
LA SALA DEL TODO.
Harry Potter estaba arrodillado.
El estrado le impedía ver con claridad a los seres que discutían su futuro, el que estuviera de rodillas tampoco ayudaba. No importa cuantas veces le salvo la vida a Harry nunca le gusto ser ignorado, lo había aprendido a las malas y lo había llevado a la muerte.
Literalmente.
A pesar de eso Harry estaba tratando de pasar desapercibido lo más que podía estremeciéndose ligeramente cuando las voces subían de nivel, había cosas con las que nunca se había sentido cómodo y que alzaran la voz a su alrededor era una de ellas, años de abuso dejaban cicatrices y no importa cuánto tiempo pase son difíciles ocultar.
Tratando de alejar su mente de sus peores recuerdos miro a su alrededor para distraerse tratando de averiguar donde se encontraba. ¿Cómo había llegado ahí?
Recordaba haber cerrado los ojos con una sonrisa en sus labios rodeado de sus familiares y los pocos amigos que aun seguían vivos.
Casi había llegado a los 150 años, sus hijos habían tenido hijos y así sucesivamente. Había tenido una buena vida. Había vivido como se esperaba de él. Se había casado con Ginny en cuanto ella termino Hogwarts, sus primeros años de matrimonio habían sido caóticos, ella jugaba para los Murciélagos de Ballycastle, él había entrado al entrenamiento para Aurores por lo que casi no se veían. Todo cambio dos años después cuando Ginny quedo embarazada y muy pronto tuvieron a su primer hijo: Canis Harry Potter.
Ginny había odiado el nombre, pero era una forma de honrar a los Merodeadores. A Sirius utilizando el nombre de una estrella y un guiño a su forma animaga, a Remus por la cuestión peluda y finalmente a su padre siguiendo la tradición de usar el primer nombre del padre como segundo nombre del hijo.
“Sirius lo habría odiado.” Le reclamaba Ginny. Después de ese no le permitió nombrar nada, ni siquiera al gato que adoptaron cuando Canis cumplió tres años.
El señor almohada le debía su nombre a su hijo.
Cuando las gemelas Dalia Maela y Luna Isobel Potter nacieron Harry agradeció el gesto de su esposa al elegir el nombre de una flor para su hija mayor.
Harry había sido jefe de Aurores por casi veinte años. Había ayudado a Hermione a establecer leyes para todas las criaturas, fue un proceso largo de casi cincuenta años. Había visto a personas morir por enfermedades, por vejez y por ataques de muggles.
A pesar de los esfuerzos de Hermione el mundo muggle se enteró de la magia. Su tecnología había avanzado tanto que tenían cámaras en todos lados, en los bancos, escuelas, parques, centros nocturnos y estaciones de tren. Por lo que cuando cada 1 de Septiembre un grupo de personas sin registro alguno aparecía en la estación del tren comenzaron a hacer preguntas.
Cuando los magos se enteraron de que habían sido descubiertos fue gracias a carteles gigantes con las fotos de varios magos y el texto “Sabemos que están ahí”, alguien lo había visto y corrido la voz. Después de eso se desato la locura.
El pánico por parte de los magos había sido masivo, pero la única opción que tenían era no salir de las zonas mágicas. Al principio no había sido un gran problema, no hubo ninguna diferencia, hasta que los muggles comenzaron a usar robots y sensores, los magos no tenían ningún lugar en donde refugiarse pues esta nueva tecnología detectaba las altas frecuencias de la magia, después de años escondidos para los magos estar expuestos era una pesadilla.
El mundo mágico le había exigido a gritos que hiciera algo, pero al principio los muggles no eran hostiles solo estaban asombrados y llenos de curiosidad por esta civilización que había vivido entre ellos en secreto por tanto tiempo, no podían simplemente atacarlos.
Y cuando la hostilidad comenzó ya era demasiado tarde, al principio les pidieron que se registraran, para tener un control dijeron. Muchos magos se negaron, pero era eso o vivir en reclusión. Las cámaras y sensores estaban en todos lados en el mundo muggle y lentamente se extendían al mundo mágico.
