Recuerdos borrosos

Harry Potter - J. K. Rowling Harry Potter: Hogwarts Mystery (Video Game)
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Recuerdos borrosos
Summary
Una compilacion de recuerdos para entender mejor el trasfondo de Envy SkullerPor el momento no estarán ordenados en orden cronologico 👍🏻
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Segundo año. Invierno 1985

24 de diciembre de 1985

 

El Gran Comedor de Hogwarts brillaba con un resplandor cálido y acogedor, a pesar de ser invierno y que una espesa capa de nieve cubriera los terrenos del castillo. Las largas mesas estaban adornadas con guirnaldas de acebo y velas flotantes que emitían un tenue resplandor dorado, mientras una docena de grandes arboles de Navidad, decorados con esferás temáticas de cada casa y luces encantadas, se alzaban imponentes a lo largo del Gran Comedor.

 

En una de las mesas, apartadas del bullicio y las risas de los estudiantes que habían decidido quedarse durante las vacaciones, dos chicas de Slytherin compartían una noche navideña que, para ellas, no tenía mucho de festiva. Envy, con su habitual expresión de indiferencia cuidadosamente calculada, jugaba con su tenedor, empujando los guisantes en su plato como si fueran piezas de ajedrez. Merula Snyde, a su lado, había cruzado los brazos sobre el pecho y miraba al árbol de Navidad con una mezcla de resentimiento y desdén.

 

—¿Así que tu familia "olvidó" incluirte en sus planes? —preguntó Merula con una ceja alzada, rompiendo el silencio que se había instalado entre ambas. Su tono era sarcástico, pero había una pizca de entendimiento en sus palabras.

Envy suspiró y dejó el tenedor. —Digamos que no soy exactamente su prioridad. Se fueron a Francia, pero aparentemente no había espacio para mí en el itinerario. —Su voz era calmada, pero había un dejo de amargura en ella.

—Típico. —Merula soltó una risa seca. —Al menos tus padres no están en Azkaban. Aunque, pensándolo bien, no sé si eso sea mejor o peor.


-Merula, mis padres están en Azkaban tambien.


-Oh...Lo olvidé.

Envy la miró de reojo, evaluando su tono. A pesar de su actitud áspera, sabía que Merula escondía más dolor del que estaba dispuesta a admitir. Ambas compartían un sentimiento de abandono, aunque por razones diferentes.

—Bueno, al menos aquí no tenemos que fingir que todo es perfecto, ¿no? —respondió Envy finalmente, intentando romper el hielo.

Merula soltó un bufido que casi sonó como una risa. —Supongo. Pero preferiría estar en casa... con ellos.

El silencio volvió a instalarse, pero esta vez era menos incómodo.

—¿Sigues jugando con eso? —preguntó Merula, al ver que Envy seguía distrayendose a sí misma con el tenedor y el guisante. Su tono era mordaz, pero había un atisbo de curiosidad en su voz.

—¿Tienes algo mejor que hacer? —respondió Envy sin mirar hacia ella.

Merula bufó. Había algo en Envy que le irritaba y le intrigaba a partes iguales. Ambas compartían esa fachada de dureza que les enseñaron en Slytherin, pero aquella noche parecía más una máscara rota que un escudo.

—Podríamos colarnos en la cocina y robar un pastel —sugirió Merula, con una chispa de desafío en los ojos.

Envy alzó una ceja y finalmente la miró.

—¿De verdad quieres que nos atrapen en Nochebuena? Qué festivo de tu parte.

Merula sonrió de medio lado.

—Mejor eso que sentarme aquí sintiéndome como una estatua.

Hubo un momento de pausa antes de que Envy se levantara de su asiento.

—¿Entonces qué estamos esperando? —dijo, y por primera vez en días, una ligera sonrisa apareció en su rostro.

Las dos chicas salieron del comedor, sus capas verdes ondeando detrás de ellas mientras avanzaban por los pasillos oscuros y fríos del castillo. No hablaban de por qué estaban allí esa noche ni de las ausencias que pesaban sobre sus corazones. Simplemente eran dos Slytherin buscando algo que las hiciera olvidar, al menos por un rato, la soledad que las había reunido en aquel invierno de 1985.

Las dos chicas avanzaron por los pasillos oscuros de Hogwarts con pasos silenciosos, como si hubieran nacido para deslizarse entre las sombras. La idea de irrumpir en la cocina había empezado como una broma, pero ahora ambas se sentían envueltas en la emoción de la travesura.

Cuando llegaron al cuadro del frutero, Envy le lanzó una mirada interrogante a Merula.

—¿Sabes cómo entrar? —preguntó en un susurro.

