
¿Qué debería hacer?
—¿Qué debería hacer? —le preguntó Hermione a Draco mientras recogía su cabello en un moño alto, su tono lleno de frustración. Había sido un día difícil en el trabajo y no sabía qué hacer con respecto a un complicado caso. Estaba deseosa de darse un baño caliente para relajarse, pero seguía comentando con su esposo lo que había descubierto—. Estoy casi segura que modificaron los recuerdos. Lo que vimos en el Pensadero no fue lo que realmente ocurrió. Harry piensa que está involucrado algo muy oscuro si están tan interesados en mostrarnos una evidencia falsa…
Hermione continuó hablando, pero el inusual mutismo de Draco la extrañó. Al volverse hacia él, notó su mirada oscura, perdido en sus propios pensamientos —lujuriosos, por lo que notó—, mientras la observaba atentamente.
Hermione, sin ninguna intención más que ponerse cómoda, se había abierto su túnica, dejando a la vista la provocativa lencería que Draco le había comprado recientemente. Al ver la reacción de su esposo ante el inocente hecho, sonrió con picardía, ahora perdida también en la mirada que prácticamente la estaba devorando.
—¿Te gusta lo que ves? —inquirió con tono provocativo. Draco, sin apartar la mirada, ladeó una sonrisa.
—Sí… —apenas logró murmurar, el deseo reflejado en su voz, gestos y mirada—. Ven acá…
Hermione empezó a caminar muy lentamente hacia el sofá donde Draco se encontraba, notando cómo iba creciendo la excitación en él. Ella se sentó a horcajadas sobre él, le quitó los lentes que usaba y lo abrazó por el cuello. Draco emitió un quedo jadeo cuando sus cuerpos se encontraron en una danza más antigua que el tiempo.
—Algo me dice que no prestaste atención a lo que te estaba contando —susurró Hermione acariciando la piel de su rostro con la nariz.
—Estaba… distraído… —le dijo acariciando sus piernas y caderas, sonriendo con complicidad—. No es mi culpa…
Draco subió una mano hasta su espalda para acercar sus labios y besarla, pero Hermione se adelantó y empezó a besar su cuello, haciendo una larga caricia con sus labios hasta la mandíbula con barba incipiente. Él volvió a gemir de placer, inclinando la cabeza hacia el lado contrario para despejar aún más esa zona. Hermione estaba perdida entre el aroma de él, una mezcla de su colonia y algo más que realmente la embriagaba, y besarlo o propinarle suaves mordiscos en esa zona sensible. Él respondía con más gemidos, mientras él seguía recorriendo su cuerpo muy despacio con sus manos; una manera de comunicarse más allá del deseo. Hermione sentía el palpitar de Draco en su entrepierna, algo que también iba aumentando su propia excitación.
Llevaban veinticuatro años juntos, su hijo estaba cursando el séptimo curso en Hogwarts, pero la pasión que ambos sentían al estar juntos, lejos de desaparecer, había ido tomando diferentes matices, madurando con su relación. Aquella decisión de hacer frente al mundo sin importar nada ni nadie los había fortalecido como pareja, y aunque habían pasado altos y bajos, el compromiso de amarse para toda la vida seguía siendo el estandarte de su vida.
Hermione dejó su cuello para encontrar el lóbulo de la oreja y prensarlo suavemente con sus dientes, para luego iniciar un recorrido lento hasta sus labios con cortos besos. Draco la atrapó con pasión y la besó como si de eso dependiera su vida. Después de saciarse de su boca, empezó a recorrer el cuello hasta el escote, donde aspiró el aroma de su perfume mezclado con su olor natural, algo que lo volvía completamente loco.
Draco deslizó sus dedos hasta el moño que ella se había hecho, el cabello cayó en suaves ondas por la espalda y tiró de él con delicadeza para exponer mejor su cuello, un lugar donde ella era también muy sensible. Era su turno hacerla gemir, aunque ella lo hacía más quedamente. Terminó de quitarle la túnica y recorrió, con la yema de dos de sus dedos de la mano derecha, el encaje de la ropa interior, provocando miles de sensaciones de placer directo al centro de su intimidad.
—¿Te he dicho cuánto me gusta esta parte tuya? —le preguntó para luego dejar un beso en el nacimiento de sus senos—. Y también esta —continuó, acariciando alrededor de sus pezones, sobre la tela del sostén, los cuáles respondieron de inmediato al sutil toque.
—No… —negó con la cabeza—. Nunca me has dicho eso —mintió, fingiendo inocencia para luego esbozar una sonrisa traviesa.
