
Dar espació
Desde que la noticia de mi relación con Draco se propagó por toda la escuela, las cosas se han vuelto un poco complicadas. No puedo evitar sentirme culpable por haber arrastrado a Draco a esta situación, especialmente después de todo lo que ha pasado entre nosotros. Harry, por otro lado, ha estado negando vehementemente cualquier rumor sobre él y Draco. Lo entiendo, pero a veces me pregunto si está tratando de proteger su reputación o si realmente está tratando de ocultar algo más.
Aunque me duele admitirlo, sé que he cometido muchos errores con Draco. Desde nuestro pasado hasta el presente, he sido egoísta y he actuado de manera impulsiva. Me di cuenta de que necesitaba darle espacio a Draco para que pudiera aclarar sus sentimientos sin sentirse presionado por mí.
Hablé con Blaise y Pansy sobre la situación. Sus consejos fueron reveladores. Me recordaron que Draco es orgulloso y que a menudo se aleja cuando enfrenta problemas.
— ¿Apolo, estás seguro de que darle espacio a Draco es lo correcto?— Blaise me pregunta con preocupación. — Sé que quieres ayudarlo, pero a veces necesitas ser un poco más insistente con él.
— Lo sé, Blaise, pero esta vez siento que es diferente — respondo sinceramente. — No quiero forzarlo a estar conmigo si no está seguro. Necesita tiempo para resolver sus sentimientos.
Blaise asiente lentamente, pareciendo entender mi punto de vista. — Entiendo. Solo asegúrate de que sepa que estás aquí para él cuando esté listo.
Pansy se une a la conversación, agregando su perspectiva. — Draco puede ser terco, pero también necesita saber que tiene a alguien en quien confiar — dice con seriedad — Hazle saber que estás ahí para él, incluso si no está listo para admitirlo.
★・・・・・・・★・・・・・・・・★
Con esa lucha interna en mi mente, me encuentro frente a la encrucijada de la incertidumbre. Por un lado, siento la urgencia de respetar el espacio de Draco, de no agobiarlo ni presionarlo con mis propias expectativas. Sé que necesita tiempo para procesar todo lo que ha sucedido, para encontrar claridad en medio del caos emocional que lo rodea. Pero por otro lado, hay una voz dentro de mí que clama por acercarme a él, por hacerle entender lo importante que es para mí, lo mucho que valoro su presencia en mi vida.
Después de mucho reflexionar, decido seguir mi instinto y preparar una pequeña cita en uno de los jardines más serenos de la escuela. No será un encuentro romántico, ni tampoco una declaración de amor. Simplemente quiero pasar tiempo con él, como amigos, y ofrecerle un momento de intimidad diferente a los que ya hemos compartido.
Selecciono con cuidado el lugar, buscando un rincón apartado donde podamos disfrutar de la tranquilidad y la privacidad que necesitamos. Coloco una manta en el suelo, adornada con cojines y velas, creando un ambiente cálido y acogedor. Preparo algunos aperitivos y bebidas, pensando en los gustos de Draco, con la esperanza de que se sienta cómodo y relajado en mi compañía.
Mientras organizo todo, mi mente sigue dando vueltas en círculos, debatiéndose entre la necesidad de darle espacio a Draco y el deseo irresistible de estar cerca de él. Pero finalmente llego a la conclusión de que esta cita es mi manera de demostrarle que estoy aquí para él, que siempre estaré dispuesto a escucharlo y apoyarlo, sin importar las circunstancias.
Cuando todo está listo, me siento en la manta, nervioso pero lleno de determinación. Espero a que Draco llegue, con el corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Estoy decidido a hacer todo lo posible para que se sienta amado y comprendido, para que sepa que siempre puede contar conmigo, sin importar cuánto tiempo necesite para encontrar su camino.
Ambos charlamos de diferentes temas que nos llamaban la atención, era como si pudiéramos decir cualquier cosa y entendíamos lo que el otro quería expresar, sin duda alguna era algo bastante agradable y era cómodo saber que podíamos ser nosotros mismos. Sin embargo el ambiente cambió de forma un poco abrupta, sobre todo cuando Draco mencionó los detalles de nuestra primera vez en la sala de los menesteres, una oleada de recuerdos inundó mi mente, trayendo consigo emociones que creía haber enterrado profundamente. Recordaba la sensación de estar allí, rodeado por la magia de aquel lugar especial, y cómo cada momento compartido con Draco parecía brillar con una intensidad única.
—Recuerdo ese momento —comentó Draco con una sonrisa nostálgica, permitiendo que sus recuerdos se desenrollaran con calma—. Fue mágico, ¿no crees?
Asentí con una mezcla de nostalgia y emoción, reviviendo mentalmente cada detalle de aquella experiencia única. Pero cuando Draco señaló algo peculiar en mis ojos, una sensación de incomodidad se apoderó de mí.
