mis ojos son el espejo donde se refleja mi dolor

Harry Potter - J. K. Rowling
Multi
G
mis ojos son el espejo donde se refleja mi dolor
Summary
...No puedes arreglar los errores del pasado, aunque lo desees. No puedes cambiar el pasado. Nadie nunca lo ha logrado y tú no eres la excepción, será mejor que te rindas o perecerás...
Note
Este es mi primer trabajo en esta plataforma, espero sea del agrado de alguien. Esto es nuevo para mí, cualquier comentario evaluativo y de carácter constructivo será bien recibido.Tengo algunas cosas que decir:1-Esta pretender ser una historia de redención y arrepentimiento donde se intentará atravesar la guerra mágica con las menos bajas posibles. Definitivamente tendrá un final feliz, me niego a lo contrario.2-No conozco mucho de El universo de los libros de Harry Potter, mis únicos conocimientos son fanfics y las películas. Así que si alguien es tan amable de darme datos Canon de los libros para nutrir un poco este fanfic, serán bien recibidos. Incluso si no son Canon, también me gustaría leer sus headcanon de Harry Potter.3-todavía no tengo muy claro todas las etiquetas y todas las parejas y todos los personajes que van a salir aquí en este fanfic, así que probablemente vaya agregando etiquetas conforme a la marcha. Abordaré algunas temáticas sensibles como lo son la violencia intrafamiliar (hablar de la infancia de Severus y otros niños maltratados), el bullying el acoso escolar (intentaré hacerlo lo mejor que pueda), la depresión (enfocada en algunos personajes pero más en la madre de Severus), el racismo, la esclavitud, sexismo, machismo y algunos otros tópicos. Intentaré tocarlos lo mejor que puedo con el mayor respeto y prudencia posible que debe tener cuando se hablan de cosas sensibles que afectan vidas reales de personas ahí afuera.Me extendí demasiado, no?
All Chapters Forward

Unas lágrimas de nostalgia.

Él no sabía en qué cosas iba a pensar cuando estuviera al borde de la muerte. Era una pregunta frecuente para él. Después de todo, su vida, desde hace mucho tiempo, solo era un interludio hasta llegar a su muerte. Un paso errado, un desliz verbal, una mala jugada podría arruinarlo todo.

Él sabía que podía morir en cualquier momento, pero no le importaba en absoluto. De hecho, hace mucho tiempo no le había importado nada en absoluto. Después de todo, las únicas cosas que lo ataban a la vida y a este mundo eran el dolor, el arrepentimiento y la culpa. Por lo que, al pensar en su inevitable y próxima partida, supuso, como todo en su vida, que su último pensamiento sería Lily.

Lily Evans, su primera y única amiga. Además de su primer amor.

Así que cuando ese momento al fin lo arropó como un manto, cuando supo que al fin le había llegado el momento, ese que tanto había temido, no pudo evitar recapitular todas sus penurias y lamentos. Después de haber hecho todo lo que pudo para proteger al hijo de la mujer que amaba, él sabía que había hecho un terrible trabajo en eso también. Pero cuando tambaleas entre la vida y la muerte, ya nada importaba, todo se termina. Él esperaba, con lo poco que le quedaba de vida, que el muchacho tomara la mejor decisión. Él pensaba que ese niño tenía un peso enorme sobre los hombros. Le dejaron toda esa carga, era demasiado joven para todo lo que le deparaba su futuro, o al menos, el futuro que dictaba la profecía.

Era demasiado joven para ir caminando directo hacia su muerte. Aun así, le mostró sus recuerdos, esperando que eso fuera de ayuda. Esperaba que esa cabeza dura entendiera todo o algo, lo que fuera, la verdad él no sabía qué esperar. Mientras poco a poco el veneno de Nagini recorría su cuerpo haciendo que todo se sintiera lento y borroso. Estaba tan mareado y adolorido. Su cuerpo temblaba, o quizás eran espasmos, no tenía ninguna autonomía de su cuerpo. Lo único que sí podía notar era que no le quedaba mucho tiempo. Miró fijamente a Harry, era increíble que lo último que vería en vida fuera a ese muchacho, es irónico. Ese chico era como ver la copia exacta de su padre. Era casi un delito que tuviera en su cara los hermosos ojos de Lily.

