
Hermandad de Sangre
A la mañana siguiente, a las 5 de la mañana, Harry fue despertado por Jason. Debían volver a su sala común antes del desayuno.
Harry miró a Draco durmiendo antes de irse. Aún recordaba la cara de preocupación del rubio cuando ellos dijeron que tendrían que participar en el torneo. El rubio no lo había acusado de nada y por el contrario había estado preocupado por su seguridad y la de Jason hasta el punto del desmayo; lo cual era totalmente contrario a como lo veía su mejor amigo Ron cuando lo vio después de haber estado toda la noche fuera de su sala común.
—Enhorabuena, pero miren quienes se han dignado a aparecer. —Ron apenas vio a Harry entrar en la sala común junto con Jason.
—¿Enhorabuena? —repitió Harry frunciendo el ceño.
Jason no reparó en los comentarios del pelirrojo; simplemente fue a su cuarto. Tenía que cambiarse y organizar sus pensamientos; por esa única vez haría caso a los consejos que una vez le llegó a dar alguno de sus hermanos: "Ha palabras necias, oídos sordos". Y con esa frase en mente dejó a Harry solo con su nefasto amigo.
—Bueno… Eres el único que logró cruzar la línea de la edad que puso Dumbledore. — Contestó Ron con algo de sarcasmo, olvidando mencionar a Jason. — Ni siquiera Fred y George lo lograron. ¿Cómo lo hiciste? ¿Usaste tu capa?
Harry miró alrededor y dio un suspiro al darse cuenta que ninguno de sus compañeros estaba en la sala común; la mayoría debían de seguir durmiendo en sus cuartos.
—Muffliato. — Murmuró Harry sonriendo con burla; pasar tanto tiempo con Draco y los Wayne lo habían hecho experto en ese hechizo. — Ron, la capa no me hubiera permitido cruzar la línea.
—Ah, bien. Pensé que, si hubiera sido con la capa, podrías habérmelo dicho… Porque podría habernos tapado a los dos, ¿no? Pero encontraste otra manera, ¿verdad?
—Escucha —dijo Harry tratando de contener su enojo ante la duda de su amigo—. Yo no eché mi nombre en el cáliz de fuego. No sé cómo llegó mi nombre y el de Jason ahí; claramente alguien lo ha hecho, pero no sé quién y no sé con qué motivos.
—Y según tú. ¿Por qué alguien haría eso?
—No lo sé, Ron, no sé. —Dijo Harry exasperado; no podía pensar en una buena razón para que alguien pusiera su nombre en el cáliz; lo más probable es que alguien quería verlo muerto… Pero ese dramatismo es algo de Draco. — Realmente no sé quién ha hecho esto, pero ni Jason, ni yo hemos elegido esto.
Ron no parecía nada convencido ante las palabras de su amigo y Harry estaba comenzando a cansarse de tener que defenderse; cada que veía la cara de desconfianza de su amigo recordaba la cara preocupada de Draco. El rubio ni siquiera insinuó que ellos pudieran poner su nombre en el cáliz y estaba genuinamente preocupado por su seguridad, y frente a él estaba su supuesto mejor amigo poniendo en duda sus palabras.
—Vale, bien. A mí puedes decirme la verdad. Si no quieres que lo sepa nadie más, estupendo, pero no entiendo por qué te molestas en mentirme a mí. No te vas a ver envuelto en ningún lío por decirme la verdad. Esa amiga de la Señora Gorda, esa tal Violeta, nos ha contado a todos que Dumbledore te ha permitido entrar. Un premio de mil galeones, ¿eh? Y te vas a librar de los exámenes finales…
—¡No puse mi nombre en el cáliz! Maldita sea, Ron, estoy cansado y en unas horas debo ir con el resto de los campeones a la sala de entrevistas; ya soy la burla del colegio, y cuando aparezca en el profeta seré la burla del mundo mágico.
Harry simplemente no iba a soportar la idiotez de su amigo. Pasó de largo hasta la habitación que ambos compartían y fue al baño cerrando la puerta de un portazo.
Draco despertó solo en la enfermería alrededor de las 11 de la mañana; Pomfry le dio pociones sin sueños para usar una a la semana por el próximo mes, algo por lo que Draco realmente estaba agradecido.