—¿Qué quieres decir con eso? —pregunté, tratando de disimular mi malestar detrás de una máscara de indiferencia.
Draco frunció el ceño ligeramente, sus ojos grises buscando los míos con curiosidad.
—Bueno, cuando estabas sobre mi y me mirabas con tanta intensidad tus ojos... uno parecía azul y el otro verde. Es extraño, ¿no crees? Seguramente fue el éxtasis del momento—observó, con una expresión intrigada mientras esperaba una explicación.
Tragué saliva, sintiéndome expuesto bajo su mirada escrutadora.
—Ah, eso... —titubeé, buscando las palabras adecuadas para explicar mi situación, una parte de mí temerosa de revelar mi secreto más profundo.
—¿Qué pasa, Apolo? —Draco detectó mi incomodidad y su tono se suavizó, revelando una genuina preocupación por mí—. Si hay algo que quieras compartir, estoy aquí para escucharte.
Decidí ser honesto, sintiendo que era hora de dejar de ocultar mi verdadera identidad.
—En realidad, tengo heterocromía —confesé, dejando escapar un suspiro de alivio al liberar esa carga que había llevado durante tanto tiempo—. Pero durante mi tiempo en Ivelmorny, sufrí mucho acoso por ser diferente. Así que decidí ocultarlo, incluso llegué a aprender un hechizo para hacer que mis ojos parecieran del mismo color.
Draco me miró con comprensión, su expresión reflejando solidaridad y apoyo incondicional.
—Lo siento mucho, no tenía ni idea. Gracias por confiar en mí lo suficiente como para compartirlo —respondió con sinceridad, su voz llena de empatía mientras su mano encontraba la mía en un gesto reconfortante.
A medida que la conversación se desvanecía en un breve silencio, Draco rompió el aire con una propuesta inesperada.
—Apolo, ¿alguna vez has considerado quitarte el hechizo de los ojos? —preguntó con un tono suave pero decidido.
La pregunta me tomó por sorpresa, y por un momento me quedé sin palabras. Quítame el hechizo. La idea había cruzado mi mente en ocasiones, pero siempre la había descartado rápidamente por miedo a las posibles consecuencias.
—No lo sé, Draco —respondí finalmente, mis palabras cargadas de incertidumbre—. Es algo con lo que he vivido durante tanto tiempo que no estoy seguro de si estoy listo para enfrentar las miradas y los juicios nuevamente.
Draco me miró con comprensión, su expresión suave y alentadora.
—Entiendo tus reservas, Apolo, pero creo que ya es hora de que te permitas ser completamente tú mismo, sin importar lo que los demás piensen —dijo con sinceridad—. Estoy aquí para apoyarte en cada paso del camino.
Sus palabras resonaron en mi corazón, y aunque la duda seguía presente, sentí un atisbo de valor crecer dentro de mí. Siempre había admirado la fortaleza de Draco y su capacidad para enfrentarse a los desafíos con valentía, y ahora era mi turno de seguir su ejemplo.
Con un suspiro, asentí lentamente, aceptando su propuesta con determinación.
—Está bien, Draco —respondí, mi voz firme a pesar de los nervios que burbujeaban en mi interior—. Haré el hechizo para quitarme la ilusión de los ojos.
Una mezcla de emoción y ansiedad se apoderó de mí mientras me preparaba para deshacer el hechizo que había sido mi escudo durante tanto tiempo. Una vez que el hechizo se desvaneció y mis ojos revelaron su verdadero color, sentí una oleada de vulnerabilidad recorrerme. Draco me miró con admiración y ternura, como si estuviera contemplando algo hermoso y sagrado.
Sus manos se deslizaron suavemente por mis mejillas, sus dedos trazando cada contorno con delicadeza. Una sonrisa cálida se curvó en sus labios mientras me miraba con una intensidad que me hizo sentir como si fuera el centro del universo.
—Eres muy guapo, Apolo —susurró Draco, sus palabras cargadas de sinceridad y afecto—. Y tus ojos... son simplemente asombrosos.
Me sentí abrumado por sus elogios, por la forma en que me miraba como si fuera la única persona en el mundo. Y cuando sus labios encontraron mis párpados en suaves besos, sentí una oleada de amor y gratitud inundar mi ser.
En ese momento, supe que había tomado la decisión correcta al quitarme el hechizo. No se trataba solo de aceptarme a mí mismo, sino también de permitir que Draco me viera tal como era, con todas mis imperfecciones y vulnerabilidades.
Me dejé llevar por el momento, permitiendo que el amor y la conexión entre nosotros crecieran aún más fuertes. Con Draco a mi lado, sabía que podía enfrentar cualquier desafío que la vida nos presentara.