Dijimos que lo haríamos juntos
—Dijimos que lo haríamos juntos, y eso significa aceptar cada parte de nuestras vidas. Sabes bien que Crookshanks es parte de mi familia. Si quieres que me mude a tu apartamento, él vendrá conmigo.
Hermione acariciaba a Crookshanks con ternura y Draco solamente quería fulminar con la mirada al horroroso remedo de gato mitad Kneazle que lo observaba desafiante, como si dijera «yo gané», algo que lo frustraba aún más.
No es que Draco Malfoy fuera tan infantil como para competir por el amor de Hermione con esa abominable mascota. No. Para nada. Sólo era que el felino aparecía como por arte de magia cada vez que intentaba tener un momento íntimo con su novia. Empezaba a amasar los muslos de Hermione mientras ronroneaba, exigiendo su dosis de cariño y Draco quedaba relegado a un segundo lugar.
Sí. Draco odiaba al gato en la misma proporción que amaba a su dueña.
—Tendremos que poner límites —dijo luego de suspirar, resignado. Se había cruzado de brazos y seguía viendo al felino con odio—. Tiene prohibido acercarse a nuestro dormit…
El malcriado gato había alzado una de sus patitas y la había colocado sobre la boca de Draco para callarlo, acto que le causó aún más repugnancia.
Hermione reía sin poder controlarse, divertida con el juego de poder de esos dos.
—¿Qué dices, Crookshanks? ¿Estás de acuerdo con la petición del horrible hombre malvado? —le preguntó Hermione con tono aniñado—. Dile que estás de acuerdo siempre que te traiga diariamente una galleta gigante de crema de bacalao en forma de ratón.
—Sólo eso me faltaba —resopló Draco—. Tener que sobornar a la bola de pelos…
Crookshanks emitió un maullido que parecía decir que estaba de acuerdo.
—Un solo pelo que me encuentre en mi cama, y ¡adiós galletas! —sentenció Draco apuntándolo con un dedo.
El condenado gato lo vio con ojos amarillos llenos de misterio y travesura.
Hermione estaba segura de que no sería la última vez que los vería pelear como dos niños.