Se encontraba desorientado, no tenía ni idea de qué debía hacer a continuación, estaba asustado; últimamente ese estado lo perseguía a todas partes, pero sus visiones empeoraban cada vez más… La razón de su desmayo no es solo que su cuerpo había colapsado, sino que lo que vio cuando Harry lo agarró fue… Aterrador por no decir más.
—Debo hablar con papá. —Murmuró Draco caminando a la lechucería.
Querido Padre,
Probablemente no te sorprenderá saber que tanto Jason como Potter han corrido con la trágica suerte de ser campeones de Hogwarts; seguramente para ti ya será noticia vieja, considerando que Dick salió hecho una furia después de hablar con el director y el ministro de magia.
Igualmente, me temo que no es la pésima suerte de mi mejor amigo lo que me incita a escribir esta carta, o bueno, en parte tal vez sí.
¿Te acuerdas cuando madre comentó eso sobre lo extraña que era la sangre Black? Bueno, me temo que tu hijo es vidente… Lo sé, ¿qué locura, no? Je… Tal vez si lo hubiera comentado antes, Jason y Harry no estarían metidos en este torneo de la muerte; probablemente es culpa mía por omisión; pero lo hecho, hecho está, y no es solo arrepentimiento lo que quiero comunicarte…
Ví cosas… Cosas que no me gustaron, una de ellas que Harry ganara el torneo, no es que me caiga mal el elegido, pero soy Team Jason; pero no, no es solo eso… La copa es un traslador… Las imágenes siguen siendo confusas, pero necesito información; por ejemplo, si pudieras confirmarme si en la primera prueba habrá dragones te lo agradecería.
Vi a ya sabes quién… No es nada placentero, pero si mi visión es acertada, va a volver a finales de este torneo y tú estabas ahí… No estoy seguro del porqué estabas ahí, pero aun así no soy nadie para juzgarte, padre…
Tengo miedo, padre, vi muertos… Se vio tan real… De momento solo puedo vigilar a los sospechosos que considero pudieron meter a mis amigos en este gran problema… Moody y Karkarov, lo sé, sé que sueno como un loco, pero tienes que creerme padre, es uno de ellos.
Por último, he enviado una carta parecida a ésta al señor Wayne… He omitido de forma deliberada el haberte visto con ya sabes quién en mi visión. Es tu decisión si lo comentas o no; sé que harás lo que creas mejor para nosotros, así como yo lo estoy haciendo a mi manera. Lo que sea que planees, espero que ninguno de los Wayne o Stella salgan heridos… Porque yo haré lo que pueda para apartarlos del peligro…
Mandale mis saludos a mi madre y dale un beso a Stella de mi parte. Los extraño todo el tiempo.
Te quiero, padre; espero que nuestras lealtades coincidan o al menos nuestros planes.
Atentamente, tu hijo,
Draco Lucius Malfoy Black.
Draco mandó las dos cartas en un instante. Su mente seguía enredada con todo lo que vio al desmayarse la noche anterior… La muerte de Jason y Cedric… Draco no estaba seguro cómo iba a cambiar la muerte de su amigo… Pero debía encontrar una forma.
—Hay que modificar el pacto de sangre… Debe haber una forma de que podamos usar el vínculo mágico para comunicarnos…
Draco tenía hasta las seis de la tarde para encontrar una solución entre los libros que tenía.
Jason no era alguien con quien las personas quisieran meterse, mucho menos cuando estaba molesto y Rita Skeeter lo había notado.
—Entonces Jason Wayne. ¿Cómo termina el hijo del mago más poderoso de Norteamérica en medio de este torneo? ¿Ha sido tu voluntad entrar a este torneo?
Skeeter se estaba conteniendo; ella quería preguntar si había usado algún método para entrar al torneo, pero nuevamente se recordó a sí misma su lugar y también que había un rumor sobre que Bruce Wayne compraría pronto el periódico "El Profeta" y si ese es el caso, ella no va a morder la mano de quien le dará de comer.
Los Wayne no son una familia con la que se pueda jugar.
