
Imbolc - No del tipo que se asienta
🙟✦Especial de Imbolc✦🙝
No del tipo que se asienta
—Ugh—siseó Bellatrix cuando Regulus se tropezó y cayó al suelo, llorando: —¿Por qué tenemos que traerlo?
—Porque también tenemos que traer tu horrorosa cara—siseó Sirius, saltando por encima de una de las jardineras para ir a socorrer a su hermanito menor.
—Dejen de pelear—siseó Andrómeda a su vez, rodando los ojos ante la mueca que su hermana mayor hizo: —¿Por qué no pueden ser como Cissy y estar calmados?
Narcisa se limitó a sonreír, balanceando las piernas en la banca en la que estaba sentada. Todavía hacía algo de frío, dado que era Febrero, pero sus padres habían decidido llevarlos a la Casa de Campo en Francia para que pudieran distraerse un poco.
¿Cómo habían logrado que Andy y Bella salieran de Hogwarts para pasar Imbolc con Cissy, Siri y Reg? Narcisa no lo sabía, y la verdad no le importaba. Le gustaba mucho poder ver a sus hermanas, en especial si implicaba festividades con comida y manualidades.
—¿Por qué no jugamos algo que todos podamos jugar? —preguntó Narcisa, conciliadora, ganándose una sonrisa agradecida por parte de Andy. Bellatrix la miró y ladeó la cabeza, como si se le dificultara pensar algo que pudieran jugar todos dadas las diferencias de edades. La verdad si era difícil; Reg tenía cuatro años apenas y Bella ya tenía catorce.
—¡Juguemos gobstones! —saltó Sirius, sonriendo con un huequito entre sus dientes, del diente de leche que se le había caído el día anterior mientras jugaba, demasiado brusco con Bella.
—Suena bien—la rubia menor asintió, saltando de la banca y recogiendo el libro de flores que había estado revisando: —Bella es muy buena, seguro puede enseñarnos sus trucos.
Bella rió, ruidosa como siempre y asintió: —Tendrán la mejor maestra de gobstones del mundo; tanto que hasta Sirius podrá jugar bien.
Sirius le dio un empujoncito a Bella, pero rió divertido: —¡Maestra Bella!
Andrómeda se rió, alzando a Regulus para poder avanzar más rápido hacia el patio cubierto. Narcisa no podía evitar pensar que Andy era muy buena y dulce, y que le gustaría ser como ella cuando creciera.
Los cinco se reunieron en el patio cubierto, rodeando las bolsas de gobstones que Bellatrix había conjurado (maravillando a los más pequeños y haciendo que una de sus hermanas rodara los ojos), y pronto estaban riendo y lanzando las canicas de un lado a otro.
—Suena muy divertido—una voz suave y aterciopelada hizo que los chicos levantaran la cabeza. De pie al lado de una de las columnas estaba la madre de las chicas, en un vestido oscuro vaporoso y una túnica azul turquesa que resaltaba su cabellera rubia.
—Mamá, Bella nos está enseñando a jugar gobstones—dijo Narcisa, con una sonrisa.
—¡Tia Druella! —saludó Sirius contento, y a su lado Regulus alzó las manos para balbucear: —¡Tía Duella!
—Muy bien, Bella—felicitó la rubia mayor, acariciándole el cabello a la pelinegra con afecto. Bellatrix sonrió muy orgullosa ante la atención de su madre. Druella entonces miró a Narcisa, sus ojos de párpados pesados se veían algo tristes: —¿Les molesta si les robo a Narcisa un momento?
Narcisa vio como sus hermanas intercambiaban miradas significativas, antes de sonreírle a su madre. Andrómeda respondió, educadamente: —No hay problema, madre. Seguiremos aquí un buen rato.
—Ven Narcisa—Druella le ofreció la mano a su hija menor, quien la tomó sin pensarlo, y procedió a guiarla de vuelta a la casa.
—¿Pasa algo, Madre? —preguntó Narcisa, algo nerviosa luego de que su madre la guiara por varios pasillos en silencio.
Druella se detuvo frente a una puerta y volteó a mirar a su hija, agachándose para poder acomodarle el cabello y la túnica. Sus manos eran suaves y gentiles, mientras hacían que la rubia se viera presentable: —Mi dulce Cissy ¿Recuerdas que te hablé de que había una familia interesada en presentarnos a uno de sus hijos como prospecto?
Narcisa asintió; habían hablado de eso unas semanas antes, ya que el baile de Yule anterior había sido el primero de la joven. Cissy había estado celosa de sus hermanas los años anteriores, cuando ellas habían estado yendo a los bailes y haciendo conexiones. Ahora parecía ser su turno.
—Pues es un chico muy guapo, con quien te llevaste muy bien en el baile de Yule—dijo Druella, sonriendo mientras le acariciaba la mejilla a su hija:— es un chico de buena familia y contactos, y expresó su interés en tí. No tienes que aceptarlo de una vez, por supuesto, esta reunión es sólo para que lo conozcas.
