mis ojos son el espejo donde se refleja mi dolor

Harry Potter - J. K. Rowling
Multi
G
mis ojos son el espejo donde se refleja mi dolor
Summary
...No puedes arreglar los errores del pasado, aunque lo desees. No puedes cambiar el pasado. Nadie nunca lo ha logrado y tú no eres la excepción, será mejor que te rindas o perecerás...
Note
Este es mi primer trabajo en esta plataforma, espero sea del agrado de alguien. Esto es nuevo para mí, cualquier comentario evaluativo y de carácter constructivo será bien recibido.Tengo algunas cosas que decir:1-Esta pretender ser una historia de redención y arrepentimiento donde se intentará atravesar la guerra mágica con las menos bajas posibles. Definitivamente tendrá un final feliz, me niego a lo contrario.2-No conozco mucho de El universo de los libros de Harry Potter, mis únicos conocimientos son fanfics y las películas. Así que si alguien es tan amable de darme datos Canon de los libros para nutrir un poco este fanfic, serán bien recibidos. Incluso si no son Canon, también me gustaría leer sus headcanon de Harry Potter.3-todavía no tengo muy claro todas las etiquetas y todas las parejas y todos los personajes que van a salir aquí en este fanfic, así que probablemente vaya agregando etiquetas conforme a la marcha. Abordaré algunas temáticas sensibles como lo son la violencia intrafamiliar (hablar de la infancia de Severus y otros niños maltratados), el bullying el acoso escolar (intentaré hacerlo lo mejor que pueda), la depresión (enfocada en algunos personajes pero más en la madre de Severus), el racismo, la esclavitud, sexismo, machismo y algunos otros tópicos. Intentaré tocarlos lo mejor que puedo con el mayor respeto y prudencia posible que debe tener cuando se hablan de cosas sensibles que afectan vidas reales de personas ahí afuera.Me extendí demasiado, no?
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Una Energía Anacrónica

—Severus...

Escuchó su nombre ser pronunciado por voces que no pudo distinguir. Estaba solo, o al menos eso parecía. Era un cuarto oscuro, sin decoración ni mueblería, desolado y apenas iluminado. Las voces volvieron a llamarlo, resonando en alguna parte profunda de su mente, como un eco. Podía oír cómo se repetía una y otra vez ese sonido, insidioso e irritante. Las voces cambiaban de tono, gravedad y entonación, como si mutaran cada vez en algo diferente. Por eso no distinguía de dónde o de quién eran.

Sacudió la cabeza frenéticamente, intentando callarlas, apagarlas de algún modo. No podía pensar claramente por la intromisión. Quería que se callaran, deseaba que se callaran. En su desenfreno, distinguió algo familiar.

Severus... —susurró una voz queda y melancólica, no como las otras. Podía distinguir que arrastraba un poco la primera "S" y suspiraba en la segunda. Solo conocí a una persona que decía así su nombre.

No había forma en que no pudiera distinguir esa voz. Incluso después de años de decirse a sí mismo que ya no la recordaba, solo porque dolía demasiado intentarlo. La voz de su madre jamás pasaría desapercibida para él. Quería llorar. ¿Desde cuando era un hombre tan frágil?

Tan rápido como vino, también se fue. Perdió en ese mar de ruido la voz de su madre. Estaba frustrado, triste, quería que todo fuera más lento. Las voces se volvieron más fuertes, eclipsándose unas a las otras.

—Escúchanos... escúchanos... escúchanos.

Las voces gritaban una y otra vez lo mismo. Se arrodilló donde estaba e intentó cubrirse los oídos, pero era inútil y él lo sabía. Hacía que su cabeza doliera, el dolor no era algo que extrañara, pero definitivamente le recordaba sus días estando vivo. Días que siempre estuvieron empañados de dolor. Soltó un fuerte grito que ni siquiera pudo escuchar, cualquier sonido que hiciera era tragado por su mente bulliciosa.

