La eternidad de los dragones

House of the Dragon (TV) Harry Potter - J. K. Rowling
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La eternidad de los dragones
Summary
Crossover de House of the dragon con el mundo mágico de Harry Potter (Porque la autora anda creativa jaja)Rhaenyra Targaryen, la heredera al trono del mundo mágico, cursa su sexto año en Hogwarts, donde nunca se ha sentido aceptada, especialmente tras ser seleccionada para Ravenclaw en lugar de la tradicional Slytherin de su familia. Su vida se complica cuando su tío Daemon, con quien tiene un pasado complicado, regresa como jefe de Slytherin en medio de crecientes ataques contra Muggles que amenazan con desatar el caos. Rhaenyra deberá enfrentar secretos familiares y su propia oscuridad mientras el destino del reino pende de un hilo.
Note
¡Hola a todos! Les traigo uno de los fanfics más difícil que he escrito de House of the dragon jajaja llevo meses en esto y soltaré algunos capítulos en este mes. Es un Crossover en realidad, con el mundo mágico de Harry Potter. No estarán los personajes de Harry Potter obviamente, porque este fic está inspirado unos 15 a 20 años antes de los sucesos de esas películas y libros. Pero si estarán algunos profesores más jóvenes y todo jaja. Me lo habían pedido unas 15 personas que hiciera algo así, y como me gustan ambas sagas, lo hice jaja.Me ha costado amoldar a los personajes, así que si tienen ideas que les gustaría aportar, no duden en hacerlo.Espero les guste estre prólogo y por favor, comenten jeje en serio, si no veo comentarios me declararé frustrada y me retiraré de la página jajajajaja broma. o tal vez no.Besos y abrazos.
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Chapter 6

Rhaenyra apenas había escuchado una palabra durante la clase de Astronomía. Su pluma se deslizaba mecánicamente sobre el pergamino mientras la mente se le llenaba de imágenes de Daemon y las palabras que le había dicho la noche anterior.

''Deja de causar problemas'' Se lo había dicho en un tono tan duro que ella no comprendía. Él la trataba como si la odiara, y ella no entendía el por qué.

Ni siquiera sabía por qué él la había abandonado sin un adiós, y cuando volvía, él la trataba como si la odiara.

Sus ojos se aguaron pero ella no iba a llorar, no frente a todos, terminó de tomar apuntes, porque lo que menos necesitaba era que la enviaran otra vez a detención.

Cuando la clase terminó, los estudiantes comenzaron a recoger sus cosas y salir del aula. Rhaenyra permaneció en su asiento, mirando fijamente el pergamino frente a ella, aunque no lo estaba realmente leyendo. Fue entonces cuando una voz inesperada interrumpió sus pensamientos.

—Deberías esforzarte más en ocultar lo que sientes.

Rhaenyra levantó la vista, sorprendida. Snape estaba de pie junto a ella, su túnica negra agitándose ligeramente con el movimiento de los demás estudiantes al pasar.

—¿Qué? —preguntó, parpadeando.

—Es evidente que estás distraída —respondió él, su tono frío pero sin rastro de burla. Era una observación directa, sin adornos. Snape se cruzó de brazos y la miró con expresión impasible—. Si quieres evitar que alguien tenga poder sobre ti, necesitas aprender a fortalecer tu mente- dijo él rápidamente

Rhaenyra frunció el ceño. —¿A qué te refieres con que alguien tiene poder sobre mí?- preguntó ella confundida.

Snape inclinó la cabeza, como si no pudiera creer que ella no lo supiera.

—Es evidente que "él" te está afectando. Te lee como si fueras un libro abierto. Si no haces algo al respecto, siempre tendrá ventaja sobre ti- dijo Snape y Rhaenyra se tensó inmediatamente.

¿Tan obvio era? ¿O solo Snape era demasiado asertivo? Bueno, él era uno de los talentos de Hogwarts, aunque siempre parecía que nada le interesaba.

Aún así, ella no quería admitir nada, así que obvio mencionar a quien él se refería.

—No soy buena en la oclumancia —confesó finalmente, su voz baja.

Snape la miró fijamente durante un momento, evaluándola. Luego suspiró, como si estuviera considerando algo contra su mejor juicio.

—Puedo enseñarte, si estás dispuesta a aprender- dijo él y Rhaenyra parpadeó sorprendida.

Snape no era conocido por su amabilidad, mucho menos por ofrecer ayuda a otros estudiantes que no fueran Slytherins, y menos aún después de alejarse de Lily Evans.