Narcisa no era tonta, y su madre debía saberlo. Cómo la hija menor, no tenía tantas esperanzas como sus hermanas de conseguir un buen partido entre los sangre pura; así que si un muchacho de buena familia se ofrecía, en especial tan pronto, su padre no iba a negarlo y la opinión de la chica no iba a hacer mella en la suya.
Sin embargo, entendía que su madre quisiera hacerla sentir cómoda. Probablemente esa era la razón por la que había invitado a sus hermanas a la festividad; una festividad que por cierto, ellos nunca habían celebrado.
—¿Padre ya ha firmado la promesa de compromiso? —preguntó Narcisa, tranquilamente, y vio que los ojos de su madre se llenaban de lágrimas. Un si, seguro. Entonces, definitivamente la opinión de ella no valdría para nada.
—Tu padre está hablando con el Señor Malfoy en este momento, mi cielo—desvió Druella, con suavidad, levantándose y alisando arrugas inexistentes en su túnica: —¿por qué no entramos para conocer al pequeño Lucius? Es de mala educación mantener a los invitados esperando.
Narcisa imitó a su madre; alisando arrugas inexistentes en su túnica verde bosque y puso su mejor sonrisa antes de darle la mano a la mayor. Su madre sonrió orgullosa y abrió la puerta de la sala de dibujo para que su hija entrara.
Cissy había leído muchas historias de héroes y dioses, cómo era costumbre en su familia (cuentos cautelares, les llamaba su padre con expresión sombría). En muchos de ellos, hablaban de seres de belleza tan extraordinaria que los dioses mismos quedaban prendados de ellos.
Narcisa nunca había entendido eso hasta ese momento.
El chico sentado en uno de los sillones tenía el cabello lacio y rubio platinado hasta los hombros, con rasgos algo afilados y expresión serena mientras entretejía lo que parecía ser unas ramitas en forma de cruz. Su piel era pálida como el mármol, y su túnica negra como la noche lo hacía ver aún más pálido. Sus ojos eran grises y fríos, mientras se movían sobre la tarea entre sus manos delgadas y ágiles, pero en el momento en que subieron para ver a las recién llegadas, la frialdad del hielo dio paso a la calidez de una tormenta de verano.
Esa era una buena frase; Narcisa debía anotarla. Podría ser un buen poema.
—Señorita Black—el joven se levantó e hizo una reverencia elegante, sonriéndole antes de ofrecerle un narciso blanco: —Me alegra mucho que aceptara mi visita.
Narcisa tomó la flor y sonrió amablemente. No era como si ella hubiese podido negarse, pero estaba bien seguir las convenciones sociales: —me honra con su visita, heredero Malfoy.
—Lucius, si me permite el atrevimiento—respondió él, sonriendo de lado, antes de señalar al sillón frente al que estaba sentado: —y si me permite pedírselo ¿me acompañaría un rato? He estado deseando poder volver a hablarle desde el Baile de Yule.
¿Volver a hablar? Narcisa no recordaba haber hablado con ese guapo muchacho durante el baile; recordaría haber visto al heredero Malfoy de habérselo cruzado. No. Con la única persona con la que había hablado era el chico raro en el jardín con el que había hablado de estrellas y poesía.
No.
¿O sí?
—Está bien, Lucius—dijo ella con suavidad, sentándose en el sillón: —sin embargo, temo que deberé pedirle que se disculpe por no haber informado de su identidad durante nuestra última reunión; ¿no cree que es algo solapado?
Narcisa sintió la mirada fulminante de su madre, pero en vez de ofenderse, Lucius soltó una carcajada, sentándose también.
—Me disculpo, mi lady—dijo el rubio, tratando de contener la risa: —No me río de su legítima queja, sino de lo refrescante que es que lo diga con soltura; tiene razón, no debí ocultarme ni ocultar mi identidad. Pero temía que no quisiera hablarme tan tranquila si supiera quién era.
—¿Le ocurre a menudo?
—Soy un heredero de una de las sagradas veintiocho, me imagino que usted entenderá que otros miembros de nuestra comunidad no estén tan cómodos de hablar conmigo de estrellas y poesía.
Narcisa asintió; era cierto que muchas personas no estaban muy cómodos de hablar con Bellatrix con soltura de cosas, pero también podía deberse a que Bella era… particular.
—Entonces ¿Decidió cortejarme porque le gustó mi charla de estrellas?
Lucius se encogió de hombros: —Sonabas como una chica inteligente, comedida y muy curiosa; la verdad, si no cortejarla, al menos me gustaría poder ser su amigo.
Narcisa iba a hacer un comentario sobre cómo el compromiso probablemente estuviera siendo arreglado en ese momento, pero la expresión del chico era sincera. Él no había venido a obligarla a casarse con él en el futuro; sólo quería conocerla mejor.
—En ese caso—dijo ella, bajando su mirada al narciso que seguía en sus manos: —¿Podría pedirle que empecemos esta relación como una de amistad? Sé lo que se espera de mí, y no quiero alejarme de mis obligaciones, entienda usted… Sin embargo, me gustaría que si llegara a casarme, pudiera estar enamorada del mago que elija.