—Tienes los ojos de tu madre... —Murmuró pensando en voz alta.

Sí, también pensó en Lily, era una sorpresa para nadie, ni para si mismo.

Pensó en sus ojos, pensó que Harry tenía sus ojos, pensó en el color verde. Su mente solo podía entender ese color y, lento pero constante, todo se desvanecía. Las luces, las voces, el mundo. Al final todo desapareció. Pero, por alguna razón aún podía escuchar sus pensamientos inconexos e incoherentes, pero era su mente, siempre logró entender su propia cabeza.

Sus pensamientos se volvieron cada vez más fáciles de comprender, conforme iba pensando su cabeza empezaba a salir del letargo. Eventualmente, comenzó a cuestionar la situación en lo que se encontraba.

¿Qué era la muerte? ¿Ya estaba muerto? Se preguntaba Severus, él siempre pensó que todo desaparecería. Que la muerte era la forma más pura en la que las cosas dejaban de existir.Y en parte, así era como se sentía. No podía sentía su cuerpo, ni nada en realidad. Era como estar flotando en un vacío que sabes que está vacío porque no puedes ver nada, ni siquiera oscuridad o luz. Solo en la nada.

Si él hubiera sido capaz de sentir algo, seria la inquietud. La parte razonable de su cerebro le decía que tenía que preocuparse, pero la única preocupación que tuvo a lo largo de su vida era si sentia dolor. No sabía cómo era posible que no pudiera sentir dolor después de treinta años de miseria, pero tampoco podía sentir alivio. Era como apagado ¿Eso era lo que debía ser la muerte? Él consideró que así era, o que era un castigo por todo el mal que había hecho, si fuera lo segundo, no le importaba. Ya no le importaba nada. Supuso que todo, en algún momento, se pagaba. Él creyó que había pagado el precio con su sacrificio en vida, parecía no haber sido suficiente.

Estaba condenado a la soledad eterna. Sus cavilaciones se extendieron por mucho tiempo. Preguntando, a la nada misma, cosas que siempre le habían atormentado. Nunca llegaba a ningún lado. Solo era una pobre alma dando vueltas en círculos tratando de entender la razón de su miserable existencia y su ahora nueva, pero aún así miserable, no-existencia.

No podía descansar, tampoco lo necesitaba, descubrió, cuando el tiempo pasó y no había agotamiento o letargo. No tenía hambre, sed, ni siquiera la urticaria nerviosa que siempre lo atormentaba en las situaciones desconocidas. Así que estaba solo con sus pensamientos, lo cuál, según las biografías de los escritores malditos, no era precisamente el paraíso.

El tiempo era relativo, no sabía cuánto tiempo estuvo ahí, las líneas que limitaban su conciencia se iban volviendo cada vez más difusas. Aún así, sabía quién era, o al menos, quién había sido. Severus Snape, una persona amargada y resentida intentando sobrevivir a las peligrosas aguas de la vida. Dañó a muchas personas, muchas de ellas inocentes. Reflexionó cada una de sus peores acciones, que no eran pocas, y decir que estaba arrepentido sería un insulto para todo el mal que había hecho.

Pero, la única cosa que realmente lamentaba fue haber puesto su estúpido orgullo de sangre y sus más estúpidos prejuicios por encima de Lily. Todo lo que recordaba después de perderla ese 31 de octubre era el dolor agudo y palpitante que nunca lo abandonó. No después de haber llorado desconsolado, con su cuerpo en sus brazos. Y lo único que pudo hacer después de eso fue otorgar su cuerpo, su mente y su alma para remediar al menos un ápice de todos sus males. Aliviar aunque sea un poco el peso de sus culpas.