—¿Por qué harías eso? —preguntó con cautela.

—Porque no soporto la debilidad —respondió él con franqueza. Pero había algo más en su mirada, algo que no dijo en voz alta. Quizás porque veía en Rhaenyra un reflejo de su propia lucha por controlar sus emociones y cerrar su mente.

Rhaenyra dudó un momento antes de sonreír, pequeña pero genuina.

—Está bien. Acepto tu ayuda- dijo ella casi emocionada.

Snape asintió, como si ya hubiera asumido que esa sería su respuesta.

—Nos encontraremos en el aula vacía junto al despacho del profesor Slughorn esta misma tarde. No llegues tarde- dijo Snape y Rhaenyra sabía que él lo decía en serio, de hecho llegaría antes, para evitar que él se fuera sin enseñarle nada.

Snape, sin esperar respuesta, se giró y salió del aula rápidamente.

Rhaenyra lo vio marcharse, aún un poco desconcertada, pero por primera vez en todo el día, sintió una chispa de esperanza.

Si podía aprender a cerrar su mente, tal vez podría enfrentarse mejor a las miradas y palabras de Daemon. Con ese pensamiento en mente, se levantó, recogió sus cosas y salió del aula un poco más animada.

A partir de ese día, Snape y Rhaenyra se reunieron sagradamente después de clases en salas diferentes donde nadie pudiera encontrarlos.

Snape era frío, y un guía bastante estricto, pero para Rhaenyra estaba bien, él era bueno en lo que hacía y eso le bastaba. Podía aprender mucho de él.

—Concéntrate —decía él con voz monótona mientras caminaba a su alrededor—. Tu mente es como una puerta abierta. Cualquiera con la habilidad suficiente podría entrar- terminó él.

Rhaenyra rodó los ojos, pero no dijo nada. Siempre tan amable, Severus, pensó, aunque reconocía que sus métodos funcionaban.

Durante varias semanas, nadie sospechó de sus encuentros.

No era que el estudiar juntos y practicar hechizos estuviera prohibido en Hogwarts, pero eran dos personas que sufrían bastante de acoso en la escuela.

Si los veían juntos, comenzarían a burlarse de ellos, o a molestarlos juntos. Así que aprovecharon del escaso don que tenían para relacionarse con otros, para que nadie sospechara.

Snape y Rhaenyra eran tan distintos que resultaba improbable que tuvieran algo en común. Sin embargo, la discreción no podía durar para siempre.

Una tarde, Peter Pettigrew intentaba practicar para su examen de autotransformación.

A él y a sus amigos aún les costaba bastante transformarse por completo, aunque Sirius y James le llevaban bastante ventaja.

Él había ido a los jardines, y entonces, escuchó voces en una sala que solía estar vacía. Observó hacia adentro, esperando descubrir que estudiante podía estar despierto a esa hora aparte de él, y sonrió al ver a Snape y la princesa Rhaenyra.

Su pequeño y redondo rostro se iluminó con una sonrisa de satisfacción maliciosa al sacar malas conclusiones de lo que veía.

Sin esperar ni siquiera un segundo, corrió hacia donde estaban sus amigos y entró con una sonrisa maliciosa en el rostro.

- No tienen idea lo que acabo de ver- dijo él con emoción y nerviosismo. Actuando literalmente como una rata.

James Potter levantó una ceja, interrumpiendo su conversación con Sirius.

—¿Qué pasa ahora, Peter? —preguntó James con una sonrisa divertida.

Peter, sin aliento, respondió.

- Creo que alguien se te ha adelantado en los intentos, Sirius- dijo él burlándose de su amigo- Adivinen a quién he visto con la princesa Rhaenyra, a solas- dijo él y Sirius se puso de pie de inmediato.

- ¿A quién?- preguntó Sirius que llevaba días intentando acercarse a la princesa, pero ella solo lo miraba con desprecio.

- ¡Snape! Está con ella a solas, muy cerca, en una sala- dijo Peter mirando a Sirius sabiendo que él estaba prendado de la princesa.

La habitación quedó en silencio por un instante antes de que Sirius hablara, su tono despreocupado traicionando la incomodidad que sentía.

—No digas tonterías, Peter. ¿Snape y Rhaenyra? Eso no tiene sentido- dijo Sirius, era imposible.