—¡Escúchanos!

Crack.

Abrio los ojos. Se incorporó, inhalando y exhalando en un patrón irregular. Solo, solo era un sueño. Sacudió la cabeza intentando relajarse. ¿Dónde estaba? Miró a su alrededor, se encontró recostado en una camilla. Las sábanas blancas estaban tiradas en el piso a un lado, arremolinadas como olas pálidas. Las cortinas se mecían perezosamente al ritmo del viento. Podía reconocer el lugar, era el ala de enfermería. Si su cerebro no estaba tan ansioso y alerta, tal vez hubiera considerado volver a dormir, pero no se sintió cómodo para hacerlo.

Si él estaba soñando antes, ¿había soñado todo eso? Morir, volver a la vida, ver a Lily y pelear con Potter. No sería un sueño nuevo, bueno, la parte de revivir sí era nueva. No, él lo pensó mejor, definitivamente eso no fue un sueño. Ese hecho era desconcertante en sí mismo, la vena lógica en su cabeza desmeritaba todo lo ocurrido. Si él lo pensaba en detalle, nada de eso tenía sentido.

Fue atacado por Nagini, murió. De eso podía estar seguro, no había otra forma de poder llamar a esa experiencia. Luego, terminó confinado en un material vacío donde no solo era consciente, sino también insensible a cualquier estímulo sensorial. Y sin ningún aviso, ¿sus sentidos vuelven a la vida? ¿Su ser dejaba de estar muerto? Esas dudas ya eran un interrogante sin sentido para él; a ellas debía agregar su situación actual. No solo había regresado de la muerte, había regresado a su época de estudiante en Hogwarts.

Todo era un dolor de cabeza. ¿Cómo había terminado ahí? Estaba comenzando a considerar que quien sea que rigiera este plano terrestre le encantaba tratarlo como porquería cada día de la forma más creativa posible. Si no le doliera tanto su cuerpo, en verdad hubiera soltado una carcajada. Maldijo y, a pesar de todo, soltó una carcajada.

—Ouch...—gimió adolorido—, ¿Lo había pisoteado un caballo?

—...Puedo ver que no se encuentra tan mal como para poder reírse —dijo la voz de una mujer a través de las cortinas, donde se podía notar la silueta de una mujer de mediana edad.

Vio un par de manos correr la cortina. Lo primero que notó fue su cabello claro, salpicado por algunas cañas, sujeto en un elegante recogido. Su boca estaba presionada formando una línea severa y sus ojos lo escrutaban con reproche. Sus manos alisaban su ya de por sí pulcro uniforme, entrecerrando los ojos.

— Debería estar descansando, joven Snape —le reprendió, levantando la sábana del piso—. Vuelva a recostarse, por favor.

—Mis disculpas, Madame Pomfrey —Severus suspiro, recostándose de nuevo.

Sabía lo demandante que era la mujer cuando se trataba de sus pacientes. Él muy pocas veces había ido a la enfermería por voluntad propia, ya fuera en sus días como estudiante o de maestro, no le gustaba sentirse inseguro. Y el hecho de que una mujer terca y obstinada vigilara cada uno de sus movimientos durante tu recuperación era, en definitiva, algo que lo ponía nervioso y, para qué negarlo, algo vulnerable. Si se enfermaba antes, era capaz de atenderse él mismo.

Pero hoy, ya fuera por el ligero hormigueo de sus extremidades y la punzada de dolor en sus sienes, o por toda la situación surrealista en la que se encontraba, no tenía el ánimo o la energía para levantarse e irse. Madame Pomfrey alzó una de sus delgadas cejas, un poco sorprendida por la docilidad del joven Slytherin.

—Ha sufrido una ligera contusión, así que es probable que sufra de algunos mareos, náuseas y dolor de cabeza. Si siente algún otro síntoma, debe notificarme —informó—. En general, su cuerpo no presenta ninguna herida grave visible. Estaba esperando a que despertara para hacerle más pruebas.

