La aventura de Sirius Black

Harry Potter - J. K. Rowling
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La aventura de Sirius Black
Summary
Sirius siempre ha visto la vida como una gran aventura, James fue quien le mostro las maravillas de la vida. Y es Harry por el que su vida tiene sentido. Cuando a Sirius se le presenta la oportunidad de salvar a su querido niño, no duda y la toma.
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Un matrimonio fracasado

Walburga estaba terminando su té de medio día, cuando el búho naval de los Malfoy la interrumpió. Era la quinta carta que le enviaba Lady Catherine, Walburga no estaba sorprendida -esa mujer podía hablar por horas sin tomar ni una sola vez aire-

Pero primero lo primero, termino su taza de te y después abrió con cuidado la carta de su amiga. Al leer el contenido Walburga quedo pasmada ¿Cómo era posible que Orión  le ocultarle algo tan trascendental como la reaparición del linaje Mordred?

Corrió (sin importarle por una vez la etiqueta) a ver a su marido.

Orion estaba como siempre en su estudio fumando su pipa. Enojada le exclamo en gritos.

-Que acaso no puedes hacer algo bien?- ¿Cómo osas callar algo tan importante? ¡Los Mordred son una leyenda, y tú te lo guardas como si fuera trivial!

Orión suspiró, como había hecho tantas veces antes. Observó a su esposa, sus ojos aún llenos de la misma intensidad que lo había cautivado años atrás. Para Orión la vista de su esposa enfurecida no era fuera de lo cotidiano, suspirando se preguntó en donde habían salido las cosas tan mal -"se suponía que seria un matrimonio por amor"- pensó amargado.

-No se había presentado la ocasión- le respondió sereno a Walburga, sin admitir que en realidad había estado tan impactado que se le había pasado decirle.

Orión dejo que Walburga le gritara durante lo que parecieron horas (sabia por experiencia que interrumpirla solo la enojaría más)

-Esta bien, mujer. ¿Me acompañaras en la próxima reunión- lo pudo evitar que su lengua se resbalara y terminara sarcásticamente -feliz?

Lo que sucedió después lo debió haber esperado, la cachetada enfurecida de su esposa.

Entumecido se preguntó como habían terminado así.

Años atrás, Orión Black había esperado su matrimonio con Walburga con un entusiasmo que sorprendió incluso a su severo padre. Ella era más que hermosa; tenía una ferocidad y un magnetismo que le recordaban a los fuegos fatuos de las leyendas: atrayente, peligrosa y su magia era absolutamente irresistible.

El día de su boda había sido un sueño. Entre el bullicio de los invitados y los murmullos de las alianzas políticas, él solo tenía ojos para su prima. Sus votos resonaban con promesas de lealtad, de fortaleza, de amor. Y cuando se despidieron de los invitados, acordaron encontrarse en el jardín de rosas. Una promesa secreta, un pacto solo entre ellos. Acordaron que si iban seria por amor. 

Su matrimonio había sido planeado sin realmente algún voto de las dos partes. Pero Orion había visto las miradas enamoradas que se daban, y pensó que era verdad.

Ir al jardín de rosas, significaba que los dos aceptaban este matrimonio por amo y no por compromiso

Orión llegó temprano, su corazón latiendo con anticipación. La noche era fresca, el aroma de las rosas impregnaba el aire, y la luna iluminaba las aguas de la fuente como un espejo de plata. Pero Walburga no apareció.

Esperó.

Y esperó.

Hasta que la realidad se apoderó de él como un puñal: ella no vendría.

Camino como un hombre poseído por el jardín con un nudo en la garganta y una herida que no cicatrizaría. No necesitaba palabras para entender lo que su ausencia significaba: para Walburga, su matrimonio no era más que una alianza, un deber. Nunca sería algo más.

 

Desde entonces, sus días juntos habían sido una danza de frialdad, de resentimientos acumulados y conflictos

Orión, frotándose la mejilla, la miró con una calma que sabía que la enfurecería aún más.

—¿Qué más necesitas para ser feliz? —preguntó con una voz baja y controlada.

Walburga retrocedió un paso, sorprendida.

—¿Feliz? Orión, la felicidad no tiene lugar en nuestra familia. Lo sabes tan bien como yo.

Él asintió, aceptando esa verdad amarga.

—Solo quiero que cumplas tu papel como cabeza de esta familia. Y si no lo haces, entonces tendré que hacerlo yo-.

Con eso, salió del estudio, Orión la observó marcharse, sus pasos resonando como un eco de lo que una vez había sido. Su matrimonio era una burla, pero aún quedaba algo que los mantenía unidos: el apellido Black y lo que significaba para ambos.

Orión se quedó con sus pensamientos y el humo de su pipa.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

—¿Qué más necesitas para ser feliz? —preguntó con una voz baja y controlada.

Walburga retrocedió un paso, adolorida por la pregunta. Pero su dolor se transformó rápidamente en burla.

¿Feliz?Orión, la felicidad no tiene lugar en nuestra familia. Lo sabes tan bien como yo- le respondió ocultando la tristeza que le causaba las palabras del otro.

Wabulga habia pensado que Orion seria un gran compañero de vida, estaba extasiada al saber que pronto seria Lady Black y si tenia la gran ventaja de tener un esposo guapo. Walburga no se iba a quejar.

Orion era atractivo y tenia una mente aguda que atraía a Walburga como una abeja. 

Cuando prometieron verse en aquel jardín de rosas para consentir que se amaban. Tan solo termino la ceremonia ella voló al jardín de rosas azules.

Esperó

Y esperó,

Cuando pasaron las horas y no había señal de Orión pensó que tal vez Walburga se había equivocado de jardín, después de todo. Orión no seria capaz de no amarla.

Decidida fue a buscarlo en el otro jardín de rosas, solo que rosas rojas. Dio la vuelta. En el camino paso por el patio de fuentes.

Y fue ahí donde su corazón se rompió de verdad.

¿Cómo era posible? Ahí a lado de fuente estaba Orión, su ahora esposo, cogiendo a a  Celina Diggory.

Ella vio como Orión la besaba con pasión, vio como Orión entraba y salía de ella.

Vio como Orión la veía, veía a Celina como si fuera la estrella más brillante.

Ahí se quedo hipnotizada con lagrimas escurriendo en sus mejillas, y sin hacer ni un sonido. Entendió que por más que le doliera el corazón de Orión no le pertenecía.

 

 

A partir de ahí no volvió a callarse, grito y grito su frustración, nunca más se prometió a si misma -"se quedaría callada como una estatua"-

Ahora años después todavía le dolía como la primera vez, ver como Orión no hacia nada. Antes de casarse Orión era un fuego vivaz lleno de vida. Vio como su matrimonio, estar con Walburga lo había convertido en una cascara de lo que fue.

Enfurecia Walburga, ella no era la que se escapa de casa por periodos largos (seguro para ver a la zorra de Diggory) Walburga siempre había respetado su matrimonio, nunca le había sido infiel a su marido. 

 

 

Walburga apretó los puños, luchando contra las emociones que se acumulaban en su interior. No le daría la satisfacción de verla dudar.

—Solo quiero que cumplas tu papel como cabeza de esta familia. Y si no lo haces, entonces tendré que hacerlo yo-.

Con eso, salió del estudio con pasos firmes, pero apenas cruzó el umbral, su compostura comenzó a desmoronarse. Caminó con rapidez, buscando refugio en su sala privada. Al llegar, cerró la puerta y se apoyó contra ella, tomando respiraciones profundas para controlar el temblor en sus manos. Su mente era un torbellino de recuerdos y resentimientos.

 

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