La eternidad de los dragones

House of the Dragon (TV) Harry Potter - J. K. Rowling
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La eternidad de los dragones
Summary
Crossover de House of the dragon con el mundo mágico de Harry Potter (Porque la autora anda creativa jaja)Rhaenyra Targaryen, la heredera al trono del mundo mágico, cursa su sexto año en Hogwarts, donde nunca se ha sentido aceptada, especialmente tras ser seleccionada para Ravenclaw en lugar de la tradicional Slytherin de su familia. Su vida se complica cuando su tío Daemon, con quien tiene un pasado complicado, regresa como jefe de Slytherin en medio de crecientes ataques contra Muggles que amenazan con desatar el caos. Rhaenyra deberá enfrentar secretos familiares y su propia oscuridad mientras el destino del reino pende de un hilo.
Note
¡Hola a todos! Les traigo uno de los fanfics más difícil que he escrito de House of the dragon jajaja llevo meses en esto y soltaré algunos capítulos en este mes. Es un Crossover en realidad, con el mundo mágico de Harry Potter. No estarán los personajes de Harry Potter obviamente, porque este fic está inspirado unos 15 a 20 años antes de los sucesos de esas películas y libros. Pero si estarán algunos profesores más jóvenes y todo jaja. Me lo habían pedido unas 15 personas que hiciera algo así, y como me gustan ambas sagas, lo hice jaja.Me ha costado amoldar a los personajes, así que si tienen ideas que les gustaría aportar, no duden en hacerlo.Espero les guste estre prólogo y por favor, comenten jeje en serio, si no veo comentarios me declararé frustrada y me retiraré de la página jajajajaja broma. o tal vez no.Besos y abrazos.
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Chapter 14

Rhaenyra suspiró mientras sus dedos tamborileaban sobre la mesa. Frente a ella, el periódico mágico parecía burlarse de su humor. Las imágenes en movimiento mostraban a su padre junto a Alicent y sus hermanastros, caminando felices por un mercado en otro reino. Las luces navideñas brillaban a su alrededor mientras Aegon y Helaena reían y señalaban puestos llenos de regalos. Incluso Viserys sonreía con esa calidez que Rhaenyra ya no recordaba haber visto dirigida hacia ella.

El nudo en su pecho se hizo más fuerte. Habían pasado tantas cosas, pero el verlos tan juntos, tan... completos, como si ella nunca hubiera estado allí, dolía más de lo que quería admitir.

De repente, el suave golpeteo en la ventana la sacó de sus pensamientos. Un búho gris agitaba sus alas, llevando una pequeña carta atada a la pata. Rhaenyra se levantó con desgana y abrió la ventana para dejarlo entrar.

—¿Qué es esto? —murmuró, desatando la nota con dedos algo temblorosos.

Reconoció la letra descuidada al instante: Sirius Black.

"Te invito a salir esta noche. Sé que es una invitación inesperada, pero no tuve más tiempo el otro día de hacerte esta invitación. No acepto un no por respuesta. Enviaré tantos buhos como sea necesario hasta que aceptes. Estaré esperándote en el puente viejo a las ocho. Si no vienes, perderás la oportunidad de una noche legendaria. —S."

Rhaenyra rodó los ojos, dejando caer la carta sobre la mesa. Sirius Black, siempre tan dramático. ¿De verdad creía que iba a salir corriendo con él como si fuera un cuento romántico? Se giró para volver al sillón, pero algo la detuvo.

La idea de salir no era tan mala. Sirius no parecía tan idiota cuando no estaba alardeando, y honestamente, cualquier cosa era mejor que quedarse allí, consumiéndose entre recuerdos y resentimientos.

Estar en la casa de Daemon era encantador, pero en ese preciso minuto, todos estaban ocupados, y ella estaba triste por la imagen de su padre con Alicent en el periódico.

Sin embargo, pedirle permiso a Daemon... No. Esa no era una opción. Él apenas la dejaba respirar sin querer controlarlo todo. Si se enteraba que saldría con un chico, seguramente haría que algún auror la persiguiera cuando volviera a Hogwarts.

Rhaenyra miró el reloj. Faltaban dos horas. Sus labios se curvaron en una pequeña sonrisa cómplice mientras se alistaba. Se escabulló por una puerta lateral, asegurándose de que Daemon estuviera ocupado en su estudio.