—Por supuesto. —Merula rodó los ojos, como si la pregunta la hubiera ofendido. Extendió un dedo hacia la pera pintada y la hizo cosquillas. Esta se rió, convirtiéndose en una manija dorada que Merula tomó para abrir la puerta.

Dentro, el bullicio de los elfos domésticos llenaba el aire. Aunque era Nochebuena, seguían trabajando con energía, preparando lo que parecían ser montañas de comida para el festín del día siguiente. Ningún elfo parecía percatarse de las dos chicas que, escabullendose como serpientes sigilosas, se acercaban a la mesa cubierta de pasteles, tartas y pudines.

 

—Ese. —Merula señaló un gran pastel de chocolate decorado con glaseado plateado y pequeños adornos de caramelo que parecían esferas navideñas.

 

—¿De verdad? ¿El más grande? —murmuró Envy, alzando una ceja.

 

—¿Acaso soy una Hufflepuff para conformarme con poco? —replicó Merula en voz baja, mientras ya extendía las manos para levantarlo.

 

Envy no pudo evitar sonreír mientras vigilaba la puerta. En cuanto Merula aseguró el pastel entre sus brazos, ambas se escabulleron rápidamente hacia la salida, evadiendo a los elfos con movimientos ágiles.

—¡Eh, ese pastel es para mañana! —chilló uno de los elfos al notar la falta del postre.

—¡Corre! —gritó Merula, soltando una carcajada mientras ambas salían disparadas por el pasillo.

Bajaron las escaleras que llevaban a las mazmorras a toda prisa, el eco de sus pisadas resonando en las paredes de piedra. Cuando finalmente llegaron al dormitorio de Merula, las dos estaban jadeando, pero riendo como si acabaran de ganar un duelo épico.

—Eso fue... más divertido de lo que esperaba —admitió Envy mientras se dejaba caer sobre una de las camas con un suspiro.

—Te lo dije. Siempre hay algo mejor que quedarse quieta como un idiota —respondió Merula, colocando el pastel en el centro de la cama antes de sentarse cruzando las piernas.

Merula sacó un cuchillo de su mesita de noche, probablemente robado del Gran Comedor en otra ocasión, y comenzó a cortar el pastel.

—¿Por qué tienes un cuchillo ahí? —preguntó Envy con una mezcla de incredulidad y diversión.

—Nunca sabes cuándo lo vas a necesitar. — Merula cortó un pedazo generoso y lo pasó a Envy. Ambas comenzaron a comer en silencio, disfrutando del rico sabor del chocolate.

—Sabes, esto es ridículo —dijo Envy finalmente, mirando el pastel con una sonrisa ligera.


—Ridículamente bueno, querrás decir —corrigió Merula con un guiño.


Las horas pasaron mientras compartían historias, se burlaban de sus compañeros de clase y planeaban pequeñas maldades para el futuro.


Mientras se terminaban el pastel, Envy observó el dormitorio de Merula con curiosidad. Las paredes de piedra estaban decoradas con algunos detalles personales: recortes de revistas mágicas, alguna que otra fotografía y un par de banderines del equipo de quidditch de Slytherin colgadas al azar.  


—¿Sabes? Tu habitación es genial —dijo Envy, rompiendo el silencio. Se pasó la mano por el cabello, aún saboreando el último bocado de pastel. —Supongo que ayuda que la compartas con Ismelda. Al menos ella no es tan insoportable como... ya sabes, las mías. 

Merula arqueó una ceja mientras limpiaba las migas de pastel de su capa. 

—¿Quienes son tus compañeras de cuarto? —preguntó, más por curiosidad que por interés real. 

—Liz y Rowan —respondió Envy, con un tono que dejaba claro su exasperación. —Estoy atrapada con Liz, que no para de hablar de criaturas mágicas. Y Rowan... —Suspiró, cruzando los brazos. —Le tengo estima pero no sé, últimamente me saca de quicio. No para de corregirme. Todo. El. Tiempo.

Merula soltó una carcajada corta. 

—Rowan Khanna, la sabelotodo insufrible. Lo entiendo perfectamente. Si estuviera en mi dormitorio, ya la habría embrujado para que se callara.
 

Envy se rió entre dientes. 

—No me tientes. A veces creo que es lo único que funcionaría. 

Merula la miró con una sonrisa maliciosa. 

—Deberías aprender algo de Ismelda. Ella sabe cómo poner a la gente en su lugar. 

—Ismelda no tiene filtros, eso es cierto —admitió Envy. —Aunque, para ser sincera, creo que estaría mejor en tu habitación. Tendría al menos alguien con quien hablar que no me haga querer saltar por la ventana. 

