Drabbles Dramione

Harry Potter - J. K. Rowling
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Muérdago

Minerva McGonagall se sentía especialmente traviesa esa Navidad. Sería la primera después de la guerra, y quería aumentar un poco la alegría en el colegio Hogwarts, pues a pesar de estar lleno de jóvenes, extrañaba el bullicio de antaño. No dejaba de entristecerla la extraña nube de dolor y vacío que aún se respiraba en el ambiente.

Así que, luego de pensarlo por varios días, se puso manos a la obra con algo que, estaba segura, depararía muchas sorpresas. 

Tomando todos los muérdagos que encontró una mañana en el Bosque Prohibido, los dividió en ramitos que unió con una cinta blanca. Después, potenció la magia en ellos con una serie de hechizos y magia rúnica que detectarían la compatibilidad emocional y mágica entre los alumnos. Al percibir esa aura compatible, el muérdago emitiría una ligera influencia mágica que conduciría a dos personas debajo de sus ramas. 

La bruja estaba deseosa de ver los resultados de su experimento, sobre todo luego de haberlo probado exitosamente, dejando una de las plantas cerca de Harry y Ginny. El muérdago había emitido una energía mágica que los había llevado a besarse a pesar de encontrarse camino a una clase de Transformaciones. La pareja ahora vivía felizmente su amor, libres de miedos, de las sombras que los había separado durante un año.

Hermione se encontraba una tarde en la biblioteca, haciendo una investigación de Aritmancia. De repente, sin poderlo evitar, giró su rostro hacia un rincón donde precisamente se encontraba Draco Malfoy estudiando. O bueno, más bien, con su mirada fija en ella. El hecho hizo que ambos se sobresaltaran, volviendo con rapidez a sus respectivos libros; Hermione sintiendo el rubor en sus mejillas. ¿Qué le pasaba? 

Sin poder concentrarse debido a la extraña situación de tener al ahora callado y taciturno Draco mirándola, prefirió regresar a la sala común de Gryffindor. Mientras caminaba por los largos pasillos hasta la torre, se asombró de ver a una chica de Hufflepuff de quinto año besando, bajo a un muérdago que en ese momento brillaba, a un estudiante de Slytherin. Qué tontería. Desde cuando era obligatorio besarse con quien apenas había cruzado palabra en tantos años solo por seguir con una tradición. 

Al día siguiente, varios muérdagos flotaban tranquilamente entre los estudiantes, algo a lo que había tenido que acostumbrarse en las últimas horas, ya que se encontraban por todo lado: los pasillos, la biblioteca o el Gran Comedor.

El ambiente esa mañana se sentía diferente durante el desayuno. Había cierto bullicio y algarabía que hacía mucho tiempo no se vivía en el colegio. Hermione pensó que seguro era porque Hagrid ya había puesto los árboles y la decoración de Navidad, y el espíritu navideño estaba haciendo de las suyas. 

Pasó la mirada por todo el lugar y sin poderlo evitar, se entretuvo más de la cuenta en cierto rubio que siempre la había hecho menos por su origen, pero con quien no había cruzado palabra desde sexto año. Draco Malfoy ya no iba rodeado de una pandilla, y casi pasaba desapercibido luego de que el ministro Kingsley Schaklebolt lo hubiera instado —por no decir obligado— a volver a Hogwarts a terminar sus estudios. Destacaba por sus calificaciones perfectas, como la suyas, pero ya no se jactaba de eso con nadie. Ella apenas lo veía sonreír cuando hablaba con Daphne, Theo o Blaise, pero el resto del tiempo pasaba en la biblioteca o en los jardines, solo. 

De nuevo, la mirada gris del mago viéndola la inquietó. ¡Qué rayos…! Ya era la segunda ocasión que le pasaba algo así en menos de veinticuatro horas. Qué fastidio. Azorada, tomó otro panecillo, terminó el jugo de calabaza y se dispuso a ir a la biblioteca. 

Draco se preguntaba qué le pasaba, que sin percatarse, se quedaba viendo a la come libros Granger como si fuera la única persona en el lugar. Estaba perdiendo la cordura. 

Luego de todo el sábado poniéndose al día con sus deberes, y buscando despejarse, Hermione salió de la biblioteca con la idea de caminar hacia la torre de Astronomía y ver el atardecer.

Draco, luego de pasar todo el día metido en las mazmorras, había decidido buscar un poco de silencio y, sintiendo un extraño impulso por visitar el lugar donde había intentado matar a Albus Dumbledore, se dirigió hacia la misma torre. 

Esto ocasionó que ambos se encontraran frente a frente al pie de las escaleras, ambos sorprendidos por la coincidencia. Ella quería seguir, pero una fuerza extraña la detenía en el lugar. Él hizo una ligera inclinación de cabeza e intentó seguir su camino, pero sentía que había algo que le impedía caminar. 

Hermione sentía una vibración sobre su cabeza, Draco un extraño cosquilleo en el aire. Al mirar hacia arriba, los dos vieron a un travieso muérdago brillando suavemente. Draco resopló con frustración. 

—¿Se supone que debemos dejar que una estúpida planta nos diga qué hacer? —comentó fingiendo indiferencia, porque la verdad era que la situación lo intrigaba. Quería alejarse, pero una fuerza más grande se lo impedía, la inexplicable sensación de estar en el momento y lugar adecuados. 

—Tal parece que no tenemos opción —murmuró Hermione mirando con curiosidad al muérdago, el cual había empezado a brillar más. 

Con más intriga que el deseo mismo por hacerlo, Draco y Hermione se inclinaron hacia un breve beso, quedando los dos con sentimientos encontrados. Un extraño calor recorrió el resto del cuerpo de Draco desde los labios, sintiéndose casi vacío al perder el contacto. Hermione sintió el rubor agolpándose en sus mejillas, sintiendo una extraña conexión con Draco que no había sentido nunca antes con Ron o Viktor. 

El muérdago vibró con intensidad y luego desapareció volando  hacia otro sitio del castillo. Sin saber cómo actuar, los dos decidieron volver a sus propias salas comunes, sintiendo que algo había cambiado. 

A partir de ese día, extrañamente se volvieron mucho más conscientes de la presencia del otro. Draco empezó a  buscar excusas para hacerse el encontradizo con ella en la biblioteca; Hermione empezó a notar que él tenía cierto atractivo que no había visto antes. Draco le dio un cumplido por un excelente ensayo realizado en Defensa Contra las Artes Oscuras; ella lo felicitó por una poción que creó. Draco la invitó a ir juntos a Hogsmeade un sábado de marzo. Estudiaron juntos para sus EXTASIS. Hermione tejió una bufanda que le regaló para su cumpleaños. 

Años después discutirían sobre qué nombre ponerle a su primer hijo o dónde ir de vacaciones. Nunca supieron que un travieso muérdago había dejado una marca invisible en sus almas que los entrelazó, uniendo sus destinos para siempre.

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