Cuando llegó al puente viejo, el aire estaba helado, pero no le importó. Sirius estaba allí, apoyado contra la baranda de piedra, jugando con su varita como si no tuviera un solo problema en el mundo.

Cuando la vio, sus ojos se abrieron ligeramente, y una sonrisa de pura sorpresa iluminó su rostro.

—Wow, pensé que no vendrías —dijo, enderezándose.

—¿Y perderme tu "noche legendaria"? —respondió Rhaenyra, arqueando una ceja con un toque de sarcasmo.

Sirius rió, ofreciéndole su brazo.

—Prepárate, princesa. Esto apenas comienza- dijo Sirius que estaba nervioso, pero por supuesto, no dejaría que ella lo supiera.

Rhaenyra tomó su brazo, sin saber si arrepentirse o no.

Ella arqueó una ceja cuando Sirius la llevó a un lugar donde utilizaron polvos flu para viajar, y aparecieron en un lugar nada parecido al mundo mágico.

El aire frío de la noche acarició el rostro de Rhaenyra cuando Sirius la guió hacia una pequeña y acogedora esquina del mundo muggle. Ella lo seguía con cierta cautela, pero no pudo evitar notar su entusiasmo.

—¿Qué es este lugar? —preguntó, mirando alrededor con curiosidad.

Sirius sonrió con ese aire despreocupado tan propio de él.
—Bienvenida al mundo muggle, princesa. Aquí no hay varitas, ni magia, solo buena comida y entretenimiento. Pensé que te vendría bien algo diferente, yo he conocido este mundo ya, por amigos- dijo Sirius que sabía que ese mundo le interesaría bastante a la princesa.

El primer lugar al que la llevó fue un pequeño restaurante iluminado con luces cálidas. Las mesas estaban decoradas con velas, y un suave aroma a especias llenaba el ambiente. Sirius, siendo Sirius, no tardó en pedir algo extravagante: un banquete para compartir que incluía de todo, desde pastas hasta postres.

—¿Esto es normal aquí? —preguntó Rhaenyra mientras miraba el plato de comida.

Sirius se rió, alzando una ceja.
—No todo el mundo pide tanto, pero tengo hambre. Y estoy seguro de que estos platos te encantarán. Vamos, prueba esto- dijo Sirius animándola.

Ella cedió, y entre risas y comentarios sarcásticos, la comida se volvió una experiencia más agradable de lo que esperaba. Sirius parecía tener el talento de hacerla reír incluso cuando no quería.

Después del restaurante, Sirius la llevó al cine. Rhaenyra observaba todo con asombro, especialmente la pantalla enorme que mostraba una película de acción llena de explosiones y persecuciones.

—Esto es... ruidoso —comentó ella, inclinándose hacia él.

—Y absolutamente genial, ¿verdad? —respondió Sirius, ofreciendo un puñado de palomitas.

Ella negó con la cabeza pero aceptó. Aunque al principio le costó entender por qué la gente encontraba eso entretenido, pronto se encontró inmersa en la historia, incluso riéndose en momentos inesperados.

La siguiente parada fue un parque de diversiones, lleno de luces brillantes, música alegre y risas. Rhaenyra miraba con curiosidad a las personas que corrían de una atracción a otra.

—¿Qué es este lugar? —preguntó, sintiéndose como una niña pequeña.

—Un lugar donde puedes olvidarte de todo por un rato —respondió Sirius, tomándola de la mano y llevándola hacia una montaña rusa.

Rhaenyra gritó como nunca antes al sentir la adrenalina de la velocidad y las curvas cerradas. Sirius, por otro lado, no dejaba de reír, disfrutando tanto de la atracción como de verla perder el control por una vez.

Finalmente, llegaron a la rueda de la fortuna. Subieron a una de las cabinas, y mientras ascendían, Rhaenyra miró hacia abajo, admirando las luces que se extendían como un océano brillante bajo ellos.

—Es... hermoso —admitió en voz baja.

Sirius, sentado frente a ella, la observó con una sonrisa suave.
—Sabía que te gustaría- dijo él con el corazón latiendo rápidamente, estaba literalmente en una cita con la princesa heredera, era en ese minuto, el hombre más afortunado del mundo entero.

