
Bienvenidos a la Isla
Érase una vez, tal vez hace un par de décadas atrás, no es que realmente me importe, claro, la Bestia decidió poner al fin un anillo en el dedo de Bella y celebraron una gigantesca boda a la que cada ser humano de bien fue invitado. Como una pareja buena y muy aburrida, en vez de tener una luna de miel normal con sus tacitas y candelabros encantados, decidieron unificar todos los reinos y fundaron lo que hoy todos conocen como Hogwarts, la tierra de los cuentos de hadas donde el amor acaba con el mal y siempre hay un final feliz. Absurdo, lo sé.
Por otro lado, persiguieron y encerraron en una isla a toda la gente realmente divertida e interesante. Azkaban, la tierra sin magia, sin escape y sin esperanzas. Un lugar aburrido, pero bastante cruel y manipulable con una escala social regida por cuan malo eres capaz de ser, es ahora el hogar para los villanos más temidos, hoy resumidos a cenizas, obligados a vivir en la sombra de sus tiempos de oro.
El Rey Bestia desterró a los villanos para siempre, lo que resultó ser un largo tiempo, mucho más extenso del tiempo en el que cualquier villano hizo algo significativo.
Para siempre, por la eternidad.
Nunca volverían a salir.
Ahora, con sus poderes despojados que los hacían capaces de robar como ningún otro, mentir con facilidad, amenzar con maldad, engañar como si fuese el pan de cada día, estafar, secuestrar, crear tormentas que tiren abajo poblaciones enteras, transformarse en aterradores monstruos, frustrar a los buenos y manipular la situación para voltear las cosas a su favor. Desde una emperatriz del mal hasta el lacayo más malvado de un rey ladrón, todos han sido resumidos a alimañas que buscan hasta lo mínimo para sobrevivir.
Nací en Azkaban, durante la noche más siniestra de todas, esta isla es lo único que conozco y ha sido así por unos largos dieciséis años. Vivo con las historias de sus tiempos de gloria, me resulta difícil imaginar que alguna vez fueron los más grandes, bañados en un poder inimaginable y que un día todos fueron derrotados y encerrados tras esta barrera, obligándolos a luchar por vivir, comiendo basura, robando y haciéndose la vida imposible entre todos.
No conozco la bondad, la isla no te permite conocerla.
Mi nombre es Regulus, hijo de Maléfica, la mujer más malvada que ha vivido en este mundo, aunque mi medio hermano Sirius suela decir que su propia madre es mucho peor, pero no le haré caso a mi hermano, está tan loco que le habla a su reflejo.
Mi historia, como la de muchos villanos hoy en día, empieza en la isla, pero gracias a un ingenuo príncipe, las cosas para mi, mi hermano y nuestros amigos están a punto de cambiar.
La vista desde el salón en lo alto del castillo de la Bella y la Bestia es, particularmente, una de las cosas favoritas de James en el mundo. La majestuosa habitación posee un enorme ventanal circular, cuya periferia apunta directamente al punto inhóspito al otro lado del fantástico y vasto mar. Hace aproximadamente unos veinte años, los padres de James por fin se casaron y auspiciaron una boda llena de calidez como su amor, fundaron y fueron elegidos reyes de Hogwarts, la maravillosa tierra donde habitan príncipes, princesas y otras criaturas de los cuentos de hadas.
Los villanos, aquellos malhechores que escaseaban de bondad en sus corazones, fueron desterrados a una isla al otro lado del mar, despojados de sus poderes y estatus, encerrados por una barrera mágica que les impide salir.
James suele mirar la isla con tristeza fuertemente sembrada en su corazón. Aunque hermosa para la vista, muy lejos de todos sus horrores, por supuesto, la isla era hogar de decenas de niños sin culpa de lo que sus padres hicieron en el pasado. Gente inocente, se repite James.
Además, un sueño lo persigue incesante, tiene un presentimiento sobre la isla. No va a detenerse hasta saciar la sensación.