Él ascendió, fingiendo estar interesado en su salud. Madame Pomfrey se percató de ello; odiaba la apatía adolescente.

—El desmayo, asumo que se debió a la contusión, aunque no podríamos descartar aún la anemia —dijo, severa—. Debería hacerme caso alguna vez y cuidarse mejor, joven Snape. El cuerpo es un templo y usted lo descuida de forma irresponsable.

Él no recordaba mucho de sus idas a la enfermería; en general, las evitaba, así que no eran recuerdos que repasara constantemente. Aun así, no pudo ubicar un solo momento en donde Pomfrey le hubiera dicho algo como eso. Aunque, tal vez lo hizo, pero él nunca había escuchado con la suficiente atención.

—Comprendo. Aún así, no veo necesaria esta conversación —Severus masajeo el puente de su nariz.

—¿Creé que su salud es un juego, joven Snape?

— Usted debería preocuparse más por terminar su revisión, para que yo pueda descansar —Soltó de forma grosera.

Madame Pomfrey hizo un sonido indignado antes de alejarse diciendo:

—Jóvenes, uno intentando preocuparse por su bienestar y solo consigue un desaire tras otro.

Siguió hablando antes de perderse en alguna parte del ala de enfermería. Aun así, él pudo escucharla su monólogo a la distancia: "¿Cuándo será el día en que alguien escuche a Poppy? Es como si estos jóvenes se creyeran inmortales. Uno siempre les dice: descansen, coman bien, cuídense, traten a su cuerpo dignamente... Pero ¿alguien alguna vez se lo toma en serio? ¡No! Es increíble que me paguen para mantener con vida a un montón de niños que no se preocupan por su bienestar en absoluto".

Encontró su diatriba profundamente entretenida; Incluso se encontró riendo un poco. Luego recordó por qué mejor no debería hacerlo, su cuerpo seguía doliendo.

Él más que nadie sabía de lo que ella estaba hablando, sabía lo que se sentía intentar que los chicos a tu cargo no murieran, se lesionaran o prendieran fuego a sus compañeros o a sí mismos. Esa última era como el pan de cada día con los de primer año.

—Bien, siéntese un momento —dijo en cuanto regresó —. Voy a revisar a profundidad tu cuerpo, es probable que sienta una ligera intromisión, puede que quiera vomitar. Tome—le entregó un cubo de aluminio.

Lo tomó y lo puso sobre su regazo. Vio cómo ella sacaba un frasco pequeño con una poción de color magenta poco saturado. Si mal no lo recordaba, Severus podría jurar que era una poción utilizada en la etapa de diagnóstico, una especie de ayuda para la exploración fisiológica que usaría con hechizo. Utilizada por los meimagos para encontrar el origen de las dolencias o enfermedades, o de anomalías en el organismo o la energía mágica.

Él lo innecesario; estaba bien. Tal vez un poco cansado. Y tal vez se sintió como el vómito de un hipogrifo, pero estaba perfectamente. 

Ella le dio el frasco para que lo bebiera. Le supo amargo y tenía una consistencia espesa. El regusto le quedó impregnado en la parte posterior de la garganta, y la necesidad de tomar agua para quitarse el sabor fue lo único que pudo pensar durante toda la revisión.

Ella sacó su varita y le pidió que se quedara muy quieto durante el proceso, para que su lectura fuera satisfactoria. No le dirigió la palabra después de ello, y era mejor así; Él estaba muy agotado para pensar sus respuestas. Y teniendo en cuenta la delicada situación en la que se encontraba, era mejor no llamar mucho la atención, el era experto en no llamar la atención. Estaba tan concentrado en la resequedad de su garganta y el cansancio en su cuerpo, que no pudo notar la cara de confusión de Madame Pomfrey.

—Qué raro... —murmuró para sí misma.

Eso lo alertó, más de lo que le gustaría admitir. Incluso sintió unas ligeras náuseas.

