¿A Harry le gusta Draco Malfoy?

Harry Potter - J. K. Rowling
M/M
G
¿A Harry le gusta Draco Malfoy?
Summary
Harry Potter nunca se interesó por el romance, hasta que, al cumplir quince años, comenzó a sentir algo extraño por su amigo Draco Malfoy. A medida que sus sentimientos se intensifican, Harry se ve obligado a confrontar sus emociones y descubrir si lo que siente es solo una confusión o algo más profundo.
Note
Los personajes y fanart de la portada no me pertenecen, derechos a su respectivo autor.📌Está historia es dentro del universo que yo misma cree, así que puede que los personajes tengan distintas personalidades y que algunas cosas estén fuera del canon(No es necesario pero si quisieras entender deberías leer primero la historia que se encuentra en mi perfil: "El diario"). .Holaa!Esta es la nueva historia que estaré escribiendo para el siguiente año, aquí les dejo el prólogo:)Cositas antes de iniciar;📌Esta historia es una "secuela" de una historia que escribí hace poquito, solo que ahora se estará enfocando meramente en el Drarry. Si creen que es necesario pueden leerla, esta en mi perfil.📌El estilo de narración no será así toda la historia, esto fue algo que quise poner en práctica para el prólogo Jaja espero y se pueda entender bien.Así que los veo el siguiente año con esta historia (no le tiren hate a ninguno de los personajes femeninos que aparezcan aquí, plis).Sin más, bienvenidos a esta nueva historia!
All Chapters Forward

Chapter 1

Prólogo: Año Nuevo.


Su tío Draco y yo tuvimos muchas diferencias al principio. Eventualmente nos convertimos en amigos, y después... bueno, realmente me negaba a admitirlo en ese momento, pero lo haré tarde o temprano. Aunque, se los advierto, nuestra relación no fue nada fácil.

 

La habitación de Harry estaba cálida, una bienvenida reconfortante ante el frío implacable del invierno. Gracias a los nuevos hechizos de aislamiento, el clima parecía menos cruel dentro de los muros de Grimmauld Place. Harry, sin embargo, no compartía ese alivio mientras luchaba, como cada mañana, contra su cabello rebelde frente al espejo.

"Harry." La voz de Severus resonó tras la puerta, seguida de un leve golpeteo.

Harry soltó un suspiro, dejando el gel sobre la repisa. Al abrir la puerta, Severus cruzó el umbral con un gesto impasible. "Sirius pregunta si has visto sus botines negros."

"Ayer le dije que no," respondió Harry, volviendo a su infructuosa tarea de domar su cabello. Tomó más gel y lo extendió por los mechones desordenados, que saltaron de nuevo a su lugar como si se burlaran de sus esfuerzos. "Estúpido cabello."

Severus frunció el ceño, arrebatándole el bote de las manos con aire de exasperación. "Créeme, ningún producto muggle resolverá esto." Sacó su varita con un movimiento elegante y susurró un hechizo. "Tu padre batallaba con esta misma mata, pero al menos aprendió a manejarla con magia. Esto debería mantenerlo bajo control."

Harry se inclinó hacia el espejo. Su cabello seguía desordenado, pero ya no parecía una maraña incontrolable. Ahora se veía... aceptable.

"Gracias, Sev."

"De nada." Severus guardó la varita y se cruzó de brazos. "Ahora, ayúdame a buscar los malditos botines de tu padrino antes de que lo estrangule. Si vuelve a gritar por ellos una vez más, no responderé de mí."

Harry soltó una carcajada y siguió a Severus fuera de la habitación. Aunque Sirius era un desastre, había algo cómico en verlo provocar a Severus al punto de desesperarlo.

Era víspera de Año Nuevo, y Harry sentía un cosquilleo de emoción. No solo esperaba el inicio de un nuevo año, sino que su decimoquinto cumpleaños estaba a la vuelta de la esquina. Sirius le había prometido enseñarle a convertirse en animago cuando llegara el momento, y la expectativa lo llenaba de entusiasmo.

Tras un rato de buscar, Harry finalmente encontró los botines negros en un armario del primer piso. Los sacó y subió las escaleras para entregárselos a Severus.