Con el tiempo se prohibieron los matrimonios entre magos y no-magos, los matrimonios que ya existían fueron rotos. Cuando un niño mostraba magia accidental era enviado a las comunidades mágicas y se esperaba que lo cuidaran.
Siempre estaban vigilados.
Las criaturas fueron reubicadas. Los centauros pelearon, la gente del agua peleo. Años después estaban casi extintos. Los vampiros y hombres lobo fueron considerados un peligro a nivel mundial, pero aceptaron registrarse por lo que no fueron aniquilados… completamente.
Hogwarts no había caído, pero se construyó una base militar cerca de su ubicación. Por si acaso, habían dicho.
Harry podía decir que había vivido de forma pacífica, pero su familia siempre había sido vigilada. Los muggles se enteraron de su historia y lo consideraban demasiado poderoso, los altos mandos le temían por lo que nunca hizo nada para atraer su atención y con los años se olvidaron de él. Otras personas no tuvieron tanta suerte.
Hermione murió tratando de establecer una alianza entre ambos mundos y en respuesta el mundo mágico pidió sangre a gritos. Se derramo sangre y no se llegó a nada. Una maldición asesina no es rival para una bomba atómica y lo aprendieron de la peor forma.
Una voz aguda lo saco de sus recuerdos y parpadeo como un búho. ¿Se había perdido algo? No, seguían discutiendo a gritos.
Decidido a no dejar su mente volar se concentró en estudiar la habitación, cualquier cosa con tal de alejar su mente del pasado.
Aparte del gran estrado de color café oscuro con animales mágicos tallados en la madera la habitación estaba libre de muebles, cada pared era de un color diferente y por extraño que eso resultara parecían complementarse.
La pared a su derecha era de un amarillo suave con millones de hilos brillantes moviéndose como ríos cambiando constantemente, si trataba de mirarlos fijamente comenzaba a dolerle la cabeza por lo que en su lugar continúo estudiando el lugar.
Mirando con nerviosismo el estrado se dio cuenta de que nadie le estaba poniendo atención, aprovecho esto y giro levemente su cuerpo para poder ver la pared que se encontraba detrás de él. Era de color negro y de vez en cuando podía ver sombras grises y blancas como si estuvieran tratando de asomarse, la pared ondeaba y a Harry le recordó al velo del Departamento de Misterios, desvió la mirada queriendo olvidar todos los horrores que ese lugar escondía.
La muerte de Sirius seguía tan fresca y dolorosa como siempre. No importaba que hubieran pasado años, casi siglo y medio en realidad. Incluso mencionar el nombre de Sirius en voz alta estaba prohibido a su alrededor.
La pared a su izquierda no era de un color que pudiera nombrar, el naranja era el más cercano, pero era diferente de alguna manera. Había un círculo gigante en el centro que parecía brillar cada pocos segundos, la imagen del fondo cambiaba al mismo tiempo, podía ver bosques frondosos, animales reunidos y formando un círculo alrededor de una piedra azul, casas completamente blancas sin ventanas ni puertas, personas corriendo apresuradas de un lado al otro. El dolor de cabeza comenzó de nuevo y Harry se dio cuenta que se había quedado mirando el circulo durante mucho tiempo.
Sacudió un poco la cabeza y cerró los ojos tratando de alejar el dolor persistente que se había formado detrás de ellos. Gracias a eso se dio cuenta que las voces se habían detenido, abrió los ojos apresuradamente, todos los seres lo observaban con diferentes grados de interés.
“Harry Potter.” Una figura vagamente femenina dijo su nombre.
Un escalofrió recorrió su cuerpo, recuerdos de Cedric cayendo a su lado, Ron pidiéndole que cuidara de su esposa, Hermione cayendo en medio de gritos de coraje, George sonriendo porque finalmente se iba a reunir con su gemelo.
Harry mantuvo la mirada fija en la silueta ofensiva, obtuvo una sonrisa a cambio, había pequeñas arrugas al lado de ojos completamente plateados.
