
Nos han descubierto
—¡Nos han descubierto! —exclamó Draco entrando repentinamente a la oficina.
—¿Qué? —casi gritó Hermione, levantándose de un brinco de su silla—. ¿A qué te refieres? —La joven sintió sus mejillas arder.
—Escuché a unos tipos del Departamento de Educación Mágica hablando de nosotros. Nos vieron almorzando en ese restaurante de Mayfair hoy. Maldita sea. Aparentemente, tu amiguito Dean Thomas también se los recomendó, y, por casualidad, ellos decidieron ir el mismo día…
—No... —apenas logró articular mientras se dejaba caer en la silla—. Siempre podremos decir que son solo chismes... Que no pasa nada... Que nuestro proyecto con la embajada de...
—Quizá nos crean —interrumpió Draco, no muy convencido—, pero...
—Pero después puede ser otra persona quien nos vea y… —continuó Hermione, pálida de la impresión, como si no hubiera escuchado a Draco.
—Pero… —aclaró, rascándose la nuca— estaban comentando específicamente del beso que nos dimos poco antes de dejar el lugar.
Hermione palideció aún más. Por lo general, no se besaban en público, pero se habían dejado llevar esa tarde, confiados en el hecho de que, en el mundo muggle, nadie los reconocería.
—Hermione —dijo acercándose—, ¿no estás cansada de este juego?
—Sabes que lo hicimos por tus padres, Draco...
—Y si no me equivoco —dijo arrodillándose frente a ella, tomando con delicadeza sus manos—, también por tus amigos... Potter, los Weasley... Quizá es hora de enfrentar al mundo. Y si no les gusta, es problema de ellos —concluyó, alzando los hombros con indiferencia.
—¿No te asusta el qué dirán? —preguntó ella con voz temblorosa. No podía disimular su turbación.
—¿Acaso no te he demostrado que ya no soy el cobarde de años atrás? —Hermione asintió con lágrimas en los ojos—. Nuestro amor es lo más importante para mí. Que explote el mundo; no me interesa si te tengo a mi lado.
Draco besó con devoción los nudillos de las manos de su novia.
—No puedes negar que han sido trece meses, siendo solo tú y yo, han sido los mejores de nuestra vida... —reflexionó ella con tono meloso, luego de enjugarse las lágrimas—. No quiero perder eso.
—Ahora serán mejores porque no tendremos que escondernos —sonrió mientras acariciaba una de sus mejillas.
—¿Y si esperamos a ver si esos tipos de verdad dicen algo? A lo mejor no pasa a más...
—En buena hora nos vieron. No quiero esconderme más ni ocultarle al mundo que te amo. ¡Es más! —exclamó, su rostro iluminado por la emoción—. ¡Llegaremos juntos al evento de los inversionistas de hoy!
—No... —dijo Hermione tapándose el rostro con nerviosismo. Su corazón latía con fuerza al imaginar la reacción de todos.
—Te pondrás aquel vestido color burdeos que tanto me gusta —insistió Draco con picardía—, te aferrarás a mi brazo como si fuera un salvavidas, y dejaremos a todos con la cabeza hecha un lío. Así les damos a esos chismosos en la torre si creían que nos iban a arruinar la relación. Los sorprendidos serán ellos cuando mañana vean que somos nosotros entrando al centro del evento, y no su noticia amarillista, quien tiene la primera plana de El Profeta.
—Estás disfrutando esto, ¿cierto? —preguntó Hermione, sonriendo.
—¡Completamente!
Y efectivamente, los flashes de las cámaras fueron incontables cuando la pareja se apareció en el Atrio de los Mil Encantos, donde se reunirían importantes figuras del mundo mágico político de Gran Bretaña y otros países de Europa.
Draco presionó con suavidad la mano de Hermione mientras subían los escalones hacia el lobby del recinto. Ambos voltearon hacia los periodistas ansiosos de noticias rosas. Y como quien no quiere la cosa, Draco besó rápidamente a Hermione en una mejilla, por si les quedaba alguna duda.
Después, siguieron su camino como si no hubieran ocasionado un tsunami tras ellos.