Hoy es un día especial, mientras James contempla la isla rodeada por la inmensidad del mar, un sastre toma diligentemente las medidas para el traje que ocupará en su próxima coronación. Sus padres conversan cariñosos como siempre, James sabe bien que han pasado años y años y ellos jamás han dejado de amarse, ambos aferrados al corazón del otro. Admira la devoción conjunta, e internamente, espera poder conseguir un amor así alguna vez.
Será rey, en breve. Faltan dos meses para su cumpleaños y coronación, se espera que comience un poco antes a hacer decretos oficiales y tomar las riendas de Hogwarts para gobernar con seguridad y sabiduría en el futuro. Está nervioso, pero tal vez es la emoción de poder hacer un cambio por iniciativa propia en la sociedad.
El sastre está colocando una corona en su cabeza cuando su padre se ríe ligeramente.
"Parece ayer cuando te vi por primera vez en brazos de tu madre y me alegré mucho de no haberme casado con una tetera" Su madre golpea reprendedora el hombro de su marido, negando ante el chiste que ha reperido más de una vez. "Para mí todavía eres un niño, James".
"Un niño de casi diecisiete, querido." La mujer se acerca para acariciar la mejilla de su hijo con la ternura típica de una madre. " James, cariño. ¿Haz pensado cual será tu primer decreto?"
James frunce el ceño, acción que alerta un poco a su madre.
"De hecho, sí. Llevo mucho tiempo pensando en esto. Padre, madre, mi primer decreto oficial será brindar la oportunidad a los niños de la isla de poder vivir y estudiar en Hogwarts"
Bella deja escapar un sonoro jadeo, sus padres lo miran como si se hubiese vuelto absolutamente incapaz de razonar. El sastre, que empezó a percibir la tensión en la habitación, se despide con una reverencia y sale apresurado cerrando ruidosamente las puertas.
"¿Te volviste loco, James?" Regaña la Bestia una vez que están solos.
"Los abandonamos, padre. Son niños que nacieron sin otra culpa más que la de sus padres. ¡Somos los buenos, y no hacemos nada para ayudarlos!" Sus ojos oscilan entre su padre, con indignación, y la isla, cuya presencia lejana pero imponente es tan fuerte como siempre. "No pienso hacer que todos lleguen de inmediato, primero traeríamos a los que más necesitan nuestra ayuda. He de confesar que ya los he elegido, y no cambiaré de opinión."
Su madre suspira, resignada. El carácter caprichoso y terco de su hijo es algo que heredó de ella.
"Bien, James. ¿Quiénes son sus padres?"
"Son cuatro. La hija de Jafar, la hija de Cruella de Vil, el hijo de la Reina Malvada... " Su voz se atrapa en su garganta, incluso decir su nombre es difícil. "Y el hijo de Maléfica."
Marlene, Pandora, Sirius y Regulus, esos son sus nombres.
"¿Maléfica? ¡Estás demente, James!" Grita su padre. "Todos saben las atrocidades que cometió esa mujer, ¡Es la peor villana que habitó en la tierra!"
"Pero ellos no tienen la culpa, son inocentes." Protestó. "¿No crees que merecen conocer una vida normal? Por favor, padre."
La Bestia mira a Bella, la mujer tiene esa mirada dura en su rostro, tan constante como su faceta cariñosa. Hace mucho tiempo atrás estuvieron en la misma posición, él como el malvado al que le dieron una oportunidad, ella como una buena que vio más allá de su apariencia. El hombre suspira, acomodándose los lentes pera observar a su hijo. James tiene solo diecisiete años y habla con más decisión de la que hubiese esperado jamás.
"Espero entiendas que esto depende de ti, te haré caso y supondré que aunque sus padres son los villanos más abominables que han existido, sus hijos son inocentes."
James sonríe, iluminado por la victoria.
"No voy a decepcionarte."
Regulus despierta espantado por los gritos sonoros de Maléfica ordenando a sus secuaces moverse de una maldita vez y hacer su trabajo. Ella gobierna como hace todo lo que conoce, cruelmente, feroz, agresiva y con autoridad incuestionable. Esa es la razón por la que está en la cima de la cadena alimenticia en Azkaban.