- Es cierto, lo vi con mis propios ojos- dijo Peter mirando a su amigo- Te dijimos que tenías que intentarlo, pero incluso Snape te lleva la delantera- dijo Peter burlándose-

James intercambió una mirada con Remus, una chispa de travesura encendiéndose en sus ojos.

—Esto no es algo que podamos ignorar, Sirius —dijo James, poniéndose de pie con entusiasmo teatral—. Si Snape tiene algo con la princesa, debemos investigar- dijo James que apenas creía que ese tonto de Snape pudiera cortejar a una chica.

Remus asintió y los tres miraron a Sirius.

Sirius no respondió de inmediato. Aunque intentaba mostrarse indiferente, la idea de Snape y la princesa le revolvía el estómago.

—Vamos a comprobarlo —dijo al fin, su tono decidido.

Y así fue como los merodeadores, decidieron atormentar un poco más a Snape.

Al otro día, ya atardecía cuando Snape salió de la clase de adivinación.

Apenas había dado unos pasos cuando notó las risas contenidas detrás de él. No necesitaba darse la vuelta para saber quiénes eran.

—¡Eh, Snivellus! —la voz de Sirius Black resonó clara en el aire, acompañada por las risas de James Potter y Peter Pettigrew. Remus Lupin, un poco más rezagado, observaba la escena con cierto nerviosismo.

Snape apretó los labios y continuó caminando, ignorándolos. Pero James no lo permitió. Dio unos pasos rápidos y se interpuso en su camino, con una sonrisa burlona en el rostro.

—¿Adónde vas con tanta prisa, Snape? ¿A escribirle un poema de amor a quien un día será nuestra reina?- preguntó Potter como siempre molestándolo.

Las palabras hicieron que Snape se detuviera en seco. Su rostro, ya pálido, adquirió un tinte rojizo ante la insinuación.

—No sé de qué hablas, Potter. Hazte a un lado —gruñó, pero Sirius se acercó por detrás y se cruzó de brazos.

—Vamos, Snivellus, no seas tímido. Nos hemos enterado de que te gusta pasar tiempo a solas con la princesa Targaryen. ¿Qué haces con ella? ¿Pócimas de amor?- preguntó él con evidentes celos en su voz.

Peter soltó una risita nerviosa, mientras James daba vueltas alrededor de Snape como un depredador acechando a su presa.

—Debe ser algo importante para que lo mantengas en secreto —añadió James con tono burlón.

Snape sacó su varita, no solía perder el control, pero las insinuaciones de esos insoportables lo estaban sobrepasando. Pero antes de que pudiera hacer algo, una voz profunda y autoritaria resonó en el lugar.

—¿Qué está pasando aquí?- preguntó Daemon Targaryen que pasaba por allí luego de terminar su clase de defensa contra las artes oscuras a estudiantes de tercer año.

Su mirada helada se posó primero en Snape y luego en los Merodeadores. El silencio cayó de inmediato, salvo por el leve ruido de las hojas movidas por el viento.

—Nada, profesor Targaryen —respondió James con una sonrisa nerviosa. Pero Daemon no se dejó engañar.

—¿Nada? —repitió, dando un paso hacia ellos. Su tono era peligroso—. Parecía algo más que "nada". ¿Por qué molestan a este alumno?- dijo él que había notado que ellos molestaban constantemente a ese chico.

James sabía que lo que haría no era sensato, pero su mejor amigo, Sirius, estaba prendado de la princesa por más improbable que fuera tener una oportunidad con ella, tal vez si alejaba a Snape, Sirius por fin pudiera acercarse.

Daemon era el tío de la princesa, seguramente se molestaría al saber que ella tenía reuniones privadas con un chico. James no podía saber que Daemon sentía algo más que amor fraternal por la princesa.

- Estábamos hablando de que Snape tiene reuniones bastante privadas con su sobrina profesor, teníamos la duda sobre que clase de hechizos practican, dado a que los hemos visto a solas bastantes veces durante la noche- dijo James y Remus cerró los ojos, Sirius se puso nervioso, y Peter se quedó helado en su lugar.

Snape por su parte lo miró como si lo odiara.

Daemon se tensó de inmediato, su mandíbula apretándose al escuchar las palabras de Potter.

Su mirada se volvió hacia Snape, quien intentaba no mostrar ninguna emoción, aunque el pánico era evidente en sus ojos.

Daemon Targaryen de por si era un profesor bastante intimidante, e incluso Snape podía temerle.