Hubo un momento de silencio, cómodo y lleno de complicidad, mientras la rueda alcanzaba su punto más alto.

Cuando terminaron, Sirius la llevó a un muelle cercano. La brisa marina era fría, pero refrescante. Se sentaron en el borde, con los pies colgando sobre el agua oscura.

—¿Siempre haces esto? —preguntó Rhaenyra, mirando hacia el horizonte.

—¿Qué? ¿Ser encantador y llevar la princesa heredera a una cita inolvidable? —respondió Sirius con una sonrisa juguetona- No, nunca he tenido tanta suerte antes- dijo él mirándola con admiración.

Rhaenyra se rió suavemente.
—Digo... ¿escapar de nuestro mundo?- preguntó Rhaenyra y Sirius comprendió.

Sirius se quedó en silencio por un momento antes de responder.
—A veces. A veces, necesitamos escapar para recordar por qué vale la pena volver- dijo él más sabiamente de lo que Rhaenyra habría esperado de él.

Ella lo miró, sus ojos encontrándose en un instante que pareció más largo de lo que realmente fue. Antes de que pudiera decir algo más, Sirius sacó un pequeño objeto de su bolsillo.

—Es hora de regresar —dijo, mostrándole un traslador.

Rhaenyra asintió, sin decir una palabra mientras ambos tocaban el objeto al mismo tiempo. En un parpadeo, el muelle y las luces del mundo muggle desaparecieron.

El traslador los dejó a pocos metros de la entrada de la imponente mansión Targaryen. Era casi de madrugada, y la brisa helada del invierno envolvía el aire con un toque de calma. Sirius caminaba junto a Rhaenyra, sus pasos resonando suavemente contra el empedrado del camino.

—No esperaba que realmente aceptaras salir conmigo, ¿sabes? —dijo Sirius, rompiendo el silencio.

Rhaenyra sonrió débilmente, cruzando los brazos para protegerse del frío.
—Yo tampoco lo esperaba, pero necesitaba... despejar mi mente- admitió ella con sinceridad.

—¿Lo logré? —preguntó él, con ese tono despreocupado que lo caracterizaba, aunque sus ojos revelaban una pizca de nerviosismo.

—Por un rato, sí —respondió ella con honestidad, mirando hacia la mansión que se alzaba frente a ellos, con sus luces apagadas como si todo el mundo estuviera dormido.

Sirius se detuvo, obligándola a girarse hacia él. Rhaenyra podía sentir su mirada fija, intensa pero cálida. Sabía exactamente lo que estaba a punto de suceder. Nunca había besado a un chico en la primera cita. De hecho, apenas podía contar con los dedos de una mano las veces que había salido con alguien.

Y, sin embargo, allí estaba, frente a Sirius Black, un chico encantador, divertido y con una chispa en sus ojos que fácilmente podría conquistar a cualquiera. Pero no a ella. No completamente.

—Rhaenyra... —Sirius empezó a hablar, pero no terminó. En lugar de eso, se inclinó hacia ella con cuidado, dándole tiempo para apartarse si quería.

Ella no se movió. No supo por qué, pero no lo hizo. Quizás quería saber qué se sentía. Quizás quería olvidarse por un momento de todo lo que la atormentaba.

Sus labios se encontraron en un beso suave, lleno de ternura, que duró lo suficiente como para que ambos supieran que era real. Sirius lo sintió como una promesa de algo nuevo, algo que podría ser especial.

Pero para Rhaenyra, aunque el gesto era dulce y Sirius era todo lo que cualquier chica podría desear, algo en su interior no encajaba. Su corazón no estaba en ese momento, porque su corazón, por mucho que intentara negarlo, siempre había pertenecido a Daemon.

Cuando el beso terminó, ella abrió los ojos lentamente, y por un segundo, la sonrisa de Sirius fue suficiente para hacerla olvidar el peso que cargaba. Pero no por mucho tiempo.

El sonido de la puerta de la mansión abriéndose de golpe hizo que Rhaenyra retrocediera un paso. La figura de Laena apareció en el umbral, con el rostro lleno de urgencia.

—¡Rhaenyra! —exclamó Laena, apurándose hacia ellas. Antes de que Rhaenyra pudiera reaccionar, Laena la tomó de la mano y prácticamente la arrastró hacia la entrada—. Entra rápido, no hay tiempo.