Suspira mientras se quita las mantas de encima y contempla su habitación. Regulus está contento de reconocerla con familiaridad fría y oscura como el resto de Azkaban. Hogar, horrible hogar. Lleva soñando ya un tiempo con un extraño lago, y con lo que Regulus piensa, el hombre más apuesto que su mente puede encarnar. Si él fuese un adolescente normal, probablemente disfrutaría mucho de estos sueños, pero Regulus es un ser patético y emocionalmente estreñido con una vena malvada envenenando su sangre y lo único que quiere es correr cada vez que despierta en el lago.
Se levanta y lava los dientes agresivamente, camina por su habitación buscando ropa y tropieza un par de veces con chucherías inútiles que Sirius suele dejar por ahí con el afán de molestarlo o con algunas baratijas que robó con su banda de inadaptados y todavía no tiene el tiempo de organizar.
Termina poniéndose una camiseta pegaba y unos pantalones rasgados negros con su chaqueta favorita forrada en pintura verde. No se mira al espejo más que para peinar su cabello con las manos y sale de su habitación con su bolso lleno de pintura cruzado en su espalda mientras se coloca sus anillos.
Se desliza por el castillo en ruinas, pasando junto a la habitación de un durmiente Sirius, escucha al otro lado del lugar a los aldeanos rogar a Maléfica clemencia y favores, su madre sigue gritando y lanzando órdenes que hacen temblar todo el edificio con su voz fuerte y temperamental.
Las calles de la isla eran estrechas y humedas, hechas de piedra babosa por el mar y sucia por los suburbios de lata y cartón donde vivía la mayoría de la gente.
Él, como hijo de Maléfica, una de las villanas más respetadas en la isla, infunde miedo con solo parpadear en una dirección, la gente suele decirle que es tan encantadoramente aterrador como su madre.
Generalmente lo dicen mientras suplican, o lloran, o huyen de él, aunque Regulus no esté haciendo particularmente algo para intimidarlos. Adora asustar a la gente, siente que el terror que infunde lo acerca cada vez más a su madre.
Sabe que la cocina está vacía de comida porque las despensas están hasta el tope de ingredientes para pociones de su madre y la Reina Malvada, con una procedencia dudosamente legal con el propósito de poder crear un brebaje como en los tiempos de antaño, así que camina despreocupado hasta el bar en la esquina de la calle.
Cuando entra, no se sorprende de que su amiga Pandora, quien parece despertar antes que el sol, ya esté ahí, reluciente en sus botas rojas hasta las rodillas y su largo abrigo de piel blanco y negro. Ambos se sientan a comer en la barra y cuando el dueño se da vuelta para atender a alguien más, se marchan sin pagar, escuchando a lo lejos como el hombre los maldice.
Pandora lo acompaña hasta que se topan con Marlene, parte del grupo y mejor amiga de Sirius. Ella, al igual que Pandora, vive en el castillo junto con su padre, aunque Marlene madruga para poder saquear con mayor facilidad y entregar mercancía fresca para revender.
Los tres marchan a la pequeña choza que denominan guarida, lugar donde Sirius parece haber vuelto al mundo de los vivos y se encuentra cosiendo el trozo de una especie de falda-pantalón roja chillón que Regulus encuentra desagradable.
Charlan, en momentos Marlene y Pandora entran y salen mientras Sirius cose y cose, tomándose descansos para acicalarse frente al espejo y acomodarse la corona o molestar a su hermano.
Entonces, ¿Inocente? Probablemente de lo único que Regulus podría declararse inocente es de comerse el rollo de canela que el propio Sirius le arrebató cruelmente a un niño esa misma mañana. Claro, solamente puede hacerlo porque Marlene lo encontró primero y se lo comió victoriosa mientras escapaba con Pandora de la escena del crimen. Bien Regulus pudo haber hecho lo mismo, los dulces son algo inusual en Azkaban, así que es culpable de conspirar.
Sirius estuvo especialmente insoportable después de eso. Regulus se dispuso a ignorarlo activamente, enfrascado en sus dibujos que plasmaba en su cuaderno.
Actualmente está tratando de replicar su más reciente obra en las puertas del Bazar de Knockturn, con Sirius como su perro guardián sentado a su lado. La relación con su hermano siempre ha sido así, Sirius es el mayor, está en él proteger a Regulus incluso si su vida corre el riesgo de acabar, es su medio hermano, ambos hijos de un padre mujeriego que tuvo unas aventuras simultáneas con las mujeres más atroces que pueden existir.