—No, no, si fuera mayor de edad y mi mejor amigo no fuera un paranoico, seguramente hubiera puesto yo mismo mi nombre en el cáliz. —Habló Jason con algo de burla. — Pero este no es el caso; por el bien del corazón de mis hermanos me abstuve de siquiera intentarlo; no sé cómo llegó mi nombre al Cáliz y espero muy seriamente que el Ministerio de Magia lo investigue, porque como seguramente usted sabrá, señorita Skeeter, a nosotros los Wayne, no nos gusta que jueguen con nuestros nombres.
La advertencia de Jason fue clara; la periodista la captó de inmediato. Ella no debía jugar con su nombre, ni con el apellido de su familia.
Jason se levantó y estaba dispuesto a irse, pero otra mujer lo detuvo; él no estaba dispuesto a darle una entrevista a ningún otro medio, pero al escuchar el nombre de la señora su curiosidad se activó.
—Joven Jason, soy Lois Kent del diario El Planeta. ¿Puedo hacerle unas preguntas?
Kent… Ese apellido pertenecía a dos plagas que estaban cerca de sus hermanos menores… Una coincidencia muy grande. Jason miró a la mujer y con la arrogancia que caracteriza a los Wayne asintió.
—Joven Jason. ¿Cómo se siente ante su repentina participación en este torneo? —La mujer habló con respeto pero… Había algo más en ese tono que a Jason no le agradaba. — A diferencia del joven Potter, usted no parece nervioso.
"Entonces yo soy Joven Jason, pero el elegido es Potter, ¿eh? Y esa insinuación… ¿Qué harían Draco y Dick en esta situación? Qué lástima que ellos no estén aquí para detenerme."
—No ha sido mi elección estar en este torneo, pero tiene razón señora, no estoy nervioso, más que eso diría que estoy emocionado… Ya sabe, no todos los días te puedes probar a ti mismo.
—Oh, entonces dice que le parece retador. Entonces se podría decir que es muy conveniente que su nombre haya sido elegido por el cáliz.
—Sí, se podría decir que sí. —Respondió Jason con cierto desdén ante la insinuación de la periodista. —Me gustan los riesgos, estoy seguro de que el torneo será divertido.
—Me imagino que sí, principalmente porque ahora su padre Bruce Wayne será uno de los moderadores del torneo; seguramente usted más que los otros campeones podrá relajarse.
—Señora Kent, no sé de qué está hablando, pero créame cuando le digo que su insinuación es muy peligrosa.
—¿Me está amenazando, joven Jason? —preguntó con burla la mujer.
—No, solo le advierto y para usted es Joven Wayne. Puede que alguien como usted no comprenda lo que es la formalidad, pero me es incomodo que una desconocida me llame por mi nombre. —Jason realmente no creía que esas palabras hubieran salido de su boca… Estaba pasando mucho tiempo con Draco; lo clasista y apático se le estaba pegando. — Le recomiendo prudencia al momento de escribir su artículo.
Jason no toleró más ese circo y pese a los reproches de los directores, él solo se fue. Tenía a un muy paranoico mejor amigo que encontrar.
Draco estaba en uno de los salones abandonados del cuarto piso del castillo, con una pila de libros a su lado, y tres pergaminos llenos de anotaciones. Jason se quiso burlar de su amigo cuando lo encontró de esa forma, de hecho ¿por qué no burlarse?
—Si pusieras ese mismo empeño en estudiar para los exámenes, no serías solo el segundo puesto de nuestro año.
—Me lo dice él que apenas si entra en el top 10, no seas descarado, Jason —contestó Draco sin levantar su cabeza del libro que leía.
—¿Qué haces aquí con tantos libros?
"Tratando de ver como puedo mantenerte con vida". Draco no podía responder eso; soltó un suspiro y cerró el libro que había estado leyendo… Todo parecía tan confuso ahora.
—Solo repasaba los pasos para el pacto, ya sabes, para evitar que nos matemos en el proceso. —Y en parte lo que decía era cierto.
—Debes empezar a relajarte, Dragón. Te saldrán canas.
"Tal vez si debería dejarlo morir".
—Lo que sea, hagamos esto. Y si alguien nos descubre no dudes en que te culparé por todo, Jason.
