
Chapter 2
A la mañana siguiente, el ambiente en la sala común de Slytherin era un remolino de luz tenue, ecos de la fiesta que había terminado en la madrugada, y el silencio incómodo que viene con la resaca. Remus se despertó en uno de los sofás, desorientado, su cabeza palpitando y los recuerdos de la noche anterior entremezclándose como un sueño borroso. A su lado, Evan y Barty se movían lentamente, también despertando, mientras Regulus, sentado en una silla cercana, miraba con una expresión más compuesta, aunque sus ojos revelaban su propia batalla interna con el alcohol.
Remus se incorporó despacio, su cuerpo aún pesado por el cansancio. Se pasó una mano por el cabello revuelto y suspiró, recordando vagamente las horas que había pasado con Evan y Barty. A pesar de lo confuso que estaba, no podía evitar la pequeña sonrisa que se formaba en sus labios. Se sentía… bien. No sabía si aquello era un escape temporal, pero al menos por una noche había dejado atrás el constante nudo de emociones que Sirius provocaba en él.
—Vaya noche —murmuró Barty con una sonrisa torcida, frotándose el cuello mientras se estiraba.
Evan se limitó a asentir, su expresión mucho más tranquila que la de Barty, aunque la sombra de una sonrisa aún se mantenía en sus labios.
Regulus, siempre el más compuesto de todos, se levantó despacio. —Deberíamos irnos antes de que alguien se dé cuenta de que pasaste la noche aquí, Lupin —dijo, sin dejar de observarlo con esa mirada calculadora, aunque no carente de cierta complicidad.
Remus asintió, sintiéndose algo expuesto al recordar que no debía estar en la sala común de Slytherin, mucho menos con chupetones en el cuello que empezaban a notar al pasar su mano distraídamente por ellos. Sintió el rubor subir por sus mejillas, pero lo ignoró. Se puso de pie con los demás, aunque sus piernas estaban algo inestables y su cabeza seguía doliendo por la resaca.
—Vamos, antes de que se haga tarde —dijo Evan mientras abría la puerta que daba al pasillo de las mazmorras.
Los cuatro salieron en silencio, los pasos resonando en el eco de las paredes de piedra mientras avanzaban lentamente, aún lidiando con las secuelas de la fiesta. Remus sentía una mezcla de confusión y tranquilidad, como si el hecho de haber pasado la noche allí lo hubiera liberado, aunque solo fuera temporalmente, de los sentimientos contradictorios que lo habían consumido durante tanto tiempo.
Sin embargo, esa sensación de alivio no duró mucho. Al girar la esquina que conectaba las mazmorras con el corredor principal, se encontraron de frente con James, Sirius y Peter, quienes los estaban esperando impacientes. Sirius estaba visiblemente agitado, su expresión tensa y llena de preocupación, mientras que James intentaba mantener la calma, aunque sus ojos no dejaban de lanzarle miradas rápidas a Regulus. Peter, por su parte, estaba más tranquilo, pero se mantenía detrás, observando con nerviosismo.
La mañana seguía fresca mientras Remus, Regulus, Evan y Barty salían de las mazmorras, con pasos lentos y pesados, todos sufriendo los estragos de la resaca. Remus, todavía algo confuso por haber pasado la noche en la sala común de Slytherin, se dejaba llevar por la situación, los recuerdos de lo que había sucedido entre él, Evan y Barty.
vagos y entrelazados con el alcohol.
Al salir, se encontraron con James, Sirius y Peter, que parecían haber estado esperando ansiosamente. Sirius estaba visiblemente agitado, su expresión tensa y llena de preocupación, mientras que James intentaba mantener la calma, aunque sus ojos no dejaban de lanzarle miradas rápidas a Regulus. Peter, por su parte, estaba más tranquilo, pero se mantenía detrás, observando con nerviosismo.
—¡Remus! —exclamó Sirius, avanzando rápidamente hacia él con una mezcla de enfado y angustia—. ¿Dónde has estado? ¿Qué hacías en las mazmorras? Te buscamos por todas partes.
La voz de Sirius, aunque llena de preocupación, tenía un filo de celos y rabia que Remus no pudo evitar notar. Su amigo había estado en un estado de pánico desde que vio el nombre de Remus en la sala común de Slytherin en el Mapa del Merodeador.
Remus levantó una mano, buscando calmar a Sirius.
—Tranquilo, Sirius. Estoy bien. Solo... pasé la noche con Regulus y sus amigos. No es para tanto.
Sirius lo miró con los ojos entrecerrados, claramente desconfiando de sus palabras. Luego, su mirada se desplazó rápidamente a los chupetones visibles en el cuello de Remus, lo que solo avivó más sus sospechas y enfado.