Regulus lo aprecia, en silencio y muy para sus adentros, con una devoción que solo podría sentir con su hermano, con pequeños gestos insignificantes como afilar sus navajas o limpiar sus espejos. Son hermanos, prometieron estar juntos hasta el final.
Sirius solo ha conocido la bondad en Regulus, como Regulus solo ha conocido la bondad en Sirius.
Regulus sabe que Sirius lo adora con una locura cultivada pacientemente por años, aunque tenga formas un poco tenebrosas de demostrarlo. Hoy esa adoración está agarrada con raíces fuertes a todas sus venas, ambos necesitan del otro para funcionar, es la única manera de vivir que conocen. Es por eso que haría cualquier cosa por Sirius, tanto como Sirius lo haría por él. La manera en la que fueron criados abrió una puerta a un camino sin límites a la cantidad de cosas que estarían dispuestos a sacrificar.
Por eso es que lo aguanta, en un mundo donde solo ha habido crueldad para ellos, ambos son el faro dr luz del otro. Un guía, una esperanza donde no se permite tenerla.
Son malos, pero ellos van más allá de eso.
Regulus mira a Sirius como no mira a nadie más, tiene un aura difícil de comparar. Un estilo fuertemente definido, con sus botas y pantalones de cuero pegados, chaquetas oscuras, joyas en todos lados, el pelo negro bien cuidado, abundante y largo, penetrantes ojos azules y su semblante orgulloso, con la cabeza alta sosteniendo petulante su corona. Rudo y sinvergüenza, pero anormalmente inteligente y educado cuando lo necesita. Él siempre lo ha dicho, es un príncipe atrapado en esta pobre excusa de isla.
Él mismo no está mejor. Hijo del terror más grande conocido por el hombre, tiene unos zapatos enormes que llenar. Para alguien con las expectativas tan altas, es un alivio tener un lugar de conformidad cuando sientes que todo el mundo podría devorarte.
Sirius se levanta con gracia, asomándose por las puertas del Bazar de Knockturn para observar a Marlene caminando engreída por los diferentes puestos mientras sus manos se deslizan astutamente por donde los dueños no están mirando, un poco más allá, Pandora se agita escandalosamente para distraer a los comerciantes. Regulus toma esto como su señal de salida y se escabulle dentro del bazar para sacar a Marlene, Sirius entra a su lado, tomando una manzana de un puesto y mordiendola descaradamente para después tirarla al suelo.
Regulus no sabe porque su hermano adora tanto el alboroto, pero es quizás que donde Regulus encuentra paz, Sirius busca caos.
Al final, todo es un desastre, los comerciantes notan que faltan cosas en todos sus puestos y el robo se hace evidente, así que los cuatro agarran lo que pueden y corren dejando atrás el Bazar de Knockturn vandalizado y grafiteado.
Larga vida al mal, dice esta vez el mural. Regulus se pregunta cuanto tardarán en taparlo.
Dejan de correr después de una cuadra o dos, empujando y haciendo tropezar a la gente para abrirse paso, Marlene frota religiosamente una lámpara que sacó de su chaqueta sin obtener resultados, mientras que Pandora se prueba un par de guantes de piel que logró sacar entre todo el escándalo.
De repente, tres personas jalan a Sirius, Marlene y Pandora por detrás y Regulus se da vuelta, encarando sorpresivamente a Maléfica y sus lacayos.
"Regulus."
"Madre, qué sorpresa."
Maléfica es una mujer intimidante, alta, con facciones agudas y angulosas, tiene dos cuernos negros y unos ojos saciados hasta el borde de un venenoso verde radioactivo. Regulus sabe que es igual a ella, flacucho por genética, pero intimidante y lleno en los lugares correctos, ojos rasgados con las pupilas muertas y los iris brillantes, cabello negro como el ébano con una frondosidad exacta para disimular los pequeños cuernos, cortado hasta la rectitud de su mandíbula y ligeramente más largo y descontrolado por atrás.
