Cena navideña
La época de Navidad era algo complicada para los Malfoy. La cena navideña donde se reunían amigos y familiares era difícil de organizar, y aún más el preparar todos los platillos y que todo quedara perfecto para los invitados. Al menos, así lo sentía la perfeccionista Hermione Malfoy.
Ella era quien había empezado esa tradición desde que había empezado su relación con Draco, esto como la única forma que había encontrado para no dividirse entre sus amigos y padres en esas fechas. Por supuesto, la primera de todas las cenas, cinco años atrás, había sido un completo desastre. Ron solo se quedó cinco minutos, de los cuales pasó cuatro insultando a Draco, a quien jamás se imaginó encontrar en el apartamento de su exnovia. Harry y Ginny se quedaron por respeto a su mejor amiga y los Granger, pero apenas dijeron unas pocas palabras. Neville si acaso abrió la boca para decir algo o comer, y Luna había intentado mantener la armonía. Narcissa y Lucius se habían negado a participar.
El siguiente año, Ron ni siquiera asistió. El tercer año llegó con su novia Romilda; Harry y Ginny llegaron con su bebé James, y así fueron aumentando el número de personas. La amistad aún no era super cordial, pero ya Draco había sido aceptado en el círculo de amigos.
Ese año sería la segunda vez que Hermione y Draco recibirían a sus amigos como una pareja casada en su mansión en un exclusivo barrio en Kensington, Londres. También sería el primer año en que los padres de Draco los acompañarían, y por eso, Hermione se encontraba esa tarde supervisando cada detalle: la sopa de calabaza especiada, pierna de cordero con glaseado de miel, puré de papa y coles de Bruselas a la mantequilla. Ginny llevaría el postre, su ya famosa tarta de manzana y caramelo. Draco había comprado los mejores vinos y se había encargado de la decoración.
Draco la sorprendió, dándole un abrazo por la espalda mientras ella revisaba por décima vez la mesa.
—¿Necesitas ayuda con algo más?
—Con que hoy no provoques a Ron por lo de su fracaso con Romilda, me contento —le dijo con mirada amenazante.
—No es mi culpa que me dé material suficiente para molestarlo —sonrió con maldad—. Estoy ansioso por nuestra cita… —susurró después de besar uno de los hombros de su esposa.
—También yo… —respondió con complicidad.
—Es mi parte favorita del día de Navidad…
Horas después, en una escena íntima y acogedora, la pareja estaba sentada junto a la chimenea, cerca del árbol de Navidad iluminado. Habían reemplazado sus elegantes túnicas por cómodas pijamas con patrones invernales y compartían una taza de chocolate con vainilla y crema batida. El sonido del crepitar de la leña, porque Hermione lo prefería al estilo muggle, y «O Holy Night» sonando suavemente de fondo, ambientaban la habitación. Amaban esos momentos siendo sólo ellos, juntando sus frentes, besándose ocasionalmente, disfrutando de su amor.
Mientras el calor del fuego los envolvía y el mundo afuera parecía congelarse con la nevada en la quietud de esa noche navideña, sabían que nada importaba más que ese presente compartido, juntos, en paz.