La eternidad de los dragones

House of the Dragon (TV) Harry Potter - J. K. Rowling
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La eternidad de los dragones
Summary
Crossover de House of the dragon con el mundo mágico de Harry Potter (Porque la autora anda creativa jaja)Rhaenyra Targaryen, la heredera al trono del mundo mágico, cursa su sexto año en Hogwarts, donde nunca se ha sentido aceptada, especialmente tras ser seleccionada para Ravenclaw en lugar de la tradicional Slytherin de su familia. Su vida se complica cuando su tío Daemon, con quien tiene un pasado complicado, regresa como jefe de Slytherin en medio de crecientes ataques contra Muggles que amenazan con desatar el caos. Rhaenyra deberá enfrentar secretos familiares y su propia oscuridad mientras el destino del reino pende de un hilo.
Note
¡Hola a todos! Les traigo uno de los fanfics más difícil que he escrito de House of the dragon jajaja llevo meses en esto y soltaré algunos capítulos en este mes. Es un Crossover en realidad, con el mundo mágico de Harry Potter. No estarán los personajes de Harry Potter obviamente, porque este fic está inspirado unos 15 a 20 años antes de los sucesos de esas películas y libros. Pero si estarán algunos profesores más jóvenes y todo jaja. Me lo habían pedido unas 15 personas que hiciera algo así, y como me gustan ambas sagas, lo hice jaja.Me ha costado amoldar a los personajes, así que si tienen ideas que les gustaría aportar, no duden en hacerlo.Espero les guste estre prólogo y por favor, comenten jeje en serio, si no veo comentarios me declararé frustrada y me retiraré de la página jajajajaja broma. o tal vez no.Besos y abrazos.
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Chapter 21

Rhaenyra despertó con un sobresalto, la oscuridad de la habitación era densa, y no sabía donde estaba.

Tenía frío, a pesar de que al parecer alguien la había cubierto con mantas gruesas.

Su respiración se atascó en su garganta recordándolo a él.

Apareciendo de pronto, apareciendo de la nada como un fantasma, solo que era demasiado real.

Recordó como él y sus seguidores, o no sabía bien lo que eran, atraparon a Sirius, como Sirius le dijo que corriera, pero ella no pudo moverse.

Su esposo....Daemon había atrapado a ....su esposo..... a su hijo.... que era también su hijo....

El pánico la inundó.

¿Daemon sabía eso? ¿Por eso había atacado a Sirius? ¿Sabía de Aegon?

No seguramente no tenía idea de eso ¿Le importaba siquiera?

Él la había abandonado ¿Para qué entonces había regresado?

¿Dónde había estado?

¿Era él el causante de los ataques en el mundo mágico?

¿Era él el monstruo tras esos ataques?

¿Por qué? No era posible, seguramente todo era un mal entendido.

Se incorporó de golpe, con el pecho palpitante y una única idea en mente: escapar.

Se movió lentamente por la habitación hasta dar con la puerta. Pensó que la encontraría cerrada, pero no lo estaba.

Giró el picaporte con manos temblorosas y empujó con fuerza.

Entonces llegó a un pasillo de piedra, sombrío, silencioso.

¿Dónde estaba?

No había ventanas, parecía estar en un lugar oculto del mundo.

¿Una prisión? ¿Un escondite? ¿Dónde estaba? ella no sabía nada.

Era un castillo notó más tarde, algo antiguo y que había estado seguramente un tiempo abandonado hasta ahora.

Se dio cuenta de que estaba descalza hasta que el frío ardió en sus pies, pero no le importaba, tenía que encontrar a su hijo, tenía que encontrar a Sirius.

Tenía que saber que pasaba, tenía que saber por qué Daemon la había llevado hasta allá.

Entonces escuchó la voz de Daemon a lo lejos. Con miedo avanzó hacia donde él estaba.

¿Qué estaba haciendo? Sonaba molesto.

¿Acaso él estaba con Sirius? Tuvo miedo. Daemon no tenía motivos para lastimar a Sirius. Pero un hombre gritaba.

No, su tío no era un monstruo....no podía ser...no podía ser Sirius quien gritaba.

Con miedo y las manos temblorosas se acercó más para escuchar que decía.

—¡Habla! —la rugosidad de esa palabra le erizó la piel—. ¿O quieres probar otra ronda?

Rhaenyra se acercó, sin quererlo, empujada por una mezcla de terror y necesidad. Giró hacia una sala iluminada por fuego azul, y allí lo vio.

Daemon.

Tal como lo recordaba, su cabello largo y suelto cayendo más abajo de sus hombros, su atuendo habitual, solo que parecía...más aterrador.

Y frente a él, arrodillado, un hombre delgado, con túnica ministerial, temblando, llorando, suplicando.

