Susurros al amanecer
Despertar y verla en sus brazos... A veces parecía otro de sus sueños.
¿Cómo era posible que ella lo amara después de tanto odio? No lo sabía, pero tampoco importaba. Él también la amaba, con locura. La amaba por amarlo, por ver más allá del adolescente malcriado o del mortífago. Ella lo había desarmado con su mirada limpia y clara, y él había caído rendido a sus pies.
La amaba incluso con sus inseguridades, su perfeccionismo y sus obsesiones. Admiraba su inteligencia, no como los demás, sino porque con ella enfrentaba sus miedos y disfrazaba su vulnerabilidad.
Acercó la nariz a su piel. Su aroma, su cabello, ella... Era embriagador.
Hermione abrió esos ojos que adoraba y sonrió. Él la atrajo más hacia su cuerpo y besó la punta de su nariz. Ella emitió un ruidito de satisfacción. Su calor lo invitó a quedarse así... Sintiéndola, escuchando su respiración pausada.
—Te amo, Draco —susurró ella.
—Te amo, Hermione —respondió él antes de hundirse nuevamente en la inconsciencia.