A veces, y en contra de todo el sentido común de Severus, él deseaba poder arreglarlo todo. Era un pensamiento masoquista. Sabía que era imposible, en ese punto, después de haber muerto y estar en ese lugar, que realmente no sabía qué era y mucho menos dónde estaba, no había ninguna forma en que pudiera arreglar algo. Ni siquiera su propia mente, la decadencia mental era una probabilidad segura, e inevitablemente después, su descenso hacia la locura.

Ese vacío, como lo llamaba. La nada, dónde no se sentía nada, tal vez porque sentir era algo exclusivo de los seres vivos. Un privilegio para los que respiraban.

Por lo que, cuando sintió un dolor incomprensible, casi tan doloroso como caer rodando por las escaleras, decir que estaba sorprendido era quedarse corto. Incluso comenzó a sentir cosas que pensaba haber olvidado, el vértigo de estar mareado, una jaqueca insidiosa.

Estaba desesperado, una desesperación tan grande, anhelando poder respirar. Qué difícil era respirar. Había olvidado por completo cómo hacerlo, quería gritar pero no podía, solo se retorcía buscando liberación.

Mientras esto ocurría, no se había percatado que todo su entorno había cambiado. Estaba de cabeza, en un pasillo concurrido. Si hubiera estado en sus cinco sentidos podría haberlo notado, apreciar que, no solo estaba vivo de nuevo, sino que estaba en Hogwarts.

Todo se veía tan brillante, de la forma más dolorosa posible. La luz se filtraba a través de sus párpados cerrados, y dolía. También sintió la tela de la ropa rozando su piel, dándole picazón. Al fin pudo tomar su primer aliento, y su cuerpo se lo agradeció, aunque la respiración fuera irregular y ansiosa.

Notó que hacía frío; su cerebro estaba más lento y menos ágil de lo habitual. Siempre fue rápido para pensar, razonar y actuar en consecuencia. La desesperación había desaparecido, pero la sensación de extrañeza no.

Y luego lo entendió, lo extraño era que pudiera sentir algo, lo que fuera. Decidió abrir los ojos aunque eso lo cegó por unos segundos. Todo se registraba poco a poco. Lo primero que notó fue que estaba de cabeza. Lo segundo, fue que estaba en Hogwarts, en alguno de sus interminables pasillos, rodeado de una multitud de estudiantes.

Por un segundo estuvo tentado a gritar "menos cien puntos para Gryffindor" solo por la costumbre, pero estos chicos no eran sus estudiantes, se dio cuenta. No eran lo estudiantes a los que impartía clases, pero se le hacían espeluznantemente familiares. Cuando esa certeza se instaló en su mente, solo hizo que se sintiera mucho más fuera de lugar. Y luego la vio a ella. Lily, tan radiante y joven, y lo más mortificante para él, estaba muy viva.

Todo era tan confuso y sofocante que respirar volvió a ser un problema. Ahí estaba ella, su amiga, la persona que había matado con su ineptitud e inmadurez. Él sabía que lo que estaba viendo no era un sueño; conocía cómo se ve ella en sus sueños. Soñó tantas veces con ella, tantas veces que incluso olvidó varios detalles de su cara, tantas veces que olvidó el tono exacto de su voz.

Pero, al verla, no quedó duda en su mente, era ella. Solo podía ser ella, no solo una vívida alucinación. Y antes de que pudiera evitar lo que sucedió o siquiera entender por qué lo hizo, el (joven) Snape derramó las lágrimas que tantas veces se había reprimido.

Llorar en la guerra es inútil; Las batallas no terminan solo porque te derrumbes como un cobarde. Llorar solo era un símbolo de debilidad, un privilegio del que él no podía gozar si apreciaba un poco estar vivo. Mostrarse cómo alguien débil, desde que él puede recordar, solo hace que te golpeen más fuerte.