"¿Cómo pudo olvidar que estaban aquí?" Severus rodó los ojos mientras subía hacia la habitación de Sirius. Desde el pasillo, Harry pudo oírlo gritar: "¡Sirius, eres un idiota!"

Sonriendo, Harry decidió dejar el caos atrás y se dejó caer en el sofá de la sala. Miró al techo, pensativo. Había pasado ya un año y medio desde que Severus se había mudado con ellos, y aunque al principio la convivencia había sido complicada, ahora Grimmauld Place se sentía como un verdadero hogar. Entre los regaños de Severus y las travesuras de Sirius, no había un día en que no fuera divertido.

"Listo," Sirius apareció en la entrada del salón, ya con sus botines negros puestos y con Severus siguiéndolo, sacudiendo la cabeza con diversión. "¡Vámonos a celebrar!," anunció, tomando su varita.

"Viajaremos por aparición. Le comentaron a Sirius que las redes Flu están saturadas," explicó Severus a Harry, quien se apresuró para tomar el brazo de su padrino. "Antes de irnos," interrumpió, deteniendo el impulso de su prometido, "Sirius, controla el whisky de fuego."

Escuchó una queja de este y suspiró, agobiado. "Mañana Harry tiene cita con su sanador, y ya te había dicho que no podré llevarlo yo."

"¿Quién pone una cita el primero de enero?," refunfuñó Sirius. "Es víspera de Año Nuevo, yo debería poder ahogarme en alcohol."

"Siempre puedo no asistir," murmuró Harry, encogiéndose de hombros.

Ambos adultos voltearon a verlo de inmediato y, con un tono bastante demandante, dijeron al unísono: "No, tú irás." Con eso decidido, se aparecieron en la Madriguera. El año pasado habían pasado las fiestas con Remus en su casa; este año, sin embargo, habían optado por un lugar más grande.

La sensación de aparecerse aún le revolvía el estómago a Harry, quien siempre necesitaba un momento sentado en el suelo para recuperarse del mareo.

"Sirius, poco alcohol," señaló Severus una vez más, mientras Sirius asentía de mala gana. "¿Te espero o puedes ir tú solo?," preguntó Severus.

Harry movió la mano en un gesto para indicarle que podía irse. Severus no dijo nada más y se dirigió hacia la puerta de la Madriguera.

 

La cosa era, que a menudo solía frustrarme, simplemente porque ocurrían situaciones directamente catastróficas. Otras veces, no les voy a mentir, su tío Draco era algo irritante en ese entonces. Aunque, si les pregunta, yo nunca dije eso.

 

Harry, aún algo mareado, se enderezó y caminó hacia la entrada de la casa. La Madriguera estaba exactamente como la recordaba: cálida y llena de vida. Las luces de colores brillaban en guirnaldas mágicas que adornaban las paredes, y un delicioso aroma a canela y guiso flotaba en el aire.

"¡Harry!" La voz de Hermione lo sacó de sus pensamientos justo antes de que lo envolviera en un abrazo apretado.

"¡Hermione!" exclamó él, devolviéndole el gesto con una sonrisa.

Molly Weasley, que ajustaba los últimos detalles en la mesa del comedor, le dedicó una sonrisa cálida al notar su presencia. "Los chicos están en el patio," comentó mientras sacudía las manos, satisfecha con su trabajo. "Deberías echar un vistazo, pero no les sigas la corriente con tonterías de fuegos artificiales."

"Claro, señora Weasley," respondió Harry con una sonrisa mientras Hermione reía suavemente.

Juntos salieron al patio, cruzando la cocina con el ambiente acogedor que siempre caracterizaba a la casa de los Weasley. En el camino, se encontraron con Charlie, que sostenía una botella de licor en una mano mientras llenaba el vaso de Sirius con la otra. No muy lejos, Severus estaba conversando con Bill, ambos con expresiones tranquilas.

El patio estaba animado, iluminado por la luz tenue de la luna y las pequeñas bengalas que Fred y George lanzaban al aire como si fueran fuegos artificiales. Cada explosión creaba formas fugaces y brillantes: dragones, estrellas fugaces e incluso un par de figuras que parecían danzar antes de desvanecerse.