—¿Qué ocurre? —preguntó Rhaenyra, todavía procesando el apuro de su prima.

—Solo hazme caso —respondió Laena, mirando de reojo hacia Sirius, que permanecía inmóvil a unos metros. Su expresión pasó de preocupación a alarma cuando vio una sombra más grande que se movía en el interior de la mansión. Levantó la voz, dirigiéndose a Sirius—: Tú, ¡corre ahora!

Sirius entendió el peligro de inmediato, y al girarse, vio a Daemon emergiendo desde las sombras detrás de Laena, con una mirada oscura y feroz que no dejaba espacio para dudas.

—¡Sirius Black! —bramó Daemon, su voz llenando el aire como un trueno—. ¿Crees que puedes secuestrar a la princesa heredera y salir ileso?

—No fue así, yo... —Sirius empezó a explicarse, pero el instinto de sobrevivir fue más fuerte que cualquier palabra. Sin perder tiempo, dejó caer su abrigo al suelo y, por primera vez, permitió que la magia que había estado practicando durante meses se apoderara de él completamente.

Ante los ojos atónitos de Rhaenyra y Laena, Sirius se transformó en un enorme perro negro. Laena no alcanzó a reaccionar antes de que el animal desapareciera entre las sombras de los alrededores, moviéndose con una velocidad que incluso Daemon no pudo anticipar.

—¡Cobarde! —gritó Daemon, avanzando hacia la dirección en la que Sirius había escapado, sus ojos buscando al intruso. Sin embargo, no vio más que oscuridad y el eco de sus propios pasos.

Laena se interpuso rápidamente en su camino.
—Daemon, ¡basta! Ya se ha ido. ¿Qué importa ahora?- preguntó Laena que sabía que lo que tenía a su esposo así eran los celos.

Ella sabía que sería así. Él jamás podría tolerar ver a Rhaenyra con alguien más, por más que intentara convencerse a si mismo que si.

Y por supuesto, mientras ellos la buscaban por la tarde, sus hijas tuvieron la gran ocurrencia de decir ''tal vez salió con su novio''. A ella incluso le pareció que sus hijas hicieron eso a propósito para molestar a Daemon, pero era imposible, ellas eran demasiado pequeñas.

Aunque Harwin se comportaba extraño, como si supiera algo de las niñas que ella no, y eso era extraño. Pero ahora, no tenía tiempo de divagar.

Daemon la apartó con cuidado , y se dirigió hacia Rhaenyra, que estaba petrificada en el umbral de la puerta.
—¡Tú! —gruñó, su mirada ardiendo de furia—. ¿Qué demonios estabas pensando?- gritó él más fuerte de lo que quería.

Laena se colocó entre ellos, extendiendo los brazos como una barrera.
—Daemon, cálmate. Ha sido un malentendido, ¿vale? Yo me encargo de esto- dijo Laena que sabía que su esposo no solía razonar cuando estaba molesto.

—No, Laena. —Su tono era bajo pero amenazante, como el filo de una espada a punto de desenvainarse—. Esto es entre ella y yo- dijo él furioso.

¿Acaso ella no entendía que era la princesa heredera? Que estaba a su cargo en ese momento, que si algo le hubiera pasado el reino entero hubiera estado en peligro. ¿Acaso ella no recordaba a los mortífagos? ¿En qué pensaba ella? eran las preguntas en la mente de Daemon.

Laena lanzó una última mirada de advertencia a Rhaenyra antes de dar un paso hacia atrás.
—Ve a tu habitación y no salgas de allí. —Su voz era urgente, pero suave, como si intentara protegerla de lo inevitable—. Yo intentaré calmarlo.

Rhaenyra asintió rápidamente y subió las escaleras, su corazón latiendo con fuerza en el pecho. Pero antes de que pudiera cerrar la puerta de su habitación, el sonido de los pasos de Daemon la hizo girarse.

Ahí estaba él, con la mirada fija en ella, cerrando la puerta detrás de él con un movimiento decidido. Rhaenyra tragó saliva, sabiendo que las palabras de Laena no habían sido suficientes para contenerlo ni siquiera unos segundos.

