
Una mariposa
Abraxas entro al tribunal con su esposa de lado, muchos los miraron con ojos inquisitivos ¿Qué hacia la esposa de Malfoy, ahí?
Y cuando igual entro Orión con su esposa, hasta Dumbledore entrecerró los ojos con sospecha ¿Qué tramaban esta vez las familias oscuras?
Sentándose con aire de superioridad Abraxas espero la llegada de Lord Mordred con su esposo. Cuando oyó que el sonido de apareció volteo rápidamente (pero no tan rápido, no quería parecer desesperado) a ver a Lord Mordred y su influenciable esposo.
Se escucho como alguien se cayo de forma audible, por el rabillo alcanzo a ver que fue la hija de Lord Avery pero no estuvo seguro. Abraxas no podía creer lo que sus ojos veían. Era imposible.Inimaginable. Ni en sus sueños más locos lo había imaginado esto.
El murmullo se extendió por la sala como fuego salvaje, creciendo en intensidad mientras los presentes asimilaban la impactante entrada de Lord Mordred y su esposo.
Al constado de Lord Mordred estaba un hombre alto, de pelo oscuro ondulado, musculoso, ancho y con unos increíbles ojos grises brumosos. Ese hombre no era otro que el aclamado exheredero de los Black, Sirius Black. (El infame renegado de los Black)
Abraxas no pudo evitar ver la imagen impactante, era totalmente incoherente que Mordred tomara como pareja al Alfa Black. El hombre era un seguidor de los ideales a favor de Dumbledore. Sirius lo tenia todo el puesto de heredero, el estatus de una familia poderosa y lo dejo todo por su idolatrismo hacia los sangre sucia. El hombre era una vergüenza, además de ser un alfa salvaje.
Sirius era un lobo desbocado que no tenia respeto alguno por las costumbres de la sociedad mágica. "¿Cómo era posible que se casara con un sangre pura ancestral y respetable como los Mordred?"
Abraxas parpadeó rápidamente, intentando recuperar la compostura mientras su mente procesaba el golpe. Catherine, a su lado, recuperó el aliento lo suficientemente rápido como para susurrarle con su usual tono burlón:
—¿Qué chiste? ¿Ese es el esposo que planeabas manipular, amor?
Abraxas ignoró a su esposa, sentía un dolor de cabeza recorriéndole la nuca. Mordred había ganado esta partida antes incluso de que empezara. Sirius, sin duda, no era el tipo de hombre que pudiera ser influenciado fácilmente, mucho menos por alguien como él.
En un rincón de la sala, Walburga se levantó abruptamente de su asiento. Su mirada estaba fija en Sirius, una mezcla de furia y desconcierto destellaba en sus ojos oscuros.
Walburga observó detenidamente a su hijo mayor, su primogénito, su hijo que alguna vez creyó que seria su mayor orgullo, y resulto ser su mayor vergüenza.
Sirius había sido su legado, el heredero perfecto para el linaje Black, hasta que cayó en desgracia, eligiendo traicionar a su sangre y refugiarse en esa casa llena de traidores. Ahora, tras años sin verlo, lo tenía frente a ella.
—Vaya, madre, ni siquiera un "buenos días" para tu hijo.- La voz de Sirius cortó sus pensamientos. Su sonrisa estaba ahí, esa arrogancia despreocupada que siempre la había enfurecido, pero algo en su tono la inquietó.
—¡¿Qué diablos estás haciendo aquí?! —le pregunto, su voz aguda resonó en la sala, ahogando los murmullos.-
Walburga esperaba que Sirius respondiera con la furia habitual, que gritara y le respondiera con su candente carácter, después de todo, los dos siempre habían tenido un carácter muy volátil.., pero no. Su hijo no exploto solo la miro fijamente como si la viera por primera vez, y cuando abrió la boca para hablar, fue interrumpido.