Ron y Ginny estaban cerca de los gemelos, riendo ante las ocurrencias de Fred, mientras Percy, con los brazos cruzados, observaba todo desde una distancia prudente, aunque también se notaba divertido.

"¡Harry, Hermione! ¡Justo a tiempo!" exclamó George al verlos llegar. "Tenemos un nuevo truco que les va a encantar."

"Es inofensivo, lo prometemos," añadió Fred con una sonrisa traviesa que, por supuesto, no inspiraba mucha confianza.

Hermione levantó una ceja, cruzándose de brazos. "Espero que recuerden lo que su madre dijo sobre los fuegos artificiales."

"Lo recordamos, lo recordamos," respondió Fred con fingida inocencia. "Esto no cuenta como fuegos artificiales. Es... arte mágico."

Harry no pudo evitar reír mientras los gemelos encendían otra bengala, esta vez creando una serpiente brillante que se enroscó en el aire antes de desaparecer. Hermione bufó, pero no pudo ocultar una sonrisa mientras Harry se unía al grupo para intentar atrapar las chispas mágicas que dejaban las bengalas en su camino.

Ginny, que estaba cerca, lo observaba con una sonrisa tímida. "Eres bastante bueno con eso, Harry," comentó mientras lanzaba una chispa hacia él con su propia bengala.

"Gracias," respondió Harry, distraído, mientras esquivaba el destello. Ginny rió suavemente, pero él no pareció notar el intento de coqueteo, demasiado concentrado en las bromas de los gemelos y en evitar que Percy los regañara.

"¡Chicos! ¡Es hora de cenar!" La voz de Molly resonó desde la puerta de la cocina, interrumpiendo el juego justo cuando George estaba a punto de lanzar otra bengala al aire.

"Bueno, se acabó la diversión," anunció Fred, apagando la chispa de su bengala con un gesto exagerado.

"Por ahora," añadió George, guiñando un ojo a Harry antes de seguir a los demás hacia la casa.

Harry sonrió, sacudiéndose las manos y las rodillas, donde algunas chispas se habían posado. Ron le dio un suave codazo. "¡Amigo, que bueno que viniste!"

"¡Lo sé!," admitió él, lo abrazó por los hombros mientras caminaban de regreso a la Madriguera. El calor y el aroma de la comida los envolvieron al entrar, y Harry no pudo evitar sentir como el nudo de felicidad en el pecho aumento, al ver la mesa repleta y a la familia Weasley reunida para celebrar.

La cena se desarrolló en un ambiente de absoluta calidez y camaradería, donde las conversaciones y las risas llenaban cada rincón de la Madriguera. Sirius, sentado junto a Severus, alzó su copa con una sonrisa traviesa.

"¿Sabes, Severus? Este vino no es nada comparado con la dulzura de tu compañía," dijo con un tono exageradamente galante mientras le guiñaba un ojo.

Severus rodó los ojos, feliz de mostrar una pequeña sonrisa que se formó en sus labios mientras tomaba la mano de Sirius por debajo de la mesa. "Eres un completo idiota," respondió, aunque el brillo en su mirada delataba que no estaba realmente molesto.

En el otro extremo de la mesa, Bill hablaba emocionado mientras cortaba un pedazo de pavo. "El próximo año traeré a Fleur. Estoy seguro de que les encantará. Es absolutamente brillante y—bueno, ya lo verán por ustedes mismos."

"Bueno, ella será bienvenida," exclamó Molly, escuchándolo con interés mientras servía un poco más de puré de papas.

Charlie, no queriendo quedarse atrás, levantó su copa y comenzó a narrar una de sus épicas historias de dragones. "La última vez que estuve en la reserva, tuve que lidiar con un Galés Verde que no estaba nada contento con nuestro equipo. ¡Tenía unas garras tan grandes como mi brazo!"

"¿Y tú qué hiciste?" preguntó Ron, completamente absorto en la historia.

"Pues, no me quedó más opción que saltar desde la roca más alta para distraerlo. Ya sabes, cosas que pasan," dijo Charlie con un tono despreocupado, arrancando carcajadas de los gemelos.

