
Ayúdame, Malfoy
—Ayúdame, Malfoy —pidió Hermione y el tono utilizado hizo que Draco inmediatamente sonriera. En otro tiempo, se hubiera puesto en alerta. Eran contadas las ocasiones en que ella utilizaba su apellido en lugar de su nombre y se suponía que eso debía intimidarlo, pero él no se inmutó.
—Estoy ocupado —fue la respuesta mientras continuaba leyendo tranquilamente su libro. Esperando una pequeña explosión que llegó en tres… dos…
—¿Ocupado? —replicó ella frunciendo el ceño—. ¡Has leído ese libro mil veces! O me ayudas o me rapo el cabello como Blaise y así no tendré que volver a preocuparme por peinarlo.
Tal amenaza sí que lo puso en alerta. Amaba la melena de Hermione, especialmente ahora que lo llevaba, siempre largo hasta la cintura, pero en ondas definidas. Cuando la besaba, le encantaba acariciar su cabello y sentir el suave aroma a granada… Cortarlo como Blaise definitivamente no estaba en discusión.
Draco sonrió y, dejando el libro de lado, se levantó de su asiento y se acercó. Con una sonrisa que Hermione no pudo ver, comenzó a peinar su cabello con dedicación, desenredando cada mechón con cuidado. Ella suspiró, relajándose bajo el toque de sus manos. Había sido un día intenso en el trabajo, y esos momentos con él eran su recompensa.
—¿Sabes, Granger? Deberías pagarme por esto —bromeó Draco, fingiendo una voz seria.
—No seas ridículo, te pagué por adelantado el día que acepté casarme contigo. Deja de hablar y sigue en lo tuyo.
—Al menos me prepararás la tarta de queso y fresas que tanto me gusta, ¿no? —dijo Draco con tono suplicante, mientras seguía pasando sus dedos por las ondas de Hermione.
—Draco, ya hemos tenido esta conversación. No puedo estar haciéndote esa tarta cada vez que te lo propongas. ¡No es saludable! —replicó Hermione, aunque el suave toque en su cabello la hacía difícil de resistir.
Draco suspiró dramáticamente, fingiendo un tono de lamento.
—Así me pagas por todos mis servicios de peinador. Quizás deba considerar cobrar por hora a partir de hoy…
Hermione sonrió, manteniendo los ojos cerrados.
—No seas melodramático. Si te haces el difícil ahora, puedo buscar a alguien más que quiera ayudarme con mi cabello. Sé de varios que…
—Ni se te ocurra, Hermione —le susurró al oído, provocándole un escalofrío que recorrió su columna—. Eso no va a pasar nunca. Pero me temo que esta sesión requiere un extra. No me levantaré de aquí hasta tener una promesa de tarta de queso y fresa o una propuesta mejor… —terminó con tono sugerente.
—Eres de lo peor —contestó Hermione, riendo suavemente—. Está bien, te propongo un baño especial en la tina con miras a algo más si haces bien tu trabajo.
Draco sonrió victorioso y, besando su coronilla, dijo:
—Trato hecho. Aunque aún espero mi tarta…
Hermione suspiró, divertida.
—Eres incorregible.
Draco sonrió con anticipación por la propuesta mientras sus manos seguían peinando con delicadeza.
Momentos después, la luz suave de varias velas distribuidas en lugares estratégicos envolvía el cuarto de baño en un cálido resplandor. El agua de la tina estaba salpicada de pétalos de rosas rojas y blancas. El aire estaba impregnado con el suave aroma de lavanda y un toque de jazmín y vainilla para crear un ambiente relajante y envolvente.
La tina de mármol, lo suficientemente amplia como para que ambos pudieran sumergirse con comodidad, estaba llena hasta el borde, con burbujas espumosas que flotaban en la superficie. Draco la ayudó a entrar al agua primero, con una reverencia juguetona que hizo reír a Hermione. Ella suspiró al sentir la calidez del agua, dejando que el estrés del día se desvaneciera entre las burbujas.
Draco se unió a ella, sentándose detrás de Hermione y envolviéndola suavemente con sus brazos mientras sus cuerpos se acomodaban en un abrazo relajado. Al sumergirse, el aroma de las flores y las bombas efervescentes se intensificó, creando una atmósfera íntima y calmante.
Hermione se recostó contra él, cerrando los ojos y dejándose llevar por el suave movimiento del agua, mientras Draco dejaba pequeños besos en su cuello y hombros, sus manos explorando con delicadeza, acariciando su piel sumergida. Era un ritual que les permitía conectarse, un momento que era solo de ellos, rodeados de pétalos flotantes y de la promesa de algo más en el aire…