—Pues suerte con eso, reza para que alguna de mis compañeras de cuarto muera para que puedas ocupar su cama —dijo Merula, con su habitual tono sarcástico. —Cualquiera menos Ismelda, yo no cambiaría a Ismelda por nada. Es la única que entiende que no necesito que me molesten con tonterías. 

Envy rió y asintió lentamente. A pesar de las diferencias entre ella y Merula, había algo reconfortante en estar allí, lejos de las tensiones de su propio dormitorio y de las expectativas de todos los demás. 

—Al menos esta noche, no tengo que preocuparme por Liz parloteando sobre bowtruckles o Rowan corrigiendo cada cosa que digo —comentó con un toque de alivio. 

—Te lo dije. Aquí conmigo siempre estarás mejor —replicó Merula, con una sonrisa de autosuficiencia. 

Envy sonrió de vuelta, dejando que el momento se asentara. Allí, con el pastel casi acabado y las paredes de Slytherin como testigos, ambas chicas encontraron algo que rara vez admitían necesitar: un respiro. 

El ambiente en el dormitorio se había calmado. El pastel robado estaba reducido a unas pocas migajas en un plato improvisado, y ambas chicas se habían acomodado en la cama de Merula. La tenue luz de la lámpara mágica iluminaba sus rostros, mientras el eco distante del viento invernal resonaba en las paredes de piedra de las mazmorras. 

Envy, sin pensar demasiado, se recostó a escasos centímetros de Merula. Miraba el techo, pero sus pensamientos estaban a la deriva. Finalmente, rompió el silencio con un susurro, casi como si estuviera probando las palabras en voz alta antes de decidirse. 

—¿Está mal que me caigas mejor que Rowan? 

Merula giró la cabeza hacia ella, sorprendida por la confesión, pero no dijo nada de inmediato, dejando que Envy continuara. 

—Rowan fue mi primera amiga. Nos tuvimos la una a la otra cuando nadie más nos volteaba a ver. Y siempre pensé que esa conexión sería... no sé, inquebrantable. Pero ahora, cada vez que estoy con ella, siento que todo se ha vuelto complicado. —Envy hizo una pausa, respirando profundamente. —Estar contigo, con Barnaby e Ismelda, es... más fácil. Más divertido. 

Merula dejó escapar una risa corta, no de burla, sino de algo que casi parecía satisfacción. 

—Por supuesto que soy más divertida que Rowan. Eso no es exactamente un logro. Rowan tiene esa cosa de parecer que siempre está en una clase magistral, explicando cómo funciona todo, como si fuese el salvador del mundo.

Envy rodó los ojos, pero sonrió ligeramente. 

—Hablo en serio. Con ustedes siento que puedo ser yo misma. No tengo que ser "la amiga perfecta" ni preocuparme por si digo algo que no le guste. 

Merula se acomodó, girándose de lado para mirar directamente a Envy. Había algo en su expresión que rara vez mostraba: genuina curiosidad mezclada con una pizca de interés. 

—¿Y qué pasa si Rowan se entera de que piensas así? —preguntó, su tono menos sarcástico de lo habitual. 

Envy suspiró. 

—No lo sé. Supongo que eventualmente tendré que hablar con ella. Pero, esta noche, no quiero pensar en eso.
  

Merula sonrió de medio lado, esa sonrisa que siempre llevaba un toque de superioridad. 

—Bueno, al menos tienes buen gusto. No hay nadie mejor para pasar el rato que yo. 

Envy soltó una risa suave, y por primera vez en días, sintió que podía relajarse por completo. 

El dormitorio quedó en un silencio cómodo, interrumpido solo por el leve susurro del viento que se colaba desde las mazmorras y el ocasional crujido de la madera del mobiliario. Después de reír juntas, la conversación se desvaneció en algo más profundo, más silencioso.

Envy miraba el techo, pero de reojo podía sentir los ojos de Merula fijos en ella. Giró la cabeza lentamente, y sus miradas se encontraron. Había algo diferente en los ojos de Merula, algo que rara vez mostraba: una vulnerabilidad que contrastaba con su habitual actitud desafiante.

Por un momento, ninguna de las dos dijo nada. Simplemente se miraron, como si las palabras fueran innecesarias. Luego, sin previo aviso, Merula se inclinó hacia adelante y la abrazó. Fue un gesto inesperado, torpe, pero genuino. Envy se quedó inmóvil por un instante, sorprendida, antes de rodear con cuidado a Merula con sus brazos, correspondiendo el abrazo.