El silencio que siguió hizo que Narcisa se sintiera nerviosa. Acababa de rechazar la oferta de un heredero. De alguien que probablemente nunca volviera a mirarla, que la excluiría de sus círculos por tener la desfachatez de hacer eso. No. No. No.
Entonces sintió una mano suave sobre la suya. Alzó la mirada, algo asustada por el toque repentino. Lucius se había acercado a ella y le sonreía de lado a lado.
—Me gusta esa idea mucho—dijo el chico, con suavidad y honestidad: —sin embargo, si me permite hacerle una propuesta un tanto indecorosa, mi lady… ¿Podría pedirle que me acompañara a decirle a nuestros padres que queremos tratar de empezar esto como una relación de amigos? No querría que su padre creyera que quiero deshonrarla…
Narcisa no creía su suerte. ¿De verdad el chico quería ser su amigo primero? Podría caer enamorada de inmediato. Un chico tan guapo, tan inteligente y tan educado, queriendo seguirle el paso. Hermoso. Definitivamente hermoso.
—Por supuesto—Narcisa asintió, levantándose con ayuda del chico. Vio que su madre los miraba con aprobación y se sintió aún más encantada con toda la situación: —vayamos de inmediato.
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Lucius nunca había visto a su madre tan emocionada como en ese momento; Muirenn Malfoy había tomado las manos de Narcisa, y le revisaba las palmas mientras ambas hablaban de poesía y flores.
Lucius podía notar que a su padre no podía importarle menos todo el asunto; su padre estaba molesto. Él quería que el compromiso entre Lucius y Narcisa fuera un hecho, pero Lucius no podía olvidar las palabras de su madre durante el Baile Yule, eso de que estrellas debían ser libres de caer en el regazo de quien ellas quisieran.
—Narcisa, mi niña—dijo de repente Muirenn, sonriendo con esa expresión que solía tener cuando había visto algo importante. Lucius deseaba tener el don que su madre; de poder ver intenciones y poder ver más allá de lo evidente, pero alas, la magia Malfoy no había dado paso a la magia de la familia de su madre.
Abraxas se había enderezado en su asiento y miraba con intensidad a su esposa, listo para lo que ella quisiera decir.
—Si, mi señora—Narcisa preguntó, con suavidad, algo extrañada por la abrupta interrupción.
—¿Te gustaría ver en el espejo de agua el rostro de tu futuro hijo? —preguntó la mujer, acomodando un mechón rojizo tras su oreja. Lucius se tensó. ¿Seguían con eso? No quería que Narcisa dijera que sí y que el niño fuera definitivamente diferente a Lucius ¿entonces? Significaría que no estaban destinados a estar juntos. Lucius prefería vivir con la incógnita y asumir que tal vez en el futuro podría ganar los afectos de Narcisa.
—¿Podemos hacer eso? —los ojos de Narcisa se habían iluminado.
Muirenn sonrió traviesa, antes de hacer un gesto con la mano, haciendo que uno de los elfos le trajera un plato de plata pulida con agua: —Hoy en el día de Briggid, si, mi niña… Lady Magia nos favorece en estas fechas para poder vislumbrar su tejido y ver qué nos depara en el futuro.
—¿Y sólo yo podré verlo? —preguntó Narcisa, mirando el plato con curiosidad. Lucius conocía ese plato; no tenía nada de especial, ni una muesca ni una runa. Pero su madre siempre podía mostrar él alguna imagen de un futuro nebuloso.
—Las revelaciones del espejo de agua son solo tuyas, mi niña—explicó la mujer, poniendo sus manos alrededor del plato, haciendo que el agua brillase de un modo iridiscente: —sólo tú decides a quién compartírselas.
La rubia asintió, pensativa: —¿Y qué tengo que hacer?
—Pon tus manos sobre las mías y respira profundo.
Lucius había visto el proceso mil veces antes, pero no dejaba de fascinarle como el agua de repente se ponía lisa y cómo los rostros de las personas a las que se le revelaban verdades se iluminaban con magia.
Lucius nunca había visto la bruma elevarse cuando no era a él a quién le revelaban respuestas.
El rubio no pudo evitar acercarse, para ver mejor la imagen que se presentaba frente a la joven.
De pie, en el estrado en Hogwarts había un chico de tez ligeramente bronceada, de cabello rubio platino largo, la mitad trenzado sobre su oreja. Sus ojos eran grises como una tormenta, y se veían cansados pero determinados. Su rostro era afilado y tenía una expresión seria. La túnica que llevaba, de pocionista, dejaba ver que sus brazos tenían buenos músculos, aunque su forma era más bien pequeña. Su oreja descubierta tenía varios aretes con runas, y formas particulares. Sobre su pecho habían varios collares cuyos dijes desaparecían bajo la túnica.
El chico parecía estar haciendo un discurso apasionado, mirando a sus compañeros estudiantes ardorosamente. La imagen era neblinosa, pero el chico alzó un puño al cielo y varios puños en el comedor se alzaron a su vez, de varias de las mesas.
Lucius sintió un escalofrío, porque prácticamente podía ver la magia emanando de ese niño.
El futuro hijo de Narcisa iba a ser un mago formidable, respetado y querido, al parecer.
🙟✦A suivre~✦🙝