Antes de que Sirius pudiera decir algo más, Regulus intervino, hablando con su habitual tono calmado pero firme.
—Sirius, relájate. Solo somos amigos.
James frunció el ceño, incapaz de ocultar la incomodidad que sentía al ver a Regulus tan cerca de Remus.
—¿Amigos? No recuerdo haber visto a Remus y tú hablar nunca. ¿Desde cuándo son tan cercanos?
Regulus mantuvo la mirada fija en James, su semblante tranquilo, aunque en sus ojos brillaba algo de diversión.
—Desde el año pasado, Potter. Quizá si prestaras más atención, te habrías dado cuenta.
La respuesta de Regulus hizo que James apretara los labios, sintiéndose atacado. Pero, lo que más le molestaba, y no quería admitir, era el hecho de que Regulus había pasado tanto tiempo con Remus y él no lo había notado. Además, había algo más profundo que lo incomodaba: un sentimiento que apenas había comenzado a reconocer. Ver a Regulus tan cerca de otros, especialmente de Remus, encendía algo en él. Un sentimiento que había estado ignorando por demasiado tiempo.
—No lo sabía… —dijo James con un tono más bajo, evitando la mirada de Regulus mientras se pasaba la mano por el cabello, incómodo.
Sirius, por su parte, había bajado la cabeza, algo avergonzado. Sus celos y preocupación habían sido mal dirigidos, y ahora se daba cuenta de lo mucho que se había dejado llevar por sus emociones.
—Moony… lo siento. Solo me preocupé. Ya sabes cómo son los Slytherin.
Remus soltó una pequeña risa, tratando de aliviar la tensión.
—No pasa nada. Ya estoy bien, Sirius. No es tan complicado.
Peter, nervioso pero intentando apaciguar el ambiente, añadió con una sonrisa torpe.
—Nos preocupamos por ti, Remus. Eso es todo.
Barty y Evan, quienes habían estado observando en silencio, se miraron entre ellos, entretenidos por la dinámica del grupo. Estaban disfrutando del pequeño drama que había estallado, pero no dijeron nada.
Finalmente, Regulus rompió el incómodo silencio, moviéndose con esa elegancia natural que caracterizaba a los Black.
—Deberíamos desayunar. No quiero lidiar con esta resaca más de lo necesario.
Remus, agradecido por el cambio de tema, asintió.
—Sí, suena bien.
El grupo comenzó a caminar hacia el Gran Comedor, divididos pero más relajados. James y Sirius intercambiaron miradas breves mientras caminaban, y aunque el enfado había pasado, los celos seguían latentes en el aire, especialmente en James, que se mantuvo mirando a Regulus de reojo, con una mezcla de frustración y deseo que no quería enfrentar del todo.
Al entrar al Gran Comedor, los cuatro chicos de Slytherin se separaron para dirigirse a su mesa, mientras Remus y los demás tomaban asiento en la mesa de Gryffindor. Sirius aún lanzaba miradas rápidas hacia la mesa de Slytherin, donde Regulus, Evan y Barty hablaban y reían con un aire despreocupado.
James, por su parte, no pudo evitar sentir un tirón incómodo en su interior al ver a Regulus sonreír de manera tan relajada con sus amigos. Era una sensación que lo había estado siguiendo durante meses, algo que intentaba ignorar. Pero ahora, viendo a Regulus tan cercano a Remus, no podía evitar que los celos lo mordieran por dentro.
La comida en el Gran Comedor avanzaba con normalidad, y poco a poco la tensión entre los merodeadores se iba disipando. El sonido de los cubiertos y los murmullos de los estudiantes llenaban el ambiente, mientras Remus, James, Sirius y Peter se acomodaban en sus asientos. Sirius, sin embargo, seguía lanzando miradas a Remus, una mezcla de añoranza y algo más brillando en sus ojos. Era como si quisiera decir algo, pero no encontraba las palabras.
James, por su parte, intentaba disimular los celos que había sentido al ver a Regulus tan cercano a Remus. Sacudiendo esos pensamientos de su mente, trató de concentrarse en la conversación. Mientras cortaba un trozo de pan, levantó la vista hacia Remus y rompió el silencio.
—¿Sabes, Moony? En la fiesta de anoche, cuando desapareciste, no nos dimos cuenta de que te habías ido hasta la mañana siguiente. —Soltó una pequeña risa nerviosa, mirando de reojo a Sirius, que seguía algo retraído—. Pensamos que te habías quedado dormido en algún rincón de la sala común. Pero cuando nos levantamos y no te encontramos… bueno, empezamos a buscarte.