No le importaba que su cabeza se sintiera como el tambor de algún músico gitano frenético en alguna de sus excéntricas celebraciones. La inquietud y vulnerabilidad se le podía notar en el semblante, con la misma sutileza de una patada de caballo. Quizás para todos los jóvenes que estaban en ese pasillo solo era la cara afligida y apenada que cualquiera tendría en situaciones como esa.

Sin embargo, ¿esa mirada de anhelo y melancolía concordaba con los acontecimientos, estando colgado boca abajo, semidesnudo y con todos mofándose de su miseria? Sus lágrimas habían sorprendido a más de uno.

Las bromas, o como Severus les gustaba llamarlo, la retahíla de humillaciones, nunca habían logrado hacer que él derramara una sola lágrima. Él conocía el dolor, no le deprimían los intentos burdos de chiquillos en hacerlo papilla o humillarlo. Sabía que el dolor físico por más fuerte que se sienta siempre pasaba, sabía que los hematomas perderían su color, sabía que las heridas dejaban de sangrar.

Él sabía que no era alguien que alguna vez haya gozado de honor o estatus, a nadie le interesaría su humillación, era un don nadie. Y aunque su orgullo hirviera de cólera, al final del día no podía hacer nada. Las lágrimas salían a borbotones; No sabía si eran de dolor, tristeza o felicidad.

Sus sentimientos eran difíciles de distinguir y tenía tantas preguntas: ¿Qué estaba pasando? ¿Qué hacía ahí? ¿Por qué Lily estaba viva? ¿Por qué él estaba vivo? Porque eso tenía que ser, ¿no? Estaba vivo, su mente no podía concebir algo diferente. Todo se sentía como cuando estaba vivo, pero mucho más brillante y ruidoso de lo que recordaba.

—Li... Lily —Las palabras salieron más rasposas de lo que pretendía. Podía ser el llanto o que no había hablado desde hacía tanto tiempo.

La chica pelirroja se sorprenderá del llamado; no recordaba la última vez que había visto a Severus llorar. La ira burbujeó como lava antes de que considerará a ciencia cierta que hacer; Agarró la varita dispuesta a bajar a Severus. Luego lanzó Expelliarmus hacia James y lo desarmó. Deshabilitó el hechizo, pero no fue lo suficientemente rápido como para evitar que Severus se estrellara contra el piso en un golpe sordo que resonó por todo el pasillo.Se acercó rápidamente a Severus, preocupada y culpable por esa caída. ¿Se habría hecho daño? ¿Por qué no paraba de llorar?

—Sev, ¿te encuentras bien?

Severus la miraba aún con lágrimas en los ojos. No sabía qué hacer o qué decir. Había soñado ese momento durante tantos años. Poder ver de nuevo a su amiga. Poder hablar de nuevo con ella. Quería y deseaba contar tantas cosas. Sin saber o tener muy claro qué decir, decidió hacer lo que debía haber hecho desde hace tanto tiempo.

—Lo lamento, Lily. En verdad espero que puedas perdonarme —Intentó decirlo con la mayor seguridad y firmeza que pudo, pero su voz tambaleante no lo ayudaba.

Lily lo miraba con el ceño fruncido, no sabía exactamente por qué se disculpaba. Se preguntaba si estaba bien o fue consecuencia del golpe en la cabeza. Ella tampoco recordaba la última vez que Severus se disculpó por algo, todo era tan raro. Esa situación se sintió tan extraña para ella; cuando se levantó ese día, no esperaba ver a su amigo fuera de sí por completo. Tan vulnerable y destrozado.

—Oh, por favor, Lily. Como si no supieras que la maldita serpiente solo está intentando manipularte —dijo James Potter, luego de haber recuperado su varita.

Las voces de Sirius y Peter secundaron esa afirmación. Seguido de un florido insulto de parte Black sobre su ropa interior agujereada.

La chica los ignoró, no podía importarle menos. Aunque sabía que había algo raro, también sabía que Severus escogería cortarse ambas piernas antes de verse vulnerable ante nadie nunca, por eso estaba preocupada.

