
¿Les dirás la verdad?
—¿Les dirás la verdad? —preguntó Theodore Nott a su espalda.
—Creo que a mal tiempo, darle prisa… —respondió Draco Malfoy haciéndose el nudo de su corbata—. Es momento de que lo sepan y prefiero que se enteren por mí que por la prensa o…
—Una Pansy despechada.
—Bien sabes que no lo supera,Theo, no es mi culpa. Han pasado muchos años y ella insiste…
—Eres inolvidable, hermano —bromeó su amigo golpeándole suavemente el hombro en un afán de bajar la tensión.
—Si por inolvidable te refieres a que nunca le di ni un beso en aquel año en que se suponía que éramos novios, lo acepto. —Draco hizo una mueca—. Nunca dejé de verla como la niña amable que nos invitaba a sus fiestas de cumpleaños donde nos daban los mejores pasteles de calabaza y canela que he probado.
El silencio se hizo nuevamente en la habitación.
—¿A qué hora se van? —volvió a hablar Theo.
—El traslador se activa a las cinco.
Draco le dio un vistazo a su reloj de pulsera. Faltaba una hora para ese momento, el momento en que empezaría una nueva vida con el amor de su vida, la bruja que le había robado su corazón poco a poco los últimos dos años.
Habían coincidido en el departamento de Ley Mágica recién saliendo de Hogwarts cuando terminaron el octavo año. Ahí, trabajaron en conjunto reformando varias leyes, coincidieron en las actividades sociales que organizaba el ministerio, y después fue fácil encontrarse en algún pub para tomar una copa o ir al cine. Sí, esas actividades muggles que los novios solían hacer…
Pasaba las horas con ella, sintiéndola apretada contra su pecho mientras leía algún libro, viendo algo en la televisión o compartiendo una mirada, una caricia, viviendo plenamente su amor.
Nunca se los había dicho a Lucius y Narcissa, así que ellos aún mantenían la esperanza de que «sentara cabeza» y se casara con una chica sangre pura. A estas alturas de la vida, no importaba cuál: Pansy, Astoria, incluso las gemelas Patil habían sido mencionadas, desesperados por la apatía del joven ante el tema del matrimonio. Pero había llegado el momento de sincerarse y mandar a volar todas aquellas quimeras de los Malfoy mayores por los aires. El Ministerio Mágico de Rusia les había ofrecido a Draco y Hermione una pasantía de un año con posibilidad de extenderse a algo permanente. No habían dudado en aceptar, viendo la oportunidad de empezar de nuevo lejos del país y de las personas que constantemente les recordarían que ellos nunca debieron enamorarse.
Por eso, como el cobarde que siempre había sido, les confesaría a sus padres que amaba a Hermione, que se casaría y tendría hijos con ella y también, que se mudarían de país. Todo en un solo golpe, a minutos de su partida.
—Nos veremos el fin de semana, ¿cierto? —preguntó Draco luego de darse una última ojeada en el espejo—. Sabes que vamos a extrañarlos mucho.
—Daphne y yo estaremos ahí, tenlo por seguro. Y quién quita si también nos mudamos por allá, cerca de ustedes.
—Eso… sería increíble, Theo —murmuró emocionado. Era su mejor amigo, su hermano por elección, y Daphne, lo mismo. Ahora mucho más que habían adoptado a Hermione como una más de su pequeño grupo.
—Siempre juntos, ¿no? En las buenas y en las malas —afirmó Theo con la misma emoción.
Draco resopló, volvió a mirar rápidamente su reloj y elevando un baúl de que tenía un hechizo de extensión indetectable y en donde había colocado todo lo que le importaba de su habitación, dio una rápida mirada a ese lugar donde había crecido. Tenía nostalgia, pero sabía que era lo mejor. Un hogar con Hermione importaba más que sus recuerdos de infancia.
Sonrió a Theo, quien había reducido de tamaño el baúl a casi diminuto y se lo entregaba en la mano, para luego abrazarlo inesperadamente con fuerza.
—¡Suerte!
—Gracias, la necesito —apenas sonrió para después salir de la habitación. No tenía tiempo qué perder.