Jason sacó su varita mientras que Draco conjuraba un hechizo para organizar el salón. Usaron una de las mesas para poner los orbes. Decir que estaban nerviosos era poco, pero nuevamente ahí estaban los dos arriesgando su magia por una hermandad.
"Es la locura de los Black, no hay otra explicación". —Se dijo Draco a sí mismo.
—Invoco a la magia. Mi magia. Su magia. Nuestra magia —dijeron los dos al tiempo mientras cortaban sus palmas con sus varitas.
—Confió en ti. —Resitó Jason extendiendo su mano sangrienta. —Cómo confió en mí mismo.
—Y confiamos a la magia, este juramento. —dijo Draco entrelazando su mano cortada con la de Jason.
—Juramos ante nuestra sangre sernos leales y no traicionarnos.
El aire en el salón se cargó de una energía palpable, un zumbido de magia antigua despertando, respondiendo a la llamada. Las gotas de su sangre cayeron en los orbes sobre la mesa y comenzaron a brillar, vibrando con una fuerza inestable. La luz en la habitación cambió, sombras danzando a su alrededor como si algo primitivo los estuviera observando, esperando el resultado.
—No te voy a mentir, —dijo Draco, sus ojos fijos en los orbes que comenzaban a girar lentamente—, estoy… bastante seguro de que uno de nosotros podría perder un brazo si esto sale mal.
Jason soltó una risa corta, más por costumbre que por verdadero humor.
—¿Lo dices para tranquilizarme, Malfoy?
—Lo digo porque si me arrastras a la tumba contigo, te perseguiré en la otra vida, Wayne. —Draco le lanzó una mirada significativa, pero no pudo evitar esbozar una pequeña sonrisa de lado, intentando restarle gravedad a la situación.
El salón tembló cuando los orbes, ahora resplandeciendo con una luz cegadora, emitieron un pulso de magia que se sintió como un latido en el pecho de ambos. El ritual estaba funcionando, aunque aún faltaba la parte más delicada: sincronizar sus magias sin que una dominara a la otra.
—Está bien… —Jason respiró hondo—. Recuerda, no tienes que controlarme, solo… dejar que fluya.
Draco asintió, aunque esa era precisamente la parte que lo ponía nervioso. Dejar que la magia de Jason se entrelace con la suya, compartir ese nivel de vulnerabilidad, era una de las cosas más difíciles que había hecho, y eso ya decía bastante considerando todo lo que había pasado.
—Vamos allá. —Draco cerró los ojos y dejó que su magia respondiera a la de Jason.
El choque inicial fue brutal. Una fuerza abrumadora se disparó entre ambos, como si sus almas estuvieran siendo arrancadas y fusionadas al mismo tiempo. La magia de Jason era feroz, caótica, impulsada por la intensidad que siempre lo caracterizaba. La de Draco, aunque más controlada y precisa, no podía evitar ser arrastrada por la tormenta, que era su amigo.
Por un instante, todo pareció desmoronarse.
—¡Jason! —Draco apretó los dientes, sintiendo como su control sobre la magia se escapaba. Las sombras en el salón se hicieron más profundas, el aire más pesado, casi sofocante. Su mano temblaba, pero no soltó la de Jason. No podía hacerlo.
—Tranquilo… —respondió Jason, aunque incluso su voz sonaba forzada—. Solo… confía.
Draco respiró hondo, obligándose a soltar la tensión que lo dominaba. En lugar de resistir la furiosa corriente de magia, decidió ceder, dejar que lo envolviera y fluir con ella. Poco a poco, las fuerzas caóticas entre ellos comenzaron a alinearse. Lo que antes había sido un torbellino descontrolado, se transformó en una danza rítmica, aunque frágil. Los pulsos de los orbes disminuyeron su frecuencia, sincronizándose con el equilibrio que ambos estaban logrando.
Finalmente, cada orbe flotó suavemente hacia sus manos, como si reconociera la unión de sus energías. Cuando sus dedos se cerraron alrededor de ellos, se miraron con una mezcla de alivio y triunfo, compartiendo una pequeña sonrisa de victoria… Justo antes de que sus cuerpos, agotados por el esfuerzo, cedieran al cansancio y se desplomaran juntos al suelo.