
Una perspectiva misteriosa
James estaba teniendo un día perfecto, tan perfecto que sentía que su corazón estallaría de pura felicidad.
No podía dejar de saltar por la emoción. ¡Lily!, la mujer de sus sueños, la dueña de esos ojos verdes que lo habían hechizado desde el primer momento en que los vio. Se casaría con él.
Habían sido seis años largos y tortuosos de luchas, de declaraciones públicas —a veces ridículas— y de una devoción incansable que rozaba la obstinación (obsesión).
Pero James sabía que la clave para conquistarla había sido su persistencia. "Es hoy lo siento en mis huesos ", le decía a Sirius entre risas mientras ensayaba una nueva estrategia para impresionarla.
¡Y funcionó!(a pesar de la incredulidad de todos). En su último año en Hogwarts, Lily Evans aceptó salir con él.
Ese fue el comienzo de la grandiosa vida de casados que les esperaba, no importaba que Lily apenas había accedido a intentar salir con el (Sospechosamente James no recordaba eso, solo recordaba que Lily había aceptado salir con el).
Fue un proceso más tardado de lo esperaba. Fueron necesarios de dos años de citas, regalos y insinuaciones de James para que Lily aceptara el matrimonio.
James compro el anillo incluso antes de que Lily aceptara (después todo, no había duda de que ella caería feliz en sus brazos)
Aunque, la realidad fue que Lily no había aceptado a la primera... ella había tenido muchas dudas al respecto —temía casarse tan joven— ella queria primero terminar sus estudios como Medimaga y poder empezar a trabajar en el prestigiado hospital San Mungo-antes de pensar en el matrimonio-
James supo tranquilizarla con argumentos engañosos y una confianza que no dejaba espacio para la inseguridad -En nuestra sociedad Lily, solemos casarnos temprano- Una verdad convenientemente adornada para calmar los temores de su amada, (después de todo, los magos SOLO se casaban jóvenes por los matrimonios arreglados entre las familias)
Al momento que Lily acepto. James saltando de la emoción, decidió compartir la noticia con Sirius, el otro siempre le había dicho que una fiera como Lily no se doblegaría a sus encantos . James no podía esperar a restregarle en la cara como había conseguido a la chica.
Se apareció en casa de Sirius sin previo aviso, con una sonrisa tan amplia que le dolían las mejillas.
—¡Siri, no lo vas a creer! —gritó apenas cruzó la puerta. Pero el silencio que lo recibió lo hizo frenar en seco. La casa estaba... vacía.
Frunció el ceño, pensando que Sirius estaba tramando alguna de sus bromas. Subió las escaleras, llamándolo.
—¡Muy gracioso, Sirius! —rió, pero el eco de su voz fue lo único que respondió. La habitación de Sirius estaba desolada, tan vacía que parecía que nadie había vivido allí en semanas.
La confusión de James se transformó en inquietud. Retrocedió mentalmente, buscando la última vez que lo había visto. Entonces, el recuerdo lo golpeó como un rayo. La última vez que vio a Sirius fue... el día que compró el anillo.
La escena cobró vida en su mente de manera inquietante.
Sirius estaba allí, caminando a su lado como siempre. "¿Qué tal uno de plata?", había sugerido Sirius mofándose de la elección de James. Pero James, en su entusiasmo, había ignorado el tono burlón.
—¿Plata? ¡Sirius! Mi Lily merece nada menos que oro puro —respondió con una sonrisa arrogante James
Sin embargo, tras la compra, el ambiente perdió su alegría. Sirius, con una calma inusual, lanzó una pregunta que James no vio venir.
—¿No crees que te estás apresurando con esto del matrimonio, James? —Su tono era más serio de lo habitual, y la expresión en sus ojos revelaba algo más profundo que simple preocupación.
James había sentido una punzada de irritación. ¿Por qué Sirius, de todas las personas, no podía compartir su felicidad?
—No porque tú odies todo lo relacionado con el compromiso significa que yo lo haga —respondió con un filo innecesario en su voz.
Sirius retrocedió, como si el comentario lo hubiera golpeado físicamente. Pero, intentando mantener la compostura, continuó
—Solo digo que, con la guerra en su punto más crítico y todo tan incierto... no quiero que tomes una decisión precipitada. No quiero que te arrepientas.-
Las palabras no lograron calmar a James. En su mente, Sirius estaba intentando arruinar su momento, su felicidad. Y entonces, cometió un error (uno que no sabía que lamentaría el resto de su vida)
—¿Sabes qué, Sirius? Por eso es que McDonald te dejó. Si no fueras tan cobarde, todavía estarías con ella. Pero no, sigues huyendo, como siempre. Tal y como huiste de tu familia.
El rostro de Sirius se contrajo herido como si James le hubiera arrancado una costra dolorosa. La voz de Sirius voz se quebró cuando respondió—No lo entiendes... Nunca lo has entendido.
Y se fue.
James, en su enojo, había gritado algo más, palabras que no recordaba del todo.
Lo único que sabía ahora, al mirar aquella casa vacía, era que algo estaba mal. Sirius no era alguien que simplemente desapareciera. ¿Dónde estaba?
De repente, la felicidad que lo había envuelto toda la mañana comenzó a desmoronarse, dejando tras de sí una sensación de pérdida y culpa que lo ahogaba. Por primera vez, James sintió que el anillo en su bolsillo pesaba más que todo el oro del mundo.
El silencio se sentía extraño. James nunca había sido una persona que disfrutara de la soledad; siempre había alguien a su alrededor: Lily, los Merodeadores, Sirius.
