
Tengo algo que confesar
—Tengo algo que confesar —le dijo Hermione a manera de saludo, después de murmurar un tenso «hola» cuando él salió de la chimenea. El tono que había usado le heló la sangre.
Hermione le había enviado un pergamino minutos antes, diciéndole que tenía que hablar urgentemente con él. Draco lo había arrugado entre sus manos sin querer, presagiando lo peor. Urgente era una palabra que ella nunca usaba a la ligera, y al ver que esa mañana no se había presentado al trabajo —donde ambos eran compañeros de departamento—, se había alarmado.
Sin pensarlo dos veces, había cruzado por la Red Flu desde su oficina —privilegio que sólo tenían los inefables— y, al llegar, la encontró en medio de la pequeña sala de estar, vestida con una túnica de viaje y junto a una maleta. La escena lo desconcertó.
—Hermione, ¿qué sucede?
—Yo… —Ella dudó, apenas respirando—. Dudé mucho en decirte esto, pero… Bueno, creo que tienes derecho a saberlo… Créeme, no lo hago con la intención de…
—Maldita sea, Hermione —le dijo acercándose a ella—, suéltalo de una buena vez.
—Draco… —titubeó—. Estoy embarazada…
Había dicho las palabras en voz baja, sin mirarlo a los ojos, gesto que lo confundió aún más. Era una excelente noticia. ¡Iba a ser padre! Pero… no entendía qué tenía que ver un embarazo con una maleta y su atuendo de viaje.
—Sé que cuando empezamos… esto… —los señaló a ambos con un rápido movimiento de la mano— dijimos que no habrían compromisos… Así que, no quiero que te sientas atado a nosotros… —colocó la mano sobre su bajo vientre—. No estás obligado a nada, Draco. Yo… Yo puedo hacerlo sola y…
Todas las alarmas se encendieron. Ella… ¿estaba pensando en dejarlo?
—Hermione —la interrumpió tomándole una mano—, ¿piensas dejarme? Me das la mejor noticia del mundo y… ¿quieres irte?
Ella lo miró, desconcertada.
—¿La mejor? —balbuceó, unas lágrimas que había contenido empezando a bajar por sus mejillas—. Pero…
—Hermione, por el amor a Merlín. ¿De verdad crees que lo que hemos vivido estos tres años es algo casual?
—Pero…
—Creo que ha llegado el momento en que yo también te confiese algo —dijo, temeroso, sosteniendo sus manos con fuerza—. Cuando te propuse empezar esto, como lo llamaste, en aquella fiesta de Navidad del departamento, ya teníamos dos años de amistad… Yo… —titubeó buscando en su mirada algún indicio de lo que fuera. El temor a perderla para siempre con lo que iba a confesarle cada vez más palpable—. Fingí que estaba medio ebrio cuando te besé, porque quizá de otra forma no me hubieras permitido acercarme… tanto.
—Draco, ¿qué me estás diciendo…? —susurro, llevándose una mano a la boca, incrédula.
—Que desde hace mucho tiempo siento algo muy fuerte por ti, Hermione. Y ahora que vamos a ser padres… ¡Te juro que es la mejor noticia que me han dado en la vida! Significa que tendremos una familia, ¡tú y yo!
—Yo… iba a irme a Australia pensando que…
Cierto, la maleta y la túnica de viaje que casi nunca usaba.
—¿Me ibas a separar de nuestro hijo? —le reprochó, dolido, mientras colocaba suavemente una mano sobre su abdomen.
—No sabía que lo querrías. Siempre hemos tomado precauciones…
—Bueno —interrumpió nuevamente, sonriendo—, ningún método es infalible, y si esta es la forma en que al fin estaremos juntos para siempre, ¡enhorabuena!
—Draco… Este niño no será sangre pura, y juro, por todo lo más sagrado, que ahora es él, que no quiero que viva lo que una vez…
—Silencio —ordenó, colocando un dedo sobre sus labios—. Si todo eso me importara, nunca hubiera, siquiera, empezado algo contigo. Y ahora… Qué mejor ocasión para darte esto.
Soltando la mano de Hermione que aún tenía entre la suya, sacó de un bolsillo interno de su túnica, una pequeña caja. Se arrodilló, mostrándole la hermosa joya que había comprado en una exclusiva tienda de Mayfair, en el Londres muggle.
—Acá, con nuestro hijo como testigo, te pregunto: Hermione Jean Granger, ¿te casarías conmigo?
—Draco… —apenas murmuró, con la voz quebrada.
—Llevo este anillo conmigo desde hace meses, esperando el momento ideal, y qué mejor momento que este que me das tan linda noticia… Yo…
De repente, la duda se coló en su mente. Durante el tiempo de su «relación», poco más de tres años, nunca se habían expresado palabras de amor ni se habían presentado como pareja. Para el mundo entero, sólo eran un mago y una bruja que habían superado el pasado y ahora eran buenos amigos. Él la amaba, estaba seguro de eso desde antes de aquel primer beso, pero… ¿ella? ¿Y si su amor lo había cegado a una triste verdad y Hermione jamás lo aceptaría como algo más que un amante a escondidas? Sin poder dar crédito a todo lo que en su mente se estaba creando, comenzó a levantarse, con lentitud, pero ella se lanzó a sus brazos, casi tirándolo al suelo. Riendo, nerviosa, besó su rostro repetidamente mientras decía «sí, sí me quiero casar contigo».
—Te amo… Hermione… Te amo…
—Te amo, Draco.
Y se fundieron en un beso que fue cada vez más profundo, esta vez con la certeza de que ambos compartirían un futuro juntos. Para siempre.