Daemon cerró los ojos por un momento, intentando encontrar algo de control en medio de su rabia. La respiración agitada hacía que su pecho subiera y bajara con fuerza, pero no podía evitar que su mente volviera una y otra vez a la imagen de Rhaenyra con Sirius.

Los había visto besarse, pensó que podía soportar verla con alguien más, pero no podía, simplemente no podía.

—¿Cómo te atreves a desaparecer así? —rugió, su voz profunda y llena de furia resonando en la habitación—. ¿Tienes idea de lo que he pasado todo el día buscándote?

Rhaenyra dio un paso atrás, sintiéndose pequeña bajo el peso de su ira, pero reunió el valor suficiente para responder.
—Solo quería salir a divertirme un poco, Daemon. No hice nada malo- dijo ella intentando explicarse.

—¿No hiciste nada malo? —repitió él con un amargo sarcasmo—. ¡Rhaenyra, estuviste todo el día con él! ¿Crees que eso está bien?

—No entiendo por qué estás tan molesto. —Rhaenyra alzó la voz, su frustración mezclándose con su miedo—Solo salí con un chico ¿Acaso no puedo?- preguntó ella con su voz temblando.

Los ojos de Daemon se oscurecieron al escuchar esas palabras, y su rostro se tensó aún más. Dio un paso hacia ella, reduciendo la distancia entre ambos.

- No, no puedes, al menos no sin avisarme- gritó él y ella sintió sus ojos brillar de frustración- Dime que estuviste haciendo toda la noche con él, ya es de madrugada Rhaenyra, dime ahora que hiciste- dijo él en un tono que hizo comprender a Rhaenyra las cosas que él pensaba.

Ella intentó mantenerse firme, pero la intensidad en su voz y mirada la quebró un poco.

 

—Daemon, no fue lo que piensas- dijo Rhaenyra sonrojada. Solo lo había besado por el amor a todos los dioses. Nada más.

—¡Entonces dime! —gritó, con una mezcla de celos y desesperación rompiendo en cada palabra—. Dime qué pasó entre ustedes.

Rhaenyra tragó saliva, su corazón latiendo con fuerza.
—Nos besamos- dijo ella con miedo de su reacción.

¿Por qué él estaba tan molesto?

Daemon cerró los ojos al escuchar esa confesión, y un estremecimiento recorrió su cuerpo. Dio un paso atrás, girándose de espaldas a ella mientras intentaba controlar su respiración. Sus hombros subían y bajaban rápidamente, y sus manos estaban cerradas en puños tan fuertes que los nudillos estaban blancos.

Rhaenyra no se atrevió a moverse. La habitación estaba envuelta en un silencio pesado, roto solo por la respiración agitada de Daemon. Había algo peligroso en su postura, algo que hacía que cada fibra de su ser le gritara que no se acercara.

Daemon respiró profundamente, pero la furia seguía ardiendo dentro de él, implacable y avasallante.
—No te me acerques- advirtió Daemon que no podía controlarse, lo único que quería era besarla y hacerle cosas que ella ni siquiera imaginaba que él quería hacerle, quería hacerle entender que ella era de él. Pero no debía, no correspondía.

Él era un hombre casado, y ella una muchacha inocente que no tenía por qué ser consumida por su mundo de mentiras.

Y entonces el silencio se hizo aún más profundo, como si todo el mundo contuviera el aliento.

Rhaenyra dio un paso hacia él, intentando encontrar algo de claridad en el caos de emociones que la rodeaba. Sus labios temblaban, no solo por el frío de la noche, sino por la intensidad de lo que acababa de suceder entre ellos. Se mordió el labio, buscando el coraje para hablar.

—¿Por qué te importa tanto, Daemon? —preguntó, su voz apenas un susurro que se rompió al final. Sus ojos buscaban los de él, que la evitaban como si temiera que mirarla directamente desataría algo que no podría controlar.

Daemon se tensó, sus hombros rígidos, pero no respondió de inmediato. Su mandíbula se contrajo y sus manos se cerraron en puños. Era evidente que luchaba contra algo dentro de sí mismo, algo que lo consumía.

—No quiero tener esta conversación ahora, Rhaenyra —gruñó, su tono cortante, casi desesperado.

Pero Rhaenyra no retrocedió. Dio otro paso hacia él, sus ojos brillando con una mezcla de desafío y dolor.
—¡No puedes evitarme siempre, Daemon! Dime la verdad. ¿Por qué te importa que lo haya besado?- preguntó ella confundida. ¿Por qué él se enojaba tanto?