Especialmente Sirius. Su mejor amigo había sido una constante, un pilar en su vida, casi como una extensión de sí mismo. Pero ahora, sin él, algo no estaba bien. Siempre había tenido a Sirius. Siempre. Y ahora, sin él, James se sentía incompleto, como si le hubieran arrancado un pedazo de su propia alma.
Al principio, trató de restarle importancia. Era Sirius, después de todo. Sirius era temperamental, y no era la primera vez que tenían un desencuentro. Siempre que discutían se reconciliaban. Siempre. Sirius volvía, con una sonrisa torcida y una broma que aligeraba cualquier tensión.
Era el ciclo natural de su amistad, James estaba seguro de que esta vez no sería diferente.
Pero los días comenzaron a pasar, y …Sirius no aparecía. James intentó convencerse de que su amigo simplemente estaba tomándose su tiempo, un berrinche pasajero. Una semana, dos semanas. Era molesto, sí, pero Sirius volvería. Siempre lo hacía. Pero los días se convirtieron en semanas, y las semanas en meses y no había vista de Sirius.
Sin embargo, al llegar el tercer mes, algo empezó a cambiar. Aunque no lo admitiera, James sentía una inquietud constante en el fondo de su mente. Cada vez que el timbre sonaba, se apresuraba a abrir la puerta, esperando ver esa melena oscura y la mirada despreocupada de su amigo. Pero nunca era Sirius.
El primer mes fue inquietante, pero soportable. -Estará en algún lado, revolcándose con alguien- se decía a sí mismo, como un mantra. Pero su voz interna comenzaba a traicionarlo.
Los meses siguientes fueron un declive lento pero implacable.
Lily lo noto primero. Una noche, mientras cenaban, le tomó la mano y lo miró con preocupación.
—James... ¿estás bien? —preguntó con suavidad—. Parece que ya no sonríes como antes.-
James sintió un nudo en la garganta.
—Claro, Lils. Solo un poco de trabajo... ya sabes, Moody no da pie al error —respondió con su sonrisa Potter característica, no obstante su sonrisa no alcanzo sus ojos.
Lily no dijo nada más, solo le apretó la mano y lo dejó en paz
En el trabajo, su jefe también lo notó. Alastor no era llamado por nada Ojo Loco, era un mago bastante intuitivo, al ver su extraño comportamiento lo acorralo en una habitación -¿Quién eres? Y que haz hecho con James Potter- le espetó, mirándolo con ojos inquisitivos mientras le pasaba una poción de Veritaserum
James sintió que le había dado un golpe de realidad, pero con su ingenio travieso de siempre le respondió —¡Vamos, Moony! Si me reemplazaran, al menos deberían haberse vestido con algo más nuevo. Esta es la vieja túnica desgastada de siempre-.
Era obvio, que Moody sospechara, últimamente estaba distraído, perdido en sus propios pensamientos. Como cuando le llamaron la atención por un error en un informe y apenas pudo reaccionar. No era típico de él.
Y luego estaba su madre, su siempre observadora madre, durante una de sus visitas lo miro con ojos conocedores y lo cuestiono.
—¿Y Sirius? —preguntó casualmente mientras preparaba el té—. Hace mucho que no lo veo.—
James se quedó helado. ¿Qué podía responder? ¿Qué no sabía dónde estaba su mejor amigo? ¿Que, en el fondo, tenía miedo de que nunca volviera?
Sirius era su otra mitad. Nunca veías a James sin Sirius y viceversa. Sin Sirius ¿Qué quedaba de James?
Terminó murmurando una excusa vaga que no convenció a nadie... ni siquiera a él mismo.
Cinco meses pasaron. Para entonces, la ausencia de Sirius era un peso constante sobre su pecho. Las cosas que antes disfrutaba, los momentos que solían llenarlo de alegría, ahora le parecían vacíos.
Sin Sirius, todo era diferente. El brillo en su vida se había apagado, y aunque Lily intentaba animarlo, James sabía que había un vacío que ella no podía llenar. Nadie podía. Sirius era su compañero de vida, la persona que lo conocía mejor que nadie, que lo amaba incondicionalmente, (incluso cuando James no se lo merecía).
Once meses más tarde. James dejó de esperar que el timbre sonara. Dejó de mirar por la ventana cada vez que pasaba alguien por la calle. Si Sirius iba estar en el plan de ser un fantasma, James lo ignoraría igual.
James no esperaba el dolor profundo que se asentó en su pecho y se negó a irse.
Con cada día que pasaba, James se sentía más perdido. ¿Cómo había llegado a esto? Recordó los momentos que compartieron, desde las bromas infantiles en Hogwarts hasta las charlas profundas que tenían acostados en el techo del castillo viendo las estrellas. Sirius siempre había estado allí. Siempre. Ahora, sin él, James no sabía cómo seguir.
Llegó el primer año. Un año entero sin Sirius. Y James finalmente permitió que la realidad lo golpeara. Quizá Sirius no volvería…La idea lo aterrorizó. Si Sirius no volvía, James perdería una parte de sí mismo.
Esa noche, sentado solo en la sala de su casa, James miró el anillo que aún guardaba para Lily. Lo había comprado en uno de los momentos más felices de su vida, con Sirius a su lado. Ahora, el simple recuerdo de ese día lo llenaba de culpa.
Por primera vez en mucho tiempo, James lloró. Lloró por las palabras que nunca debió decir, por el orgullo que lo había cegado, por el miedo de admitir que Sirius no volvería. Se cubrió el rostro con las manos y por primera vez, James admitió en silencio algo que había evitado toda su vida.
"Sin Sirius …no podía vivir"