Físicamente son semejantes, psicologicamente son idénticos.
"Tenía la premonición de que iba a encontrarte aquí. " Maléfica avanza como serpiente hasta que envuelve sus brazos sobre los hombros de su hijo y susurra en su oído. "Tengo una sorpresa para ti, es hora de que aprendas lo que realmente importa, hijo. Ser como tu madre, malo, malvado. "
Los ojos de Regulus saltan y mira a su madre.
"Ah, idealmente se presentó la oportunidad de hacerlos valer. Hogwarts." Dice lo suficientemente alto para que los otros tres la oigan. "Hoy llegaron unas inesperadas cartas invitándolos a ustedes cuatro a Hogwarts. Irán, no hay discusición."
"¿Qué? No, no quiero ir a un colegio con príncipes arrogantes y princesas primorosas."
"Sirius es mucho peor que una princesa primorosa." Comenta Marlene, divertida por el resoplido de Sirius. "¡Pero yo no iré a ningún lugar donde deba ponerme uniforme! Vivo en cuero, moriré en cuero."
Pandora, por otro lado, está muy feliz con la experiencia. Seguramente aliviada de dejar de ser la recadera de Cruella.
"¿Por qué tendríamos que ir? La Bestia esa jamás se preocupó por los villanos en Azkaban."
El verde se ilumina en las pupilas de Maléfica, la temperatura parece bajar conforme la mujer se acerca y empuja a los cuatro para que la sigan.
"Es un decreto, así que no hay discusión. Vendrán a buscarlos mañana temprano. Recogan lo que sea necesario."
Maléfica de marchó con sus lacayos pisándole los talones, Marlene refunfuña cuando la mujer está lo suficientemente lejos y no puede escucharla. Al cabo de una media hora después, Sirius ha extorsionado con éxito a Pandora y a Marlene para que lo ayuden a mover y empacar su material de costura. Regulus suspira tan melancólico como puede.
Sabe que no está en su habitación porque antes de abrir los ojos puede escuchar el fluir del agua. Claramente, no es el goteo irritante de las cañerías insalubres de Azkaban. Está masticando algo, lo cual es, probablemente, el manjar más delicioso que probó y lo saborea tan exageradamente que abandona todo su recato y postura estirada e inalcanzable que suele tener.
Entonces se da cuenta, no puede ver porque alguien cubre sus ojos y está comiendo de la mano de alguien. Su cuerpo se tensa inmediatamente cuando siente que está apoyando su espalda contra el pecho de otra persona.
La mano en sus ojos se desliza lentamente y divisa con claridad el lago cristalino y hermoso a su alrededor. Está sentado en la orilla sobre una manta que cubría la piedra de un templo antiguo, es un lugar precioso con una vista mágica, un bosque de un verde intenso que abraza el contorno del lago, el agua corriendo pacíficamente cerca de él. Regulus por primera vez siente que ve la paz en algo fuera de las noches en las que Sirius de fugaba y se abrazaban debajo de las sábanas.
Esto debe ser un sueño. — Piensa Regulus para si mismo. — No puede ser real.
La persona tras él vibra con una risa encantadora y apoya su rostro en el hombro de Regulus. Se estremece, claro que es un sueño. Nadie en su sano juicio se acercaría tan desconfiadamente a él, tiene una reputación que lo precede. Empieza a recordar fragmentos y las cosas terminan aclarándose.
Este es el sueño más recurrente que ha tenido, uno que lo mantiene pensando siempre que despierta.
"¿Quién eres?" Pregunta. "¿Dónde estoy?"
" Tú sabes quién soy. Ya llevas algún tiempo en Hogwarts. "
Dios, su voz es tan perfecta. Incluso cuando siempre dice lo mismo.
Entonces se da la vuelta y encara al chico. Aspecto de príncipe, piel besada por el sol, ojos brillantes y dulces como la miel enjaulados por lentes dorados y cabello desordenado y oscuro. Tan dolorosamente atractivo que Regulus no sabe si quiere comérselo o clavarle un puñal para no tener que verlo jamás, tiene un lucir tan arrogante que quiere golpearlo, y besarlo, y mantenerlo dócil a sus pies.
