La eternidad de los dragones

House of the Dragon (TV) Harry Potter - J. K. Rowling
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La eternidad de los dragones
Summary
Crossover de House of the dragon con el mundo mágico de Harry Potter (Porque la autora anda creativa jaja)Rhaenyra Targaryen, la heredera al trono del mundo mágico, cursa su sexto año en Hogwarts, donde nunca se ha sentido aceptada, especialmente tras ser seleccionada para Ravenclaw en lugar de la tradicional Slytherin de su familia. Su vida se complica cuando su tío Daemon, con quien tiene un pasado complicado, regresa como jefe de Slytherin en medio de crecientes ataques contra Muggles que amenazan con desatar el caos. Rhaenyra deberá enfrentar secretos familiares y su propia oscuridad mientras el destino del reino pende de un hilo.
Note
¡Hola a todos! Les traigo uno de los fanfics más difícil que he escrito de House of the dragon jajaja llevo meses en esto y soltaré algunos capítulos en este mes. Es un Crossover en realidad, con el mundo mágico de Harry Potter. No estarán los personajes de Harry Potter obviamente, porque este fic está inspirado unos 15 a 20 años antes de los sucesos de esas películas y libros. Pero si estarán algunos profesores más jóvenes y todo jaja. Me lo habían pedido unas 15 personas que hiciera algo así, y como me gustan ambas sagas, lo hice jaja.Me ha costado amoldar a los personajes, así que si tienen ideas que les gustaría aportar, no duden en hacerlo.Espero les guste estre prólogo y por favor, comenten jeje en serio, si no veo comentarios me declararé frustrada y me retiraré de la página jajajajaja broma. o tal vez no.Besos y abrazos.
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Chapter 11

El Gran Comedor estaba iluminado con los típicos adornos navideños de Hogwarts: guirnaldas verdes y doradas flotaban en el aire, las velas mágicas brillaban con una calidez engañosa, y el aroma a ponche de calabaza se colaba entre las mesas. Pero nada de eso lograba animar a Rhaenyra, quien jugaba distraídamente con un pedazo de pan, intentando ignorar las risas y las conversaciones a su alrededor.

Aegon apareció como siempre, como un huracán de comentarios sarcásticos. Se dejó caer en el banco frente a ella, con esa sonrisa burlona que tanto odiaba.

—¿Ya te enteraste, hermana? —dijo, con una falsa sorpresa—. No volverás al palacio por Navidad. Parece que papá y mamá tienen otros planes, y, sorpresa, ¡no estás invitada!

Rhaenyra levantó la vista, congelándose al escuchar esas palabras.

—¿De qué estás hablando? —preguntó, tratando de mantener la calma, aunque su voz temblaba ligeramente.

Aegon se encogió de hombros, disfrutando del espectáculo.

—Solo digo lo que todos saben. Papá y mamá decidieron que necesitan unas vacaciones en otro reino. Se llevan a mis hermanos y a mi , claro, pero tú... Bueno, tú te quedas aquí, sola con tus "responsabilidades". Aunque creo que solo querían un poco de paz sin dramas, ¿no crees?- preguntó Aegon odiosamente.

Parte de Aegon sentía que lo que hacía estaba mal. Cuando vio la tristeza en los ojos de su hermana pensó en callarse, pero su madre le había dicho que debía alejarse de ella porque ella era un peligro. Además, sus amigos se burlarían de él si se acercaba de buena forma a su hermana. Y él no podía permitirse ser la burla de todos como Rhaenyra lo era.

El comentario fue como un balde de agua fría para Rhaenyra, ella solo soltó el pan con que jugaba, y dejó el gran comedor dejando a Aegon detrás riéndose de ella junto a sus amigos.

Por supuesto, Rhaenyra no pudo ver cuando Aegon regresó a la mesa de Slytherin y Snape hizo que le creciera una cola de rata. El chiquillo gritó por todo el comedor, hasta que alguien se apiadó de él y deshizo el hechizo. Curiosamente, nadie supo quién había hecho tal hechizo.

Rhaenyra no quería creer lo que él decía, así que esperó por algún mensaje de su padre.

La mañana siguiente, el búho llegó. Ella ya lo esperaba, sentada en una esquina de la Sala Común de Ravenclaw, rodeada de un silencio que solo rompía el crepitar del fuego. El búho dejó caer la carta en su regazo, y Rhaenyra, con las manos temblorosas, rompió el sello de la Casa Targaryen.