—¿Es eso cierto? —preguntó Daemon, su voz ahora mucho más fría.

Snape abrió la boca para responder, pero Peter, siempre siguiendo a James, se adelantó a la respuesta.

—Lo hemos visto, profesor. Varias veces después de clases. Buscan esconderse a solas, y yo mismo los he visto bastante cerca- dijo Peter rápidamente.

Daemon no dijo nada. Su rostro permanecía inexpresivo, pero su mente estaba en llamas.

¿Ese mocoso? ¿Con Rhaenyra?

Daemon permaneció inmóvil un instante, Con un movimiento brusco, su capa ondeó detrás de él como una sombra viva. Se giró hacia Severus, que se tensó bajo su intensa mirada.

—Snape, sígueme. Ahora.- ordenó él sin siquiera darle oportunidad a decir algo.

Severus tragó en seco pero no cuestionó la orden. Los merodeadores, en cambio, se quedaron intercambiando miradas burlonas, como si la situación fuera una especie de broma. James soltó una risita contenida, y Sirius estaba a punto de añadir algún comentario cuando Daemon se giró hacia ellos con una furia helada.

—¡Lárguense de mi vista! —gruñó, cada palabra cayendo como un golpe seco. El lugar pareció oscurecerse momentáneamente, como si la magia misma respondiera al enojo de Daemon.

James abrió la boca, probablemente para replicar, pero Sirius le dio un ligero codazo, y ambos, junto con los otros dos, desaparecieron en un revoltijo de capas y pasos apresurados.

Daemon no esperó a verlos salir del todo. Se dio la vuelta y comenzó a caminar hacia su despacho, esperando que Snape lo siguiera sin más dilación. El joven Slytherin lo hizo, aunque con el rostro pálido y la mandíbula apretada.

Cuando llegaron al salón de Slytherin, Daemon empujó la puerta con un movimiento de varita que hizo que se abriera de golpe, casi como si la magia obedeciera su furia. Una vez dentro, el lugar estaba vacío, salvo por las llamas verdes que ardían en la chimenea. Cerró la puerta tras ellos con un chasquido y se giró lentamente hacia Snape, su mirada tan intensa que parecía perforarlo.

—¿Cuál es tu relación con Rhaenyra? —preguntó, cada palabra marcada por un tono helado y autoritario.

Snape se quedó quieto, con las manos tensas a los lados.

—Estudiamos juntos, señor —respondió, su voz medida, aunque un ligero temblor traicionaba su intento de mantener la calma.

Daemon dejó escapar una risa corta, sin humor. Dio un paso hacia él, reduciendo la distancia entre ambos.

—¿Eso es todo? Porque si estás mintiendo, lo sabré- advirtió Daemon rápidamente. No le creía nada. ¿Quién estudiaba a solas en las noches?

Severus no dijo nada, pero su mirada se endureció un poco, lo que no pasó desapercibido para Daemon.

—Podría leer tu mente, Snape —añadió, y su tono ahora era tan bajo y amenazante que las palabras parecían envolver la habitación como un hechizo.

Snape tragó saliva. Sabía de las habilidades de Daemon. Sabía que podía hacerlo, y lo peor era que no tenía cómo defenderse contra un mago de ese calibre, incluso siendo talentoso en oclumancia.

Aunque si viera su mente, tampoco tenía mucho que ocultar. Solamente el hecho de que le enseñaba a Rhaenyra, a defenderse precisamente de ser un libro abierto para él.

Daemon levantó la varita con un movimiento deliberado, pero antes de que pudiera siquiera pronunciar la palabra, la puerta del salón se abrió de golpe.

Rhaenyra entró sin siquiera pedir permiso. Sus mejillas estaban encendidas, su cabello desordenado por la prisa, y en sus ojos ardía una furia contenida.

—Daemon, déjalo ir —dijo, su voz firme mientras avanzaba hacia ellos.

Daemon ni siquiera se giró para mirarla; su atención permaneció fija en Snape, la varita aún en su mano.

—¿Cómo supiste esto? —preguntó, con el tono cortante de alguien que ya no confiaba en nadie.

—Los merodeadores —respondió ella, cruzándose de brazos—. Estaban hablando de ello como si fuera el chisme del año.

Daemon no respondió, pero su mandíbula se tensó visiblemente.

—Yo puedo explicártelo —continuó Rhaenyra, dando un paso hacia él. Luego miró a Snape con una mezcla de preocupación y admiración—. Por favor, deja que Severus se vaya- pidió ella que odiaba que Snape se hubiera metido en problemas por su culpa.