—No sé nada, por favor…- rogó el hombre. Uno de los que había ayudado a apresarlo. Uno de los cuantos que Daemon ya había atrapado.

Pero Daemon no parecía escuchar. O no le importaba.

—Crucio.

El grito del hombre se alzó con violencia, desgarrando el silencio. Su cuerpo se arqueó de dolor puro.

Rhaenyra se cubrió la boca, horrorizada. Dio un paso atrás.

¿Quién era ese hombre?
¿Quién era él?

Ese no era el Daemon que había amado. No era el hombre por el que había llorado durante años.
No. Ese… era un monstruo.

Daemon giró lentamente, como si la hubiera sentido. Sus ojos se encontraron, y Rhaenyra sintió un terror tan profundo que apenas podía sostenerse en pie.

Él la miró.
Y sonrió.

No una sonrisa amable.
Una sonrisa rota. Oscura.

—Rhaenyra —susurró él, como si su nombre fuera una plegaria.

Ella retrocedió.
Y echó a correr.

El pasillo se estiraba sin sentido. Todo era piedra y sombra, y la salida parecía no existir. Ella corría, desesperada, respirando con dificultad, sus manos rozando las paredes frías mientras su mente gritaba.

¿Dónde estás, Aegon? ¿Dónde está Sirius?
¿Dónde está la salida?

Pero no había salida.

Y detrás de ella, los pasos de Daemon. Lentos. Seguros. Como si supiera que no tenía que apresurarse. Como si supiera que no tenía escapatoria.

—No huyas de mí —dijo con voz baja, casi dulce, pero cargada de amenaza—No tienes motivos para hacerlo- dijo él como si ella no acabara de presenciar esa horrible escena.

Como si él no la hubiera secuestrado, como si él no tuviera en sus manos a su esposo y a su hijo.

¿Qué había pasado con él? ¿Quién era él?

Rhaenyra se giró, con los ojos llenos de lágrimas.

—¿Qué eres? —le gritó, con la voz quebrada—. ¿Qué hiciste?

Daemon se detuvo. La observó con algo parecido al dolor. Pero sus ojos… no eran los mismos.

—Hice lo que tenía que hacer. Me arrebataron todo- dijo Daemon sabiendo bien que ella no tenía idea de lo que él había pasado, o tal vez lo sabía, y solo lo había ignorado, ya nada era claro para él- Y ahora lo tomaré de vuelta.

Ella dio un paso atrás. Su espalda tocó la pared. Sin varita. Sin salida.
Y frente a ella, el hombre que amaba.
Transformado.

No sabía si llorar. No sabía si gritar. Solo sabía una cosa.

Daemon Targaryen ya no era un hombre.
Era una tormenta que arrasaba con todo.
Y ella estaba atrapada en el centro.

¿Qué haría él con ella? ¿Por qué la había llevado hacia allá?

Rhaenyra lo miró con el corazón latiendo en sus oídos, los ojos abiertos de par en par, desbordados por el miedo.

—¿Dónde están? —preguntó con la voz temblorosa, quebrándose como cristal bajo presión—. ¿Dónde están Sirius y Aegon?

El rostro de Daemon se endureció. Algo en su mirada cambió.

Ella apenas tuvo tiempo de retroceder antes de que él acortara la distancia entre ellos en un solo paso.

La sujetó bruscamente por el brazo y la empujó contra la pared, no con violencia suficiente para herirla, pero sí para inmovilizarla. La otra mano se alzó, y con una suavidad inquietante, acarició su cabello, apartándolo de su rostro.

Un estremecimiento la recorrió de pies a cabeza. La forma en que la tocaba era... posesiva. Fría. Obsesiva.

—¿Sirius? —repitió él, con una mueca torcida—. ¿De verdad te atreves a decir su nombre delante de mí?

—Daemon… por favor… —susurró, con lágrimas corriéndole por las mejillas—. ¿Qué te pasa? Tú no eres así…- dijo ella aterrada, sin saber que pasaba. Hace pocas horas estaba en su casa, y ahora estaba allí.

Intentó preguntar que sucedía, pero no sabía si lo decía en voz alta o su voz no salía.

Intentó hablar, pero él no la escuchaba. O no podía.

Él estaba perdido en su propia tormenta, su mente girando en espirales de rabia, celos y recuerdos. Imágenes de Rhaenyra riendo con Sirius. Aegon llamándolo “papá”. La felicidad de una vida que él no tuvo.

El silencio de Azkaban. Las ratas. El olor a podredumbre. Los gritos en la noche.

Y su rostro. Solo el de ella. Cada segundo, cada día, cada maldito minuto. Su única luz.

Y ella se la había dado a otro.

El rostro de Daemon se transformó. De pronto, era pura furia.