Daemon giró hacia ella de golpe, y antes de que pudiera reaccionar, su mano estaba en su nuca, firme pero no agresiva. Su proximidad era abrumadora, su calor, inconfundible.

 

—¿Quieres saber por qué? —murmuró, su aliento acariciando el rostro de Rhaenyra. Sus ojos estaban llenos de tormento, de un fuego que había intentado apagar durante tanto tiempo—. Porque no puedo soportar la idea de verte con otro. Porque la sola imagen de sus manos en ti me enloquece- dijo él perdiendo la batalla contra sus sentimientos.

Él no era tan fuerte como creía, no era tan fuerte para soportar todo lo que ocurría.

La amaba, y no pudo luchar en ese momento contra el mismo.

Rhaenyra apenas pudo procesar sus palabras antes de sentir sus labios sobre los suyos. El beso fue feroz, apasionado, como si Daemon estuviera vertiendo años de sentimientos reprimidos en ese único momento. Rhaenyra sintió que el mundo se desvanecía, que el tiempo mismo se detenía mientras el calor de su cuerpo se mezclaba con el de él.

Sus manos, primero temblorosas, encontraron su camino hacia el pecho de Daemon, apretando la tela de su camisa mientras su mente se nublaba. Nunca había sentido algo tan intenso, tan avasallador. Cada fibra de su ser respondía al toque de Daemon, eso era lo que había estado esperando desde siempre.

Cuando finalmente se separaron, ambos estaban sin aliento. Daemon apoyó su frente contra la de ella, cerrando los ojos como si intentara calmar la tormenta dentro de él. Sus respiraciones se mezclaban, rápidas y pesadas, y el silencio entre ellos era ensordecedor.

—Daemon... —susurró Rhaenyra, sus ojos buscando desesperadamente una respuesta en los de él.

Pero él no respondió de inmediato. En cambio, la miró, y en sus ojos vio algo que nunca había visto antes: vulnerabilidad.
—No quería que esto pasara —admitió finalmente, su voz quebrándose—. No quería hacerte esto, Rhaenyra.

Ella negó con la cabeza, tratando de entender. Pero antes de que pudiera decir algo, Daemon volvió a besarla, esta vez más lento, más profundo, como si intentara memorizar cada segundo, cada sensación. Era un beso que lo decía todo, un beso que derrumbaba cada pared que ambos habían construido para protegerse.

Cuando se separaron por segunda vez, Daemon dio un paso atrás, como si necesitara poner distancia entre ellos para no perderse por completo. Su respiración seguía agitada, y su mirada, aunque intensa, estaba cargada de culpa.

Sin decir una palabra más, giró y salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él con un ruido seco. Rhaenyra se quedó inmóvil, su corazón latiendo con fuerza mientras su mente intentaba procesar lo que acababa de ocurrir.

Fue entonces cuando vio a Laena en el marco de la puerta. Su figura era elegante y tranquila, pero sus ojos hablaban de entendimiento. Había visto suficiente, eso era claro.

—Yo... —empezó Rhaenyra, con un nudo en la garganta.

Laena alzó una mano, interrumpiéndola suavemente. En sus labios se formó una pequeña sonrisa, no de rabia, sino de ¿Empatía? . Con un leve gesto de cabeza, le indicó que no se preocupara.

Rhaenyra no comprendía que pasaba, acababa de besar a Daemon, Laena lo había visto ¿Por qué ella no estaba furiosa?

¿Por qué él la había besado? ¿Qué ocurría?

Sin una palabra más, Laena giró y salió tras Daemon, dejando a Rhaenyra sola en el silencio de la habitación. Rhaenyra se llevó una mano a los labios, aún sintiendo el calor del beso de Daemon, y cerró los ojos. Sabía que algo había cambiado, algo irrevocable.

Se sentó en el suelo y sonrió.

¿Acaso era posible? ¿Era posible que él sintiera algo parecido a lo que ella sentía por él?

Las lágrimas cayeron de sus ojos y sonrió.

Odiando tener esperanza. Odiando no saber que sentir. Pero sin duda, ese sería el beso que recordaría por siempre.

Su primer beso con el hombre que amaba.

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