Las palabras de su padre eran tan frías como el invierno que cubría los terrenos del castillo:

"Rhaenyra,

Tus recientes comportamientos han dejado claro que necesitas reflexionar sobre tus responsabilidades y el lugar que ocupas en esta familia. He decidido que será mejor para ti permanecer en Hogwarts durante las vacaciones de Navidad. Considero que este tiempo lejos del palacio te ayudará a entender la importancia de la disciplina y el deber.

Espero que uses este periodo sabiamente.*

—Viserys Targaryen, Rey de los Siete Reinos y tu padre''

Ella leyó la carta una y otra vez, cada palabra grabándose como un cuchillo en su corazón. ¿Disciplina? ¿Deber? ¿Qué había hecho mal esta vez? ¿Acaso no era suficiente soportar todo lo que soportaba día a día en el castillo?

¿Primero la abandonaba su tío y ahora su padre? ¿No le bastaba a su padre con haberse casado meses después de la muerte de su madre?

Sintió las lágrimas arder en sus ojos, pero no quiso llorar. No les dería el gusto.

Se abrazó las piernas y enterró el rostro en sus rodillas, sintiendo cómo el peso de la soledad se hacía más grande. No solo la habían dejado atrás; la habían olvidado, apartándola como si no tuviera lugar en su propia familia.

"Quizás no lo tengo", pensó, y esa idea le dolió más que cualquier otra cosa.

En otro lugar, en el dormitorio de Daemon en Hogwarts, Laena y sus hijas estaban visitando a Daemon nuevamente, la chimenea iluminaba todo y el ambiente era cálido, hasta que todo se volvió tenso cuando un cuervo negro dejó caer un mensaje sobre la mesa.

Daemon rompió el sello con rapidez al ver que era de su hermano, sin embargo su expresión se oscureció con cada palabra que leía.

—¿Qué es esto? —murmuró, su voz grave cargada de rabia contenida—. ¿Que han dejado a Rhaenyra aquí por Navidad? ¿Qué clase de idiotez es esta?

Laena, que estaba sentada en un sillón junto al fuego, con una de las niñas en su regazo, alzó la vista del grimorio que estaba hojeando.

—¿Qué sucede, Daemon? —preguntó con calma, aunque la intensidad de su tono dejaba claro que quería respuestas inmediatas.

—Mi hermano ha decidido que Rhaenyra no vuelva al palacio estas fiestas. Dice que necesita quedarse aquí para "reflexionar sobre sus responsabilidades". Mientras tanto, él, Alicent y sus hijos se van de vacaciones a otro reino —espetó Daemon, su voz cargada de sarcasmo.

Laena frunció el ceño. Dejó el libro a un lado y miró a Daemon con una mezcla de sorpresa e indignación.

—Eso es ridículo. ¿Cómo puede hacerle eso?- preguntó Laena pensando que eso era humillante para su prima.

Daemon se puso de pie de un salto, empezando a caminar de un lado a otro del despacho como un dragón al borde de escupir fuego.

—Es una humillación. ¿Cómo se atreve a tratarla así? —gruñó, golpeando la mesa con el puño—. Necesito hablar con él. No voy a permitir que esto quede así- dijo Daemon pues no podía imaginar la tristeza que sentía Rhaenyra en ese minuto.

Laena se levantó y caminó hacia él, colocando una mano en su hombro para detenerlo.

—Tienes razón, Daemon. Esto no está bien, y debes decírselo. Pero hazlo con la cabeza fría —le aconsejó, su tono firme y alentador— El rey debe entender que no puede tratar a Rhaenyra de esta manera. No te contengas, pero tampoco pierdas el control- dijo ella que conocía muy bien a su esposo.

Las niñas, que hasta entonces habían estado jugando con sus dragones de juguete, miraron a sus padres con curiosidad. Baela se acercó primero, tirando suavemente de la mano de Daemon.

—¿Qué pasa, papá?- preguntó Baela mirándolo hacia arriba.

Daemon se agachó para quedar a su altura y le acarició el cabello con una sonrisa.

—Nada,solo que alguien necesita que le recuerden lo que es realmente ser un padre- dijo Daemon que no podía imaginar dejar a sus hijas solas y abandonadas en algún lugar.

Rhaena, que había seguido a su hermana, asintió con entusiasmo, aunque claramente no entendía del todo lo que sucedía.