—¡Nunca lo vas a volver a ver! —gritó, y su voz retumbó en las paredes como un trueno— ¡Nunca más! ¿Me oyes? Nunca más vas a mirar a ese bastardo como si fuera algo más que una sombra!- gritó él desde los celos.

Ella sollozó, temblando.

—Daemon, por favor… —intentó calmarlo, alzando la mano para tocar su rostro—. No sé qué te han hecho, pero no eres tú- dijo ella intentando apelar a su cordura.

Él apartó su mano con un manotazo seco, sin llegar a lastimarla, pero dejándole claro que no permitiría su compasión. No quería lástima. No de ella.

—¿Y Aegon? —espetó con una sonrisa amarga, los ojos encendidos de furia—. ¿Creíste que no lo sabía? ¿Que nunca lo notaría? ¿Que mi sangre podía confundirse con la de otro?- preguntó Daemon como si fuera un insulto que todos creyeran que Aegon era hijo de Sirius.

Los ojos de Rhaenyra se agrandaron.

—¿Tú… lo sabes…?- preguntó Rhaenyra asustada. ¿Desde cuando él lo sabía? ¿O siempre lo supo y solo los abandonó?

Daemon la observó, herido, pero endurecido. Su voz fue un susurro afilado.

—Nunca más lo vas a ver llamarlo “padre”. Nunca más- gritó Daemon sin siquiera escuchar sus preguntas.

Rhaenyra lloraba, atrapada entre el muro y el cuerpo de Daemon, el corazón desgarrado en mil pedazos, la respiración hecha trizas. Su voz salió rota, suplicante, como si su alma hablara por ella:

—Tú... tú me abandonaste… —gimió, entre sollozos—. Me dejaste sola… tú me dejaste…- dijo ella enojada y asustada....¿Cómo se atrevía a estar celoso? ¿A culpar a Sirius?

Él la había salvado...él la había cuidado aún cuando no tenía por qué hacerlo. Había enfrentado al mundo con ella y había criado a su hijo como suyo. ¿Cómo Daemon podía molestarse luego de abandonarla? No tenía derecho.

Daemon se congeló.

Un silencio mortal se instaló entre ellos.

Y entonces, de pronto, con una violencia ciega, la tomó por el rostro con fuerza, obligándola a mirarlo. Sus dedos se clavaron en su mandíbula como tenazas de hierro, y sus ojos estaban desbordados de furia, de incredulidad, de una herida tan profunda que parecía sangrar rabia.

—¿Qué dijiste? —susurró con veneno—. ¿Yo te abandoné?- preguntó él cegado por el dolor, los celos, por los años de sufrimiento.

Ella tembló, con los ojos abiertos como platos, incapaz de responder, paralizada.

—¿De verdad creíste en esa maldita carta? —escupió con la voz ahogada en dolor y locura—. ¿Tan tonta fuiste, Rhaenyra?- preguntó él creyendo que ella era más que eso.

Su rostro se acercó más al de ella, sus alientos chocando, su mirada oscura como un pozo sin fondo.

—¿Cómo pudiste...? —rugió, con una mezcla de tristeza y odio que helaba la sangre—. ¿Cómo pudiste creer que yo te dejaría?- gritó él con furia.

Rhaenyra gimió, sin poder moverse, las lágrimas cayendo por su rostro desesperadas. El miedo la tenía atrapada como una garra invisible. Ese no era Daemon. No podía ser. ¿Qué le había pasado? ¿Por qué se había transformado en algo tan cruel?

—Yo… no sabía… la carta… la firmaste tú… —balbuceó, tratando de entender, de calmarlo- La firmaste en alto valyrio- sollozó ella.

Pero él soltó su rostro bruscamente haciéndola tambalear, y se apartó, girando sobre sí mismo como si necesitara alejarse para no destruirlo todo.

—¡La carta fue una mentira! ¡Una puta mentira que usaron para quitarme todo! —gritó con una furia tan densa que las antorchas del pasillo parecieron parpadear.

Entonces se detuvo.

La miró pero no dijo más.

Su cordura volviendo poco a poco. Tardaría en recuperarse, en calmarse, acababa de salir del infierno.

La había asustado y no era lo que deseaba, pero no podía evitar la rabia que sentía.

La miró nuevamente y simplemente se marchó sin darle ninguna respuesta, sin darle nada que le aclarara lo que pasaba.

Rhaenyra se deslizó contra la pared, sus piernas cediendo. Se cubrió el rostro con ambas manos mientras el llanto la sacudía. Un llanto de horror, de impotencia… de una verdad que aún no lograba comprender.

No sabía qué había sido real y qué no.

No sabía si ese hombre todavía tenía un corazón…

Solo sabía que estaba sola, aterrorizada… y atrapada ni siquiera sabía en donde.

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