—¿Encontró algo inusual? —preguntó, intentando sonar indiferente.

—No, no, para nada —siguió su inspección—. Tenía razón sobre la anemia; Necesitas comer más, además de una dieta particular que te entregaré más tarde. También necesitas dormir tus ocho horas e intentar tomar un poco de sol de vez en cuando.

— ¿Y a qué se debe su comentario anterior? —Severus insistente en preguntar, el quería respuestas.

—Es solo... Debo estar interpretando algo mal. Pero usted, joven Snape, no tiene nada grave.

— ¿Qué quiere decir con eso?

Ella desactivó el hechizo que estaba utilizando mientras lo miraba con una sonrisa educada, pero sus cejas estaban un poco fruncidas.

—Oh, nada, joven Snape. Un pequeño malentendido —Vuelve a alizar su uniforme.

Él se dio cuenta de que no conseguiría nada por ese camino. Lo más inteligente sería, por supuesto, usar legeremancia para saber lo que ocurriría. Sin embargo, Severus no sabía si tenía la energía necesaria para hacerlo sin voz ni varita. Sabía que podía hacerlo, su yo adulto al menos. ¿Tendría la suficiente energía mágica para hacerlo? ¿O incluso la habilidad? Hasta donde sabía, solo era una conciencia vieja en el cuerpo de un adolescente debilucho. Decidió probar. Si acaso se desmayaba por intentarlo, de todas maneras ya estaba en la enfermería.

A él no le encantaba la idea de hurgar en la mente de las personas. Porque, en general, le importaba poco lo que la gente tenía en la cabeza, al menos mientras no sacara ningún beneficio de ello. La mente era una amalgama compleja a la vez de previsible, muchas veces con algunas buenas deducciones podías descubrir lo que alguien estaba pensando, y él era bueno deduciendo. Aunque solo puedes deducir hasta cierto punto; una cosa eran opiniones o sentimientos o incluso acciones a futuro, pero los datos y la información no eran algo que podías adivinar con un poco de observación. En ocasiones, y esto él lo sabía bien, los datos escondidos eran cosas que no podías deducir pero que eran decisivas en una guerra.

Esas ocasiones en las que necesitó usar legeremancia no fueron de su agrado. No le gustaba saber sobre la vida de otras personas, sobre la lucha de otros, lo que sentían o pensaban. Él ni siquiera analizaba sus propios sentimientos y pensamientos lo suficiente como para que le interesaran los de otras personas.

Se mentía a sí mismo diciendo que no sabía lo que era la empatía o la mínima decencia humana, pero la verdad, muy en el fondo y aunque se esforzaba en negarlo, no tenía empatía por otros porque no lograba comprenderlos. Nunca ha logrado comprender a nadie realmente y estaba seguro de que muy pocos lo han comprendido a él. Estar en la mente de otros solo lo hacía comprender a los demás, y el odiaba eso, se volvía demasiado blando cuando lograba empatizar con otros.

Todos parecían tan sencillos y predecibles. Y lo eran, él lo sabía mejor que nadie, y aún así no lograba entenderlos del todo. Porque una cosa es saber por qué alguien hacía o pensaba algo, pero las acciones de la mayoría de las personas él las consideraba simples y estúpidas, así que era difícil empatizar desde afuera. Le molestaba que, de cierto modo, todos los que los que creían que el era un completo inadaptado y una paria social, tenían algo de razón.

Se consolaba pensando que era mucho más listo, más ingenioso y, sin un gramo de humildad cabe destacar, mucho más hábil que ellos en cuanto a la magia. Quizás entender a otros no haya sido innato para el, pero la magia sin podía entenderla, se esforzó años para llegar a nivel que tenía. 

Al final sus cavilaciones eran innecesarias, aunque no se sintiera del todo bien para usar legeremancia, su decisión estaba tomada, y él no era de los que cambiaban de opinión.