—Sí, papá. Hazlo. Tú siempre ganas- dijo Rhaena con alegría.

Daemon dejó escapar una carcajada seca, mientras las niñas lo abrazaban. Laena, observándolos, asintió apoyando lo que sus niñas decían.

—Ellas tienen razón —dijo Laena—. Es momento de que hables con el rey, lo que le está haciendo a Rhaenyra no corresponde- dijo Laena rápidamente.

Daemon se puso de pie, y fue hacia los nidales para ir hacia la Fortaleza Roja.

La noche era oscura, pero las alas de Caraxes cortaban el cielo como un relámpago escarlata. Daemon había decidido no usar la magia para aparecerse; quería que todos supieran que llegaba, que sintieran el peso de su ira antes incluso de que pusiera un pie en la Fortaleza Roja. El rugido de Caraxes resonaba como un trueno mientras se acercaban, alertando a los guardias de que un jinete de dragones venía.

Daemon aterrizó con precisión en el patio principal, saltando del lomo del dragón con elegancia. No esperó a que nadie lo anunciara; caminó directamente hacia el salón del trono y los guardias se apartaron a su paso.

Viserys estaba sentado en el Trono de Hierro, conversando con uno de sus consejeros cuando Daemon irrumpió.

—¡Hermano! —exclamó Viserys, aunque su tono no ocultaba la sorpresa—. ¿Qué significa esta entrada tan teatral?

— ¿Cómo te atreves a hacerle eso a Rhaenyra?- preguntó Daemon sin siquiera hacer una reverencia ante el rey.

Viserys suspiró y levantó una mano para desestimar el tema.

—Si estás aquí por el mensaje que envié, no hay nada más que discutir. Ella se queda en Hogwarts estas fiestas. Necesita tiempo para reflexionar- dijo Viserys y Daemon sintió la ira arder en su pecho.

Daemon dio un paso adelante, apuntando un dedo acusador hacia su hermano.

—¿Reflexionar? ¿Dejarla sola en un castillo vacío mientras tú y tu perfecta familia juegan a ser felices sin ella? Eso no es reflexión, Viserys. Es crueldad. ¿Es lo que Otto Hightower te ha metido en la cabeza?

Viserys se puso de pie, su voz endureciéndose.

—No metas a mi esposa ni a Otto en esto , Daemon. Esta decisión es mía y solo mía- dijo Viserys aunque no podía negar que la idea había sido de Alicent y algo en la idea no le gustaba, pero le había prometido a Alicent ese viaje.

—¿Ah, sí? —replicó Daemon, su tono cargado de sarcasmo—. Porque todo lo que haces últimamente parece decidido por los Hightower. Alicent mueve los hilos, y tú te dejas manipular como un títere- dijo Daemon enfrentando a su hermano.

El rostro de Viserys enrojeció, pero antes de que pudiera responder, Daemon avanzó otro paso mirándolo de forma amenazadora sin importar que fuera el rey.

—Eres un pésimo padre y un rey aún peor. ¿Cómo puedes abandonar a Rhaenyra de esta manera? ¿Cómo puedes permitir que sienta que no tiene a nadie?- preguntó Daemon mirándolo fijamente- Me pediste que me alejara de ella para protegerla, lo hice, luego me pediste volver para vigilarla ¿Y qué has hecho tú? Solo la has hecho sentir que no tiene una familia- le gritó Daemon con ira.

Viserys apretó los puños, tratando de mantener la compostura.

—No hables de cosas que no entiendes, Daemon. Todo lo que hago es por el bien del reino- dijo Viserys aunque las palabras de su hermano calaban hondo en su pecho.

Daemon soltó una risa amarga.

—¿Por el bien del reino? No, hermano. Todo lo que haces es por comodidad, para evitar enfrentarte a los problemas reales. Pero yo no soy como tú. No voy a dejar que Rhaenyra se sienta cada día más sola en ese colegio- dijo Daemon respirando hondo sabiendo lo complicada que sería la decisión que había tomado- Ella pasará las vacaciones conmigo y Laena en mi casa- dijo él sabiendo lo peligroso que era eso.

El salón quedó en silencio, salvo por el eco de las palabras de Daemon. Viserys lo miró con incredulidad.

