Drabbles Dramione

Harry Potter - J. K. Rowling
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Decoración navideña

Una tranquila tarde de diciembre, en una de las amplias habitaciones de Walstone Hall, Alexander Malfoy de cinco años, trotaba de un lado para otro sosteniendo un enorme lazo rojo en la mano, mientras Kraus, el gato negro de ojos verdes de su padre, lo perseguía. Crookshanks los observaba desde un rincón, quizás sintiéndose demasiado viejo para seguir el juego, pero atento a cada movimiento de los humanos. 

En la misma estancia, tarareando unos villancicos, estaba Hermione sacando la decoración navideña de una caja que Draco había traído minutos antes. Desempolvando todo con la varita, eligió los colores que usarían ese año para el abeto, el cual habían traído esa mañana. Hermione, siguiendo la tradición de su infancia, había ido a escogerlo con su familia, donde también se habían encontrado a los Potter. 

—¿Ya puedo poner el lazo? —preguntó Alex con emoción, probablemente por décima quinta vez esa tarde. 

—Pronto —respondió su madre una vez más, quien se decantó por adornos verdes y rojos.

—Yo quiero ser el primero que ponga algo… —dijo el niño con la típica determinación Malfoy. 

—Sí, amor, ya lo sabemos. 

—Es que quiero ponerlo ya. 

—Debes esperar a que tu padre regrese para que te cargue. De otra forma, no alcanzarás. 

—Cárgame tú, cárgame tú —insistió, dando saltitos alrededor de la bruja. 

—Alexander, no molestes a tu madre —intervino Draco, entrando con una bandeja de vino caliente y quequitos de zanahoria y nueces. 

—¡Síiii! ¿Ahora sí puedo poner el lazo? —repitió entusiasmado, abrazándose a las piernas de su padre.

—Cuando tu madre lo diga. Ten paciencia. 

Draco vio con ternura a su hijo, rememorando la ilusión que sentía él mismo muchos años atrás con la llegada de la Navidad. 

Hermione se acercó, tomó uno de los pastelillos, lo probó y emitió un pequeño sonido de placer mientras masticaba.

—Cada año te quedan mejor —le dijo besando a su esposo, quien sonrió, enamorado. 

Luego, alzando a Alex, Draco lo sentó sobre sus hombros y así empezaron a decorar el árbol. Posteriormente, con cierta nostalgia, Draco sacó de la caja la bota navideña que Hermione le había regalado en su primera Navidad juntos. Pasando la mirada por el lugar, sonrió satisfecho. Diez años junto a la mujer que había cambiado su vida, diez navidades compartiendo felicidad. 

Como si su esposa hubiera adivinado sus pensamientos, lo abrazó por la espalda.

—Te amo.

Él sonrió y la rodeó con sus brazos. Iba a besarla cuando sintieron que Alex se abrazaba a ambos, apretándolos con fuerza. Con una sonrisa cómplice, se agacharon para rodearlo en un abrazo familiar.

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