Cuando se dispuso a navegar en la mente de Madame Pomfrey se percató, y no con poco asombro, que fue mucho más fácil de lo que creyó. De hecho, fue mucho más fácil de lo que estaba acostumbrado. No consideraba a Pomfrey como una persona de mente débil, era una mujer respetable y habilidosa. Usualmente esta facilidad de adentrarse en la conciencia era una señal de una mente manipulable y endeble, por supuesto, él sabía que no era el caso con ella. Por lo que debía ser otra cosa.

Entonces el flujo de pensamientos de esta mujer acalló las suposiciones por el momento. Lo primero, estaba dudando sobre su análisis anterior, mientras se preguntaba vagamente si había posibilidad de hacer otro análisis para hacer comparaciones. No parecía preocupada o ansiosa, parecía más como una sensación de "creo que me equivoqué en algún lugar" a la sensación de "tiene una enfermedad terminal". Luego llegó el pensamiento de "No puedo estar equivocada, mis márgenes de error me enorgullece decir que son casi nulos" .

"¿Entonces por qué vi claramente que su energía mágica parecía tener, al menos, un siglo?" . Su flujo de pensamientos siguió por esa línea, intentando refutar sus propios argumentos. Poco a poco su conciencia se fue a otros lugares, como: "si hago otro análisis y sale igual, ¿qué significaría? ¿Debería comunicárselo a Dumbledore ahora?" . Parecía considerar si este asunto era importante o no. "Aunque no sé si sea necesario, ni siquiera sé qué podría significar. Digo, el chico nunca ha demostrado ser una amenaza al mundo mágico". Cuando sus pensamientos se volvieron sobre cosas personales, como su rutina diaria, tareas pendientes y pensamientos cotidianos que tendría cualquiera en su día a día, él pensó que probablemente eso sería todo lo que obtendría sobre ese tema.

Algo que no dicen del hechizo es que puedes ir a lugares donde no quieres en las mentes de las personas, incluso si intentas no ir por esos lugares, porque el flujo consciente o inconsciente es impredecible y en general muy enredado. Pero los años han ayudado a Severus a evitar este fenómeno sin problemas. Por lo que fue muy peculiar, para no decir insólito para él, cómo la mente de ella se abrió como un mar, donde si te lo proponías podías interpretar cada parte de su persona. Vio muchas cosas que preferiría no saber, como su relación con sus padres (que parecía buena) o que no podía tener hijos (todos morían en sus brazos al nacer) o que trabajar en Hogwarts era su única vida... Severus cortó el hechizo abruptamente.

Eso fue diferente, cada vez que usaba la legeremancia era como escarbar en la tierra para desenterrar las cosas que las personas tenían guardadas. Nunca fue como ver un mar cristalino y transparente donde podías ver la inmensidad de un todo. Mientras Severus estaba escudriñando su cabeza, Madame Pomfrey se alejaba hacia el espacio que usaba de oficina, sentándose y escribiendo algo en un pergamino. Todo ese tiempo ella vio cómo Severus estaba sentado mirando hacia una pared, viendo nada, y ella lo atribuyó al cansancio por el examen físico que le hizo.

Severus no dejaba de considerar lo que sucedió, sin mencionar que su magia se sentía rara, hormigueando por salir. Con todos estos datos a su alcance y con la información de la mente de Madame Pomfrey, tenía una teoría. Una que iba a probar cuando no sintiera que la cabeza le iba a estallar y su cuerpo pudiera mantenerse en pie sin apoyarse en algo. Cuando Pomfrey estaba otra vez delante de él, decidió que pensaría en esas cosas cuando tuviera tiempo y no hubiera nadie cerca.

—Esta será tu nueva dieta —me entregó el pedazo de pergamino—. Debes aumentar tu consumo de carnes rojas magras, como hígado de pollo o corazón de res. Aunque las carnes blancas como pescado y los mariscos también funcionarán, lo que te apetezca más.