Regulus no es el tipo de persona que sueña con príncipes guapos y sexys que lo alimentan en la boca y le susurran dulcemente al oído, que probablemente tengan un enorme castillo en Hogwarts. Eso suena como algo que Sirius soñaría, de hecho. Él, por otro lado, nunca le ha dado una segunda mirada a este tipo de pensamientos, pero este sueño hace que Regulus entre en pánico y piense en retorcerse como una lombriz y ocultarse bajo la tierra.
Soñar con príncipes atractivos, ja. Maléfica lo sepultaría si se entera, diría que Regulus no tiene tiempo para enamorarse. Y tiene razón, Regulus no tiene espacio para sentir amor. No está hecho para amar, no puede hacerlo.
Ahora esta atrapado, literalmente, en los brazos de este ardiente príncipe y está colapsando en todos los sentidos posibles.
"Es imposible que te conozca, puedo contar a la gente que dejaría que me toque con una sola mano, y tú no estás ahí."
"Ah, pero yo te amo. Y tú me amas a mí."
"Te equivocas. Yo soy incapaz de amar."
La angustia en las facciones del otro es evidente, pero su imagen se desvanece cuando Regulus se despierta por culpa de un ruido sórdido y se sienta en su cama de golpe con el corazón en la garganta. Está de vuelta en su lúgubre habitación, la ventana abierta dejando entrar el viento y es lo que probablemente despertó a Regulus, se levanta con la garganta seca, sus pies descalzos se arrastran por el suelo frío y húmedo característico de Azkaban, bajando silenciosamente las escaleras para no despertar la ira de su madre.
El primer piso lo recibe con la débil luz de una vela y ahí encuentra a Sirius. Su hermano está sentado en el suelo mirando su reflejo en espejo de la Reina Malvada. Hace muchos años atrás, fue un artefacto oscuro muy temido, capaz de mostrar las añoranzas profundas de corazón y de brindar respuesta a las dudas más complejas. Hoy solo es un espejo roto que Sirius contempla religiosamente.
Solía hacerlo mucho cuando eran más pequeños, a veces Regulus lo encontraba mirándose en los espejos, divagando para si mismo más que para alguien cerca. Lo hacía cuando Maléfica se llevaba a Regulus y Sirius se quedaba solo en el castillo, recuerda ver a la Reina Malvada tomar su hermano por los hombros y pasar horas acicalando su cabello, desenredando sus puntas y ordenando las raíces, subrayando la importancia de la belleza y como la gente iba a juzgarlo respecto a como se presentaba a los demás.
Un día, Sirius volvió con esa majestuosa corona plateada con joyería azul y se sentó a mirarse hasta que las lágrimas salieron como un río caudaloso, susurrando que era hermoso, el más hermoso.
Ahora es una costumbre. Regulus lo asume como la soledad de su infancia y su desconexión con su propia presencia. Necesita verse para saber que no está solo, y necesita verse para saber que está ahí. Ambos tuvieron formas distintas de lidiar con su niñez, mientras Regulus se encerró y no confió en nadie, Sirius depositó toda su fe en si mismo.
"Siri." Llama Regulus, Sirius se despierta de su trance y mira a su hermano.
"¿Pasa algo, Reggie?"
"Un mal sueño." Regulus se sienta a la par de Sirius y apoya su peso en el costado, justo en el hombro de su hermano. "¿Y tú?"
"También."
Ambos se quedan acurrucados el uno contra el otro, esperando encontrar consuelo en la compañía y el calor ajeno, como siempre lo han hecho.
En algún momento se devuelven a sus habitaciones para seguir durmiendo y Regulus se despierta con el espantoso ruido de alguien arrojando cosas al azar y moviéndose por su habitación.
Es Sirius, como siempre parece ser, registrando a fondo todo el lugar en busca de sus cachivaches que abandona con frecuencia por donde solo Dios sabe, que casualmente, suele ser en la habitación de Regulus, quien gruñe y procede a envolverse con las mantas hasta la cabeza.
"Vete a la mierda, Sirius. Deja de hacer tanto ruido y largate."
"¡Arriba Reggie! Hoy nos vamos a Hogwarts."
