Recuerdos borrosos

Mediados de julio de 1981

Envy Skuller estaba sentada junto a la ventana de su pequeña habitación, con la barbilla apoyada en las rodillas y la mirada fija en el cielo nublado. Los días en casa de sus tíos eran siempre iguales: fríos, silenciosos y llenos de miradas de desaprobación. Desde que tenía memoria, ellos nunca la habían tratado con verdadero cariño. La consideraban "extraña" incluso para ser una bruja de sangre pura.

Pero Envy sabía algo que sus tíos no podían arrebatarle: su destino no estaba en aquella lúgubre casa. Desde que cumplió diez años, había contado los días con impaciencia, esperando recibir su carta de aceptación a Hogwarts. Había oído hablar de la majestuosidad del castillo, de los pasillos mágicos y de la posibilidad de encontrar su verdadera familia entre otros jóvenes como ella.

Aquella mañana de verano, mientras se esforzaba por ignorar los gritos de sus tíos discutiendo abajo, algo llamó su atención. Un suave golpeteo en el vidrio la sacó de sus pensamientos. Parpadeó sorprendida al ver una lechuza gris perla posada en el alféizar de la ventana, con un sobre amarillento sujeto delicadamente en su pico.

El corazón de Envy dio un vuelco. Se levantó de un salto y abrió la ventana de par en par, dejando entrar a la elegante ave. Sus manos temblaban mientras tomaba el sobre. En letras verdes, perfectamente trazadas, leyó:

"Señorita Envy Skuller
La habitación Oliva en el segundo piso
Residencia de los Skuller
Etherstone Hollow, Inglaterra"

El aire pareció detenerse mientras rompía el sello de cera con el escudo de Hogwarts. La carta era justo como había imaginado, pero leer las palabras hizo que todo se sintiera real:

"Querida señorita Skuller,

Tenemos el placer de informarle de que dispone de una plaza en el Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería. Por favor, observe la lista del equipo y los libros necesarios. Las clases comienzan el 1 de septiembre. Esperamos su lechuza antes del 31 de julio.

Muy cordialmente,

Minerva McGonagall

Subdirectora"

Una mezcla de alivio y emoción inundó su pecho. ¡Al fin, al fin, al fin! Envy se abalanzó sobre su cama y ahogó sus gritos contra la almohada, sosteniendo la carta contra su corazón. Todo cambiaría. No más gritos. No más soledad.

Con la carta de aceptación todavía temblando en sus manos, Envy se levantó rápidamente y cruzó su pequeña habitación, donde, sobre su mesita de noche, había una pila de papeles doblados con cuidado. Allí, bajo una hoja de pergamino arrugada, encontró lo que buscaba: una carta que había escrito meses atrás.

Era su propia carta de confirmación de asistencia, escrita mucho antes de recibir la de Hogwarts. Envy la había redactado una noche en la que se sentía especialmente sola, como un ejercicio de esperanza y un recordatorio de que algún día su vida cambiaría.

Con dedos ágiles, desdobló el pergamino. La tinta estaba un poco borrosa en las esquinas, pero seguía siendo legible:

"Querido Colegio Hogwarts de Magia y Hechicería:

Estoy muy emocionada de confirmar mi asistencia a la escuela este año. Prometo dar lo mejor de mí y demostrar que soy digna de la magia que corre por mis venas. Espero con ansias descubrir el mundo mágico y aprender junto a otros como yo.

Atentamente,

Envy Skuller."

Sus labios formaron una pequeña sonrisa al releer las palabras que había escrito. No había pensado que realmente necesitaría esta carta, pero ahora parecía la manera perfecta de responder.

Se giró hacia la lechuza, que estaba posada sobre su escritorio, observándola con ojos inteligentes. "Espera un momento, ya tenía esto listo para ti," murmuró con suavidad mientras enrollaba cuidadosamente el pergamino.

Buscó una cinta que guardaba en un cajón y aseguró la carta con firmeza antes de ofrecérsela al ave. La lechuza inclinó la cabeza, como si entendiera perfectamente lo que ocurría, y extendió la pata para que Envy pudiera atar la carta.

"Por favor, llévala a donde tiene que ir," dijo Envy, su voz cargada de emoción y esperanza.

La lechuza soltó un suave ulular, como si le prometiera que la carta llegaría sin problemas, y luego extendió sus majestuosas alas. Envy retrocedió un paso mientras el ave se lanzaba al aire, saliendo por la ventana abierta y desapareciendo en el horizonte.

Por un momento, el silencio llenó la habitación. Pero esta vez, no era un silencio pesado ni incómodo. Era un silencio lleno de expectativas, de nuevas posibilidades, de sueños que por fin se harían realidad.

Envy cerró los ojos y dejó que un sentimiento cálido la envolviera. Su vida en Hogwarts ya había comenzado, incluso antes de poner un pie en el castillo.