—Ahora comerás garbanzos al menos tres veces por semana. Si puedes acompañarlos con huevos o queso, sería perfecto. Y necesitas vitaminas: come naranjas o tomates; También sirven frutos secos, como las almendras. Lo demás que debes comer está en la lista. Notifica a las cocinas sobre tu nueva dieta e intenta seguirla. La anemia no es juego; podrías morir de un resfriado un mal día de estos.

La cara de disgusto de Severus era evidente, lo que irritó mucho a Madame Pomfrey.

—¿Acaso no se preocupa por su propia vida?

—Si usted supiera que morir no es tan malo como dicen —ese comentario salió más rápido de lo que tuve tiempo de pensar.

Ella parece estar disgustada pero aún así parece ocultar la sonrisa en su rostro.

—Jóvenes —suspiró apoyando su cabeza en su mano—. Es como si creyeran que todo es una broma.

La vi arrebatar el cubo de aluminio de mi mano y ponerlo a un lado de mi camilla. Instándome a que me recueste de nuevo para descansar. Cuando lo hice, acomodó las cortinas y me lanzó una mirada pétrea.

—Es hora de que descanse, joven Snape. Ya es muy tarde para que se incorpore a clases de todos los modos.

Severus asintió con la cabeza, acostándose otra vez en la camilla y mirando el techo. Madame Pomfrey lo miró por última vez para asegurarse de que todo estuviera bien antes de retirarse. Él se sentía agotado, adolorido, fuera de lugar y, para colmo, inseguro. ¿Qué debía hacer ahora en adelante? No tenía un plan, no sabía qué hacer. Ni siquiera se podía forzar a pensar en algo porque estaba tan cansado que sus párpados se cerraron antes de que él pudiera pensar en otra cosa.

Cuando abrió los ojos de nuevo, el sol se estaba ocultando, y su cama brillaba con esos colores tenues y cálidos. Una brisa suave movía las cortinas, y el ambiente parecía suspenderse como si estuviera en una gelatina de naranja. Una analogía extraña, pero se sintió así. Había una maraña de cabello rojo esparcida al lado de su costado, cerca de su mano. No estaba dormida, lo sabía por su respiración, solo estaba allí recostada mirando algún punto al otro lado de la habitación. El no hizo ningún movimiento para no perturbar la paz.

Él no recordaba la última vez que estuvo al lado de Lily simplemente existiendo. Recordaba que hacían eso cuando eran niños: cuando ella estaba cansada de hablar, saltar o correr, simplemente se echaba a su lado. Severus nunca fue de hablar mucho sobre nada; Prefería hablar sobre sus intereses, cosas particulares que le gustaban. Por lo que no había mucho tema de conversación de su lado que le interesará a ella. Así que estar sentados sin decir nada uno al lado del otro era algo común. Era como su momento pacífico y tranquilo, su lugar. Era triste saber que el día terminaría y ambos tendrían que irse a sus casas, que Severus tendría que ir a su casa. Mucho menos pacífica y tranquila.

Severus suspiró, sabía que ese momento también se acabaría. En algún momento tendrían que hablar. Una conversación que no estaba listo para tener, pero si era justo, es probable que nunca estaría listo para tenerla. Tenía que disculparse, quería disculparse. Y aunque estaba preparado para una negativa (realmente no estaba preparado), esperaba poder arreglar las cosas, aunque fuera solo un poco, por ella.

Lily escuchó su suspiro y se incorporó. Ambos se miraron a los ojos y Severus no puedo evitar sonreír. También quería llorar, pero en ese momento solo quería sonreír.

—Hola —dijo él.

—Hola —dijo ella, devolviéndole la sonrisa. Luego bromeó—. ¿Y esa enorme sonrisa? ¿Tengo algo en la cara?

—Te extrañé.

Los ojos de Lily se abrieron cómicamente y decidió volver a bromear—. ¿Quién eres y qué has hecho con mi amigo?

—Yo...Necesitamos hablar, Lily.

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