El señor Weasley, que estaba en la cabecera, aprovechó el momento para compartir su propio orgullo. "Hablando de aventuras, ¿Les he contado sobre mi nuevo puesto en el Ministerio? Ahora soy jefe del Departamento de Usos Muggles. ¡Es un trabajo fascinante, aunque Molly dice que paso demasiado tiempo en la oficina!"

"Y con sus cachivaches muggles," añadió Molly, sacudiendo la cabeza aunque con una sonrisa indulgente.

Fred y George no tardaron en hacer de las suyas, intercambiando miradas cómplices antes de que Fred hablara. "Es un puesto perfecto para papá. Alguien que sabe tanto de enchufes y tostadoras como él merece ser jefe."

"Sí, aunque todavía no sabe para qué sirve un microondas," agregó George, causando risas generalizadas.

Percy, que hasta entonces había estado en silencio, se aclaró la garganta. "Hablando de logros importantes, en el Ministerio estamos trabajando en un proyecto crucial que podría redefinir la manera en que se regulan las pociones exportadas. Y dice Bloom que pronto podré ayudarles más a fondo," alzó su mentón orgulloso."

"Aburrido," murmuraron los gemelos al unísono, pero Percy continuó hablando sin prestarles atención.

Harry se mantuvo en gran parte callado, disfrutando del bullicio a su alrededor. La mesa llena de comida, las luces cálidas y el sonido de la familia le daban una sensación de paz que no experimentaba a menudo. Sin embargo, no podía evitar notar cómo Ginny, sentada a su lado, se ruborizaba cada vez que sus manos se rozaban al servir algún platillo o cada vez que le dirigía la palabra.

La noche transcurrió entre risas y bromas, el ambiente festivo era tan contagioso que incluso Severus y Sirius parecían más relajados de lo usual. Todo parecía perfecto cuando el reloj, ubicado en un rincón de la sala, comenzó a dar la cuenta regresiva hacia el nuevo año. Haciendo que todos comenzaran a decirla en voz alta.

"¡Diez! ¡Nueve! ¡Ocho!"

Las voces se unieron en un coro entusiasta, mientras los Weasley y sus invitados se levantaban de sus sillas para celebrar.

"¡Tres! ¡Dos! ¡Uno!"

Antes de que Harry pudiera siquiera procesar el entusiasmo colectivo, Ginny, que se había acercado sigilosamente, tomó su mano y lo miró con determinación.

"¡Feliz Año Nuevo, Harry!" dijo justo antes de inclinarse y besarlo directamente en los labios.

Harry se quedó helado, no de sorpresa o timidez, sino de puro disgusto. Sus labios seguían inmóviles mientras Ginny lo besaba con entusiasmo, como si aquello fuera lo más natural del mundo. La sala estalló en aplausos y risas, los gemelos silbaron, y alguien soltó un "¡Bien hecho, Ginny!" entre carcajadas. Pero Harry no se unió a la celebración.

 

Ese beso, fue el principio de todos los problemas. No sé quien se había sorprendido más, si Sirius y Severus o yo mismo. Claro, en ese momento no lo sabía, pero las cosas se complicaron más de lo que imaginan.

 

El calor subió a su rostro, pero no de vergüenza, sino de indignación. Era su primer beso, y, por supuesto, no quería compartirlo con Ginny Weasley, ni con nadie en esas circunstancias. Se sentía ultrajado, como si le hubieran robado algo importante sin pedir permiso.

Su enojo creció al notar cómo todos a su alrededor parecían encontrar la situación hilarante. Nadie había dicho nada, nadie había hecho nada, solo se reían, como si aquello fuera un simple juego. Pero para él no lo era.

Con un movimiento brusco, se apartó de Ginny, su expresión claramente molesta. Sin mirar a nadie, retrocedió un par de pasos, evitando el contacto visual con la pelirroja, que parecía sorprendida por su reacción. Las risas continuaron, pero a Harry ya no le importaba. Había algo profundamente incómodo en todo aquello, y lo último que quería era permanecer en esa sala ni un segundo más.

¿Cómo llegamos a ser pareja, Draco y yo? Bueno, para eso tendrán que esperar un poco más, aún faltaba mucho tiempo para que estuviéramos juntos. Les prometo que la historia apenas comienza.

 

.

 

.

 

.

Forward
Sign in to leave a review.