“Se ha decidido tu futuro.” El único hombre (Harry no estaba seguro de que incluso fueran personas) se puso de pie y el resto siguió su ejemplo. Tenía plumas en lugar de cabello y sus ojos cambiaban de tono de azul cada que parpadeaba.
“Es muy extraño que trabajemos juntos ya ves.” Hablo la mujer del centro, aquella que estaba vestida de azul, su cabello era rojo, del mismo tono que el de su madre.
Algo dentro de Harry se retorció de dolor.
“Pero si queremos evitar la caída necesitamos hacerlo.” Ella dijo.
¿La caída?
“Del mundo mágico.” Harry se sonrojo levemente sin saber si lo había dicho en voz alta o si podían leer sus pensamientos, la confusión lo distrajo lo suficiente como para que necesitaran llamar su atención con un carraspeo.
“Tenemos una misión para ti.” Esa era una voz nueva pero el cerebro de Harry ya tenía suficientes problemas para seguir el ritmo, la mujer afroamericana parecía entender y le sonreía suavemente.
“Te daremos otra oportunidad.” Ella continuo.
“Iras al pasado.” La mujer a su lado, una rubia con el rostro cubierto de algo que parecía ser una máscara de oro (¿y su vestido no se parecía a la pared a su derecha?) parecía especialmente irritada mirándolo como si fuera el culpable de todos sus problemas.
“Cambiaras el destino.” Dijo el hombre.
“Y salvaras al mundo mágico.”
Sin presiones.
ºxº
Harry Potter se despertó en el armario debajo de las escaleras con un fuerte dolor de cabeza, había tenido el sueño más extraño.
Había soñado que la magia era real, que él era famoso, con castillos hermosos que caían al igual que niños demasiado jóvenes para morir, había soñado con casarse con una hermosa pelirroja, con tener hijos y nietos, incluso con su muerte rodeado de una gran familia que lo amaba. Había soñado tantas cosas, pero lo más confuso de todo era la sala de paredes de colores y seres que le provocaban escalofríos.
“Has despertado.” Harry casi salto fuera de su piel.
Miro a su alrededor frenéticamente, su mirada cayó en una pequeña tarántula café a su lado y abrió mucho los ojos.
“Debo estar loco.” Cerro los ojos con fuerza, y al volverlos a abrir la tarántula lo seguía mirando.
“No tenemos tiempo para esto Harry, Tía Petunia esta por despertarse.”
Harry decidió que no tenía tiempo para entrar en pánico por su recién descubierta locura a pesar de todo se removió incomodo cuando la tarántula comenzó a trepar sobre él y suspiro aliviado cuando se acomodó en el bolsillo de sus jeans.
Un par de minutos después su Tía Petunia golpeo su puerta.
“Despierta y ve al baño, te quiero en la cocina en cinco minutos.”
Harry se apresuró sin querer tentar su suerte, Tía Petunia parecía estar de buenas por lo que hizo lo que le dijeron y casi se infarta al ver su rostro en el espejo. Su cabello casi le llegaba a los hombros en suaves ondas negras tan oscuras que parecían absorber la luz en lugar de reflejarla. Sus ojos verdes parecían brillar, pero había algo de plateado en ellos y parecían líquidos.
Como un pensadero su mente suministro. Harry no sabía que era un pensadero.
Le llego un vago recuerdo de una oficina abarrotada con pinturas en la pared, una espada y un cuenco con un líquido plateado y espeso. El recuerdo se fue tan rápido como llego y volvió a mirarse en el espejo sin poder creer lo que veía.
Lo más extraño de todo, lo que lo había sobresaltado era la cicatriz en su rostro, era simplemente gigante, comenzaba en su frente y se ramificaba llegando incluso a su cuello era de un color plateado pálido que contrastaba visiblemente contra su piel quemada por el sol.
“Apresúrate chico.” Tía Petunia chillo y Harry se apresuró a enjuagarse la cara.
Se miro una última vez en el espejo y no pudo evitar preguntarse qué rayos le había pasado.