmaditas en la espalda—. Pero no vuelvas a gritarme, recuerda que soy una persona muy sensible.

Una vez hecha la promesa y con Scorpius todavía lamentándose, Albus se puso en acción.

—Scorp —dijo con el tono de voz más apenado que podía conseguir—, ¿y si salimos a ver lo que está pasando afuera? —ante la mirada precavida que su hermano estaba poniendo, se apresuró en decir—, iríamos bajo la capa de invisibilidad, no hablaríamos con nadie, no tendríamos por qué interferir con nada, solo ver.

Scorpius mordió su labio, algo muy común que hacía cuando estaba preocupado y pensativo. Albus aguardó, su mente a mil guardando todo lo que podía decir para convencer a su hermano.

Finalmente, Scorpius asintió, una pequeña chispa de seguridad llegó a sus ojos. —Dependiendo de lo que haya afuera, incluso podríamos pedir ayuda a algún profesor.

Esa era una terrible idea. —¡Por supuesto! —dijo en su lugar Albus.

Y así, los niños se metieron bajo la capa de invisibilidad y salieron de ese salón.

—Oh, tengo el mapa del merodeador —dijo Scorpius con emoción y un poco de alivio mientras lo sacaba de su bolsillo.

Sería más fácil encontrar ayuda de algún profesor con el mapa en sus manos, simplemente debían mirar a los nombres que no estaban en las casas comunes o la biblioteca, pensó feliz Scorpius.

El mapa definitivamente los ayudaría a escabullirse de los profesores mientras realizaban esta exploración, pensó Albus.

—Oh —Scorpius frunció el seño y se detuvo abruptamente.

—¿Qué sucede?

—Más adelante —dijo muy confundido— de pronto comenzaron a aparecer personas... de la nada.

Albus se acercó a mirar el mapa sin entender lo que su hermano decía.

Estaban en el séptimo piso, y más adelante, en un pasillo cercano, aparentemente de la mismísima pared, surgían personas que abandonaban el lugar en grupos.

—Qué —murmuró Albus, y por supuesto, la curiosidad hizo que los dos niños se acercaran a aquel pasillo para ver lo que sucedía con sus propios ojos—. Bones, Smith, Leane, Finch-Fletchly jeje, qué apellido más tonto... Boot, Patil, Chang, Edgecombe —Albus miraba fascinado a los nombres aparecer en el mapa al mismo tiempo que veía a estos grupos de personas salir de un lugar que para el mapa no existía.

—Oh, rayos —lanzó un gritito Scorpius al mismo tiempo que su cuerpo se ponía rígido.

Albus no necesitó levantar la cabeza para mirar a las personas que su hermano había visto aparecer. —Granger, Weasley, Potter... —susurró casi atragantándose.

Scorpius retrocedió unos pasos, totalmente asustado cuando su padre y tíos salieron al pasillo.

—Tranquilo, tranquilo —se apresuró a calmarlos Albus—. Tenemos la capa, ¡no pueden vernos ni saber que estamos aquí!

Es solo que, Albus recordó tardíamente, al ver las expresiones excesivamente despreocupadas para ser reales de su padre y tíos (el tío Ron incluso se había puesto a silbar mirando hacia el techo) cuando comenzaron a caminar casualmente hacia a ellos, que su padre también tenía un mapa del merodeador.

—Demonios, Scorp —dijo rápidamente tomando la mano de su hermano mientras huía a toda prisa de ese lugar—. ¡Corre!

—¡Petrificus totalus! —escuchó gritar a su tía Mione detrás de ellos.

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