—Sí, fue raro —añadió Peter, recordando el momento—. Y cuando vimos en el mapa que estabas en las mazmorras, nos asustamos. Nunca te habías ido ahí antes.
Remus, que estaba mordiendo una tostada con tranquilidad, levantó una ceja, divertido.
—¿Pensaban que me había metido en problemas?
—Bueno, tú... con los de Slytherin —intervino Sirius, torciendo la boca como si no quisiera admitirlo—. No sabíamos qué pensar. Pensamos lo peor.
James asintió, aunque su atención se desviaba de la conversación para volver a Regulus, que seguía charlando con sus amigos en la mesa de Slytherin. Sacudiendo sus pensamientos, trató de centrarse en la comida y en la conversación. Era difícil, sin embargo, dejar de lado lo que sentía, pero estaba determinado a no mostrarlo.
Remus sonrió, notando cómo la conversación se aligeraba. —Bueno, como pueden ver, no hubo problemas. Solo... hice algunos nuevos amigos.
—Sí, claro, amigos —bufó Sirius, su tono mezclando burla y algo más. Su mirada seguía bajando involuntariamente a los chupetones que aún se marcaban en el cuello de Remus. No podía evitarlo, por más que quisiera desviar su atención. ¿Qué había hecho Remus en las mazmorras? El pensamiento lo torturaba.
—Además, como dijo Regulus, hemos estado encontrándonos en la biblioteca desde el año anterior y nos hemos vuelto amigos.
—¿Si es cierto cómo es que no nos enteramos? —preguntó James.
—Pues, simplemente no surgió el tema, además pensé que lo sabían, después de todo Mary, Marlene y Lily lo sabían y se nos unían en la biblioteca de vez en cuando.
Remus, sintiendo el peso de las miradas de sus amigos, decidió cambiar el tema. Su sonrisa era traviesa, sabiendo que el giro en la conversación incomodaría más a Sirius.
—Por cierto, Padfoot, ¿cómo te fue con ese chico de Ravenclaw con el que estabas bailando anoche?
Sirius, que no esperaba esa pregunta, casi se atragantó con la calabaza que estaba bebiendo. Tosió un poco, poniéndose visiblemente incómodo, y evitó la mirada de Remus.
—¿Con… el chico de Ravenclaw? —repitió lentamente, como si no estuviera seguro de cómo reaccionar.
Remus mantuvo su mirada firme, con una sonrisa juguetona.
—Sí, te vi muy entretenido con él. Me imagino que la pasaste bien, ¿no?
Sirius se removió en su asiento, incómodo por el repentino cambio de tema y, sobre todo, porque Remus lo había visto. Después de todo, había sido una distracción momentánea, algo para ocupar su mente cuando no podía dejar de buscar a Remus entre la multitud.
—Sí, estuvo... bien. Nada del otro mundo —respondió finalmente, sin querer entrar en detalles.
James observaba a Sirius desde el rabillo del ojo, notando la incomodidad de su amigo. Sabía que Sirius aunque le encantaba hablar de sus conquistas, siempre era un poco más retraído con respecto a ellos cuando Remus estaba presente, en especial desde el verano de hace un año. No obstante, algo en la forma en que Remus había planteado la pregunta despertó en James una ligera curiosidad. ¿Por qué a Remus le importaba tanto? Pero descartó la idea rápidamente, centrándose en relajarse y dejar su imaginación atrás.
Peter, siempre el pacificador, sonrió nerviosamente y cambió el tema hacia algo más neutral.
—Bueno, lo importante es que todos estamos aquí, sanos y salvos. Creo que la próxima vez deberíamos tener un sistema para no perdernos en las fiestas.
La tensión en la mesa se disipó aún más, mientras los cuatro amigos continuaban comiendo. Remus dejó el tema de Sirius en paz, notando la incomodidad de su amigo, aunque no pudo evitar sentir una pequeña satisfacción interna por haberlo puesto en aprietos. Los recuerdos de la noche anterior eran algo borrosos, pero también le traían una sensación de ligereza.
Sirius, aunque trataba de concentrarse en la conversación, no podía dejar de mirar a Remus. Había algo en la forma en que su amigo estaba tan tranquilo, tan seguro de sí mismo, que lo desconcertaba. Lo conocía mejor que nadie, pero a veces sentía que apenas podía entender lo que realmente pasaba por su mente.
Al final, con el ambiente más relajado, los cuatro amigos se rieron de algunas anécdotas de la fiesta, olvidando poco a poco la tensión de esa mañana.