Snape levantó la barbilla, la sombra de un desafío en sus ojos oscuros.

—No necesito que me defiendas —dijo con frialdad, aunque había algo contenido en su tono, algo que demostraba cuánto respetaba que ella interviniera.

Rhaenyra lo miró, y su expresión se suavizó, aunque su determinación no flaqueó.

—Lo sé, Severus. Pero esto no es contigo. Es algo que tengo que resolver con mi tío- dijo ella rápidamente.

Daemon sintió cómo una punzada de odio atravesaba su pecho cuando Rhaenyra usó esa palabra: tío. Como si no fuera más que eso para ella. Su mano apretó la varita con más fuerza.

—Snape, sal de aquí —ordenó él, con furia contenida.

Snape vaciló, pero sus ojos se dirigieron a Rhaenyra, buscando su aprobación. Tal vez dejarla sola con él no era tan buena idea. Daemon se dio cuenta y su irritación aumentó.

—No te lo repetiré —gruñó.

Rhaenyra asintió ligeramente hacia Snape.

—Estaré bien, Severus. Estaré bien- Dijo ella agradeciendo que él, incluso siendo bastante frío, se preocupara por ella.

Solo entonces Snape salió, aunque no sin lanzar una última mirada hacia Rhaenyra. Daemon lo siguió con la mirada hasta que la puerta se cerró con un chasquido, dejando a ambos en un silencio cargado de tensión.

Rhaenyra fue la primera en romperlo, su voz temblando de furia.

—¿Qué demonios crees que estás haciendo?- preguntó ella sin importar si le gritaba al director de la casa de Slytherin, su tío y un príncipe del reino.

Daemon se giró lentamente hacia ella, sus ojos verdes ahora oscuros, su expresión completamente fría.

—Evitar que hagas algo estúpido. ¿Qué piensas, Rhaenyra? ¿Qué estabas haciendo con él? ¿A solas en las noches? ¿Eres esa clase de chica?- preguntó él ofendiéndola.

—Estudiando, Daemon. ¿O eso también te parece un crimen ahora? ¿Qué crees de mi?- preguntó ella con sus ojos ardiendo, pero evitando mostrar sus emociones, las clases con Snape la habían ayudado.

—¿Estudiando? —repitió, burlón. Dio un paso hacia ella, acortando la distancia entre ambos. La tensión entre ellos era casi palpable—Podrían estudiar donde estudian todos los demás estudiantes, pero eligen estudiar a solas, no soy un imbécil, Rhaenyra- dijo él mirándola fijamente.

Rhaenyra dio un paso atrás, no por miedo, sino para mantener su terreno.

—¡No tienes ningún derecho a meterte en mi vida!- gritó ella que no quería decirle que estudiaban y por qué. Él se reiría de ella, se burlaría.

La risa de Daemon fue seca, cruel.

—Tu padre me ordenó vigilarte. Y eso haré, te guste o no- dijo él tomando una excusa para vigilarla.

Rhaenyra se quedó helada por un instante, pero luego la furia se encendió en ella de nuevo, más fuerte.

—¿Y crees que eso te da derecho a controlarme como si fuera una niña? Me abandonaste, Daemon. No tienes ningún derecho sobre mí- gritó ella recriminándolo.

Su declaración golpeó a Daemon como una bofetada, aunque no lo demostró. En cambio, se acercó aún más a ella, su voz baja pero cargada de veneno.

—Si sigues provocándome, será peor- dijo Daemon que podía ser mucho más duro con ella si ella insistía en provocarlo. Aunque para él, cualquier cosa era una provocación.

Rhaenyra no retrocedió, aunque su respiración se volvió más rápida.

—Eres un idiota- gritó ella queriendo llorar de rabia, pero no lo haría, no le daría en el gusto.

Los ojos de Daemon brillaron peligrosamente.

—Cuidado con cómo me hablas. Puede que seas la princesa heredera, pero yo sigo tú tío, tú profesor y el director de la casa de Slytherin- advirtió él rápidamente, recordándole su lugar

Rhaenyra lo miró directamente a los ojos, desafiándolo.

—Te respetaba. Pero eso lo perdiste el día que me dejaste sola- dijo ella que aún recordaba la última vez que lo vio. Él le sonreía y luego desapareció por años. Para luego mirarla con desprecio como si ella fuera la criatura más odiada del planeta.