—Lily, en verdad no sabes cuánto lo lamento —seguía murmurando Severus entre lágrimas.

Lily, en su intento de tranquilizarlo, sacó un pañuelo y limpió sus lágrimas. Severus la abrazó y siguió llorando silenciosamente en su hombro. Todos en la sala se miraron mutuamente preguntando que en qué clase de novela de drama Victoriano estaban siendo testigos.

—Oh, por Merlín, qué patético te ves —se burló James, pero era evidente su enojo—. No vengas a hacerte la víctima aquí... Y quítale tus sucias manos de encima o tendrás algo que lamentar, Snivellus.

—Potter, deja de apuntarle con la varita, ¿podrías dejar de ser un completo papanatas y un idiota por una vez? —dijo Lily, enojada por la situación y ansiosa por no poder calmar a Severus, nunca fue buena para consolar a nadie.

Severus podía sentir cómo se hiperventilaba, otra vez ¿Por qué tenía tantos problemas para respirar? No sabía por qué en su momento no pudo controlar sus emociones; él era un maestro en eso. Fingir, burlar y escabullirse eran su especialidad. Engañar a otros y ha sí mismo siempre fue fácil; sus emociones y pensamientos estuvieron tras una barrera que se esforzó en construir. Todo para que no terminara derrumbándose como un árbol de raíces débiles en plena tormenta; Todo ese esfuerzo para nada.

—Oh, vamos Lily, es obvio que está finciendo —dijo James, sin dejar de apuntar con la varita hacia Severus—. Es todo lo que esta serpiente viscosa sabe hacer.

—¡Cállate de una vez, Potter! -gritó Severus.

Era increíble que incluso a través de toda la bruma mental aún pudiera escuchar la tan irritante voz de ese energúmeno sin cerebro.

Severus volvió a apoyar su frente en el hombro de Lily, esperando obtener algo de tranquilidad. Se sentia debil y mareado; las cosas lo estaban sobrepasando. Nunca imaginó volver a vivir. Claro, soñó durante noches interminables, poder volver el tiempo y... Y, nunca lo pensó detalladamente. La verdad, nunca tuvo un plan, solo soñaba volver a los pocos momentos de felicidad que tuvo durante su vida. Era hilarante que, para la única cosa para la que él no estaba preparado fuera de la que tuviera que afrontar, incluso sin entender en qué maldito embrollo estaba metido.

De repente, sintió como lo agarraban del cabello, tirando de él para obligarlo a levantarse. Él comenzó a forzar para intentar liberar su cabello del agarre de Potter. La hostilidad era palpable, sabía que lo mejor en ese momento era cooperar, al menos si no quería perder el cuero cabelludo. Se incorporó y miró directamente a los ojos de Potter. Él estaba más iracundo de lo que Severus recuerdaba.

—Te voy a bajar esos malditos humos, Snivellus —Potter prácticamente le gruñe en la cara.

Severus suelta un bufido que se convierte en risa. Era mortificante lo divertido que le resultaba esa situación. Tal vez fue el golpe en la cabeza, ¿o tal vez fue el regreso a la vida? Tal vez, simplemente, su cerebro estaba frito. Era en verdad una última, él siempre apreció tener una mente inteligente y astuta.

—Suelta mi maldito cabello, Potter, ahora mismo —El apretó firmemente la muñeca de Potter para enfatizar su mensaje.

Potter solto repentinamente a Severus, limpiando sus manos con la tela de su túnica. La molestia era inconfundible en su rostro. Su mirada prepotente y esa sonrisa desdeñosa le recordaba a Severus porque odiaba tanto a ese ser. Potter hizo un además de lanzar un hechizo, Severus se puso en guardia sacando su varita para bloquear cualquier intento de hechizo.

Antes de que siquiera pudiera terminar la palabra “¡Flipendo!”, Potter y todos en el pasillo presenciaron cómo Severus caía inconsciente hacia el suelo. Severus sintió que todo se oscurecía a su alrededor.

Forward
Sign in to leave a review.