El calor del contacto parecía contrarrestar el frío de la mazmorra, y por un instante, ambas olvidaron el mundo que las rodeaba. Cuando se separaron, sus ojos volvieron a encontrarse, pero esta vez la intensidad de la conexión era casi palpable.

 

Y entonces, impulsada por un sentimiento que ni siquiera ella entendía del todo, Envy se inclinó hacia Merula y le robó un beso. Fue rápido, apenas un roce, pero suficiente para romper el hechizo de tranquilidad que las envolvía.  

 

Los ojos de Merula se abrieron de golpe, su expresión pasando de la sorpresa al enfado en cuestión de segundos.  

 

—¿Qué demonios crees que estás haciendo? —espetó, apartándose de golpe y poniéndose de pie junto a la cama.  

 

Envy sintió que el color se le iba del rostro. Se incorporó rápidamente, alzando las manos en un gesto de disculpa.  

 

—Lo siento. Lo siento muchísimo, Merula. No debí... no sé qué me pasó. Fue un error, de verdad.  

 

Merula la miraba con el ceño fruncido, los brazos cruzados sobre el pecho, claramente furiosa.  

 

—¿Un error? —repitió, su tono afilado. —¿Tienes idea de lo estúpido que fue eso?  

 

Envy asintió rápidamente, sintiendo que la vergüenza le quemaba las mejillas.  

 

—No debería haberlo hecho. Fue estúpido. Yo... no sé qué estaba pensando.  

 

Merula la observó en silencio durante un momento que pareció eterno. Sus ojos estaban llenos de confusión y algo más que Envy no pudo descifrar. Finalmente, Merula resopló y se giró, dándole la espalda.  

 

—Es mejor que te vayas —dijo, con un tono que, aunque firme, no tenía la dureza que Envy temía.  

 

El silencio volvió a llenar el dormitorio, aunque esta vez era más pesado, cargado de emociones no dichas.


Envy se levantó lentamente, su corazón latiendo con fuerza.  

 

—Merula, de verdad, lo siento. No quería arruinar esto.  

 

—Ya lo arruinaste —respondió Merula sin mirarla.  

 

Envy asintió y antes de salir, se detuvo en la puerta y miró hacia atrás, buscando las palabras para lamentar lo que había hecho pero todas morían apenas pasaban por su garganta.

—Ya me oíste! Vete! —Gritó Merula, todavía sin mirarla.

 

—...Buenas noches, Merula...Feliz Navidad…

 

Envy no tuvo más que aceptar la derrota. Salió del dormitorio con la cabeza baja, maldiciéndose por haber arruinado lo que había sido una noche que, hasta ese momento, había sido perfecta. Mientras caminaba hacia su propio dormitorio, no pudo evitar sentirse como si hubiera perdido algo importante, algo que no sabía si podría recuperar.  

 

Merula no respondió, pero cuando Envy cerró la puerta detrás de ella, una mano se alzó inconscientemente para tocarse los labios, mientras sus pensamientos giraban en un torbellino.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Mientras Envy caminaba por los pasillos oscuros y fríos de Hogwarts, la vergüenza y la culpa la envolvían como una capa pesada. Cada paso que daba la alejaba del dormitorio de Merula, pero no de los pensamientos que giraban caóticamente en su mente.

 

Se sentía estúpida, expuesta, como si hubiese entregado una parte de sí misma que nunca debería haber mostrado. Había algo en Merula, en su risa, en sus gestos arrogantes, en la forma en que, sin intentarlo, hacía que Envy se sintiera menos sola. Algo que había confundido con una invitación, un puente que cruzó demasiado rápido y que ahora sentía que se había roto para siempre.

 

Cuando llegó a su propio dormitorio, se encontró con la familiar sensación de la soledad. Envy simplemente se dejó caer en su cama, cerrando las cortinas para ocultarse del mundo.

 

Se quedó mirando al techo, con los ojos ardiendo, pero sin llorar. No podía llorar. No por esto.

 

Esa noche, mientras el castillo dormía y los ecos de la Navidad resonaban en las paredes, Envy hizo un juramento silencioso, uno que solo ella escucharía:

 

Nunca más volveré a amar a alguien como amo a Merula.

 

Amar dolía demasiado, y la idea de volver a pasar por algo así era insoportable. Si había algo que había aprendido como Slytherin, era a protegerse. Y si eso significaba cerrar su corazón y guardar ese amor en un rincón oscuro y olvidado de su alma, lo haría.

 

Esa noche, Envy se prometió ser fuerte. Pero mientras sus pensamientos se desvanecían en el sueño, una parte de ella sabía que olvidarse de Merula sería mucho más difícil de lo que estaba dispuesta a admitir.

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