—Sirius, querido, ¿quieres tomar asiento o vas a provocar un motín antes de que la sesión comience? — Lord Mordred, con su porte frío y autoritario, habló antes que él.
Walbulga quiso burlarse del señor sangre pura ¿Acaso creía que su hijo que era una fiera se doblegaría a su voluntad? ¡A Sirius, el niño que había arrancado las cortinas de su cuna cuando tenía tres años solo porque no soportaba la oscuridad! Pero entonces lo vio: Sirius inclinó la cabeza ligeramente, cediendo, y se aplacó con una calma que no le pertenecía.
—En un momento me siento, gracias.- Sirius le sonrió, una sonrisa afilada pero contenida, antes de agregar con un tono ligero -Y no mires así, me portaré bien… por ti, claro. —Sirius le guiñó un ojo antes de regresar su atención hacia Walburga—. Además, madre, ¿no estás orgullosa? Ahora estoy casado con alguien respetable.
Walburga sintió cómo el aire se estancaba en sus pulmones. ¿Portarse bien por él?¿Qué clase de juego era este? Sintiéndose fuera de lugar, hizo lo que siempre hacia al sentirse desubicada, ataco.
—¡Tú solo traes deshonra a esta familia! Casado a espaldas de tu familia… ¿Qué clase de burla es esta? ¡Un matrimonio por interés, claramente! ¡No tienes dignidad! —Su voz vibró con indignación, pero también con algo más. Un eco de incredulidad que la traicionaba.
Sirius, inexpresivo y tranquilo como jamás lo había visto, se cruzó de brazos. No respondió con furia. No respondió con sarcasmo. Solo la miró, una sonrisa amarga asomándose en la comisura de sus labios.
—¿Qué en esta vida, madre? —Su voz fue suave, cargada de una melancolía que la desarmó. —No es por interés.-
Walburga se quedo sin palabras, no pudo ocultar su sorpresa. Acaso este era el mismo niño que la amenazo con arrogarla a los demonios del infierno si se atrevía a imponerle un matrimonio. Consternada, se pregunto que había ocasionado que este niño rebelde que huyo de su puesto como heredero cambiara tanto.
Este no era el mismo niño que una vez la desafió, gritándole que preferiría quemarse en el infierno antes que someterse a sus deseos. Este no era el joven que había huido de Grimmauld Place en medio de la noche, dejando a su familia atrás como si fueran cenizas. Este Sirius estaba apagado, como una estrella moribunda que había perdido su brillo.
Sus ojos grises, antes tan llenos de vida, ahora parecían nublados, como un océano cubierto por una tormenta perpetua. ¿Qué le había pasado?
La furia de Walburga se desmoronó, sustituida por una consternación helada. La sonrisa de Sirius, ese gesto cínico que siempre había asociado con desafío, ahora le parecía un escudo, una barrera para ocultar un dolor que no lograba comprender.
Walburga no era tan ignorante como muchos creían. Ella no se engañaba. Su hijo no era alguien que se inclinara ante la opulencia, la riqueza o los ideales de los sangre pura. Él preferiría morir antes que eso. Entonces, ¿Qué lo había quebrado?
Walburga clavo sus ojos en Mordred, el principal sospechoso. Ese hombre que había logrado lo que ella nunca pudo: someter a Sirius. La sospecha se aferró a su pecho como un ancla. Mordred había hecho algo, de eso estaba segura. Este hombre tendría el mismísimo infierno por atreverse a amenazar a un Black, no importara que fuera el mismísimo descendiente Merlín.
Ella descubriría la verdad, no descansaría hasta llegar al fondo de este asunto. Incluso si debía desatar el infierno para lograrlo.
Walburga giró su mirada hacia Sirius una vez más, pero él no la devolvió. Estaba ahí, de pie, como una sombra del hijo que una vez conoció. Y por primera vez, Walburga Black sintió algo que jamás pensó que sentiría: miedo. Miedo de que, quizás, había perdido al hijo que conoció.