Eso lo rompió. La calma helada de Daemon se desvaneció, reemplazada por una furia que ardía como fuego.

—Entonces será mejor que aprendas a respetarme de nuevo, Rhaenyra, o no te gustará lo que encontrarás —gruñó, dando un paso más hacia ella.

Por primera vez, Rhaenyra sintió un escalofrío recorrer su cuerpo. Había algo en su tono, en la intensidad de su mirada, que la hizo retroceder instintivamente. Pero no dejó que el miedo la dominara.

—No me intimidas, Daemon, —susurró, aunque su voz traicionó un leve temblor-

Daemon dio un paso más hacia ella, su altura y presencia como una sombra que la envolvía. Sus ojos, intensos y fríos, no se apartaron ni un segundo de los de Rhaenyra.

—¿No te intimido? —murmuró con un tono tan bajo que parecía un gruñido—. Entonces deberías tener más cuidado, Rhaenyra. Porque no soy un hombre al que quieras provocar.

Ella levantó el mentón, negándose a apartar la mirada, aunque su corazón latía con fuerza. Podía sentir la energía peligrosa que emanaba de él, pero no iba a mostrar debilidad. No delante de Daemon.

Antes de que pudiera responder, la puerta se abrió de golpe, y la profesora Minerva McGonagall apareció con el rostro pálido, la urgencia marcada en cada línea de su expresión.

—Profesor Targaryen —dijo con voz firme, pero cargada de preocupación—. Un Lethifold ha sido avistado cerca del castillo.

El rostro de Daemon cambió al instante, la furia dejando paso a una concentración intensa.

—¿Estás segura? —preguntó, mientras guardaba su varita en un movimiento rápido.

Minerva asintió.

—Los aurores lo vieron rondando los jardines del ala oeste. No podemos permitir que entre al castillo- dijo Minerva con urgencia

Los lethifold, eran una criatura mortal, un depredador silencioso que cazaba por la noche. Su forma oscura y fluida se deslizaba sin hacer ruido, cubriendo a sus víctimas y sofocándolas antes de que pudieran emitir un grito. Una vez que atacaba, no dejaba rastro, solo un vacío aterrador.

Daemon dio media vuelta y comenzó a dirigirse hacia la puerta sin vacilar, como si enfrentarse a una criatura así fuera algo rutinario para él.

—¡Daemon, espera! —Rhaenyra lo llamó, acercándose rápidamente y agarrándolo del brazo. Sus ojos estaban llenos de preocupación genuina—. No vayas. Es demasiado peligroso- pidió ella que había estudiado a esa criatura. No era algo que cualquiera enfrentara, de hecho, muy pocos sobrevivían a esas criaturas.

Daemon se detuvo y giró ligeramente la cabeza para mirarla. Su expresión era impenetrable, pero algo en su mirada se suavizó al verla. Con un movimiento firme, se soltó de su agarre.

—Precisamente porque es peligroso tengo que ir, Rhaenyra —dijo en un tono bajo, pero firme—. Necesito asegurarme de que estés a salvo.

Ella se quedó congelada por un instante, aferrándose a esas palabras. Que tú estés a salvo. No había mencionado al resto del castillo, ni a los estudiantes. Solo a ella.

Daemon salió del despacho con pasos decididos, dejando a Rhaenyra allí, inmóvil y con el corazón en un torbellino. Por un lado, se sentía especial, como si realmente le importara. Pero luego, la duda la golpeó. Quizás había escuchado mal. Quizás se estaba aferrando a algo que no existía.

Se dejó caer en la silla frente al escritorio de Daemon, su mente corriendo en círculos mientras su mirada se posaba en las velas titilantes de la habitación.

—Por favor, vuelve… —murmuró, apenas consciente de que había hablado en voz alta.

No podía evitarlo. La idea de que algo le pasara a Daemon era un peso insoportable en su pecho. No importa cuánto me enfurezca, cuánto me hiera con sus palabras… No puedo perderlo.

Rhaenyra cerró los ojos con fuerza, rogando en silencio.

—Por favor, Daemon… vuelve conmigo. —Y aunque no lo dijo en voz alta, lo sintió con cada fibra de su ser: Porque si algo te pasa… yo no podría seguir.

Ella se quedó allí, y él fue con otros profesores a enfrentarse a la criatura. A pesar de la enorme discusión, ambos tenían el nombre contrario en su mente. Él pensaba en ella, y ella pensaba en él.

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