- Si es lo que quieres hazlo, mientras tú te encargues que ella conozca bien sus responsabilidades, y mientras tú recuerdes lo que ella siente por ti- dijo Viserys y Daemon lo miró con desafío- Sabes bien que ella está enamorada de ti, solamente me pregunto ¿Qué sientes tú por ella ahora?- dijo Viserys

Daemon lo miró fijamente, él no lo quebraría con sus palabras.

- Me alejé de ella por tú culpa, he cumplido mi palabra, la he mantenido alejada y ella me odia, pero no dejaré que ella pase estas fiestas sintiendo que no tiene familia. Tú puedes ser un rey cobarde, yo no soy un cobarde- dijo Daemon sin esperar más respuesta.

Él se giró sobre sus talones y salió de allí.

Sabía que lo que acababa de hacer complicaría las cosas, sobre todo porque cada vez que pensaba en Rhaenyra, sentía algo más profundo que un simple deber familiar. Pero no podía dejar que eso lo detuviera.

Rhaenyra no estaría sola en Hogwarts. No mientras él tuviera algo que decir al respecto.

Daemon volvió a Hogwarts por la mañana y Laena con las niñas seguían allí, lo habían esperado para despedirse.

Él seguía molesto por su discusión con Viserys y se arrojó al sillón de cuero oscuro como si el peso de su discusión con Viserys hubiera agotado incluso su energía inagotable.

Laena, que lo había estado esperando pacientemente, se sentó a su lado con una sonrisa tranquila. En un rincón de la sala, Baela y Rhaena reían y jugaban con un par de nifflers dorados que Daemon les había regalado la semana pasada. Las pequeñas criaturas mágicas se deslizaban por el suelo, buscando cualquier objeto brillante para acumular en su pequeña montaña de "tesoros".

—Entonces, ¿Qué harás? —preguntó Laena suavemente, observando a Daemon con sus ojos llenos de curiosidad.

Daemon suspiró recostándose aún más en el sillón y mirando al techo.

—Me la llevaré. No puedo dejar que pase las vacaciones sola en Hogwarts. No importa lo que diga Viserys- dijo Daemon y Laena sonrió inclinándose un poco hacia él. Aunque su tono era ligero, había un destello travieso en su mirada.

—Me alegra que lo hagas. Pero dime, querido esposo... ¿es solo para no dejarla sola? ¿O hay algo más que no me estás contando?- preguntó Laena en un susurro travieso.

Daemon rodó los ojos, una sonrisa casi imperceptible apareciendo en sus labios antes de que la ocultara rápidamente.

—Por supuesto que es para no dejarla sola—respondió, su tono firme pero con un dejo de cansancio—. Rhaenyra es familia. No voy a permitir que se sienta abandonada, eso es todo- dijo él aunque sabía que su audaz esposa era tan terca como él.

Laena lo estudió por un momento, claramente divertida.

—Oh, claro, claro. Es solo porque es familia. Entendido. Pero, por si acaso, quiero que sepas que no tengo ningún problema si hay algo más detrás de esa decisión- dijo Laena pensando que tal vez Daemon por fin quería arriesgarse y ser feliz.

Daemon la miró de reojo, su expresión entre divertida y exasperada.

—Tienes un sentido del humor insoportable a veces, Laena- dijo él y ella se rió suavemente, levantando las manos en un gesto de inocencia fingida.

—Solo digo lo que pienso, esposo- dijo ella susurrando para que las niñas no escucharan.

Antes de que pudiera continuar, Daemon se puso de pie para dirigirse hacia sus hijas.

—Voy a jugar con las niñas —dijo con un tono deliberadamente despreocupado—. Tú puedes seguir divirtiéndote imaginando cosas que no existen- dijo Daemon y Laena le guiñó un ojo.

Laena lo observó mientras se agachaba junto a Baela y Rhaena, su postura relajándose al instante cuando las pequeñas corrieron hacia él, mostrándole con entusiasmo los "tesoros" que los nifflers habían encontrado.

Daemon las escuchaba con atención, sonriendo sinceramente mientras inspeccionaba una canica dorada y un anillo barato que las criaturas habían añadido a su colección. Laena, desde el sillón, lo miró con una mezcla de cariño y diversión.

Sabía que Daemon no diría más sobre Rhaenyra esa mañana, pero también sabía que no necesitaba hacerlo. Su esposo podía ser terco, pero su corazón siempre hablaba más fuerte que sus palabras.