Una almohada vieja se disparó peligrosamente cerca de Sirius.
"Qué violento eres."
"¡Vete ya!"
Sirius obviamente ignora a su cojijoso hermano y sigue metiendo ruido hasta que Regulus se obliga a levantarse y empezar el día con el pie izquierdo. La mañana se basa en recolectar todo lo necesario e indispensable en una mochila y tirar por la ventana la comida mohosa que encontró debajo de la cama.
La hora de partir se acerca tenebrosamente tenebrosamente y Maléfica grita para que Regulus baje y se reuna con el resto. Su madre camina a su encuentro, deslizándose por el piso de madera chillona y descuidada con una elegancia que solo ella conoce.
"Lo importante, hijo mío, es ser malo". Agarró a Regulus por su mejilla y golpeó juguetona la zona tres veces. "A tu edad aterrorizaba reinos enteros con el susurro de un solo hechizo. ¡Éramos grandes, imbatibles, lo peor de lo peor! Esa Bestia pagará por lo que ha hecho".
Maléfica recorrió la habitación bajo la mirada de los otros tres villanos y sus hijos, llegando a una esquina donde descansaba su cetro.
"Existe una varita, la más poderosa de todas. Con ella nos encerraron en esta barrera, y con ella la destruirán." Rió, tomando el cetro entre sus manos y alzándolo. "¡Con la varita del hada madrina y mi cetro, gobernaré Hogwarts y cobraremos venganza!"
"Gobernaremos." Corrigió la Reina Malvada.
"Sí, sí. Lo que tú digas, querida."
Maléfica volvió a dejar el cetro en su lugar y se acercó al refrigerador donde guardaba sus ingredientes para pociones. Regulus rara vez se acercaba, teniéndole un enorme asco el pellejo de rata muerta que su madre guardaba ahí.
"Regulus, ven aquí. " Ordenó sacando un libro de entre los frascos de conservación animales y líquidos de procedencia dudosa, dándoselo a Regulus en las manos. "Este, hijo, es mi libro de hechizos. Aquí no es más que un acumulador de polvo, pero en Hogwarts, donde hay tanta magia que se te escapará de las manos. Oh, te divertirás tanto."
"Mi pequeña Pandora no puede irse, la extrañaré tanto."
¿En serio, mamá?
"Claro, ¿Quién, sino mi amada hija, cargaría con mis abrigos y me traería el té? No puedo confiarle mi ropa a sirvientas mundanas."
"Pensándolo bien, deseo mucho irme, adiós."
Y Pandora agarró sus cosas y salió disparada a la limusina que esperaba afuera.
"Marlene tampoco puede irse, alguien debe robar para mi tienda." Dijo Jafar, sacudiendo a Marlene por el hombro.
"No te preocupes, pa. Robaré tanto en Hogwarts que jamás volveremos a pasar hambre".
"Y claramente, mi más precioso hijo conquistará a un príncipe apuesto".
"Y con un gran, gran castillo, lleno de espejos y lindas joyas." Sirius suspendido.
"Con un ala solo para la suegra."
Maléfica niega, algo avergonzada del conformismo de la Reina Malvada. Regulus ve a Marlene y Sirius marchar por donde Pandora salió hace unos instantes, él se dispone a tomar sus cosas y seguirlos, pero es la mano de su madre quien le pone freno y lo obliga a mirarla a sus ojos completamente verdes y siniestros.
"La varita, Regulus. No me decepciones."
"No lo haré, mamá."
Su voz no vacila, esperando cumplir con cada gota de sangre en su cuerpo la tarea que su madre le asignó. Es primera vez que ella deposita tanta confianza en él, cuando Regulus dice no desea decepcionarla, lo dice en serio.
"Más te vale."
Y con eso, Regulus se marcha con los nervios abrazando su piel y se mete en la limusina, la puerta se cierra tras de él y automáticamente se pone en marcha a través de las estrechas calles de Azkaban.
Hogwarts, camino a Hogwarts. Son los primeros en salir de Azkaban desde que las barreras se levantaron.
Los príncipes y princesas deberán prepararse, porque esta historia apenas comienza.
Y los villanos están a nada de ponerse manos a la obra.