Draco sonrió a su vez, y abrazándola con fuerza por la cintura, se impulsó y levantó; ella cruzó sus tobillos en la espalda del mago. Él empezó a caminar hasta su cama, donde la acostó sobre la espalda. Hermione, en un movimiento rápido, se impulsó para quedar nuevamente sentada sobre él.
—Creo que hay demasiada ropa en medio —le dijo mientras empezaba a besar nuevamente su cuello, desabotonando con agilidad los botones de la camisa.
—Me preguntaba por qué aún no me la habías quitado…
—Nunca he hecho esto, no sé qué tengo qué hacer —le dijo con fingida ingenuidad. Había llegado a su pecho y tal como había hecho en su cuello en el sofá, alternaba besos con suaves mordiscos, camino a su zona inguinal.
—Mi bruja inexperta… —apenas pudo decir cuando rodeó su ombligo con la lengua para después seguir bajando. La piel de Draco se había erizado.
—¿Tienes frío? —Él asintió con un pequeño sonido—. Pobre bebé… —dijo subiendo rápidamente a sus labios, situación que él aprovechó para atraparla con pasión por la espalda, empezando a jugar con sus lenguas, como si fuera una pausada danza.
La humedad que Hermione sentía en sí misma la hacía consciente de su propio deseo, completamente ansiosa por sentirse más cerca de él, aunque aún quedaba algo por compartir. Intuyendo sus intenciones de que él iba a acariciarla y notarlo, Hermione tomó las manos de él, las colocó sobre la rubia cabeza y le sonrió en complicidad. Él tembló por la anticipación.
Haciendo un nuevo camino de besos, fue bajando poco a poco hasta la ingle, donde lamió con lujuria, siendo testigo, demasiado cerca, de lo que ella provocaba en Draco.
Hermione lo recibió en su boca con una mezcla de ansia y delicadeza, motivada aún más por los gemidos de placer que escapaban de él mientras ella prácticamente lo devoraba, inmovilizando las caderas del hombre para poder tener el control absoluto de lo que hacía. Lamiendo, succionando, besando, mordiendo con suavidad hasta que Draco no aguantó más, y, deteniéndola con presteza, la giró y acostó sobre la espalda para quitarle la lencería con un movimiento rápido de su mano.
—Quiero terminar dentro tuyo —murmuró a su oído, provocando un escalofrío en toda su columna—, pero primero… Es mi turno de saborear mi banquete.
Hermione no tenía palabras para describir lo que Draco hacía con su lengua en todo su cuerpo, como el experto que era en estimular cada una de sus zonas erógenas: cuello, pezones, cintura, cara interna de los muslos, clítoris… Era como si él tocara una melodía que le hacía vibrar cada fibra de su ser. Ella se retorció de placer hasta que llegó al clímax, hecho que Draco aprovechó para penetrarla con suavidad, sabiendo que estaría sensible, quedándose unos instantes acostumbrándose a la sensación de estar dentro de ella, sintiendo el palpitar de su orgasmo presionando su miembro. No había nada que lo excitara más que eso y escuchar los quedos gemidos de su esposa.
—Te amo —le susurró viéndola a los ojos, su mirada reflejando lo enamorado que estaba de ella a pesar del paso del tiempo. Ella no se quedaba atrás. Estaba consciente que Draco era un hombre atractivo aún a sus cuarenta y cuatro años, con algunas líneas en la piel de su rostro, pero era en esos momentos juntos que le parecía casi irreal tenerlo en sus brazos, unidos no solo físicamente, sino en alma y esencia.
—Te amo —respondió con ternura, sus tobillos entrelazándose en su espalda, señal de que estaba preparada para llevarlo al cielo. Él no necesitó palabras para empezar a moverse cada vez más rápido. Momentos después, se colocó de rodillas para llevar las piernas de Hermione hasta sus hombros, posición que le permitía llegar más profundamente, tocando su punto más sensible, provocando que ella gimiera un poco más fuerte, pidiendo más, algo que no dudó en darle, hasta que él explotó dentro suyo.
Draco se dejó caer sobre ella y durante unos minutos, se quedaron así, unidos, abrazados, besándose; él acariciando su rostro ruborizado.
—Pásame esos recuerdos para analizarlos —murmuró luego de besar la punta de su nariz—. No hay crimen perfecto. Si están manipulados, lo sabré y alguna pista encontraré. —Hermione abrió los ojos con sorpresa—. ¿Querías saber qué hacer, cierto? —le dijo besando sus labios con una sonrisa malvada, saliendo de ella y acostándose sobre la espalda.
—Entonces sí estabas escuchándome —le dijo con simulado reproche.
—Siempre, amor, siempre —le dijo, acurrucándola en su costado para besar su frente y acariciar el brazo que lo abrazaba.
Exhaustos y satisfechos, ambos cayeron en un ligero sueño producto del delicioso placer que habían compartido.