Al día siguiente, cuando Laena y las niñas ya se habían marchado a casa, el despacho de Daemon estaba inusualmente silencioso. La chimenea crepitaba suavemente, llenando la sala de un calor que contrastaba con el frío invernal que se colaba por las ventanas. Daemon, con los brazos cruzados y una expresión indescifrable, esperaba.

Había enviado a buscar a Rhaenyra, le daría la noticia ese día y sabía que ella se negaría. Rhaenyra era terca, incluso más terca que él a veces, pero no la dejaría sola en Hogwarts.

Rhaenyra llegó luego de unos minutos. Él notaba lo triste que estaba ella, y era claro que estaría a la defensiva en lo que fuera que él le dijera.

—¿Querías verme? —preguntó, cruzándose de brazos mientras cerraba la puerta detrás de ella.

Daemon asintió, señalándole una silla frente a su escritorio.

—Siéntate- ordenó él sin dar lugar a la duda.

Ella dudó, pero finalmente lo hizo, mirando a su tío con el ceño fruncido.

—¿Qué pasa?- preguntó ella de forma más imprudente de lo que había deseado sonar.

Daemon la observó por un momento, su rostro serio, aunque había un brillo cálido en su mirada que él se esforzaba en ocultar.

— Pasarás las vacaciones conmigo y Laena en mi casa —dijo, directo al punto.

Rhaenyra parpadeó, claramente sorprendida.

¿Con él y Laena?

Entonces comprendió que él se había enterado de que ella se quedaría en Hogwarts. Él no hacía eso porque la quisiera cerca, no hacía eso porque quisiera presentarle a su familia, lo hacía por lástima.

- No necesito tú lástima, tío- dijo ella ocultando la tristeza que sentía.

Su tono era firme, pero había un temblor apenas perceptible en su voz que traicionaba su vulnerabilidad. Daemon apretó los dientes, sintiendo un nudo formarse en su pecho.

—No te estoy preguntando —respondió con dureza, su voz baja pero cargada de autoridad—. Te vienes conmigo, y eso es todo- dijo él simplemente.

Rhaenyra iba a replicar, pero él se puso de pie frente a ella, su mirada demasiado dura para una muchacha que estaba triste y algo asustada.

Ella quiso decirle que no, quiso decir muchas cosas, pero tuvo miedo de que él la regañara nuevamente como la última vez.

Él odió que ella le temiera, pero no dejaría que ella se negara. No la dejaría sola allí.

- Gracias por tú lástima- dijo ella agachando la mirada- Si eso es todo ¿Ya puedo retirarme?- preguntó ella y él la tomó con fuerza por el brazo.

- No voy a tolerar tú rebeldía ¿Me escuchaste bien?- preguntó él muy cerca de su rostro y ella lo miró tristemente.

- No te preocupes, nadie me tolera últimamente- dijo ella con tristeza- Ya ni siquiera me importa, si mi propio padre me abandona ¿Qué puedo esperar de ti?- preguntó ella.

- No te atrevas a compararme con Viserys- dijo él tomándola con fuerza del rostro y mirándola a los ojos.

Ella se sonrojó al verlo tan cerca y sus piernas temblaron.

- Tío- dijo ella nerviosa cuando él la acorraló contra el escritorio.

- ¿Realmente eres tan ingenua para creer que es por lástima?- preguntó él muy cerca de su rostro.

- yo, no sé- dijo ella tartamudeando y él apegó su frente a su frente.

Se quedó allí unos minutos conteniendo los deseos que tenía de besarla, de arrancarle las palabras de la boca con un beso.

¿Cómo podía ser tan imbécilmente ingenua?

- Vete- dijo él indicando la puerta.

- Daemon, yo, bueno- dijo ella nerviosa cuando él se separó y se dio la vuelta.

- Sal ahora- gruñó él y ella casi corrió a la puerta, conmocionada y nerviosa por lo que había sucedido.

El silencio volvió a llenar la sala. Daemon se quedó allí, inmóvil por un momento, antes de dejarse caer pesadamente en su silla.

¿Qué había estado a punto de hacer?

¿Cómo había sido tan débil?

Se recostó en su silla, cerrando los ojos por un instante. Amar a Rhaenyra era una contradicción dolorosa: era su fortaleza y su debilidad, la luz que no podía tocar.

Pero si algo sabía con certeza, era que nunca permitiría que ella se sintiera sola, no mientras él estuviera cerca. Aunque tuviera que ocultar su corazón tras palabras duras, su amor por ella siempre estaría presente.

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